Cuerpo Frío, Corazón Caliente - Capítulo 12 - Competencia de Bastardos (Parte 4.1)

[Bateman & Angel —Piso Inferior de los Laboratorios de Crossing DNA Corp—Área Restringida]

 

Angel se sentía inquieto. Normalmente solo se desplazaban por las zonas que estaban permitidas y es que a pesar de todo el tiempo que llevaba trabajando para Bateman aún no podía ingresar a las áreas restringidas, la cuales estaban tan seguras y custodiadas que si ingresar era difícil, salir lo era todavía imposible.

Y sin embargo ahí estaban, bajando al Piso Inferior, donde se encontraban los laboratorios y experimentos más secretos y de los cuales nadie fuera del complejo tenía idea.

Le sorprendió que Bateman se lo informara, que no seguirían el itinerario que había preparado, que cancelara todas sus reuniones e hiciera tiempo, limpiara su agenda y no tuviera ningún pendiente.

No había sido fácil liberarlo por un día, pero lo había conseguido a tiempo para acompañarlo. Normalmente él se encargaba de la organización de la papelería de Bateman y su trabajo se limitaba más a estar detrás de una pantalla y responder llamadas, algunas veces tenía que acompañarlo a sus reuniones, pero solo cuando estaban apretados de tiempo.

En un principio había imaginado que estaría trabajando en los laboratorios junto a Bateman, pero pasó de un científico a una secretaria.

Si Bateman lo estaba considerando para descender a los laboratorios significaba que estaba haciendo algo bien y que confiaba lo suficiente en él como para dejarlo pasar esas enormes puertas de acero. Quien sabe, tal vez su suerte estuviera cambiando y pronto dejaría el escritorio para trabajar detrás de un microscopio.

Era un lugar enorme, lleno de contenedores y había muy pocos científicos que se movían de un lado a otro, a diferencia de los Fledermaus que vigilaban cada centímetro del lugar, se tomaban su trabajo muy en serio. Tal vez Bateman temía que hubiera alguna fuga de información confidencial. Los hombres que trabajaban aquí eran seguidos por un Fledermaus que iba bien armado y mantenían su atención sobre los presentes, todos eran posibles traidores, nadie estaba excluido de sospecha.

Apretó las manos, nervioso. No podía arruinarlo o sería su última oportunidad de impresionar al jefe y conseguir un ascenso.

Los hombres parecían reconocer la autoridad de Bateman, ya que tan pronto lo veían se apartaban, sin importar lo que tuvieran en las manos. Los Fledermaus lo saludaban con la mano en la frente y se hacían a un lado con los rifles a un costado. No preguntaban qué hacía ahí, solo lo dejaban moverse y no se interponían en su camino, pero Bateman no les prestaba atención, solo continuaba caminando.

Angel había sentido la mirada de las personas cuando pasaban siguiéndolo atentamente, él no estaba fuera de peligro aunque estuviera con Bateman, ya que si pensaban que actuaba extraño le dispararían de inmediato, sin dudar y su cuerpo desaparecería.

Los  contenedores quedaron atrás y fueron sustituidos por tanques llenos de un líquido verde y que ocupaban todo el espacio adyacente. Era un largo pasillo y ambos lados podía observar especímenes que flotaban en el líquido y en el cristal había pequeñas pantallas en las que se mostraban su información y signos vitales. Estaban vivos y aunque algunos tenían forma humanoide, los había tipo reptiliano, llenos de escamas y con la piel lisa, incluso tenían cola. Los más extraños eran los que no tenían una forma definida, tenían cola de pescado, colmillos que sobresalían de sus mandíbulas caninas y brazos tan largos que no parecían estar bien desarrollados y eran más tentáculos por la forma en que flotaban.

Unos nos observaron y se agitaron dentro de su contenedor, inquietos cuando nos vieron pasarlos, pero Bateman no les prestó atención, solo continuó caminando con paso firme y sin inmutarse.

Finalmente se detuvo delante de un contenedor más pequeño, pero en el que flotaba una criatura con rasgos más humanos y que se mantenía quieta, con los ojos cerrados, solo las burbujas  del respirador que tenía conectado y algunas mangueras que iban desde el fondo del contenedor hasta sus brazos, piernas, y espalda.

Como si sintiera que la observábamos, abrió los ojos y se agitó. El monitor alertó que se encontraba despierto y nadó hacia el cristal, colocando su mano en él y mirando a Bateman y a mí con curiosidad. Quise alargar mi mano hacia el cristal, pero Bateman me detuvo, negando con la mirada.

               Sensores de movimiento. —indicó y pude ver el pequeño destello rojizo alrededor del contenedor. —Si metes tu mano ahí es probable que todos los guardias del laboratorio vengan corriendo y te disparen antes de que les des una explicación. Yo se los ordené, por cierto. —dijo con tranquilidad y miró la pantalla y revisando los reportes diarios de su progreso. Había notas demasiado complejas que sentí que solo había entendido su nombre, pero lo demás parecía codificado. —Él es mi orgullo. —admitió, y por primera vez que lo conocía podía decir que lo decía con sentimiento.

El chico me siguió, nadando alrededor y mirándome con el ceño fruncido. Por un segundo tuve la sensación de ya conocerlo y la familiaridad de su rostro me indicó que así era. Se parecía a él.

               Así que este es, ¿no es así? —dije, llevándome una mano al pecho. ¿Qué era esta inquietud y porque sentía que esto era más grande que yo? Esto no eran buenas noticias, eran malas, terribles.

               Sí, el sustituto que hemos creado. —explicó, colocando su mano en mi hombro y mirando al chico mucha atención.

               ¿Hemos?

               Yo, más bien. —rodó los ojos y me miró fijamente. —Sin el original es imposible replicar el trabajo de Snyder. He tenido que crearlo desde cero, basándome en sus investigaciones y en la mía. Aun así no he alcanzado mi objetivo.

               ¿Por qué?

               Varios factores. En primer lugar, Jason no fue creado. Él nació así.

               ¿Nacer así? Eso es… Imposible, ¿no?

               Me cuesta admitirlo, pero Snyder logró crear un huésped perfecto para el suero. Por eso fue más fácil para él asimilar la droga y mutarla. —me entregó la una tableta y observé las anotaciones que había, eran más sencillas y las podía entender con mayor facilidad. —Tras varios intentos, sujetos de prueba que creé, finalmente lo logré. —apretó la mandíbula y desvió la mirada hacia los contenedores vecinos. Realmente había estado trabajando en ello por mucho tiempo. Pero no se veía satisfecho con su progreso. Continuó. —Pero no todo cabía en el mismo recipiente, ¿sabes? Era demasiado para un solo individuo.

Parpadeé cuando vi las muestras que habían tomado para la creación del chico y tragué en seco, nervioso. Ahí habían más de 304 sujetos y casi la mayoría habían fracasado, a excepción de los que se encontraban hasta arriba.

               Crear uno estaba bien, pero no uno que fuera cinco en uno solo, ¿no? —dije al ver los nombres de los “hijos” de Bateman, aunque sus valores eran bajos. No había sido exitoso. Había tenido que tomar solo una parte de ellos para crearlo, lo mejor y eliminar lo peor.

               Solo el 15% de su código genético fue necesario, lo demás era inservible. —dijo con desdén. —Mis “hijos” han vivido más años que otros vampiros y no han presentado problemas con la enfermedad que nos acecha. Son “casi” perfectos. —no sabía cómo interpretar esa pausa final, como si dudara de sus propias palabras.

               Dígame algo, señor.

               ¿Qué cosa?

               ¿Qué hay de Yomen? Según sus reportes, antes no se veía así. ¿Acaso usted lo intentó con él?

               Creí que por su fuerza física sería capaz de asimilar a los cuatro restantes, pero… —apretó la mandíbula y miró hacia el contenedor. —… al parecer no fue así. —se enderezó. —Logré estabilizarlo, pero parte de sus células cerebrales murieron en el proceso, además de las mutaciones a las que su cuerpo se vio sometido. Se volvió una enorme masa de músculos sin raciocinio. Tuvo un retroceso.

               ¿Retroceso? —pregunté, confundido.

               Es un proceso extraño y no muy común. Usualmente sucede a edad temprana, mientras se encuentran en el vientre, pero… Su cuerpo comenzó a comenzar mientras lo teníamos en observación, después de que le inyecté mi suero. Si lo miras de cerca te darás cuenta que él no es como sus demás hermanos, es más como en animal salvaje. Regresó a su naturaleza original; primitiva.

>>Según la historia, el hombre proviene del mono, así que es algo normal hacer esas comparaciones en el caso de Yomen. Fue como si desevolucionara para protegerse de un agente extraño en su organismo. Como un mecanismo de defensa.

               ¿De qué?

               De la droga, claro. Sus cuerpos son diferentes, fuertes y resistentes, aunque no sean más que fallos, así que es normal la reacción fisiológica. Sus defensas físicas los preparan para adaptarse a cualquier entorno hostil, incluso si tiene que cambiar su aspecto físico y su inmunología.

               Impresionante. Entonces, Yomen sigue…

               Sí, la droga sigue fluyendo en su organismo, pero tratar de sacarla sería perder a  un sujeto de investigación valioso. Dentro de él sus células siguen peleando entre sí, resistiéndose y adaptándose. Aún falta mucho y me gustaría ver su progreso.

               Pero aun así… —no estaba de acuerdo con eso. Aunque fuera su creación, tratarlo de esa manera era algo cruel.

               Entiendo tu punto. Crear otro sería lo más inteligente que podría hacer, pero aún tiene utilidad para mí.

               ¿En qué sentido?

               Se encarga de la basura. —señaló, sonriendo. Comenzó a caminar alrededor del contenedor, observando al chico dentro y deslizando su dedo en la pantalla de la tableta. —¿Sabías que cada vez que alguien sale de la ciudad queda registrado? —sentí un leve escalofrío en la parte trasera de la nuca y negué. —Thomas se cree más inteligente que yo, pero solo es confiado. Demasiado lleno de sí mismo como para darse cuenta de esos pequeños detalles importantes.

>>Yo construí esta ciudad, diablos. ¿Cómo podría no saber algo tan simple que yo diseñé para mantener a todos mis hombres vigilados? —se detuvo y me miró fijamente, arqueando una ceja. —Incluso cuando cualquiera sale yo sé dónde están y lo que están haciendo. Nada pasa sin que yo no lo sepa.

>>Cuando Thomas manda a sus hombres fuera, “a mis espaldas”, solo se queda con sus segundos más fuertes y se resguarda a si mismo dentro de su fortaleza de juegos enfermizos, por temor a ser atacado por algún enemigo  mientras sus mejores guerreros cumplen alguna tarea especial.

               ¿A dónde fueron? —preguntó con inquietud. ¿A dónde quería llegar revelándole todo esto? Tenía un mal presentimiento.

               A la colonia que crió Snyder. —respondió. —Ya es momento de cosechar los frutos de ese proyecto.

               ¿Por qué haría algo así? Creí que el derecho sobre la Colonia era suyo. El equipo que íbamos a mandar esta…

               Es mejor así. Nos hemos ahorrado muertes innecesarias. Y ya que pronto el caos caerá sobre esta ciudad, prefiero tener más hombres a mi mando y estar preparado.

               ¿A qué se refiere, señor?

               A que la ciudad se convertirá en un enorme campo de batalla..

               Entonces, deberíamos huir antes de que suceda, ¿no?

               ¿Y por quien crees que vienen, hijo? —se congeló cuando Bateman lo llamó de esa manera y Angel se giró hacia él. —Quieren mi cabeza.

               ¿P-Por qué? Usted no ha… —la voz le estaba fallando y sentía que todos sus sentidos le gritaban que debía huir de ese lugar, de inmediato. Pero cualquier movimiento en falso y terminaría con una bala en la cabeza o en alguno de los contenedores con una cola o branquias.

               Traición. —dijo finalmente, elevando el mentón y observando su creación. No parecía perturbado en lo más mínimo. Se veía tranquilo, sereno. —La enfermedad que ha acosado a nuestra raza todos estos años, la creé yo. —admitió y tras esa afirmación sabía que no tenía otra opción más que salir corriendo. —Pero eso ya lo sabías, ¿no es así? —Bateman lo miró fijamente y por primera vez pudo ver a aquel hombre que todos temían. Sostenía una pistola en su mano y le estaba apuntando a él.

               ¿Q-Qué? No sé a qué… —levantó las manos, no sabía que responder o cómo hacerlo sin seguir delatándose. Estaba acorralado.

Bateman regresó sobre sus pasos, yendo hacia él, obligándolo a retroceder cada vez que él avanzaba, dirigiéndolo hacia la baranda que separaba los contenedores.

               ¿Realmente creíste que no me daría cuenta? ¿Qué no reconocería a mi propio hijo? —rió y negó, desviando la mirada un poco, pero sin bajar el arma. —Que decepción. De todos ustedes, jamás imaginé que serías tu quien me traicionaría. Aunque no lo hiciste solo, asumo, ¿verdad?

               Lo lamento, Padre. —dijo y bajó la mirada, avergonzado, aunque no estaba arrepentido, salvo de haber sido atrapado cuando estaba tan cerca.

               Hasta pronto, hijo. —se despidió Bateman y una figura saltó encima de él, cayendo delante de Ben y apresándolo en sus grandes manos, estrujándolo con fuerza y levantándolo en el aire.

               ¿Y-Yomen? ¿Qué estás…? —gruñó, viendo a su hermano sujetándolo. Sentía todo su cuerpo siendo aplastado y sus huesos crujiendo. —¿Padre? ¡Por favor, no! —suplicó, pero Bateman lo miró con desdén y cansancio.

Elevó un dedo sobre sus labios, acallándolo.

               Los niños malos deben ser castigados. Y los traidores deben morir.

               Ugh… ¡No puedes hacerme esto! —gruñó con dolor, intentando liberarse, pero el agarre de su hermano era demasiado fuerte. Todas sus articulaciones estaban siendo trituradas mientras éste apretaba como si fuera una masa.

               Termina con su sufrimiento de una vez. Estoy cansado de escucharlo. —le dio la orden a Yomen y éste asintió, apretando con más fuerza.

               ¡No tan rápido! —alguien gritó y el techo del laboratorio colapsó, cayendo encima de Yomen, quien liberó a Ben y se protegió para evitar ser aplastado por los enormes tubos y pedacería de concreto.

               Ahí está, la otra rata traidora. —dijo Bateman, viendo a Griffin aparecer y auxiliar a Ben. Sus miradas se encontraron y Griffin le dirigió una mirada de desprecio y un disparo que fue bloqueado por Yomen con su brazo ensangrentado. —¿Por qué no me sorprende? Siempre supe que esto pasaría. —admitió y todo el laboratorio se vio envuelto en una luz rojiza, indicando que alguien había violado la seguridad.

               El único traidor aquí eres tú, padre. —acusó y ayudó a Ben a colocarse a un lado, mientras sacaba su arma y se preparaba. —No creas que te saldrás con la tuya.

               Ya lo he hecho.

Nova y Tyler aparecieron junto a Yomen, pero fue solo la chica quien se colocó en el medio de su hermano y su padre, transformando ambos brazos en dos largas espadas.

               Entonces, ¿así va a ser, querida hermana? —no respondió, solo se inclinó, preparándose para atacar. —Él solo te está utilizando. —no quería pelear contra ella, pero sino la convencía tendría que y no dudaría en lastimarla.

               Tú nos has traicionado. —puntualizó,  molesta. Tyler retiraba los fragmentos de la espalda de Yomen, empujándolos a un lado, pero seguía enterrado bajo los escombros.

               Él nos traicionó primero. ¡Nos mintió!

               Eso no importa ahora, hermano. Ninguno de los dos saldrá vivo de esta habitación. —frotó ambas espadas y Ben cargó de nuevo su arma, listo para disparar.

               Obsérvame. —disparó y Nova esquivó, pero cuando se había acercado demasiado a Ben, a punto de cortarlo por la mitad, una enorme aguja se clavó en su pecho y la electrocutó, haciéndola retroceder.

Ben aprovechó ese momento y le disparó en la pierna, haciendo estallar la extremidad y obligándola a caer sobre su otra rodilla buena.

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El fuego se propagaba con rapidez por todo el terreno del bosque y los alrededores ardían, sin dejar ningún lugar en el que esconderse, o huir. Los árboles crujían mientras se despedazaban y se consumían. Las ramas caían carbonizadas, los arbustos y hojas en el suelo solo servían como combustible para extender el fuego.

Los animales corrían como locos, sin saber hacia dónde dirigirse. Una parvada de pájaros emprendió vuelo, pero Mao alcanzó a ver la mitad del grupo caer, envueltos en llamas y se unieran al fuego, levantando enormes llamaradas.

Iba sujetó al pelaje del were, pero aun así el calor era insoportable y atravesaba su mascarilla, provocándole problemas para respirar. Percibía un aroma chamuscado, similar al de una fogata, aunque ellos se encontraban dentro de ella y no podían salir.

El fuego y el humo se extendían con velocidad, bloqueando el camino y reduciendo el campo de visibilidad. No sabía cómo lo hacía el were, pero parecía saber hacia dónde ir.

               Tenemos que reagruparnos. —dijo Mao al were, quien se limitó a gruñir en respuesta y comenzó a correr hacia la derecha, esquivando las llamaradas y saltando los escombros que bloqueaban su camino.

Un enorme tronco cayó delante de ellos, pero se detuvieron antes de que los aplastara y Mao se sacudió por el repentino frenón. Chocó contra el lomo del were, gimiendo por la fuerza y el dolor, pero se mantuvo sujeto, o de lo contrario resbalaría y no quería tener que enfrentarse al suelo ardiente.

El were retrocedió y tomó otro camino. Mao parpadeó, mareado y sintiendo su pómulo inflamarse. El cuerpo del were era como de piedra sólida y de por sí ya se le hacía difícil respirar por el humo y calor.

Atravesaron el campo en llamas a gran velocidad, hasta que el calor disminuyó y las llamas quedaron detrás de ellos. El were disminuyó su velocidad y se detuvo finalmente.

Los ojos del were fueron hacia el bosque y Mao siguió su mirada, quitándose la mascarilla, mientras bajaba de su lomo.

               No puede ser. —dijo una voz detrás de él y se dio cuenta que se trataba de Emba, quien miraba lo mismo que ellos, con los ojos llenos de lágrimas y se cubría la boca con ambas manos. Estaba bien, pero por su aspecto Mao podía decir que ella también había sido víctima del misterioso incendio.

Estaba a punto de acercarse a Emba para consolarla, cuando alguien lo cogió del hombro y lo giró, sujetándolo del cuello.

               ¡Te lo dije! ¡Te dije que no deberíamos de involucrarnos! —gritó Derno, señalando el bosque y tenía el rostro colorado y cubierto de ceniza negra, dándole un aspecto más viejo. Sus ojos irritados y enrojecidos se posaron sobre él.

               ¿Dónde están los demás? —preguntó Mao finalmente al darse cuenta de que no todos estaban ahí reunidos.

Derno apretó la mandíbula, sujetándole con más fuerza y dejó salir un suspiro, gruñendo.

               No todos tuvimos tanta suerte. —respondió Emba, quien se acercó hacia ellos y colocó una mano sobre el brazo de Derno. Ambos se dirigieron una mirada que Mao no logró descifrar, pero sabía que ellos entendían perfectamente. —Si no fuera por los weres, nosotros también… —se mordió el labio y desvió la mirada, sorbiéndose los mocos.

Derno soltó a Mao y envolvió en sus brazos a Emba, quien correspondió a su abrazo y sollozó, temblando.

               Es lo mínimo que podían hacer. Después de todo, este era su maldito plan y mira lo que ha pasado. —bramó, acariciándole la espalda con suavidad a Emba, dirigiéndole una mirada cargada de enojo a los enormes lobos que permanecían juntos en un círculo, atentos al bosque.

Los Cazadores se encontraban en una esquina y no se veían nada bien. El número de sobrevivientes era casi la mitad, solo aquellos que habían participado y alguno que otro que se había salvado por azares del destino.

“Suertudos”, pensó, pero el pensamiento se le hizo repulsivo.

¿Para eso habían peleado tan duro por su libertad?

Derno tenía razón, el plan de los weres había fallado, pero no porque fuera malo, sino porque se enfrentaban contra Cazadores más experimentados y con mayores recursos. No solo conocían el terreno, sino que tenían a su disposición más hombres y tecnología. Ellos estaban unidos y ellos no, de hecho solo habían accedido por obligación, no por voluntad propia. Mao podía decir una cosa, pero sentirse realmente comprometido con la causa de los weres, o humanos, era otro tema.

Los weres comenzaron a cambiar y un grupo de personas desnudas apareció delante de sus ojos. Todos se veían tan heridos, y sin embargo habían arriesgado sus vidas, no solo para salvar a los humanos, sino a ellos también.

¿Qué era lo que los motivaba a hacer semejante acto? No podía comprenderlo.

Se dirigió hacia los weres, cuando un grito llamó su atención y vio a la niñaEsther creíaayudando a un hombre que gritaba y pataleaba. Se acercó y se dio cuenta de que el hombre tenía quemaduras de cuarto grado, pero lo más grave eran sus extremidades, que parecían carbonizadas y se veía el hueso expuesto.

Esther trataba de tranquilizarlo, pero el hombre se agitaba con fuerza y la apartaba con gran facilidad, haciéndola caer sobre su trasero. Sin embargo, la niña no desistía, sino que se empeñaba en someterlo.

Mao se inclinó y la auxilió, sorprendiéndola por su repentina aparición, pero la niña asintió cuando Mao colocó su mano en la frente del hombre, abriendo su palma y aplicando presión para evitar que se levantara. Esther sacó un objeto de su blusa y colocó la punta de éste en el cuello del hombre, presionando hasta que produjo un pequeño clic y el hombre se quedó quieto finalmente, cerrando los ojos.

Mao y Esther miraron el cuerpo inmóvil de la víctima, su pecho subía y bajaba. Mao se sorprendió por la actitud tan madura de la niña con respecto al trato que le estaba dando al hombre, sin inmutarse, o demasiado impactada y más concentrada en aliviar su dolor que en mirar las quemaduras.

               Lo hiciste bien, niña. —dijo Mao, acariciándole la cabeza y Esther lo miró por primera vez, asintiendo con los ojos rojos y cansados. Era una expresión a la que estaba acostumbrado, desesperación, dolor, tristeza, era lo que se reflejaban en ellos, al igual que los niños dentro de la Zona de Contención en los pisos del fondo.

               Es lo único que puedo haced. Todos están haciendo algo. Así que yo también debo tatad de haced algo pod los demás. —respondió con firmeza y fue la primera vez que Mao se dio cuenta que a pesar del dolor que la niña había experimentado, ella buscaba ayudar, salvar a las demás personas y volverse más fuerte.

Dentro de todo ese enorme infierno en el que los cuerpos de sus compañeros eran reducidos a cenizas y algunos todavía se retorcían de dolor, aún había una pequeña esperanza. Probablemente no habían logrado evitar las perdidas, pero la batalla aún no terminaba. Recién estaba comenzando y los weres lo sabían.

               ¿Qué haces cuando te caes de un árbol? —preguntó a nadie en particular, parpadeando y miró a Esther, esbozando una media sonrisa, mientras se echaba el arma al hombre. —Te levantas antes de que sea demasiado tarde y vuelves a intentarlo hasta que llegas a la cima. Nunca sabrás lo que hay arriba sino te esfuerzas por alcanzarla.

               ¿Qué estás…?

Una fuerte explosión resonó en el pico de la montaña y una enorme nube de polvo se elevó, al mismo tiempo que la onda expansiva los alcanzaba y golpeaba con fuerza. Todos se cubrieron, agachándose y colocándose en lugares donde la ráfaga no los embistiera con los escombros o arrojara muy lejos.

Mao cubrió a Esther, aferrándose al suelo con sus uñas y tratando de concentrar todo su peso. Sintiendo los fragmentos de ramas y el calor sobre su espalda azotarlo con violencia, mientras el zumbido le ensordecía.

               ¡Quédate abajo, niña! —gritó, haciéndose escuchar a través del fuerte ruido y explosiones, viendo al otro lado a sus compañeros haciendo lo mismo. Los estallidos a través de la tierra por todas partes de la montaña provocaron que el suelo retumbara y los árboles y plantas salieran volando, mientras una avalancha comenzaba a formarse y pedazos enormes de tierra caían a gran velocidad hacia el pie de la montaña.

Un tronco pasó por encima de su cabeza y tierra cayó sobre ellos, enterrándolos.

No solo le habían prendido fuego a la maldita montaña, ahora querían destruirla y enterrar a todos los que estaban dentro de ella y matar a los que estaban en el exterior.

               ¿Qué diablos está pasando allí adentro? —se preguntó, confundido.

*********

Los agujeros en la estructura interna de la montaña permitían que el gas se filtrara y que la nube morada comenzara a disiparse, aunque algunos fragmentos del techo y las paredes caían, provocando que todo crujiera y temblara por la poca estabilidad. Los sobrevivientes continuaban su enfrentamiento contra los traidores.

Los tres lanzacohetes yacían en el suelo, echando humo a través del amortiguador delantero.

Derek se quitó la máscara de gas y todos los demás le imitaron.

               Avancemos. —ordenó y comenzaron a seguirlo a la planta baja, encontrándose con la enorme puerta de la Sala de Control completamente sellada. Aun podía ver que el gas no había parado, pero los agujeros en el techo evitaba que se acumulara.

Había cuerpos de los hombres de Joe y algunos rehenes en el suelo, ya fuera con una bala o sobre un charco de sangre. Las cosas se habían salido de control y Joe sabía que la mejor opción era aprovecharse de los más vulnerables y usarlos en su contra.

Lo había logrado. Los sobrevivientes estaban enfurecidos, pero en lugar de hacerlos sentir débiles, se sentían fuertes y más comprometidos con su causa. Sabían que debían detener a Joe antes de que acabara con todos los que no fueran sus seguidores. Era obvio que ya no le importaba si los mataba, siempre y cuando detuviera la insurrección.

Derek maldijo haber estado en lo correcto de que la única opción que tenían era asesinar a Joe y después tomar el control de la Colonia. No había una posibilidad de un trato. Solo no había esperado que el costo fuera la vida de todos sus compañeros.

Apretó las manos en puño y se mordió el labio. Él se encargaría de Joe aunque fuera lo último que hiciera.

Auxiliaron a los rehenes restantes, agregándolos a su grupo y colocándolos detrás de ellos. La revisión fue rápida y se dieron cuenta que solo habían sufrido los efectos del gas somnífero y al estar en el centro se habían salvado de no ser víctimas del gas mortal, aunque  no todos habían sido tan afortunados.

Derek se acercó a Simon, colocando su mano sobre él y su amigo se giró, mirándolo con lágrimas en los ojos. Estaba desecho y cubierto de la sangre de Emily, todavía en estado de shock.

               Simon, te necesito. —dijo Derek y se agachó para estar a la misma altura. No iba a darle palabras de aliento, porque de nada servirían y tenía que saber que aún tenía un trabajo que hacer.

               ¿Qué necesitas, Deck? —respondió, parpadeando y mirándolo confundido.

               Debemos hacerlo salir de la Sala de Control y solo tú puedes encargarte de eso. —le entregó un cinturón lleno de bombas, colocándolo sobre sus manos. —Retomaremos nuestro hogar.

               Los oí. Vienen más vampiros en camino. ¿Qué…?

               No estamos solos, Simon. Los Cazadores y los weres están con nosotros. Acabaremos con cualquiera que se acerque. Pagarán por lo que le han hecho a nuestra familia. —respondió con amargura, sintiendo el escozor en los ojos de las lágrimas amenazando con salir y traicionarlo. Esta era la carga que Jason debía llevar todo el tiempo y en ningún momento se había quebrado, así que él no podía hacer menos. Tenía que ser fuerte, por todos.

               Los haremos pagar. —asintió y apretó su mano con fuerza, había una mirada decidida en él.

Justo cuando lo ayudaba a ponerse de pie, las alarmas se dispararon y todo el complejo se tiñó de rojo.

               Enemigo aproximándose. Enemigo aproximándose. Activando protocolo de seguridad 8-6-9-5. Todos los residentes de la Colonia diríjanse al refugio de inmediato. Todos los residentes de la Colonia diríjanse al refugio de inmediato. —una voz resonó y toda la estructura comenzó a crujir, provocando que algunos escombros que aún colgaban cayeran al suelo.

               ¿Ahora qué está pasando? —preguntó Charlie, tambaleándose por el fuerte temblor. Parecía no poder mantener su estabilidad.

Creían que solo estaba temblando, pero en realidad todo se estaba moviendo. Los pisos superiores giraban en sentido contrario como si fueran hélices gigantes, mientras unos iban en sentido de las manecillas del reloj, otros iban hacia atrás. La velocidad comenzó a aumentar rápidamente y todos se vieron sujetándose a lo primero que encontraron para no salir estampados contra la pared o que algún escombro cayera sobre ellos.

El crujido que hacía cada vez que giraba provocaba que todo el lugar temblara y saltaran por la fuerza, mientras algunos pilares que mantenían en pie la estructura se deshicieran por la velocidad y la presión a la que estaban siendo sometidos.

               ¡Es la montaña! ¡La montaña está girando! —gritó alguien entre la gente, pero Derek poco podía oír debido al zumbido en los oídos por la fuerza centrífuga en la que se encontraba. Vio que algunos se soltaban accidentalmente y terminaban saliendo rodando por el suelo hasta que chocaban entre ellos o se sujetaban a algo más, o alguien.

               ¿Qué hicieron esos idiotas?

*************

Joe y sus hombres saltaban dentro de la Sala de Control, incapaces de mantenerse en el suelo y aunque el técnico había intentado detener el programa de seguridad tan pronto el sistema había detectado la proximidad de naves extrañas en el espacio aéreo, había resultado imposible y ahora ellos tampoco tenían el control de la situación. Alguien lo había programado de esa manera para que una vez activado nadie pudiera detenerlo.

Uno de sus hombres cayó sobre el panel, destruyéndolo con todo su peso, pero eso no lo detuvo. La habitación seguía girando y las pantallas solo brillaban de color rojo. Aunque hubieran podido restablecer la imagen, solo podrían ver estática debido a que las cámaras se habían derretido durante el incendio y el movimiento había destruido el cableado de las paredes. No solo estaban a ciegas del exterior, sino que todas las comunicaciones parecían haberse perdido desde que la puerta se había cerrado. Snyder debería de haber colocado algún inhibidor de frecuencia de largo alcance porque no se alcanzaba a escuchar nada más que estática.

Por si fuera poco había un fuerte pitido desde los altavoces que no dejaba de sonar, era la alarma

               ¡Alguien apague esa cosa! —bramó Joe, pero sentía la presión contra su pecho, impidiéndole hablar sin jadear. Era como si lo estuvieran aplastando y la cabeza no dejaba de darle vueltas. Ya había sido víctima de los objetos que volaban por todas partes y tenía un corte que iba desde el costillar derecho hasta la cadera. Además de que con los disparos que había recibido por parte de Dereck tenía una herida en la pierna que no dejaba de sangrar.

Todos sus hombres luchaban por mantenerse en pie, pero rápidamente el movimiento de la habitación cambiaba y comenzaba a girar hacia el otro lado, deteniéndose y aumentando la velocidad. Era como estar dentro de una batidora.

Alguien vomitó y la peste se hizo presente. Incluso cuando le dispararon, el hedor no desapareció, sino que las paredes se cubrieron de sangre y vomito. Un poco de esta mezcla cayó sobre él y no pudo evitar gruñir, maldiciendo.

*********

Las llamas los envolvían y no parecía haber ninguna ruta de escape. Estaban atrapados y respirar se hacía cada vez más difícil, además del calor sofocante que los golpeaba con fuerza y crueldad.

Arrojaban tierra hacia el fuego, pero las lenguas rojizas en lugar de hacerse pequeñas saltaban y casi los chamuscaban, haciéndolos retroceder y ganando terreno, volviendo sus esfuerzos inútiles.

Todos en el centro estaban aferrados, tratando de resguardarse, pero incluso estar cerca era insoportable. Cuando una fuerte ráfaga hizo que las llamas retrocedieran y una nube de polvo se levantara, permitiéndoles respirar un poco mejor.

Levantaron la mirada hacia la enorme luz sobre ellos y vieron el enorme aerodeslizador de color negro que se mantenía en el aire y el sonido de las turbinas trabajando a máxima capacidad.

No era la única, había otras cinco más que inspeccionaban la zona con reflectores, pero a una distancia segura para no ser atrapados en las llamas o que las turbinas se sobrecalentaran por aspirar el calor.

Una puerta se deslizó y de ella salió una larga escalera que cayó a pocos metros de ellos. Antes de que alguien dijera algo, una voz habló desde las bocinas de la cabina.

               ¿A qué están esperando? ¡Suban de una vez! El fuego se acerca. —explicó con voz fuerte y nerviosa. No le agradaba la situación, pero por alguna razón los estaba ayudando.

Mao y sus compañeros se miraron entre sí, desconfiados sobre quien estaría al otro lado de la escalera esperándolos. Nadie hacía nada sin ninguna razón.

               Vamos, chicos. —los empujó Randolph, indicándoles que se movieran. —No hay tiempo que perder. —ordenó detrás de ellos, mientras se cargaban a los heridos en la espalda y los sujetaban con fuerza, ya que muchos estaban inconscientes o gravemente heridos. —Sea quien sea el que esté arriba, si es un enemigo nos haremos cargo de él. Lo importante ahora es salir de aquí y poner a salvo a los heridos.

               ¿Quién lo nombró jefe, eh? —preguntó Derno, arqueando una ceja y mirándolo ceñudo. —¿En serio piensan subir así nada más? Cada día creo que me convenzo más de que estas criaturas están muy locas. Algo en ellos no funciona nada  bien, ¿saben?

               Son demasiado confiados, algunas veces. —convino Emba, abrazándose a sí misma y mirando como trepaban la escalera con gran facilidad y comenzaban a auxiliar a los que iban subiendo.

               ¿Lo crees? —ambos Cazadores se giraron hacia Mao, quien mantenía la mirada fija y concentrada. —Yo creo que ellos ven lo que nosotros no podemos ver. No lo hacen sin pensarlo, porque ya saben la respuesta. —se acercó a la escalera, y aunque sus instintos le decían que era mejor no subir, su miedo a morir en el fuego era mucho mayor. Era un pensamiento básico en la supervivencia personal. —Si estuvieran tan locos ya habrían saltado a un precipicio y se habrían extinguido. —se sujetó con fuerza y colocó el pie en uno de los barrotes. —Sin embargo siguen aquí, luchando, oponiéndose a un nuevo orden que busca erradicarlos, viviendo los hijos de puta. Por ahora los seguiré en su cruzada, parece que todavía hay cosas que necesito aprender. No quiero morir, pero tampoco quiero estar solo. —dijo y sus compañeros lo miraron como si estuviera loco, pero entre todas esas cosas que salían de su boca tuviera cierto sentido para ellos.

Los Cazadores y los weres treparon por la escalera, dejando el infierno atrás, para acercarse a la enorme construcción artificial de la cual salían chispas y la estructura parecía temblar, provocando que todo lo que la cubría cayera y se amontonara en el suelo, mientras quedaba al descubierto su cuerpo. Ahí tenían que ir, tendrían que adentrarse en una montaña mecánica que estaba fuera de control y en la que estaban recluidos los humanos y los weres y donde su enemigo se ocultaba. Si querían respuestas tendrían que forzar su propia entrada, aunque eso significara echar abajo toda la montaña y enterrarlos.

*********

[Jason —Carnaval —Laberinto]

 

La criatura me atrapó de la pierna, haciéndome perder el equilibrio y hundirme en el agua, donde comenzó a sacudirme con fuerza. Di vueltas dentro del agua, luchando por resistirme y agarrarme a algo, pero era demasiado fuerte.

Sintiendo como me faltaba aire, comencé a clavar el cuchillo en el largo tentáculo que estaba alrededor de mi pierna. Salí volando cuando me soltó y choqué contra el techo del pasillo, aterrizando en el agua nuevamente. La cabeza me daba vueltas y sentía todo el cuerpo adolorido.

Me levanté y atrapé a la criatura a mitad de camino, golpeándola con la punta del bastón y derribándola, al mismo tiempo que una bala le atravesaba la cabeza.

Giré y miré por encima de mi hombro y vi a Gabin dirigiéndome un leve asentimiento y supe que él me había ayudado, como había estado haciendo desde que comenzamos a matar esas cosas.

¿Una manopla con cuchillo y un bastón serían suficientes? Lo dudaba, pero sabía que no me darían otra cosa y cada vez que intentaba tomar algún arma perdida me la arrebataban. Preferían perderla a dármela.

Tardé unos segundos, pero me puse de pie y aspiré profundamente antes de lanzarme de nuevo hacia los hombres que formaban una barricada e impedían que las criaturas siguieran avanzando.

Nos habíamos dividido en dos equipos; uno que se encargaba de enfrentarlo en  combate cuerpo a cuerpo y otro que los inmovilizaba desde lejos con sus armas. Aunque era difícil frenarlos y algunas veces atrapaban a alguno de los que estaban junto a mí y se lo llevaban detrás con la horda de criaturas, quienes no tardaban demasiado en arañarlo y cuando daban el golpe final, comenzar a devorarlo. No siempre lo mataban, se lo comían vivo y sus gritos inundaban el pasillo y hacía imposible ignorar lo que sucedía y que si no éramos cuidadosos terminaríamos así

Gabin había estado apoyándome con su arma y se encargaba de derribar a los que se me acercaban demasiado y yo los machacaba, golpeándolos con la vara y perforando sus cabezas, algunas veces había tenido que golpearles el cráneo hasta que estos crujían y dejaban de moverse, pero eran demasiados y el especio muy reducido, así que nuestro movimiento era restringido y difícil porque podría terminar con una bala de alguno de nuestros “aliados”, quienes esperaban a que la horda terminara de aparecer y pudieran encargarse de nosotros.

Habíamos ideado un plan y cada vez que las criaturas abatían a alguno de los hombres, Gabin se hacía con sus armas y munición, y si tenía algún otro objeto lo guardaba. Lo necesitaríamos más adelante, porque si esto era parte del Carnaval, quien sabe con qué otras cosas nos podríamos encontrar y quería estar armado y preparado antes de que se nos acercaran. A diferencia mía él no estaba tan vigilado y lo pasaban desapercibido, aunque me imaginaba que no tenían el tiempo para hacerlo.

Realmente dudaba que todo fuera a ser tan fácil como hasta ahora, pero tenía que mantener la esperanza de que juntos podríamos encargarnos, aunque no estaba seguro de si podía confiar en él o no, prefería tenerlo de mi lado, por ahora.

Uno de los hombres detuvo a una de las criaturas que estaba en la pared, tratando de burlarnos, clavándole un pico de hierro en el cuerpo y lo jaló, despegándolo. Tan pronto la criatura aterrizó en el agua del pasillo, comencé a golpearla, mientras alguien más la sometía con un bastón. Intentó levantarse, quitándose al hombre de encima, estampándolo contra el techo.

Salté sobre él y comencé a clavarle el puñal en el pecho, colocando mi mano en su cuello para evitar que se levantara y me atacara. Agitó los brazos y se sacudió, pero cuando sacó la cabeza fuera del agua lo golpeé con la manopla y lo regresé al piso, aprovechando y clavando el filo de mi navaja en su pecho con ambas manos.

La cabeza de una de las criaturas salió volando y cayó a pocos metros de mí, alguien había acabado con ella cuando estaba por atacarme. Me di cuenta que se trataba del mismo chico con brazo de metal quien me dirigió un leve asentimiento y me brindó su mano para ayudarme a poner de pie.

               ¿Cómo te encuentras? —me preguntó y continuamos atacando a las criaturas, golpeándolas y apuñalándolas.

Él atrapó a una contra la pared, clavándole su arma en el pecho y disparó su pistola por el piso de la mandíbula y el interior del cerebro de la criatura salió volando por encima, haciendo una enorme mancha negra y viscosa.

Yo sujeté a otra contra la pared, colocando mi brazo en su cuello, y comencé a apuñalarlo repetidas veces en el vientre, sintiendo a la criaturas resistirse y tratar de apartarse, pero rápidamente se quedó inmóvil y arrojé su cuerpo a un lado.

Miré el lugar del cual venían todas las criaturas y no parecía que hubiera disminuido su número. Hasta sentía que habían aumentado y que solo estábamos malgastando munición en algo que ya estaba perdido. ¿Resistir? No estábamos ni cerca de ahuyentarlos.

               Esto no tiene fin. —respondí, agitado y bañado en sudor y sangre oscura. —¿De dónde están saliendo todas estas cosas?

               No lo sé, pero supongo que son criaturas que habitan el laberinto.

               ¿Laberinto? ¿Estamos en un maldito laberinto? —gruñí y me incliné, palpando mi pierna izquierda, donde había un pequeño corte. Al parecer no había salido tan airoso de mi lucha contra esas cosas. No era grave, pero me sorprendía a mí mismo el no haberlo notado.

               Algo así. —hizo una pequeña mueca y se hundió de hombros. —La verdad no sabría en qué nivel, pero no hemos salido de la zona del laberinto y este lugar está lleno de monstruos, trampas y enemigos. Tienes que estar preparado para lo que sea que salte encima de ti.

               Genial. —admití, molesto. No solo debía cuidarme de las mascotas de Thomas Dale, sino que también debía mirar mi espalda de los que estábamos metidos en toda esta tontería del Carnaval. —¿Tú por qué estás haciendo esto?

               ¿Acaso tengo otra opción? Cuando te eligen para participar en el Carnaval solo puedes sobrevivir y subir de nivel o de lo contrario puedes formar parte del menú de estos monstruos. Pero, según escuche de los veteranos, entre más subes, más difícil se pone la cosa.

               ¿Qué hay arriba? —por instinto levanté la mirada hacia arriba.

               No lo sé. —respondió con un suspiro y algo de temor.

               ¿Me estás diciendo que solo estás matando monstruos sin saberlo? —no podía creerlo. Esto era maravilloso. Rodé los ojos y me rasqué encima de la ceja. —¿Estás seguro que arriba es mejor que aquí?

Mi pregunta debió parecerle una tontería, porque me miró como si estuviera loco y todo su cuerpo se tensó.

               Cualquier lugar es mejor que este infierno, Jason. —murmuró entre dientes, aunque podía sentir la duda en su voz. No estaba seguro de que eso fuera cierto. No lo podía culpar, a final de cuentas nadie sabía nada con seguridad. Todo lo que sabíamos o bien era una mentira o era lo que ellos esperaban que pensáramos. A veces era mejor solo esperar lo mejor dentro de la suciedad.

               ¿Por qué estás con ellos? —pregunté, mirando a los hombres. No parecían la clase de amigos que él se debería rodear. Todos parecían mercenarios y delincuentes de la peor clase.

Una criatura salió del agua y saltó sobre él, pero la cogió del cuello con su brazo robótico y la estampó contra el suelo, hundiéndola y manteniéndola debajo del agua. Como si supiera que hacer, le clavé el cuchillo y la criatura dejó de moverse y agitar el agua. Él me agradeció con un leve asentimiento.

Flexionó el brazo, alargándolo y moviendo los dedos, revisando sino había ningún mal funcionamiento. Cuando estuvo satisfecho con su pequeño chequeo, asintió y me miró.

Me jaló de la camisa, colocándome detrás de él y golpeó a la criatura que buscaba atacarme por sorpresa, atravesándole el pecho con su brazo.

               Mis posibilidades de sobrevivir son más grandes si permanezco con ellos que solo. ¿Enfrentarte a todos tu solo? Debes estar loco. Ni a mi peor enemigo le deseo eso. —hizo una mueca de asco al ver su brazo cubierto de la sangre de la criatura.

Salté encima de él, utilizándolo como apoyo y le di una fuerte patada a la criatura que venía contra nosotros y justo cuando volvía a levantarse, le asesté un fuerte golpe con el bastón en la cabeza y clavé mi cuchillo en la parte superior del cráneo.

               No importa cuántos aliados tengas, si no hay confianza entre ustedes, estás mejor solo que con ellos.

               Puede que tengas razón. Pero quiero vivir y utilizaré cualquier medio para conseguirlo. —me contradijo, al mismo tiempo que continuábamos matando a esas cosas. Incluso bajo esas circunstancias podíamos mantener un dialogo medianamente decente, aunque las cosas se calentaban y estábamos comenzando a cansarnos de pelear sin descanso.

               Te traicionarán. —señalé, rompiéndole un brazo a una criatura con el bastón y apuñalándole la espalda. —Tarde o temprano se volverán en tu contra. —mi bastón se había doblado por el impacto de los huesos y ahora era inservible. Gruñí.

               Cuando ese momento llegue, pensaré algo. Si tienes tanto miedo…

Le interrumpí, arrojándole un pedazo de mi bastón, que golpeó a una de las criaturas del techo y los otros hombres se encargaron de terminar.

               Yo no tengo miedo. —puntualicé, molesto y claramente ofendido.

               ¿Por qué no te quedaste en el Fondo? —dijo, colocándose delante de mí y empujándome con su pecho. —Estoy seguro que podrías haber encontrado un pequeño cuarto y mantenerte a salvo.

Apreté la manopla con fuerza, conteniendo las ganas de estampársela en la mandíbula.

               No tuve elección. —respondí. No era el momento de ponerse emocionales por minuciosidades. Estábamos en un campo de batalla, rodeado de monstruos y pelear entre nosotros no traería nada bueno. —Me empujaron a este lugar. Y si hubiera sabido que podía sobrevivir en esa alcantarilla, créeme que habría preferido quedarme ahí que tener que enfrentarme a esta mierda de Thomas Dale.

               ¡No rompan formación! ¡Continúen atacando! ¡Ya casi acabamos con ellos! —alguien gritó detrás de nosotros entre el grupo de Gabin. No sabía quién lo había elegido como el jefe, pero era evidente que todos pensaban lo mismo que yo cuando dejaron salir suspiros cansados y algunos gruñidos fastidiados.

               ¿Qué vamos a hacer, entonces? —le pregunté a él y me miró confundido. —No podemos seguir así. Es cuestión de tiempo antes de que llenen todo el pasillo y terminemos en pedazos.

Una bala pasó entre los dos y derribó a una de las criaturas que había pasado la primera línea y que se comía a uno de los hombres en el techo. Ambos cuerpos cayeron al agua. Nos giramos hacia el responsable, quien gruñía y maldecía, aún en posición.

               Estoy de acuerdo. —dijo Gabin que peleaba con su arma, al parecer se había trabado. Chasqueó la lengua y la tiró al suelo, sacando un machete. —Y cuando eso suceda, detonarán el pasillo y enterraran a esos monstruos, con nosotros en él. Vivos o muertos, les da igual. Con tal de llevárselos al infierno. —se veía un poco mejor, pero sus heridas seguían presentes y eso me preocupaba, al igual que en mi cuerpo. Si era un vampiro, debería de haberse curado y no lo estaba haciendo. —Soy Gabin. —le saludó levemente.

               Durand. —respondió cortésmente y me sorprendí que fuera Gabin quien preguntara algo tan importante y que yo había pasado desapercibido. Hasta ahora solo lo conocía como el chico de brazo robótico.

Le pregunté a Gabin sin palabras si se encontraba bien y él asintió, agitando la mano. Debería parecer una mamá gallina con tanta preocupación por un desconocido, pero si era grave, no podría seguir arrastrándolo por el mentado laberinto de Thomas Dale, eso podría ser la peor decisión, para ambos.

               ¿Qué propones? —preguntó finalmente Durand, echándose los cabellos hacia atrás. Todos estábamos empapados, fuera sudor, sangre o cualquier otra porquería de había a nuestro alrededor. Parecía que nos habíamos sumergido en una letrina. —Están armados y cuando se den cuenta de que queremos huir nos meterán una bala.

               ¿Está todo listo, Gabin?

               Por supuesto. Solo debemos continuar fingiendo un poco más antes de que explote. —dijo y salió corriendo hacia la primera fila, imitando a un grito de guerra. Algo inesperado y que los demás consideraron como que había perdido la cabeza, pero cuando le cortó la cabeza a una de las criaturas todos le imitaron y el ánimo se elevó extrañamente. La locura que uno llegaba a padecer durante los momentos más peligrosos y estresantes parecía ser un gran estimulante que jamás llegaría a entender.

               ¿A qué se refiero, Jason?

               Creo que será mejor seguir a Gabin. Confía en mí, si él corre, tú debes correr. —palmeé su pecho y le indiqué que debíamos unirnos a él. —No confío mucho en que se haya “controlado” con los preparativos. —admití en voz baja y seguí a Gabin, ayudándolo.

Los que estaban hasta atrás nos miraban fijamente, pero no había dejado de disparar. Cuando una de sus pistolas dejaba de funcionar o no tenían munición la tiraban y sacaban otra como por arte de magia

               No podremos seguir conteniéndolos más tiempos. ¡Debemos hacer algo! —gritó uno de los hombres que estaba junto a mí, estaba arañado y tenía una enorme cortada que le surcaba la mitad del rostro. Se había llevado la peor parte por seguir las malas decisiones de un tonto líder.

               ¡¿Dónde están los refuerzos?!

               Nos estamos quedando sin balas.

               ¡Y sin hombres! —replicó al mismo tiempo que abatía a otra criatura con su sable.

               ¿Acaso ustedes no tienen explosivos? —pregunté, golpeando a la criatura cuyas fauces estaba a punto de engullirlo. Me dolía la mano.

               Nosotros no. —respondió y miró por encima de su hombro hacia los que estaban detrás de nosotros. —¡Arrójenme unas bombas! —ordenó a los hombres, pero estos hicieron oídos sordos, concentrándose en disparar e ir retrocediendo poco a poco.

               Nos están dejando. —murmuré.

               Eso no… —le interrumpí, negando y señalando hacia atrás de nosotros. Él se giró y vio que, efectivamente, la distancia se hacía más grande entre nuestros grupos y los francotiradores iban retrocediendo gradualmente, colocando la mayor distancia posible. —Desgraciados. Sabía que nos traicionarían cuando nos descuidáramos.

               ¿Qué haremos? —preguntó Durand, nervioso, mirándome a mí, a Gabin, al hombre, y a nuestros compañeros por el rabillo del ojo. Sin las balas no aguantaríamos demasiado. Nos despedazarían en segundos y mientras se entretuvieran con nosotros, ellos podrían alejarse y llegar al siguiente nivel o al menos prepararse de no ser acorralados.

               ¡A la mierda con esos bastardos! A mi señal, todos nos echamos a correr hacia ellos.

               ¿Crees que nos lo permitirán? Somos la carnada. Nos dispararan cuando vean lo que tramamos.

               Estamos atrapados. —dijo alguien y no pude estar más de acuerdo con él. No podíamos avanzar y tampoco retroceder y replegarnos

 

***************************

[Arthur]

 

Bajó de su coche y se adentró en la enorme mansión de su primo, recibiendo miradas curiosas e inquisitivas mientras atravesaba el vestíbulo y llegaba al Salón Principal donde se desarrollaba la celebración de cumpleaños.

¿Cuántos años eran? No lo sabía y estaba seguro que su primo tampoco le importaba demasiado. Un año no era nada, ni siquiera diez, porque seguirían viéndose iguales.

Era algo gracioso el celebrar un cumpleaños, cuando para ellos el tiempo era algo banal, pero todos agradecían una buena fiesta y era razón suficiente para reunirse.

El salón lucía tan extravagante, superando sus expectativas y eso que decía conocer muy bien a mi primo y a Paice.

Estaba hermoso, pero no podía quitar esa palabra de mi mente cada vez que veía la decoración o los invitados. Era tan… demasiado, como él.

Realmente, y siendo honesto, no echaba de menos este ambiente. Para nada cambiaría mi mansión lúgubre por este enorme lingote de oro artificial que parecía sacado de la olla de un duende.

El color principal de la fiesta era dorado. Paredes doradas, cortinas, luces blancas que hacían que el brillo se intensificara y todos los presentes vestían como si fueran figuras de oro sólido. Había bocadillos en una enorme y larga mesa junto con bebidas espumosas, pero nadie parecía estar interesado lo suficiente en ella como para acercarse y probarla—lastima por los cocineros—.

Su atención no se encontraba en los cuadros que adornaban las paredes y los cuales eran carísimos, además de exóticos. Era como si todos los artistas de toda la historia hubieran sido congregados y sus obras de arte fueran un bonito papel tapiz común y corriente.

No. Todos miraban a las jóvenes y provocativas mascotas que permanecían en el centro de la habitación, demasiado quietas y que exhibían sus cuerpos a los invitados. Tenían un aroma exquisito y todos estaban esperando que alguien hiciera los honores para poder probarlas. Hombres y mujeres por igual, la gente no era quisquillosa con el género de su comida, solo pedían que fuera joven y estuviera limpio.

Arthur podía escuchar sus corazones acelerados ante la atención de la que eran víctimas. Algunos temblaban por estar rodeados de tantos vampiros. Era evidente que era su primer banquete, y el último.

Casi sintió pena por ellos. Casi. Pero no puedes disfrutar una buena comida y soltar lágrimas de tristeza porque ha dado su vida para nutrirte, ¿verdad?

Por regla las mascotas no entraban a la casa de un vampiro sin invitación, ya que ésta solo iba dirigida al dueño y los animales se quedaban fuera. Algunos no podían evitar sentir la urgencia de alimentarse cuanto antes, pero debían esperar y obedecer las reglas de su anfitrión.

               Vaya, vaya. Pero mira a quien tenemos aquí. —se giró hacia la femenina voz y encontró a Paige, quien usaba un vestido pegado y arrebatador. Cada movimiento que hacía parecía incitar al pecado y estuvo a poco de robársela del lugar, pero sabía que su primo no lo encontraría nada  divertido.

               Hola, Paige. Wow, te ves hermosa. —admitió con un pequeño silbido y ella arqueó un ceja, no muy convencida de sus palabras, aunque agitó su hombro y sonrió.

               Los halagos no te salvarán. ¿Sabes en cuanto trabajo me has tenido estos días? Creí haberte dicho que te quedaras en tu mansión. —señaló, llevándose una copa a los labios y bebiendo un pequeño sorbo, aparentando disfrutar el líquido.

               Si te sirve de consuelo, mi padre no ha dejado de destruirme los oídos, repitiéndome lo irresponsable que soy y la posición en la que lo he puesto delante del Consejo. —bufó, rodando los ojos.

               Oí que Bateman y Dale te tienen muy vigilado.

               No solo ellos. El Consejo también. Strom y sus socios. Y creo que algunos ligues pasados.

               Te has convertido en el hombre más deseado de la ciudad, que maravilla.

               No puedo hacer nada sin que alguien salte sobre mi e intente asesinarme.

               Te diría que tú te lo buscaste, pero eso ya lo hice. Te dije que las cosas se iban a poner feas, ¿no?

               Sí, me advertiste. Solo no especificaste que tendría a tanto chiflado de esquina a esquina.

               Y eso no es lo peor. A pesar de tu escena y nuestros esfuerzos, el Consejo no tiene intenciones de liberar a los weres. De hecho, se ha iniciado un nuevo proyecto para ampliar las instalaciones de Strom, en colaboración de Crossing DNA Corporation.

               Desgraciado Bateman. ¿Cuáles son mis opciones?

               ¿Retirarte y pedir disculpas? ¿Continuar y fracasar? ¿Pedirle ayuda a tu padre?

               Prefiero que me lleven al Carnaval antes que hacer algo así.

               No sabes de lo que hablas. Podrá ser entretenimiento, pero nada es peor que el Carnaval. Es un agujero sin salida.

               Tendré que cambiar el tablero, ¿no?

               Si le prendes fuego y destruyes todo, supongo. Bateman es muy poderoso y tiene a todos besándole el trasero. —dijo en voz baja y cautelosa, mirando hacia todos lados, como si alguien pudiera estar pendiente de lo que hablaban. Bien podría decir que era paranoica, pero Bateman era alguien que podía sorprender con sus mañas.

               Eso solo porque no han visto el mío. —bromeó y casi escupe su trago, golpeándolo con el hombro. —¿Y dónde está? La fiesta está en su máximo apogeo. —preguntó, cambiando de tema y ella se enderezó.

               Oh, ya sabes como es. Ella nunca llega temprano, necesita… —agitó su mano en gesto dramático y Arthur rodó los ojos.

               … hacer una gran entrada. —terminó y Paige asintió.

               Típico de ella. Entonces, ¿a qué debemos tu presencia en nuestra “humilde” reunión de amigos?

La fiesta era de todo, menos humilde. Por favor, había visto a una mujer desnuda cubierta de pintura dorada desde las uñas hasta la areola de los pezones. Sabía que lo decía en broma, pero había niveles. Casi todos los hijos de los más poderosos de la ciudad estaban aquí, que hasta  el dorado podía verse en los barrios pobres.

Si bien no podía derrotar a Strom por medios legales, gracias a su primo y a Paige terminarían saboteando sus máquinas por toda la energía que utilizaba la mansión y lo llevarían a la bancarrota.

               Yo… —meditó mi respuesta por unos segundos y esbozó una media sonrisa. —Quería un cambio de aires. Respirar aire puro. —mintió, aunque había querido decir que no quería estar solo en esa maldita mansión otro segundo más, pero no lo hizo. Su orgullo no se lo permitió, aunque se tratara de Paige, quería mantener esos pensamientos para sí mismo.

               Pues me alegra que nos eligieras para recomenzar. Bienvenido a la noche, querido.

               Es bueno regresar a ella. —convino, incomodo. No quería estar ahí, pero su primo era importante para él y era una de las pocas personas que no lo quería muerto. Eran como hermanos, así que no podía perderse su cumpleaños.

Paige lo tomó de la mano y caminaron, saludando y sonriendo a cuanto se les atravesaba, aunque la mente de Arthur estaba en otro lugar y lo hacía todo por inercia, dejándose llevar por la corriente, algo en lo que era muy bueno.

Después de mirar las pinturas y echarle un ojo a algunas mascotas—ninguna le llamó la atención en particular—, se congregaron debajo de la enorme escalera imperial. Las luces bajaron suavemente hasta que todo el lugar estuvo envuelto en la penumbra.

 Un reflector iluminó la parte superior de la escalera, donde estaba una mujer con un antifaz dorado parada en el centro, sosteniendo las cadenas de dos mascotas hombres, quienes se mantenían postrados a cuatro patas como animales y con las cabezas abajo. Su cabello era tan rubio, pero aun así Arthur podía distinguir que algunas hebras no eran sintéticas, eran de oro verdadero y tenía flores en él. Su vestido parecía más una armadura, pero no le hacía desentonar, las proporciones eran precisas y muy bien definidas, dándole una apariencia femenina y a la vez dura. La cola estaba compuesta de pequeñas cadenas, diminutas, pero todas muy bien unidas y que daban la ilusión del mismo tul más fino.

La luz le siguió mientras bajaba cada escalón con una gracia que hacia olvidar las enormes plataformas que usaba y sus movimientos eran tan gráciles que parecía acostumbrada.

Cuando llegó al último escalón y todos pudieron contemplar su enorme cola de novia que se extendía desde arriba hasta abajo, se giró hacia la oscuridad.

               Sean bienvenidos a mi hogar, queridos amigos. Espero que disfruten la fiesta y muchas gracias por venir. ¡Que comience el banquete! —gritó y las luces se encendieron, al mismo tiempo que pequeños papelitos dorados comenzaron a caer desde el techo y los presentes aplaudieron emocionados.

En algún momento alguien le auxilió con las mascotas y se las llevó lejos de su vista, probablemente algún sirviente y la cola desapareció, pero aun sin esas cosas seguía siendo tan llamativa que era difícil no mirar en su dirección y apartar la mirada.

Saludó cordialmente, sintiéndose la persona más importante de  todos los presentes y sin recordar al menos lo que esa gente le decía, porque ante sus ojos no eran nadie. Salvo dos personas en particular.

               Arthur. —saludó alegremente y se inclinó hacia él, envolviéndolo en un cariñoso abrazo, mientras le daba un beso en la mejilla y otro en los labios.

               Elizabeth. —correspondió, abrazándolo y Arthur tuvo que ponerse de puntitas para alcanzarlo. —Hermosa como siempre. —dijo con honestidad, todavía sorprendido por lo llamativo que se veía su primo. Besó su mano con delicadeza e hizo una reverencia.

               Adulador. —movió los hombros, agitándose suavemente y pellizcándole una mejilla. —¿Y? —preguntó finalmente, dirigiéndole una mirada curiosa y filosa.

               Solo… —miró a Paige en busca de ayuda, pero ésta fue junto a su primo, colocando su brazo en la parte de la cadera, dándole un beso en la boca más cariñoso. Suspiró. —…quería visitarte. Ya sabes, distraerme un poco.

               Sí, bueno, lo entiendo. Después del espectáculo que diste en el Consejo, yo también buscaría un refugio. —señaló con cierta malicia, aunque lejos de ser hirientes sus palabras eran más como un recordatorio y mostraban su preocupación por él. Alargó su mano y le apretó con suavidad. —Tranquilo, este es un lugar seguro, ¿verdad, amor? —se dirigió a Paige y ella asintió. —¿Algo de tomar? Debes estar sediento. —hizo un gesto con sus dedos y rápidamente todos los sirvientes estaban a su alrededor con diferentes bebidas y botellas.

               En realidad, yo…

               Arthur, querido. Sabes, para mí lo más importante es el placer, los negocios vienen después. —puntualizó y le entregó una copa con algo rojizo. —Debes probarlo, es exquisito. —dijo con orgullo y él también se sirvió, relamiéndose los labios.

               Vine por ti, querida. —habló después de beber un trago y hurgó en su saco, extrayendo una pequeña caja aterciopelada de color negro. La extendió hacia él y soltó un pequeño grito de felicidad al ver el obsequio.

               Oh, no te hubieras molestado. —agitó suavemente la caja, tratando de descubrir lo que contenía. —¿Joyería? ¿Una tarjeta autografiada? Espero que no sea una notificación por mi reciente comportamiento. —rió y comenzó a abrirlo con cuidado, llevándose una mano hacia la boca en sorpresa y miró a Arthur con los ojos abiertos. —¿Esto es…?

               Así es. —asintió, elevando la copa al aire y sonriendo. —Sé cuánto lo deseabas, así que… es todo tuyo.

Elizabeth tomó el objeto entre sus dedos y se lo enseñó a Paige, admirándolo con una atención y fascinación que rosaba la obsesión. Eran muy pocas las veces en que lo podía ver siendo cautivado por algo, pero claramente valía la pena, ya que era cuando más honesto y hermoso se veía.

               No debiste… Esto es… Wow. —no tenía palabras para describir cómo se sentía o la cantidad de emociones que experimentaba. Solo se limitó a colocarlo en su palma y ver los pequeños destellos que el medallón con incrustaciones de diamantes y zafiros desprendía a contraluz. Lo apretó contra su pecho, resguardándolo con mucho cariño y miedo a que fuera a desvanecerse. —Tía no…

               Mamá habría querido que lo tuvieras tú. No existe nadie mejor para usarlo que tú. —señaló y casi sintió que se le salían las lágrimas de felicidad.

Era tan pequeño, a comparación de toda su colección de joyería, pero el valor sentimental que éste tenía era mil veces más grande y es que había pasado toda su vida deseándolo y que llegara a sus manos era el mejor regalo.

Recordaba a su tía Marie cuando se arreglaba delante del espejo del tocador y de todas los accesorios que mantenía en su alhajero éste era el que más quería y utilizaba en los eventos de sociedad. Observarla mientras se vestía y maquillaba era una de las cosas que más disfrutaba y era algo muy especial para él. Toda su vida había tratado de emular su esencia, y aunque tenía clase y se veía hermoso, todavía le faltaba mucho antes de llegar a ser como su tía, o su madre.

                Es precioso, Arthur. —Elizabeth se inclinó y volvió a abrazarlo y besarlo. —Lo amo. —admitió y se lo entregó. —¿Podrías, por favor?

               Por supuesto. —Arthur lo tomó y lo colocó con sumo cuidado en su vestido, a pocos centímetros de su clavícula y que quedará a la vista de todos. Se veía muy bien en ella.

               Muchas gracias. ¿Cómo se ve?

               Perfecto.

               Vamos, los invitados nos esperan y no puedes perderte el banquete. —lo cogió de la mano, junto con Paige del otro brazo, y los guió hacia donde los invitados ya estaban “cortejando” a las mascotas y las seleccionaban. No quería presenciarlo, pero era un invitado y no podía rehusarse. Además, un bocadillo antes de regresar a casa no le haría ningún mal.

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