Proposición Indecorosa
[PROPOSICIÓN INDECOROSA]
Sinopsis:
Comenzó siendo algo que solo debió haber pasado
una vez. Culpar al alcohol, disculparse y regresar a sus respectivas vidas.
Olvidar era lo mejor.
Pero no fue así.
Atrapados en una relación que ellos mismos han
creado, sin prometerse amor, más que complacerse y disfrutar la compañía del
otro. ¿Amigos con beneficios? Tal vez esa línea ya ha sido cruzada hace mucho.
¿Acaso esto sentimientos pueden
llegar a volverse amor?
[Capítulo 1 –
Habitación 310]
Suspiró, nuevamente,
dándole otra calada a su cigarrillo. Mirando a nada en específico. Aún era
temprano y afuera seguía oscuro, tal vez llovería. Quién sabe, el clima había
estado extraño los últimos días.
Pensó en encender la
televisión, pero desechó el pensamiento al notar la forma tan placida en que
dormía su acompañante. No quería perturbarlo, además hoy era sábado, así que
podía dormir un poco más, después de una semana infernal, era lo mínimo que
podía hacer por su arduo trabajo.
Echó la cabeza hacia
tras, apoyándola en la cabecera, tratando de entender su comportamiento. Todo
seguía siendo confuso, por no decir complicado.
¿Dos meses? ¿O era
más? No, tal vez un poco más de dos meses desde que habían comenzado esa
extraña relación. Si es que se le podía llamar relación a esto. No eran particularmente cercanos, solo… se juntaban de vez en
cuando para disfrutar de la compañía del otro y después… lo que surgiera
(sexo).
Se frotó la frente
con la palma, tratando de aplacar el dolor que le daba cada vez que escarbaba
en ese tema. Esto aún era terreno
desconocido para él y aunque sabía que el otro no presionaba, sabía que él
tenía un límite para la impaciencia. Sin embargo él no le pedía nada a cambio,
o al menos así habían acordado al iniciar todo esto.
“No puedo prometerte amor, mucho
menos que te tendré en mis pensamientos las 24 horas los 7 días de la semana, así
que una relación amorosa está fuera de discusión. ¿Aun así deseas continuar?”
Aceptar lo poco que
uno puede proveer y conformarse con ello. ¿Qué tan noble puedes ser para
aceptarlo sin chistear? ¿O tal vez era satisfacción propia, alimentar tu ego?
Fuera lo que fuera,
su relación distaba demasiado de ser algo que fuera a durar para siempre. Habría
un punto en el que alguno de los dos se cansaría de todo esto y terminaría.
Aún tenían
responsabilidades y el jugueteo era divertido, pero al salir por aquella puerta
todo el mundo volvía a caer sobre sus hombros. Y volvían a ser simples
conocidos, no amigos con beneficios.
Cerró los ojos,
tratando de concentrarse en su respiración tranquila. Dejándose llevar por el
ritmo, vagando, recordando aquel encuentro.
Aquel
que lo inició todo.
***************
Estar rodeado de desconocido no era su cosa
favorita, ya que a duras penas podía tolerar a los que conocía, al menos a las
mujeres que tenían pechos grandes podía soportarlas incluso si solo se quejaban
con él. Y sin embargo ahí estaba él, sentado, atragantándose con un pedazo de
carne, tratando lo más duro posible de ser ignorado, lo cual funcionaba
perfectamente.
De casualidad, mientras estaba con sus superiores
para beber, se habían encontrado con unos conocidos y al final habían terminado
juntando dos mesas para poder caber en el pequeño establecimiento.
No era nada malo, considerando que formar
relaciones con departamentos de otras compañías resultaba benéfico para uno
como empleado, ya que te daba ciertos contactos que podías utilizar en un
futuro. Algo así como “los esclavos se curan las heridas mutuamente”.
La puerta se abrió y el último sujeto se unió a
ellos, disculpándose por la demora, señalando su celular. Un sujeto que
reconoció inmediatamente cuando sus miradas se encontraron. Le dedicó una
amable sonrisa y él asintió, correspondiéndole.
En algún momento de la noche toda la diversión se concentró
en sus superiores y sus amigos y él se sintió fuera de lugar. Se levantó de su
asiento y se disculpó, bajo la excusa de fumar un poco.
Afuera estaba helando y por más que trataba, ni el
cigarrillo le calentaba. Dejó salir el humo y lo vio desaparecer, mirando el
cielo. En momentos como esos era cuando más se necesitaba una novia o lo que
fuera.
Un viernes por la noche bebiendo con sus
superiores no estaba mal, pero estar en casa teniendo sexo con una belleza de
pechos grandes sonaba más atractivo. Y dado su sueldo y su poco tiempo libre,
no tenía ni pechos, ni novia. Solo quedaba consolarse con una chaqueta bajo la
ducha fría, a ver si eso le ayudaba a enfriar un poco su cabeza.
La puerta se abrió y vio a Kasamatsu salir. Sin embargo solo cruzaron
miradas, sin decirse nada. El mayor sacó un cigarro e intentó encenderlo, pero
el encendedor no funcionaba. Suspiró, exasperado y Aomine, sin pensarlo
demasiado, le extendió el suyo.
-
Gracias – fue lo único que le dijo antes de
encender su cigarro y regresarle el encendedor.
Ninguno decía nada, solo se mantenían en silencio
terminado sus respectivos cigarros. Era extraño, pero tampoco es que fueran a
decirse algo en esos momentos. Como ponerse al corriente de todos esos años,
como viejos amigos. Él y el mayor no eran prácticamente cercanos, solo
conocidos de conocidos. “El amigo de mi amigo”, nada más.
Sin embargo no podía simplemente ignorarlo. Era descortés.
Así que dijo lo primero que le vino a la mente.
-
Es una noche muy… oscura. – dijo, tragándose la
lengua. Técnicamente se había golpeado mentalmente por decir semejante
estupidez. El mayor le miró un poco confundido, pero asintió, sopesando el
terrible intento del moreno.
-
Ummm, sí.
Nuevamente el silencio volvió a envolverlos, solo
que esta vez fue más como si lo dicho previamente hubiese arruinado toda la
oportunidad de entablar una conversación “normal”.
Su cigarrillo se terminó entre sus dedos y tuvo
que aguantar la mueca de dolor por su descuido. Lo aplastó con la suela y se
metió ambas manos dentro de sus bolsillos, tratando de encontrar su cajetilla.
Pero cuando la encontró, notó que se le habían acabado.
-
Maldición, todo es culpa de ese estúpido de Terada. – dijo, molesto, arrojando la cajetilla vacía
dentro de un contenedor de basura.
Su pretexto de fumar se había terminado y regresar
dentro con sus superiores no se le hacía demasiado atractivo. ¿Se molestarían
con él si decía que tenía que regresar a casa? ¿Se lo tomarían personal? No
quería darles una mala impresión a los conocidos de sus superiores, pero no se
sentía de humor como para beber con unos fósiles.
¡Si, finalmente lo había dicho!
Justo cuando iba darse la vuelta y regresar
dentro, obviamente fastidiado, el mayor se le acercó, extendiéndole su
cigarrillo, aún encendido. Aomine fue del cigarrillo en los dedos del mayor al
rostro de éste, un poco confundido.
-
Parece que lo necesitas más que yo, así que puedes
tomarlo. Digo, sino tienes problema. – lo tomó y le dio un calada, aspirando
profundamente.
-
G-Gracias. – dijo mientras dejaba salir el humo
del cigarrillo. Kasamatsu asintió.
-
Entonces, ¿asalariado? – el mayor le miraba por el
rabillo del ojo, ahora con las manos metidas dentro de su pantalón. Al parecer
había perdido el interés en fumar o en regresar adentro, tal vez por la misma
razón que él. Sonrió, rodando los ojos.
-
Uh-hu. ¿Sorprendido?
-
Algo. Nunca me imaginé que terminarías en un
cubículo.
-
No puedo decir lo mismo de ti, senpai. Este
trabajo realmente encaja contigo. – lo que era verdad porque no podía
imaginárselo haciendo algo más que eso. Siempre le había parecido que Kasamatsu
sería alguien en traje, fuera lo que fuera a hacer.
-
Lo sé. La corbata me sienta bien, ¿verdad? – dijo,
jugueteando con la corbata. Aomine alargó la mano, tocando la tela.
-
Resalta el azul de tus ojos. – sin pensarlo, el
comentario había salido de su boca y cuando se dio cuenta de su error Kasamatsu
le miraba con los ojos totalmente abiertos. Iba a disculparse, diciendo que era
una broma estúpida, pero Kasamatsu sonrió, arqueando una ceja.
-
¿Estas coqueteando conmigo, Aomine? – el tono de
voz que había usado el mayor era uno que él conocía muy bien. Cierto pánico se
apoderó de él, pero al mismo tiempo había curiosidad, una leve excitación por
el rumbo que estaba llevando la conversación. Y este era su terreno.
Tragó en seco, girándose para quedar a pocos
centímetros de distancia. Se miraron fijamente, en lo que ninguno dijo nada,
Kasamatsu esperando por la respuesta del menor, y Aomine armándose de
valor.
-
Si dijera que sí, ¿Cómo lo tomarías? – una media
sonrisa se formó en sus labios y miró al mayor, tratando de ver su reacción.
Éste solo sonrió y desvió la mirada.
-
No sé, ¿Cómo quieres que lo tome? ¿una invitación
o solo como una plática de ebrios?
Ahí estaba. Eso no era una plática de ebrios que
se habían dejado llevar por la excitación del alcohol, confundiéndolos
sexualmente de sus compañeros de bebida. Ambos estaban sobrios, el coqueteo era
prueba de ello. Entonces, ¿era una invitación?
Alargó su mano libre, hasta llegar a la mejilla
del menor. No sabía por qué lo había hecho, un simple impulso. Su pulgar
acarició la piel, fría y rasposa, rastros de una mala afeitada, nada en
comparación con la de una mujer.
Sin embargo, la expresión sonrojada del mayor era
una buena reacción. Su corazón se había acelerado, sentía la boca seca, tal vez
por el cigarro, y apenas podía controlar su respiración, notando el cumulo que
golpeaba suavemente el rostro sonrojado de Kasamatsu, quien parecía igualmente
afectado.
-
Te vas a quemar.
– dijo Kasamatsu en un suspiro.
-
¿Qué?
-
El cigarrillo. – señaló el cigarro que estaba a
poco de quemarle, de nuevo. Lo tiró al suelo y lo aplastó. Kasamatsu se apartó
un poco, poniendo la distancia necesaria para que nadie lo malinterpretara.
De nuevo, el silencio había vuelto. Ninguno decía
nada, tal vez por vergüenza o porque en realidad decir algo ahora sonaba
extraño. El ambiente había cambiado. Aomine temía que sus palabras fueran
malinterpretadas y más considerando que lo había hecho en estado de sobriedad.
En realidad, ¿Qué había estado a punto de hacer? ¿Coquetear con Kasamatsu? ¿Y
después qué? ¿Invitarlo a su departamento? ¿Sexo? Eso era…
¿Kasamatsu tan siquiera era gay? No lo aparentaba.
Aunque tampoco es como si esperara que el mayor anduviera con una bandera gay
en la mano o una tarjeta diciendo “Hola, soy Kasamatsu Yukio y soy gay. Mucho
gusto”.
Ok, ahora estaba siendo absurdo.
Volteó a ver al mayor, quien no había dicho otra
palabra después de lo del cigarrillo. Aunque no lo podía ver totalmente podía
ver el rojo en sus orejas. Estaba avergonzado. Tragó en seco, sintiendo su
manzana subir y bajar, sacudiéndose el pánico. Se acercó, inclinándose lo
suficiente como para que sus labios quedaran cerca de su oreja.
-
Entonces, senpai, ¿me harías compañía esta noche?
– había sido directo. No le gustaba estarse con rodeos y mantener esa tensión
en el aire no le gustaba. Además, ¿Por qué no? Era viernes por la noche y si
ambos estaban dispuestos, ¿Qué se los impedía? Sabía que estaba cruzando una
pequeña línea, demasiado delicada, demasiado peligrosa, pero no podía evitarlo.
Y si todo resultaba una simple broma que se había
salido de control, Kasamatsu se encargaría de terminar el juego en ese momento.
-
Mi departamento queda a unas cuadras de aquí, así
que… - miró asombrado a Kasamatsu, sintiendo toda su sangre detenerse,
procesando las palabras que el mayor le había dicho.
Cuando sus ojos se encontraron se dio cuenta que
no estaba bromeando, en lugar de duda, lo que había en sus ojos era algo
similar a la mirada de un depredador viendo a su presa. Ahora se sentía a sí
mismo a punto de ser devorado.
Asintieron en silencio y en segundos se
encontraban disculpándose y partiendo al departamento del mayor. Al parecer,
las palabras sobraban entre ellos. No eran necesarias y solo unas cuantas
podían hacerlos hacer cualquier cosa.
****
Llegaron en un taxi y sin esperarse a nada más,
siendo llevado de la mano de Kasamatsu, a través del pasillo de su departamento
hasta su recamara, sus cosas quedando en el sofá de la sala. Cuando el azabache
se giró hacia él, sabían que habían pasado de las formalidades y que estaban a
punto de cruzar el río. La realidad le golpeó fuertemente al moreno y tuvo que
tragarse la lengua, sintiendo como si en cualquier segundo saldría corriendo de
ahí.
Kasamatsu le obligó a sentarse en el filo de la
cama, sin soltar su mano, lo cual le indicaba que seguían ahí y lo que estaban
haciendo. Sintió la suave caricia de las yemas de sus dedos acariciar sus
tendones y levantó la mirada, encontrándose con aquellos orbes azules que le
miraban preocupados.
Vio como los labios, rosados y finos, intentaban
formar palabras, pero no lo lograban. En su lugar, solo se movían nerviosos y
terminaban apretados, acallándose a sí mismos.
-
¿Estás nervioso? – le escuchó decir finalmente,
sintiendo la preocupación en su tono, acompañado de la excitación y la duda. La
voz le trajo a la realidad, provocando un escalofrió en su cuerpo y tuvo que
tratar muy duro para encontrar su propia voz, sin fallar diciendo algo
estúpido.
-
Sí. – admitió,
avergonzado. Pero se retractó, tratando de salvar su propio orgullo - No. No. –
repitió para asegurarse que lo había dicho, aunque su respuesta carecía de
seguridad. Negó - Sí. – admitió finalmente. Apretando los labios.
Alargó la mano, tratando de mantener el roce de sus manos por más tiempo, era
agradable y le ayudaba a esclarecer su cabeza. Suspiró y levantó la mirada - No
lo sé. Es algo…
-
Diferente – terminó la oración el mayor con una media
sonrisa. Tomó su mano y la llevó a sus labios, depositando un beso sobre los
nudillos. Frotando su mejilla contra la palma, indicándole a Aomine la forma en
que debía hacerlo. Pudo sentir el cabello por encima de las orejas, era suave y
su piel estaba caliente, diferente de la temperatura de sus manos. Juraría que
había sentido a Kasamatsu estremecerse cuando sus dedos habían jugado un poco
con sus cabellos, acariciando la forma de su oreja.
-
Así es – estuvo de acuerdo, devolviéndole la
sonrisa. Era tan extraño, pero Kasamatsu se lo hacía más fácil. El mayor se
acercó, lento y sin apresurarse, hasta quedar frente a frente. Podía sentir la
respiración caliente golpear sus labios, una distancia que solo podía romperse
de una manera. Estaba nervioso, pero la mirada que le brindaba Kasamatsu le
tranquilizaba y le retaba, casi suplicándole.
-
Tranquilo. Si te molesta, dímelo y pararé. Vamos
paso a paso, ¿sí? Se supone que debe ser algo agradable. – no importaba que tan
grande eran sus miedos, cuando el mayor sonreía, estos desaparecían y su mente
dejaba de pensar, menos en los pasos que iba a dar con la guía de Kasamatsu,
esos si tenían toda su atención.
-
Ok – fue lo único que pudo decir con voz ahogada.
-
¿Ok?
-
Ok – dijo, esta vez con voz firme.
-
Bien. Aquí voy – dijo, acercándose. Sus manos
deslizándose sobre su pecho, yendo hacia su cuello, donde lo envolvieron y
atrajo, sin poner demasiada fuerza. No tardó demasiado antes de sentir sus
labios presionarse contra los suyos, un beso fugaz. Los labios ajenos eran
suaves, cálidos. Kasamatsu lamió su labio inferior y Aomine entendió la
indirecta, abriendo su boca, dejando que sus bocas se unieran. Nunca hubiera
imaginado que los labios de un hombre podían sentirse igual, sino es que mejor,
que los de una mujer. No era tan diferente. Sus lenguas se acariciaban,
moviéndose en sincronía, tratando de tomar el control, saboreando el alcohol en
su boca.
-
No soy gay – musitó Aomine entre sus bocas, aunque
había sido más un pensamiento que algo voluntario. Su boca le había traicionado.
Maldijo haber arruinado el momento. Levantó la mirada y se encontró con un
Kasamatsu que le miraba con una ceja levantada. Iba a decir algo más, pero éste
dejo salir una pequeña risita, acompañado de la más adorable sonrisa, algo que
le robó el aliento, puesto que no recordaba haber visto a Kasamatsu sonreír con
frecuencia cuando coincidían.
-
Es bueno saberlo. ¿Algo más antes de que vuelva a
besarte? ¿O me dirás que no besas chicos?
-
Eso no… - se atragantó. Odiaba no tener el control
en una situación, pero esta lo superaba por mucho y no podía más que dejar que
el mayor lo hiciera por él.
-
Ya veo. Entonces, dime, ¿Qué es lo que sí has
hecho con un chico?
-
Yo… ya sabes. – tartamudeó un poco, pero al notar
que el azabache no estaba riendo ni nada parecido, soltó la lengua, aun
sintiendo el rubor en sus mejillas - Masturbación y una mamada, pero nada como sexo
o besar.
-
Nada de sexo, ¿eh? Supongo que debo esforzarme por
darte una buena experiencia. Digo, no queremos decepcionarte y que después no vuelvas
a tener una erección por mi culpa, ¿verdad?
-
¡¿Qué?! – se levantó de golpe, pero el mayor
colocó una mano sobre su pecho y lo volvió a sentar.
-
Solo bromeo. Tranquilízate y déjame a mí hacerme
cargo de todo. Te prometo que se sentirá bien.
– asintió al mayor.
Cerró la boca y se dejó hacer por Kasamatsu, quien
rápidamente había poseído su boca. Lento, para después comenzar a besarlo más
apasionado. Separándose por segundos para recobrar el aliento, aspirando sus
esencias que se entremezclaban en el aire, acariciándose con cierto temor, pero
inquietos y excitados por explorar el cuerpo ajeno, aun por encima de las
ropas.
Las manos de Kasamatsu no perdían el tiempo, ya que,
aún con movimientos lentos, éstas se deshacían de su camisa, botón por botón. Removiendo
la prenda, la deslizó fuera de los brazos de Aomine. Solo para seguir con la
camiseta debajo, admirando como la prenda se ajustaba al pecho del moreno, sin
dejar nada a la imaginación. Pasó sus manos sobre el firme pecho, sintiendo
cada musculo tensarse bajo su tacto, sin separar sus bocas, notando como Aomine
aspiraba profundamente por la nariz y su pecho se inflaba, temblando
suavemente.
Se separaron unos segundos, a lo que Aomine hizo
una mueca de descontento, pero no dijo nada en voz alta, mientras le quitaba la
camiseta. Aomine obediente se dejaba hacer, sin protestar, ayudándole
levantando los brazos para que la prenda saliera más fácil.
La piel morena quedó expuesta y Kasamatsu tuvo que
reprimir su impulso de acercarse y lamer la carne desnuda. Sin embargo, eso no le impidió que alargara
la mano, acariciando la piel lentamente, delineando cada musculo, sintiendo
como la piel se erizaba mientras trazaba un pequeño camino con sus dedos. Se
humedeció los labios, tragando en seco, duro, saboreando – mentalmente- la piel
contra sus labios.
Suave, caliente y dura. Notando el temblor por
parte de Aomine, quien se mantenía impasible, aspirando profundamente con una
mueca en el rostro, ahogando leves gruñidos, sus ojos mirándole fijamente. Una
mirada intensa, que delataba el deseo que palpitaba dentro del moreno, casi
palpable.
Kasamatsu tragó en seco, aún con el cosquilleo en
sus labios, sintiendo la ansiedad de volver a probar los labios del moreno.
Casi, como si le leyera la mente, Aomine alargó sus manos, colocándolas en la
cintura de Kasamatsu, atrayéndolo hacia él. El mayor tampoco opuso resistencia,
solo se limitó a subir a su regazo, abriendo las piernas, provocando que la
cama crujiera por el peso.
Sus manos fueron de los hombros desnudos de Aomine
hasta sus cabellos, revolviéndolos suavemente, dejándose llevar por ello y
concentrándose en eso, tratando de no venirse por la forma en que los brazos le
envolvían, acariciando su espalda y el aliento caliente bajo su mandíbula,
provocando que su erección creciera aún más, presionándose contra su cierre.
Finalmente los labios se acercaron y la humedad de
estos comenzaron a recorrer un camino lento, pero preciso. Yendo desde su
manzana de Adán, pasando por su cuello, mordisqueando la piel donde se unía su
mandíbula, hasta que alcanzó su barbilla y, finalmente, su boca, donde se abrió
paso a sí mismo, tomando el control de la situación.
Podía sentir sus miembros presionándose a través
de la tela de sus pantalones, frotándose cada vez que alguno se movía hacia
adelante, una sensación dolorosamente agradable. Era extraño, y aunque debería
sentirse desagradable, era todo lo contrario. Atrajo el cuerpo del más pequeño
contra el suyo, obligando a que se sentara totalmente en su regazo y que sus
erecciones se frotaran aún más. Un pequeño gemido salió de la boca del mayor,
rompiendo el beso.
Aomine levantó la mirada, encontrándose con un
Kasamatsu totalmente colorado. Los labios hinchados y húmedos, mientras sus
mejillas parecían estar ardiendo, totalmente rojas, y sus ojos parecían húmedos.
La respiración agitada golpeándole el rostro, tratando de recuperar el aliento,
mientras su cuerpo entero se estremecía entre sus brazos.
Se mordió el labio, chasqueando la lengua. Era
como si el mayor le estuviera provocando a que lo atacara ahí mismo.
Pidiéndoselo a gritos seria quedarse corto.
Kasamatsu se levantó un poco, y comenzó a
desabrochar su camisa, quitándosela con un movimiento rápido. Aomine le ayudó
con su camiseta y cuando la prenda cayó al suelo, lo volvió a envolver entre
sus brazos, ahora sintiendo la piel desnuda en sus manos. Era suave y caliente.
Podía notar cada punto sensible en la piel de
Kasamatsu, cuando sus manos tocaban alguna zona que le provocaba algún
escalofrió, estremeciéndose entre sus brazos, o a veces dejaba salir una
pequeña risa por el cosquilleo. Sin pensarlo demasiado, sus labios fueron
directamente al centro de su pecho y comenzaron a trazar un pequeño camino, sin
dirección alguna, solo saboreando la piel del mayor. Sin saber si lo que hacía
tendría algún efecto en el mayor.
No fue sino hasta que sus labios besaron aquel
pezón izquierdo, que Aomine notó como el cuerpo del mayor se estremecía,
dejando salir un pequeño, y ahogado, gemido. Abrió su boca y lo atrapó,
chupándolo, sabiendo que por más que succionaran nada saldría, pero que
provocaría que el mayor reaccionara a él, a su boca.
Continúo, ahora no solo chupando, sino mordiéndolo
suavemente, pasando la punta de su lengua en el pequeño botón duro que estaba
en el centro. No tardó demasiado en que Kasamatsu dejó salir su voz, acallando
los gemidos de su boca entre los cabellos de Aomine. A lo que Aomine sonrió,
satisfecho consigo mismo.
Un fuerte jalón lo separó del pezón, alejándolo
del pecho del mayor, encontrándose con el par de zafiros que le miraban
fijamente, denotando un deseo casi palpable.
-
Es mi turno. – dijo con voz ahogada, aún agitado.
Aomine asintió en silencio y lo liberó de su abrazo, extrañando la sensación de
la piel caliente en sus manos.
Kasamatsu se levantó, separándose de él. Aomine
podía ver aquella gran erección, aun oculta por el pantalón, que se alzaba
entre las piernas del mayor. Aunque él no era nadie para decir algo al respecto
porque tenía el mismo problema, su miembro dolía debajo de su ropa interior y
que se presionara contra el cierre de su pantalón no ayudaba demasiado.
Nunca se había excitado de tal manera. Tal vez
porque era algo prohibido, algo que no
había experimentado, algo nuevo, diferente, lo que hacía que resultara tan excitante.
Tal vez era la adrenalina del momento. Le hizo recordar su primera vez con una
mujer, entusiasmado y al mismo tiempo asustado de lo qué sucedería.
¿Lo haría bien? ¿Se sentiría bien o terminaría con
una decepción? ¿Y si no era la gran cosa como todos pensaban? Las mismas
preguntas volvieron, solo que en una ocasión, y tiempo, diferente. Sí, se
sentía como aquel jovencito inexperto ante esta situación, pero al mismo tiempo
emocionado por ello. Tragó en seco, sintiendo las manos de Kasamatsu acariciar
sus muslos, mientras descendía con una sonrisa en el rostro.
Kasamatsu se agachó, colocándose entre las piernas
del moreno y se acercó hacia su cierre. Rápidamente se dio cuenta hacia donde
se dirigía aquello. Aomine sonrió, abriendo las piernas, recostándose sobre la
cama, apoyándose en sus codos, sin despegar la mirada de aquel azabache que ya
se encontraba arrojando su cinturón lejos.
El cierre bajó y tan pronto la prenda quedó hasta
las rodillas, Kasamatsu comenzó a delinear su miembro a través de la fina tela
de su ropa interior con sus labios. Sus manos volvieron a acariciar aquellos
muslos, provocando que el moreno se estremeciera por la caricia, hasta alcanzar
el resorte de su ropa interior. Bajó lentamente la prenda, descubriendo su
miembro, que se agitó frente a él, completamente erecto.
La tomó con su mano derecha y comenzó a
masturbarlo, haciendo un movimiento de arriba hacia abajo, suave y lento,
sintiendo la calidez de la carne que envolvían sus dedos. Los leves gruñidos de
Aomine en respuesta a la caricia que se le escapaban provocaban en el mayor que
su pulso se acelerara, y aunque Kasamatsu en ese momento no le veía podía
sentir sus ojos fijos en él, observándolo de una forma nada inocente.
Ambos sabían qué seguía, ambos lo deseaban, ambos
estaban nerviosos, pero no podían negárselo, no después de haber llegado tan
lejos. Se acercó, aspirando aquella esencia de masculinidad de Aomine, provocando
un escalofrió en todo su cuerpo.
Le dio un suave beso a la longitud, trazando un
camino desde la base, lamiendo la piel caliente y sintiendo como ésta se endurecía
aún más en su mano, hasta llegar al glande. Un poco de líquido pre-seminal
manchaba la ranura, escapándose, y cuando Kasamatsu retiraba el prepucio,
quedaba al descubierto la cabeza del pene totalmente húmeda y pegajosa, teñida
de un color rojizo.
Abrió la boca y, sin miramientos, lo introdujo en
su boca. Aomine dejó salir un pequeño silbido al sentir como su miembro era
engullido, sintiendo la calidez de la boca del mayor envolver su longitud. No
era la primera vez que le daban una mamada, pero nunca una tan buena.
Técnicamente se la había tragado toda en una sola bocanada, y no dejaba de
chuparle. Tenía que aferrarse a las sabanas para no perder el control y dejarse
llevar por el placer o enloquecería ante las habilidades bucales del mayor.
La boca de Kasamatsu chupaba, subiendo y bajando,
saboreando aquel miembro sin darle tiempo de descansar. Lo sacaba y se encargaba de lamer desde el
glande hasta la base, pasando su lengua por los testículos.
Una mano lo tomó de los cabellos y, antes de
replicar, se encontraba a si mismo siendo guiado por Aomine hacia su miembro,
el cual volvió a introducir en su boca, con la diferencia de que ahora era el
moreno quien marcaba el ritmo adecuado. Sus ojos fijos en aquel que le
ordenaba, notando cada emoción que experimentaba el moreno. Excitación,
confusión, temor, satisfacción, entre otras que pudieran definir el placer
prohibido.
-
Eres realmente bueno en esto, senpai. – dijo el
moreno con la respiración agitada. Kasamatsu sonrió, divertido.
Se sacó el miembro de la boca y volvió a tomarlo
con su mano, pasando su lengua por el glande, removiendo la pequeña capa de
líquido claro.
-
Algo. –
besó suavemente su miembro, Aomine peleó con todas sus fuerzas por no venirse
en ese momento ante la imagen que tenía enfrente de él. Tuvo que desviar su
atención hacia otro lugar, aunque no era precisamente fácil considerando que el
mayor tenía su miembro en su mano y lo seguía chupando. Chasqueó la lengua y sonrió, divertido por lo
que veían sus ojos.
-
¿Qué hay de ti? – dijo Aomine, su pierna se
estiró, alcanzando la entrepierna del mayor, pasando su pie encima de su ingle.
La suela de su calzado comenzó a presionar suavemente aquella área, notando la
dureza entre sus piernas y como cada vez que se inclinaba, presionando aún más,
Kasamatsu se estremecía, clavándole las uñas en los muslos, ahogando sus
gemidos contra su miembro. Cálido aliento rozaba su longitud, provocándole
escalofríos. – Parece que también esta parte necesita un poco de atención, ¿no
crees?
Pudo sentir como el cuerpo de Kasamatsu se
estremecía bajo su planta. Dejo salir un gemido ahogado, recargándose contra su
muslo. Tenía el rostro totalmente colorado, cubierto de una pequeña capa de
sudor, que no solo se presentaba en su cara, sino en el resto de su piel
expuesta, su pecho y brazos. Aomine alargó su mano y lo tomó del mentón,
obligándolo a que lo mirara.
Sí, esa era una buena expresión.
-
Ven aquí. – ordenó el moreno, a lo que el mayor se
limitó a obedecer, levantándose del suelo.
Aomine alargó sus manos y lo alcanzó envolviéndolo
entre sus brazos. Sus labios rápidamente se posaron en el centro de su pecho,
notando el pequeño suspiro, seguido de aquellos brazos que lo envolvieron
igual.
Levantó con poco esfuerzo aquel cuerpo y en segundos
lo dejó caer sobre la cama, sin darle tiempo a que protestara, se apoderó de su
boca. Estaba encima del cuerpo del mayor, sintiendo sus pechos juntos, el
palpitar acelerada, y como sus caderas chocaban cada vez que alguno se movía en
la cama, presionando sus erecciones. Se sacó los zapatos y, bajando su mano
entre sus cuerpos, buscó el pantalón del mayor.
Su mano
bajó y desabrochó el pantalón de Kasamatsu y con su pie lo bajó, hasta que la
prenda cayó por el filo de la cama. Su mano hurgó dentro de la ropa interior
del mayor, envolviendo entre sus dedos la virilidad de Kasamatsu, quien solo
pudo tensarse, aferrándose a sus hombros, entrecerrando los ojos, mordiéndose
el labio.
No estaba preparado para chupársela a otro hombre,
pero bien que podía hacer un trabajo excelente con su mano. Si no se lo creían,
que se lo preguntaran a su yo adolescente. Comenzó a mover su mano, subiendo y
bajando, sin apretar, solo estimulándolo. Se aceró y comenzó a lamer sus
pezones, notando como el cuerpo de éste se doblaba sobre la cama, formando una
curva con su espalda, dejando salir un fuerte gemido.
Aomine no le daba tiempo a descansar, moviendo su
mano con avidez, chupando el botón rosado en el pecho del mayor, mientras el
mayor se retorcía debajo de él, suspirando entrecortadamente, incapaz de
resistirse al placer que le provocaban las caricias del menor.
Kasamatsu había intentado detenerle, colocando su
mano alrededor de su muñeca, pero cuando sus labios habían dejado de chupar el
pezón y habían ido hacia sus labios, toda protesta había desaparecido.
Kasamatsu movía sus caderas hacia adelante,
buscando el toque de Aomine, desesperado, empujándose hacia su mano y el moreno
no se lo negó, en su lugar aumentó su movimiento, sin dejar de besarle. Sin
poder evitarlo, se vino, manchando no solo su pecho, sino también la mano de
Aomine.
-
Lo siento…
- dijo el mayor, con la voz ahogada. Su pecho subía y bajaba, unas
pequeñas gotas de su sudor se deslizaban sobre su frente y Aomine solo pudo
sonreír.
Alargó su mano y la puso delante de Kasamatsu,
éste lo miró de su mano a él y, obedientemente, abrió la boca y dejó que los
largos dedos del moreno ingresaran. Kasamatsu lamió aquellos dedos,
saboreándose a sí mismo. Todo rastro de su semen desapareció de ellos.
El dedo pulgar de Aomine delineó los labios del
mayor, tragando en seco, sintiendo su propia erección endurecerse aún más,
frotándose contra el muslo de Kasamatsu.
-
Entonces, senpai. ¿Qué sigue? – sonrió ladino.
************
Volvió a embestir, con un poco más de fuerza que
la anterior embestida. Sus manos apretadas en puños, atrapando parte de las
sabanas que cubrían la cama, moviéndose hacia adelante y atrás, embistiendo con
fuerza y sin piedad.
Kasamatsu gimió, aferrándose a sus hombros, como
si al hacerlo se estuviera aferrando a la realidad del momento. Acalló sus
gemidos, juntando sus bocas.
El sonido de la cama con cada embestida, la
cabecera golpeando la pared, mientras el colchón crujía, y las patas de la base
rechinaban, amenazando con ceder en cualquier momento. Aomine veía como el
mayor gemía en su boca, estremeciéndose. Ambos cuerpos meciéndose hacia atrás y
hacia adelante. Cada vez que lo sacaba, podía ver como el cuerpo de Kasamatsu
se estremecía, para luego volver a entrar, golpeando su interior, y dejar salir
un gemido ahogado.
Los labios de Aomine iban hacia la piel expuesta
de su cuello, pasando su lengua, hasta alcanzar el lóbulo de su oreja. Un pequeño
grito le indicó que había tocado algo sensible y volvió a lamer, sin dejar de
embestir.
Estaba a punto de llegar al orgasmo. Solo faltaba
poco. Podía sentir como sus testículos se apretaban, listos para disparar.
-
Casi… - musitó contra la oreja del mayor,
provocando que éste se estremeciera por el escalofrió que su voz había
provocado en su oído.
Los dedos se clavaron en sus hombros, mientras
podía sentir la respiración caliente y agitada contra su cuello. El pecho del
mayor subía y bajaba, su espalda curvándose, levantándose de la cama. Aomine
metió las manos dentro de ese espacio y lo envolvió, atrayéndolo contra su
cuerpo, empujándolo contra su miembro, yendo más profundo.
Kasamatsu no pudo más y se vino, manchando sus
pechos con su semen. Aomine sintió como el mayor lo apretaba y no pudo
controlarse, embistió con más fuerza y dando una última estocada en su
interior, comenzó a venirse dentro del preservativo.
Podía sentir como Kasamatsu se estremecía entre
sus brazos al sentir el líquido caliente, aun a través del condón, en su
interior.
Aomine suspiró y se dejó caer sobre el cuerpo del
mayor, la respiración agitada, ambos cuerpos bañados en sudor y sus corazones
latiendo a mil por hora. Lo único reconfortante era la calidez de sus cuerpos y
como sus manos vagaban, acariciándose, sin importar el sudor o cualquier otra
clase de fluido que se atravesaba en su tacto.
-
Nada mal. – admitió el moreno, aunque el mayor no
pareció escucharlo, y si lo hizo no dijo nada en respuesta, solo le acarició la
cabeza, alborotando sus cabellos.
En la oscuridad, sus labios se buscaron, hasta encontrarse
y con una leve risa, de ambos, se desvanecieron.
*************
Después de esa vez le
habían seguido muchas más, aun cuando se habían prometido no hacerlo y dejarlo
atrás. Algo había despertado ese día. ¿El redescubrimiento de su sexualidad? Estaba
demasiado viejo como para tener un segundo despertar, pero esa había sido la
única forma de llamarlo.
Sin embargo, no podía
ignorar la gran compatibilidad de sus cuerpos y como después de dos, tres, tal
vez más, se había dado cuenta que no solo era el sexo, había algo más entre
todo eso. Aunque al admitirlo, temía
que no habría vuelta atrás.
Una cosa era el sexo,
pero ir mas allá de ello era… No estaba preparado. O más bien, no quería
hacerlo. Le gustaba la forma en que estaban ahora, su relación, o lo que fuera,
no quería que nada cambiara. No eran amantes, pero bien podían ser considerados
amigos que tenían sexo algunas veces cuando se reunían, pero no podían ser más.
Límites.
No había forma de
definir esto. Eso era todo. Buscaban
satisfacer sus deseos y ambos estaban disponibles y dispuestos. Sin
comprometerse, sin entrometerse, sin pedir más.
Aunque, ¿estaba bien
eso? ¿Esto era todo lo que querían? ¿Esto era todo lo que Aomine quería? A él
le convenía, porque podía deshacerse de toda esa frustración sexual que tenía
acumulada. Pero él no lo veía a futuro. ¿O sí?
No, él tendría que
encontrar una mujer, casarse, tener hijos y formar una familia. Esto era un pasatiempo, una forma de
matar el tiempo antes de sentar cabeza. Porque aunque lo admitiera o no, ambos
se separarían. Cada quien por su lado.
Deja vú.
Era similar al sentimiento que experimentó la primera vez que tuvieron
sexo. Se recordó a sí mismo, encerrado
en la ducha, incapaz de darle la cara al mayor, confundido y aterrado.
**********
El agua corriendo a través de su cuerpo, mojando
cada parte. Borrando la evidencia de sus fluidos entremezclados, pero aún
quedan pruebas, marcas en su espalda, en sus hombros, el recuerdo de sus manos
sobre su cuerpo, o el cosquilleo de sus labios.
Sin embargo, es en ese momento en que todo cae sobre él. La culpabilidad
carcomiéndole el cerebro, mientras piensa en todo lo que ha hecho esta noche.
El placer ha quedado atrás, ahora solo queda arrepentimiento y un trago amargo.
No niega que se sintió bien, demasiado para su
gusto, pero algo se siente mal.
-
¿Qué estoy haciendo? Esto es… ¡Maldición!
Cuando sale del baño, con una toalla atada a la
cintura, y otra secándose el cabello, busca con la mirada al azabache, pero por
más que busca no encuentra rastro alguno de él. La habitación está hecha un
desastre, prueba de lo que hicieron apenas unas horas atrás, pero no hay
presencia del mayor.
Algo en la mesilla de noche llama su atención, es
una nota, un pedazo de papel arrancado con prisa y, por la letra horrible,
parece que la escribió de la misma forma.
“Fui a la tienda por jugo y
cigarros, hay hot-cakes, sírvete.”
Un texto simple, pero que por alguna extraña razón
le hacía enojar. Podía ser una mala excusa, para no tener que enfrentarse a los
arrepentimientos de la mañana después de eso. Y aunque quería creer que
Kasamatsu no haría algo así, tampoco podía negarlo.
No, lo que había hecho era darle espacio. Tiempo
para ordenar sus pensamientos y decidir cómo proceder con la situación de una
forma calmada. ¿Era demasiado transparente como para que Kasamatsu pudiera ver
a través de él y tuviera que hacer eso?
¿Un hombre gentil o cobarde? No sabía cuál de los
dos.
Cuando el mayor había regresado, Aomine había
preparado un poco de café y, gracias a la alacena surtida de Kasamatsu, huevos
y tocino se freían en una sartén. Le saludó, notando la expresión descolocada
del mayor, como si esperase que el moreno se hubiera ido desde hacía horas de
su departamento. Pero en lugar de decir algo, sonrió y correspondió al saludo,
tomando asiento en la mesa de la cocina.
Aomine le sirvió, aunque negó cuando le extendió
el café.
-
Me lo prohibieron.
-
¿Y aun así tienes una cafetera? Que desperdicio.
-
Lo sé. ¿No quieres jugo?
-
No, yo necesito mi café, sin importar el día o el
lugar, mucho menos las órdenes del doctor. O no puedo decir que mi día ha
empezado.
-
Realmente un asalariado.
-
En mi primer año de interno me la pasé viviendo en
la oficina, y la cafeína se volvió mi primer romance. Amor a primera vista.
-
Te fue infiel, porque yo también me enamoré de
ella.
Ambos rieron, un chiste malo, una anécdota vieja y
un delicioso almuerzo, agradable compañía y sin presiones. Bebieron y devoraron
con gusto, y no fue sino hasta que los cubiertos bajaron, y la taza quedó sobre
le mesa, que supieron que no podían seguir evadiendo aquello.
-
Entonces… - dijo Kasamatsu, sus manos alrededor de
la pequeña taza, jugueteando con la agarradera.
-
Fue agradable. – admitió Aomine, terminando la
frase del mayor. - Justo como
prometiste, senpai. Solo…
-
Es incomodo, ahora.
-
Sí.- Aomine desvió la mirada, rascándose la
cabeza. Sus ojos volvieron hacia el azabache, esbozando una media sonrisa - Siempre
sabes qué decir.
-
No siempre. En estos momentos no.
-
Y aun así sabes lo que quiero decir. – sus ojos se
encontraron.
-
Solo estoy adivinando. – sonrió, nervioso. Tosió –
Con respecto a lo de anoche… ¿Qué has pensado?
-
No lo sé. Estoy algo perdido en esto. Es… terreno
desconocido.
-
Si quieres podemos pretender que nada pasó.
-
Pero lo hizo, y fue bueno, me gustó. – admitió,
apretando los labios en una sola línea.
-
¿Eso te asusta?
-
Un poco, no puedo decir que no. Más que nada
porque significa que acabó de descubrir algo que no sabía sobre mí. Nunca me
había planteado que los chicos también me ponían.
-
¿Lo hacen?
-
No estoy seguro, eres el primero con el que duermo
y la evidencia dice que sí. – sus ojos fueron hacia Kasamatsu – ¿Qué hay de ti?
¿Chicas? ¿O exclusivamente chicos?
-
Lo he hecho con chicas, pero al parecer me inclinó
más por los chicos.
-
Puedo apostarlo. – dijo el moreno con picardía.
Kasamatsu rodó los ojos, no sin dejar entrever el leve sonrojo en sus mejillas.
-
Me refiero a preferencia. Pero sí, normalmente soy
el de abajo. Entonces, ¿qué haremos? ¿Fingir que nada pasó y seguir con
nuestras vidas? O…
-
¿O…?
Una mano se deslizó sobre la mesa hasta alcanzar
la mano de Aomine.
-
¿Quieres averiguarlo? Intentarlo con un chico y
ver si realmente es lo tuyo, también.
-
N-No lo sé. Digo, no con cualquier chico.
-
¿Alguien en particular?
-
Uno, parece un buen candidato.
-
¿Lo conoces?
-
Sí, un poco, pero sé que es confiable y que le
gusta estar abajo.
-
¿Lo conozco?
-
Estoy seguro que sí.
-
¿Me dirás su nombre?
-
Tal vez, si me siento de humor.
-
¿Qué eres? ¿Un niño?
-
En el fondo lo sigo siendo.
-
Si, lo que me hiciste anoche dice todo lo
contrario.
-
Todo gracias a tus excelentes lecciones, senpai. – volvieron a reír. Los ojos de Aomine se
suavizaron y miraron al mayor, correspondiendo al roce de su mano, alargando su
dedo índice para acariciarle los nudillos. - Me gustaría… intentarlo. – dijo,
sonriendo. Sus manos se quedaron así unos minutos, pero la fue apartando,
dejándolas frente a él. – Pero no puedo prometerte amor, mucho menos que te
tendré en mis pensamientos las 24 horas los 7 días de la semana, así que una
relación amorosa está fuera de discusión. – sus ojos le seguían mirando, solo
que ahora temerosos - ¿Aun así deseas continuar?
-
Siendo yo quien lo sugirió, echarse para atrás
sonaría estúpido. Lo haré con gusto.
-
Entonces, cuento contigo para que me guíes en
esto, senpai. – volvió a sonreír, aunque al mayor no pareció hacerle mucha
gracia, pero igual le imitó y sonrió.
Eso parecía más a lo que hacían los recién casados
al comenzar a vivir juntos. Sin embargo, Kasamatsu aún tenía algo que decir. Cruzó
los brazos, acercándose a la mesa y colocó su mentón sobre su mano.
-
Por cierto, “es una noche muy oscura”, ¿es tu
mejor forma de empezar una conversación? – preguntó con expresión inocente,
mordiéndose el labio, aguantando la risa que amenazaba con delatarlo. Aomine
abrió la boca y la cerró, dejando salir un suspiro frustrado.
-
Sabía que lo recordarías. En mi defensa, la noche
si era muy oscura.
-
Oh, claro.
*************
-
¿Compartes
conmigo? – se sobresaltó al escuchar la voz de su acompañante. Bajó la mirada y
se encontró con un azabache que le miraba, bostezando, aun con la mano
extendida hacia él.
Le extendió el
cigarro y Kasamatsu lo tomó, llevándolo a su boca, aquella que le había hecho
de todo la noche anterior. Tragó en seco, viendo como inhalaba y después de
unos segundos, dejaba salir un pequeño cumulo.
Deleitándose a si
mismo con la visión del cuerpo distendido del mayor en la cama, largas
articulaciones que se podían ver claramente bajo la sabana, el cabello
desordenado y una mirada perezosa, acompañada de una sonrisa inconsciente. Pudo
sentir su propio pene reaccionar bajo la sabana.
Normalmente alguien
intentaría mantener el aroma del cigarro lejos de la recamara, pero a Aomine no
le molestaba en lo más mínimo. Y Kasamatsu tampoco se quejaba de ello.
Compartieron un
cigarro más sobre la cama antes de levantarse y darse un baño, juntos para
ahorrar agua, porque ellos eran muy ecológicos.
Bueno, esto no estaba tan mal después de todo. Pensó, mientras lavaba el cabello de Kasamatsu,
sin dejar de pasar sus manos por el resto del cuerpo del otro, que hacia
exactamente lo mismo, provocándole. Su pene, duro, golpeando la cadera de
Kasamatsu, sintiendo la erección de éste contra su muslo. Sonrió.
Si era honesto, esperaba
que después de algunas veces más todo se volviera aburrido y que la simple
rutina los separara, pero no había sido el caso. Eran tan compatibles, no solo
físicamente, sino también en personalidad. Tenían gustos similares y encajaban
perfectamente, tenían algunos detalles, pero estar en compañía del otro no era
desagradable o tedioso, sino todo lo contrario.
De verse una vez cada
15 días, a verse una vez a la semana, a quedarse en la casa del otro todo el
fin de semana. Buscaban la compañía del otro y si no estaban en contacto,
sentían que algo faltaba en sus vidas.
Su relación había
cruzado el “solo amigos con beneficios” desde hacía tiempo, pero ninguno de los
dos lo había notado.
Y así como la
distancia se había acortado, sus sentimientos habían crecido sin darse cuenta,
pero dar el siguiente paso era lo más difícil. Lo sabían, pero en ese momento,
mientras empujaba a Kasamatsu contra la pared del baño, sintiendo sus piernas
envolverse alrededor de su cintura, y sus cuerpos desnudos acariciarse
mutuamente, apoderándose de su boca, todo pensamiento desaparecía.
Ahí, frente a frente,
dentro de esa habitación, eran solo ellos dos y nadie más.
Y eso estaba bien.
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