Baile Sangriento
Baile Sangriento
I
La oscuridad se lo tragaba
todo y las estrellas no brillaban esta noche, en su lugar el cielo estaba
cubierto por unas nubes grisáceas, ni siquiera había señales de ese cuerpo
celeste llamado luna, solo oscuridad y rugidos de león que hacían la tierra
temblar. Las ramas de los arboles parecían alargarse, alejándose de mi vista,
casi como si trataran de esconderme, o peor, hundirme entre sus raíces.
Algo cayó sobre mi rostro, era
frio y se deslizaba por mi mejilla, eso me hizo reaccionar, abriendo levemente
los ojos, como lo presentía, solo sombras me rodeaban y el silencio reinaba en
el lugar. Intente levantarme, pero todo mi cuerpo estaba adormecido, no sentía
las piernas y mis brazos parecían pesar una tonelada.
Apreté los dientes, haciendo
el mayor esfuerzo por volver mis extremidades a la vida, pero el esfuerzo fue
inútil. Otra cosa de la que me di cuenta
fue que no estaba respirando. ¿Qué? ¿Cómo es eso posible? De hecho no tenía
problemas con ello. Era como si todo mi cuerpo se hubiera detenido, no
escuchaba el palpitar de mi corazón, el único sonido era fuera de mí, el viento
que acariciaba la hierba. ¿Dónde estaba?
En un segundo intento, trate
de levantarme, pero fue inútil. Maldije mentalmente. Antes de que siguiera en
mi auto tortura por mi patético manejo de mi cuerpo algo llamo mi atención. Era
mi imaginación o las sombras se movían a mí alrededor. Ahora si quería moverme,
agitándome como si fuera un pez fuera del agua, ese era mi único movimiento.
Apreté la mano en el suelo,
arañando la tierra. Espera, ¿Qué? Mi mano se podía mover. De hecho no era tan
complicado, solo tenía que concentrarme en ello y mi mano abría y cerraba.
Pasos se escucharon y vi
movimiento entre la hierba, recordándome que algo me observaba desde la naturaleza
salvaje. Trate de gritar, pero no salió nada. Mi voz sonaba como una tos seca,
pero ninguna palabra se escuchaba.
Me sobresalte al ver como una
figura delgada salía de entre la naturaleza, mis dedos arañaban la tierra,
tratando de hacerme retroceder.
El ente me miraba
cuidadosamente, no sabía qué hacer, estaba a su merced. Indefenso, que ni
siquiera podía mover mi cuerpo para tratar de defenderme.
- A… Ayu… Ayuda – dije, por fin
pue formular palabra, pero mi voz no
sonaba como mía, sonaba diferente. Irreconocible.
Se inclinó para poder alcanzarme, levantándome del suelo, pensé que me
cargaría, pero en su lugar me recargo contra un árbol.
- Por fin despertaste – suspiro
aliviado, sus ojos me miraban entre las sombras, un azul oscuro. Sus manos
inspeccionaron mi rostro y después de darle el visto bueno asintió, pude
distinguir entre tantas sombras una sonrisa de satisfacción.
Quise decir algo, pero mi voz
sonaba ahogada, de nuevo. Maldición, ¿Qué pasaba conmigo? ¿Había perdido la
voz? Pero hacía poco había dicho algo, corto, pero era algo.
- Ya veo, no puedes hablar. – su
voz se me hacía conocida, pero no podía recordarla – Tranquilo, solo relájate y
di las palabras, mueve la lengua para hacer los sonidos, recuerda que ya no
respiras y eso lo hace más difícil. Inténtalo
- por una extraña razón el no respirar no me parecía la peor noticia,
sino tener que armar una oración.
Siguiendo sus indicaciones, emití
varios sonidos. Él me invito a continuar y así lo hice. Fueron unos 10 o 15
minutos que estuve practicando los sonidos hasta que me sentí con el valor para
atreverme a formar oración.
- ¿Don…Dónde estoy? – mi voz seguía
sonando extraña, pero él lo entendió sin tener que repetírselo.
- ¿Dónde? ¿no recuerdas lo que
paso? – negué con la cabeza, él se llevó la mano a la barbilla - ¿recuerdas
cómo te llamas? – asentí, sintiendo que la pregunta era demasiado tonta.
-
Me llamo Collin, Collin
Stone.
- Eso nos ahorra tiempo. Yo soy Austin
Dale. – eso no era lo que quería saber, tenía muchas más preguntas importantes,
pero primero quería saber lo que había preguntado – Estamos en el bosque
- ¿Qué? - su respuesta me sorprendió, casi como si
hubiera leído mi mente. Me sentía transparente. Su expresión cambio, casi como
si le estuviera tomando el pelo.
- Eso fue lo que me preguntaste,
¿no? Collin, hay algo más importante que quiero decirte.
- ¿Qué es? – aunque no lo
dijera, no sonaba prometedor. Algo malo, muy malo. Trague en seco.
- Collin, tu… has muerto – no
había ninguna vacilación en lo que decía, era serio con respecto a ello, y su
expresión lo corroboraba. No lo podía
creer. ¿Qué había dicho?
- ¿Qué? ¿esto es una broma
tonta? No me gustan.
- No es broma, moriste, yo te
vi.
- No es verdad.
- Moriste al igual que todos los
demás. Todos los que conocías están muertos. Entiéndelo, entre más rápido lo
hagas será más fácil – sacudiéndome los hombros, en un intento para hacerme
entrar en razón. Negué con la cabeza.
- No lo creo. Aléjate de mí,
debo ir a mi casa. – molesto lo aparte
con mis manos, Austin cayó sobre su trasero al otro lado, emitiendo un sonido
de dolor por la brusquedad con la que lo había arrojado.
Mi atención no fue hacia él,
esta vez, sino hacia mis manos temblorosas que se abrían y cerraban. Las
inspeccione por una fracción de segundo, y no eran las únicas, mis piernas también reaccionaban, mis brazos
ya no se sentían pesados, sino todo lo contrario. Me sentía más ligero, pero a
la vez fuerte. No tenía sentido mi razonamiento.
Austin me miraba del otro
lado, aun tirado en el suelo.
- ¿Qué tal se siente? Genial,
¿no?
- Lo que dices, ¿es
enserio? - él asintió, haciendo una
mueca. Mire nuevamente mis manos, pequeñas gotas se deslizaban por ellas,
aunque no sentía el frio de estas. Era
verdad.
- Collin, tienes que venir
conmigo, no podemos quedarnos aquí más tiempo. Es peligroso.
- Pero…
- Te explicare en el camino, no
podemos quedarnos aquí.
Se colocó de pie, y sin
esperar mi respuesta aprobatoria, ya estaba caminando a 2 metros lejos de mí.
Brame algo, pero al final lo seguí.
II
Odiaba a Austin Dale, aunque no necesitaba respirar,
mi cuerpo no soportaba un segundo más.
- Debemos seguir. – ordeno, no
era una pregunta o algún consuelo, era una tonta orden. Después de estar con
Austin 15 minutos me di cuenta que amaba las ordenes. Y que yo lo maldecía por
ello.
- Me siento cansado. Hemos
estado corriendo todo el día, ¿Por qué no tomamos un descanso? – mis piernas
dolían de cansancio, en protesta no querían dar un paso más al menos hasta que tuvieran
10 minutos de descanso. Estaba bañado en
agua de lluvia y mi ropa estaba húmeda, pero no sentía la frialdad de la
noche, algo bueno. Punto para el ser vampiro.
- Pronto amanecerá.
- ¿y qué? ¿nos volveremos
cenizas?
- Eso es un estereotipo arcaico,
te dije que dejaras de decirlos.
- Perdón. ¿Entonces?
- Habrá gente en el pueblo.
Preguntas por los cadáveres, investigaciones y después persecuciones a los
responsables. ¿Entiendes? Si nos quedamos seremos a los que culparan.
- Pero nosotros no…
- Llamaran a alguien que se
encargue. Eres mi responsabilidad. No puedo dejarte solo, ahora estamos unidos.
– ignorando eso último, me puse a la defensiva, haciéndolo girarse hacia mí y
no darme la espalda.
- ¿Por qué me salvaste? Yo no
importo, solo soy otro chico más. No hay nada interesante que puedas considerar
lo suficientemente bueno como para salvar en mí.
- No sabes lo que dices. Tu
eres… único – su tono era seco, pero la palabra apareció en mi mente. Debería
sentirme avergonzado pro que un chico me dijera semejante cosa, pero no era el
caso, solo sentía que no era lo adecuado para contestar. Escrita en un pedazo
de papel, una carta con letra pulcra, bien redactada, entre mis manos leía “Eres
único, especial, algo que nunca había tenido el placer de conocer. Veámonos
esta noche…” Fui hacia Austin, mi cabeza dolía, pero soporte el dolor para
que no lo utilizara como excusa e
ignorara mi pregunta.
- Austin, fuiste tú, ¿verdad?
- …
- Quien me dejo esa carta en el
casillero. ¿no? - ¿Por qué seguía con esto? Había muchos otros asuntos de los
que encargarse y yo estaba más preocupado por saber si Austin era mi admirador
secreto. No hubo respuesta, solo un apretón de manos y mandíbula tensa. Cielos,
ni siquiera me estaba mirando.
- … - suspiro, pero no dijo
nada, levanto el rostro y relajo sus hombros. Sus ojos se enfocaron en mí, todo
mi cuerpo se congelo.
5 segundos pasaron en
silencio, en que su mirada me mantenía en un estado petrificado, cuando por fin
recupere el control de mi cuerpo.
- ¿Por qué? - las palabras
salieron de mi boca como un susurro, haciendo que mi pecho se relajara un poco más.
Austin esbozo una leve media sonrisa, ¿Por qué parecía que le estaba matando
una simple pregunta?
- No lo sé. – reacio a soltar la lengua, simplemente me
deje caer al suelo, viendo el cielo oscuro, al final de todo no había llovido. Maldito
14 de Febrero.
- Tal vez, si no hubiera estado
en ese baile, ahora estaría muerto, junto con toda mi familia – el tono triste
en mi voz, agache la mirada viendo mis zapatos llenos de lodo y suciedad, quería
llorar, pero no podía hacerlo frente a Austin.
Austin me tomo de los brazos y
me agito bruscamente, sobresaltándome por la rapidez de la acción imprevista.
El desconcierto reflejado en mi rostro le indico eso. Y él me libero, desviando
la mirada hacia la nada.
Iba a alcanzarlo, cuando mi
cuerpo cayó al suelo, rendido. Mis pies dolían, mis brazos dolían, mis uñas
dolían. Y una enorme sed comenzaba a crecer dentro de mí, tragando en seco, era
como si pasara brasas dentro de mi garganta hasta mi estómago. Gruñí, algo
extraño, y me volví a levantar del suelo, encontrándome con un Austin preocupado que me tendía una mano.
La acepte y me ayudo a ponerme
de pie, un escalofrió recorrió mi cuerpo y de repente todo el lugar se volvió
dulce y cálido. Mis ojos fueron hacia la mano de Austin, una mancha roja oscura
se dibujaba por toda la superficie de su palma y algunos restos más en sus brazos, que eran producto
de las heridas hechas al escapar por el bosque. Otra vez trague en seco, solo
que esta vez pude sentir como mi boca se hacía agua, saboreando.
Austin me miro, dubitativo, en
una fracción de segundos pudo darse cuenta que miraba la sangre en sus manos,
no con miedo, sino con hambre. Aparte mi mirada y me di la vuelta, pero Austin
no me lo permitió.
- Estás hambriento, debes comer.
- ¿matar a alguien? No.
- No tienes que matar. Te daré
un poco de mi sangre.
- ¿Qué? No, yo… - mis palabras
no fueron escuchadas, Austin simplemente se dedicó a pasar su larga uña por
encima de su muñeca, un líquido rojizo comenzó a manar de la herida. En lugar
del asco normal de cualquier persona, lo mío fue diferente. Algo dentro de mí
despertó.
El corte en su mano palpitaba,
podía oler el aroma a sangre, y era delicioso. Mi lengua quemaba por probar un
poco de ese líquido carmesí para aplacar la quemazón que había en mi garganta.
Trague en seco, saboreándola. No puedo, me dije, pero lo que no podía era
resistirme a la tentación.
Al ver que no estaba siendo
muy cooperativo, Austin acerco su muñeca frente a mí, el aroma se intensifico. Cerré
la boca y deje de respirar, no quería hacerlo. Beber sangre. No, no quería.
Frunció el ceño, molesto por
mi actitud infantil como a un niño que no quiere tomar su medicina, solo que
esto era sangre de otra persona. Austin se movía rápido, que no vi cuando
alargo su brazo hacia mi estómago, el golpe fue directo y me hizo gemir de
dolor, tosí. Aprovechándose de la oportunidad me tomo del cabello y me condujo
contra su brazo sangrante, por puro instinto mis dientes se cerraron sobre la
piel de la extremidad y mi lengua
saboreo los rastros de sangre en ella. Mis uñas arañaban el suelo, pero no podía
detenerme, la sangre me llamaba desesperadamente.
Perdí el control. Succionando
fuerte, el sabor de la sangre baño mi lengua, a decir verdad no sabía mal, era
dulce y mi intuición sobre que calmaría mi garganta había sido acertada.
Como si fuera un video
antiguo, varias imágenes comenzaron a rodar en mi cabeza, una imagen mía recargado
contra uno de los pilares del gimnasio, decoraciones de corazones y esas cosas,
música molesta de enamorados y parejas bailando a mitad del lugar. Pero, ¿Por
qué la mirada no se alejaba de donde estaba yo? me aparte un segundo, la sed se
había detenido, mi cuerpo se sentía en éxtasis.
Mire a Austin, ahora que le
ponía atención más de cerca podía ver que vestía formal, un traje negro. ¿Había
estado en el baile? Un dolor pulsante comenzó dentro de mi cabeza, lleve ambas
manos para tranquilizarlo, pero solo aumento más y más, extendí la mano hacia
Austin, buscando su ayuda, de nuevo, pero todo se volvió oscuro.
II
Música, había mucha música
fuerte y eran canciones románticas. Abrí los ojos, todo a mí alrededor estaba
decorado con tonalidades de rosa, corazones pegados en las paredes y parejas
bailando en el centro de la pista.
El baile de San Valentín, o
más bien, del amor y la amistad. Era verdad, yo había asistido, no era tan
apegado a esos bailes y tonterías, pero tenía un segundo motivo, después de
recibir la 15ª carta de un admirador secreto, pidiéndome asistir para
conocernos, simplemente no pude negare y dejarlo como un tonto.
Veía a la gente feliz, alegre,
disfrutando del ambiente y yo… bueno, yo estaba como esas chicas que no quieren
invitar al baile y aun así van solo para deleitarse con la felicidad de los
demás, sentado en un rincón con un vaso de “loquefuera” en mis manos.
Sumergido en mis pensamientos,
me di cuenta que no había aparecido “NocturnoZ” en ningún momento, o tal vez lo
había ignorado por completo sin darme cuenta. Aunque eso era ilógico, porque él
me conocía. Había demasiadas personas que no sabía si podría distinguirlo. Le
di un trago a mi “loquefuera” y rápidamente lo escupí al escuchar un horrible
grito.
Como si alguien no lo hubiera
escuchado, se volvió a repetir, un grito desgarrador se escuchó, más potente
que la primera vez. La música se detuvo, un escalofrió recorrió todo mi cuerpo,
algo andaba muy mal y lo podía sentir. Me levante de mi asiento, corrí hacia la multitud de chicos que se
arremolinaban, apartándolos con golpes rudos y maldiciones.
Finalmente logre abrirme
camino entre ellos, los rostros no eran de burla o sorpresa, era terror. Seguí
las miradas hacia el centro del círculo. Retrocedí un paso, eso no podía ser
verdad. ¿Cómo…?
Frente a mí, Abigail estaba
tirada en el suelo, una enorme mancha de sangre salía de su costado derecho,
faltaba un gran pedazo de carne ahí. Su rostro pálido y sus ojos apagados.
Estaba muerta. La sangre manchaba el lugar, y algunas chicas comenzaron a
llorar, sus acompañantes reconfortándolas. El cuerpo tendido de Abigail parecía
falso, irreconocible. Su cabello revuelto y sus ropas rasgadas como si un
animal salvaje la hubiera atacado, pero la sangre seguía manando, una herida
recién hecha.
Eso significaba que seguía
cerca. Casi como por puro instinto logre salir del grupo de espectadores,
pasándome la mano sobre el cabello. Los profesores trataron de calmar a la
gente dentro del gimnasio, diciendo que todo estaría bien y que la policía
venia para acá, estaríamos seguros. ¿Por qué no creí esas palabras ni un segundo?
Un ruido se escuchó en las
puertas, como si alguien golpeara la puerta, pero más fuerte, agresivo. El
profesor de Gimnasia fue a atender, quise decirle que no lo hiciera, que no
abriera la puerta, pero no lo hice a tiempo.
Justo cuando abrió la puerta,
todo el caos se desato. Las luces se apagaron, todos gritaron, pero no fue
suficiente. Sombras, irrumpieron en el
lugar, saltando encima de todo aquel que se les pasaba enfrente. Ojos rojos se
movían como destellos por todo el lugar, eran peligrosos y si te miraban
fijamente morías al instante.
Todo fue demasiado rápido,
todos corrían por todas partes y a ningún lugar, eran demasiado veloces esas
cosas y no nos dejaban movernos. Arrastrándome por todo el borde, no veía nada
en la oscuridad, pero me guie con mi tacto. Llegando hasta el escenario, me
agache y busque con mi tacto la manija de la puerta secreta, en realidad era un
compartimiento para guardar las cosas inservibles. Me las ingenie para correr
debajo del escenario, metiéndome entre tablas y otros utensilios inútiles.
Estar en el club de drama tenía sus ventajas.
Gritos y rugidos se
escucharon, viendo por un pequeño orificio, mis compañeros y profesores estaban
siendo masacrados.
**********
Todos los cuerpos estaban
siendo colocados en el centro, debajo de la pista de baile. Esta escena era
horrible, todos estaban muertos. Las miradas perdidas hacia mí, me hacían
estremecer en escalofríos. Un muerto te
observa.
Tenía que salir de aquí,
ahora. Como si alguien me hubiera escuchado, un ruido de cristales rompiéndose
se escuchó y un encapuchado entro al lugar, agitando un arma filosa, esta se blandió
en contra de uno de los ojos rojos, este intento defenderse, pero perdió.
Cayendo al suelo después de recibir el golpe, se tambaleo torpemente, rugiendo
hacia el encapuchado y este respondió soltándole un corte fino por encima de su
cuerpo, su cabeza partida por la mitad voló hasta el otro lado del lugar.
- Huye, yo me encargare. -
¿sabía que estaba aquí? ¿Cómo? No importaba, su mirada me decía que me diera
prisa. Salí de mi escondite y di pasos torpes, casi estrellándome contra el
suelo.
- Pero…
- ¡LARGATE!
- … - no queriendo desobedecer
sus órdenes, y volver a ser regañado, asentí.
Mis piernas se movieron por puro reflejo y
comencé a correr dentro del bosque. Algunas ramas me golpearon en la cara mientras
corría sin detenerme, apartándolas con las manos, me abrí camino hacia ningún
lugar. No sabía hacia donde iba, ¿estaba yendo al lugar correcto? ¿Qué si daba
una vuelta mal y terminaba de nuevo en el mismo lugar?
Tranquilízate y no pares, no sabes que son esas cosas y
probablemente no se queden quietas. ¿Qué había con ese chico? No podía dejarlo,
pero la simple idea de regresar me aterraba, ¿Qué podía hacer en contra de esas
cosas? Él se las apañaría solo, después de todo mato a una de esas cosas.
Trague en seco, quería volver,
pero no podía hacerlo. Simplemente podría tacharme de cobarde. Apreté la mano
contra mi pecho, la impotencia que sentía era enorme, esto estaba fuera de mi
alcance.
Casa, debes ir a casa. Casi
como si mi propio subconsciente despertara me di cuenta que tenía otro lugar al
cual podía ir. Después de explicarles a todos la situación papá organizaría un
grupo para darles caza a esas cosas. Y si el encapuchado resultaba ser tan
bueno podríamos salvarlo.
III
Me había caído varias veces en
mi trayecto del bosque hacia mi casa, también me había perdido, pero eso no era
importante. Finalmente vi mi casa, las luces estaban encendidas, eso fue un
alivio para mí.
- Papá, mamá, Lilly. – dije
mientras continuaba corriendo, el aire estaba abandonando mis pulmones por el
sobresfuerzo, no estaba acostumbrado al ejercicio en exceso.
Estaba a dos metros de llegar
a la propiedad cuando las luces se apagaron, en un segundo la oscuridad reino
dentro de mi hogar. Podía ver algunos pequeños destellos moviéndose de un lado
hacia otro. A lo mejor estaban utilizando las veladores que mamá dejaba en caso
de apagón, que eran muy comunes en el pueblo.
Antes de que pudiera moverme
un grito de terror se escuchó dentro, la pequeña luz que se movía se apagó. Otra
vez la oscuridad reinaba en la morada. Trague en seco, un mal presentimiento
atravesó mi pecho.
Bang, bang, bang… disparos dentro de la casa. Me moví de mi lugar, poniéndome de pie al
instante, mis piernas ya estaban corriendo, pero me detuve al mismo instante al
ver como el cuerpo de Lily salía volando por la ventana y caía frente a mí,
bañada en sangre y con varias heridas superficiales sobre su vientre. Casi como si eso los hubiera alertado, una
docena de ojos rojos me miraban, desde el interior, movilizando. Gruñidos y
sonidos feroces venían hacia mí.
Corre.
IV
Corre, corre, no te detengas. Seguía diciéndome, pero las lágrimas no paraban de salir de mis ojos, obstruyendo
mi visión. Y aunque trataba de quitármelas frotándome los ojos, eso solo
empeoraba el asunto.
Sin darme cuenta una raíz se
atravesó en mi camino, mi pie izquierdo quedo atrapado, haciéndome perder el equilibrio, mi cuerpo
cayó fuertemente contra el suelo, no tuve tiempo de meter las manos para
protegerme y termine estrellando la cara contra
la superficie terrosa y naturaleza seca.
Gemí de dolor, llevando mis
manos hacia mi estómago, había caído directamente sobre algo duro. Por lo que
mis dedos sintieron parecía ser otra raíz. Me sobe fuertemente, tratando de
aplacar el dolor. Mi nariz no estaba mejor, y sentía la sangre dentro de mis
fosas nasales, tal vez me había roto el tabique. No quise pensar demasiado en
ello.
Rompí en llanto, mis manos
estaban temblando y no paraban. Apreté las manos en puños, esto me superaba por
mucho. Golpee el suelo con los puños, sintiendo el dolor latente en toda mi
muñeca, lo ignore y seguí golpeando. Deje salir el aliento de mis pulmones,
pero en lugar de pasar como un suspiro, era más un quejido. Todos estaban
muertos. Papá, mamá, Lilly, mis amigos, las personas del pueblo. ¿Qué debería
hacer ahora? Esas cosas andaban por todos lados, era una sorpresa que no me
hubiera topado con algún en el bosque. Pero ellos estaban ahí, ahora mismo me
buscaban. Querían sangre y yo era el único que quedaba.
Un rugido espantoso y
desgarrador se escuchó por todo el bosque, no había manera de que nadie no lo
hubiera escuchado. Grandes pisadas que se acercaban, el ruido iba en aumento.
Me eche hacia atrás, gateando contra el tronco de uno de los miles de árboles,
logre esconderme entre la hierba de los helechos y hierbas silvestres que
median más de un metro. Me envolví en un pequeño ovillo, cubriendo mi boca con
ambas manos, apreté los parpados tan fuerte que podría sentir que sangrarían.
Las lágrimas seguían saliendo,
y mi llanto quería imitarle, pero si lo hacia moría. Sin embargo eso no fue
suficiente, una larga extremidad me tomo del tobillo y me saco de mi escondite.
Lo siguiente que sentí fue el dolor de algo clavándose en mi vientre, lo sentía
atravesándome como una lanza.
Todo volvió a la oscuridad.
Pequeños fragmentos de
imágenes aparecieron frente a mí, unas botas moviéndose hacia mí, quería decir
algo, pero no tenía demasiadas fuerzas. Mi última imagen fue alguien
encapuchado, viendo entre la oscuridad logre visualizar su imagen: Austin.
V
Abrí los ojos, levantándome de
golpe, buscando con mis manos sostenerme a algo, extendí los brazos al aire,
completamente agitado. Mire hacia todos lados, aun sintiendo la adrenalina
correr por mi cuerpo. Una mano se posó sobre mi pecho, levante la mirada, era
Austin. Las lágrimas volvieron a salir y no pude evitar que me viera esta vez.
Sin embargo en lugar de apartarse o burlarse de mi falta de fuerza, me abrazó,
llevándome contra su cuerpo. Me resistí, pero su fuerza era mayor y solo me
deje llevar.
La noche continuaba en
silencio, pero lo único que se escuchaba era mi tonto gimoteo, en un intento
por sacar el dolor de mi cuerpo, de mi mente, de mi corazón, porque ahora todos
los que amaba estaban muertos y yo… también.
Ahora lo recordaba todo. El
baile de San Valentín. Nos divertimos y después… muerte, eso fue lo único que
hubo. La pista de baile llena de sangre y cadáveres de mis compañeros, mientras
unos ojos rojos devoraban impacientes, desgarrando la carne y huesos, como un
bufet.
- Esas cosas… ¿Qué paso?
- …
- Dímelo. – demandante,
desentonando al final. Austin apretó las manos en puños y me miro, sus labios
en una sola línea.
- Los mataron a todos. Nadie
quedo con vida. – fue un golpe duro hacia mi pecho, esto no estaba pasándome.
¿Por qué? ¿Qué significaba todo esto?
- ¿Cómo es que yo logre
sobrevivir?
- Apenas, diría yo. Te encontré
en el bosque desangrándote. Tuve que convertirte para que pudieras vivir.
- ¿Por qué? Ni siquiera me
conoces.
- Yo… solo creí que hacia lo
correcto. – desviando la mirada, ocultando algo. Iba a darme la espalda cuando
me atreví a atrapar su brazo y obligarlo a encararme.
- Hay otra cosa que no me estás
diciendo, ¿verdad?
- Así es.
- ¿Qué? ¿vuelo? ¿me convierto en
murciélago? – bromee, pero no hubo cambio en su expresión, aun ante la presión
de mi tontería. Finalmente cedió un poco y sonrió levemente, aunque parecía que
lo estaban torturando.
- Collin, tú debes venir
conmigo.
- ¿Por qué?
- Cuando te convertí, no solo te
traje a la vida, sino que ahora tú me perteneces.
- ¿Qué? ¿Qué significa eso? ¿soy
un objeto o algo así?
- Espera, no, no, lo
malentendiste.
- Estoy solo, no hay nadie junto
a mí, todos están muertos y yo me he quedado solo, ¿Por qué…? – deje la palabra
inconclusa, porque Austin me había atrapado entre sus brazos. Cerré los ojos,
esperando ser golpeado, pero en su lugar, algo suave se presionó contra mis
labios.
Sus labios habían silenciado
mi parlanchina boca y ahora estaba sintiendo el sabor dulce en los míos, sus
manos sujetaban mi rostro para evitar que me alejara, pero para estos momentos
mi cerebro estaba a un 15% de su capacidad. Todo parecía más lento y ni
siquiera mis molestias aparecían, solo me concentraba en ese momento.
Nos separamos un segundo,
sintiendo aun su labor sobre mis labios, tuve que abrir mis ojos para poder
darme cuenta que me miraba, su frente contra la mía, sus labios estaban rojos y
parecían rogar por mas, pero había algo más importante que tenía que decir. Su
mano bajo hasta la mía y la tomó, jugueteando con ella unos minutos. La llevo
hacia su rostro y la beso, tan suavemente que el escalofrió eléctrico fue
intenso.
- YO NO TE DEJARE SOLO. JAMÁS. –
viéndome directamente a los ojos, iba a decir algo, pero no lo creí necesario.
Era honesto y por alguna razón confiaba en su palabra, sus ojos azul cobalto
mostraban sinceridad.
- ¿A dónde vamos? – esbozando
una sonrisa, él me correspondió, por primera vez en la noche, sonrió
sinceramente y me volvió a besar.
- Dejare que tú decidas. – declaro,
aun sonriendo. Acaricio mi mejilla, pasando sus dedos largos y delgados, un
camino cálido fue quedando detrás de cada roce.
Tenía miedo, era verdad. No
sabía nada de los vampiros, ni de Austin. Todo era confuso y extraño, había
sido metido a un nuevo mundo de seres sobrenaturales, de esos que veías en las
películas de terror de los años 80, solo que estos eran más feroces y mortales.
Ahora era inmortal, pero no significaba que no pudiera romperme.
Austin llamo mi atención,
dándome un toque en la frente. Y lo supe, solo con ver su sonrisa de estrella,
“Todo estará bien”. Fue como si lo dijera sin palabras.
Bien, eso significaba que
debía continuar. A mi nueva vida inmortal, con mi Valentín, que en lugar de
regalarme chocolates, me había regalo una segunda oportunidad.
Fin
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