En Descanso Para El Corazón - Capítulo 6 - Reprimido Amor

Capitulo 6 –  Reprimido Amor

La melancolía de Kise Ryouta [Broma]


Él era mi mejor amigo. La persona que me conocía, y me conoce, más que nadie. La única persona por la cual he sufrido el peor caso de enamoramiento, hasta tal punto que todos terminaban siendo comparados con él. Y ninguno era suficiente a su lado.
Primero creía que era porque lo quería como un hermano pequeño, pero no. Había, estos sentimientos, que no eran propios de hermanos. Quería besarlo, sostener su mano y que el mundo viera que éramos uno, despertar cada mañana con él.
Lamentablemente me di cuenta muy tarde. Demasiado.
Cuando me di cuenta, la espera termino. Mientras yo pensaba si hacerlo, si arriesgarme e intentarlo, alguien más me lo arrebato de las manos. O tal vez, ya que no había ni siquiera peleado por él. Le deje llevárselo, mientras yo me quedaba detrás, viendo su espalda alejarse, tomado de la mano con alguien más que no era yo.
Formaría una vida juntos, compartiría momentos íntimos, sonreiría por tonterías con él, sin mí. Sentía que me dejaba atrás, o más bien, que me apartaba hacia un lado. A pesar de la promesa de “ser siempre amigos”, la amistad no puede sobrevivir por siempre, ¿verdad?
Él era mi vecino, el hijo único de los Kuroko, así que era normal el que nos lleváramos. Nuestros padres se esforzaron demasiado para que congeniáramos, y no fue tan difícil, a pesar de nuestras diferentes personalidades, logramos encajar. Casi vivíamos en la casa del otro, andando de un lado a otro, metiéndonos en problemas. Mi mejor amigo.
¿Cuándo comencé a sentirlo menos como un hermano y que me di cuenta que era una de las personas más hermosas que había conocido y que estaba perdidamente enamorado?




***
Regresemos mucho antes de saber qué era el amor. A esos momentos en que la inocencia nos cubría con su manto y que éramos pequeños que creían poder conquistar el mundo con nuestros pequeños pasos. Que lograríamos volar, añorando ser los superhéroes del mañana, en aquellos días en los que nuestros padres eran indestructibles, y que aún lo son, aunque ahora ya no los veamos con una capa y mallas puestos. En los que el patio de nuestra casa era todo un mundo por descubrir. En el que la amistad tenía un valor invaluable, y romper una promesa era el peor deshonor.
La primera vez que nos vimos, fue a través de la cerca que separaba nuestras casas. Yo, me había escapado de mis hermanas, quienes me torturaban vistiéndome con la ropa de mamá y sus cosméticos, como si fuera su propia muñeca. Estaba escondido entre los arbustos, cuando me encontré con cierto sujeto que estaba leyendo, tranquilamente, bajo un viejo árbol en el patio de su casa.
Me pase horas en ese arbusto, oculto de mis hermanas, que parecían haberse vuelto locas dentro de la casa porque no dejaban de gritar mi nombre. Cuando el sol se estaba ocultando y todo comenzaba a oscurecerse, fue que sentí una mano jalando mi camisa. Cuando abrí los ojos, el mismo niño que había visto leer bajo el árbol toda la tarde, me llamaba.
Tome su mano y lo seguí dentro de su casa, donde su madre nos preparó de cenar. No les había dicho nada, solo me invitaron a cenar con ellos. Descubrí que recién se habían mudado para que su hijo, Tetsuya, comenzara la escuela. A lo que yo, sorprendido, me levante de la mesa y admití que también iba a comenzar la escuela muy pronto. Resultaba que iríamos a terminar en la misma escuela, seriamos compañeros y vecinos al mismo tiempo.
Esa noche, después de explicarles a mis padres mi paradero, y de sermonear a mis hermanas, conocí a mi vecino, y aquel que se volvería mi mejor amigo, Kuroko Tetsuya.
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Nuestros padres se esforzaron arduamente para que Tetsuya y yo congeniáramos, y no resulto demasiado difícil. Por nuestras personalidades dirían que sería imposible, pero era como si nos complementáramos. Él serio y tranquilo, yo gritón e imperativo.
Así, nuestra amistad fue formándose. Pasando más tiempo en casa de los Kuroko que en la mía. Mis padres a veces bromeaban con alistar mi maleta, y yo, siendo un niño, me emocionaba ante la idea. Puesto que en ese entonces, yo tenía el síndrome “Me voy a casar con Kurokocchi”. El primer amor de la infancia, el que nunca se puede olvidar y que es el más inocente y dulce.
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La adolescencia, para ambos, fue diferente. Mientras yo no podía controlarme, saltando de pareja en pareja, fuera hombre o mujer, me daban igual, siempre y cuando pudiera meterle mano. Era el galán que siempre conquistaba a las chicas, provocando suspiros y que siempre tenía las alabanzas de los demás chicos de mi edad. Kurokocchi era diferente, era el chico que no se esforzaba tanto por sobresalir, en su lugar, prefería pasar desapercibido. Algo extraño que dos personas tan diferentes fueran amigos tan cercanos. Y eso les daba ideas extrañas a nuestros compañeros, que solo había una forma en que fuéramos tan cercanos.
Donde quiera que yo fuera, sea la dirección, o incluso escabulléndonos por la ventana para ir a una fiesta, siempre estuvimos juntos, también en el castigo (cuando nos atrapaban).
Debido a nuestra relación muy cercana, todos consideraban que Kurokocchi y yo éramos una pareja. Pero nada de eso, solo éramos amigos. Solo eso. Lo desmentíamos todo el tiempo, incluso a los profesores. Todos veían algo que nosotros no, ¿tan ciegos estábamos? Pusimos un poco de distancia, pero sin que  fuera demasiada, solo la necesaria para que pudiéramos empezar una vida social sin que nos emparejaran como “KiKuro”.
En serio, ¿qué les pasa a las personas con sus juegos de palabras de estos días? Al menos entendían que yo era el seme.
Cuando los rumores de que Kurokocchi y yo teníamos dueño desaparecieron, fue como si sonara el disparo y todos comenzaran a buscar nuestra atención, mayormente la mía.  Y aunque comenzamos a andar en círculos, totalmente, diferentes, no nos dejábamos de hablar en nuestros tiempos libres. Regresando a casa juntos, bromeando, copiando en los exámenes, castigados fuera del salón, bueno, que era yo al que siempre sacaban, porque mi buen amigo siempre se salía con la suya y pasando el rato, perdiendo el tiempo en nuestras casas.
Si, regresando al tema central. Como todos los chicos de nuestra edad, comenzamos a experimentar cambios (vello, sudoración, voz grave, ansiedad, etc.) y entre estos cambios, también vienen querer experimentar cosas nuevas, como son; relaciones sexuales. No me gusta llamarlas sexo, porque está mal usar esa terminación.
Mi primera vez con una chica, no fue nada especial. No digo que fueron fuegos artificiales o que la chica de repente me declaro su amor. No, solo fue sexo. Lo hicimos y cuando desperté, a la mañana siguiente, me botó por la ventana para que su padre no se enterara.
A pesar de llevar una vida sexual muy activa, la de mi compañero ni siquiera había empezado. Estaba tan perdido, que ni siquiera se había molestado en pensar en ello. Llegando al extremo de jamás haber sido besado. Con los ánimos de querer ayudarle un poco, le enseñe lo que era un beso. Nada sexual, solo un beso en los labios, como Dios manda y después nos apartamos. Así, yo, Kise Ryouta, me hice con la virginidad de los labios de mi mejor amigo.
Quisiera decir que también fue el caso en lo referente a lo otro, pero no fue así. Kurokocchi perdió su virginidad con uno de nuestros amigos, nunca me dijo quién fue, pero yo me daba una idea con esa sonrisita de Ogiwara Shigehiro. Claro que no se volvieron pareja, solo se habían ayudado mutuamente.
Mientras nos preparábamos para emprender el viaje de nuestras vidas, y que definiría nuestro futuro, no podíamos estar más ansiosos, la desgracia cayo.
Fue algo imprevisto, nadie pudo decir que se veía venir, mucho menos que era algo que pasaba constantemente. Solo… pasó.
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Estábamos mirando unos folletos que mi hermana me había traído, con el propósito de que encontráramos una universidad que nos gustara. Yo ya tenía decidido no ir a la universidad, puesto que mi trabajo como modelo comenzaba a florecer, estudiar algo solo me parecía tedioso. ¿Para que ir a la universidad si ya tienes un trabajo del cual mantenerte?
Kurokocchi, por otro lado, estaba indeciso sobre qué hacer con su vida. tenía muchas opciones, como le decía yo, y aun no podía tomar una. Profesor, escritor, ninja, mi esposa. Eso último siempre le había dicho como broma. Aunque ahora no estaba tan seguro si lo había hecho consciente.
Finalmente, nos rendimos en la búsqueda de la universidad perfecta para Kurokocchi y nos metimos dentro de la cama. A pesar de nuestra ya avanzada edad, aun seguíamos durmiendo en la cama juntos, dándonos patadas, robándonos la manta o empujando al otro al borde.
Entonces, a la mañana siguiente, después del desayuno, vimos como unos hombres aparecían en el portón de la casa de los Kuroko’s. Eran dos oficiales. Por sus expresiones, mi madre intuyó que algo pasaba y ella se adelantó, tomando a mi padre del brazo, fueron a recibirlos.
Trate de tranquilizar a mi amigo, diciéndole que tal vez eran los de la vigilancia.
Que tan equivocado estaba.
Los hombres hablaron con mis padres, mirando hacia nosotros, que nos manteníamos en la entrada de mi casa, algunas veces. Hasta que finalmente mi madre se cubrió la boca con ambas manos, protegiéndose en el pecho de mi padre. La expresión de mi padre se torció y supimos que algo malo había pasado.
Los policías se acercaron hacia nosotros y tras quitarse la gorra, el hombre con más edad habló.
-       ¿Tú eres Kuroko Tetsuya? – pregunto a mi amigo, que asintió en silencio, casi previendo lo que iban a decir. Lo podía sentir tensarse. El hombre apretó los labios y soltó un suspiro. – hijo, algo… tus padres… ellos, tuvieron un accidente en la carretera.
-       ¿accidente? Ellos… ¿Cómo…?
-       Tu padre está bien. Se encuentra hospitalizado, pero… tu madre, ella, no sobrevivió. Murió. Lo siento.
Mi amigo abrió la boca para decir algo, pero en su lugar, se desvaneció inmediatamente, yo lo sostuve, previniendo que su cuerpo cayera al suelo. Entre todos lo atendimos, llevándolo a la sala.
Cuando despertó, quiso hablar con los policías, pidiéndome que me quedara a su lado mientras lo hacía. El hombre habló, nos contó todo lo que sabían hasta el momento. Al parecer el auto había derrapado y se salió de control, llevándolo fuera de la carretera hacia un acantilado. Mientras su padre había quedado atorado dentro de los restos del vehículo, su madre había salido disparada por el parabrisas. Gracias a unos excursionistas fue que encontraron a su padre antes de que fuera demasiado tarde para él. Sin embargo, su madre no había tenido tanta suerte. Escuchamos sin interrumpirles, y aunque mi amigo se mantenía quieto, sin mostrar alguna reacción diferente, su mano me apretaba fuerte, casi como si fuera imposible el querer soltarla, como si necesitara algo que le mantuviera en la realidad, como un soporte.
Celebramos el funeral lo antes posible, haciendo los arreglos necesarios en la casa de los Kuroko, el padre de mi amigo se mantuvo en el hospital, siendo cuidado y esperando una respuesta ya que seguía inconsciente desde el día del accidente. Fue una ceremonia tranquila, en la que los pésames sobraban y mi mejor amigo no soltó ninguna lágrima, lo que pareció extraño para los presentes, aunque yo podía entenderlo un poco. Estuve a su lado todo el tiempo, sin dejarlo solo en ningún momento. Incluso cuando se trataba de meterlo a la cama, acurrucándolo contra mi pecho y calmándolo hasta caer dormidos.
Como éramos los más cercanos, nos hicimos cargo de todo, del funeral y de Tetsuya. Era obvio que dejarlo vivir por su cuenta no era una opción. Su madre muerta y su padre inconsciente, alguien tenía que cuidarlo. Los días pasaron y aunque la condición de su padre mejoraba, Kurokocchi no se levantaba y cuando lo hacía parecía un cadáver, caminando por toda la casa con la mirada perdida, su cuerpo también resintió un poco, bajando peso considerablemente.
Justo cuando mis padre tenían pensado intervenir y llevarle con un especialista que pudiera ayudarle con la transición de la muerte de su madre, después de dos semanas, ocurrió, el padre de mi amigo despertó. Fue como si Kurokocchi hubiera reaccionado ante esas palabras “está despierto…” que habían sido más como un “está vivo”.  No perdimos el tiempo y fuimos inmediatamente hasta el hospital, donde mi amigo no se contuvo al saltar a los brazos de su padre y estrecharlo fuertemente mientras lloraba como un niño pequeño, todas esas lagrimas que había acumulado durante los últimos días, ahora eran de felicidad, esperanza, por poder sostener a la única persona que lo había concebido.
Después de informarle a su padre la muerte de su madre, el padre de Tetsuya decidió que debían seguir adelante y no estancarse. Tenían que vivir, sin olvidarla.
Las cosas volvieron a la normalidad, o al menos lo intentaron. El padre de Tetsuya se acoplaba a una nueva vida, en la que él era el único con el que su hijo contaba, y ahora tenía que ejercer ambos papeles (mamá y papá). Creo que se puede decir que la muerte de su esposa si le afecto, volviéndose un poco más precavido con su hijo, Tetsuya se volvió de cristal, por así decirlo y su padre se preocupaba todo el tiempo, era su forma de expresar su amor por él y el pánico de que algo le pasara también.
Aun así, su padre parecía estar de acuerdo en que Tetsuya estuviera siempre a mi lado. Normalmente siempre se ponía un poco reacio en dejar que saliéramos fuera, pero cuando se trataba de mí, parecía soltar un poco la rienda.
Finalmente llego el día en que Tetsuya tuvo que dejar el nido y emprender un nuevo y emocionante viaje; la universidad. El cual había estado postergando todo este tiempo para hacerse cargo de cuidar a su padre y ayudarle a acostumbrarse a su nueva día. Su padre la había pedido continuar con su futuro, era su turno de comenzar a vivir.
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[20 años – Kise Ryouta]

Regresaba de Nueva York, totalmente cansado. Quería simplemente irse a casa y descansar, más bien, tirarse sobre la cama y dormir hasta que fuera el futuro. La sesión se había prolongado demasiado tiempo y el tirano de su jefe le había puesto a trabajar horas extras hasta que el catalogo quedo completo. Claro que le darían una remuneración por ello, pero eso no le quitaba el cansancio. Quien diría que posar y sonreír era tan cansado.
Suspiro, esbozando una media sonrisa.
A pesar de ello, aún tenía unos minutos antes de que su cuerpo colapsara de cansancio. Cogió el teléfono de su bolsillo y marco, aquel número tan conocido por él, que podría incluso decirse que su celular lo marcaba solo.
-       Ummm… ¿hola? – se escuchó la voz del otro lado, un tanto adormecida.
-       Hey, ¿estabas durmiendo? – bromeó.
-       ¿Kise-kun? Si, estaba durmiendo, ¿Por qué? ¿Qué hora es…? ¡¡Son las 12:00 am!! ¿estás loco? ¿Qué pasa? ¿estás bien? ¿Qué tal el vuelo? – a pesar de recién despertar podía notar el tono preocupado de su amigo. Sonrió como tonto, pegando el aparato más a su oído para deleitarse con cada palabra que salía de su boca, produciendo que su pecho se agitara. Ojala no tuviera que llamarle amigo solamente. Sacudiendo la cabeza al oír como el otro levantaba la voz.
-       ¿me decías?
-       ¿eh? Ufff, eres… ¿llegaste?
-       Um, sí.
-       ¿tienes quién te lleve a casa? – la actitud sobreprotectora de Kuroko jamás cambiaria, siempre preocupándose por esto y lo otro, aunque Kise no entendía que era solo con él.
-       Si, la agencia contrato un taxi.
-       Ya veo. Entonces, ¿a qué debo tu repentina llamada? ¿pasó algo en Nueva York? Por favor, no me digas que ahora tienes otro nuevo novio que presentarme. – dijo, en broma. Ambos rieron, aunque Kise sintió una leve punzada en el pecho de culpabilidad. Esta vez no podría contarle de Colt. Mordiéndose el labio, suspiro. Esbozando una media sonrisa, más que nada riéndose internamente por lo despistado de su mejor amigo.
-       No, nada de eso. Solo… feliz cumpleaños, Kurokocchi.
-       ¿Cumpleaños?- hubo un espacio de silencio, en el que lo único que se escuchaba era el sonido de la estática del aparato. Un grito de asombro se escuchó fuerte -  ¡AH! ¡Lo había olvidado! ¡Cielos! ¿hoy es mi cumpleaños? Wow, eso es…
-       Si, ya ha pasado un año desde la última vez. – rio suavemente, el otro le regaño, un tanto ofendido, aunque en realidad estaba demasiado feliz por el detalle. Solo su amigo sería capaz de olvidarse de su propio cumpleaños, pero no el de los demás.
-       Gracias por acordarte de ello, aunque pudiste esperar a estar más descansado.
-       No estoy… - negó, aunque no pudo decir nada ante la voz de su amigo.
-       Kise-kun – en tono de regaño.  – debes estar cansado por tu viaje. Te dejaré descansar, ¿sí?
-       ¿Kurokocchi? – le llamo antes de que el otro le colgara, apretando el aparato contra su oreja que pensaba fuera a quedarse atorado en su tímpano por la fuerza con la que lo hacía. Tragando en seco, la voz de Kuroko lo hizo saltar.
-       .
-       ¿quieres hacer algo más tarde? Solo nosotros dos.  – sintiendo todo su rostro bañándose de ese tenue color rojizo del rubor, volvió a tragar, aunque esta vez sintiendo su corazón apretarse ante la respuesta.
-      
-       ¿Kurokocchi? – pregunto, más nervioso de haberse quedado colgado y haber sido ignorado. Cuando una leve risita le hizo volver a respirar.
-       Tonto, por supuesto que sí. ¿Qué tienes en mente?
-       Ummm, será una sorpresa.
-       Ya veo. Sorpresa. Bien, te dejare pensar algo hasta la noche, ¿sí? Mientras tanto, duerme un poco, dúchate y ven a mi horrible fiesta que me recuerda que he cumplido un año más y que estoy en camino a un asilo de ancianos, si tengo suerte. – rio. Recordando que todos esos años de conocerse, jamás se había perdido un solo cumpleaños. Siempre era una fiesta privada entre amigos y pasar la tarde juntos, haciendo tonterías o simplemente matando el tiempo. Disfrutar esa compañía era un gran regalo. Y ellos nunca se la negaban.
-       No estás viejo.
-       Aja, es bueno escucharlo de tu mejor amigo.
-       Bueno, no tanto. Un poquito.  – bromeo, sonriendo. Se escuchó un leve bufido.
-       Tonto. Me voy a dormir, has lo mismo o te las veras conmigo por venir todo cansado, ¿sí?
-       Ok, felicidades viejito.
-       Te voy a… – cortó la llamada antes de ser reprendido. Guardando el pequeño aparato. La sonrisa en su rostro se hizo más grande. Entrecerró los ojos, mirando hacia la ventana iluminada en el tercer piso de aquel gran edificio, hasta que esta se apagó.
El pitido del taxi llamo su atención, girándose. El conductor cogió sus maletas y las guardo en la parte de atrás.
Antes de retirarse a su casa, se encamino hacia donde estaban los pequeños cubículos donde se dejaba la correspondencia.  Metiendo la mano dentro de su gabardina, encontrándose con el pequeño rectángulo envuelto en papel de regalo de color azul celeste y un moño de color blanco. Lo sacó y lo metió en el compartimiento con el número 531 – Kuroko Tetsuya.
Después de haberlo hecho, se giró, ingresando al pequeño automóvil y empezó la marcha.  Frotándose los parpados, aun mirando por el retrovisor.
 Despidiéndose una última vez, sin despegar su mirada de aquella ventana que parecía tener toda su atención.
-       Feliz cumpleaños, Kurokocchi.
***********************************

Llego a la fiesta un poco tarde. Después del primer cabeceo, su almohada se volvió su amante más querida. Durmió más de 12 horas y aun no dejaba de bostezar, y que decir cuando despertó y noto sus ojos tan rojos que parecía haberse sometido a una buena inhalación de hierba mágica.
Buscando con la mirada a su amigo, se encontró con varios conocidos que lo saludaron. Algunos que le mencionaron sobre sus ojos rojos y que los efectos de la hierba eran malos para los deportistas, en especial porque significaba que el pene se encoge y luego se cae. (Entenderán quien le dijo esto, ¿verdad?)
Cuando finalmente lo encontró, estaba en el centro, como siempre, ahogado de tanta gente a la que saludar y ponerle atención, que si bien no parecía, todos buscaban atención de Kuroko.  Cuando sus miradas se encontraron, Kuroko se liberó de estos, corriendo para saludarle. Saltó a sus brazos.
-       ¡¡Viniste!! ¡¡Qué bien!! ¿Cómo sigues?
-       Descansado. ¿Qué hay de ti? parece que tengo enemigos que desean la atención de mi Kurokocchi. – dijo ante las miradas furtivas de algunos invitados. Kuroko bufó.
-       Tonto, solo me estaban felicitando por envejecer.
-       Bueno, para ti serian años de gato. Te ves más joven con cada año.
-       Lo dice el joven modelo Kise Ryouta, ¿eh? Bien, creo que puedo creerte un poco. Por cierto, gracias.
-       ¿Por qué?  - sin entender muy bien el agradecimiento. Kuroko se separó un poco de su abrazo, rodándolo los ojos.
Kuroko negó, descubriéndose parte del cuello de su camisa, mostrándole una larga cadena con el dije de una pequeña luna totalmente de plata que adornaba su cuello. Kise se ruborizo al verlo lucirse en su blanca piel. Había imaginado que le sentaría bien esa clase de cosas, pero como su amigo normalmente le rechazaba todo lo que fuera de oro, entonces pensó que tal vez algo más sencillo, pero con el mismo sentimiento, podría hacerle pesar un poco y hacerlo que lo usara.
-       Gracias.
-       De nada. Te queda bien.
-       ¿en serio? Bien, dime, ¿desde cuándo lo mandaste a hacer?
-       Ummm, ¿hace 3 meses? – mintió, pero obviamente el peli azul se dio cuenta de ello.
-       Kise-kun.
-       Ok, quería que fuera de oro, pero recordé que no te gusta usar cosas “muy caras”. Lo mande a hacer hace ½ año. Quería sorprenderte.
-       Me gusta.
-       ¿en serio?
-       Sí. Gracias. Supongo que ahora combina, ¿no?
-       ¿combina? ¡¡Ah!! – Kuroko le levanto la camisa, descubriéndole aquel tatuaje en forma de sol con un estilo tribalesco que tenía en el pectoral izquierdo, por encima de su pezón.
-       ¿y bien? ¿A dónde iremos?
-       ¿Qué hay de la fiesta?
-       Umm, no creo que importe mucho si estoy presente o no. Después de todo, es mi fiesta. Pero quiero pasar mi cumpleaños con mi mejor amigo.
-       Kurokocchi. Bien. Parque de diversiones, pizza, y malteadas en el maji burguer ¿Qué dices?
-       Me conoces mejor que nadie. ¿Qué esperamos?
Diciendo esto, ambos, como dos pequeños ladronzuelos, se las ingeniaron para escaparse de los invitados, sin ser vistos. Cuando logran llegar al vehículo de Kise, emprenden la marcha. Kuroko divertido de la travesura, que a pesar de su edad, no podía evitarlas.
-       Eres todo un delincuente, Kurokocchi. – niega suavemente, dándole un golpe en el hombro.
-       Somos. Estamos en el mismo barco.
-       Cómplices de crimen. Solo si me das la cama de arriba cuando estemos tras las rejas.
-       ¿Crees que Akashi-kun o alguien más se moleste? – dijo el pequeño, mordiéndose la uña de su pulgar. Kise sonrió.
-       Tal vez. ¿te estas rajando? – el peli azul le mira, levantando una ceja. Negando fuertemente con la cabeza, mientras le señala el camino.
-       ¿Qué? No. Vámonos, acelera, chofer.
-       Oh, a sus órdenes, joven Tetsuya.
Soltando una fuerte carcajada, el auto comenzó a avanzar, mientras estos dos no paraban de reír y de bromear, contándose tantas cosas.
 Justo como el rubio había prometido, fueron al parque, subirse a los juegos y ganar premios, comer comida grasienta y mala para el pobre corazón. Una pizza tan deliciosa que aun creían que esa pizza no era creada por manos humanas. Malteadas en el maji burguer, mientras miraban como las horas pasaban, para ellos el tiempo era irrelevante. Se podría quemar la cocina y seguirían platicando, sin importarles que el incendio los envolviera.
Finalmente terminaron en el departamento del rubio, quien desde preparatoria vivía solo por su trabajo como modelo y para evitar lo regaños de su padre por llegar siempre tan tarde se había independizado. Además de que se le facilitaba el llegar a sus clases y al trabajo desde ese lugar. Recostados en la alfombra de la sala, mirando el final de una película que Kise se había dignado en rentar antes de regresar a casa. Cuando lo créditos comenzaron a pasar y Kise apago el televisor, dispuesto a levantar el tazón de palomitas vacío, una mano le detuvo.
-       Kurokocchi, ¿Qué pasa? – lo nota un poco tenso. Normalmente su compañero nunca actúa así, pero cuando lo hace es porque quiere decir algo. Se inclina, quedando frente a él.
-       Y-Yo… - Kuroko retrocede un poco, aun con la mirada gacha, mordiéndose el labio para reprimir las palabras que tanto desea decir. Su corazón se acelera, pero no lo hace. Como siempre, se acobarda a último minuto y cambia el tema. Maldiciéndose por su cobardía - Gracias. Por lo de hoy.
-       De nada.
***********************
Después de eso comenzamos a vernos menos.
Entre mi trabajo como modelo, yendo y viniendo pocas veces a mi hogar, solo teníamos escasos momentos, los cuales los usábamos para mensajearnos y contarnos todo tipo de cosas. Kurokocchi había comenzado a enseñar en una guardería, lo cual yo estaba muy maravillado por lo que me contaba y más al saber que había logrado conseguir su título como profesor.
Ya en ese entonces, mis sentimientos por él eran muy obvios. Me gustaba Kuroko Tetsuya, estaba enamorado de él y quería decírselo, pero no pude. Mientras yo buscaba respuestas, tratando de asimilar que me gustaba mi mejor amigo y que me regañaba (internamente) por hacerlo, trate de olvidarlo y comencé con las aventuras. Quería ver si podía sentirme así con otra persona que no fuera mi mejor amigo, quería tratar de no sentirme así por mi mejor amigo, ya que sería traicionar su amistad.
Pero no pude. Nadie era suficiente, y los que lo eran no me parecían “totalmente” adecuados para ocupar su posición.
Me arme de valor, listo para declarar mi amor por él. Si no me aceptaba, estaría preparado. Pero quería decirlo, para poder volver a respirar con tranquilidad, no sentir la opresión en el pecho al verlo tan cerca y no poder confesarle mi amor.
Y perdí mi oportunidad. Todos esos años en los que pude haberlo hecho, desperdiciados. El tiempo sigue, las personas también y es normal que personas nuevas entren a tu vida, ¿no?
Jamás creí que escucharía a mi amigo decir la palabra “novio” saliendo de su boca. Era natural que hiciera algo así, después de todo, yo le había presentado siempre a todas mis conquistas. Era como si su aprobación fuera a hacer algún cambio con la persona en cuestión, pero no era así. Sin embargo, ahí estaba yo, de pie, mirando aquel al que ahora llamaba “novio” y que me lo presentaba. Lo salude y felicite a mi amigo y sonreí durante toda la noche para no aguarles la velada.
Se habían conocido hacia tres meses atrás y finalmente formalizaban su relación. Era extraño el ver a mi amigo (le persona que amaba) tomado de la mano con un desconocido. Me contaron todas las cosas que habían pasado estos últimos meses, anécdotas, desvaríos, percances y esas cosas. Cuando finalmente dejamos el restaurante, tomamos caminos separados, no sin antes despedirnos. Mientras veía como Tetsuya se iba, de la mano, con aquel pelirrojo, lejos de mí.
Era como si el pelirrojo se mofara, alejándose con lo más preciado para mí. Y aun así, no hice nada.
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[Dos años más tarde]

Abrió el correo, un tanto cansado, apenas había podido dormir durante la noche. Todo a causa de una fiesta con un viejo amigo y compañero de trabajo, y algunas veces de cama.
Paso las cartas, admiradoras, colocándolas en un pequeño recipiente, su manager se encargaría de contestarlas. Las cuentas, en un costado. Finalmente cuando noto un sobre de color más pálido, lo tomó entre sus manos, revisando el remitente.
Abriéndolo sin prisa, cuando leyó el contenido, tuvo que volver a leerlo otras tres veces más para asegurarse lo que decía.
“Estas cordialmente invitado a la boda de Kagami Taiga & Kuroko Tetsuya…”
Dejando caer el papel, tuvo que sostenerse del borde del mueble. Sintiendo que todo le daba vueltas. Tragó en seco y se obligó a sí mismo a volver a leer una vez más. No había equivocación, era una invitación de boda. De Kuroko.
Iba a dejar la carta cuando noto que había algo más metido dentro. Hurgando con su dedo, encontró un pequeño pedazo de tarjeta, en el que, bajo una hermosa caligrafía, estaba lo siguiente:
“Sé que tienes trabajo pendiente, pero me gustaría que vinieras. Quiero que seas mi padrino, nadie más que tú puede hacerlo, a pesar de lo que diga Akashi-kun. Saludos, Tetsuya.”
Era la letra de Kuroko, era imposible no reconocerla después de leer sus notas para exámenes finales o cuando este mandaba cartas.
Sonrió, era una broma un tanto  cruel, ¿no? Recibir la invitación de boda de la persona que más amas. Y más que te pida estar junto a él en el altar, viéndolo casarse con alguien más.  Era cruel. Muy cruel. Apretando la carta contra su pecho, ahogando sus sollozos con su mano, mientras las lágrimas escurrían por sus mejillas. Se va encogiendo, hasta quedar de cuclillas, apretando sus piernas contra su pecho.
No quiere sentirse así, pero no puede evitarlo tampoco. Duele.
A pesar de que uno se estanque, en un amor imposible, la vida sigue. Lo demás sigue moviéndose.  Y si te quedas en el camino, serás aplastado.
Impotente, se levanta. Lanza la carta lejos, patea el mueble, golpea la pared con el puño cerrado y cuando finalmente el dolor le hace reaccionar, entiende que no solucionara nada con ello.
Suspira, limpiándose las lágrimas y el sudor del rostro. No puede perder el tiempo de esta manera, tiene una boda que asistir. Tiene que arreglar las cosas con su manager para tener libre esos días, realizar todo el trabajo posible los días siguientes, eso despejara su mente hasta el día de la boda. Necesita mentalizarse para lo que viene.
Recoge la carta, la dobla, lo mejor que puede para que quede como antes y la deja sobre la mesa de centro de su sala, mientras se dirige al teléfono.

Después de todo, es el padrino, tiene una despedida que organizar, y primero quiere encargarse de visitar al novio y darle sus felicitaciones. Hay mucho que hacer. 

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