LABIOS HELADOS, LENGUA CALIENTE - CAPITULO 5
[Guarida
– Parte 2]
La
vida con los weres era demasiado diferente y extenuante. Todos los días antes
de que fuera las 6 am debían estar levantados, movilizándose como una colonia
de hormigas. Y yo no era la excepción, aunque debería estar acostumbrado a este
tipo de rutina, el que me trataran como “el
prisionero humano” no era demasiado agradable y el que los mismos weres me excluyeran
de las actividades, alejándome lo más posible de ellos tampoco ayudaba mucho.
Al
menos Charlie era mi amigo, o eso parecía cada vez que me saludaba. Porque si
saludaba a alguien detrás de mí sería la peor humillación de mi vida. Eso era
lo máximo de contacto amigable que tenía entre la manada, porque los demás me
ignoraban y me lanzaban duras miradas, Kadar entre ellos.
Desde
el primer día, me había dado cuenta que era un hueso duro de roer, pero jamás
imagine que tendría que usar un marro para romper esa barrera, aunque el
parecía más enfocado en mantenerla a su alrededor. Su hermano menor, Kaden, era
otra historia, incluso me había sonreído y levanto su pulgar hacia mí. 2 de 150
weres no estaba nada mal.
El
Alfa y el Beta no pasaban demasiado tiempo con la manada, a menos que tuvieran
que hacer un anuncio o hacer una revisión de labores, en las que tenía que permanecer
al final de toda la línea. Normalmente les tomaba unos minutos realizarlas y la
mayoría de las veces las hacia Alo, el Beta.
Me
tocaban las cosas más absurdas, conseguir una piedra de la montaña vecina,
conseguir un poco de agua de lluvia, esperando a mitad de la tormenta, rezando
por no convertirme en el blanco de algún rayo furtivo. Era más un conseguidor,
mi ayuda no era necesaria, solo buscaban algo con que entretenerme, y no iba a
protestar porque estaba en su territorio, bajo su techo. Me di cuenta desde el
primer segundo que me habían puesto a enumerar cuantos granos de frijol tenían
en cada costal.
Otra
cosa que me había dado cuenta de la manada era que todos eran muy unidos. No
había un yo, era un todos, tampoco el mío, era un nuestro. Aunque obviamente yo
no formaba parte de ese TODOS o ese NUESTRO. Me hacía sentir desplazado, pero
¿Qué podía hacer?
Dios,
esta autocompasión no iba bien conmigo, la odiaba, pero era verdad que era un
extraño y un intruso entre ellos, sin embargo eso no les daba la autoridad de
tratarme de esa manera. Perros pulgosos,
dije para mí mismo, molesto.
No
todos los miembros de la manada permanecían en la Guarida y existe un orden
establecido de acuerdo al género. Los hombres (machos) se encargan de cuidar a
la manada, turnándose y haciendo vigilancia, son los guerreros y los únicos que
deben luchar. Las mujeres (hembras) por otro lado, se encargan de la cacería,
conseguir la comida para los demás, que son los niños y los hombres. Alguna vez
había leído algo parecido en un libro de Ciencias Naturales de mi abuelo, era
una estructura que ellos mismos establecían jerárquicamente.
Otra
razón por la cual odiar más a estos sujetos. Si quieres comer tendrás que cazar, ¿estaban dándome alguna
indirecta? Solo debería salir por la puerta principal y no mirar atrás, eso
sería mejor y nadie lo notaria. Pero esta estaba 4 pisos arriba. Ahora mismo me
encontraba en el fondo de la Guarida.
La
vista era impresionante y a la vez atrayente. Era una obra arquitectónica la
forma en la que unas garras y dientes podían construir semejante lugar. Claro,
que también habían utilizado herramienta de excavación y mucho tiempo, aunque
seguía siendo algo asombroso.
El
primer nivel era solo de la entrada principal, que conducía por un largo
trayecto de escaleras hacia abajo. Los otros 3 niveles eran las habitaciones de
cada were, algunos compartían con otro, pero la mayoría tenía la suya. En el
fondo, que era considerado el primer piso, era donde se encontraba la
bodega/cocina. Todo perfectamente ordenado en un muro solido en la parte
derecha.
El
comedor era un sitio enorme, arreglado con grandes arañas que colgaban del
techo, clavadas y sujetas con cadenas de acero. Varias largas mesas que se
veían ocupadas cuando todos los miembros de la manada regresaban a tomar su
comida diaria, que eran por lo menos 3.
Llevaba
horas limpiando cada esquina de la Guarida, no tenía por qué hacerlo, pero
bueno. Me habían puesto una nueva tarea a realizar, tarea absurda era más bien.
-
Hola, ¿Qué estás
haciendo? – la voz me hizo sobresaltarme por la impresión, casi haciéndome caer
del pequeño “escalón” que yo mismo había creado para alcanzar los lugares altos
con algunas cajas. Me gire, encontrándome con un par de ojos verdes esmeralda
mirándome y una enorme sonrisa dibujada en el rostro de Charlie. Quien tenía
que alargar un poco el cuello para mirarme.
-
Umm, no mucho, solo me
pusieron a matar arañas. – dije, sumiendo los hombros, agitando el pequeño
plumero en el aire.
-
No tenemos arañas en
la cueva. – su ceja subió y retrocedió un paso.
-
Fue lo que les dije,
pero igual me pusieron a buscarlas hasta que encuentre por lo menos una. –
levantando el dedo índice, gire los ojos ante la graciosa expresión de Charlie,
al parecer le resultaba graciosa mi situación.
-
¿son malos contigo?
-
Creo que ya les
agrado, tal vez quieren prepararme una fiesta de bienvenida. – bajando del
escalón, con ambos pies en el suelo, Charlie era más alto que yo, y grande, en
masa corporal. Otra cosa que los weres tenían era su tamaño.
-
Oops, ya arruinaste
la sorpresa. – suspiro profundamente,
cubriendo sus parpados con la palma, sacudió la cabeza negando y luego volvió a
mirarme - Les diré a todos que dejen de decorar el pastel. – otra sonrisa,
haciendo que sus ojos brillaran más de lo normal. Un par de sujetos pasaron
junto a nosotros, dirigiéndonos inexplicables miradas. Me gira hacia Charlie y
le susurre por lo bajo.
-
¿no te preocupa que te vean con el prisionero humano?
-
¿prisionero humano? – ambas cejas fueron hasta arriba de su frente.
-
Mi nuevo alias de la
manada. Perfecto para mí.
-
Entiendo. No, no me
preocupa. Además ese humano me salvo la vida y no tengo razón alguna para ser
grosero con alguien que ha hecho eso.
-
¿estás en deuda
conmigo? Excelente. – una luz se encendió en mí al oír esas palabras. Deje el
plumero en el escalón y me sacudí el polvo de los pantalones y parte de mis
brazos.
-
¿excelente? ¿Por qué?
-
Quiero salir a cazar,
estoy aburrido de estar encerrado aquí. No me malentiendas, es hermosa su
guarida, pero quiero salir unos segundos. Olvidarme de todo por un rato. – y
necesitaba aire fresco, respirar aire con tierra no era muy mi estilo.
-
Te entiendo, eso es
lo mismo que nos pasa cuando no salimos a campo abierto, está en nuestros
instintos.
-
¿entonces, que dices?
– le di un pequeño codazo entre las costillas. Estaba a punto de ponerme de
rodillas si decía que no. Pero rápidamente su expresión me dijo lo contrario.
-
Le preguntare a las
chicas. Tal vez Abby necesite más voluntarios para que las cuiden mientras
cazan.
-
¿las cuiden? –
pregunte, ante esa declaración, ¿Por qué?
-
Créelo o no, siguen
estando expuestas a cazadores. Malditos idiotas. – era verdad lo que decía, aun
en nuestros tiempos seguían existiendo los cazadores, solo que estos estaban
bajo el mando de los vampiros, para exterminar a los weres por ellos. Eran unos
sujetos despiadados que torturaban a cualquiera que les fuera asignado
asesinar. Su forma de asesinar, o masacrar, era legendaria y no tenían piedad
con nadie. Decir que no tenían corazón seria quedarse corto de palabras, disfrutaban
el matar a sangre fría.
-
Deben estar
totalmente chiflados como para matar a un were. – respondí, las palabras
salieron de mis pensamientos transformados en una oración.
-
Les atrae más lo que
ganan.
-
Aun así está mal.
Ustedes son humanos y no blancos para su entretenimiento. Es algo inhumano, barbárico si me lo
preguntas. – sus ojos parecieron abrirse más de lo normal, a través de la
pequeña cortina que formaban unas cuantas hebras de su cabello castaño, como si
emitieran un brillo constante. Su boca se abrió, cayendo su mandíbula.
-
Guao. – nos giramos
hacia donde provenía la expresión, una hermosa mujer estaba recargada en el
marco de la puerta, su cabello oscuro largo amarrado a una coleta que cubría su
espalda, su piel no era totalmente oscura, pero estaba bronceada, labios
carnosos y una bonita cara, aunque aun así ruda, y un par de ojos grises que
quitaban el aliento, suspiro, incorporándose, metió ambas manos a los bolsillos
de su ajustado short de mezclilla - El humano no es tan bastardo como nos dijo
Kadar. Creo que me agrada. – aunque su rostro no cambio de expresión, algo me
dijo que lo que decía no era malo y que era verdad.
-
Abby. ¿Qué haces
aquí? – se adelantó Charlie a preguntar, no en tono molesto, sino con simple
curiosidad. Podía jurar que escuche algo más dentro de esa pregunta.
-
No era escuchar a
escondidas de ustedes. Eso te lo aseguro. – Charlie rodo los ojos y suspiro
profundamente, llevando una mano detrás de su cabeza, Abby se giró hacia mí, - ¿quieres ir con nosotras?
-
¿enserio? ¿puedo?
-
Claro, solo déjame
avisarle al Alfa Randolph.
-
Parece que saldrás de
cacería Jason. – declaro Charlie, soltando una pequeña risilla.
-
¿Jason, así te
llamas? – pregunto, elevando una ceja al aire.
-
Oh, sí. Mi nombre es
Jason Snyder. – extendiendo mi mano, ella la tomo y apretó, aceptando el saludo
cordialmente con una media sonrisa.
-
Yo soy Abby, la líder
de las hembras de la manada. Debo ir a tratar algunos asuntos con el Alfa,
hablare con el sobre lo de ir de cacería.
-
¿Cuándo iríamos? –
pregunte, tratando de ocultar la emoción dentro de mí, pero el tono que había
utilizado me delato inmediatamente.
-
Aún tenemos provisiones,
pero a veces no está de más tener un poco extra guardado. Tranquilo, yo me
encargo. – guiñándome un ojo, sus largas pestañas eran hermosas, acentuando
esos bellos ojos plateados.
-
Está bien. Te veré luego.
La
miramos alejarse adentrándose en una habitación que estaba separada de las de
los demás miembros, casi al fondo de toda la Guarida. Tenía una puerta más
grande, algo obvio considerando que se trataba de la Oficina del Alfa. Su
habitación contigua a esta.
-
Creo que hiciste una
nueva amiga.
-
¿tú crees? Me pareció
tan genial su forma de actuar. – aun seguía mirando hacia donde había
desaparecido.
-
Así es Abby. –
suspirando profundamente, una sonrisa involuntaria se creó en su rostro,
alargando sus labios - ¿emocionado?
-
Por supuesto. Aunque
dudo que sea pronto lo de ir de cacería.
-
No te preocupes,
mientras tienes tus labores domésticas para entretenerte y matar el tiempo.
-
Claro, eso me sirve
mucho de consuelo. – levante el plumero sobre su rostro, haciéndolo estornudar.
-
Vamos, te ayudare un
poco. – me arrebato el plumero de las manos. Esta vez haciéndome lo mismo a mí.
Hizo que me picara la nariz.
-
¿no tienes que hacer
guardia con los demás? – dije, apartando la cosa frente a mi rostro con la
mano.
-
Me toca el turno
nocturno.
-
¿seguro que estarás
listo para ello si me ayudas?
-
Sí. – sus ojos se
apartaron de mi mirada acusadora, algo no estaba bien. lo volví a mirar y esta
vez pude verlo. Me cruce de brazos y levante una ceja.
-
¿Por qué siento que
me estas usando como una excusa? – se detuvo de lo que estaba haciendo y se
giró hacia mí, aun esquivando la mirada hacia otro lado, comenzó a rascarse la
nuca y suspiro, derrotado.
-
Esto… está bien. Lo
admito. Me mandaron a hacerme cargo de algo que no quiero hacer. Es horrible. –
dejo caer ambos brazos a los costados, inclinando la cabeza.
-
No creo que sea para
tanto.
-
Ja, es que tú no los
has visto. Si lo hicieras dirías lo mismo que yo.
-
Eres demasiado
dramático.
-
No lo soy.
-
Si lo eres. Niño
grande. – golpeándolo con el dedo índice en el descubierto pecho.
-
Costal de huesos. –
me regreso el golpe con el dedo. Esto era guerra.
-
Pulgoso. – volvi a
golpearlo.
-
Puritano. – bufando.
-
Huele traseros.
-
Uh, eso fue un golpe
bajo.
-
Pero es verdad. Así
que gano yo este duelo.
-
Por esta vez.
Era
algo infantil el hacer este tipo de cosas, pero al menos era divertido ver
rabiar a Charlie por ello. Ambos caminamos hacia la escalera del segundo piso.
Aún tenía que limpiar los pisos de tierra, junto con cada habitación de los
weres.
+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
Estábamos
a punto de terminar con todo el desorden del cuarto de uno de los miembros, de
Derek, cuando Alo apareció frente a nosotros, con cara de pocos amigos. Aunque
para mi buena fortuna no era a mí a quien estaba mirando y dirigiéndole
semejante mirada. Que parecía estar matándolo segundo que pasaba.
-
Así que aquí estabas.
¿Qué estás haciendo Charlie?
-
Yo… estoy ayudándole
a Jason.
-
Él puede hacerlo
solo, ¿verdad? – dirigiéndose a mí, asentí.
-
Fue lo que le dije,
pero se negó.
-
¿en serio? ¿y qué
pasa con tu tarea?
-
No quiero hacerlo.
-
¡Charlie! Ya no eres
un jovencito. Además solo te pedí que hicieras una cosa. Una cosa.
-
Pero todos sabemos
que eso es lo más difícil de hacer. ¿Por qué me pusiste a mí a hacer algo como
eso? – cruzo ambos brazos sobre su pecho, haciendo un puchero infantil.
-
Porque eres el único
al que obedecen, y estas disponible. Solo tienes que vigilarlos que no se matan
los unos a los otros.
-
Perdón que interrumpa
su discusión sin final, pero ¿de qué están hablando? – mirando a ambos
totalmente confundido.
-
De los cachorros de
la manada. Los miembros más pequeños. – explico Alo en tono cansado, molesto
mas bien.
-
¿niños? ¿por eso es
todo el alboroto? Entonces hazlo, no es difícil cuidar un niño.
-
Es que tú no has
visto a los niños weres, son muy difíciles de cuidar y no puedes controlarlos.
Son unos salvajes. – declaro Charlie sumiendo los hombros y suspirando
pesadamente.
-
Alguna vez fueron
iguales ustedes.
-
Te oyes muy confiado,
Jason. ¿me ayudarías a cuidarlos?
-
Yo… creo… que paso,
tengo mucho que limpiar. – esto olía a problemas, lo más seguro era mantenerme
alejado, por esta vez, de Charlie. Alo tosió, por alguna razón mi presagio parecía
ser verdad cuando las comisuras de sus labios formaron una cínica sonrisa y sus
ojos grises me miraron.
-
Ya veo. Creo que
tengo una nueva tarea para ti hoy.
-
¿Qué? ¿Qué tarea? – por favor no digas cuidar a los cachorros,
por favor no digas cuidar a los cachorros, rogaba mentalmente.
-
Hoy te encargaras de
cuidar a los cachorros de la manada.
-
¡¿Qué?! Pero no soy
bueno con los niños.
-
Tienes suerte, ellos
no son como los otros niños. Son weres, cambia formas.
-
Que mala suerte
Jason.
-
¿de qué hablas
Charlie? Tú también le ayudaras – haciéndolo tragar en seco.
-
¿Qué? ¿yo porque?
-
Porque en primer
lugar era tu tarea, no te salvaras de tus responsabilidades. Ahora, vayan.
Estaba
a punto de protestar, pero la mano de Charlie sobre mi hombro me dijo que mejor
era resignarse al veredicto del Beta.
-
Por cierto, humano.
Ten cuidado, no todos los cachorros son were lobo.
-
¿a qué te refieres?
-
Quiere decir que no
somos solo una manada de lobos. También hay algunas otras especies que viven
con nosotros. Otros tipos de weres.
-
Exactamente. Ten
cuidado.
-
¿estas preocupado por
mí, Beta? Que dulce. – su rostro pálido se llenó de un color rojo, empezando
por sus mejillas hasta llenar sus orejas.
-
Yo… yo… solo te
advertía. T-tonto.
-
Es tan fácil de
molestar.
-
Pues eres el único
con el que le he visto sonrojarse. Además de su hermana.
-
¿Alo tiene una
hermana?
-
Si, ya la has
conocido.
-
¿en serio? – tratando
de recordar en mis registros mentales, la única imagen que vino hacia mí fue
cierta mujer de pelo oscuro largo y ojos grises - ¿Abby es su hermana?
-
Si, su hermana menor.
-
Increíble. Ahora que
lo pienso se parecen un poco.
-
Físicamente. Porque
son como polos opuestos. Ella es espontánea y él es serio y frio.
-
Pero se quieren
mucho, ¿verdad?
-
Eso nunca lo dudes.
Ahora, démonos prisa antes de que destruyan la guardería.
-
¿en serio?
-
Créeme, lo harán sino
llegamos rápido.
En
que lio me había metido. Al parecer esto podría sumarse a una de mis múltiples
desgracias. Sonreí, forzadamente, intentando ocultar mis ganas de correr lejos
antes de llegar a la guardería.
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
Al
parecer el término salvajes e hijos de animales iba completamente de la mano
cuando se referían a los hijos de weres. Toda la habitación, que estaba
bloqueada con una rendija hecha de madera para evitar que escaparan o
anduvieran fuera por los pasillos, era un desastre. Arañazos y marcas extrañas
por todas las paredes, sin mencionar el olor que emanaba por toda la atmosfera.
¿No les enseñaban modales? No, fue la
respuesta inmediata que recibí al ver a uno de los más pequeños apuntar hacia
una esquina con su pequeño pene y orinar
en el mismo lugar.
-
Por cierto ¿Qué tipo
de weres tienen en la guarida?
-
Oh, sí. Algunos son
osos, felinos (pumas, leopardos, panteras jaguar), zorros, águilas, hay una
gran variedad de ellos. No somos exclusivos. Cuidamos a los nuestros y uno que
otro ya traía a sus pequeños.
-
Guao. Tienen casi
todo el bosque aquí.
-
Más que nada, si te
das cuenta son depredadores. Pero todos tienen control de su espíritu animal,
por lo que no hay riñas sobre quien es más superior a quien. También cuenta que
nuestro Alfa sea Randolph.
Charlie
se adelantó a mí y comenzó a quitar los seguros que estaban colocados por toda
la rendija de madera y abrió la puerta, colocando su pierna en el espacio para
evitar que alguien escapara a hurtadilla de nuestra vista.
-
¡CHICOS! ¡SENTADOS! –
grito Charlie, por primera vez lo veía usando un tono severo. Pero para mi
sorpresa todos los pequeños monstruos obedecieron a su orden. Dejando de
moverse de un lado para el otro como pulgas y se sentaron sobre sus piernas
cruzadas en el suelo. – bien, ¿Qué es todo este alboroto?
-
Estábamos jugando –
dijo uno de los pequeños, su cabello revuelto y sin lavar, aun tenia rasgos de
tierra y algo que parecía comida, o era otra cosa. Le llegaba a la cadera a
Charlie.
-
¿a eso le llamas
jugar? ¿Quién lo empezó?
-
Fue… - cerro la boca,
apretando los labios fuertemente, sus puños igual.
-
¿no me van a decir?
Bien, lo descubriré por mí mismo. Esther, ven aquí.
Una
niña pequeña, que vestía un camisón rosa con una flor estampada en el pecho se
abrió paso entre todos los chicos. Tenía el cabello castaño claro y lo llevaba
suelto, cayendo como una cascada por toda su pequeña espalda. Y unos ojos cafés
avellana.
Charlie
se agacho, doblando su pierna derecha y se puso hasta la altura de la niña.
Ella paso su pequeña mano sobre la mejilla de Charlie, acariciándola y sonrió.
-
¿Qué paso aquí nena?
¿Quién fue esta vez?
-
Valentino. Dijo que
si hacíamos duido tú vendías a vednos. Yo solo quedía que viniedas. – unas cuantas
lagrimas comenzaban a salir de sus ojos vidriosos, ella se cubrió con la manga
de su camisón, gimoteando.
-
Lo sé. Siento no
haber venido a verlos en tanto tiempo, pero eso no es justificación.
Prometieron comportarse mientras tanto.
-
¿quieres que te ayude
con algo? Puedo limpiar el desastre. – ofrecí mi ayuda, que desde hacía 5
minutos estaba en el marco de la puerta sin decir palabra alguna como una
estatua.
-
No. Ellos limpiaran
su propio desastre, ¿verdad? – hubo unas cuantas protestas, pero al final de
todo desistieron ante la mirada inquisitiva de Charlie y comenzaron a correr
por toda la habitación, recogiendo la basura y
acumulándola en una esquina, donde estaba un contenedor grande.
-
Eres… guao,
sorprendente Charlie. Mira cómo te obedecen.
-
Soy su hermano mayor.
– dijo, un tanto arrogante, podía ver el orgullo en esas palabras. Aun sostenía
a la pequeña Esther entre sus brazos, meciéndola suavemente.
-
¿de todos?
-
Bueno, no en ese
sentido. Me refiero a que ellos me ven
como un hermano mayor por ser uno de los más jóvenes.
-
Creí que había más
jóvenes.
-
Si los hay, pero no
como yo. ellos se preocupan por otras cosas y yo siempre ando dando mis rondas
por estos lugares. Y como pasó más tiempo con ellos me han nombrado su hermano
mayor.
-
Felicidades hermano
mayor. – bromee con él, dándole un golpecito con el puño en el hombro.
-
Hola. ¿Quién es él? –
mi mirada bajo ante la pregunta de uno de los niños que me llamaba. Sus cejas
estaba fruncidas y me miraba, no sé si molesto o curioso. Su cabello oscuro,
con unos ojos color miel.
-
Mi nombre es Jason.
¿Cuál es el tuyo? – bien, aceptaba los retos, siempre en cualquier lugar.
-
Valentino. –
respondió secamente.
-
Que nombre más
varonil. – sus cejas se movieron y la
tensión despareció lentamente. Y su boca formo una débil sonrisa - ¿Cuántos
años tienes?
-
7 años y ya puedo
convertirme en lobo. – sus manos jugueteando con la tela de su pantaloncillo,
me miro sonriente, sus ojos brillando - ¿quieres ver?
-
Por el momento no.
Tengo cosas que hacer, será la próxima, ¿sí?
-
Entiendo. ¿también te
conviertes en lobo? – pregunto curioso.
-
Oh, no. Yo soy
humano.
-
¿un humano? Guau. No sabía
que teníamos humanos en la manada.
-
El solo está de
visita, pronto se ira. – declaro Charlie, depositando a Esther en una cama al
fondo de otra habitación contigua.
-
Si, pronto me iré.
¿Por
qué el decir esas palabras me hacía sentir extraño? era eso lo que quería ¿no?
-
¿Qué les parece si
jugamos con Jason?
-
¿jugar, a qué?
-
Quemados.
-
Oh, no.
-
Oh, sí. Y como Jason
es el nuevo aquí, él se traerá la bola primero. Debes quemar a todos, ni uno
debe quedar.
-
Entiendo. Lo he
jugado antes. Denme el balón.
-
Debes de tener en
cuenta dos cosas. Estos chicos no jugaran limpio.
-
¿Por qué eso no me
hace sentir mejor?
-
Porque es una
advertencia.
-
Bien, empecemos.
-
CORRAN.
Todos
comenzaron a dispersarse por toda la habitación, como si espantaran a un
enjambre. A excepción de que algunos comenzaron a adoptar la forma animal de
cada uno. Mierda, dije para mí mismo,
así que esto era a lo que se refería Charlie con jugar sucio.
Bien,
el juego había comenzado.
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
Estaba
completamente molido. Me dolían partes del cuerpo que jamás había creído tenia.
Atrapar a cada uno de esos monstruos había sido peor que cualquier tortura.
Tenía mordeduras de todo tipo entre los brazos y piernas, y alguien me había
mordido el trasero en un descuido. Aun dolía.
Charlie
había sido el más difícil de atrapar, después de que me derribara al suelo y me
hiciera cosquillas hasta que casi me moría de risa.
Después
del juego de quemados, se había quedado a acomodar a todos los chicos, y
contarles una de sus viejas anécdotas de exploración. Al menos me había salvado
de tener que hacer esa otra tarea. Recapacitando y analizando mejor mi vida, el
hacer tareas domésticas parecía una mejor opción. No me quejaría la próxima vez
si me ponían a hacerlas. Escuche unos pasos acercándose hacia mí, pero me dolía
hasta el cuello como para girarlo y ver quien era.
-
Toma, bebe esto. –
dijo, entregándome un vaso con extraña procedencia. Reconocí rápidamente la
voz, era Kaden.
-
¿Qué es? – viendo el
color algo desconfiado dentro del vaso.
-
Solo bébelo. –
espeto, bufando.
-
Tu primero. –
declare, no era idiota.
-
Está bien. – llevando
el vaso a sus labios, bebió el líquido, su manzana de Adán subiendo y bajando
con cada trago, hasta dejarlo vacío - Listo,
tu turno.
-
Bien. – trague el
líquido, que era más como un batido, al tocar mis papilas gustativas lo volví a
regresar, escupiendo un poco, me gire hacia Kaden, pero este no reía, solo
parecía sorprendido - ¡¿Qué es esto?!
Sabe horrible.
-
¿en serio? Creí que
te gustaría, supongo que solo sabe bien para los weres.
-
Maldito. A todo esto
¿Qué tenía la bebida?
-
Vallas silvestres,
carne molida y un poco de corteza de árbol.
-
Ahí está. Le pusiste
vallas silvestres, eso sabe horrible – ambos reímos como locos.
-
¿en serio?
-
No, debió de haber
sido la corteza del árbol, eso siempre tiene un sabor amargo. ¿no lo sientes?
-
No, ni un poquito. –
negando con la cabeza.
-
Ya veo. Entonces si
te secundo con lo de que los weres son diferentes.
Limpie
mi boca, el poco de líquido que quedaba escurriendo por mis labios. Kaden me
ofreció un pequeño pañuelo y lo utilice, limpiando todo rastro de suciedad.
-
Me llamo Kaden, pero
puedes llamarme K2.
-
No quiero.
-
¿Qué? ¿Por qué?
-
Porque creo que si te
miro tan solo a los ojos o suspiro tu propio aire, tu hermano me desollara
frente a todos los miembros de la manada.
-
No te preocupes, él
es un poco rudo, pero en el fondo es bueno. Antes él no era así, incluso
sonreía. – una sonrisa triste ensombreció su rostro.
-
Mentira, me estas
engañando. – dije, asombrado. Eso debería ser una gran mentira, como que la
tierra giraba alrededor del Sol. Simplemente no había manera de ser verdad.
-
No, es enserio. La
razón por la que él es así es porque… - ambos nos sobresaltamos ante el sonido
escalofriante de un gruñido.
-
¡KADEN! ¿Qué haces
aquí con él? – señalándome, de un modo como si fuera un desecho perdido o un
animal muerto que Kaden había recogido y traído a la casa a hurtadilla como un
niño de 5 años. ¿era demasiado despreciable?
-
Yo… hermano…
-
¡VETE! ¡AHORA!
-
Está bien. nos vemos,
Jason. – disculpándose, se levantó del suelo, sacudiéndose el polvo y salió
corriendo lejos.
Yo
hice lo mismo, tratando fuertemente de ignorar a Kadar, pasándolo de lado, pero
este me bloqueo el paso, dirigiéndome la más mortífera de sus miradas.
-
¿Qué planeas?
-
¿perdón?
-
Dije, ¿Cuáles son tus
planes, humano?
-
No sé a qué te
refieres.
-
¿Por qué sigues con
nosotros? Por lo que veo estas mejor, ¿Por qué no te has ido?
-
Ni siquiera yo tengo
idea del porqué. Los primeros días quería irme como rayo fuera de aquí, pero…
no lo sé. – y era verdad. Por alguna razón ya no se me hacía más como una
prisión este lugar, e incluso no lo veía como una condena de recuperación. Me
sentía cálido y en confort estando aquí.
-
Bueno, hasta que lo
sepas, te advierto que si te acercas otra vez a mi hermano te hace mucho daño.
-
¿no crees que él ya
es lo suficientemente mayor como para decirme eso el mismo? No es un niño que
necesita ser cuidado. – dándole la espalda, pretendía hacer una partida
dramática o algo así, con el fin de alejarme de él, porque todo el drama me
causaba jaqueca.
-
MALDITO – me jalo del
hombro, en el mismo momento en que lo coloco, le di vuelta a su brazo,
doblándolo y quedando con la palma de la mano apretando con el pulgar en la
zona rosada.
-
Mira, no sé qué
tienes contra mí, pero debes también saber que no soy cualquier humano. Yo
puedo defenderme y hacerte más daño del que te imagines y si me comporto es
porque estoy en su casa. Yo tengo modales.
-
…
-
No juegues conmigo o
podría no ser tan amable la próxima vez. – advertí, esta vez sí alejándome de
él, a paso veloz.
Se
quedó en el suelo, sobándose el musculo. Al menos no lo había hecho como para
lastimarlo, solo inmovilizar. ¿De dónde había salido ese auto reflejo? Siempre
tenía nuevas técnicas, pero ¿de dónde venían? Mi abuelo me había enseñado a
defenderme, pero esto era un nivel superior. Incluso el hecho de haber peleado
contra 4 sujetos enormes, y un vampiro. ¿A qué se debía? El dolor de cabeza
comenzaba a punzar en mis sienes como martillos. No otra vez, dije, tenía
tiempo sin esos dolores, y ahora no tenía mi medicina.
Sintiendo
mis piernas debilitándose me deje caer al frio suelo de tierra, pero en lugar
de sentir el golpe duro, sentí el calor de dos brazos sostenerme de caer. Subí la
mirada, pero mis ojos se cerraron al momento. El dolor de cabeza era
insoportable y me hizo perder el conocimiento.
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