LABIOS HELADOS, LENGUA CALIENTE - CAPITULO 4
[Guarida
- Parte 1]
Todo
el grupo de weres se giró, al escuchar el sonido del cartucho de un arma siendo
disparado. El vampiro con el que el humano había peleado seguía con vida, y
sostenía un arma extraña hacia el más joven de sus compañeros. Quien sostenía
al humano que parecía inconsciente.
Todos
se movilizaron y fueron sobre el vampiro, sin darle oportunidad de volver a
disparar. Rápidamente estaban destrozándolo. Sus gritos de dolor ignorados por
todos.
Randolph,
los gemelos, Kaden y Kadar, y Alo se acercaron hacia el chico.
-
¿Qué paso? – pregunto
Randolph, al ver el cuerpo del chico inmóvil. Tenía los ojos cerrados y su
respiración era más lenta que lo normal, podía escuchar su ritmo disminuyendo -
¿Qué sucedió? ¿Por qué el humano esta inconsciente?
-
¡Un sedante! Mierda.
– declaro Alo, el Beta de la manada, quitándole un pequeño objeto que estaba
clavado en su pecho. Parecía un dardo, pero era transparente y más delgado.
-
El sujeto trato de
dispararme, no me di cuenta de ello…
-
Pero el humano si,
¿verdad? – casi, como si fuera una presentimiento dijo el Alfa. Charlie
asintió.
-
Así es.
-
¿y se interpuso? ¿Por
qué?
-
Para protegerme.
-
Pero si es un humano.
Y tu un were. No lo entiendo. – dijo Kadar, tan desconfiado como siempre con
respecto a los humanos, no podía dejar de sospechar en lo más mínimo de sus
acciones. Y Randolph podía entenderlo, no podía juzgar su forma de ser, puesto
que conocía bien el por qué detrás de todo eso.
-
Sea lo que sea, no
podemos dejarlo aquí.
-
¿Qué? ¿estás loco
niño? Es su problema. – dijo Alo molesto, regañando a Charlie, el más joven de
toda la manada. Había más jóvenes, pero era uno de los pocos en salir a lugar
abierto. Entrenar a uno de los chicos era de mucha ayuda, para que este mismo
enseñara a sus demás compañeros. Aun así, el chico tenía razón y tanto Randolph
como Alo y los gemelos lo sabían. Suspiro el alfa.
-
Ayudo a Charlie, le
salvo la vida. Conoces las reglas de la manada. Cualquiera que arriesga su vida
por uno de los nuestros jamás será abandonado. Lo llevaremos con nosotros. –
declaro Randolph, viendo si Alo reaccionaba negativamente, solo levanto las
cejas y asintió. Los gemelos se miraron entre sí, pero no dijeron nada. Los
mayores weres se levantaron y dejaron a Charlie con el humano, tratando de
llamar a los otros 6 weres que vigilaban, cuando la voz de Charlie le hizo
girarse.
-
¿está seguro Alfa? –
el tono de sorpresa en Charlie los hizo girar a los 4, aun seguía siendo un
novato y era un poco estúpido, según
palabras de Alo. Juraría haber escuchado el chasquido de Alo, usando su lengua
contra sus dientes.
-
¿dudas de lo que dice
tu Alfa? Hazle caso, es una orden. AHORA. – lo regaño, nuevamente, Alo. Charlie
se encogió por el temor de ser golpeado, pero como era Alo, no lo hizo.
-
Sí, señor. –
respondió, temeroso de que Alo fuera tan suave, esta vez.
Charlie
regreso a atender al humano, que seguía estar en las nubes. Los gemelos se separaron,
entrando en el bosque, escucho el sonido del potente aullido de Kadar, que era
más fuerte que el de su hermano menor, Kaden.
Alo
estaba aún a su lado, mirando hacia donde se habían ido sus compañeros. Como
siempre estaba analizando todo, no podía dejar de pensar y jamás le obligaría a
que dejara de hacerlo, por algo era su Beta. Y que existieran otras condiciones
también le concedían esa posición, porque para llegar a ser Alfa, debería pasar
por Randolph y nadie estaba tan loco para hacerlo, ya que era una sentencia a
muerte para su contrincante. Coloco su mano sobre su hombro, llamando su
atención, Alo salió de su trance, sacudiendo su cabeza.
-
¿te molesto mi
decisión? – pregunto, mirándolo a los ojos. Sabía que estaba sorprendido por su
repentina decisión, pero quería saber.
-
No puedo decir que me
hace feliz, es un riesgo llevarlo a la Guarida, pero tienes razón. Nosotros no
somos como Ellos. Entiendo tus razones para hacerlo. – le dirigió una mirada de
comprensión. Eso alivio un poco la tensión en su cabeza, no quería que su Beta
estuviera en su contra, y siempre consultaban las decisiones a tomar juntos.
-
Que bien que las
entiendas. ¿puedes llevarlo tú?
-
Si, puedo.
-
Encárgate de él. Eres
en quien tengo más confianza, por eso mismo te doy esta tarea. Hermano.
-
Lo entiendo. No te
defraudare Alfa, VAMONOS PERROS. – grito fuertemente, que su voz se esparció
por todo el bosque de los Azules. El eco de los aullidos le indico que todos
estaban listos y movilizándose hacia la Guarida. – Chico, ven aquí y ayúdame
con el humano. RAPIDO.
-
Si, Beta. – dijo
Charlie, tomando al humano entre sus brazos, su rostro descansando en su pecho,
mientras lo sostenía dirigiéndose hacia Alo.
Lo
primero que cambio fue su cabello, tornándose de un color gris, podía haber
pasado por blanco cenizo, pero no era así, era Gris. Alo comenzó a
transformarse en lobo, sus brazos y
piernas cambiando a unas grandes y fuertes patas animales, llenándose de un
pelaje grisáceo por todo su cuerpo. Su rostro se contrajo y luego los colmillos
comenzaron a crecer, mostrando unos enormes caninos, su boca alargándose en un
hocico. Sus pupilas se dilataron y sus ojos se hicieron más grandes. Una cola
saliendo de su parte trasera, agitándose en el aire, mientras el cambio
continuaba.
Su
apariencia humana ya no estaba, sino un enorme lobo gris había quedado en su
lugar. Lo único que permanecía de Alo eran sus ojos. Se giró hacia Randolph e
inclino la cabeza, en señal de respeto. Charlie se acero hacia él, un poco
temeroso, podía olerlo en el aire. Tenían mucho trabajo que hacer con ese chico
para volverlo un buen líder o no podría utilizarlo más que como guardián de la Guarida, cosa que
Randolph, ni Alo, querían hacer.
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Adentrándose
en el bosque, Randolph miro a su costado, Alo ya estaba convertido en lobo, con
Jason Snyder sujeto en su lomo.
Parecía tan relajado, en una paz casi imperturbable, ¿Qué le habrían dado al
chico para ponerlo en ceros? Algo muy potente.
Considerando
que a quien le iban a disparar era a Charlie, la dosis de tranquilizante debía
haber sido muy fuerte. Porque no con cualquier cosa un were podría quedar
inconsciente, agachando las orejas y ocultando las garras. Tenía que ser una
dosis 5 veces más de las que un humano podría resistir, y vaya que había hecho
efecto rápidamente.
Zigzagueando
entre los árboles que se le ponían enfrente, disfruto del aire puro del bosque.
No todos los días salían de la Guarida, pero cuando lo hacían trataba de
aprovecharlo. Su lado salvaje le pedía a gritos que lo sacara a pasear todos
los días, pero a veces un líder tenía que hacer sacrificios. Y la abstinencia
al bosque era una de ellas, porque debía vigilar a los demás. Aunque amara ese
lugar más que nada, la manada estaba primero.
Estaban
llegando casi al final del bosque de los Azules por la parte Este, así que
estaban cerca de llegar al PUNTO. Trotando a paso veloz, podía sentir la tierra
en sus patas, la humedad, las ramas secas y uno que otro insecto. Sus
movimientos eran tan coordinados que no tenía que mirar hacia donde pisar,
conocía el bosque como su propia pata.
Finalmente
vio el árbol que señalaba el PUNTO, estaba marcado en la copa más alta con un
pequeño arañazo que el mismo había hecho con su garra. Y la entrada estaba
cubierta por una gran mata de helechos, que cambiaban continuamente para que no
se vieran aplastados y no encontraran la grieta dentro del mismo árbol.
Sus
compañeros estaban entrando, sin detenerse, se lanzaban hacia donde parecía estar
un tronco sólido. Que al mirar con detenimiento podías apreciar que la entrada
estaba más abajo, como una grieta que partía del árbol hasta las parte del
suelo donde estaban sus secas raíces. Había cientos de árboles viejos y que aún
estaban de pie por todo el bosque, así que eso lo hacía perfecto para hacer una
entrada.
Era
como esos viejos pasadizos que tenías que agacharte y gatear para poder entrar.
Solo que más grande.
Al
ver que Alo entro, cuidando no lastimar al humano o quedar atorado en la
entrada, le siguió. Tomando uno de los helechos de junto con su hocico, lo
coloco frente a los otros 4 nuevos helechos, dejando la entrada como si nadie
hubiera estado ahí.
El
pasadizo llevaba por un largo túnel construido bajo tierra por ellos mismos
cuando se habían visto en la necesidad de moverse sin ser descubiertos. Era
como las ratas vivían, pero no importaba mucho la comparación. Todo era por
sobrevivir.
Existían
un completo sistema de túneles, pero no todos eran utilizados. Solo en caso de
emergencia; lo que en su idioma se traducía “VAMPIROS EN CASA”.
Hasta
el momento no habían tenido que hacer uso de ellos y eso era un alivio, la
manada seguía creciendo y estaban seguros. Al único lugar al que este túnel
llevaba, y que seguía siendo tierra salvaje, sin explorar, donde toda su
especie permanecía, su hogar.
Los
vampiros habían tratado de encontrar a su gente, donde vivían, pero no habían
tenido éxito en ello. El único lugar en el que no se meterían ni porque
encontraran una fuente de sangre. Las
Montañas Humeantes. Un lugar peligroso y lleno de animales salvajes,
ignorando el hecho que también estaban las horribles condiciones climáticas y
de la tierra era muy inestable.
Viendo
una luz al final del túnel, se dio cuenta de que estaba en casa, de nuevo. CASA.
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“¿Dónde estoy?” pensé al sentir que no podía abrir los ojos, o mover un
dedo siquiera. Todo mi cuerpo estaba inmóvil, sobre una superficie fría y
terrosa, lo único que podía escuchar era mi propia respiración y un pequeño
repiqueteo, como el de gotas de agua cayendo dentro de un recipiente a medio
llenar. Tap, tap, tap… el sonido de
pasos acercándose me advirtió que no estaba solo y que eran más de 2 personas.
-
¿Cómo se encuentra? –
el sonido de la voz era grave, pero se escuchaba distorsionado, casi como una
grabación rayada. Era extraño.
-
Mejor. Le dio fiebre
anoche y luego su temperatura simplemente bajo de golpe. Pero volvió a
estabilizarse en la madrugada. – respondió, aun se escuchaban distorsionadas
las voces, no sabía porque, pero no era excluyente, eran todos en general.
-
¿aún no ha
despertado?
-
No. El sedante que le
dieron era para un were, casi como para poder dormir a un elefante adulto. –
dijo, suspirando. ¿sedante? ¿Quién me
había sedado y porque?
-
Entiendo. Cuida de él
mientras tanto, nosotros saldremos a hacer nuestra ronda.
-
Sí, señor.
-
No le quites el ojo
de encima, aun es un extraño y recuerda que toda la manada está aquí.
¿entendido? – amenazo, susurrando por lo bajo, pero aun así firme.
-
Entiendo.
Los
pasos y las voces de los hombres desaparecieron en la lejanía, a través de un
corredor. Todo quedo en completo silencio, a excepción de la respiración del
otro sujeto, que estaba junto a mí.
Sentí
algo frio y húmedo siendo colocado sobre mi frente, mientras el sujeto
susurraba algunas palabras.
-
¿sabes? Aunque no
puedas responderme, quiero que sepas que te agradezco el que me salvaras la
vida. Toda la manada está en deuda contigo. ¿puedes imaginarme siendo cargado
por Alo hasta la Guarida? Seria vergonzoso. – soltando, lo que pareció una risa
amena.
Todo
era tan confuso, no entendía ni una sola
palabra de lo que estaba hablándome. “Salvarle
la vida” ¿a quién? ¿A qué se refería con que toda la manada estaba en
deuda? ¿Quién rayos era Alo? Y lo más importante ¿Qué era la Guarida?
Sacándome
de mis pensamientos. Comenzó a frotar un trapo húmedo sobre mi pecho, que
estaba desnudo. ¿Qué le había pasado a mi camisa? ¿Porque estaba desnudo? Semi,
aun sentía traer puestos los pantalones.
El
contacto entre mi piel y la humedad del trapo era extraña, sentía mi cuerpo
sentirse demasiado sensible. En un momento mientras frotaba, un sonido extraño salió
de mi boca, casi como un gemido. Eso me hizo sentir avergonzado, jamás había
hecho algo así y solo porque alguien tocaba mi cuerpo. Su mano seguía sobre mi pecho, había dejado
de moverse, sin embargo podía imaginar su boca completamente abierta y
sorprendido.
Necesitaba
respuestas y acostado e inmóvil no las iba a conseguir. Tenía que hacer algo y
YA.
Estaba
por volver a retomar su tarea, cuando mi mano apreso su muñeca. Haciéndolo
saltar de su lugar, cayo de espalda contra el suelo. Me incorpore, aun con mi
mano sobre mi pecho, me sentía mojado y por alguna razón, mi propio tacto me
hacía estremecer, haciendo que mis pequeñas tetillas se pusieran duras. Esperaba
que nadie viera eso, o tendría que matar a alguien.
Mi
cuerpo estaba adolorido, casi entumecido de un inexplicable dolor. Me costaba
trabajo acostumbrarme a la casi inexistente luz de la habitación. Todas las
paredes eran de piedra y tierra. La única iluminación era una pequeña lámpara
de aceite, de las que aun teníamos pocas en la Colonia.
-
¿Don… dónde estoy? –
mi voz sonaba agitada, casi irreconocible.
-
Oh, despertaste. Que
bien.
-
¿Qui... quién eres tú?
¿Qué es este lugar? ¿Cómo llegue aquí?
-
Tranquilo. Son demasiadas
preguntas, pero las responderé cada una de ellas. Solo relájate y trata de
recostarte aun sigues débil.
-
¿Qué me paso? –
llevando la mano a mi frente, sentía un leve calor.
-
Primero empecemos por
el inicio. En el bosque tú me protegiste de recibir un sedante, que disparo el
vampiro con el que habías estado luchando. El sedante era demasiado fuerte para
un humano y quedaste inconsciente. No podíamos dejarte en el bosque y
abandonarte a tu suerte, después de lo que habías hecho. Así que te trajimos
con nosotros. A la guarida.
-
¿la guarida es su
escondite?
-
Así es. Es donde vive
toda la manada.
-
¿Cuánto tiempo he
estado durmiendo?
-
¿la verdad?
-
Si, la verdad.
-
3 días enteros
contando hoy.
-
No puede ser. ¿Qué
cosa tenía ese sedante?
-
Te lo dije, era demasiado
fuerte para un humano, era para un were. Así que si no más recuerdo esas cosas
son más que una dosis de tranquilizantes
musculares.
-
¿tú has estado
cuidando de mi todo este tiempo?
-
Umm… bueno, sí. Es lo
menos que podía hacer por ti. Te lo debo.
-
Gracias. ¿también me
quitaste la ropa? – dije, desviando la mirada, un poco avergonzado, el también
parecía estarlo. Sus mejillas coloradas y sus orejas también me indicaron eso.
-
Esto… tuviste
temperatura y toda tu ropa se empapo de sudor, tuve que hacerlo o enfermarías peor.
– rascando su cabeza, se sumió de hombros y luego trato de sonreírme, aun
avergonzado. Tenía unos ojos verdes, aun en la oscuridad brillaban levemente y
un cabello castaño.
-
Muchas gracias por
todo. – no sabía que más decir en una situación como esta más que GRACIAS. Era
demasiado extraño y me sentía avergonzado.
-
No hay problema, fue
un placer. – su sonrisa se hizo más grande, exponiendo una bella y blanca
dentadura.
-
A todo esto, ¿Cuál es
tu nombre?
-
Oh, sí. Mi nombre es
Charlie Rogers. – extendiéndome su mano en un saludo, la tome y apreté, aunque
mi agarre no fue tan fuerte como el de él, que si dolió. Lo noto y luego me
soltó – perdón, aun no mido mi fuerza. ¿estás bien?
-
Sí. Yo soy Jason.
-
Lo sé. El Alfa nos lo
dijo.
Estaba a punto de preguntar más, cuando uno hombre
alto y grande entro a la habitación, apenas podía creer que hubiera podido
pasar a través del marco. Era inmenso como una montaña. Su rostro me era
familiar, era uno de los gemelos con los que me había enfrentado, el que tenía
la cicatriz en el brazo. Y quien parecía odiarme sin razón aparente más que por
mi origen humano.
Se
paró frente a nosotros y luego, después de aclararse la garganta.
-
Has despertado. Eso
me ahorra tiempo. Vístete y acompáñame.
-
Pero…
-
Silencio, Charlie.
-
Si, Kadar. – agachando
la cabeza, era obvio quien era el más fuerte y alto en rango.
-
Humano. Ven acá. –
era una orden, no una petición. Su tono fuerte y molesto. ¿ese sujeto sonreiría
alguna vez? Al parecer no.
-
Tengo un nombre. –
respondí, molesto, yo también podía defenderme y responder con lo mismo.
-
Lo que sea. – bufo, ladeando la cabeza enojado, luego se
dio la vuelta y salió al pasillo. - Alo quiere hablar contigo. Date prisa. – me
despedí de Charlie con un movimiento de mano y salí detrás de Kadar.
-
¿sobre qué? – alcanzándolo
en el trayecto
-
Yo que sé. Solo
camina. – esta vez sí estaba seguro que era una orden, y el empujón fue prueba
de ello.
El
trayecto fue en completo silencio. Uno incomodo, casi sofocante. Kadar era más
que solo silencio, su mirada parecía taladrarme cada vez que me veía por
segundos. Trate de ignorarle, pero era
imposible, sentía sus ojos recorriendo cada parte de mi cuerpo, recibiendo
bufidos y gruñidos molestos como respuesta. Obviamente no pasaba sus estándares.
Era capaz de poner a alguien incomodo en cuestión de segundos, si no pasabas su
aprobación, estabas destinado a recibir sus molestas miradas de hielo seco.
Nos
detuvimos al final del pasillo, donde estaba una puerta grande de madera.
Parecía vieja y descuidada, pero aún mantenía una perilla intacta. Kadar me
paso por delante y toco la puerta con sus nudillos, que de milagro no
terminaron haciendo caer la débil puerta. Una voz gruesa respondió al otro lado
y abrió la puerta, empujándome a entrar.
Eso
me estaba molestando, si me volví a tocar le rompería algo más que un dedo de
la mano. La habitación era amplia y había varios muebles esparcidos por todo el
lugar. Un librero lleno con diferentes textos, sin ordenar. En el medio un
escritorio de caoba, con una veladora en un borde alumbrando al que estaba
sentado al otro lado del mueble.
Era
el tipo del cabello negro largo, solo que esta vez lo traía recogido en una
larga trenza. No sabía cómo hacían esas cosas, por eso mismo jamás me había
dejado crecer el cabello tanto o no sabría cómo controlarlo. Recordé como los
demás le habían llamado Beta y, por respeto, debía de llamarle igual que ellos.
-
¿quería verme, Beta?
-
Sí. Tienes que
hacerte cargo de unas cosas. – dijo, cruzando sus brazos sobre el escritorio,
ambas manos entrelazando sus dedos, quedo con la barbilla siendo sostenida por
los pulgares. Mirándome fijamente.
-
¿Perdón? Yo no
pertenezco a su manada, es más, no entiendo que estoy haciendo aquí.
-
Mira, nuestro Alfa ha
pedido que te quedes con nosotros hasta que estés mejor, y los malditos vampiros
dejen de perseguirnos. – se dejó caer en
la gran silla de cuero negro, frotándose los ojos levemente.
-
Querrás decir hasta
que dejen de buscarme. – afirme.
-
Eres todo un mago.
Lees mis pensamientos – recupero su postura y volvió a sentarse adecuadamente.
Levantando una ceja en el aire.
-
No necesito magia
para leerlos.
-
Bueno. El punto en
esto es que hasta que te tengas que ir, y permanezcas aquí, debes ayudar con lo
que te pidamos. Y eso incluye TODO. – remarcando lo último con gran énfasis.
Una sonrisa irónica se formó en su rostro.
-
Exactamente, si
quieres comida, tendrás que ayudar a cazarla con los demás. – señalo Kadar,
frunciendo el ceño.
-
No soy un lobo.
-
Puedes usar tus
manos. Además no tendrás que cazar animales grandes, con un conejo o un ave. – al parecer estaba tratando de ofender mis
habilidades para cazar, considerándome un completo incompetente a la hora de
matar un animal más grande que un niño de 6 no podría conseguir.
-
Está bien. Estoy en
su casa, y si esas son las reglas, las acepto. ¿Cuándo puedo salir a cazar? –
no les daría el placer de que me tomaran como un inútil o peor aún, inferior a
ellos.
-
¡Ja! no iras solo. no
somos idiotas. Iras con Kadar
-
¿Qué? ¿Por qué yo? –
protesto, sus cejas frunciéndose.
-
¿quieres que lo envié
con Charlie o con Kaden?
-
¡NO! Yo… me hare
cargo. – respondió, apretando los puños a sus costados. Dio media vuelta y
salió del lugar. Dejándonos al Beta y a mí solo.
-
Quiero saber dónde
estoy. – declare, no sabía en donde estaba, o cuán lejos estaba de mi casa. Al
menos eso podía hacer por mí. Pero la expresión en el rostro de Alo me dijo lo
contrario.
-
¿para qué? Así solo podrías…
- no término de decir, puesto que una gran sombra apareció detrás de mí y tomo
la palabra con su gran paso.
-
Está bien. Si vas a
quedarte con nosotros, tendrás que saberlo de todos modos. Charlie, llévalo. –
Charlie salió de un costado, asintiendo y tomándome del brazo. Nadie mas dijo
nada.
-
S… si, Alfa. – su
tono aun temeroso. Este hombre sabía cómo imponerse entre los demás. Y al
entrar en una habitación como dejar a alguien sin palabras.
Alejándonos
de ellos, podía jurar que su mirada me seguía hasta que desaparecía de su vista
al doblar en el pasillo. ¿Mi imaginación?
+++++++++++++++++++++++++++++++++
Estábamos
caminando a través de un largo túnel, ¿Cómo lo habrían hecho? Tal vez con sus
propias garras, el tenerlas también tenía sus ventajas y saber cómo usarlas.
Ahora
estaba en sus manos. No podía huir o me destrozarían, aunque tampoco estaba en
mis planes quedarme con ellos para siempre. Además el Alfa había declarado que
hasta que estuviera mejor y los vampiros dejaran de buscarme. Esperaba que
fuera pronto porque no soportaría dejar mi hogar.
Tan
pronto como la oscuridad comenzó a disminuir me di cuenta que estábamos en
lugar abierto. Charlie se detuvo e indico que avanzara primero. Así lo hice.
Mi
respiración quedo en mi garganta. Estaba pasmado, ¿era posible esto? ¿Este
lugar era real? Asomando la cabeza fuera de la cueva, un cumulo enorme de nubes
grises rodeaban todo el lugar del exterior. Solo se podían ver las copas de las
montañas, como picos atravesando el esponjoso manto de nubes que envolvían toda
el área.
-
Las montañas
humeantes – las palabras salieron de mi boca sin querer, aunque había estado en
mis pensamientos, no decía siempre lo que pensaba en voz alta, pero al parecer
esto era algo nuevo en mí, que comenzaba a gustarme, no lo contrario.
La
brisa fría del aire atravesó mi delgada piel, haciéndome cerrar los puños por
el potente clima. Mi aliento se podía ver cuando suspiraba, como una pequeña
bola de humo frente a mí. Me envolví en un auto abrazo, apretando mis labios,
para no dejar escapar el aire caliente de mis pulmones.
Esta
debía ser la montaña más alta, la montaña del Halcón. Que lejos estaba de mi
hogar, ¿volvería siquiera a verlo? ¿Me dejarían ellos irme si se los pedía? O
¿tendría un destino similar al de los Fredermaus?
Sintiendo
la brisa chocando contra mis mejillas, el frio era agradable, y a la vez
demasiado cruel. ¿Por qué? Solo necesitaba algo, mi libertad. Algo que jamás
tendría.
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