Sex Pistols - Capitulo 6

[Capitulo 6 - Cómo romper un corazón en pedazos tan pequeños]

Suspire, manteniéndome sentado en una de las sillas, viendo a ambos sujetos pelearse entre sí.
-         No trabajare con él.
-         Oye, señalar a las personas es de mala educación – dije, aunque solo bufo, molesto. Rodé los ojos.
-         ¿Por qué no, Yonekuni? – el encargado le pregunto, perdiendo la poca paciencia. Quedaban pocos minutos para comenzar nuestro turno y Yonekuni no dejaba de quejarse.
-         Es un hombre.
-         Creo que eso es más que obvio, ¿no lo crees?
-         Sabes a que me refiero.
-         Oh, dios. Estas comprometido con un hombre y aun no puedes aceptar a los de tu propio género, ¿en serio? Tengo cosas más importantes que hacer que cuidarte a ti y tus extraños traumas de la niñez. – completamente frustrado. Solo esperaba ver quién de los dos saltaba encima del otro.
-         No trabajare con él. – declaro el rubio, cruzándose de brazos.
Me levante de mi asiento e intervine entre ambos al ver como el encargado apretaba los puños, a punto de matar a Yonekuni.
-         Ya. Díganme ¿Qué tengo que hacer para que ambos terminen esta pelea sin sentido?  - ambos me miraron, pero fue el rubio quien pareció tener una idea.
-         Déjame ver, YA SÉ. Noririn. – el chico estaba terminando su turno, con una bandeja de platos llena. Se detuvo y camino hacia nosotros.
-         ¿Qué sucede,  Yonekuni-San?
-         Noririn ¿tienes algunos broches o listones?
-         ¿para qué necesito esas cosas? – levante una ceja, dudoso.
-         Oh, ya veo. Aun con el complejo de matar a todos los hombres sobre la tierra. Ven conmigo, te prestare algunos broches para el cabello. – el más pequeño me tomó del brazo, jalándome a través del pasillo, excusándome con el encargado de pedir 5 minutos.
-         Está bien.
*************************
Entramos en la habitación de Norio, me dejo encima de su cama y fue hacia donde tenía su cómoda, sacando una pequeña caja rectangular con muchas divisiones, en las que había todo tipo de broches, pasadores, listones, e incluso una diadema.
Quería preguntar por qué tenía todas esas cosas, pero al pensar en Yonekuni la respuesta vino claramente.
Me quede quieto mientras él elegía detenidamente cada uno. Mostrándome un broche y un listón largo. Sonreí, no tratando de romper su esfuerzo. Se colocó a un lado, peinando mi cabello, y comenzó a atármelas.
-         Tienes un cabello hermoso. Es muy suave y sedoso.  – me dijo en forma de cumplido, aunque eso no evito que no me sonrojara por ello.
-         Gracias. Aunque a veces no puedo controlarlo porque es demasiado largo.
-         ¿Por qué no lo cortas?
-         Ummm… yo…
-         Aunque si fuera tu solo me lo ataría en una cola de caballo, es demasiado hermoso como para pensar siquiera en cortarlo. – una leve risilla detrás de mí. Hubo un silencio mayor, un tanto nervioso, no sabía qué decir en realidad. Jamás había tenido alguien que me hiciera un cumplido, a menos que habláramos después de realizar un buen trabajo, nadie había dicho algo lindo sobre mí. Me sentía un poco feliz. Y un tanto culpable porque sabía lo de Hidekuni y Norio, y me molestaba que Hidekuni lo amara a él. Eran celos mal infundidos, Norio era una persona muy buena. No tenía la culpa. Nadie la tenía. Él rompió el silencio  - Entonces, ¿eres un felino?
-         Si, un tigre siberiano en realidad. – apretado las manos sobre mi pantalón, sintiendo el leve sonrojo en mis mejillas. Norio sonrió.
-         Que genial. Kunimasa es un jaguar como su padre, y es el único felino semilla pesada que conozco, además de su hermano.
-         ¿Cuántos hermanos tiene Kunimasa?
-         Son 4 hermanos los que tiene, Manami, Shinobu, Yonekuni y Hidekuni.
-         Ya veo, ¿todos son felinos?
-         Solo Manami y Hidekuni, los otros dos son tipo reptil. Por cierto, no te he preguntado, ¿Qué edad tienes?
-         17 años.
-         Eres mayor que yo. Pero aun así somos casi de la misma edad. Eso se siente genial.
-         ¿Por qué lo dices?
-         Todos en la casa, y mis amigos son mayores que yo. Por fin tengo a alguien de mi edad. – dándome un abrazo desde la parte trasera.
-         ¿en serio?
-         Bueno, existe alguien casi de mi edad, pero aún estoy tratando de ver hasta dónde llegan los celos de Kunimasa. Ese bastardo no me deja estar con un chico de mi edad por 5 minutos porque rápidamente lo ataca. Me he vuelto un ser intocable. – rápidamente me di cuenta que estaba hablando de Hideikuni.
-         Solo díselo.
-         Es que no entiendes, es un terco machista posesivo.
-         Jajajaja, me imagino que solo esta “protegiendo” lo que ama. ¿no crees?
-         Supongo. Aunque a veces quisiera que solo dejara de pensar que todos me desean. No es así.
-         Puede ser. Quién sabe.
-         No te pongas de su lado.
-         Solo bromeaba. Es natural querer proteger lo que queremos, ¿no?
-         S-Sí.
-         A ver, ¿tú no harías lo mismo si una hembra comenzara a rondarlo?
-         Mataría a la perra y después a Kunimasa.
-         ¿Ves? Eso es amor. Salvaje, pero amor a final de cuentas.
-         Ok, ya quedo. Supongo que tienes razón. Tratare de hablar con él sobre ello.
Me mire en el espejo, viendo la cola de caballo detrás de mí, ajustada con un listón de color rosado y un broche en el lado derecho, sosteniendo mis cabellos, era una pequeña flor. Sonreí, se veía lindo en mí.
-         ¿Y Hideikuni-kun? -  me preguntó, inocentemente. Desvié la mirada.
-         En su habitación.
-         ¿sigue enfermo?
-         E-Eso creo.
-         No ha querido comer nada en todo el día. Le lleve su almuerzo y la bandeja seguía sin haber sido tocada. Estoy preocupado.
-         Yo también, pero creo que deberíamos darle su espacio.  – dije, notando como Norio se cohibía a sí mismo, apretando los labios.
-         Alex, yo…
-         Será mejor regresar al trabajo. Hablaremos más tarde, ¿sí?
-         Está bien.
-         Gracias por los pasadores.
-         Suerte.
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[Hidekuni]

Estaba tirado sobre su cama, viendo hacia la nada, pensando en tantas cosas a la vez.  Le dolía tanto la cabeza, le ardían los ojos de tanto llorar. Además de la gripe y la temperatura en su cuerpo. Se sentía peor que molido. Se la había pasado todo el día en cama por la temperatura, pero en realidad la enfermedad no era del todo la culpable de su estado tan miserable y apagado.
El sol ya se había ocultado, por lo que el sonido de las cigarras afuera era notorio. Al igual que la casa comenzaba a quedarse, poco a poco, en silencio por la parsimonia de la ausencia de clientes. Solo quedaban algunas familias y alguno que otro político con una cita indiscreta.
El sonido de un golpe sobre la puerta.
-         Hideikuni, papá quiere saber si estas mejor.
-         … - sin respuesta. Kunimasa ingreso en la habitación de su hermano.
-         Lamento la intromisión, pero esto ya es demasiado. – se acercó, sentándose en el borde de la cama. – Hey, dime, ¿Qué te pasa? Y no me digas que es un resfriado.
-         Hice algo horrible.
-         Vamos, no pudo haber sido tan malo.
-         Tanto que me odiaras.
-         ¿Eh? ¿Qué hiciste?
El ambiente se tensó, Kunimasa se levantó, removiéndole la sabana que cubría a su hermano. Lo tomó de la camisa y lo levanto en el aire, estrellándolo contra la pared.
-         ¿Qué le hiciste esta vez a Norio? – bramo, molesto. Levantando el puño, a punto de golpearlo. Hidekuni no responde, mordiéndose el labio.
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[Norio]

Terminaba de esconderse de Manami, que quería ponerlo a picar cebollas, sabiendo que lo odiaba porque terminaba llorando como magdalena. Metiéndose en la habitación de Kunimasa, cuando escucho el ruido de pisadas encima del cuarto. Lo cual le resultó extraño, ya que estaba en la segunda planta y arriba solo estaba el techo. Abriendo la ventana sutilmente, pudo vislumbrar varias sombras moviéndose en el tejado, corriendo y saltando, cubiertos por mascaras. Cerro la ventana al sentir como uno de ellos se giraba hacia él.
Tropezando, dando pasos rápidos hacia la primera planta. Bajando casi como alma en pena. Lo primero que se encontró fue a su novio y su cuñado peleando a mitad del pasillo, empujándolos para desapartarlos. Norio se quedó de intermedio.
-         Norio, quítate, voy a moler a este idiota a golpes. Tal vez así deje de meterse entre nosotros y entienda que tú eres mi pareja.
-         Peleare por el si es necesario. Lo amo.
-         ¡Basta! Los dos. Tenemos problemas mayores. Hay extraños en la casa.
-         ¿extraños? ¿a qué te refieres?
-         ¿alguien ha visto a Alex?
-         ¿no estaba trabajando en  la tienda?
-         Sí, pero tuvimos un descanso de 15 minutos y no ha regresado. ¿creen que este haciendo el vago por allí?
-         No lo creo. Kunimasa, alguien está detrás de Alex. Tenemos que buscarlo.
-         ¿eh? No entiendo a lo que te refieres, pero ¿Qué hay de los tipos que viste?
-         Deben estar aquí por él.
-         Asi es. Lo estan. – se giraron hacia Karen-san, quien traía un abanico, mirándoles con una ceja levantada.
-         Karen-sama. Yo…
-         No hay tiempo para ponernos a hablar. Kunimasa y Norio, encárguense de revisar el segundo piso. Yonekuni y Hidekuni, ustedes revisen el primero. Los demás, revisen las habitaciones y mantengan vigiladas las entradas. Avisen a la policía de que gente sospechosa ha entrado en nuestra propiedad, ya sabrán que hacer. Muévanse, no podemos dejar que se lleven a nuestro invitado.
-         ¡¡SI!!
-         Karen-sama, ¿contra qué nos enfrentamos?- pregunto Norio, nervioso por su amigo. La mujer le acaricio la mejilla, suspirando.
-         La Agencia, querido.
-         ¿eh? ¿Cómo…?
-         No preguntes, solo has lo que te ordene.
-         Claro. 
Todos comenzaron a movilizarse. Indicando a los comensales que cerrarían la tienda porque había invitados no deseados. Una baja por algún accidente sería terrible.
Norio daba vueltas por todas partes. ¿Dónde estaba Alex?
********************
[Allen]

Sentado, con la compañía de la absoluta oscuridad de su habitación. Se sentía tan cansado. Y no era por el trabajo, aunque Manami podría ser menos severo con él.
Su cabeza aun seguía repitiendo esas duras palabras de Yonekuni:
“Norio, te amo…” cada vez que estas resonaban en su cabeza producían ese típico dolor en el pecho, casi como si le metieran el puño en la garganta.  Le dolía. Y mucho.
Normalmente solo trataría de ignorar ese hecho, pero por alguna razón el que fuera Yonekuni quien las decía con esa fuerte confianza suya, solo le hacía sentir ganas de llorar. Muy extraño, considerando que nunca en su vida había sentido esa necesidad. Como si las lágrimas fueran a aplacar un poco su malestar.
Negó con la cabeza varias veces. ¿Por qué pensaba así? Era absurdo pensar en ello.
Se levantó del suelo,  limpiándose sus ropas, cuando algo lo tomo por el brazo, antes de poder pedir ayuda, su boca fue cubierta por un trapo con aroma extraño. En segundos sus ojos comenzaron a cerrarse, cayendo inconsciente.
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