El Exorcista y El Tigre - capitulo 1 (parte 3)

Parte 3


Reo lo bajo suavemente, haciendo una reverencia en señal de respeto y desapareció, regresando a sus demás labores, que eran vigilar toda la zona e informarle a Kotaro que debía regresar al templo para hacer la guardia nocturna de la familia Akashi, junto a los demás sirvientes de los miembros.
Akashi se quedó unos momentos más ahí, en la entrada, pensando. Tantas cosas habían pasado. Finalmente Tetsuya era un exorcista, que felicidad para su viejo amigo.
Se dio la vuelta, tenía algunos asuntos que arreglar con su padre, pero antes de hacerlo se detuvo al ver un extraño movimiento de arbustos junto a la entrada. Saco su larga cadena de sus brazos, solo por seguridad.
-       ¿Quién está ahí? – no hubo respuesta, los arbustos dejaron de moverse – sino se identifica ahora mismo, atacare, no importa si es humano o no. – advirtió. Lanzando su cadena hacia los arbustos, con la intención de capturar al intruso, pero antes de que pudiera atacarlo, el color lila de unos largos cabellos le detuvo, haciendo que su cadena saliera hacia otra dirección (fallando)
-       Aka-chin… - todo el aire salió de sus pulmones, paralizándose con la boca abierta y la mirada sorprendida. ¿era real lo que estaba viendo?
-       Atsushi. ¿eres… realmente eres tú, Atsushi?- el peli lila salió de su escondite, quitándose las hojas y ramas que quedaban en su cabeza, era más alto, pero el siempre había sido alto  así que no había gran cambio. Se veía más grande, físicamente hablando. Vestía una gabardina negra, una camisa blanca y zapatos negros de agujeta, vestimenta formal.
-       Sí, soy yo, Aka-chin. He regresado para cumplir nuestra promesa. – dijo, esbozando una dulce sonrisa. Akashi no sabía que responder, estaba en shock, completamente perplejo. No fue sino hasta sentir el contacto del más alto sobre su mejilla que se dio cuenta que estaba llorando. – no llores Aka-chin, lamento haber desaparecido, pero ahora… puedo cumplir nuestra promesa. Esta vez nada nos separara, ni siquiera tu familia. – pronuncio suavemente. Esas palabras calmaban un poco el dolor en su pecho. Alargo su mano, acariciando sus cabellos suavemente.
-       No puede ser. En serio eres tú. Creí que mi padre… - no pudo decirlo, decirlo le dolía como si tragara lijas, trago en seco.
Estaban juntos, pero cuando creía que el cielo se había abierto para darle un hermoso obsequio, fueron interrumpidos por el sonido de las voces. Algunos guardianes que estaban haciendo sus rondas. Akashi se giró hacia ellos, asustado.
-       Atsushi, debes… - se giró, pero no había nada frente a él. Murasakibara había desaparecido.
Algo llamo su atención, en el suelo. Se agacho, tomándolo entre sus dedos. Era… una menta.
Significa que es verdad, está vivo. Dijo para sí mismo, apretando el dulce entre sus manos contra su pecho.
Atsushi. Volviste para llevarme contigo, ¿verdad?
Se limpió las lágrimas que quedaban en sus ojos y se dirigió a la casa. Tal vez era el único que lo sabía, no quería tentar su suerte preguntándole a su padre por ello. No después de haber sido la razón de su desaparición hace 3 años.
**************************

Dejaba la habitación con un pequeño traste lleno de agua y vendas machadas en sangre. El sujeto seguía profundamente dormido en el pequeño círculo de sanación.
Tenía que informarle a Akashi-kun, si no le decía que había rescatado a un espíritu herido, aunque no fuera la primera vez, me regañaría y podría enojarse mucho.
Tire el agua y comencé a lavar los trapos. Lo bueno era que no había sido tan difícil el curarlo, coserle por aquí y por allá para evitar el sangrado, ponerle medicina y dibujar un círculo de sanación.
Además de los pequeños otros detalles para que no desapareciera a mitad del procedimiento. Suspiro, viendo a través de la ventana, es muy noche. Tal vez debería irme a dormir.
Pero tengo que tomar un baño, así que camino nuevamente hacia mi habitación a tomar una muda de ropa, el agua debe estar caliente. Ahora solo quiero disfrutar mi baño sin ningún problema, dormir un poco y mañana, si, mañana hablare con Akashi-kun, incluso el chico se puede haber ido para entonces.
Fuera lo que fuera a hacer, obviamente, no sería esta noche. Tal vez después de dormir un poco podría pensar en algo.
Me detuve frente al altar de mi abuela, aplaudiendo suavemente, encendí el incienso, cerrando los ojos, me hinque sobre mis rodillas, pronunciando una oración.
-       Abuela, hoy tuve mucho trabajo. Fue un día maravilloso. Soy un exorcista, bueno, novato, pero es algo. Ojala pudieras verme, estoy haciéndolo bien. Espero que estés contenta por mí. – digo en voz alta al mismo aire, sé que la abuela ya no está en la tierra, tiene años que dejo este lugar, pero aun así, el decirlo frente a su altar me hace sentirme menos solitario.
Me pongo de pie, y continúo directo hacia mi habitación, pero me detengo en la habitación donde descansa el sujeto al que acabo de salvar. Una cosa es segura, no es humano, lo supe desde que toco mi brazo. ¿Está bien que lo tenga en casa? Akashi-kun me ha avisado que debo mantenerme alejado de ellos, pero es… imposible hacerlo. Además estaba herido, tal vez podría tener información de algún espíritu malvado rondando los alrededores y atacando a espíritus inocentes. Otra razón mayor para ayudarle.
Algo le empujo contra la pared, ahogando su voz al sentir algo alrededor de su garganta.
-       ¿Qué…?
*************************
Lo tomo de la garganta, cerrando su mano alrededor de su cuello delgado, el chico era una pulga, algo demasiado débil, de no ser porque escucho el sonido de sus pasos, no lo habría percibido jamás.
-       Su-Suéltame… - pronunciaba apenas audible, Kagami le miro, dubitativo, por más que inhalara no podía percibir nada más que el mismo aire. No tenía esencia, era extraño y a la vez frustrante. ¿Qué clase de humano era él? No es como si conociera a muchos, pero era desconcertante que su sentido del olfato fallara de esa manera.
-       ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? – viéndolo fijamente, sus ojos fueron hacia donde estaba un pequeño colgante en su muñeca derecha, que se sujetaba a una pulsera de plata, la miro fijamente, regresando a donde el enano, que aún se aferraba a sus muñecas tratando de evitar que lo ahogara - ¿Qué me pusiste en la muñeca? – elevando más el tono de su voz, que pensó haría temblar al más pequeño, pero era todo lo contrario, desafiándolo con la mirada.
-       Agh… no puedo respirar… - suelta su agarre, liberándolo y dejándolo en el suelo, el pequeño se queja, sobándose la zona afectada de su cuello. Aun así Kagami no desiste, tomándolo de la muñeca, comienza a sacudirle, demasiado rudo.
-       Contéstame, humano. – diciendo las palabras con cierto tono molesto.
-       Ugh, eres muy rudo, ¿sabes? Así no conseguirás respuestas.
-       Ahora o romperé tu brazo. – amenazo, tensando su mandíbula y apretando con un poco más de fuerza.
-       Ya, lo entiendo. Me llamo Kuroko Tetsuya, y estas en mi casa. Lo que traes es una pulsera que yo mismo invente, quería hacer un collar, pero ya llevas uno y no quise removerlo. El cristal que cuelga de ella es lo que te permite permanecer en este mundo.  – señala con su dedo hacia donde había estado Kagami hacia unos minutos antes – Tuve que hacer un circulo de curación para sanar tus heridas, ya que el alcohol y las gasas no son suficiente para un espíritu. Te traje aquí, arriesgando mi pellejo, porque parecía que necesitabas ayuda. ¿Quién te hizo esas heridas?
-       Aquí quien hace las preguntas soy yo. – bufo, incapaz de ocultar esa media sonrisa burlona, acompañado de una risa demasiado fuerte que hizo retumbar su pecho - ¡JA! ¿Quieres que me crea que un simple humano hizo todo esto para ayudarme? ¿a mí, un espíritu bestial? Que mal mentiroso eres, humano. Como recompensa me alimentare de tu alma.
-       Yo no lo creo. – enterrando su otra mano libre en forma de punta, los dedos clavándose en su costilla. Kagami se dobló de dolor, cayendo de rodillas liberándolo para sobarse donde le había atacado. El pequeño aprovecho la distracción y salió corriendo fuera de la habitación, Kagami se levantó, dando tropezones, una de sus múltiples heridas se había abierto. Reviso, aun no cerraba como normalmente hacían, pero no sentía demasiado el dolor. Por el momento iba a matar a ese enano y robaría su energía vital, con ella podría recuperar fuerza.
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Tosiendo, recargándome contra la pared del pasillo. Ese agarre había sido demasiado fuerte. Mirando detrás de mí, el sujeto pelirrojo se estrelló directo con el suelo, ahogando un gemido, bramando una grosería.
Me incorpore, haciendo aparecer mi pistola entre mis manos, apuntándole.
-       Quédate quieto, tus heridas se abrirán.
-       Bah, si tanto te preocupara mi seguridad no apuntarías tu arma hacia mí. ¿arma? Oh, ya veo, eres un exorcista, ¿verdad? – una media sonrisa cruzo su rostro, con el dedo en el gatillo, mirándolo fijamente a cada movimiento. Trague en seco.
-       ¿y que si lo fuera? Además, tú fuiste el primero en atacarme, cuando solo trataba de ayudarte. Ahora, dime tu nombre y tu especie.  – maldición, mi voz se estaba quebrando, debía dejar de preocuparme por él. Como Akashi-kun me había advertido varias veces antes. Ahora mismo se había cumplido, había metido un espíritu peligroso a la casa.  Esbozo una sonrisa, gateando en el suelo, sus manos frente a él. Abrió la boca, un escalofrió recorrió mi cuerpo al ver como sus dientes se transformaban en colmillos puntiagudos, un rugido fuerte resonó en el pasillo, como un aire potente, me cubrí con mis brazos para protegerme de la ventisca que me iba haciendo retroceder. Un segundo rugido y mi cuerpo fue estrellado contra la pared.
Mientras eso pasaba el cuerpo del pelirrojo parecía estar sufriendo una extraña metamorfosis, sus brazos y piernas alargándose, mientras una cola salía por su parte trasera y unas orejas puntiagudas y pelaje de color amarillento y rallas aparecía por su piel.
Un bestial tipo felino. Dije para mis adentros, viendo cómo se transformaba en un enorme tigre en toda la extensión de la palabra.  Bigotes, garras que arañaban el piso y esos enormes colmillos que sobresalían de sus fauces, mientras su lengua los acariciaba. Su mirada fija en mí.
Algo extraño, unas pequeñas lenguas rojas salían de su hocico, abriendo más grande me di cuenta que eran llamas las que se formaban. Un ataque. Salte, arrojándome por las escaleras.
Un fuerte estallido, llamas y humo. Rodee hasta chocar contra una de las paredes. Recomponiéndome rápido, ya que el tigre se puso en marcha detrás de mí, cazándome.
Maldición, así no podía dispararle. Mucho menos traer un espíritu para protegerme. Continúe corriendo, atravesó una de las paredes, atajándome a mitad del pasillo.
Una bola de fuego salió de su hocico directo hacia mí, agitando la mano hacia su misma dirección, ambas energías chocaron, volviéndose simple vapor.
-       ¿Exorcista que lanza agua?
-       No agua. – moviendo suavemente mis dedos al aire, mientras una pequeña bola de nieve se creaba, transformándose en un pequeño cristal de hielo. 
-       Ya veo. Eso significa que somos enemigos naturales. Hielo y fuego no pueden convivir. No importa, tu energía será mía exorcista de hielo. – alargue mi brazo para detener su fuego, creando una pared de hielo entre los dos, que impedía su paso y nos dejaba divididos. Sus llamaradas chamuscando el hielo.
Puedo ver como este comienza a derretirse. Tengo que mantenerlo más tiempo.
CRACK.
Una grieta, pequeña. Está destruyendo mi hielo. Logra atravesarlo con su cuerpo, mostrando sus fauces y garras hacia mí. Saco mi arma,  y disparo sin mirar al sentir como soy arrojado fuera de la habitación, mi arma sale de mi mano.
Continúo corriendo, dejándolo atrás. O eso creo, cuando escucho el sonido de sus pisadas detrás de mí. Un estallido de fuego, puedo ver como el color naranja baña el pasillo, me doy media vuelta, bloqueando el fuego del espíritu, a duras penas puedo hacerle frente a su poder.
Todo el fuego desaparece, en una pequeña nube de vapor, la cual desaparece cuando la disperso con mi energía. Sin embargo no hay nada frente a mí, ni un solo rastro. ¿Dónde…? No tengo tiempo de pensar, cuando me doy cuenta el tigre salta a través de la pared derecha, tacleándome fuertemente. Atravesamos varias paredes de la casa, hasta que finalmente caemos, destruyendo el piso, me aferro a su pelaje, cambiándonos de posición, así el recibe todo el impacto de la caída y yo quedo encima de su cuerpo.
Rodamos por el suelo, intercambiando posiciones por ver quien quedara encima, él lo logra, hasta que me logro apoyar en el suelo, usando mis piernas para empujarlo lejos de mí y que se estrelle contra la pared.  Me coloco de pie, a la defensiva.
Ambos quedamos separados, mirándonos, viendo quien hará el siguiente ataque. Moviéndonos en un círculo invisible alrededor de la habitación. El tigre no deja de mostrar sus colmillos, rugiendo suavemente. Jamás me había enfrentado contra un espíritu de tipo bestial, así que no sé qué hacer, solo se cosas pequeñas de los felinos, pero nada de debilidades. Pero como él dijo, él es fuego y yo soy hielo, puedo usarlo a mi favor si utilizo mejor mis poderes.
-       Recuerda, no te sobre esfuerces. Tienes un límite de tiempo con ese poder tuyo.
Lo sé, no tienes que recordármelo, respondo a la voz en mi cabeza. Como si pudiera olvidar algo así de importante.
El tigre lanza una llamarada, la esquivo, haciéndome a un lado para evitar el contacto, el calor de sus llamas es fuerte, casi puedo sentirlo quemándome la piel. Me aparto. Levantando la mano frente a mí, concentro toda mi atención en la forma, pequeñas agujas de hielo aparecen a mis costados, aprieto la mano en un puño, haciendo que estas salgan disparadas hacia el tigre. Logra esquivar la primera ronda de agujas, destruyéndolas con su fuego, pero algunas logran rozarle, dejándole heridas leves que denotan más que una mancha de sangre.
Vuelvo a crear más agujas a mí alrededor.
-       Detente, ahora o saldrás herido. No estás en condiciones de pelear.
-       Ja, todos ustedes, humanos asquerosos, no son más que nuestro alimento. Jodete. Yo no obedezco órdenes de un humano, mucho menos de un exorcista.
Vuelve a lanzarse en contra mía, retrocedo, pero ese simple movimiento de pánico basta para que las agujas salgan disparadas hacia todas partes.
Me cubro con los brazos, esperando el golpe del tigre, pero este nunca llega. Abro los ojos, encontrándome con el pelirrojo en su forma humana, ahora tirado en el suelo, una de las agujas ha impactado en su hombro, al parecer con la suficiente fuerza como para atravesarlo.
Oh, no, qué hice.
Corro a socorrerlo. La pelea había terminado, ahora tenía que revisar si esa herida se podía curar rápido o sino perdería mucha energía espiritual y moriría. Me agacho, tratando de alcanzar el hielo incrustado en su hombro, si lo toco y me concentro puedo deshacerlo y curar la herida. Pero antes de lograrlo algo me toma de la muñeca, demasiado fuerte.
-       Es una trampa.
Mire al pelirrojo que suelta una risa triunfante, su rostro ensombrecido. La aguja de hielo se derrite y solo queda un pequeño agujero, que se va cerrando lentamente.
Antes de defenderme el pelirrojo se lanza sobre mí, rodamos por el suelo, tratando de apartar sus manos de mi cuello. Le doy una patada en la entrepierna, arrastrándome para alejarme de él. Algo me toma del tobillo. Lo siguiente que veo es como soy lanzado por el aire contra la pared. Ahogo un quejido por el dolor del impacto, pero no tengo tiempo de responderle el ataque, ya que cuando me doy cuenta estoy atravesando la pared. Pedazos de madera y otros materiales salen volando junto a mi cuerpo.
Maldición, me descuide.
Caemos al suelo, quedando debajo de él, sus manos me impiden moverme, apretando mis muñecas. Sus piernas también han inmovilizado mis piernas.
Algo se presiona contra mis brazos. Abro los ojos, un asqueroso aliento. Se está transformando en bestial, su cuerpo se contrae, viendo como todo su cuerpo cambia de un segundo a otro. Cierro los ojos, temiendo que me devore de inmediato. La baba de su hocico cayendo en mi rostro mientras exhala fuerte. Sus patas me aprisionan, y sus garras se clavan más y más, provocando que sangren mis extremidades.
-       Eres tan ingenuo. Bajaste la guardia – como si no lo supiera, es peor escucharlo de sus labios. Intento forcejear para liberarme, pero nada parece funcionar. Es más fuerte.
-       Ahhhh… suéltame… tu herida…. – él mira hacia donde está la mancha de sangre, pero parece darle lo mismo.
-       ¿uh? ¿esto? Un rasguño inofensivo. Pero te lo hare pagar, tu alma es mi exorcista. – algo húmedo acaricia mi mejilla, es áspero y tiene un olor asqueroso. No puedo evitar sentir un escalofrió en mi cuerpo. Es su lengua, ¿me está probando?
No, a este paso me devorara. Las lagrima comienzan a salir de mis ojos, maldición, si Akashi-kun me viera ahora mismo me daría una buena reprimenda, siendo dominado por un bestial.
No hay de otra, tengo que llamarlo. O moriré.
-       ¡¡NIGOU!! – grito en desesperación. Un aullido fuerte resuena desde lo lejos, el tigre se aparte un poco, sus orejas moviéndose en busca del dueño del llamado.
De entre los arboles de la propiedad, se escuchan los grandes pasos a trote rápido. El tigre levanta la mirada, viendo hacia donde está la hilera de árboles. Un segundo y un enorme perro de color negro con blanco sale, embistiéndolo con su cabeza. Lo arroja lejos de mí.
Me giro, colocándome de pie. Las heridas sangrando, nigou se coloca frente a mí, interviniendo en el camino del tigre. Protegiéndome de mi agresor.
El tigre suelta un rugido, comenzando a correr hacia nosotros, nigou le responde soltando un bramido, listo para atacar. Acaricio su pelo, indicándole que se quede quieto. Ahora que estoy libre, puedo hacerlo. Saco un pergamino, lanzándolo hacia el tigre. Este se pega en su frente, bloqueándole la vista.
Corro, aprovechando la distracción, el tigre logra deshacerse del pergamino, destruyéndolo con sus llamas, pero es demasiado tarde. Mi pierna choca contra su hocico, empujándolo con todas mis fuerzas, e tigre sale disparado lejos, rodando por el suelo. Caigo sobre mi rodilla, haciendo aparecer mi pistola de nuevo en mi mano derecha, apuntando directo a su cabeza.
-       Debes entender que no todos los humanos somos seres que ven desde arriba a los espíritus. – bajo mi arma, dándome cuenta que ya no puede hacer nada más para atacarme, e incluso si lo intenta, esta vez nigou no se detendrá por nada y lo despedazara, el parece entenderlo también. Aunque mis palabras no lograron aplacar su ira un poco sigue teniendo la misma mirada. Continúo al lado de nigou, acariciando su barbilla suavemente. Mueve su cola en señal de felicidad.
Unas llamas envuelven su cuerpo, en un par de segundos, vuelve a su forma humana. Su cabello pelirrojo cayendo por su espalda y hombros, de una forma irregular, parece un motociclista. Su mano sobando su mandíbula, donde mi pierna golpeo. Sus ojos rojo borgoña me miran, no sé qué decir, ¿está enojado? ¿Furioso? ¿O está peor? Su mirada no me dice nada, su ceño fruncido es difícil de leer. Su boca se mantiene en una línea inmóvil, hasta que se curva en una mueca de molestia.
-       Tsk, no olvidare esto, exorcista. Dime tu nombre, de nuevo. – demanda, señalándome con su dedo, a lo que simplemente me limito a levantar una ceja en duda y un poco de molestia.
-       ¿Por qué debería de hacerlo?
-       Mi nombre es Kagami Taiga, el tigre de fuego, espíritu tipo bestial.
-       Yo soy Kuroko Tetsuya, exorcista novato, mucho gusto, Kagami-kun. – hago una leve reverencia, lo que lo sorprende, no sé si es bueno o malo, pero la educación es indispensable en mí. Casquea la lengua, girándose, pero antes de salir de la propiedad se detiene en la entrada.
-       Fue divertido pelear contigo, Tetsuya. Lo dejaremos para otro día.
-       Espera, ¿A dónde iras? ¿Por qué viniste al mundo humano? – pregunto, alzando la voz para que le llegue hasta donde está.
-       Eso… no es de tu incumbencia.
Con esto desaparece, dando un salto al aire encima de las casas. Qué extraña costumbre tienen los espíritus de saltar sobre los techos ajenos.
Me quedo junto a nigou, aferrándome a su espalda para no caer. Miro mis brazos, pequeñas líneas de sangre salen, deslizándose hasta caer al suelo. Recargo mi frente contra el cuerpo de nigou, soltando un suspiro.
Ahora si estoy muerto, Akashi-kun me matara por mi imprudencia.
Abro los ojos, levantando la vista hacia la casa, que suelta humo de algunas partes y en otras escombros. La casa esta deshecha.
-       Bien, será mejor que la arregle antes de que los vecinos se den cuenta lo que hice.
Camino hacia la casa, nigou adopta su disfraz, convirtiéndose en un perrito pequeño que apenas llega hasta la mitad de mi rodilla.
-       Ufff… que sujeto más destructivo. – suelto un suspiro, y como todas las veces anteriores* me acerco hacia donde está el altar de la abuela, sacando la pequeña piedrecilla que me regalo Akashi-kun en caso de estas situaciones*.
Nuevamente salgo de la casa, dando un saltillo del ultimo escalón y ya fuera, coloco la piedra en el centro de mi palma, inhalo profundamente, apretando la piedra entre mis dedos. Un ligero calor sobre esta que se extiende por todo mi brazo, un aire frio acaricia mi cuerpo. Suelto el aire, abriendo la palma.
La piedra comienza a brillar, soltando pequeños destellos.
-       Wiederaufbau – pronuncio las palabras mágicas, la piedra brilla más y los destellos salen disparados alrededor de la casa, cubriéndola. Las chispas comienzan a hacer su trabajo, restaurando las paredes, cristales rotos, el techo, las tejas, las escaleras, las marcas de madera quemada, el agujero en el piso, todo el segundo y tercer piso se alzan nuevamente, volviendo a su antigua forman.
En un segundo, todos los escombros vuelven a su forma original y la casa se ve como nueva. Hasta las manchas de sangre han desaparecido, igual que mis heridas se han curado. 
*****************************************
Caminando encima de la barda de las casas, sus ojos iban hacia dentro de estas, donde había montones de humanos. Trago en seco, sintiendo una extraña sensación. Normalmente, después de una batalla así tendría mucha hambre de energía espiritual, pero… nada. Su estómago está tranquilo, claro que tiene hambre, pero es de alimento físico.
¿Qué sucede con su cuerpo? Golpea su estómago, intentando hacerlo reaccionar, pero este parece tranquilo. Es más, está lleno.
Un escalofrió, se gira, lanzando una llamarada de su mano. Los dos ataques chocan.
Llamas doradas. Abre bien los ojos, ahí, encima del poste de luz, una figura delgada, vistiendo un atuendo tradicional de deidad protectora, su cabello rubio meciéndose con el aire, corto, pero un poco crecido.
-       ¿Quién eres?
-       Esto es una advertencia, si vuelve a intentar dañar a Kurokocchi, no seré tan piadoso la próxima vez. ¿entendido? – dice, saliendo a la luz de los faroles, sus ojos son de un amarillo dorado, pero no hay duda en su rostro, es serio. Sus dedos tienen largas uñas y una cola esponjosa se asoma por detrás, al igual que las orejas que sobresalen de su cabeza.  Un bestial.
-       Un zorro. – pronuncia Kagami, así mismo. El sujeto no espera su contestación, solo se desvanece con el aire, en un humo.
Trago en seco, al parecer su tarea no iba a ser nada fácil como lo esperaba. ¿Y quién demonios era Kuroko Tetsuya? No lo sabía, pero podía estar seguro que él no había mandado a ese espíritu zorro detrás de él. Porque… ¿Por qué no lo había llamado antes durante  su batalla? Si tenía un espíritu así de fuerte podría utilizarlo en su contra, ¿no?



Wiederaufbau – Reconstrucción.
*(Nótese que no es la primera vez que mete a un espíritu que le destruye la casa o intenta matarlo)

*(Él también sabe que es muy descuidado y ha destruido la casa varias veces el solo practicando sus ejercicios)

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