Novena Vida - Capitulo 1 - Memorias


NOVENA VIDA
Takeo Higurashi


    ¿Y si nos volviéramos a encontrar?
    Te esperaré, hasta que mis vidas se acaben.
¿Y si la persona que amas olvidara su pasado juntos?
Vivir tantas vidas no te concede el amor eterno.
Y Maverick deberá aprender esa lección a la mala.









Capítulo 1 — Memorias.

“¿Por qué ver por separadas esta vida y la siguiente? Si una proviene de la anterior. El tiempo siempre es escaso para los que lo necesitan, pero para los que aman dura para siempre.” — Dracula Untold.

*****

Siempre es lo mismo.
Yo, recorriendo una larga pradera. No hay nada más que yo y la inmensa hierba amarillenta que se extiende kilómetros. No hay fin para ella. O al menos yo no alcanzo a encontrarlo.
No hay árboles, ni nubes sobre el cielo, mucho menos aves que vuelven encima de mí.
No se ven a lo lejos montañas como suele suceder. Es un lugar extraño.
Incluso la hierba me parece extraña, su existencia. La acaricio, pero no siento nada. Ni el ruido cuando se agita, ni el viento que se supone la mece.
Y justo cuando creo que ya nada puede sorprenderme más, aparece.
A pocos metros de mí, una figura delgada y de rasgos delicados aparece frente a mmi. Viste un vestido ligero, delgado, que no oculta sus atributos debajo de la tela, sino que los resalta, casi de una forma obscena. Demasiado sensual. Demasiado provocativa.
Sus curvas delicadas, su altura, sus pezones erectos que apuntan hacia adelante, el cuello en V que muestra su escote y su muy bien provisto busto, la tela se pega a su cuerpo como una segunda piel.
Me excita, no lo puedo negar.
A veces pienso que es “esa clase” de sueño. En los que toda frustración sexual y cansancio juegan con tu menta, buscando cierta liberación de la fatiga y por falta de sexo.
Sin embargo, no puedo ver su rostro. Su cabello lo mantiene oculto, como un velo fúnebre que busca entrometerse entre los dos, negándome la identidad de mi acompañante en ese lugar.
Ella extiende su mano hacia mí y cuando le imito, como si al alargar la mano, aun a nuestra distancia, nos alcanzaríamos rápidamente, omitiendo el espacio entre los dos.
De repente, la hierba arde. No sé en qué momento ha ocurrido, pero cuando me doy cuenta el fuego esta por todas partes. El cielo se ha enrojecido. Corro hacia ella, pero mientras lo hago, mis pies son engullidos por la tierra, impidiéndome moverme a voluntad. Lucho contra ella, en vano.
Un grito. Ella se retuerce mientras el fuego la envuelve. Arde como la hierba, gritando de dolor, hasta que su cuerpo, antes sensual y hermoso, no es más que un amasijo negrezco y carbonizado con aroma a chamuscado, que se hace cada vez más pequeño dentro de las llamas que lo consumen lentamente.
Dejo caer la mano y la observo por unos segundo, aturdido. El fuego me rodeo, lo siento queriendo consumirme, al igual que a ella. Pero no duele.
Veo mi propia carne quemarse, las yagas y quemaduras graves que consumen mi piel.
No es sino hasta que ella pronuncia, que todo vuelve a la normalidad.
“Kilian…”
Grito. Me doblo. Las lágrimas salen, pero se evaporan por el fuego intenso, el que me queda y destruye en esos momentos.
Me tiro al suelo y ruedo, intentando aplacar las llamas, aplacar mi dolor.
Es todo lo contrario. Es peor. Estoy en el infierno.
Grito, de nuevo. Me arrastro mientras sollozo. Mis dedos aprietan el suelo negro de ceniza que yace bajo de mí, que se mete en mis yagas y producen más ardor. A pesar de todo, mis ojos son los únicos que no fueron quemados, como el resto de mi cuerpo.
Mis labios pegados, mi nariz casi invisible, a excepción de una fosa que lucha por sobrevivir, mis orejas se han caído, al igual que mi cabello, cejas y pestañas, y solo quedan dos agujeros.
El resto de mi cuerpo no está mejor. Carne rojiza, rosada, musculo, hueso, venas y sangre, de eso se compone ahora mi cuerpo. Soy una deformación que se aferra a la vida, o algo así.
Finalmente lo logro. Llegué. Estoy frente al cuerpo calcinado de ella, quien se mantiene de espaldas viendo hacia el cielo y solo soporta el dolor de su cuerpo, igualmente herido que el mío. Aunque parece más que soportar, solo espera.
 ¿El qué? La muerte, quizás.
Alargo mi mano (o lo que solía ser) y ella, al darse cuenta de mi presencia y cercanía, hace lo mismo. Nuestras carnes sensibles y calientes se juntan. La piel se pega y duele como la puta madre. El dolor es tanto que no puedo evitar dejar salir un pequeño quejido y que las lágrimas salgan de mis ojos.
Al parecer a ella le sucede lo mismo, porque casi al mismo tiempo puedo ver como imita mis gestos.
Aun así no nos separamos, aun con todo ese dolor seguimos juntos.
Y cuando nos miramos, hay algo. Es inexplicable, pero lo sabemos. Lo sentimos en nuestro interior. Hay un sentimiento de familiaridad. Le veo intentar lo que creo yo es una sonrisa, pero su carne esta tan quemada que es difícil para ella hacerlo, o al menos distinguir si es así.
Estoy alegre, a pesar de todo el dolor en mi cuerpo. Soy feliz. Ella también. Sonrío.
Mis parpados se sienten pesados. No puedo con el dolor y tampoco con el cansancio. Estoy muriendo. Ella ya ha cerrado los ojos, pero mantiene su “sonrisa”.
    “Al menos esta vez te alcance.”
Y después… todo desaparece.
Negro.
Vacío.

Despierto. 

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