LAZOS (Parte 1)
LAZOS.
Takeo Higurashi
Tiene que haber 3
condiciones que se deben cumplir para hacer de la unión oficial:
1.
—Él/Ella debe aceptar
por voluntad propia y no por designios de ser destinados.
2.
—Ambas partes deben
aceptar que al unir sus almas, su unión será permanente, y compartirán todo de
la otra persona.
3.
—El/La pretendiente debe aceptar la marca de
su pareja en su cuerpo y mostrarlo como símbolo de su unión, con orgullo y
respeto.
[Parte 1 —GUARDAESPALDAS]
Las tiendas de la calle
estaban tan activas como otro domingo común y corriente. Los puestos de frutas
y verduras brillaban de colores y los puestos de comida rebosaban de clientes
que habían venido desde lejos solo para probar un bocado de la sazón de la
región del puerto, mientras los vendedores nómadas trataban de embaucar a un
pobre tonto con chácharas y artilugios que nadie en su país realmente quería.
Era un día normal.
Tranquilo.
O eso parecía.
Las ventanas del viejo edificio
donde solía estar la única imprenta del puerto estallaron, provocando gritos y
disturbios entre los transeúntes y algunos oficiales comenzaron a movilizarse
con dirección al edificio.
En el interior, las cosas no
iban mejor. Los responsables huían por sus vidas.
La puerta de una de las
habitaciones se abrió de golpe y dos figuras salieron del interior de la
habitación, apresurándose por el pasillo, tratando de escapar y huir de los
hombres que vestían túnicas negras.
―
¡Te dije que debíamos
esperar! —gritó la chica, casi al borde de desfallecer, levantándose el enorme
vestido con grandes holanes que le impedía moverse a voluntad, al menos no sin
estrellarse de lleno contra el suelo.
A pesar de que sus
movimientos eran restringidos por la prenda, sus piernas eran fuertes y podía
llevar al vestido y a si misma fuera del peligro, aunque podía sentir a sus
enemigos acercándose detrás de ellos.
La nube de polvo se disipó y
un hombre de piel oscura salió de ella, agitando los brazos y provocando que el
techo del pasillo cayera sobre uno de los hombres que lo había cogido del
brazo.
Continuó corriendo,
igualando el paso al de su amiga, quien realmente unas buenas piernas, casi
dejándolo atrás por mucho.
Dolan rodó los ojos, sin
ralentizar su paso. Sabía que Ariel tenía razón, pero no se lo admitiría, ni en
un millón de años.
―
¡Continúa! —le ordenó
a Ariel, dejándola pasar y quedándose él en el centro del pasillo.
Ariel le miró, pero él negó,
indicándole que TENÍA que continuar a como diera lugar.
Finalmente, ella asintió y
continuó corriendo a través del pasillo.
Dolan se giró hacia las tres
figuras encapuchadas que aparecían delante de él. Dos fueron hacia él, mientras
el otro se quedaba en la retaguardia, y, cuando estuvieron cerca, sacaron unos
largos cuchillos de debajo de sus túnicas, intentando clavar alguno de ellos en
el moreno.
Los cuchillos solo
alcanzaron a rozar a Dola, pero ninguno logró su objetivo. Sonrió, arrogante
por haber esquivado su ataque. Cuando la tercer figura apareció, atravesando la
pared con todo su cuerpo y empuñando el cuchillo en su mano, el cual dio justo
en el blanco; el pecho de Dolan.
Dolan apretó la boca,
sintiendo el peso del otro hombre empujándolo hacia atrás, hasta que su espalda
tocó la pared del pasillo. Le miró, con los ojos bien abiertos y después de ver
la sonrisa del hombre, Dola cerró los ojos, escupiendo algo entre jadeos, hasta
que se quedó completamente inmóvil.
Los tres hombres se
reunieron, satisfechos con su ataque y después fijaron su curso hacia donde
había ido la chica, no iban a dejarla escapar con su tesoro.
Pero antes de que alguno de
los tres, siquiera, pudiera hacer algo, un cuchillo impactó en el pecho del que
había apuñalado a Dolan. Los dos hombres se miraron entre sí y después hacia
donde había venido el cuchillo, encontrándose con Dolan, totalmente sano, que
jugaba con una daga en cada una de sus manos, pasándola entre sus dedos como
una moneda.
Las giró una vez más y antes
de darles tiempo de reaccionar, corrió hacia ellos, tomándolos desprevenidos.
Los hombres atacaron, alargando sus cuchillos, pero Dolan se deslizó debajo de
ellos y, en un rápido y mortal, movimiento, clavó ambas dagas en sus cuellos.
―
Ardan. —ordenó y de las dagas
salió una chispa y ambos encapuchados fueron envueltos por el fuego. Gritaron,
buscando apagar el fuego, pero las llamas los consumieron rápidamente, hasta
hacerlos cenizas.
Dolan miró a su “asesino” y
le sonrió, tomando la empañadura del cuchillo que éste había usado para
asesinarlo, presionando sobre la herida.
―
Siempre asegúrate de
que estén bien muertos. O de lo contrario pasará lo que acaba de pasar. —el
hombre le miraba furioso, con los ojos inyectados en sangre y cólera. Dolan
presionó, empujando el cuchillo en su pecho, hasta sentir como éste traspasaba
y la tensión del cuerpo desaparecía. —Mejor suerte la próxima vida.
Aunque si su oponente era
él, estaba completamente seguro de que volvería a ganar sin ninguna dificultad.
Temblor.
Creyó que se lo había
imaginado cuando sintió la construcción agitarse, pero cuando escuchó el fuerte
crujido, supo que no era su imaginación de la que se trataba.
―
¡Dolan! —la voz de
Ariel resonó en el pasillo y todos las alarmas en su cabeza se encendieron de
inmediato.
Salió corriendo sin
pensarlo, dejándose guiar por el instinto. Todo en su cabeza era que tenía que
llegar con su amiga y protegerla, de quien fuera a como diera lugar.
Encontró a su amiga siendo
apresada contra una pared, mientras su agresor la tomaba del cuello,
levantándola del suelo.
―
¡Ariel! ¡¡Hijo de
perra! —gritó Dolan y se lanzó hacia el encapuchado, tacleándolo y
estrellándolo contra la pared.
Lo golpeó repetidas veces,
tomándolo del cuello para que lo encarara cuando caía contra el suelo y después
golpeando su rostro con su puño. Se sentía tan bien golpearlo que ni siquiera
sentía el dolor en los nudillos cuando estos comenzaron a sangrar, al igual que
el rostro del agresor—aunque no estaba seguro si era su sangre o la del hombre—.
Se detuvo de seguir
golpeando al hombre cuando se dio cuenta que no tenían mucho tiempo. Algo se
estaba acercando hacia ellos, podía sentirlo y Ariel igual. El hombre solo
estaba ganando tiempo antes de que llegara a ellos, ese era su plan.
Bien, él no iba a caer en eso.
Pero primero, tenía que sacar a su amiga de ahí.
Las manos de Dolan tomaron
al hombre del cuello, levantándolo del suelo y colocándolo contra la pared de
concreto del viejo edificio. Toda su magia comenzó a fluir de sus manos hacia
el hombre, hasta que cubrió por completo el cuerpo del otro hombre. En cuestión
de segundos el hombre fue tragado por la pared, como si la superficie solida se
hubiera ablandado y lo engullera, similar a las arenas movedizas.
Gritó un par de maldiciones
en otro idioma, pero Dolan lo silenció clavándole un puñal en el corazón. Dejó
el cuerpo del hombre ahí, aun enterrado en la pared y se dirigió hacia su
amiga, ayudándole a levantarse.
Chasqueó la lengua al ver el
molesto vestido y le arrancó el pedazo de tela que sobraba y estorbaba.
Ariel estaba por protestar,
ya que era un vestido muy caro, cuando lo vio. Aquel responsable de que el
edificio estuviera temblando. Una enorme bestia corría atravesando las paredes
de todos los cuartos y, por la forma en que se movía, Dolan podía decir que se
dirigía hacia ellos.
―
Oh, no lo harás,
maldito animal. —dijo, tomando a su amiga del brazo, y comenzó a atravesar
paredes, jalándola con él. Envolviendo su cuerpo con magia de cimentación, a
Ariel y a él mismo.
Atravesaba paredes como si estas
fueran aire, sin ninguna dificultad, incluso con la gran cantidad de escombros
esparcidos por todas partes. Aun así, le estaba cobrando una gran factura a su
cuerpo.
Con Ariel ahí, con él y esa
bestia suelta, poco podría hacer. Tenía que asegurarse de que ella estuviera
bien, a salvo.
―
¿Tu magia de
cimentación aun funciona? —preguntó, agitado y Ariel asintió, confundida,
mirándole con ambas juntas. Dolan sonrió. —¿Estás lista?
―
¿Q-Qué…?
Sin darle tiempo a que
protestara—porque sabía que lo haría—, Dolan la tomó del brazo y en un
movimiento, demasiado brusco para considerarse adecuado para una dama, lanzó a
su amiga con todas sus fuerzas hacia la pared más lejana.
Por suerte, para él, Ariel
había entendido muy bien lo que pretendía, ya que había atravesado la pared sin
ninguna dificultad. Tal vez. O había sido que no quería estrellarse contra una
pared y terminar como papilla.
La bestia se detuvo delante
de Dolan, a solo unos metros, observándolo. Era casi igual a un lobo, pero con
el pelaje azul oscuro y en lugar de dos ojos, tenía cinco y de su hocico una
lengua viperina se agitaba, chorreando un líquido negro.
Él no era un experto en el
campo de criaturas, pero esa que estaba ahí era un demonio en toda la extensión
de la palabra. ¿Quién lo habría convocado?, esa era la verdadera pregunta. Solo
un loco.
Había hecho bien en sacar a
Ariel de ahí. Ya que las cosas estaban a punto de ponerse interesantes.
Se quitó el abrigo y sacó
dos largas espadas de su cinturón a ambos costados. La bestia pareció entender
su hostilidad y le gruñó, mostrando sus afilados colmillos y sacando sus
garras, que arañaban el suelo del pasillo.
―
Enfrentamiento cuerpo
a cuerpo, ¿eh? Buena elección. —dijo, esbozando una media sonrisa, al mismo
tiempo que empezaba a correr hacia la bestia.
La bestia rugió y le imitó,
yendo hacia adelante, con toda su fuerza que el viejo edificio temblaba con
cada zancada que daban sus poderosas patas.
Justo cuando se encontraban
a menos de un metro de distancia, Dolan se deslizó por debajo de la bestia,
clavando ambas patas delanteras al piso y, tomando las patas traseras y usando
su magia para hacer que la enorme bestia pudiera atravesar la superficie del
piso, fue que logró inmovilizar a la bestia, dejándola atrapada—la parte
superior de la cabeza en el tercer piso y el resto en el techo del segundo piso—.
Sacó una larga daga del
cinturón y lo clavó en el pecho de la bestia, oyéndola aullar de dolor y
agitarse, tratando de liberarse y atacarlo, pero sus intentos fueron inútiles,
ya que era imposible por el hechizo.
―
Eso fue fácil. —dijo
Dola, sonriendo al ver el trasero de la bestia y sus intestiono colgando del
techo, de los cuales emanaba un pútrido aroma. —Ariel va a matarme. —dijo,
apretando la boca en una mueca, recordando lo que había hecho a su amiga.
Matarlo sería poco a enfrentar su furia.
Pero aun no era tiempo de
hacer una huida perfecta, pensó cuando vio como dos figuras encapuchadas
aparecían al final del pasillo y otra más del lado contrario, sosteniendo unas
largas cadenas y a dos bestias más como
la que acababa de asesinar.
No, no sería tan fácil como
creía.
*****
El cuerpo de Dolan salió
volando después de que terminó de asesinar a la segunda bestia, pero la tercera
lo había logrado atrapar en sus garras y lo lanzó hacia las escaleras.
Intentó sujetarse de los
barandales cuando caía, pero la bestia saltó encima de él, clavando sus
afiladas fauces sobre su hombro con furia.
Dolan clavaba su cuchillo,
haciéndolo chillar, en su cuello, repetidas veces al ver que la fuerza del
hocico no cedía ni un poco con cada estocada por parte de su arma.
Finalmente, ambos cayeron,
impactando contra el suelo, provocando que todo el edificio se tambaleara por
la fuerza del impacto. Dolan apretó fuerte la empañadura de su cuchillo y lo
giró, penetrando el cráneo de la bestia y, tras un leve gruñido, ésta dejó de
morder.
Sintiendo como los colmillos
perdían su fuerza y la carne de su hombro era liberada, Dolan empujó a la
bestia lejos de él y se descubrió la herida. La saliva de la bestia había
ingresado en su cuerpo y ahora la sangre no paraba de manar, al igual del
fuerte ardor que recorría su piel. ¿Acaso la bestia tenía veneno?
Maldición, ¿Por qué no sabía
eso? Al menos habría cobrado más a su empleador.
Todo comenzaba a darle
vueltas, su vista se hacía borrosa, como si le pusieran un lente que
distorsionaba todo y sentía un dolor desgarrador, como si el veneno de la
bestia estuviera destruyéndolo desde adentro. Quemaba y su mente iba apagándose
poco a poco, en pequeños intervalos.
¿Este sería su final? ¿Así
es cómo iba a morir, siendo nada más que un simple mercenario que había
fracasado en su misión, asesinado por una maldita bestia del infernus? ¡Vaya
final! Nada mejor para un perro como él.
No necesitaba verla para
saber que había algo más ahí, junto a él.
Levantó la mirada, más que
nada por acto relejo, no porque realmente pudiera verla. Pero podía escucharla.
Sus grandes pisadas sobre los escombros que provocaban que el piso crujiera y
el leve ronroneo de un gruñido en ascenso.
Aun en su somnolencia, podía
distinguir la enorme mancha oscura y otras dos figuras detrás de ella que
observaban sin hacer ningún movimiento.
La bestia abrió su hocico,
mientras clavaba sus garras en la vieja madera del edificio, lista para devorar
a su presa, cuando la figura, simplemente, se desvaneció en el aire,
desapareciendo de la mirada borrosa de Dolan.
Parpadeó varias veces,
confundido, agitando la cabeza, pero el movimiento le provoco un leve mareo y
volvió a caer sobre los escombro, sintiendo el cuerpo completamente entumecido.
Los dos hombres se giraron
hacia una puerta que era abierta, levantando sus armas, pero sufrieron el mismo
destino.
Antes los ojos de Dolan, los
cuerpos solo se desvanecían, y en parte era verdad, solo que los encapuchados
no desaparecían, solo se convertían en polvo ante la magia de un mago
diferente. Uno que no mostraba piedad alguna cuando se trataba de cumplir con
su labor.
Más encapuchados
aparecieron, pero ninguno resultaba rival para el joven hechicero que aparecía
delante de ellos. Todos cayeron.
Sus compañeros comenzaron a
inspeccionar el edificio, creando una barrera alrededor del mismo para evitar
que algún criminal escapara de ellos, mientras los demás trataban de calmar a
la multitud que se acumulaba fuera del edificio, los típicos curiosos que no
querían perderse nada.
Dolan bufó cuando supo que
se trataba del Cuerpo Policial de Amysa.
Alguien se paró delante de
él, Dolan levantó la mirada y solo por un segundo, sin saber si eran
alucinaciones suyas o porque estaba muriendo, juraría que había visto un ángel.
Tan hermoso.
Él no era un creyente, ni
siquiera le había rezado a Dios una vez después de sus padres habían sido
asesinados o cuando había estado en el campo de batalla para que lo protegiera.
No, pero él estaba seguro que si el cielo existía, y tal vez Dios, los ángeles
se verían como aquella persona.
Cabellos dorados, una piel
tan blanca que le hacía recordar el marfil, unos labios rosados entreabiertos y
unos ojos, que por unos segundos pensó destellaban, del mismo color que el Sol.
Era una lastiman no verlo vistiendo una túnica como era costumbre ver a los
ángeles, aunque el ceñido traje que llevaba puesto tampoco estaba nada mal.
De repente, ya no quería
irse, quería seguir admirándolo. Todo su cuerpo, malherido y al borde del
final, quería ir hacia él. Le imploraba que fuera hacia él.
Es él.
Tócalo.
Bésalo.
Protégelo.
Amalo.
Mío.
No sabía de dónde provenía
todo aquello, pero no podía luchar. Él lo quería con toda su alma, aun cuando
él no tenía derecho a desear nada.
Alargó la mano, en un
intento pobre por alcanzarlo y, por primera vez en tanto tiempo, Dolan lloró de
frustración al no poder lograrlo, como un niño pequeño que esta tan cerca de
conseguirlo, pero que se le escapa de las manos, por tan solo unos centímetros,
que parecen kilómetros.
Solo un poco más…
se decía a sí mismo, estirando los dedos, pero era inútil.
Justo cuando estaba por
bajar su mano y darse por vencido, un par de manos pálidas tomaron la suya,
apretándola suavemente. Dolan miró al dueño de éstas y suspiró, esbozando una
sonrisa. Su calidez se esparcía por todo su cuerpo, lentamente y podía jurar
que su corazón había suspirado.
Ya no tenía miedo de morir.
No con él sosteniendo su mano. Podía enfrentar todo, siempre y cuando él
sostuviera su mano.
Una imagen apareció detrás
de sus parpados cuando cerró los ojos, concentrándose en el calor que emanaba
de su ángel.
La forma no era uniforme,
era un revoltijo de colores y destellos, pero luchaba por tomar una forma en
específico, hasta que lo logró. Era un atrapa sueños, de esos que veías en las
tiendas de chucherías hecho por los chamanes nómadas para ahuyentar las pesadillas.
La imagen no tenía sentido, él no tenía ningún interés por esas cosas, pero
tenía el presentimiento que era importante.
Suspiró, dejándose llevar
por el torrente de sensaciones.
—
Estoy listo.
Y Dolan perdió el
conocimiento.
Comentarios
Publicar un comentario