El Exorcista y el Tigre Perdido - Capítulo 9 - Cicatrices - Enfrentamiento de Corazones


[Kagami]

Ambas llamaradas salieron disparadas, produciendo que el cielo se tornaran de un bello color naranja rojizo. Kise no perdió el tiempo y, atravesando las llamas, dio su primer golpe. Dándole en la quijada a Kagami.
Kagami salió disparado contra el suelo, pero se las ingenió para esquivar el impacto y regresarle a Kise el ataque, escupiendo fuego por la boca.
Los puños, patadas y fuegos que emanaban de sus cuerpos impactaban, tratando de derrotar al oponente.
Ambos atacaron, pero los ataques se contrarrestaron a sí mismos. Sofocando el fuego. Tanto Kise como Kagami estaban heridos, moretones en el rostro, cortes en las ropas y los nudillos ensangrentados.
-       ¡Kise, te dije que este no es asunto tuyo!
-       ¿Para qué lo quieres? Él no te obedecerá.
-       ¿Cómo…? ¡No te incumbe! Tengo asuntos pendientes con él. – Kise bufo ante sus palabras. Extendiendo los brazos, mientras reía de Kagami.
-       Pues aquí estoy yo. Cualquier asunto, queja o reclamación que tengas con él, puedes decírmela a mí.
-       Solo necesito partirle la cara. Tiene que pagar por lo que nos hizo.
-       ¿nos hizo? ¿a quienes?
-       Tsk… ¡A mi madre y a mí! No lo dejare librarse tan fácilmente de esto. Ese bastardo hijo de perra. No me voy a ir de aquí hasta que haya saldado cuentas con él.
-       ¿tu madre? ¿a qué te refieres?
-       ¿Lo proteges y no lo sabes? ¡Wow! ¿Qué clase de amigo no te lo dice?
-       ¡Explícame!
-       Ese idiota es…
Sus palabras fueron acalladas cuando escucharon el sonido de explosiones y disparos. Ambos se giraron, notando como una ráfaga de polvo sobresalía por una de las calles.
-       ¡Ahí es donde esta Kurokocchi! – dijo preocupado. Viendo a Kagami, indeciso.
-       ¡Vamos! Nuestro encuentro puede esperar.
-       Gracias.
-       No me des las gracias. Aun pienso partirle la cara.
-       No sin antes contarme tus motivos.
-       ¿Qué ganarías conociendo mi historia?
-       Decidiría si dejarte hacerlo o ayudarte. Yo, mejor que nadie, sé lo idiota que puede llegar a ser. Pero incluso siendo el mayor idiota no lo creo capaz de herir a alguien a menos que haya terceros que lo obliguen.
-       ¿Control espiritual? ¿así como un exorcista usando control sobre él para usar su poder?
-       ¡Shu! – le calló. Colocando su brazo delante para detenerle. Kagami frunció el ceño.
-       ¿Qué sucede? – el rubio le señalo con un movimiento de barbilla hacia el tipo de lentes.
-       Imayoshi. ¿Qué diablos está haciendo aquí?
-       ¿Quién es ese? – pregunto Kagami, señalando al hombre de lentes que se mantenía sonriente, viendo el combate.
-       Alguien que solo trae problemas a Kurokocchi.  – apretó la boca, tensando su cuerpo. Kagami vio como dos sujetos extraños mantenían pelea con Kuroko, sin dejarle hacer nada, aunque el pequeño tampoco les permitía dejarlo atrás. Se defendía lo mejor que podía, de los dos, lo cual sorprendia a Kagami.
-       ¡Hey! ¿Y esos tipos?
-       Sirvientes. Esto se ve mal. Tendría que informarle a Akashicchi, pero…
-       ¿Pero…? – Kagami no entendia porque se detenían, Kuroko necesitaba ayuda, inmediatamente. ¿Por qué dudaba Kise?
Finalmente el rubio chasqueo la lengua, maldiciendo mentalmente y se giró hacia Kagami.
-       ¡A la mierda! Yo no sirvo a Akashicchi de todas formas. ¿me ayudaras? Ulma y Kuro son muy fuertes, yo solo podría controlarlos, pero necesito quitar a Kurokocchi del campo de batalla.
-       Bien. Pero que conste que lo hago por Kuroko, no por ti.  – rodó los ojos ante las palabras del pelirrojo.
-       Da igual, solo ayúdame.
********
[Kuroko]

Ambos sirvientes obedecieron, dando un salto, comenzaron a acortar la distancia. Flanqueando mis costados, listos para atacar. Apreté las manos.
Viendo como ambos se dirigían contra mí, con el puño a punto de golpearme, sonreí, burlándome un poco.
-       Me subestimas, sensei. Ya no soy ese pequeño que conocías. – agachándome, coloque la mano sobre el piso. En un segundo, cuando ambos hermanos se acercaban para darme un golpe directo, largas y filosas puntas de hielo salieron desde el suelo, dirigiéndose hacia los hermanos. Pero lograron escapar.  – no, no lo harán.
Las puntas de hielo salieron disparadas hacia todos lados, haciendo que los dos retrocedieran aún más, colocándose encima de los tejados de las casas. Imayoshi arqueo la ceja, un poco impresionado.
-       Bien hecho. – aplaudió, removiendo su leve sonrisa -  Aunque no es suficiente. ¡Kuro, atácalo!
-       ¡Sí, señor!
El hombre salió disparado y antes de poder usar uno de mis ataques, su puño pasó por encima de mí. Lo esquive, pero me regresó el ataque con una patada, protegiéndome con ambos brazos, el golpe dio directo en mis antebrazos. Empujándome lejos, la huella de mis pies provocando la fricción con el suelo quedo grabada en este. Mientras que en la pared con la que me había impactado aparecía una enorme cuarteadura.
Apreté los dientes, conteniendo el quejido de dolor. El golpe de su patada había sido fuerte, aun sentía la tensión en mis brazos y en mis hombros por haber soportado ese golpe.
Levante la mirada, él venía otra vez contra mí. Me agache, esquivando el golpe por poco. Su puño impactó directo contra la pared, haciéndola pedazos.
No perdí el tiempo y saque mi pistola, presione el gatillo y dispare. Pero la bala no le dio, logró esquivarla por poco, solo dejándole un roce en la mejilla.
Volvió a levantar la pierna y me dio con la rodilla en el pecho, esta vez me levante del suelo por el golpe.
Flotando en el aire. Viendo las casas bajo de mí. Un fuerte golpe en la espalda, alguien me había golpeado mientras estaba en el aire.
Mi cuerpo fue mandado de regreso hacia el suelo, solo que con una mayor velocidad.
Estaba a punto de impactarme contra el cemento, cuando arroje el pergamino al aire.
-       Leviattus – pronuncie. Provocando una gran ráfaga de aire. Amortiguando mi caída.
Me recompuse rápidamente, mirando a todos lados, tratando de concentrarme y no perder el conocimiento. El golpe había sido duro, me dolía la espalda y apenas podía decir que mis piernas soportarían mi propio peso.
Me limpié la sangre que sobresalía por el costado de las comisuras de mi labio, escupiendo a un lado.  
Imayoshi continuaba mirándome con cierta arrogancia, torciendo el gesto en una media sonrisa y su mano sobre su mentón. Tragué en seco.
-       Vaya. Creí que con eso podría acabarte fácilmente. Realmente has madurado, Tetsuya. Pero aún sigue siendo insuficiente para que puedas derrotar a mis sirvientes. ¡Ulma, encárgate!
-       Sí, mi señor.
“Maldición” pensé al ver como Ulma se colocaba en posición. En una pelea cuerpo a cuerpo, no podría ganarle a Kuro. Y a Ulma, era obvio que no me permitiría hacer ninguna invocación. Si ambos me atacaban estaba jodido.
Viendo como 5 esferas de color oscuro aparecían a su alrededor, manteniéndose a una distancia de su cuerpo. Levantó los dedos hacia el aire, pronunciando algo en silencio.
-       No es nada personal, Tetsu-kun.  – dijo sin expresión, aunque sabía que en sus palabras eran honestas. Estaba obligada por su contrato con Imayoshi.
-       Lo sé. Adelante, dame con todo.
-       Lo haré. Por favor ríndete pronto.
No respondí, ella entendió el silencio tras mi expresión y asintió.
De repente, de las pequeñas esferas que giraban a su alrededor, comenzaron a salir pequeños disparos oscuros. Impactando contra el suelo, provocando cuarteaduras y grietas enormes. Retrocedí y comencé a disparar, sin lograr un disparo certero.
La cantidad de disparos comenzaron a aumentar, destruyendo lo que acababa de dejar atrás.
Una de las balas salió contra mí, levante la mano, colocando una barrera de hielo, pero esta fue atravesada. Los fragmentos de hielo saliendo dispersos por todas partes. Me cubrí del hielo.
Cuando levante la mirada, Ulma se encontraba con una de las esferas en su mano, esta se agitaba. Era parecida a aquella gran esfera que había encontrado en Teiko, solo que más pequeña. Ulma me miro, y sin pensarlo lanzo aquella esfera contra mí.
Apunte y comencé a dispararle, pero mis balas eran engullidas por la esfera, perdiéndose en la nada. Ni siquiera salían por el otro lado. ¿Qué clase de cosa es esa?
Cuando me di cuenta, la esfera estaba demasiado cerca de mí. Demasiado como para poder alejarme o usar una barrera, que no serviría de nada considerando mis fallidos intentos por protegerme de un simple disparo.
Estaba acabado. Se había acabado.

*******************
Las luces del edificio se apagaron. Al mismo instante que lo hacían, abrió los ojos. Notando como algunos cuerpos se movían a través de los pasillos, tenía que mantenerlos quietos.
Hanamiya levanto la mano, colocándola delante de él. Esbozando una sonrisa, un humo oscuro comenzó a salir de su cuerpo, colándose dentro de la propiedad del Hospital.
En segundos los cuerpos de estos cayeron al suelo, totalmente paralizados por el veneno del Bestial.
Sonrió divertido. Y como un ladrón nocturno, ingresó en el edificio. Le dio una patada al oficial que estaba tirado a mitad de la puerta, bloqueándole el camino. Los teléfonos no dejaban de sonar, viendo el brazo de la chica colgando del mueble, totalmente inconsciente.
-       Tsk, muy mal. Dormirse en el trabajo es malo. – rio ante sus palabras, soltando una gran carcajada que resonó en el lugar, donde solo había cuerpos tirados en los pasillos y los pacientes estaban totalmente en las nubes.
Sus pasos eran lo único que resonaba, y era tranquilizante. La muerte a su alrededor y el silencio eran una combinación perfecta.
***************


Ingresó fácilmente en la habitación, la pequeña barrera fue removida cuando este la tocó. El cuerpo de su víctima yacía sobre la cama, indefensa, en un sueño temporal, podía sentir como el sujeto había intentado usar su magia para protegerse de los efectos de su veneno, pero habían resultado inútiles.
Sonrió, divertido.
Se regañó a sí mismo. No era momento de reírse, tenía trabajo que hacer.
Se relamió los labios al imaginarse el sabor del exorcista. ¿Su fuerza seria deliciosa? Tal vez podría remover un poco de su veneno y torturarlo unos minutos, los gritos de suplicas siempre habían sido sus favoritos.
Justo cuando iba a tocar el brazo del exorcista que yacía sobre la camilla, sintió un fuerte escalofrió, era como una sensación que te hace temblar, atemorizante. Monstruosa, pensó para sí mismo.
Tragó en seco y levanto un poco la manta, rápidamente la mano del exorcista lo tomó del brazo, jalándolo.
Hanamiya saltó al ver unas largas garras y escamas en la extremidad, girándose hacia el rostro del peli verde, quien ahora tenía una expresión sombría, sus pupilas  parecían haber desaparecido, solo se veía un pequeño punto en el centro y eso si la vista de Hanamiya no estaba tan mal.
Iba a decir algo, cuando su cuerpo salió despedido contra la pared, la cual atravesó por la fuerza.
Se removió entre los escombros, saliendo al quitarse el pedazo de pared de encima y miro al peli verde, quien ahora estaba de pie y apretaba su brazo, como si quisiera comprobar su movilidad.
Hanamiya no entendía cómo podía moverse fácilmente, incluso bajo los efectos de su veneno la gente tenía dificultad para acostumbrarse a su entorno rápidamente. Tardaban horas, sino es que días.
Sin poder contenerlo, escupió sangre, manchando el piso del pasillo. Sus piernas cedieron y cayo de rodillas, aferrando sus manos sobre el liso piso, tratando de controlar el dolor en su pecho, sentía como si le hubieran golpeado con un bloque de hierro.
¿Acaso le había quebrado algún hueso?
Unos largos dedos, de los cuales unas filosas garras salían, acariciaron su mentón, obligándole a mirar hacia arriba, a aquellos ojos tan verdes como las esmeraldas, pero en los que resaltaba cierto destello que advertía el peligro y la ferocidad de su amo actual.
Este no era Midorima Shintarou, no aquel a quien debía matar. Era alguien más, alguien peligroso, incluso más que él.
Podía sentir la enorme sed de sangre. El aura que le rodeaba era tan oscura que le hacía arder los ojos.
Esbozo una media sonrisa. Se lo merecía. Después de todo había intentado devorar a un pequeño conejo indefenso. Y lo que se había encontrado era una peligrosa y venenosa serpiente.
-       Parece que no resulto como esperaba. No eres tan indefenso como creía, ¿verdad?
**************

Tan pronto como los sirvientes le informaron de que había disturbios en el hospital de los Midorima, sintió como si le apretaran el estómago. Su presentimiento había sido acertando.
No lo sabía a ciencia cierta, pero podía asegurar que Atsushi estaba involucrado, cosa que solo le hacía sentirse más y más acorralado.
Luchando entre sus sentimientos de amor y su responsabilidad como un Akashi.
Apretó la mano al mirar como los destellos, no del hospital, sino de otra zona aparecían encima de los techos de las casas y podía sentir una gran cantidad de energía mezclada. Entre ella estaba la energía de Tetsuya.
Volvieron a tocar la puerta, solo que esta vez más insistente, casi parecía que quería moler la puerta. Se mordió el labio, alternándose de un pie a otro, incapaz de controlarse.
No fue sino hasta que la figura de Takao apareció en su ventana, con una cara de preocupación como si alguien hubiera muerto.
Abrió la ventana.
-       Tenemos problemas. – dijo casi sin aliento, apretando los labios y le dedico una mirada que él entendía perfectamente. -  Despertó.
Esas simples palabras le hicieron girar. Él seguía dudando, aferrado a su amor por Atsushi, pero no podía estar de acuerdo con los motivos de este, haciendo daño y provocando tanto caos.
Atsushi había elegido.
Y él también lo hizo. Aunque significara ponerlos en bandos enemigos y tener que pelear a muerte si lo ameritaba la situación.
Le indico a Takao que regresara al hospital y protegiera a Shintarou, tal vez calmarlo un poco y que él se encargaría del resto. El otro asintió y se marchó, aleteando rápidamente.
Estaba harto. Sabía que sus sentimientos por Atsushi eran sinceros. Sabía que lo amaba, pero… no iba a dejarlo continuar con esto.
Tenía que pararlo.
Así que hemos cambiados.
No.
Tú lo hiciste.
Te amo, Atsushi, pero no puedo permitirte que sigas haciendo más daño. Incluso aunque sea por mí.”
Sacando un pergamino de su bolsillo, Akashi recito unas palabras por lo bajo, cerrando los ojos, pasándole su poder al papel, sintiendo su energía deslizándose suavemente en el objeto.
El pergamino salto de su mano y se estampo en el suelo, tranzando una estrella con sus dedos índice y medio. Rápidamente este despidió un pequeño destello.
Las sombras de alrededor comenzaron a acercarse, atraídas por el pergamino. Como si fuera arena negra, pequeñas partículas danzaron alrededor del pergamino y en segundos comenzaron a adoptar una forma física.
5 pequeños gatos negros aparecieron, agitando sus colas, mirando a su amo, sin abrir los ojos.
Akashi rebusco en su bolsillo, y tras sentir aquel pequeño objeto en su envoltorio, lo saco y se los entregó a los felinos, colocándolo en el suelo, estos se inclinaron y comenzaron a olfatearlo.
Normalmente un exorcista usaría canes para una búsqueda, pero Akashi se sentía más cómodo utilizando a sus felinos sirvientes.
Finalmente los gatos captaron su aroma, maullando en respuesta.
-       Vayan – ordeno Akashi, al momento en que los gatos entendían la orden, abrieron sus ojos, denotando una peculiaridad en sus ojos izquierdos de cada uno, eran dorados como el de su amo.
Tan pronto los gatos desaparecieron, sumergiéndose entre las sombras de los rincones, su forma de deslizarse a través de la ciudad sin ser percibidos.
Akashi comenzó a ver una serie de imágenes a través de su cabeza. Cerró los ojos y se concentró, tenía cinco vistas diferentes. Aunque eso le provocaba un dolor severo en su ojo izquierdo, tanto como si le clavaran una aguja en el centro de la córnea.
Apretó los parpados y se mordió el labio, soportando el dolor. Sus sirvientes eran veloces, y no dejaban rincón sin examinar. Además de ser fáciles de controlar, incluso sin necesidad de usar el poder de su Ojo del Emperador, estos obedecían por una pequeña cantidad de poder.
Atsushi, lo siento. Debo detenerte.
Aunque signifique tener que enfrentarnos.
Quisiera no hacerlo, quisiera que hubiera otra manera, pero sabes que él me gobierna.
Las lágrimas brotaron de sus ojos, deslizándose por sus mejillas. Apretando los labios.
¿Acaso era una prueba? ¡Bien! Quería saber, ¿de qué? ¿De amor? ¿Lealtad? ¿Un castigo?
Todo era su culpa. Su padre.
Todo.
Si él no estuviera, él sería libre, él habría podido amar a Atsushi todo este tiempo sin estar separados, habrían estado juntos.
Tan solo si él no los hubiera separado.
Tan solo si él entendiera su amor.
Tan solo si no fuera un Akashi.
Tal vez…
Odiaba serlo. Odiaba su sangre maldita. Odiaba su familia, a su padre, a su abuelo, así mismo. Los odiaba a todos.
¿Acaso él no tenía derecho a ser feliz? De amar, de vivir, de ser libre.
No, él era un Akashi y no había nada que pudiera hacer para cambiarlo.
Podía negarlo, pero no cambiaría nada. Siempre lo seria.
***************
[Kuroko]

Había cerrado los ojos, esperando el fuerte ataque, pero este nunca llego.
Lentamente fui abriendo los ojos, solo para encontrarse dos figuras delante de mí.
Kagami-kun y Kise-kun mantenían sus brazos alargados, pequeñas llamas saliendo de sus palmas. Mire debajo de ellos, donde había rastros de que un fuerte ataque había estallado. Sus cuerpos tenían leves heridas, no profundas, solo superficiales.
Quise hablar, pero volví a encogerme en el suelo, apretando mis manos alrededor de mi vientre.
-       Kurokocchi, ¿estás bien? ¿te duele mucho?
-       N-No… Ugh, solo fue… lo siento.
-       Déjanos el resto a nosotros.
-       No, yo debo…
-       Tsk, si tanto quieres pelear apóyanos desde la retaguardia y no permitas que ese tal Imayoshi nos lance un ataque sorpresa.
-       Bien.
-       Es hora del contrataque. – dijo Kagami, con una media sonrisa, apretando los puños, despidiendo enormes llamaradas.


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