El Exorcista y El Tigre: El Pergamino Perdido
El Exorcista y El Tigre: El Pergamino Perdido
Él no debe ser liberado. Ellos no
deben separarse. Ese pergamino maldito que buscas solo traerá desgracias a este
mundo. Debes olvidar tu pasado y seguir adelante, Kagami Taiga.
Kuroko tiene un don
muy especial, pero al igual que cualquier bendición, esta conlleva una
maldición muy grande. De sus experiencias pasadas ha aprendido algo muy
importante; tienes que pelear para sobrevivir y poder proteger a los más
débiles.
Recién inicia su nuevo año en la preparatoria de Seirin,
esperando con ansias el día de su iniciación en la que se le otorgara
oficialmente el título de Exorcista Novato. Todo transcurría como debía, hasta
que un pequeño incidente ocurrió. Y ahora toda su vida toma un giro de 360°,
incluso arriesgándolo a perder eso poco que tiene.
Kagami es un
espíritu, un ser que no es parte del mundo humano. El solo desea algo y eso es;
encontrar una persona. Sin embargo, no esperaba que en su camino hubiera muchos
baches que saltar para encontrarla.
Herido, y a punto de
ser recapturado por los Warlos, una figura delgada, encapuchada aparece frente
a él, este desconocido lo protege y antes de caer inconsciente puede admirar esos hermosos ojos azul
celeste.
Dos almas muy
similares, pero alejados para mantenerse a salvo de ser heridos. Hay muchas
cicatrices en sus almas, ¿podrán sanarse mutuamente? ¿O terminaran hiriéndose
más?
[Aclaro, soy malo
haciendo la sinopsis, ¬¬ asi que mejor juzguen por el contenido, ¿si?]
[Prefacio]
Ante los ojos de los
seres humanos, existen entidades que no pueden ser percibidas. Estamos en
contacto con ellas todo el tiempo, pasan junto a nosotros e incluso, algunas
veces, moran dentro de nuestro corazones, se abren un pequeño espacio, en
alguna herida que hemos dejado abierta. Estos seres, como comúnmente tratamos
de llamarles, viven en una realidad similar a la nuestra, solo que tienden a
esconderse en las sombras.
Hay un limite que
separa ambas realidades y jamás ha sido cruzado, el Umbral es un arco que se
manifiesta cada 3500 años, hasta la época ha aparecido 3 veces, solo que los
humanos desconocen exactamente la edad de la tierra. Cuando el portal une ambos mundos, el mortal y
el espiritual, el cielo se tiñe con un suave color rosado, casi como si fuera
un atardecer. Podría ser hermoso si lo viéramos desde otra perspectiva, pero es
mortal. Los humanos no lo sienten, pero este evento permite que muchos espíritus
entren a nuestro mundo, alguna veces no son simples espíritus (muertos, dioses,
almas en pena o bestias) sino demonios
oscuros.
Después del primer
evento, en el que uno de los más poderosos demonios bestiales apareció en la
tierra, nos preparamos para su regreso e impedir que destruyera nuestro hogar y
se alimentara de las almas mortales. Así nació la Orden, una sociedad compuesta
de diferentes religiones, que se encargarían de controlar y purificar a los
demonios, entrenando a jóvenes de todas las edades para luchar contra ellos,
con diferentes métodos. A estos hombres se les denomino Exorcistas.
Logramos detener al
demonio Kurohyou, y lo sellamos en un
pergamino, el cual termino siendo secreto tanto para los miembros como para los
demonios, así jamás podrán liberarlo de su prisión.
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[Inicia la búsqueda –
El Tigre Perdido parte 1]
Cuando tenía 5 años, descubrí
una cosa; soy diferente a las demás personas. No es como si tuviera un sexto
dedo en el pie, o que en realidad era de otro planeta (bueno, eso ultimo no
estaría tan alejado de mi problema), sino que veo cosas.
Cosas extrañas.
Primero creí que se
trataba de algo normal, pero después de preguntarles a los adultos… descubrí
que no todos podían verlos. ¿A quiénes? Los espíritus que rondan en nuestro
mundo. Hay desde almas quedadas hasta demonios, seres que alguna vez fueron
humanos y fueron corrompidos por la oscuridad. La verdad es que aún no termino
de entenderlos.
Tenía 5 años cuando
vi a mi vecina muerta aparecer todos los días en su viejo jardín. Paso algo de
tiempo antes de que pudiera entender que ella ya no formaba parte de este mundo.
Éramos diferentes. Aun así jamás deje de tratarla como si aún estuviera viva y
la saludaba cortésmente.
Eso fue una tontería
de mi parte, jamás debí interactuar con ella. Después de eso y de visitar a
varios psicólogos el asunto fue olvidado.
O al menos eso hice
creer a mis padres. Trate de tan duro de parecer normal, pero todo resultaba en
fracaso. Siempre había un nuevo problema en casa. Los muebles cambiaban,
vidrios rotos, aparatos fallando, e incluso siempre alguien terminaba en cama
por más de un mes (enfermo). Yo sabía que la razón más obvia era que ellos
sentían cierta curiosidad hacia mí, porque los podía ver. Me seguían a casa y
siempre me molestaban.
Hay una regla muy específica
que debes tener cuidado con los espíritus, ellos se alimentan de tus emociones.
Si estás triste, llamaras a los demonios de las sombras, y al final te robaran
toda tu vitalidad.
Un buen consejo de lo
que debes hacer es dejar de expresar tus emociones, incluso aunque quieras
gritar de desesperación o llorar de tristeza, mostrarles esas pequeñas emociones
solo pueden ser interpretadas como debilidades y serás dañado.
Eso me lo dijo un
niño de mi edad, no lo entendí en ese momento, pero él también podía verlos. Y
no era un consejo, era una advertencia.
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Tic, toc, tic, toc… PUM!!!
Todo el lugar comenzó
a colapsar. Llamas envolvieron el lugar en cuestión de segundos, fueran
guardias o prisioneros, todos eran calcinados. Las paredes de la prisión
Blankiot crujieron ante el estruendoso ruido, provocando que las celdas fueran
abiertas por las partiduras en la
edificación. Los guardias corrían de un lado a otro, tratando de controlar la
situación, lanzando hechizos a los fugitivos, que no se quedaban quietos, sino
que les respondían de la misma manera, provocando una que otra explosión.
El pelirrojo estaba
con ambas manos sujetas por las esposas. Miro a sus captores, esbozando una
leve sonrisa. Las luces del lugar desaparecieron. Usando sus garras, las clavo
en la parte de su muñeca, haciendo que una gran cantidad de sangre manara y
salpicara las esposas por completo, sus ojos resplandecieron entre la
oscuridad. En un segundo la sangre se tornó de color naranja, deshaciendo los
eslabones de las esposas.
Haciendo un
movimiento se las saco fácilmente. Antes de que los dos hombres reaccionaran e
invocaran al carcelero (un monstruo hecho solo de piedra sin mente propia)
abrió la boca, soltando una gran llamarada desde el interior de su garganta.
Ambos quedaron reducidos a cenizas en cuestión de segundos. Reviso si alguno tenía
llaves. Nada.
Camino hacia donde
estaba la enorme pared, solo podía ser abierta por un Guardia, los prisioneros
no podían.
O al menos eso creían.
Sonrió, burlándose de
sus métodos arcaicos. Tomando la mayor respiración de su vida, sus pulmones se
llenaron completamente de aire. Cerró los ojos, concentrando toda su energía.
Abrió los ojos,
colocando ambas manos hacia adelante, con las palmas completamente abiertas,
ambas se llenaron por unas llamas rojizas, que salieron disparadas contra la
superficie plana. Todo el lugar se llenó de fuego, pero a él no le hacía
efecto. Viendo como la pared comenzaba a ponerse de un tenue color naranja pálido,
siguió atacando hasta que la pared estallo, haciendo un enorme agujero. Las paredes
se derritieron.
El caos lo saludo
cuando dio un paso afuera. Miro bajo sus pies, por todo el corredor que hacía
unos 5 minutos había sido conducido hasta su celda. Al parecer había usado
demasiada sangre en su cometido. El fuego se tragaba todo lo existente, ya
fueran prisioneros o guardias.
Camino. Aun se sentía
débil por lo que le habían inyectado, pero podía mantenerse despierto. Apenas.
Aferrándose a la
pared al sentir como todo pasaba difuminándose ante sus ojos, que el lugar
estuviera en llamas no le preocupaba demasiado, el fuego no tenía efecto en él.
Era como su aire.
Siguió el sendero de
fuego, en el que todo había sido ya consumido a cenizas. Finalmente alcanzo a
llegar a donde estaba la entrada. Nadie estaba custodiando, extraño
Rápidamente se dio
cuenta porque. Cuando tres hombres en túnicas lo rodearon. Su cuerpo quedó
inmovilizado al sentir la presión sobre su cuerpo. Miro bajo sus pies, un sello
mágico había sido activado. Maldición.
Unos pasos,
acompañados por una sonrisa burlona salieron desde las sombras. No necesitaba
ser un genio para reconocer ese tono.
-
Tatsuya.
-
Taiga.
Hermano. Que gusto verte otra vez – el hombre estaba de pie, cruzado de brazos,
con una sonrisa santurrona. Obviamente feliz de la situación en la que se
encontraba.
-
Bastardo, yo
no soy tu hermano. Me traicionaste. A todos. Creí que éramos una familia.
Incluso Alex…
-
¿Familia?
Ustedes eran unas ratas callejeras, queriendo levantarse en contra del mundo
humano. ¿creíste que te seguiría? ¿Qué yo obedecería tus ordenes? ¡JA! – se echó
a reír, casi como si estuviera desquiciado, su mechón de cabello negro se
desacomodo de su lugar. recobro la compostura y se arregló el cabello. –
Escapar está prohibido hermanito, debes regresar a tu celda.
-
Jamás.
-
Lo harás por
las buenas o por las malas, no importa cual, pero lo harás.
-
Jajajajajaja…
realmente no me conoces lo suficiente, ¿verdad? – se incorporó por completo,
tomando por sorpresa a los hombres y a Himuro, era imposible resistirse a un
conjuro de sumisión. El pelirrojo sonrió, guiñándole el ojo a Himuro, tarde comprendió
su plan.
Su hermano adopto su
forma natural, transformándose en un enorme tigre. Escupiendo fuego del hocico,
incinero a los tres hombres, Himuro se protegió usando un escudo, pero eso no
le evito recibir algunos quemones en las manos y parte de sus ropas.
Una segunda explosión
y todo se llenó de polvo y escombros.
Cuando las llamas se
disiparon, el lugar estaba destrozado. Vio una serie de llamas en fila que
daban hacia la puerta, las siguió. Aun cojeando por los leves daños a su
cuerpo.
Al salir, la figura
de un tigre corriendo a lo lejos. Todo su cuerpo se tensó, tal vez el no podría
ser tan poderoso como sus antepasados, incluso Kagami estaba a otro nivel, pero
por su orgullo que lo dejaría huir y humillarlo de esa forma.
Soltando un chiflido,
desde las paredes dos figuras deformes salieron. Adoptando la forma de tres
perros de pelaje negro, ojos rojos y hocico lleno de dientes afilados.
-
Warlos, vayan
y atrapen al criminal Kagami Taiga, no regresen hasta traerlo aquí. Sea vivo o
muerto, quiero su cadáver. AHORA – los perros soltaron un ladrido en respuesta
y comenzaron a perseguir al tigre. – no escaparas Taiga.
Detrás de este unos
cúmulos negros parecían moverse a su propio ritmo, persiguiéndolo. ¿Warlos? Pensó,
eso significaría que su hermano… no, Tatsuya estaba desesperado por atraparlo.
Los Warlos eran peligrosos y un poco incontrolables sino tenías la suficiente
experiencia, caso de Tatsuya.
Se detuvo,
haciéndoles cara a las bestias. Soltándole un fuerte golpe a una de ellas, esta
se partió por la mitad ante sus garras. La segunda y tercera no fueron tan
fáciles, le dieron un poco de pelea, al atacar a una y recibir un mordisco de
la otra, se la quitó de encima y después le rasgo el cuello, desangrándola, una
mancha oscura le salpico el rostro y se desvaneció como polvo. La tercera fue
aplastada por su propio peso, hasta romper sus huesos y un aullido salido de su
hocico.
-
Maldito, no te
saldrás con la tuya.
Kagami, burlándose de
Tatsuya, rugió, haciendo que todo el lugar retumbara, una ventisca comenzó a
soplar fuerte, y sin previo aviso, una pequeña deformación apareció enfrente de
él. Un portal.
Despidiéndose sin
mirar atrás, Kagami salto dentro de la fisura.
Inesperadamente, su
forma animal desapareció y su cuerpo volvió a ser normal. No tardó más de unos
segundos cuando el suelo lo recibió con un fuerte golpe. Se estrelló de cabeza,
rodando varias veces, hasta detenerse finalmente.
Suspiro, percibiendo
un extraño aroma. Olía dulce. Abrió los ojos, mirando hacia arriba, unos
objetos extraños resplandecían sobre él (estrellas). No parecían moverse, solo
estaban ahí. Quietos. ¿Qué eran? Extendió la mano, creyendo que podría coger
alguno, pero rápidamente se dio cuenta que se veían desde la distancia y que
estaban muy lejos de su alcance.
Antes de cerrar los
ojos por un momento, que realmente necesitaba el descanso. Un gruñido se hizo
presente. Se puso de pie rápidamente, buscando con la mirada al responsable.
De entre la sombra de
una de las paredes, unos ojos rojos resplandecieron.
-
Un Warlo –
pronuncio, al momento que la bestia salía y lo atacaba, embistiéndolo con toda
su fuerza. Kagami resbalo y su cuerpo cayó. Dándose cuenta que estaba en un
lugar muy alto y al borde. La bestia cerro sus mandíbulas alrededor de su
brazo, rasgando la piel, los caninos no se despegaban de su extremidad, por más
que Kagami le daba de golpes sobre la cabeza. Cayeron ambos al suelo, el warlo
sin liberarlo. Kagami saco sus garras y de una tajada atravesó el cuerpo de la
bestia. Esta chillo por la acción y abrió sus fauces.
La criatura cayó al
suelo sin vida, volviéndose polvo, no quedo rastro de ella. Suspiro, aliviado
de haberla terminado antes de que fuera al revés.
Ahora era libre, tenía
que ponerse en marcha y recolectar información de este mundo. Estaba a ciegas,
solo había visitado el mundo humano y había sido por accidente. Ahora tenía el
poder de viajar a él, pero le costaba una gran cantidad de poder. Solo los espíritus
bestiales podían hacerlo.
Intento ponerse de
pie, pero rápidamente cayó al suelo, aferrándose de la pared junto a él. Una mancha
de sangre en su palma, miro hacia abajo donde estaba su abdomen. Estaba sangrando
más y más.
-
Maldito, Warlo
– dijo, arrastrándose, pero el dolor fue mayor. ¿Qué le pasaba a su cuerpo? ¿Por
qué no se curaba como siempre? Esa herida debió haber cerrado hacia segundos,
¿no?
O tal vez… ¿el mundo
humano debilita a los espíritus?
Tenía un poco de sentido,
su cuerpo era más pesado, además tal vez aún no se acostumbraba por completo. Gruño
al sentir el dolor haciéndolo doblarse. Se dejó caer sobre unas cajas y antes
de darse cuenta volvió a encontrarse viendo esas cosas destellantes sobre él.
Cerró los ojos y
quedo inconsciente.
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Corrí a paso veloz,
subiendo las escaleras. Resbale al pisar mal un escalón, me aferre al barandal
para no caer por las escaleras, viendo por una de las rendijas de los escalones
como una mancha oscura se movía debajo. Me levante del suelo y continúe
corriendo, hasta alcanzar la manija de la puerta, que no cedía. Golpe con el
hombro fuerte, pero la puerta no se abrió. Un gruñido se escuchó detrás de mí,
embestí la puerta, siendo regresado contra la pared.
La sombra estaba a
pocos escalones cerca de mí, dándole un buen puntapié a la puerta, finalmente
esta cedió y la puerta abrió. Corrí fuera, casi arrojándome, pero algo me
retuvo del tobillo, haciéndome caer de bruces contra el suelo. Me gire,
encontrándome con una cuerda negra que se envolvía alrededor de mi tobillo. No,
un tentáculo.
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