Cuerpo Frío, Corazón Caliente - Capítulo 6 - Carnaval (parte 1)
[Capítulo 6 – Carnaval
(parte 1)]
[Jason
– Carnaval]
A pesar de todos los
problemas que les había dado en un principio, cuando habían tenido que
prepararlo para el Carnaval, ni siquiera se había resistido o había protestado
con su típico lenguaje. No, en su lugar se había dejado hacer, tanto que habían
pensado que estaba inconsciente o tal vez muy débil.
Fuera lo que fuera, cuando
terminaron de prepararlo y lo llevaron hasta su estación, el sujeto no había
mostrado ningún rastro de violencia, ni se resistió. Les había seguido y,
aunque era por protocolo, podrían asegurar que las esposas no habrían sido
necesarias. Era como un maniquí.
Aunque no se podían arriesgar
a solo confiar en suposiciones, él era
un sujeto peligroso. PELIGROSO. Y
nada cambiaría eso. Ni siquiera un extraño nuevo buen comportamiento.
Vieron como el sujeto
seguía sin mostrar ningún rastro de conciencia. Solo se mantenía quieto, con la
mirada perdida y con los brazos caídos.
-
El sujeto está
listo. – dijo el vigilante a través del
comunicador en su hombro y tras lo que pareció unos segundos, recibió una
respuesta inmediata al ver como la puerta que los separaba se cerraba, alejando
al sujeto. No sin antes ver una extraña media sonrisa en el rostro del chico
mientras la puerta se cerraba. Un escalofrió recorrió su cuerpo. ¿Por qué sentía
que algo iba mal?
**************
[Bosque
– Ethan]
Ethan les había seguido
muy de cerca y cuando los había alcanzado, y al ver poca participación para
regresar amablemente con él a Ciudad Zweilicht, había tenido que tomar otra
clase de medidas para convencerlos. Los dos sujetos que habían intentado
detenerlo, de nuevo, habían fallado en su cometido, y ahora descansaban en el
suelo, cortados por la mitad.
-
¡Maldito! – alguien
gritó y, seguido de esto, un disparo retumbó en el lugar. Ethan se tambaleó,
echando la cabeza a un lado.
Silencio. A pesar del
disparo, el cuerpo de Ethan no cayó, solo se quedó inmóvil por unos segundos.
Se movió, irguiéndose. Todos
vieron como Ethan volvía a enderezar la cabeza, notando aquella enorme herida
en el costado derecho que no dejaba de sangrar y que deformaba casi la mitad de
su cráneo. Algunos pensaban haberlo logrado, pero los más inteligentes sabían
que no era así, o sino no se mantendría en pie tras recibir semejante disparo
en el cráneo.
Ethan abrió la boca,
apretando la mandíbula, repitiendo el mismo ejercicio algunas veces más delante
de los Cazadores, hasta que vieron cómo de la herida algo pequeño salía y caía
en el suelo, solo para que de inmediato la herida en la cabeza de Ethan
comenzara a sanar rápidamente. Aún quedaban rastros de sangre, pero podían ver
que la herida estaba curada, casi como si nunca hubiera sido herido de
gravedad.
-
Ahora bien, ¿en
qué…?– Ethan no pudo terminar su oración, puesto que otro disparo volvió a
resonar. Solo que esta vez le siguieron más de uno. Rápidamente una lluvia de
balas comenzó a caer sobre el cuerpo de Ethan, quien no podía protegerse de
ellas, ni siquiera podía moverse del lugar. Algunas balas habían destrozado sus
piernas.
El ataque continuó sin
pausa, hasta que Mao indicó que se detuvieran por un momento. Nadie bajó sus
armas, siguieron observando por si había algún movimiento por parte del
vampiro. Lo hubo. Se removió en el suelo, mascullando algo, fallando varias
veces en su intento por ponerse de pie y mantener el equilibrio.
Aun así, Ethan se puso de
pie y todos los presentes observaron, horrorizados, su desecho cuerpo. Podían
ver los huesos sobresaliendo de la piel, mostrándose fracturados, astillados,
mientras el músculo estaba desgarrado, violeta, y seguía manando sangre.
El rostro era parecido a
la carne molida, inflamado y machacado, donde no se podía distinguir donde
estaban los ojos, la nariz o si quiera la boca. Solo se podía distinguir sus
orejas. Las piernas estaban hechas pedazos, trituradas, mientras del pecho se podía
ver como el costillar no había soportado y los huesos se habían salido de su
lugar, atravesando la piel, parecían pequeñas púas.
Los brazos no estaban
mejor, uno parecía estar a pocos segundos de desprenderse si le daba un poco de
aire, colgando en su costado por unos pequeños retazos de la piel del hombro,
mientras el otro le había dado la vuelta y en aquel lugar donde el hombro y el
brazo de unen se podía apreciar como el brazo había girado de tal manera que
ahora la piel se veía en forma de un torniquete, casi como un nudo. Ethan no
podía ponerse totalmente en pie, pero lo intentaba, encorvado, inclinándose de
un lado.
Era increíble que siguiera
vivo en tales condiciones.
Rápidamente vieron como
los huesos volvían a juntarse y regresaban debajo de la piel, mientras la
sangre quedaba, y las extremidades volvían a tomar su forma original. El rostro
machacado de Ethan volvía a ser “normal” y dejaba ver sus facciones. Su cuerpo
se había regenerado exitosamente, para los espectadores, porque Ethan podía sentir
que algo andaba mal con su cuerpo. No era visible, pero lo sentía dentro de sí.
Su cuerpo no estaba
respondiendo como siempre lo hacía, ¿sería por la pérdida de sangre o por haber
estado tanto tiempo usando su habilidad? Modificar su estructura física
requería una gran cantidad de energía, además de sangre, así que el que su
habilidad hubiese dejado de funcionar adecuadamente era de esperarse. Tenía un
límite.
Se giró hacia los
Cazadores, pero antes de poder atacarlos, ellos se le adelantaron y comenzaron
a disparar nuevamente, solo que estaba vez no solo entre pocos, sino que se
trataba de la mitad del grupo quienes disparaban, a pocos metros de distancia
sin dejar de observar la respuesta del objetivo.
-
Malditos… - decía,
apretando la mandíbula, aunque su cuerpo trataba de sanarse, los Cazadores no
le daban el tiempo para hacerlo. Ese era su plan. Y estaba funcionando, para
variar.
-
¡Sigan así! Ya lo
tenemos. – ordenó Mao, aunque Ethan no podía diferenciar a ninguno de ellos,
sus ojos estaban cubiertos de sangre y no se habían recuperado, estaba ciego.
Ethan se retorcía en el
suelo, arañando la tierra con sus manos, mientras maldecía a todas partes por
las balas que seguían destrozando su cuerpo.
Tan pronto como a alguien
se le acababa la munición, otra persona tomaba su lugar y continuaba disparando
en lo que otro esperaba a su turno, así simultáneamente. El plan era no
permitir que Ethan sanara sus heridas y provocarle el mayor daño posible, en
este caso era detener sus movimientos para así contenerlo. Por mucho que Ethan
se enorgulleciera de su habilidad para sanarse y cambiar su forma física, era
imposible hacerlo eternamente, tendría que tener un límite y ellos estaban a
punto de encontrarlo.
Solo un poco más. Pensó Mao, viendo como el sujeto parecía ceder
ante su ataque.
Cuando una bocina resonó,
demasiado cerca como para ignorarla. Se giró hacia la hilera de árboles,
notando un pequeño destello. Sus hombres se apartaron en cuanto vieron como una
luces los alumbraban y un vehículo se abría paso entre el grupo.
-
¡Hey, trágate esto!
– escuchó una voz de entre la luz y seguido de ello el sonido de las llantas
del vehículo derrapando sobre la tierra por la brusquedad con la que frenaba.
Antes de que Ethan tuviera oportunidad de reaccionar, algo lo golpeó
fuertemente, arrojándolo varios metros lejos.
El jeep se detuvo y los
hombres detrás bajaron del vehículo, para rápidamente tomar sus posiciones y
apuntar a los sospechosos, que en este caso eran los Cazadores, mientras otros seguían apuntando
hacia Ethan, quien seguía en el suelo. Otro auto llegó al lugar y rápidamente
el lugar se había llenado de humanos apuntando sus armas contra los Cazadores.
Las luces de los vehículos
alumbraban aquella área donde había caído Ethan y no tardó demasiado en volver
a moverse, retorciéndose en el suelo, agitando la maleza del bosque. Todos
alertas, apuntando ante cualquier peligro visible por parte de la criatura. Podían
escuchar claramente el sonido de los huesos rotos cada vez que hacia un
movimiento brusco.
-
N-No puede ser
cierto, ¿o sí? – dijo uno de los hombres de Joe, apretando su arma, presa del
pánico.
-
Él… ¿se está
curando?
-
¡Espabilen,
señoritas! – gruñó. Se giró hacia un grupo de sus hombres en especial,
señalándolos con su dedo, de ellos a Ethan. – Ustedes, vayan por él. No lo
dejen recuperarse. Si es necesario, sigan disparando hasta que no se pueda
levantar.
-
¡Sí, señor!
Rápidamente el sonido de
sus armas comenzó a resonar en el lugar, nuevamente, mientras el cuerpo de
Ethan se llenaba de agujeros. Volviendo a caer al suelo, esta vez retorciéndose
por el dolor de la lluvia de balas que no paraba.
Finalmente, como si
hubiesen dejado de formar parte del paisaje del bosque, Joe volvió su atención
hacia los hombres que se mantenían a una distancia segura de ellos, armados y a
la defensiva. Sus hombres a su alrededor
levantaron sus armas, apuntando a los Cazadores.
-
Ahora bien, ¿Qué
tenemos aquí? – Joe se giró hacia los Cazadores, que hasta el momento no habían
dicho nada, solo se habían mantenido como espectadores viendo cómo se
desarrollaba la escena. Los había tomado desprevenidos. Joe sonrió, arqueando
una ceja. – Ustedes no se me hacen conocidos, no son de este barrio, ¿verdad? Así
que, díganme, ¿Qué los trae por aquí?
Silencio. Los Cazadores se
miraron entre sí, no muy seguros de qué responder a ello. Sumándole la tensión
de tener varios sujetos armados apuntándote si hacías cualquier movimiento
sospechoso, eso no ayudaba mucho. Mao asintió a sus hombres y dio un paso
adelante, levantando ambos brazos al aire.
-
Eso de disparar y
preguntar después se me da muy bien.
-
Estamos de paso. No
queremos problemas.
-
Ojala fuera así de
fácil, ¿no lo crees?
-
Somos humanos. – dijo Mao, firme, mirando a Joe directamente
a los ojos.
Joe avanzó, quedando a
escasos centímetros de distancia.
-
¿Es así? Bueno, seré
yo quien decida eso – Joe metió los dedos dentro de uno de sus bolsillos de su chaleco,
rebuscando algo. Cuando pareció encontrarlo, lo sacó. El pequeño objeto emitió
un leve destello cuando la luz de los vehículos le iluminó. – Tu brazo. –
ordenó.
Mao le miraba de él a esa
cosa, no muy seguro de cuál era su intención. Pero en lugar de armar un
alboroto, solo se limitó a obedecer, alargando su brazo.
-
Si haces un mal
movimiento, será lo último que hagas. – le amenazó. Joe rodó los ojos y acercó
el pequeño objeto en el área donde su unían en el brazo y antebrazo,
específicamente hacia su vena. Era de vidrio, demasiado frágil como para
traerlo en el chaleco, pensó Mao.
-
Seré gentil,
princesa. – dijo con una media sonrisa y
sintió un leve piquete. Se apartó con brusquedad, doblando el brazo. Estiró el
brazo, llevando su mano hacia donde sentía el pequeño ardor de la punzada. Vio
como una pequeña gota de sangre se deslizaba por su brazo, pero no había sido
nada de qué preocuparse. Se giró hacia Joe, quien mantenía el pequeño objeto
entre sus dedos, agitándolo suavemente, sus ojos fijos en lo que tenía
dentro. De repente, su color cambio, tornándose
rojo. Joe chasqueó la lengua – Parece que tienes suerte.
Mao no entendía muy bien
de qué iba todo, pero sabía que no podía tomar a la ligera a ese sujeto. Podía
aparentar ser un humano común y corriente, pero su instinto le decía otra cosa.
Era una sensación familiar, demasiado.
Sus pensamientos fueron
interrumpidos cuando uno de los hombres de Joe le llamó. Aunque estaban lejos,
bien podía entender lo que se decían entre ellos. Vio el cuerpo de Ethan en el
suelo, hecho pedazos, aun tratando de regenerarse, pero sin la misma rapidez
que antes. Era un amasijo desparramado sobre la tierra. No mostraba ningún
signo de hostilidad, ni de conciencia propia. Lo habían hecho, lo que ellos
habían intentado y por lo que habían perdido a varios compañeros en el camino.
Ellos, realmente, no eran humanos normales.
A pesar de haber derrotado
a Ethan, los hombres no dejaban de disparar. Si, bueno, eso era algo que no
podía pasarse de largo. Aunque él estuviera quieto, no significaba que
estuviera “completamente” muerto. Uno nunca sabia con ellos.
-
Márchense. Antes de
que cambie de opinión y termines con una bala en la cabeza.
-
No sin él. – Mao
dio un paso, señalando hacia donde se encontraba Ethan, pero Joe no le permitió
avanzar más. Colocando su pistola sobre su pecho, lo hizo retroceder.
-
Eso no está a
discusión. Lárguense, ahora.
-
Él es nuestra
presa. – Mao estaba perdiendo la poca paciencia que le quedaba. No tenían
tiempo para estar jugando a quien era el más gallito de los dos con comentarios
y amenazas estúpidas. Él tenía que sacar a su gente de ese lugar, pero no sin
hacerse cargo de Ethan. No podía dejar ese cabo suelto, ya sino lo hacía no
podía asegurar su seguridad o que fuera tras ellos, de nuevo.
-
Ya no más, amigo.
Ahora él es nuestro.
-
¿Según quién?
-
Yo. – dijo Joe con
una sonrisa de suficiencia, pero Mao bufó, rondando los ojos.
-
Gran autoridad. –
se acercó, empujando el arma de su pecho – Podría asesinarte y a tus hombres
ahora mismo y esa arma en tus manos no serviría de mucho.
-
¿Eso debería
asustarme? ¿Solo porque eres un cazador? – a pesar de que escuchar esas
palabras saliendo de su boca le tomaron con la guardia baja, Mao no mostró
ningún rastro que perturbara su rostro delatándolo. Se mantuvo impasible,
contrario a las miradas de algunos de sus compañeros – Sí, sé quiénes son y no
me intimida en lo más mínimo. Si quieren pelear, adelante. Son Cazadores
después de todo. ¿Acaso saben hacer algo más que no sea matar?
Eran palabras severas
dichas por un sujeto que no entendía la mitad de ellas, pero que estaban
cargadas de mucha razón a pesar de su ignorancia. Porque aunque quisieran
negarlo, no podían. Esa había sido su vida hasta ahora, e incluso seguían
haciéndolo. Solo que, ¿Qué había cambiado? Ah, claro, ahora lo hacían con
“libertad”.
-
Nos superan en
número – alguien susurró a su costado. Se giró hacia Emba, su compañera, llena
de cicatrices en el rostro y con el cabello mal cortado que apenas llegaba a
cubrirle por debajo de las orejas. Era pequeña, rozaba su hombro, pero era una
Cazadora formidable. Razón por la que la tenían entre los primeros 10
comandantes era por sus sentidos agudos y su fiereza. Si ella decía que los
superaban en número, era porque así era.
-
Lo sé. – dijo,
dejando salir el aire de sus pulmones. No tenía sentido, lo sabía, pelear con
ese sujeto delante suyo.
-
Y conocen el
terreno mejor que nosotros.
-
Lo sé.
-
Estamos en
desventaja.
-
Lo sé. – antes de
que la chica pudiera continuar, la cortó, siendo él quien daba el status – Y
tenemos muchos heridos, poca munición y estamos cansados. ¿Algo más, Emba?
-
¿Estamos rodeados?
– dijo la chica, sin ocultar la pequeña risilla entre sus palabras. Qué bien que le parezca graciosa nuestra
situación, pensó Mao.
-
Sí, gracias por
recordármelo. – dijo, con exasperación.
Ambos hombres se miraron,
tratando de descifrar lo que cada uno ocultaba del otro y si el combate era
próximo entre sus grupos. Tal y como Emba había dicho, estaban rodeados, podía
sentir los ojos de varios hombres ocultos, entre los arbustos y alguno que otro
encima de la copa de un árbol, apuntando a sus cabezas. No se molestaban en
ocultar su instinto asesino. Eran amateurs, pero armados, lo que los volvía
problemáticos.
-
¿Entonces? ¿Vienen
o vamos? – dijo Derno, dando un paso adelante, molesto, excitado, no sabía muy
bien cuál de las dos, pero sí que estaba dejándose llevar, siendo estúpido. Siendo
Derno.
-
¡Derno!
Ante el regaño de su
compañero, Derno apretó su arma, tensando todo su cuerpo. Chasqueó la lengua,
resoplando y retrocedió, regresando con su grupo.
-
Lo dejaré pasar,
por esta vez. – declaró Mao, aunque eso estaba demasiado lejos de ser lo que él
quería, realmente, decir. Tuvo que morderse la lengua para no decirlo, porque
sabía que su lengua podía traicionarlo y ponerlos en un grave aprieto.
-
¿Oh? Una sabía
decisión.
-
Sí, sí, lo que sea.
¿Qué harán con él? – señaló hacia donde los hombres de Joe cargaban el cuerpo,
o lo que quedaba de él, a uno de los vehículos.
-
Eso… - Joe le miró,
teniendo la intención de no responder, pero cedió. – Lo interrogaremos.
Mao bufó, dejando salir
una pequeña risilla. A Joe eso no le pareció agradable, apretó la mandíbula.
-
Buena suerte con
ello, no les dirá nada.
-
Puedo ser muy
persuasivo. – cedió tensión y sonrió.
Diciendo eso último, Joe y
su grupo se alejaron de ellos, poniendo una mayor distancia entre ambos grupos.
Cazadores se quedaron viendo como los humanos se alejaban en sus vehículos, sin
dejarles de apuntar aun yendo a varios metros lejos, tal vez asegurándose de no
ser atacados por la espalda.
-
¿Estás seguro? Aún
estamos a tiempos. – dijo Derno, haciendo un ademan de apuntar hacia los
humanos. Mao negó.
-
Lo sé, pero… - Mao
cerró la boca, tragando en seco. Aun sentía escalofríos recorrer su espalda.
-
¿Te diste cuenta
también? – le preguntó Emba, sacando el cuchillo que había estado ocultando
desde que Joe había aparecido delante de ellos. Jugueteó con él un poco y
después volvió a guardarlo. Mao asintió, dejando salir un largo suspiro.
-
Sí, lo sentí. Y no
creo ser el único. – miró por encima de su hombro, donde sus compañeros
murmuraban algo sobre Joe, lo mismo que él estaba pensando en ese momento. No
habían sido alucinaciones suyas.
-
Entonces, ese
sujeto era… - Derno con la boca abierta, aun señalando hacia donde se había ido
Joe.
-
Sí, lo era.
Rápidamente Derno se
apresuró y tomó a Mao del chaleco, encarándolo. La diferencia de estaturas era
evidente. Pero aun así Mao no pareció intimidado ante la expresión amenazante
de Derno. Al ver que no provocaba el mínimo de interés en él, Derno le soltó y
comenzó a gritar, pateando el suelo.
-
¡Maldición! Si no
me hubieras detenido… Yo podría…
-
Haber hecho que nos
asesinaran a todos. No estamos en posición de combatir. – declaró, sin mirarle, ajustando sus guantes.
Revisó su arma y después se la echo, nuevamente, a la espalda.
-
No es mi culpa que
sean tan débiles. – murmuró, molesto.
Sus compañeros, aquellos que estaban heridos y cansados, que eran en su
mayoría, le miraron con expresiones molestas.
-
No se trata de
debilidad. Bien podíamos hacerles frente e incluso podríamos ganar, perdiendo a
la mitad del grupo, pero no lo haremos.
-
¿Por qué?
La poca paciencia de Mao se
terminó y explotó, propiciándole un puñetazo en el rostro a Derno, haciéndolo
caer al suelo. Éste intentó levantarse, pero Mao le puso la bota encima del
pecho, regresándolo al fango.
-
Porque no somos
asesinos. Si hacemos uso de la violencia será para defendernos, no para
asesinar, como solíamos hacer. Ya no somos mascotas a las órdenes de los
vampiros. Somos humanos, Derno. ¿Acaso lo olvidaste? - Hubo una pequeña pausa en la que ambos
hombre se moraron, pero Mao continuó. – Ahora somos libres y no tenemos por qué seguir
haciendo lo que hacíamos. – Mao se separó, removiendo su pie del pecho de
Derno, apartándose. – ¿Quieres pelear con ellos? Adelante, pero no nos
arrastres contigo. – Derno le miraba con
la mandíbula tensa, apretando los puños, mirándole fijamente. Derno desvió la
mirada y escupió.
Mao no le miraba, le
estaba dando la espalda, indicándole a Emba mediante señas que debían establecer un
campamento temporal. No podían seguir avanzando, era demasiado riesgoso sin conocer
el terreno y no sabían sí habrían vampiros más adelante.
Además necesitaban
alimentarse y descansar, curar a sus heridos, armarse. Demasiadas cosas por
hacer. No podía enfocar toda su atención en Derno y en los humanos, o lo que sea
que fueran.
Derno se puso de pie y
caminó, nuevamente, hacia Mao, pero esta vez fue diferente, éste le plantó en
seco, haciéndole frente. Estaban a su límite y en cualquier momento habría una
pelea, demasiado brutal como para mencionar el resultado.
-
Actúas tan
prepotente. ¿Quién te eligió el líder? ¿Eh?
-
¿Líder? ¿Jefe?
¿Seguir a un hombre? – rió, arqueando una ceja – Sabes que nosotros no nos
guiamos por esas cosas. No dependemos de una sola persona, no somos tan
estúpidos como para hacerlo. Cada quien es libre de hacer lo que le plazca. Si
quieres hacer algo, hazlo, pero no vengas de regreso, trayendo toda tu mierda
contigo. Naciste solo y no agarrado a mi mano, Derno. No te debo nada como para
tener que cuidar de ti.
Derno apretó los puños,
tensando todo el cuerpo, su mandíbula apretando tan fuerte que podía sentir a
sus dientes rechinar cada vez que aspiraba. Abrió la boca para decir algo,
cuando Emba se colocó delante de los dos hombres.
-
Basta, los dos.
Tenemos cosas más importantes de que preocuparnos. Creí que el punto de todo
esto era vivir libremente y no matarnos los unos a los otros. – su mano se
colocó en el pecho de Derno, ella le miró con aquellos ojos café oscuro que él
tan bien conocía – Derno, te necesitamos, al menos hasta que lleguemos a un
lugar seguro. Después… - abrió la boca, pero nada salió. Apretó los labios y
quitó su mano de su pecho - … podrás
hacer lo que deseas. Solo ayúdanos una vez más.
-
Está bien. – dijo,
a regañadientes, suspirando.
Decir que Derno no tenía
una debilidad por Emba sería mentir, porque él la amaba, desde su primer
encuentro en la jaula dentro del Carnaval, donde ella lo había aplastado en 5
minutos. Y ella lo sabía y sabía cómo usar eso a su favor. No se negaría que
sentían la atracción, pero ella tenía la cabeza metida en otros asuntos más
importantes que solo enrollarse con un hombre.
Y entre esos asuntos el
sobrevivir otro día mas era primordial. No había pasado 7 años de su vida
encerrada, siendo mascota de Thomas Dale, soportando castigos, peleando por su
vida, siendo un juguete más, solo para morir al siguiente día de haber sido
liberada. No, ella iba a vivir. Muchos años si se lo podía permitir y tal vez
en un futuro no distante podría tomar en consideración a Derno para integrarlo
entre sus planes.
Aunque eso no se lo diría,
al menos no ahora. Aún quedaba tiempo.
-
Y tú, cálmate un
poco. – dijo, dándole un pequeño golpe en el brazo a Mao. – Seamos lo que
seamos, solo nos tenemos a nosotros. Puedes vernos como amigos, compañeros,
socios, familia, o lo que sea, pero tenemos que ayudarnos y evitar pelear entre
nosotros. Derno es lento, explícale y deja que te ayude.
-
¡Oye!
-
Oh, créeme, sé de
lo que hablo. Sean buenos, chicos. – les sonrió a ambos, un poco más a Derno,
aunque no lo pudo notar. Se quitó del medio de ellos y les hizo espacio.
Indicándoles que hicieran las pases.
Los dos hombres la
miraron, arqueando cejas, yendo de ella al sujeto delante de ellos. Sabían que
debatir con Emba era una estupidez y podría tomarles más tiempo del que estaban
dispuestos a dar.
Ambos alargaron la mano y
apretaron, dejando atrás sus diferencias. El acto les pareció gracioso y en
segundos estaban nuevamente bien, bromeando.
-
Espero contar
contigo, Derno.
-
Lo mismo, Mao.
¿Feliz? – se giró hacia Emba, quien les miraba con los brazos cruzados sobre su
pecho y una sonrisa burlona.
********************
[Carnaval
– Jason Snyder]
Tan pronto como las
esposas se despegaron y me permitieron moverse libremente, comencé a caminar. O
más bien, mis piernas comenzaron a moverse por sí mismas. El lugar era un largo
pasillo, lo había identificado cuando intenté moverme a los lados y había
chocado contra una superficie solida de grueso metal. Guiándome solamente de mi
tacto, seguí avanzando, pegando las manos a la pared. No sabía si avanzaba
hacia una salida o si solo avanzaba como ellos querían.
No fue sino hasta que vi
pequeños destellos sobre mi cabeza, que todo el pasillo se iluminó, mostrándome
el lugar. Parpadeo, tratando de acostumbrarme a la intensidad de la luz, era
tenue, casi nula, pero ahora podía ver el pasillo y vigilar mis pasos. Las
luces solo apuntaban hacia una dirección, porque detrás de mí no se habían
encendido. Obviamente me estaban indicando el camino, como si no tuviera opción
más que seguirlo. Así lo hice.
Una enorme puerta apareció
delante de mí. Tenía un gran numero 6 que resaltaba en el centro, pintado de
rojo y casi ocupando todo el espacio, varias barras de grueso metal que
aparecían al final de los bordes de la puerta, seguros que la mantenían
cerrada. Un tablero en la parte superior de la puerta.
Intenté empujarla, pero no
funcionó, ni siquiera se inmutó. Solo podía abrirse si alguien lo permitía. Me
giré para ver si podía regresar por donde había venido o si podía encontrar
algo que me ayudara a abrir la puerta, pero cuando lo hice, vi como las luces,
una por una iban apagándose, hasta donde me encontraba. No había vuelta atrás.
La oscuridad me seguía.
La oscuridad me envolvió
rápidamente, cegándome. Cerré los ojos y me mantuve quieto, escuchando,
confiando en mis sentidos. Mi mano derecha sobre la superficie de la puerta,
sintiendo el frio del metal contra mi palma, mientras mi respiración tranquila
era lo único que me acompañaba.
La puerta tembló y se escuchó
un fuerte crujido. Aparté la mano de la puerta y la volví a dejar a un lado.
Escuché sonidos metálicos provenientes de la puerta, y después una pequeña línea dorada comenzó a
aparecer en el medio de la puerta. La línea fue expandiéndose, mientras
pequeños destellos de luz se colaban y me cegaban. Apreté los ojos, tratando de
resistir la intensidad de la luz.
Finalmente la enorme
puerta se abrió, de par en par, dándome permiso a avanzar. Di pequeños pasos,
inseguro hacia donde me dirigía o si era seguro.
Mientras avanzaba pude
sentir el cambio de escenario, la superficie que pisaba era diferente, ya no
lisa y sólida, sino blanda, uniforme, por unos segundos pasó por mi mente que
estaba pisando lodo. Pero no fue así, cuando noté que se trataba de arena.
Levanté la mirada, encontrándome con muchas luces que se enfocaban directamente
en mi rostro, cegándome, nuevamente. Terminaría ciego a ese ritmo de tanta luz.
Tuve que cubrirme con la mano, mientras me acostumbraba a la iluminación del
lugar.
¿Estaba afuera? ¿Era el
exterior? Eso parecía. Aunque mis sentidos me indicaban todo lo contrario.
Cuando la luz se hizo tolerable,
pude ver que encima de mí aparecía una reja enorme que cubría todo el techo.
Podía escuchar voces eufóricas de personas que no distinguía, pero que eran un
gran número y me observaban, no solo a mí. Había más personas a mí alrededor.
No solo por encima de la reja, sino dentro de ella, conmigo. Todos estaban
confundidos, mirándose los unos a los otros, aunque podía identificar a algunos
que estaban acostumbrados, que ya sabían lo que hacían ahí. Y ellos me
reconocían a mí también. Era algo que solo las bestias podían hacer,
identificarse entre ellos.
Me sobresalté al sentir un
pequeño picor en las muñecas. Llevé mis manos hacia donde sentía le herida,
pero no había nada. Solo las bandas de metal que se aseguraban que no escapara
y que me mantenían bajo el control de Thomas Dale.
De repente me di cuenta
que mi cuerpo ya no se sentía tan pesado como antes. Ahora sentía un calor
abrumador que estaba empezando desde las palmas de mis manos y se extendía por
todo mi cuerpo. Adrenalina. Gracias
al hecho de convertirme en el sujeto de investigación de Thomas Dale podía identificarla.
¿Cómo? No lo sabía, pero lo sabía.
Miré mis muñecas, las
bandas de metal alrededor parpadeaban pequeñas luces verdes y después volvían a
ser rojas. El ardor del líquido desapareció, pero la sensación perduraba.
Mi vista comenzaba a
nublarse. No sabía si era por la droga o por las luces de mí alrededor. Llevé
una mano a mi cabeza e intenté controlarme, pero fue inútil.
“No te resistas, déjalo salir.”
La voz resonó en mi cabeza
y todo pensamiento racional desapareció. Dejé caer ambos brazos a mis costados,
dejando la cabeza levantada, mentón arriba, mirando hacia el techo de la jaula.
Era menos que un maniquí. Podía sentir como él
tomaba control. Me estaba gobernando lentamente y parecía que estaba
aprovechando mi momento de debilidad.
Mis sentidos, poco a poco,
comenzaban a fallar. No oía nada, no podía ver nada, no sentía nada a mí
alrededor. Ni siquiera podía saborear mi saliva.
“Jason, no puedes seguir así. Pelear
contra ti mismo es estúpido e inútil, te terminará consumiendo. Acepta tu
pasado, no huyas de él. Mira en tu interior. En tus recuerdos. Tanto Bateman
como Snyder ya no tienen poder sobre ti, pero sigues aferrándote a ellos. Es
cierto, ellos son tus enemigos, pero ahora mismo tienes un enemigo peor; tú.”
Era verdad. Pelear contra
mí era estúpido, inútil. A ese paso, si seguía suprimiendo a mi otro yo, las
consecuencias podrían ser peores. Ya lo había comprobado, pero tampoco podía
darme el privilegio de perder el control. Tenía que aprender a controlarlo.
No. Estaría repitiendo el
mismo error. Estaría haciendo exactamente lo que mi abuelo había hecho. Mentiría si decía que no
tenía miedo, no de ver qué encontraría entre mis memorias, sino de no despertar.
De dejarme dominar por él y terminar
siendo menos que un simple recuerdo de mi viejo yo.
Aunque no tenía demasiadas
opciones. Lo sentía, como poco a poco iba cediéndole control. Al parecer mi
aprobación no era necesaria, él lo
haría de todas formas.
Cerré los ojos, inhalando
profundamente. Mi conciencia de desprendía de mi cuerpo, ya no lo sentía mío,
parecía un recipiente extraño, en el que ya no me sentía cómodo. Mi propia piel
se sentía desconocida.
Me encontraba en el mismo
lugar que mi otro yo se había encontrado durante mucho tiempo y todo lo que
podía sentir era la oscuridad que me rodeaba y pequeñas voces que resonaban por
todas partes.
Abrí los ojos y comenzaron
a pasar delante de él, como una vieja película, pero yo reconocía esos
recuerdos, nada nuevo que no hubiera visto y que no recordara hasta el momento.
Mis compañeros, la Colonia, los weres, la Guarida, Randolph.
Randolph.
Negué. No podía distraerme
o perdería la concentración. Mis pensamientos iban hacia él, pero no podía
permitírmelo. Randolph podía esperar. Sabía que mantendría su promesa, pero
deseaba, de corazón, que no lo hiciera. Su seguridad era mayor que la mía.
Incluso si él no venía por
mí, yo sobreviviría. No podía simplemente sentarme a esperar a que Randolph
llegara a salvarme. No era un cuento de hadas, era la realidad y en esta tenía
que hacer las cosas yo mismo.
Sacudí la cabeza y volví a
inhalar, tratando de concentrarme.
Estaba sumergiéndome en
mis memorias, pero no era suficiente, tenía que ir más profundo, llegar hasta
donde se encontraban mis recuerdos más íntimos y que mi mente ocultaba. Sabía
qué es lo que tenía que buscar, a aquel que desconocía, aquel que quería despertar,
aquel que le atemorizaba, aquel que tenía el mismo rostro, pero que era más
peligroso.
Christopher Raleigh…
Mientras en la realidad,
fuera de su cabeza, su cuerpo se mantenía quieto, inmóvil, ni siquiera un
suspiro. El reloj encima de la jaula comenzaba el conteo que daría inicio al
Carnaval y los participantes se preparaban, no sabían para qué, pero sí que
tenían que estar listos y defenderse. Poner tantas personas dentro de una jaula
les daba una idea hacia donde iba todo eso, eran vampiros después de todo, ¿Qué
más podían esperar?
El reloj llegó a cero y
retumbó un fuerte pitido. Todos comenzaron a moverse, yendo unos contra otros.
Los veteranos no dudaron y rápidamente se hicieron con presas fáciles, que
terminaron asesinando en segundos.
Había empezado.
************
[Charlie, Derek – Colonia
– Primer Piso Almacén]
-
¡Aquí estás! – se
giró hacia el dueño de la voz, encontrándose con un agitado, y algo sudado,
Charlie. Esbozó una media sonrisa, puesto que su cara aun dolía por la golpiza,
eso fue un gran esfuerzo para él.
-
Así es. ¿Dónde más
debería estar? – dijo con una sonrisa triste.
Charlie quería acercarse y
abrazarlo, ya que parecía fuera a derrumbarse en cualquier segundo. Joe no solo
había aplastado su cuerpo, su corazón también. Aun así, ahí estaba ese pequeño
hombre sonriendo y no cayéndose a pedazos como haría una persona normal. Se
aferraba a la cordura y mantenía su frente en alto. Derek podía parecer frágil,
pero tenía una fortaleza enorme. Aunque Charlie esperaba que él no tuviera que
mostrar su cara de póker todo el tiempo, no delante de él al menos.
Cuando los ojos de Charlie
se entornaron hacia él, interrogativos, Charlie supo que había pasado demasiado
tiempo en silencio mirándolo fijamente.
-
No lo sé. Y-Yo
solo… creí que… - no sabía cómo responder a ello. Estaba demasiado concentrado
en la belleza de Derek que había olvidado cómo hablar.
Derek rió, pero se
arrepintió, puesto que el dolor aún seguía impreso en su cuerpo.
-
¿Es por lo que dijo
Joe?
-
S-Sí.
-
Lo pensé, no te
mentiré, pero no le daré esa satisfacción. Aún no. Aún tengo cosas que hacer en
este lugar.
-
Entonces, ¿eso
significa que no vendrás con nosotros? – preguntó Charlie, un pequeño rastro de
melancolía entre sus palabras. Derek no lo notó.
-
Todo lo contrario.
Iré. Digo, si aún puedo hacerlo.
-
¡Por supuesto que
puedes! – dijo con un poco más de entusiasmo del que quería expresar. Sí, ese
era su autocontrol fallándolo, como siempre.
-
¿Le has comentado
algo de esto a tu Alfa? No quiero que me miré y diga; ¿acaso te perdiste,
humano? O peor, terminé abandonado a mitad del camino. No creo que pueda
soportar… - Derek no pudo terminar su oración, ya que alguien lo estrechaba lo
suficientemente fuerte como para arrebatarle el aliento.
Su mejilla estaba apoyada
contra una masa sólida, dura y caliente, pero no era incomoda.
Levantó la mirada y se
encontró siendo envuelto por los brazos de Charlie.
-
Nosotros nunca te
haríamos eso. Yo no. – dijo el gran hombre, aspirando la esencia de Derek en la
parte de encima de la coronilla de su cabeza. Derek sintió el gesto, pero no
dijo nada.
Se dejó abrazar y
correspondió el abrazo. Y, después de mucho tiempo, Derek rompió en llanto.
Hacía algún tiempo que no lloraba, más que nada porque no tenía permitido
llorar, no delante de los demás.
Sin embargo, ahí, entre
los brazos de Charlie, sintió que realmente podía hacerlo y no sentir vergüenza
de ello. Se aferró a la espalda fuerte y amplia de Charlie, usando un poco más
de fuerza con sus uñas sobre la piel del pelirrojo.
Charlie quería protegerlo,
asesinar a aquellos que lo habían roto de tal manera que no podía verse al espejo
y desaparecer cualquier peligro existente, junto a sus preocupaciones de la
Colonia. Pero no podía, solo podía decirle que todo estaría bien de ahora en
adelante, porque ahora él estaría a su lado, se aseguraría de ello.
Aunque deseaban permanecer
en esa posición por un poco más de tiempo, les fue imposible. Escucharon voces
y pasos apresurados. Se separaron, avergonzados, pero ninguno dijo nada.
Siguieron a la multitud de personas que se comenzaban a reunir.
Tardó unos segundos en
reconocer a Joe y sus hombres, habían regresado y no solos. Uno de sus hombres
empujaba una silla de ruedas en el medio, la cual estaba ocupaba por alguien
que mantenía su rostro oculto por un saco que estaba a punto de caérsele.
Tres hombres apuntaban sus
armas hacia él, sin perderlo de vista mientras avanzaban, apartando a los
espectadores curiosos. Se estaban yendo hacia una de los almacenes del ala
contraria que no utilizaban y que solo mantenían para guardar cosas
inservibles.
Quería abrirse paso y
unirse al grupo de Joe para saber qué se traía entre manos al meter a un
desconocido a la Colonia. ¿Era un prisionero? ¿Al menos era humano? ¿O era
vampiro?
El saco que cubría el
rostro del sujeto cayó y uno de los hombres de Joe se detuvo a recogerlo,
mientras podía ver el rostro manchado de sangre y que miraba hacia todos lados,
bramando algo, incomprensible gracias a la mordaza que llevaba puesta. Se agitó
salvajemente en la silla, casi levantándose, pero lo electrocutaron y se aferró
a la silla, doblándose por la descarga.
Vio como el grupo de Joe y
el desconocido entraban en el almacén 45 y desaparecían dentro, cerrando la
puerta por el interior, para mantener a todos alejados.
-
Ethan… – Derek se giró hacia Charlie, quien miraba
fijamente al chico sobre la silla. No estaba seguro, pero había jurado ver como
sus ojos destellaban, levemente. Tocó el brazo de Charlie y éste bajó la mirada
hacia él, parpadeando.
-
Charlie, ¿lo
conoces? – preguntó, entornando sus ojos sobre él.
-
¿Qué? No. ¿Por qué
lo preguntas? – aunque lo decía, Derek no podía creer sus palabras. Sonaban
sinceras y eso le desconcertaba aún más.
-
Porque acabas de
llamarlo “Ethan”.
-
¿Lo hice? – titubeó
– Y-Yo… no lo recuerdo.
-
¿Qué está
sucediendo? – como siempre, alguien logró interrumpirlo. Derek se giró hacia la
voz desconocida, encontrándose con Randolph, acompañado de Alo y Abby.
-
No lo sé. También
quería saber.
-
Cazadores. –
respondió Simon detrás de ellos, echándose el arma al hombro. – Lo que activó
las alarmas fueron Cazadores que traspasaron nuestras zonas.
-
¿Quién era al que
llevaban en la silla? – preguntó Derek, pero Simon no le miraba.
-
… Ummm… - titubeó,
sin saber qué responder. Se dio por vencido al tratar de explicar y suspiró.
-
¿Era un Cazador?
-
No.
-
¿Era un vampiro?
-
No lo sé, Deck.
-
¿Cómo que no lo sabes? - dio un paso adelante y Simon hizo lo mismo,
explotando. Charlie atento a cualquier movimiento de Simon.
-
¡Porque no lo sé!
¡¿Sí?! – se apartó del pequeño grupo de hombres, dando vueltas alrededor.
Finalmente pareció recuperar la calma, lo suficiente para recomponerse y se
acercó, aferrándose a uno de los pilares que sostenían el techo y los demás
pisos – Y-Yo… esa cosa de ahí no era humano, eso es seguro, pero… ¿Vampiro? –
negó con la cabeza, pasando las manos por los cabellos – Esa cosa es un monstruo.
Una abominación. Y Joe la trajo aquí. Realmente debe estar jodido de la cabeza
como para invitar al enemigo a nuestra casa.
Derek se acercó, colocando
una mano sobre el hombro de Simon.
-
Simon, ¿qué pasó en
el bosque? – Simon le miró, con los ojos abiertos. Parecía haber visto un
fantasma. Abrió la boca, pero la volvió a cerrar. Tardó unos segundos en poder
calmarse y comenzar, apretando los labios.
-
No sé ni cómo
responderte a eso. Solo… encontramos a los Cazadores, estaban peleando y cuando
llegamos y los rodeamos, vimos contra qué se enfrentaban.
-
El prisionero que
trajo Joe. – declaró Derek y Simon lo tomó de los brazos, apretando con un poco
más de fuerza de la que deseaba. Aun así Derek no se quejó, pero Charlie ya
estaba a segundos de intervenir si veía que lo dañaba.
-
Deck, debiste
verlo, era… estaba hecho pedazos, ni siquiera tenía forma. Aun cuando los
Cazadores le dispararon y lo habían dejado en mal estado, no se moría. Así que
nosotros tuvimos que hacerlo. Sé que hemos enfrentado vampiros, pero esto fue
diferente. No se moría y… ¿Lo viste, verdad? ¿Lo viste?
-
Si, lo vi.
-
¿Cómo se veía?
-
N-No lo sé.
¿Normal?
Simon lo soltó y Charlie
se colocó delante de Derek, por si Simon volvía a intentar algo. Simon rió,
pasando su mano sobre su cansado rostro.
-
Cuando lo
capturamos era solo huesos y carne. Y de repente volvió a pasar a ser normal.
No es natural.
-
Mencionaste que se
encontraron con Cazadores en el bosque antes, ¿no es así? – fue Randolph quien
habló, acercándose. Simon le miró de pies a cabeza.
-
Sí. – aun no podía
decir que aceptaba todo ese asunto de los weres y mantenía cierta distancia.
-
¿Siguen ahí?
¿Cuántos eran?
-
15, tal vez menos.
¿Por qué es eso importante? – arqueó una ceja, pero Randolph lo pasó de lado,
avanzando.
-
Tengo que hablar con
ellos. – musitó y Alo salió detrás de él, colocándose delante de él. Ambas
manos delante del pecho de su hermano, bloqueándole el paso.
-
Wow, espera, ¿Qué? Randolph,
hermano, espera. ¿A dónde vas?
-
Afuera. Necesito
hablar con ellos.
-
¿Con los Cazadores?
– Randolph asintió, Alo apretó los labios y maldijo mentalmente – Ok. ¿Y sobre
qué?
-
Alo, ellos ya han
estado en Ciudad Zweilitch. Vivieron ahí durante años, tienen que saber alguna
forma de entrar.
Alo pareció meditarlo,
pero no dijo nada. Abrió la boca varias veces, pero siempre terminaba
cerrándola.
Finalmente ordenó sus
pensamientos y habló.
-
Ok, si hubiera una,
¿no crees que la habrían usado desde hace muchos años para escapar? En lugar de
permanecer como mascotas de los vampiros.
-
No podían. – le
debatió, demasiado seguro de sí mismo. Alo frunció el ceño.
-
¿Cómo lo sabes?
-
Porque la única
forma en que podían escapar era a menos que se deshicieran de esos collares en
sus cuellos.
-
Y Jason los liberó
de los collares en el Bosque de Los Azules. – argumentó, recordando la escena
en el bosque. Vio a Randolph asentir y mirar sobre él. Negó – Aun así, ¿crees
que te lo dirán? O que al menos hablaran contigo.
-
Tengo que
intentarlo.
Randolph finalmente lo
apartó y comenzó a caminar hacia el túnel. Unos cuantos weres detrás de él,
junto a Derek, Simon había decidido apartarse y quedarse en la Colonia a
descansar o colapsaría en cualquier momento. Abby pasó junto a Alo y le indicó
que debían acompañar a su Alfa.
-
Randolph, demonios.
– suspiró, cansado. Y los siguió.
¿Qué diferencia habría si
salían ahora que en la mañana cuando Joe los corriera?
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