El Exorcista y el Tigre - Capitulo 2 - El zorro Dorado
Capítulo 2 - Sombras
– El Zorro Dorado
La brisa corre tranquila, meciendo las ramas de
los árboles. Algunas hojas han caído al suelo, deslizándose suavemente sobre el
suelo del patio. Es tarde, los últimos rayos de sol se están ocultando. La tía está
dentro de la casa, con mis dos primos, haciendo la cena mientras revisa su
tarea, yo la he terminado antes y ahora solo puedo quedarme fuera jugando un
rato.
Me impulso un poco más, moviéndome hacia adelante
en el columpio. Disfrutando del aire golpeando mis mejillas. Miro hacia mi
costado, regresando mi atención a la persona junto a mí.
-
Entonces, ¿Qué se siente? – pregunto, balanceando
los pies en al aire, mirando el suelo.
-
¿Qué cosa, Tetsu-chan?
-
Morir. – respondo, sin mirarla aun.
-
Es… extraño. No sientes dolor, es como si tu
cuerpo se volviera muchísimo más ligero.
-
¿en serio?
-
Sí. Primero me sorprendí al experimentar la
separación del cuerpo y el alma.
-
¿el alma?
-
Veras, Tetsu-chan, todos tenemos un alma. Y cuando
morimos, esta abandona el recipiente en el cual fue puesta. De hecho, el que
puedas verme indica que tu alma es más grande, lo que te hace sensible y puedas
percibir a los espíritus.
-
…
-
No tengas miedo. No te hare daño. Pero debes tener
en cuenta dos cosas muy importantes; las personas no pueden entender tu don
fácilmente, para ellos, hablar de espíritus y esas cosas son tabús, por eso no
debes decirlas, por tu propia seguridad.
-
Entiendo. ¿Cuál es la segunda?
-
Ten cuidado. Mucho cuidado. Tener el don de ver a
los muertos también te expone a peligros mortales. Así como hay espíritus
buenos y tranquilos, también los hay mortales y oscuros que han sido
corrompidos.
-
¿Por qué?
-
Porque los sentimientos negativos de las personas
los han alcanzado. Somos más susceptibles de lo que crees, tu estado de ánimo puede
influenciar en mi apariencia.
-
No lo sabía.
-
Mientras tengas en cuenta eso, no tendrás
problemas, Tetsu-chan.
-
Tetsuya, ven. Ya es hora de la cena. – escucho el
grito familiar de mi tía, de seguro ya ha terminado y el tío ha llegado a casa.
Me levanto del columpio, dando un salto.
-
Ya voy. Nos vemos – me despido, saliendo corriendo
hacia mi tía, que me espera en la puerta.
-
Uh, ¿estabas hablando con alguien?
-
Ah… este… solo estaba… cantando. – digo nervioso,
mi tía no muy convencida acepta mi excusa.
-
Está bien. Entra, todos ya están en la mesa. Lávate
las manos y ven a comer, ¿sí? – colocando su mano sobre su espalda, dándole un
empujoncito para que fuera dentro de la casa. Mientras aún mantenía la mirada
fija en el patio de juegos. Muy segura de haberle oído hablarle a la nada.
Suspiro, Tetsuya siempre era así, pero mientras no
hiciera destrozos, estaba bien que hablara solo, algunos niños lo hacían y no
representaba ningún mal.
Cerro la puerta y regreso a la cocina, para
comenzar a servir.
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Abro los ojos,
soltando un largo y prolongado suspiro. Me coloco de pie, saliendo de la cama,
por lo que veo a través de la ventana aun es noche. Froto mis parpados con mis
nudillos, soltando un gran bostezo, últimamente no estoy durmiendo bien y
cuando lo hago tengo estos sueños-recuerdos. No es como si mi infancia hubiera
sido un horror, simplemente no fue la mejor.
Salgo de la
habitación, caminando a través del pasillo. Pero me detengo, hay algo extraño.
Miro nuevamente a mí alrededor. La puerta tras de mi ha desaparecido. Justo
ahora, esta ya no es mi casa. ¿Dónde estoy? Todo parece conocido, pero a la vez
esta demasiado oscuro como para diferenciar pared de puerta.
Entre mis pasos pisó
algo húmedo. ¿Agua? Llevó mi mano hacia mi planta, pasando mis dedos encima, e
inhalo un poco, huele extraño, pero no logro decir que es. Tal vez alguien regó
agua. Continuó caminando, apoyándome de las paredes para no perderme. Estoy en una esquina, debo doblar. Así lo
hago, pero al hacerlo, caigo de espaldas. Soltando un chillido.
Frente a mí, veo una
enorme figura de cabellos lila, erguirse frente a mí, casi como un poste. Pero
eso no es lo que llama mi atención en pánico, sino lo que sostiene entre sus
manos. Está cubierto, pero puedo diferenciar ese cabello, su estatura y más ese
pequeño brazalete en su muñeca, yo lo hice para él.
-
Aka…
¡¡Akashi-kun!! – grito, mi voz temblorosa. La figura enorme voltea a verme, en
sus ojos un destello brilla. Esta… está llorando. Apretando el cuerpo de mi
amigo contra el de él.
Todo el lugar se
ilumina, dándome cuenta que lo que hay debajo de mí no es agua, sangre. Mucha
sangre regada debajo de mí, en las paredes e incluso en el techo.
-
Ahhh… - volteo
a ver al gigante, ahora en la cima de una montaña de cuerpos. Puedo distinguir
quienes son por sus rostros, aunque algunos están destrozados. Son todos los
familiares de la familia Akashi. Retrocedo, horrorizado, soltando unas lágrimas.
-
NOOOOOOOO… -
esta vez salto de mi lugar, viendo como el más grande suelta un grito de
desesperación y dolor, envolviendo sus brazos alrededor de su cuerpo, como si
intentara protegerlo, pero es demasiado tarde. Y él lo sabe también.
Quiero acercarme y
preguntar, pero no lo hago, regreso mi mano a mi pecho. Unos segundos viendo
semejante escena en la que los cadáveres me miran fijamente con expresiones perdidas.
No sé qué hacer o decir.
Sin embargo cuando me
doy cuenta el sujeto que estaba frente a mí ya no está abrazando el cadáver de
Akashi, sino más bien está levitando en el aire. Abro mi boca completamente
paralizado, el peli lila está siendo atravesado por una larga lanza, escupiendo
sangre de la boca, mientras otro sujeto extraño sostiene el arma, empujándola más
profundo a su pecho. El peli lila deja de moverse, dejando caer sus manos, su
cabeza cae hacia adelante.
Una sonrisa
siniestra, ahora sus ojos están fijos en mí. Retrocedo, gateando de espaldas.
Intentando alejarme. Pero me detengo cuando algo me bloquea por la parte de
atrás, chocando con mi espalda. Levanto la mirada, temeroso. Lo primero que veo
son unos cabellos cayendo como una cortina
y sus brazos ensangrentados cayendo a sus costados, balanceándose con
pequeños restos de sangre escurriendo entre sus dedos.
-
Mucho tiempo
sin vernos, lindo Tetsuya. – dice, colocándose de rodillas, inclinando el
rostro un poco para quedar a escasos centímetros del mío, estoy temblando y
puedo sentir como mi labio lo hace. Queriendo escapar, aún sigo en shock por lo
anterior. Alarga su mano, tomando mi mentón, intento resistirme, pero me
aprieta fuerte – tu… tienes algo que yo necesito. Lo quiero devuelta, Tetsuya.
Ahora.
-
Yo…. no sé qué
está buscando. Yo no tengo nada. – admito, tragando en seco, aprieto mi manos
en puños, viéndolo fijamente con el ceño fruncido – e incluso si lo tuviera no
te diría donde está.
-
Qué acto de
valentía tan patético. Admirable, pero patético. Bien, admiro tu valentía,
pero… no te lo pedí por favor, fue una ORDEN – diciendo esto último con más
fuerza, siento algo que se clava en mi pecho. Bajo la mirada, su brazo me ha
atravesado por completo el pecho. Escupo sangre, llevando mis manos alrededor
de su brazo, el me mira con una sonrisa demente, ojos saltados y sus labios están
de oreja a oreja, algo siniestra. – Hermoso, ¿no lo crees? – algo se aprieta en
mi interior, gimo, casi a punto de vomitar. – lo que estoy presionando es tu
corazón – susurra en mi oreja, tan suave, pero puedo escuchar una risita menor
entre sus palabras. – nos veremos pronto, Tetsu-chan – dice esto último y siento
como si me arrancaran el alma, soltando un alarido por el dolor. Lo siguiente
que veo, y ultimo, es como el sujeto arranca mi corazón y lo sostiene en su
mano al aire, soltando una risa que resuena por todo el lugar. Mi cuerpo cae al
suelo.
Todo
se vuelve blanco y después, oscuridad.
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-
¡¡¡Ahhhhhh…!!!
– salto de mi asiento, soltando tremendo grito que hace a más de uno de mis
compañeros saltar de los suyos por el susto. Respiro agitado, tragando en seco,
miro en todas direcciones.
Estoy en la escuela.
No solo mis
compañeros me miran raro, el profesor lo hace también. Me cubro la boca,
pasando mi mano sobre mis cabellos. Respiro fuerte, fue solo una pesadilla.
El profesor se acerca
hacia mí, primero preguntándome si estoy bien, a lo que asiento, sabe que es
mentira, pero aun así lo deja pasar. Las bolsas debajo de mis ojos delatan mi
falta de sueño. Después recibo su reprimenda por dormir en clase, sermoneándome
por hacerlo. Mis compañeros me miran divertidos, aguantando las risas.
Llevo mi mano a mi
pecho, presionándola, el guante es incómodo, pero debo usarlo. Aun siento un leve dolor en la zona del pecho.
¿Cómo es eso posible?
Con la mirada, recorro
todo el salón, no siento nada extraño más que las presencias de mis compañeros,
sus risas, sus respiraciones, los dedos tecleando mensajes de textos debajo de
sus bancas, alguien bostezando, los pies balanceándose, y el sonido de la suela
del zapato del profesor repiqueteando mientras sostiene su libro en su mano
derecha y continua recitando el poema antiguo de Hanabuse.
Además, la barrera
que esta alrededor de la escuela no ha sido removida. Está intacta.
Así es, Teiko no es
una escuela común en la que te enseñan las normas gramaticales y algebra
avanzada. Aquí, la mayoría de los exorcistas pueden cumplir con su labor
educativa y además, tener un espacio en el cual entrenar. La propiedad fue
construida hace siglos, y aún se mantiene. Bajos estrictos y pesados estándares
académicos, los exorcistas no solo deben formarse en el antiguo arte de la
Orden, sino también lograr un grado académico que pueda servirles en la
sociedad. De esa manera, mezclarse con los demás es más fácil, y podemos
mantenernos alertas a cualquier cambio, adaptarnos, no solo cazar espíritus en
nuestros tiempos libres.
A excepción de los
monjes, ellos no tienen esa obligación, ellos viven absortos de esas
responsabilidades mundanas, desligándose de bienes materiales, encuentran la
paz en la tranquilidad para conectarse con su yo interno. Aunque por lo que se,
nos odian, ya que no formamos parte de lo que ellos llaman “hermanos”. Eso en
gran parte a los exorcistas que han olvidado nuestra labor y simplemente se
encargan de eliminar a los espíritus,
no purificarlos como antes se hacía.
Los monjes ven eso
como una ofensa para su creencia de mantener la vida en paz.
La mayoría de los
exorcistas buscan puestos en el gobierno, en la seguridad, e incluso en la
misma investigación. Eso les abre un mayor lugar a perfilarse entre los más
altos. Ambiciosos. Yo, por otro lado,
estoy especializándome en Historia Antigua, eso me da acceso a esos
antiguos escritos y textos que no debería leer (según Akashi-kun).
Lo curioso de Teiko
es que no discrimina a los estudiantes, con el fin de reforzar sus lazos con
los espíritus se permite que algunos de ellos puedan hacer uso de las
instalaciones escolares, es decir, que puedan estudiar con los exorcistas
novatos. Muchos podrían decir que es irresponsablemente peligroso el poner a
dos estudiantes diferentes, que casi se dedican a matarse entre sí, como poner
a un pez con un gato en una caja, pero no. Hay reglas, normas, que deben
acatarse. Y si alguna de estas reglas se rompe, los castigos no son nada
suaves. Ya que la Orden considera esto un gran privilegio, para ambos lados, el
que alguno de ellos abuse de esa cordial “amabilidad” podría llegar a
considerarse como una ofensa directa a nuestra institución y desataría un
conflicto entre espíritus y exorcistas.
Si, este pequeño
acuerdo es como caminar sobre un hilo demasiado delgado, pero se ha mantenido
por siglos con el fin de mantener la comunicación y el apoyo de los espíritus.
Es neutralidad y cooperación, así lo estipularon los Exorcistas fundadores de
la Orden con las legendarias Grandes Bestias, los guardianes del Mundo
Espiritual, seres con poderes sorprendentes, pero que tienen un gran sentido de
la justicia y el honor, que darían su propia vida por proteger su mundo. Desde
entonces ese acuerdo ha servido para que ambos, Exorcistas y espíritus, puedan
coexistir y luchar contra aquellos espíritus que caen en las sombras (demonios).
Ahora mismo el
profesor Izuki nos está dando “Literatura II”, ese libro que sostiene ya lo he
leído, por eso no le presto demasiada atención, e incluso aunque quisiera
hacerlo, me siento tan cansado. Me duelen los ojos, apenas puedo mantenerlos
abiertos.
Lo más importante,
ese sueño… ¿qué fue? Tendré que consultarlo con Akashi, preguntarle.
Mis pensamientos son
interrumpidos por el sonido del desliz de la puerta, cortando la clase y las
palabras del profesor sustituidas por su mirada desconcertada. Soy el primero
que despierta de su shock, levantándome de mi asiento bruscamente, como si me
hubieran picado con una tachuela.
-
Nas - saluda con la mano, acercándose al profesor
para entregarle un papel doblado, el cual lee en silencio, asintiendo, lo deja
sobre la mesa
-
Bien, chicos.
Al parecer tendremos un nuevo estudiante en nuestra clase, démosle una calurosa
bienvenida. Preséntate, por favor.
-
Humph, me
llamo Taiga, Kagami Taiga. Y soy un espíritu bestial de tipo felino, he sido
transferido a Teiko por razones personales, espero que nos llevemos bien. –
sonríe, todos murmuran, pero puedo denotar que su mirada esta fija en la parte
trasera del salón, donde justamente estoy sentado yo.
Ahora si necesito
hablar con Akashi-kun. Urgentemente.
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Caso 345709
Informe; según los reportes del equipo de
investigación se trata de un espíritu tipo bestial, además de que muestra un
temperamento muy agresivo, debido a las constantes cargas negativas que ha
consumido. Se le considera
extremadamente peligroso, ha causado disturbios en la ciudad, más que nada se
le acusa de atacar a los humanos, preferentemente jovencitas entre 15-18.
Alimento; Carne
Humana.
Especie; Maco.
Misión; exterminar sin ninguna baja.
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La chica corría
rápido, tambaleándose entre los escombros. Golpeo la puerta de madera y entro a
la construcción, su vestido largo volando por la velocidad con la que iba, su
cabello desarreglado, solo el sonido de su respiración agitada y su llanto,
pidiendo ayuda.
Una sombra enorme,
que saltaba encima de la estructura del edificio la miraba, curioso, divertido,
en cuclillas. Su presa esta noche era muy linda. Esbozando una sonrisa
siniestra, salto de la viga que lo sostenía y comenzó a balancearse en la
estructura, con movimientos agiles y precisos, usaba sus largos brazos para
sostenerse y balancearse como un simio.
La chica lo vio, el
sonido de su peso en las vigas le advirtió que venía detrás de ella. No se
detuvo, continuo corriendo a paso veloz. Cayó varias veces al suelo, pero se levantó
en el acto, casi como si no hubiera pasado.
Saliendo de entre la
zona de construcción, llego nuevamente hacia los edificios abandonados, usando
el laberinto de calles, que solo eran habitadas por vagabundos y uno que otro
animal abandonado. Pidiéndoles ayuda, ninguno le prestaba atención, o se hacía
oídos sordos.
Los pasos del hombre
detrás de ella, repiqueteaban en sus oídos. No importaba hacia donde iba, él la
seguía.
Dando más vueltas
alrededor de la misma cuadra, perdida y desorientada. Termino entrando a un
completo de apartamentos. Donde se detuvo al encontrarse contra un muro de
ladrillo. Miro a los lados, tratando de encontrar una grieta; nada.
La chica se vio
acorralada entre las paredes de un callejón sin salida. Pasando las manos sobre
la superficie de las paredes de ladrillo, como si fuera a poder obtener
milagrosamente la habilidad de trepar sobre ella. Soltando un chillido, su
cuerpo se petrifico al escuchar el sonido de una pequeña risilla detrás de
ella, acompañada de una sombra que iba creciendo más y más, con cada paso que
daba y que hacia su corazón temblar. Sus ojos llenos de lágrimas, se cubrió la
boca, pegándose a la pared. Todo su cuerpo temblando por el pánico y la
desesperación de verse atrapada, débil, vulnerable, una presa fácil.
Ese hombre, no era un
hombre. Era otra cosa. Lo supo en cuanto el otro comenzó a seguirla, el sonido
que provenía de su boca era extraño. Casi como si se tratara de una animal.
Viéndolo ahora mismo,
frente a ella, sus brazos caían al suelo, adoptando un extraño pelaje oscuro.
Sus piernas dobladas en cuclillas. Y el extraño sonido que salía de su boca,
que escupía saliva por toda la superficie, denotando unos dientes deformes y
chuecos.
Finalmente la
criatura la atrapo, alargando las manos, la sostuvo de los hombros,
levantándola del suelo, como si fuera lo más ligero del mundo. La chica
gritaba, pataleando en el aire, las lágrimas corrían por su rostro. Pidiendo
ayuda.
El sujeto abrió la
boca, casi de forma imposible, su mandíbula alcanzo hasta su pecho, mientras se
acercaba el cuerpo de la muchacha, su boca haciéndose agua por saborear el
sabor delicioso de la carne de una jovencita. Amaba la carne tierna y con un
dulce aroma, y por alguna razón, la de las mujeres parecía complacer más su
paladar que las de los hombros, que eran puros músculos y huesos, no había goce
en desgarrar como si fuera un perro salvaje comiendo un hueso de cadáver.
Los llantos pararon,
pero la chica aún no estaba degollada por sus fauces, sino más bien que el
llanto había sido sustituido por una risa, algo demasiado entusiasta para su
gusto. El Maco la aparto un poco para
poder verla. Unas palabras se escucharon.
-
Que chico tan
malo, las chicas deben ser tratadas con más delicadeza. No puedes devorarlas
solo porque sí. Aprende tu lugar.
Una media sonrisa
torcida lo recibió, pero antes de poder decir algo, la chica le soltó una
fuerte patada por debajo del mentón, usando más que nada su rodilla,
produciendo que le soltara para atenderse el dolor.
Molesto, volteo para
agarrarla y estrellarla contra la pared hasta ver sus órganos salirse de su
cuerpo.
Una figura más grande
apareció detrás de la chica, que solo se mantenía quieta, sonriendo
santurrona. El destello del cristal, era
un hombre el que posaba su mano sobre el hombro de esta. Advertido por el peligro que representaba, el
Maco retrocedió, desesperado, comenzó a trepar la pared, debía alejarse de ese lugar.
-
Takao, mi arco
– ordenó el chico de anteojos, alargando el brazo, la azabache que estaba junto
a él solo se limitó a chasquear la lengua, sacando el arco de entre la nada. Se
lo entregó. El peli verde tomó el arco y colocándolo hacia adelante, sin flecha
que usar, apuntó y después de fijar su objetivo, soltó su dedo de la cuerda.
Un enorme rugido se
escuchó, una mancha de sangre salpico las paredes, el cuerpo del sujeto cayó al
suelo, convirtiéndose en cenizas al caer el cascaron vacío.
Midorima se ajustó
nuevamente los lentes, deslizando su dedo índice en el puente. Sonrió,
sutilmente al darse cuenta que su tiro había sido perfecto. Le devolvió el arco a su sirviente, quien lo desvaneció
así como lo había traído.
En un segundo, todo
el lugar cambio drásticamente, regresando a su forma original. Las paredes del
gimnasio y el amplio espacio, sus compañeros que se mantenían en las gradas lo
miraban sorprendidos. El profesor Wakamatsu con una gran sonrisa, escribiendo
en su libreta una nota buena. Lo único malo era ese “tap, tap, tap” detrás de
él. Que no era nada más que su sirviente golpeando el piso con su zapato.
-
¿sucede algo?
-
¿todavía
preguntas? Es la última vez que me haces esto. Mira que vestirme de mujer.
-
Era la
solución más viable, teníamos que atraerlo con algo que él amara.
-
Sabes que
jamás me opongo a tus métodos, incluso cuando me hiciste meterme en el drenaje,
pero hay límites, yo no sirvo para el travestismo.
-
Te queda bien.- respondió instantáneamente, sin inmutarse.
Asintiendo suavemente.
-
¿E-Eso crees?
– su tono cambio drásticamente, volviéndose un poco más como el de una chica
enamorada, tímida y halagada por el chico que le gusta. Jugueteando con su
falda, Takao sonrió, su corazón vibrante, era la primera vez en todo el mes que
le decía algo lindo así.
-
Por supuesto,
él se lo creyó. ¿no?
Bien, adiós. Shin-chan era un idiota. Takao suspiro y arrojándole la peluca a su
“maestro”, quien solo le miro estupefacto, una ráfaga de viento y su cuerpo se
desvaneció, agitando todo el gimnasio en un torbellino.
Wakamatsu no sabía
que había pasado, pero la clase seguía y tenía que evaluar a los otros 7
estudiantes. Soplando el silbato, todos regresaron la atención a él.
-
Bien,
invocadores, encárguense de la siguiente simulación, - dijo, señalando a los jóvenes
de ultimo grado que estaban haciendo sus prácticas de ilusión, ellos se
encargaban de crear el lugar en el que se desarrollaría la búsqueda, debían ser
muy habilidosos para crear una buena ilusión, las criaturas las invocaba el
profesor encargado y se les daba un tiempo límite para encargarse de
neutralizarlo, eso les daba experiencia, por eso se llamaban “Practicas de
Campo”. El gimnasio era enorme, casi como un campo de futbol americano, e
incluso un poco más. Lo que les daba el espacio necesario. Por seguridad de los
estudiantes que aún seguían siendo inexpertos, se escogía su contrincante. –
Siguiente, Manami, te toca una Umbra (Sombra). ¿estas lista?
La chica salió entre
su grupo de compañeros, dando un pequeño salto adelante, girando sobre sus pies,
sus coletas agitándose en el aire. Le miró fijamente, formando una sonrisa con
sus labios curvados.
-
Adelante,
sensei.
Wakamatsu sonrió por
la actitud tan animada y confiada de su alumna y asintió, haciendo el canto de
invocación, del suelo una sombra se levantó, metiéndose en la pequeña ilusión,
que ahora era un enorme bosque. Presionando el cronometro, la chica emprendió
la carrera detrás de ella.
*****************************************************
Akashi se mantenía
sentado, con las piernas cruzadas, aun dándole vueltas al asunto en su cabeza.
Tenía demasiado que pensar. Reo se mantenía en una esquina, las manos juntas
detrás de su espalda, observando a su joven maestro con los ojos entrecerrados
y el ceño fruncido, frustrado por lo acontecido anoche.
[Propiedad Akashi – Oficina]
*Toc, toc, toc…* golpee suavemente la puerta de la
oficina de mi padre con los nudillos, esperando por su respuesta, que no tardo más
de 5 segundos. Giro la perilla y entro a la casa, encontrándolo sentado detrás
de su escritorio, garabateando algo en un documento. Levanta la vista del papel
y me mira, dejando la pluma a un lado, abandona su labor para concentrarse
completamente en mí.
-
Padre, ¿Querías verme?
-
Oh, Seijuro. Si, así es – esboza una sonrisa. –
nos ha llegado un aviso, dentro de unos días llegara un hermano Exorcista.
Rutina, ya sabes. Necesitan comprobar que estamos haciendo nuestro trabajo.
-
¿Por qué tan de repente?
-
Caos. Algo está sucediendo en el mundo Espiritual.
Disturbios. El rey ya no puede controlarlos, se le está yendo de las manos.
-
¿Eso cómo nos afecta a nosotros?
-
Rebeldes. Muchos de ellos han escapado de la
prisión Blankiot, y se han infiltrado en nuestro mundo.
-
Pero… ¿Cómo lograron salir sin que se les invoque?
No hay muchos portales que puedan transportar a más de 2 o 3 rebeldes. Ningún
espíritu puede hacerlo, a menos que…
-
… un humano le ayudara. Lo tenemos, un viejo
conocido tuyo; Atsushi. – entrelazando sus dedos, coloca su mentón encima de
estos.
-
¿Qué? ¿Atsushi esta…? Es imposible, padre. Se supone
que él estaba…
-
Aún no sabemos cómo lo hizo, pero es él. Él ha
estado ayudándolos.
-
¿tienes pruebas?
-
La Orden y el Consejo lo han investigado, después
de su desaparición se creyó que se había perdido su rastro y estaban a punto de
darlo por muerto, pero después de analizar los sellos que hemos encontrado
alrededor de la ciudad, no hay duda alguna, el tipo de magia pertenece a él.
-
Creí que ya no tenía poderes de exorcista.
-
Él nació como uno, y sabes muy bien que el poder
se hereda en la sangra. – se levanta de su asiento, caminando alrededor del
escritorio, acercándose por detrás, sus pasos son lentos, casi como si bailara,
siento sus manos apretar mis hombros. – es cierto que ya no puede exorcizar, ni
purificar, pero puede crear contratos con ellos – me aparto, encarándolo.
-
No lo entiendo, ¿Por qué? ¿Qué ganaría él con todo
esto? No parece ser algo que el haría. –
coloca sus manos detrás de su espalda y vuelve a caminar, recargándose contra
el borde del escritorio, frota su mano contra su boca.
-
Tienes mucha fe en él, Seijuro – me mira
fijamente, haciendo de lado la cabeza.
-
Lo conocí desde pequeño.
-
Y mira lo que paso, ¿no lo recuerdas? Él es un
asesino, nada más.- rencor en sus palabras, entiendo a lo que se refiere, pero
ese asunto, ambos, sabemos que es mentira, Atsushi jamás habría hecho eso, yo
sigo creyéndolo, mamá haría lo mismo.- Las
personas cambian.
-
Él no lo haría – pienso, pero no lo digo, solo
me mantengo en completa seriedad.
Mi padre se acerca, quedando a pocos centímetros
de mí, tomando mi mentón entre su dedo índice y pulgar.
-
¿no será que de casualidad te haya encontrado con
él? – todo mi cuerpo se paraliza, si mi rostro demuestra mi impacto, mi padre
no hace muestra de ello.
-
… Imposible, padre. Te lo informaría
inmediatamente. – me libera, suspirando, vuelve a sonreír y me da la espalda,
regresando a su escritorio.
-
Por supuesto que lo harías.
-
Así es.
-
Además, nunca me desobedecerías. Después de todo,
estas obligado a hacerlo. – dice con un deje de burla y malicia. – Eso me recuerda, los Midorima nos invitaron
al cumpleaños de la madre de tu prometido, Shintarou. Debes ir y mostrar tus
respetos por tu futura suegra.
-
Lo hare.
-
Bien.
-
¿puedo retirarme?
-
Adelante.
Me despido, inclinando la cabeza, y giro sobre mis
talones a la puerta, deseoso por salir de esta habitación, no me gusta, y más
cuando esta mi padre en ella. Pero me detengo al llegar a la puerta.
-
Espera, ¿Cómo está tu ojo?
-
… bien, como siempre – respondo, tajante.
-
Me alegro.
Salgo de la oficina.
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Todos los vidrios, objetos de cristal o rompibles
se hicieron añicos una vez estuve dentro de mi habitación. Dándole un puntapié
a la pared, jalándome los cabellos, como si eso fuera a relajarme de alguna
manera. Quería gritar, pero solo había lágrimas saliendo por mis ojos.
¿Por qué? ¿Por qué tenía que mencionar lo de mi
ojo? Justo cuando Atsushi recién reaparecía, ¿ahora la Orden quería su cabeza?
¿Significaba que mi padre volvería a interferir entre nosotros?
Dando pasos alrededor de la habitación, no paraba
de frotarme la palma contra la frente, masajeando mis sienes. Entre al baño,
mojándome la cara. Me detuve frente al espejo, contemplando mis ojos llorosos y
rojizos. Y el recordatorio de que jamás dejaría este lugar. ese ojo dorado.
La herencia Akashi.
No era una bendición, era una maldición, la cual
mientras aun la tuviera me impediría irme lejos, lejos de mi padre, de mis
responsabilidades como un Akashi, pero eso era un simple sueño, ya que si lo hacía
al cruzar el límite de la ciudad la maldición reclamaría mi vida como suya.
-
Atsushi, ¿Por qué? Estoy tan confundido con todo
esto.
Sintiendo la calidez de unos brazos alrededor de
mi cuerpo, levanto la vista para encontrarme con Reo, que me abraza,
reconfortándome. La habitación comienza a regresar a la normalidad, los vidrios
rotos recomponiéndose en una sola pieza.
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-
Kotaro.
-
¿sí? Maestro.
-
Necesito que
traigas a Tetsuya, tengo unos asuntos que tratar con él. Dile que venga a la
Sala del Consejo Estudiantil durante el receso.
-
Entendido. –
dijo el chico saliendo de la habitación haciendo una reverencia.
-
Preparare un
poco de té. – señalo Reo, acomodándose el mechón de cabello que se escapaba.
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Sentado en mi
asiento, como siempre, el profesor hablaba y hablaba sin parar. En realidad su
clase había terminado hacia unos 15 minutos, pero nadie se atrevía a
interrumpirlo, eso solo podía significar menos clases de Inglés, en el cual no
era mi fuerte y esta vez no quería ni ver al profesor, mi examen no sería el
mejor, tampoco el peor, pero solo verlo me hacía sentir pánico.
Maldito inglés y sus palabras extrañas.
Me acosté en toda la
superficie del escritorio, colocando mi cabeza sobre mis manos. Mirando mi
guante blanco que me cubría hasta la muñeca, tanto tiempo sin utilizarlos y
ahora si Akashi-kun me veía usándolo probablemente me regañaría por mi
imprudencia. Al menos algo bueno era que
el día había transcurrido con mayor tranquilidad de la usual. Casi era un poco
extraño. Normalmente siempre encontraba algo fuera de lo normal, que era más
que normal para mí.
Suspire. Viendo a
través de la ventana, el cielo estaba tranquilo, no había nubes, pero un deje
de parsimonia descansaba en el aire.
-
Disculpa,
¿esta Kuroko aquí?
-
Si,
Kuroko-kun. – respondió, llamándome, por lo que me levante de mi asiento,
encontrándome con un hombre alto de lentes, que me hacía in gesto para ir. A lo
que Izuki-sensei asintió, dándome el permiso de salir.
-
¿Hyuuga-sensei?
-
Hey, ¿qué tal
estas hoy?
-
Bien, ¿Qué
sucede? ¿paso algo malo? Dios, ¿es por lo de congelar las magnolias del club de
botánica? Yo… lo siento, no fue mi intención, solo estornude en ellas por
accidente. – excusándome. Él negó con la cabeza, por lo que callé.
-
¿Qué? No.
Aunque luego hablaremos de ello.
-
¿Entonces?
-
Solo quería
decirte que Akashi necesita que vayas a la Sala del Consejo estudiantil, me
dijo que tenía que hablar de algo contigo.
-
¿le dijo sobre
qué?
-
Nada. No me
digas que te metiste en problemas por ayudar a otro espíritu.
Me petrifique,
desviando la mirada. Aunque por mi expresión tranquila no podría notar que
estaba nervioso. Solo había dos cosas de las que querría hablar y ninguna de
los dos sabia como excusarlas. Primero, había metido a un bestial a mi casa.
Segundo, había destruido mi casa. Tercero, notaria ese detalle importante. Apreté la mano, tragando en seco.
Maldije internamente.
Titubeando, cambie de tema.
-
¿Cómo esta
Kiyoshi-senpai?
-
B-Bien… -
cruzándose de brazos, soltando un suspiro, entrecerró los ojos.
-
¿fue al mundo
espiritual?
-
Tenía que
encargarse de unos asuntos.
-
Bueno, ser una
de las Grandes Bestias tiene sus percas, ¿no es así? ¿Cómo está la situación?
-
Peor, creo que
puede haber una rebelión entre las bestias con cola (mamíferos) y los reptiles.
Menciono algo sobre un atentado contra el Rey Demonio.
-
Eso sí es
grave. Supongo que nos pedirán estar más atentos, ¿verdad?
-
Si, de hecho
ya se han comenzado a movilizar algunos miembros de La Orden y estamos
pendientes de las órdenes del Vaticano. Hemos reforzado la barrera de la
ciudad, solo por si acaso. – se acerca a la ventana, colocando los antebrazos
sobre la superficie, me acerco un poco, a un lado de él, quien solo se mantiene
mirando el cielo. Bueno, en realidad está mirando lo que se oculta a simple
vista de los ojos humanos, la barrera, una pared invisible que se encarga de
proteger y mantener purificada toda la propiedad escolar y mantener seguros a
sus estudiantes.
-
¿Por qué? ¿le
pasó algo? – él se crispa, curvando los labios. Tarda unos minutos en que el
silencio domina la interacción. Finalmente decide encararme, dándole la espalda
a la ventana, recarga su peso sobre esta.
-
Umm, lo que te
diré aún sigue siendo confidencial, pero…
-
¿pero…?
-
Se han visto
algunas cosas extrañas últimamente.
-
¿Cómo cuáles?
-
No se ha hecho
público, pero algunas personas han estado desapareciendo. Los de información se
han encargado de manipular muy bien esta información. – asiento, pues entiendo
que información tiene miembros en todos los sectores de servicios, vigilancia,
seguridad, política, - Comenzó con vagabundos, que simplemente se desvanecían
en la nada y ahora son exorcistas.
-
¿Qué?
-
Shu, se nos ha
pedido mantener una mayor vigilancia entre los exorcistas novatos, no podemos
seguir perdiendo miembros. La Orden está preocupada, ya que cuando encontramos
los cadáveres de los Exorcistas toda su sangre y su poder han sido drenados.
Incluso tratamos de examinar el rastro del alma (recreación para ver lo
sucedido antes de morir o si pudo ver a su atacante) y no encontramos nada. Es
como si hubieran borrado su existencia. Por eso mismo, Kuroko, ten mucho cuidado.
No te confíes de extraños, por más que sean buenas tus intenciones, si algo te
llegara a pasar seria…
-
Tranquilo,
sensei. Estaré atento y no hare nada indebido.
-
Ok, mantenlo
secreto, aun no se nos ha permitido informarles a los estudiantes, puesto que
puede ser una simple suposición, ¿sí?
-
No hay
problema. Nos vemos, y gracias por el aviso, tengo que regresar a mi clase.
-
Adelante,
agradécele a Izuki. Espero que Akashi no te regañe demasiado.
***********
Solo quedaban 20
minutos del descanso antes de la siguiente clase y si no me encontraba con
Akashi-kun antes de ello sería peor mi castigo. Además que tenía que comer algo
antes de que sonara la campana. Dando pasos largos, hasta llegar a la tercera
planta del edificio.
Ya no caminaba,
parecía que tenía una urgencia por ir al baño más que la de ir a la Sala del
Consejo Estudiantil. Pero no podía parar el nerviosismo.
-
Oi, Kuroko,
espera un momento. Tengo que hablar contigo. – escuche la voz de Kagami a un
lado cuando pasaba, él me seguía el paso.
-
Lo siento,
tengo un poco de prisa.
-
Solo un
segundo. – era insistente, apreté los dientes.
-
Bien, dime
mientras caminamos.
-
¿conoces a un
espíritu zorro? – me pregunto como si preguntara sobre el clima, titubeé,
desviando la mirada.
-
Ummm, no
entiendo. ¿para qué quieres saberlo?
-
Yo…
La conversación fue
interrumpida por el sonido de unos pasos acercándose por detrás de nosotros, no
me detuve continúe caminando a paso veloz, aun con el peso de un chico rubio
sobre mi espalda. Hasta que este me detuvo, aferrándose a mi pierna. Suspire
derrotado, levantándolo del piso, este me abrazo por el cuerpo, aferrándome
contra su cuerpo, sus brazos alrededor de mi cintura, lo que me ponía incómodo.
-
Kurokocchi. –
chillo, frotando su mejilla contra la mía.
-
Kise-kun,
buenos… - mis labios fueron acallados
por los del más alto. Kagami se quedó completamente helado, perplejo, viendo a
un lado toda la escena, no solo era un beso de labios juntos, sino que lo hacía con lengua. Lo aparte, dándole
un golpe en las costillas. Él se separa, sobándose la zona afectada, mientras
yo limpio mi boca, su sabor reinando en mi lengua.
-
Kuroko…cchi…
eso fue tan cruel… - haciendo un pequeño drama,
-
Kise-kun, tu…
- niego con la cabeza, pasándolo de largo, me encamino hacia el consejo, donde
me esperan Akashi-kun y tal vez Midorima-kun. Ahora no puedo ocultar mi
sonrojo. Siempre hace ese tipo de cosas, lo golpeare tan fuerte cuando termine
mi sermón matutino.
Algo que no se da
cuenta Kuroko es la forma en que las miradas que intercambian Kagami y Kise no
son para nada agradables. Kise con un aire ladino, una mano en su cintura y una
media sonrisa, Kagami apretando los puños y la mandíbula, aguantando las ganas
de golpearlo, un pequeño tic en su ceja en forma de V.
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