El Exorcista y El Tigre - capitulo 1 (parte 3)
Parte 3
Reo lo bajo
suavemente, haciendo una reverencia en señal de respeto y desapareció,
regresando a sus demás labores, que eran vigilar toda la zona e informarle a
Kotaro que debía regresar al templo para hacer la guardia nocturna de la
familia Akashi, junto a los demás sirvientes de los miembros.
Akashi se quedó unos
momentos más ahí, en la entrada, pensando. Tantas cosas habían pasado. Finalmente
Tetsuya era un exorcista, que felicidad para su viejo amigo.
Se dio la vuelta, tenía
algunos asuntos que arreglar con su padre, pero antes de hacerlo se detuvo al
ver un extraño movimiento de arbustos junto a la entrada. Saco su larga cadena
de sus brazos, solo por seguridad.
-
¿Quién está ahí?
– no hubo respuesta, los arbustos dejaron de moverse – sino se identifica ahora
mismo, atacare, no importa si es humano o no. – advirtió. Lanzando su cadena
hacia los arbustos, con la intención de capturar al intruso, pero antes de que
pudiera atacarlo, el color lila de unos largos cabellos le detuvo, haciendo que
su cadena saliera hacia otra dirección (fallando)
-
Aka-chin… - todo
el aire salió de sus pulmones, paralizándose con la boca abierta y la mirada
sorprendida. ¿era real lo que estaba viendo?
-
Atsushi. ¿eres…
realmente eres tú, Atsushi?- el peli lila salió de su escondite, quitándose las
hojas y ramas que quedaban en su cabeza, era más alto, pero el siempre había
sido alto así que no había gran cambio. Se
veía más grande, físicamente hablando. Vestía una gabardina negra, una camisa
blanca y zapatos negros de agujeta, vestimenta formal.
-
Sí, soy yo,
Aka-chin. He regresado para cumplir nuestra promesa. – dijo, esbozando una
dulce sonrisa. Akashi no sabía que responder, estaba en shock, completamente
perplejo. No fue sino hasta sentir el contacto del más alto sobre su mejilla
que se dio cuenta que estaba llorando. – no llores Aka-chin, lamento haber
desaparecido, pero ahora… puedo cumplir nuestra promesa. Esta vez nada nos
separara, ni siquiera tu familia. – pronuncio suavemente. Esas palabras
calmaban un poco el dolor en su pecho. Alargo su mano, acariciando sus cabellos
suavemente.
-
No puede ser. En
serio eres tú. Creí que mi padre… - no pudo decirlo, decirlo le dolía como si
tragara lijas, trago en seco.
Estaban juntos, pero
cuando creía que el cielo se había abierto para darle un hermoso obsequio,
fueron interrumpidos por el sonido de las voces. Algunos guardianes que estaban
haciendo sus rondas. Akashi se giró hacia ellos, asustado.
-
Atsushi, debes…
- se giró, pero no había nada frente a él. Murasakibara había desaparecido.
Algo llamo su atención,
en el suelo. Se agacho, tomándolo entre sus dedos. Era… una menta.
Significa que es verdad, está vivo. Dijo para sí mismo, apretando el dulce entre sus
manos contra su pecho.
Atsushi. Volviste para llevarme contigo, ¿verdad?
Se limpió las lágrimas
que quedaban en sus ojos y se dirigió a la casa. Tal vez era el único que lo sabía,
no quería tentar su suerte preguntándole a su padre por ello. No después de
haber sido la razón de su desaparición hace 3 años.
**************************
Dejaba la habitación
con un pequeño traste lleno de agua y vendas machadas en sangre. El sujeto seguía
profundamente dormido en el pequeño círculo de sanación.
Tenía que informarle
a Akashi-kun, si no le decía que había rescatado a un espíritu herido, aunque
no fuera la primera vez, me regañaría y podría enojarse mucho.
Tire el agua y
comencé a lavar los trapos. Lo bueno era que no había sido tan difícil el
curarlo, coserle por aquí y por allá para evitar el sangrado, ponerle medicina
y dibujar un círculo de sanación.
Además de los
pequeños otros detalles para que no desapareciera a mitad del procedimiento.
Suspiro, viendo a través de la ventana, es muy noche. Tal vez debería irme a
dormir.
Pero tengo que tomar
un baño, así que camino nuevamente hacia mi habitación a tomar una muda de
ropa, el agua debe estar caliente. Ahora solo quiero disfrutar mi baño sin
ningún problema, dormir un poco y mañana, si, mañana hablare con Akashi-kun,
incluso el chico se puede haber ido para entonces.
Fuera lo que fuera a
hacer, obviamente, no sería esta noche. Tal vez después de dormir un poco
podría pensar en algo.
Me detuve frente al
altar de mi abuela, aplaudiendo suavemente, encendí el incienso, cerrando los
ojos, me hinque sobre mis rodillas, pronunciando una oración.
-
Abuela, hoy
tuve mucho trabajo. Fue un día maravilloso. Soy un exorcista, bueno, novato,
pero es algo. Ojala pudieras verme, estoy haciéndolo bien. Espero que estés
contenta por mí. – digo en voz alta al mismo aire, sé que la abuela ya no está
en la tierra, tiene años que dejo este lugar, pero aun así, el decirlo frente a
su altar me hace sentirme menos solitario.
Me pongo de pie, y
continúo directo hacia mi habitación, pero me detengo en la habitación donde
descansa el sujeto al que acabo de salvar. Una cosa es segura, no es humano, lo
supe desde que toco mi brazo. ¿Está bien que lo tenga en casa? Akashi-kun me ha
avisado que debo mantenerme alejado de ellos, pero es… imposible hacerlo.
Además estaba herido, tal vez podría tener información de algún espíritu
malvado rondando los alrededores y atacando a espíritus inocentes. Otra razón
mayor para ayudarle.
Algo le empujo contra
la pared, ahogando su voz al sentir algo alrededor de su garganta.
-
¿Qué…?
*************************
Lo tomo de la
garganta, cerrando su mano alrededor de su cuello delgado, el chico era una
pulga, algo demasiado débil, de no ser porque escucho el sonido de sus pasos,
no lo habría percibido jamás.
-
Su-Suéltame… -
pronunciaba apenas audible, Kagami le miro, dubitativo, por más que inhalara no
podía percibir nada más que el mismo aire. No tenía esencia, era extraño y a la
vez frustrante. ¿Qué clase de humano era él? No es como si conociera a muchos,
pero era desconcertante que su sentido del olfato fallara de esa manera.
-
¿Quién eres?
¿Dónde estoy? – viéndolo fijamente, sus ojos fueron hacia donde estaba un
pequeño colgante en su muñeca derecha, que se sujetaba a una pulsera de plata,
la miro fijamente, regresando a donde el enano, que aún se aferraba a sus
muñecas tratando de evitar que lo ahogara - ¿Qué me pusiste en la muñeca? –
elevando más el tono de su voz, que pensó haría temblar al más pequeño, pero
era todo lo contrario, desafiándolo con la mirada.
-
Agh… no puedo
respirar… - suelta su agarre, liberándolo y dejándolo en el suelo, el pequeño
se queja, sobándose la zona afectada de su cuello. Aun así Kagami no desiste,
tomándolo de la muñeca, comienza a sacudirle, demasiado rudo.
-
Contéstame,
humano. – diciendo las palabras con cierto tono molesto.
-
Ugh, eres muy
rudo, ¿sabes? Así no conseguirás respuestas.
-
Ahora o
romperé tu brazo. – amenazo, tensando su mandíbula y apretando con un poco más
de fuerza.
-
Ya, lo
entiendo. Me llamo Kuroko Tetsuya, y estas en mi casa. Lo que traes es una
pulsera que yo mismo invente, quería hacer un collar, pero ya llevas uno y no
quise removerlo. El cristal que cuelga de ella es lo que te permite permanecer
en este mundo. – señala con su dedo
hacia donde había estado Kagami hacia unos minutos antes – Tuve que hacer un
circulo de curación para sanar tus heridas, ya que el alcohol y las gasas no
son suficiente para un espíritu. Te traje aquí, arriesgando mi pellejo, porque
parecía que necesitabas ayuda. ¿Quién te hizo esas heridas?
-
Aquí quien
hace las preguntas soy yo. – bufo, incapaz de ocultar esa media sonrisa
burlona, acompañado de una risa demasiado fuerte que hizo retumbar su pecho - ¡JA!
¿Quieres que me crea que un simple humano hizo todo esto para ayudarme? ¿a mí,
un espíritu bestial? Que mal mentiroso eres, humano. Como recompensa me
alimentare de tu alma.
-
Yo no lo creo.
– enterrando su otra mano libre en forma de punta, los dedos clavándose en su
costilla. Kagami se dobló de dolor, cayendo de rodillas liberándolo para
sobarse donde le había atacado. El pequeño aprovecho la distracción y salió
corriendo fuera de la habitación, Kagami se levantó, dando tropezones, una de
sus múltiples heridas se había abierto. Reviso, aun no cerraba como normalmente
hacían, pero no sentía demasiado el dolor. Por el momento iba a matar a ese
enano y robaría su energía vital, con ella podría recuperar fuerza.
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Tosiendo,
recargándome contra la pared del pasillo. Ese agarre había sido demasiado
fuerte. Mirando detrás de mí, el sujeto pelirrojo se estrelló directo con el
suelo, ahogando un gemido, bramando una grosería.
Me incorpore,
haciendo aparecer mi pistola entre mis manos, apuntándole.
-
Quédate
quieto, tus heridas se abrirán.
-
Bah, si tanto
te preocupara mi seguridad no apuntarías tu arma hacia mí. ¿arma? Oh, ya veo,
eres un exorcista, ¿verdad? – una media sonrisa cruzo su rostro, con el dedo en
el gatillo, mirándolo fijamente a cada movimiento. Trague en seco.
-
¿y que si lo
fuera? Además, tú fuiste el primero en atacarme, cuando solo trataba de
ayudarte. Ahora, dime tu nombre y tu especie.
– maldición, mi voz se estaba quebrando, debía dejar de preocuparme por él.
Como Akashi-kun me había advertido varias veces antes. Ahora mismo se había
cumplido, había metido un espíritu peligroso a la casa. Esbozo una sonrisa, gateando en el suelo, sus
manos frente a él. Abrió la boca, un escalofrió recorrió mi cuerpo al ver como
sus dientes se transformaban en colmillos puntiagudos, un rugido fuerte resonó
en el pasillo, como un aire potente, me cubrí con mis brazos para protegerme de
la ventisca que me iba haciendo retroceder. Un segundo rugido y mi cuerpo fue
estrellado contra la pared.
Mientras eso pasaba
el cuerpo del pelirrojo parecía estar sufriendo una extraña metamorfosis, sus
brazos y piernas alargándose, mientras una cola salía por su parte trasera y
unas orejas puntiagudas y pelaje de color amarillento y rallas aparecía por su
piel.
Un bestial tipo felino. Dije para mis adentros, viendo cómo se
transformaba en un enorme tigre en toda la extensión de la palabra. Bigotes, garras que arañaban el piso y esos
enormes colmillos que sobresalían de sus fauces, mientras su lengua los
acariciaba. Su mirada fija en mí.
Algo extraño, unas
pequeñas lenguas rojas salían de su hocico, abriendo más grande me di cuenta
que eran llamas las que se formaban. Un ataque. Salte, arrojándome por las
escaleras.
Un fuerte estallido,
llamas y humo. Rodee hasta chocar contra una de las paredes. Recomponiéndome
rápido, ya que el tigre se puso en marcha detrás de mí, cazándome.
Maldición, así no
podía dispararle. Mucho menos traer un espíritu para protegerme. Continúe
corriendo, atravesó una de las paredes, atajándome a mitad del pasillo.
Una bola de fuego salió
de su hocico directo hacia mí, agitando la mano hacia su misma dirección, ambas
energías chocaron, volviéndose simple vapor.
-
¿Exorcista que
lanza agua?
-
No agua. –
moviendo suavemente mis dedos al aire, mientras una pequeña bola de nieve se
creaba, transformándose en un pequeño cristal de hielo.
-
Ya veo. Eso
significa que somos enemigos naturales. Hielo y fuego no pueden convivir. No
importa, tu energía será mía exorcista de hielo. – alargue mi brazo para
detener su fuego, creando una pared de hielo entre los dos, que impedía su paso
y nos dejaba divididos. Sus llamaradas chamuscando el hielo.
Puedo ver como este comienza
a derretirse. Tengo que mantenerlo más tiempo.
CRACK.
Una grieta, pequeña. Está
destruyendo mi hielo. Logra atravesarlo con su cuerpo, mostrando sus fauces y
garras hacia mí. Saco mi arma, y disparo
sin mirar al sentir como soy arrojado fuera de la habitación, mi arma sale de
mi mano.
Continúo corriendo, dejándolo
atrás. O eso creo, cuando escucho el sonido de sus pisadas detrás de mí. Un
estallido de fuego, puedo ver como el color naranja baña el pasillo, me doy
media vuelta, bloqueando el fuego del espíritu, a duras penas puedo hacerle
frente a su poder.
Todo el fuego
desaparece, en una pequeña nube de vapor, la cual desaparece cuando la disperso
con mi energía. Sin embargo no hay nada frente a mí, ni un solo rastro.
¿Dónde…? No tengo tiempo de pensar, cuando me doy cuenta el tigre salta a
través de la pared derecha, tacleándome fuertemente. Atravesamos varias paredes
de la casa, hasta que finalmente caemos, destruyendo el piso, me aferro a su pelaje,
cambiándonos de posición, así el recibe todo el impacto de la caída y yo quedo
encima de su cuerpo.
Rodamos por el suelo,
intercambiando posiciones por ver quien quedara encima, él lo logra, hasta que
me logro apoyar en el suelo, usando mis piernas para empujarlo lejos de mí y
que se estrelle contra la pared. Me
coloco de pie, a la defensiva.
Ambos quedamos
separados, mirándonos, viendo quien hará el siguiente ataque. Moviéndonos en un
círculo invisible alrededor de la habitación. El tigre no deja de mostrar sus
colmillos, rugiendo suavemente. Jamás me había enfrentado contra un espíritu de
tipo bestial, así que no sé qué hacer, solo se cosas pequeñas de los felinos,
pero nada de debilidades. Pero como él dijo, él es fuego y yo soy hielo, puedo
usarlo a mi favor si utilizo mejor mis poderes.
-
Recuerda, no te sobre esfuerces. Tienes un límite
de tiempo con ese poder tuyo.
Lo sé, no tienes que recordármelo, respondo a la voz en mi cabeza. Como si pudiera
olvidar algo así de importante.
El tigre lanza una
llamarada, la esquivo, haciéndome a un lado para evitar el contacto, el calor
de sus llamas es fuerte, casi puedo sentirlo quemándome la piel. Me aparto.
Levantando la mano frente a mí, concentro toda mi atención en la forma,
pequeñas agujas de hielo aparecen a mis costados, aprieto la mano en un puño, haciendo
que estas salgan disparadas hacia el tigre. Logra esquivar la primera ronda de
agujas, destruyéndolas con su fuego, pero algunas logran rozarle, dejándole
heridas leves que denotan más que una mancha de sangre.
Vuelvo a crear más
agujas a mí alrededor.
-
Detente, ahora
o saldrás herido. No estás en condiciones de pelear.
-
Ja, todos
ustedes, humanos asquerosos, no son más que nuestro alimento. Jodete. Yo no
obedezco órdenes de un humano, mucho menos de un exorcista.
Vuelve a lanzarse en
contra mía, retrocedo, pero ese simple movimiento de pánico basta para que las
agujas salgan disparadas hacia todas partes.
Me cubro con los
brazos, esperando el golpe del tigre, pero este nunca llega. Abro los ojos,
encontrándome con el pelirrojo en su forma humana, ahora tirado en el suelo,
una de las agujas ha impactado en su hombro, al parecer con la suficiente
fuerza como para atravesarlo.
Oh, no, qué hice.
Corro a socorrerlo.
La pelea había terminado, ahora tenía que revisar si esa herida se podía curar
rápido o sino perdería mucha energía espiritual y moriría. Me agacho, tratando
de alcanzar el hielo incrustado en su hombro, si lo toco y me concentro puedo
deshacerlo y curar la herida. Pero antes de lograrlo algo me toma de la muñeca,
demasiado fuerte.
-
Es una trampa.
Mire al pelirrojo que
suelta una risa triunfante, su rostro ensombrecido. La aguja de hielo se
derrite y solo queda un pequeño agujero, que se va cerrando lentamente.
Antes de defenderme
el pelirrojo se lanza sobre mí, rodamos por el suelo, tratando de apartar sus
manos de mi cuello. Le doy una patada en la entrepierna, arrastrándome para
alejarme de él. Algo me toma del tobillo. Lo siguiente que veo es como soy
lanzado por el aire contra la pared. Ahogo un quejido por el dolor del impacto,
pero no tengo tiempo de responderle el ataque, ya que cuando me doy cuenta
estoy atravesando la pared. Pedazos de madera y otros materiales salen volando
junto a mi cuerpo.
Maldición, me
descuide.
Caemos al suelo,
quedando debajo de él, sus manos me impiden moverme, apretando mis muñecas. Sus
piernas también han inmovilizado mis piernas.
Algo se presiona
contra mis brazos. Abro los ojos, un asqueroso aliento. Se está transformando
en bestial, su cuerpo se contrae, viendo como todo su cuerpo cambia de un
segundo a otro. Cierro los ojos, temiendo que me devore de inmediato. La baba
de su hocico cayendo en mi rostro mientras exhala fuerte. Sus patas me
aprisionan, y sus garras se clavan más y más, provocando que sangren mis
extremidades.
-
Eres tan
ingenuo. Bajaste la guardia – como si no lo supiera, es peor escucharlo de sus
labios. Intento forcejear para liberarme, pero nada parece funcionar. Es más
fuerte.
-
Ahhhh…
suéltame… tu herida…. – él mira hacia donde está la mancha de sangre, pero
parece darle lo mismo.
-
¿uh? ¿esto? Un
rasguño inofensivo. Pero te lo hare pagar, tu alma es mi exorcista. – algo
húmedo acaricia mi mejilla, es áspero y tiene un olor asqueroso. No puedo
evitar sentir un escalofrió en mi cuerpo. Es su lengua, ¿me está probando?
No, a este paso me
devorara. Las lagrima comienzan a salir de mis ojos, maldición, si Akashi-kun
me viera ahora mismo me daría una buena reprimenda, siendo dominado por un
bestial.
No hay de otra, tengo
que llamarlo. O moriré.
-
¡¡NIGOU!! –
grito en desesperación. Un aullido fuerte resuena desde lo lejos, el tigre se
aparte un poco, sus orejas moviéndose en busca del dueño del llamado.
De entre los arboles
de la propiedad, se escuchan los grandes pasos a trote rápido. El tigre levanta
la mirada, viendo hacia donde está la hilera de árboles. Un segundo y un enorme
perro de color negro con blanco sale, embistiéndolo con su cabeza. Lo arroja
lejos de mí.
Me giro, colocándome
de pie. Las heridas sangrando, nigou se coloca frente a mí, interviniendo en el
camino del tigre. Protegiéndome de mi agresor.
El tigre suelta un
rugido, comenzando a correr hacia nosotros, nigou le responde soltando un
bramido, listo para atacar. Acaricio su pelo, indicándole que se quede quieto.
Ahora que estoy libre, puedo hacerlo. Saco un pergamino, lanzándolo hacia el
tigre. Este se pega en su frente, bloqueándole la vista.
Corro, aprovechando
la distracción, el tigre logra deshacerse del pergamino, destruyéndolo con sus
llamas, pero es demasiado tarde. Mi pierna choca contra su hocico, empujándolo
con todas mis fuerzas, e tigre sale disparado lejos, rodando por el suelo.
Caigo sobre mi rodilla, haciendo aparecer mi pistola de nuevo en mi mano
derecha, apuntando directo a su cabeza.
-
Debes entender
que no todos los humanos somos seres que ven desde arriba a los espíritus. –
bajo mi arma, dándome cuenta que ya no puede hacer nada más para atacarme, e
incluso si lo intenta, esta vez nigou no se detendrá por nada y lo despedazara,
el parece entenderlo también. Aunque mis palabras no lograron aplacar su ira un
poco sigue teniendo la misma mirada. Continúo al lado de nigou, acariciando su
barbilla suavemente. Mueve su cola en señal de felicidad.
Unas llamas envuelven
su cuerpo, en un par de segundos, vuelve a su forma humana. Su cabello
pelirrojo cayendo por su espalda y hombros, de una forma irregular, parece un
motociclista. Su mano sobando su mandíbula, donde mi pierna golpeo. Sus ojos
rojo borgoña me miran, no sé qué decir, ¿está enojado? ¿Furioso? ¿O está peor?
Su mirada no me dice nada, su ceño fruncido es difícil de leer. Su boca se mantiene
en una línea inmóvil, hasta que se curva en una mueca de molestia.
-
Tsk, no
olvidare esto, exorcista. Dime tu nombre, de nuevo. – demanda, señalándome con su dedo, a
lo que simplemente me limito a levantar una ceja en duda y un poco de molestia.
-
¿Por qué debería
de hacerlo?
-
Mi nombre es
Kagami Taiga, el tigre de fuego, espíritu tipo bestial.
-
Yo soy Kuroko
Tetsuya, exorcista novato, mucho gusto, Kagami-kun. – hago una leve reverencia,
lo que lo sorprende, no sé si es bueno o malo, pero la educación es
indispensable en mí. Casquea la lengua, girándose, pero antes de salir de la
propiedad se detiene en la entrada.
-
Fue divertido
pelear contigo, Tetsuya. Lo dejaremos para otro día.
-
Espera, ¿A
dónde iras? ¿Por qué viniste al mundo humano? – pregunto, alzando la voz para
que le llegue hasta donde está.
-
Eso… no es de
tu incumbencia.
Con esto desaparece,
dando un salto al aire encima de las casas. Qué extraña costumbre tienen los espíritus
de saltar sobre los techos ajenos.
Me quedo junto a
nigou, aferrándome a su espalda para no caer. Miro mis brazos, pequeñas líneas
de sangre salen, deslizándose hasta caer al suelo. Recargo mi frente contra el
cuerpo de nigou, soltando un suspiro.
Ahora si estoy
muerto, Akashi-kun me matara por mi imprudencia.
Abro los ojos,
levantando la vista hacia la casa, que suelta humo de algunas partes y en otras
escombros. La casa esta deshecha.
-
Bien, será
mejor que la arregle antes de que los vecinos se den cuenta lo que hice.
Camino hacia la casa,
nigou adopta su disfraz, convirtiéndose en un perrito pequeño que apenas llega
hasta la mitad de mi rodilla.
-
Ufff… que
sujeto más destructivo. – suelto un suspiro, y como todas las veces anteriores*
me acerco hacia donde está el altar de la abuela, sacando la pequeña piedrecilla
que me regalo Akashi-kun en caso de estas situaciones*.
Nuevamente salgo de
la casa, dando un saltillo del ultimo escalón y ya fuera, coloco la piedra en
el centro de mi palma, inhalo profundamente, apretando la piedra entre mis
dedos. Un ligero calor sobre esta que se extiende por todo mi brazo, un aire
frio acaricia mi cuerpo. Suelto el aire, abriendo la palma.
La piedra comienza a
brillar, soltando pequeños destellos.
-
Wiederaufbau
– pronuncio las palabras mágicas, la piedra brilla más y los destellos salen
disparados alrededor de la casa, cubriéndola. Las chispas comienzan a hacer su
trabajo, restaurando las paredes, cristales rotos, el techo, las tejas, las
escaleras, las marcas de madera quemada, el agujero en el piso, todo el segundo
y tercer piso se alzan nuevamente, volviendo a su antigua forman.
En un segundo, todos
los escombros vuelven a su forma original y la casa se ve como nueva. Hasta las
manchas de sangre han desaparecido, igual que mis heridas se han curado.
*****************************************
Caminando encima de
la barda de las casas, sus ojos iban hacia dentro de estas, donde había
montones de humanos. Trago en seco, sintiendo una extraña sensación.
Normalmente, después de una batalla así tendría mucha hambre de energía
espiritual, pero… nada. Su estómago está tranquilo, claro que tiene hambre,
pero es de alimento físico.
¿Qué sucede con su
cuerpo? Golpea su estómago, intentando hacerlo reaccionar, pero este parece
tranquilo. Es más, está lleno.
Un escalofrió, se
gira, lanzando una llamarada de su mano. Los dos ataques chocan.
Llamas doradas. Abre
bien los ojos, ahí, encima del poste de luz, una figura delgada, vistiendo un
atuendo tradicional de deidad protectora, su cabello rubio meciéndose con el
aire, corto, pero un poco crecido.
-
¿Quién eres?
-
Esto es una
advertencia, si vuelve a intentar dañar a Kurokocchi, no seré tan piadoso la
próxima vez. ¿entendido? – dice, saliendo a la luz de los faroles, sus ojos son
de un amarillo dorado, pero no hay duda en su rostro, es serio. Sus dedos
tienen largas uñas y una cola esponjosa se asoma por detrás, al igual que las
orejas que sobresalen de su cabeza. Un
bestial.
-
Un zorro. –
pronuncia Kagami, así mismo. El sujeto no espera su contestación, solo se
desvanece con el aire, en un humo.
Trago en seco, al
parecer su tarea no iba a ser nada fácil como lo esperaba. ¿Y quién demonios
era Kuroko Tetsuya? No lo sabía, pero podía estar seguro que él no había
mandado a ese espíritu zorro detrás de él. Porque… ¿Por qué no lo había llamado
antes durante su batalla? Si tenía un
espíritu así de fuerte podría utilizarlo en su contra, ¿no?
Wiederaufbau – Reconstrucción.
*(Nótese que no es la
primera vez que mete a un espíritu que le destruye la casa o intenta matarlo)
*(Él también sabe que
es muy descuidado y ha destruido la casa varias veces el solo practicando sus
ejercicios)
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