LABIOS HELADOS, LENGUA CALIENTE - capitulo 7


[Guarida – Parte 4]

Después de asearse, y cambiarse de ropas. Trato de enfriarse un poco la cabeza. ¿Qué diablos había pasado? Y sobre todo ¿Por qué Jason Snyder? Considerando que no había manera de que el Alfa Randolph pudiera acostarse con nadie solo porque sí en la vida real, mucho menos tener un sueño húmedo como un adolescente víctima de las hormonas.

Se puso las botas negras de agujeta y salió de su habitación, donde aún estaba impregnado el aroma de su semen. Diablos, pensó. Tendría que asegurarse de que limpiaran el cuarto, pero la única persona que no era afectado por la excitación de un were era la causa de ella; el humano Jason Snyder.

Camino por el pasillo, bajando los escalones de a golpe como una tromba. Quedándose frente a Alo, quien ya le seguía el paso cuando lo vio pasar.

-         Alfa, buenos días. – dijo en tono respetuoso, Randolph lo miro por el hombro, al parecer algo estaba mal, las manos juguetonas de Alo siempre le indicaban eso. Malas noticias.

-         Buenos días, Alo. ¿Qué sucede? – girándose, saludo a varios miembros de la manada que ya estaban en movimiento de un lado a otro comenzando el día.

-         La Cacería. – apretando los labios en una mueca, miró fijamente al Alfa - Tenemos un problema con ella.

-         ¿Qué clase de problema? – levanto una ceja, sin dejar de caminar, Alo se mantenía cerca, pero a una distancia considerada.

-         Los vampiros aún siguen en la zona. No es seguro salir fuera de la Guarida, pero nos estamos quedando sin alimentos. ¿Qué debemos hacer? ¿alistamos el grupo de caza o esperamos hasta que se vayan? Lo cual puede tomar mucho tiempo.

-         ¿Qué dijo Abby? – necesitaba una segunda opinión y Abby era la indicada para ello, después de todo ella lideraba a las hembras de la manada.

-         Que aún quedan provisiones para una semana más, pero que puede ser menos tiempo.

-         ¿el clima?

-         Ha dejado de llover.  – Randolph inhalo profundamente, deteniéndose un segundo, Alo a su lado lo observaba, hasta que rompió el silencio y miro a su Beta, esbozando una pequeña sonrisa.

-         Entonces, diles que se preparen. El sol ha salido y nosotros también lo haremos. Hay que comer, ¿no?

-         Entendido, alfa.

-         ALO. ESPERA. - Lo detuvo agarrándolo del hombro, este se giró confuso, no era propio de él tocar a las personas, por eso su distancia con los demás - Tengo algo que pedirte. – diciendo lo último como un susurro. Apenas pudo escucharlo Alo cuando lo dijo. Era demasiado decirle toda la verdad, solo le diría una parte.

-         ¿Qué cosa, alfa? – lo miro confundido, recomponiendo su postura con los brazo a los costados y el mentón arriba, Randolph era más alto que Alo por unos cuantos centímetros, pero el ser ya alto no favorecía demasiado su cuello.

-         Que nadie, escúchame bien, NADIE entre a mi cuarto. – apretando los puños y encogiéndose de hombros, casi para decírselo en la oreja y que nadie más pudiera escucharlos.

-         Entendido, pero ¿Por qué?

-         No preguntes. – volvió a erguirse como el enorme hombre montaña que era, viendo hacia abajo con expresión seria hacia su Beta.

-         Esta… bien. ¡ESPERA! – olfateándolo levemente, hasta encontrar la fuente del ahorma metido dentro de su bolsillo, lo saco y lo olfateo más fuerte, apartándose rápidamente – esto es… Randolph, no me digas que tu… - sus ojos se entrecerraron, y sus cejas se fruncieron en una extraña expresión sorpresiva.

-         ¡NO! ¿Cómo…? – sintió toda la sangre abandonando su cerebro ante la mirada de Alo.

-         ESTAS CALIENTE – no era una pregunta, sino más bien una declaración. El rostro de Randolph iba de pálido a rojo escarlata en segundos. Arrebatándole el pedazo de tela a Alo, lo volvió a guardar en su bolsillo. Cubriendo su boca para evitar que dijera algo más, por fortuna nadie los había escuchado hablar de ESO.

-         Yo… sí. Lo estoy. – admitió, suspirando profundamente mientras llevaba a Alo hacia una esquina, apretó sus labios y se agacho en el suelo, dejando caer la cabeza entre sus piernas, mientras frotaba su frente.

-         ¿sabes que puede pasar si las hembras huelen tus feromonas?  - murmuro, al parecer no necesitaban decirle que debían ser discretos con el asunto.

-         Si, lo sé. Pero no puedo permanecer en mi habitación confinado por ello. Tengo responsabilidades, soy el Alfa. – se levantó del suelo y golpeo su pecho con su puño cerrado, un sonido solido al chocar contra la musculosa pared que era su cuerpo.

-         Entiendo tu frustración, peor aun así es muy riesgoso – amonestándolo, Randolph desvió la mirada hacia el otro lado. Al parecer no llegarían a nada con esa discusión. Alo suspiro y llevo su mano al hombro del Alfa, dedicándole una mirada comprensiva.

-         … - no dijo nada, solo permanecieron ahí en silencio. Sabía que Alo no le reclamaría nada más, solo suspiraría y lo dejaría pasar.

-         Entonces, vamos a trabajar. Alfa. Aún tenemos mucho que hacer antes de salir de cacería. – así lo hizo, haciéndose a un lado, Randolph paso por él y continuaron caminando en silencio hacia su oficina. Tenían cosas que discutir y preparar la manada.

Randolph solo sonrió, esa típica actitud de Alo le agradaba. Por eso mismo lo había elegido como su Beta, necesitaba a alguien de confianza y que lo comprendiera. Además, ambos habían crecido juntos, desde los 13 años, cuando perdieron a sus madres en la matanza de weres. El peor evento en la historia de los Cambia Formas, llevado a cabo por vampiros y humanos. Lo que los había llevado a abandonar sus hogares y refugiarse con los de su especie en los bosques, inclusive habían llegado a construir sus propios refugios, como la Guarida misma. Un lugar donde todo tipo de weres podían coexistir en armonía y cuidarse los unos a los otros.

Con ese pensamiento en su cabeza, Randolph podía dar por sentado que habían hecho un gran trabajo al crearla. Miro hacia debajo de las escalinatas, los residentes estaban platicando alegremente recargados contra los muros de tierra. No había discriminación, ni siquiera prejuicios, todos eran iguales.

El único ser que no encajaba en  este ecosistema era el humano.

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Después de pasar más de 1 hora ½ discutiendo el plan a realizar, Alo salió fuera de la oficina de su Alfa. Estar en la misma posición era cansado, su cuello estaba torcido, necesitaba descansar un poco. Tres días en vela estaban comenzando a cobrarle creces, pero era su trabajo como Beta seguir a su Alfa y vigilar el desarrollo de la Guarida.

Vio una figura delgada corriendo por la pequeña mini plaza, que era el único espacio libre después de la construcción de los dormitorios para los weres inquilinos, entrando rápidamente a la Bodega, donde guardaban los suministros. Se acercó, cuidadoso de no ser visto por el sujeto, ¿alguien estaba robando? Aún era demasiado temprano, tal vez estaba aprovechando eso para tomar algo. ¿Quién sería tan estúpido?

Recargándose contra el pilar, observo por el rabillo la sombra que se movía de un lado a otro, apilando todo en unas cajas de madera. Antes de que dijera algo, vio como la sombra levantaba las cajas, cargándolas con sus manos y salía fuera de la bodega, con su vista bloqueada por las cajas frente a él. El aroma del sujeto le pego rápidamente, dándose cuenta quien era. Snyder, dijo para sí mismo, mientras veía como batallaba para mantener las cajas entre sus manos, sin que se le cayeran.

Debía reconocérselo, era perseverante. Alo creía que después de su segundo día con la manada este escaparía por uno de los túneles secretos. Todas las tareas que se le habían asignados anteriormente habían sido obra de Alo, quería ver su rendimiento y saber si se le podía dar una tarea de verdad, a espaldas de su Alfa lo había hecho. A veces podía considerarse un poco villano, pero estaba bien, tenía que estar seguro.

Seguía observándolo desde lejos, en lugares que no pudiera descubrirlo mirándolo. Parecía un acosador, pero siempre tomaba medidas especiales. Snyder se estaba esforzando demasiado en lo que hacía, lo había juzgado mal. Aunque la primera impresión de su calzado sobre su cara no había sido la mejor forma de empezar. Y tampoco el que lo metiera en una red para weres había sido agradable.

Tal vez debería ser hora de que le dejaran irse. NO, fue su pensamiento repentino. Por alguna razón los vampiros estaban tan interesados en él, el por qué seguía siendo un misterio. Después de la pelea contra los vampiros y que lo trajeran a la Guarida, Charlie ordeno al doctor Mason hacer un chequeo general del humano. Lo más sorprendente del asunto, mientras lo examinaban de pies a cabeza, fue que no encontraron ninguna sola herida del enfrentamiento. Había sangre por toda su ropa, pero ninguna cicatriz o moretón visible. El doctor Mason lo catalogo como “Un sujeto Diferente”.

Los análisis de sangre habían demostrado que su sangre era humana, pero que tenía una clase de patrón diferente. Aún seguían siendo estudiados y el doctor Mason no tenía una conclusión 100% segura con la cual definir su naturaleza extraña.

Jason Snyder era un misterio tras otro. Parecía ser un chico normal, con algunos problemas de percepción, pero estaba ocultando algo. La pregunta más importante ¿Qué era? no se aplicaría exactamente a este momento, sino más bien ¿Él sabría que era en realidad? Y si lo hacía ¿Por qué ocultarlo?

Saliendo de su escondite, camino fuera, alejándose del humano, o lo que su vista decía era un humano en apariencia. Aún tenía demasiadas dudas con respecto a Snyder, pero sabía que pronto serian contestadas todas, a su debido tiempo.

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RESPONSABILIDADES. Tenía demasiado que hacer. Apenas venia comenzando el día y él ya tenía que movilizar a media manada de un lado a otro. Lo primero y más importante, despertar a sus guardias; Kadar (líder), Kaden y Charlie, segundos al mando. Ellos harían el resto de organizar los grupos para que protegieran la Guarida y decidieran quienes irían como vigilantes en caso de peligro, no podían dejar a las hembras sin protección. Mas sabiendo que los vampiros seguían rondando por el bosque. Tenía mucho en su plato, pero esas eran las responsabilidades del Alfa.

Al menos esperaba no encontrarse con la razón de su estado tan NO ALFA. Aun sentía su miembro reaccionar con solo recordar esa excitante voz, ahogada en gemidos. Maldición, estaba perdiendo el control de sí mismo. ¿Cómo poder estar pensando esa clase de cosas en un momento así? Hasta Alo había notado su cambio de actitud y que no estaba concentrado al 100%, pero le había dejado sin dar más vueltas al asunto.

Regañándose internamente, soltó un bufido molesto, tenía que controlarse y dejar de pensar en tonterías, no tenía tiempo para eso ahora mismo. Tenía un grupo que liderar y protegerlos.  No seas idiota Randolph, las palabras de su padre aparecieron en su cabeza, haciendo eco, al menos sirvieron como un ALTO para todas las imágenes de un Jason Snyder jadeante y excitado.

Sus pensamientos desaparecieron cuando chocó contra alguien. Haciéndolo tambalear, sostuvo las cajas de madera que llevaba cargando. Eran más de cinco cajas las que llevaba en una pila.

-         Lo siento. No te vi. ¿estás bien?

-         Ah, Alfa. Perdón. – dijo, la causa de sus males, mostrando una enorme sonrisa a través de las rendijas de las cajas.

-         JASON ¿Q-Que es… estás haciendo? –el poderoso alfa había caído, y algo que jamás había hecho, como tartamudear lo evidenciaba.

-         Ummm, no mucho. – encogiéndose de hombros - Estoy ayudando en la cocina.

-         Ya veo. ¿en la cocina? – sobresaltándose, casi hace que Jason cayera con todo y cajas.

-         Sí. ¿Por qué te sorprendes?

-         Yo… lo siento. Debo hacer algo. Permiso. – tratando de excusarse, o más bien salir de ese lugar lo más rápido posible.

-         Adelante, alfa – haciendo una pequeña reverencia mientras Randolph se alejaba a pasos veloces, casi corriendo. Sin darse cuenta que había perdido algo en el camino.

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Maldición, sobre maldición. Como pesaban estas malditas cajas. Olga exageraba con eso de preparar el desayuno, ¿Por qué diablos necesitaba papas?  ¿Acaso algún nuevo platillo? Esperaba que no, porque el ultimo casi me había quitado las ganas de volver a probar bocado alguno.

Después de pasar por la escoba me habían ascendido a cocinero. Primero había sido lavaplatos y luego recolector de basura, pero la cocina era el lugar donde podía estar más tranquilo. Aun contando con los gritos de Olga sobre apurarme a hacer esto y aquello, sacándome de mis casillas algunas ocasiones, pero que había aprendido a cerrar la boca ante mis quejas. Teniendo sumo cuidado de no hacerla enojar, porque una mujer con un cuchillo era peligrosa, estaba en su santuario.

Ahora yo mismo preparaba mi comida, ya que me encargaba de alimentar a los weres Osos, tenía la cocina a mi disposición y podía preparar una infinidad de platillos. Al menos había logrado cautivarlos con mi sazón. Creo que eso decía el refrán, “La forma más rápida para llegar a un hombre, es a través de su estómago”.

Bien, punto para el humano. Aprender a cocinar era una de otra de las varias cosas que mi abuelo me había enseñado, ya que en el bosque no siempre podías sobrevivir de puras bayas silvestres e insectos, necesitabas proteínas y la mejor forma de sacarlas era cazando animales grandes y saber que hacer con ellos de diferentes maneras sin tener más que unos fósforos y un cuchillo.

Aunque Olga seguía mandándome por las cajas y los ingredientes a la bodega. Que no entendía el porqué, teniendo a esos dos gorilas peso completo a su lado pelando papas o hirviendo agua. Tal vez porque confiaba en mí, ya que esos dos podrían destruir su amada cocina, al menos los tenía ocupados con algo. Según había escuchado por Abby, Lucas y Miguel, los gorilas, eran weres osos, pero se mantenían alejados de todos los asuntos de la manada, no eran peleadores, ni mucho menos vigilantes, solo eran Lucas y Miguel. De hecho, eran inofensivos y muy respetuosos, varias veces me habían ayudado con las cajas y a alcanzar alguno que otro traste de la repisa de hasta arriba.

Osos de peluche los definiría completamente.

Deje las cajas en la esquina, con las demás. Olga estaba poniendo cosas dentro de una olla, mientras Miguel encendía el fuego y Lucas barría y limpiaba el comedor.

-         Trae un poco de tomate.

-         ¿Cuánto?

-         ½ caja será suficiente.

-         Entendido, jefa.

Saliendo, tuve que volver a caminar a través de la plaza. Mis ojos bajaron cuando vi algo en el suelo tirado. Era un pequeño pañuelo. Lo tome entre mis manos y doblándolo cuidadosamente lo guarde dentro de mi bolsillo, si alguien lo había perdido se lo regresaría más tarde cuando terminara, podría preguntarle a Abby o Charlie.

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Estaba terminando de cocinar los últimos vegetales. Cuando escuche como los weres llegaban en manadas al comedor, el bullicio esparciéndose por toda la habitación, mientras los pasos y las risas eran el único sonido perceptible. En cuestión de segundos el lugar estaba repleto de grandes hombres y mujeres totalmente hambrientos, agitando sus manos.

-         ¿Qué nos tienes hoy, terrón de azúcar? – Genial, el siempre tan cómico de Aston. Por alguna razón encontraba divertido el ponerme siempre un nuevo sobrenombre. Realmente los weres eran algo extraños.

-         ¿terrón de azúcar? Ayer era pastelito, ¿Qué será mañana, Aston? – me voltee, pasando el trapo sobre la barra, haciéndolo apartarse unos centímetros.

-         Déjame pensarlo. – golpeando con su dedo índice su barbilla, poniendo una expresión dubitativa.

-         Creo que alguien no quiere recibir su comida del día, ¿verdad? – bromee, sonriendo sarcásticamente, mientras enarcaba una ceja al aire.

-         Es broma, chico.

-         Lo sé. Yo también bromeaba.

-         ¿entonces, que tenemos en el menú?

-         Pescado. – respondí, levantando la tapa del caldo que estaba dentro de la olla. El vapor de adentro salió como un cumulo de humo y las sonrisas en los rostros de los chicos me indico que les gustaba lo que olían.

-         Algo huele delicioso. Que tal Jass. – dijo uno de los chicos detrás de Aston, aun seguía aprendiéndome los nombres, pero podía decir que era alguien agradable. Los demás hombres se les unieron y les indicaron que se irían a sentar a la última mesa mientras tanto.

-         Hola chicos, ¿Qué tal las excavaciones? – pregunte, subiéndome sobre la superficie de la barra, tratando de no ser atrapado por Olga en el acto. Estos ya estaban tomando asiento y solo respondieron con una sonrisa cansada.

-         Mejor que ayer. ¿Qué tienes para nosotros hoy?

-         Conseguí unos buenos pescados. Creo que son salmones. ¿Qué dicen?

-         Pues sírveme un poco de eso que tienes en el fuego. – la sonrisa en el rostro de Aston no me convencía mucho, aun lo haría sufrir, pero sería más tarde. La complexión de cada uno de los weres osos era diferente de las de los weres lobos, eran grandes y robustos, no muy altos, pero si fuertes y resistentes. Temperamentales al extremo y siempre juguetones.

-         A mí también. – dijo el chico oso agradable, dirigiéndome un guiño mientras se dirigía a la mesa con sus amigos.

-         No se te olviden los chicos. – señalo Aston antes de ir detrás de su compañero. Los weres osos no podían estar sin comer, se ponían temperamentales sino probaban bocado durante todo el día, y para ellos el desayuno era sagrado.

-         Entiendo. Les avisare cuando tengo todo listo. Vayan a sentarse.

Regresando a la cocina, tome varios platos y vasos, preparando una enorme jarra con agua y colocando cada vegetal en el borde, con los grandes pescados tamaño palanca. Olga había discutido sobre que debería de darles de SU comida, pero no estaba demasiado seguro si los volvería a ver comer en el comedor otra vez después de eso, preferirían comer la misma tierra que escarbaban debajo.

Colocando dos charolas frente a la pequeña barra, le hice una seña a Aston para que se acercara y tomara la comida de su grupo. Así lo hizo. Caminando entre los demás weres.

-         ¿me puedes ayudar a llevar esta charola? Tengo las manos ocupadas.

-         Está bien. Olga, salgo a llevar esto a la mesa de los Osos. – le avise a la mujer del otro lado de la cocina, Lucas cambio de lugar y se puso en mi sitio, indicándome que él se haría cargo mientras tanto. Asentí y salí por el borde, tomando la charola entre mis manos, la levante sobre mi hombro, mientras sostenía la jarra en mi mano libre.

-         Date prisa que tenemos mucho trabajo. – declaro Olga, moviendo su cucharon como amenaza tras el pequeño marco por el cual pasaba la comida.

-         Si, jefa. – respondí, alejándome hacia la mesa OSO.

Caminando con sumo cuidado, los chicos me hacían un espacio para que pudiera pasar entre ellos, moviendo sus sillas a un lado. Agradecí a muchos en el camino.

Hasta que llegue a la mesa de los osos, uno de ellos se me acerco y cogió la charola de mis manos, mientras yo me acerque y deje la jarra sobre la mesa.

-         Aquí tienen chicos, disfrútenlo.

-         Gracias Jason. Sin ti morirías de hambre allá abajo.

-         No exageres. Lastimaras los sentimientos de Olga. Su comida también es… - me quede callado, las palabras correctas no salían de mi boca. Tal vez porque no había unas correctas para referirme a la comida de Olga de una manera respetuosa, o que al menos alabara sus dotes culinarios. – no sean crueles con ella.

-         O podemos fingir que su comida no nos mata – dijo alguien y todos comenzaron a reír como locos, golpeando la mesa con sus grandes manos.

Solo sonreí a los chicos, dando la conversación por finalizada, ya imaginando a Olga mirándome con una expresión asesina. Cuando regresaba a la cocina, alguien me tomo del brazo y me gire.

-         Jason, ven un momento. – dijo Abby tomándome de la mano, caminando hacia una de las mesas en donde estaban todas las hembras.

-         Está trabajando, Abigail. – declaro Olga del otro lado de la cocina.

-         Es Abby, Olga. – le corrigió, odiaba que le llamaran por su nombre completo, y Olga siempre llamaba a todos por su nombre real, Abby camino hacia mí, colocando su brazo alrededor de mi cuello y me jalo fuera, dándole la espalda a las protestas de Olga, hacia el grupo de chicas que estaban en una sola mesa. Ojos furtivos por todas partes de las demás mesas contiguas. A veces deseaba que Abby no fuera de esa forma, siempre haciendo que me ganara el rencor de los demás weres, que por alguna razón seguía sin entender el cómo  - Solo será un segundo.

Las miradas inquisitivas de cada una sobre mí, iban de la cabeza a los pies, sin perder ningún detalle. Por alguna razón me sentía ultrajado sin siquiera serlo. Abby tomo asiento junto a mí, colocando ambas manos sobre la mesa, chasqueando la lengua. Les dirigió una mirada a todas las demás y luego volvió hacia mí, antes de darme cuenta todas estaban sobre mi haciendo un millón de preguntas, sin saber cuál contestar primero para empezar, pero Abby me rescato y las acallo a cada una de ellas con un golpe sobre la mesa y un gruñido.

-         ¿Cómo conociste a Charlie? – pregunto, las chicas volvieron a sonreír, mirándome en espera de mi respuesta. Me sentía incómodo siendo el centro de atención, pero no era algo que mantener en secreto. Suspire resignado y me acerque un poco más a la mesa.

-         Umm, bueno. No fue la mejor situación. Yo estaba siendo transportado hacia ciudad Zwielicht, después de que masacraran a todos mis compañeros, cuando estos enormes cambia formas aparecieron y atacaron a todos los vampiros que se pusieran frente a ellos.  Me liberaron, pero me resistí a someterme ante ellos y pues terminamos peleando. – el recuerdo de los eventos relatados aun seguía fresco y más vivido, podía recordar cada segundo de ellos, incluso la hora con exactitud.

-         ¿tu contra nuestros chicos? Eso es sorprendente. ¿Quiénes mordieron el polvo? – pregunto una de las chicas del medio que tenía el cabello rizado, corto hasta por debajo de la oreja. Todas comenzaron a emocionarse, haciendo más ruido del habitual.

-         Creo que fueron, Charlie, Kaden, Kadar y Alo.

-         Imposible. ¿Kadar y Alo? ¿Cómo pude perderme algo así? – dijo Abby interesada, con una expresión burlona, paso su mano por su frente hasta acicalar su cabellera negra.

-         Bueno, en eso deberías estar agradecida, al menos no tuviste que ver a Charlie desnudo, balanceando su pene frente al parabrisas del vehículo. – tan solo pensarlo era desagradable, no todos los días veías a un tipo frente a ti al desnudo, como Dios lo había traído al mundo. Y no era algo que desearía volver a ver en mucho tiempo.

-         Oh, por Dios.

-         Lo sé, aún tengo pesadillas con su pene.

-         ¿y son pesadillas? -  una dulce voz se hizo notar al otro lado de la mesa, agregando una pequeña risilla.

-         Lisbeth, no digas esas cosas. Jason tiene la mente limpia, no lo contamines.

-         Solo estaba preguntando. Tengo curiosidad.  – dijo, saliendo entre el montón de chicas, tenía una larga cabellera rubia con ondulados rizos y un partido a la mitad, dejando un flequillo hasta las cejas. Una sonrisa traviesa y provocativa. ¿estaba dándome una indirecta? Bien, dos podían jugar el mismo juego y yo sabía muy bien cómo defenderme solo.

-         Pues no puedo llamarle sueños húmedos, si eso tenías en mente. – declare, levantando una ceja, apretando los labios. Al parecer mi comentario le causo risa, porque solo rio y agacho la cabeza, jugando con uno de sus rizos entre sus dedos.

-         ESTA BIEN. SNYDER, VUELVE AQUÍ MISMO. AUN NO TERMINAMOS DE ALIMENTAR A ESTAS BOCAS. – grito Olga, agitando su cucharon en el aire, amenazando a Jason. Abby iba a decir algo, pero decidió guardar silencio ante la mirada de Olga.

-         La jefa llama por mi ayuda. Nos veremos después chicas.

-         Hasta luego, Jason.

Rápidamente me levante de la mesa de las hembras, las voces de las mismas comenzaron a notarse. Al menos les había dado algo de lo que hablar. Y por sus expresiones parecían estar disfrutándolo. Me encontré siendo observado por la misma chica rubia, que desvió la mirada en cuanto nuestros ojos se encontraron. Se levantó de la mesa y se acercó hacia uno de los chicos de la mesa contigua, acariciando su brazo con su dedo, este se levantó y la siguió, despidiéndose de sus compañeros. Ambas personas desaparecieron entre la multitud que se amontonaba en la puerta.

Jamás, en toda mi vida había imaginado que me vería a mí mismo siendo la diversión de alguien más. Pero aquí estaba, ¿les divertía mi persona? Claro, siendo un extraño y nuevo personaje frente a sus ojos, solo podía serles útil de alguna forma. ¿Debería estar molesto por ello? Si, debería. Me sentía menos, incluso aunque esa no fuera la intención de Abby. ¿Por qué era que ahora lo reconocía?

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Era la hora de la comida del medio día y aun no terminábamos de darles a todos su porción. Habíamos tenido que apretarnos el cinturón y hacer una porción más pequeña, con los pocos ingredientes restantes. La bodega estaba quedando vacía en solo 3 días. ¿Significaba que pronto tendrían que ir de cacería? Si era así, me apuntaba en el primer grupo, necesitaba salir de este lugar aunque fuera un segundo.

En realidad, ¿Por qué consideraba la posibilidad de regresar a la Guarida? Teniendo en cuenta que no podrían vigilarme y solo podría huir al adentrarnos en el bosque de los Azules. A nadie le importaría mucho mi presencia, además no pertenecía a la manada de weres, por más que ellos trataran de tenerme dentro, aún seguía siendo un intruso, un prisionero que le habían quitado el grillete, pero prisionero a fin de cuentas vigilado 24/7.

¿Por qué me siento tan relajado? Debería de estar molesto por no poderme ir todavía a casa, pero por alguna razón la simple idea de irme me ponía nervioso.

Incluso mi actitud rechazante contra los demás había cambiado, en su lugar me sentía más familiarizado con todos. Sonriendo y saludando a cualquier desconocido. Últimamente los miembros de la manada no me excluían por completo, algunos si, pero la mayoría trataba de hacerme conversación o al menos saludarme.

Sin embargo aun seguía teniendo que hacer las mismas labores dentro de la manada. Llevaba 3 días desde que el Alfa y el Beta me habían dado permiso, gracias a la intervención de Abby y Charlie, para poder salir de cacería con las hembras, pero aun no había tenido oportunidad de ir con ellas. Esto debido a que el doctor había declarado que no estaba en condiciones físicas para poder ir de cacería.

De repente el silencio ceso y las cucharas bajaron. Inclusive Olga había dejado de cocinar y había arrojado el mandil a un lado, saliendo de la cocina. Con Lucas y Miguel siguiéndole, yo aún estaba lavando las cacerolas, así que solo podía ver poco a través de la rendija que separaba la cocina del resto del área del comedor.

Todos en el comedor, se pusieron de pie y voltearon su mirada hacia la puerta, donde la figura del Alfa, el Beta y Abby entraban al lugar.

-         ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué todos están alborotados? – pregunte a quien fuera, estaba saliendo de la cocina cuando escuche el ruido de la ronca voz del Alfa llamando a todos. Kaden se me acerco, deslizándose contra la pared, mirando sus lados, Kadar podría atraparlo estando cerca de mí y tendría una pelea intensa. Trate de girarme e ignorarle, pero me atrapo entre sus brazos y me jalo. Su sonrisa me dijo “Te atrape”, iba a forcejear, pero ¿para qué? Era Kaden, El Abrasivo.

-         Están preparándose para ir de cacería. – respondió, susurrando por lo bajo para que no muchos escucharan.

-         ¿tan pronto? Creí que esperarían hasta que saliera la luna llena.

-         ¿Dónde oíste eso? – me miro sorprendido, sus cejas uniéndose en una sola mientras sus ojos me miraban fijamente.

-         Charlie me lo dijo. Que era más seguro cazar durante la noche.

-         Tiene razón, habíamos acordado eso, pero hubo un cambio de planes. Las chicas se están preparando para salir.

-         Demasiado complicado. ¿No sería mucho mejor criar ganado?

-         Pérdida de tiempo y esfuerzo en vano. Somos una manada grande y no podemos esperar a que estén listos para comer. El ganado requiere demasiado cuidado y matar un animal de forma normal cuesta mucho trabajo, el olor nos delataría inmediatamente.

-         Entiendo. – en realidad no lo entendía del todo, solo que no era su fuerte el tener ganado, sus instintos terminarían ganando y matarían antes de que estuvieran listos.

-         Además – sonriendo, sus blancos dientes mostrándose como porcelanas en una media luna sobre su rostro, haciendo que un par de hoyuelos se formaran en sus mejillas –  amamos ir de caza. Ir a lo salvaje y liberar nuestros instintos. Está en nuestra sangre el perseguir y atrapar nuestra comida. Y el bosque esta lleno de presas, ya que los vampiros solo beben de humanos, los animales no les interesan.

-         Ni me lo recuerdes, algunas costumbres jamás cambiaran. – dije, secamente,  mirando hacia abajo mis pies, que no tocaban el suelo. Recordando la forma en que habían asesinado a mis compañeros, drenándoles hasta la última gota de sangre del cuerpo. Mis ojos regresaron hacia enfrente donde todos comenzaban a amontonarse, haciendo ruido. Agitados y apretándose por pasar al frente.

-         Nosotros conservamos las viejas costumbres de nuestros ancestros, como ellos hacían.

-         ¿en serio? – dije sonando demasiado interesado, mirándolo a los ojos, esos grandes ojos cafés con largas pestañas y ceja poblada, sin depilar. Su cabello color marrón, como siempre, peinado hacia arriba con sus propios dedos, levantándose unas pequeñas puntas. Igual a Kadar, incluso en su forma de vestir coincidían, o se habían acostumbrado a ello. Sea cual hubiera sido la razón, nadie podía negar que eran hermanos del mismo molde.

-         Bueno, la única diferencia es que nosotros las adaptamos a nuestros tiempos. Dándoles un pequeño toque propio. – guiñándome el ojo, y haciendo une media sonrisa. Por alguna razón, el rostro malhumorado de Kadar apareció frente a mi.

-         Ya veo. ¿entonces ustedes aman cazar su comida? – pregunte, desviando un poco la mirada,  aunque estando en sus brazos, poco podía moverme a voluntad propia. Este asintió, respirando profundamente, podía escuchar su palpitar y como su pecho se inflaba cuando el aire entraba a sus pulmones.

-         No solo nuestra comida, ¿verdad, Kaden? – dijo una segunda voz, haciéndonos girar, en mi caso sobresaltarme, se trataba de Butch, el casanova.  Quien mantenía una típica sonrisa de galán.

Bueno, realmente no eran sus nombres dentro de la manada, solo se los había puesto para diferenciarlos y divertirme un poco, tenía que sacarle provecho  esto de estar encerrado contra mi voluntad, ¿no?

-         ¿Kaden?

-         Sí.

-         ¿podrías depositarme en el suelo?

-         Esto… ¿Qué significa depositar?

-         Significa “bájame o morderé tu brazo”

-         Ya, ya, entiendo.  – dejándome volver a poner los pies sobre la tierra por mi propia voluntad. Le di un golpe en el brazo, haciéndolo que hiciera una mueca de dolor, sacudiéndome el cabello.

Al parecer la conmoción no terminaba, todos continuaban reuniéndose, veía a algunos saliendo de las catacumbas, los túneles y también de las habitaciones, bajando las grandes escaleras. El comedor quedo vacío en segundos. Esto era serio. Pero ¿de qué nivel estábamos hablando?

-         Oye, Jason. – llamo mi atención Kaden, dirigiéndome una mirada extraña.

-         Sí. – respondí. Se me quedaba viendo fijamente a la cara ¿acaso tenía algo?

-         ¿Qué le paso a tus ojos? – dijo, señalándome con su dedo directamente a la parte mencionada. Al parecer si tenía algo.

-         ¿Por qué? ¿están rojo? ¿tengo algo metido? He estado todo el día en la cocina, tal vez fue ahí. – frotándome los ojos fuertemente, si tenía algo a lo mejor lo había conseguido en la cocina. Estar todo el día con especias y todo tipo de residuos podía haberme dejado los ojos irritados o tenía algo entre las pestañas. Pero Kaden me detuvo de seguir haciéndolo.

-         No. Me refiero a que ya no son completamente verdes como ayer, sino que tienen un color café rodeando tu pupila. ¿Por qué?

-         ¿a qué te refieres? – eso me había tomado por sorpresa. Ni siquiera yo sabía que responder.

-         Espera, Butch, ¿tienes un espejo?

-         Creo que si. Aquí lo tengo. – rebuscando entre sus bolsillos. Saco un objeto en forma de ovalo y se lo entrego a Kaden.

-         Toma, veló por ti mismo. – entregándome el espejo de bolsillo. Al abrirlo, lo acerque hasta poder visualizar mi ojo entero. Dándome cuenta a lo que se refería Kaden, mi ojo… NO era completamente verde, como solía ser siempre, sino que tenía una variante de color café alrededor de la perla negra. ¿Cómo?

-         Jamás me había pasado. ¿será por…? – aun con el espejo en mano y mirando hacia mi globo ocular. Esto era imposible.

-         ¿Qué?

-         Nada. No sé qué pasa, pero no debe ser grave.

-         Aun así, creo que deberías ir a ver al doctor Mason.

-         No es para tanto.

-         VE. O te acusare con Abby & Charlie.

-         Está bien. Lo hare, más tarde, pero prométeme que no dirás nada sobre ello.

-         ¿Por qué?

-         Por favor. Ya me consideran extraño, ahora imagínate esto.

-         Si, lo entiendo. Tranquilo, pico de cera.

Al menos podía estar tranquilo con este asunto, si se trataba de Kaden el no diría ni una sola palabra. Eso me daría el tiempo suficiente para tratar de arreglarlo, aunque sinceramente no sabía cómo hacerlo. ¿Todos los humanos tendrían esta clase de problemas?

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Toda la gente de la Guarida estaba reunida alrededor de los tres líderes. Expectante esperando escuchar lo que tenían que decir y que era urgente, porque era un tema demasiado importante a tratar. El Alfa Randolph tomo la palabra, tosiendo levemente hasta que todos guardaron silencio y esperaron por que el dijera algo.

-         ATENCION, TODO EL MUNDO. REUNANSE RAPIDO. Hoy tendremos una cacería grupal. Guardianes, asegurase de mantener la Guarida protegida y que este sellada, hasta nuestro regreso.  – señalo hacia un grupo que estaba cerca de la entrada y que vestían una extraña armadura acorazada. Estos asintieron, elevando su pica ala iré y el alfa se giró hacia el mayor grupo - El grupo de vigilancia estará a cargo, como siempre, de Kadar y el grupo de cacería por Abby. Dividiremos los grupos de vigilancia en 3; uno ira con Charlie, el otro ira con Kaden y por último el otro ira conmigo. ¿preguntas? – nadie hizo palabra alguna y el Alfa continuo –  No. Está bien.  Como saben, cuando hacemos nuestros viajes de cacería tomamos 2 o 3 días para ello, pero debido a los recientes sucesos con vampiros que han estado cerca de los alrededores del Bosque de los Azules, realizaremos una cacería de un día. Serán 3 días a la semana y por ende las cacerías se volverán más pesadas, tenemos que llenar la cuota de lo que cazábamos anteriormente, no podemos perder el equilibrio.  Pero para ello necesitamos de la cooperación de todos los miembros de la manada. ¡¿QUÉ DICEN?! ¡¿ESTÁN LISTOS PARA IR DE CACERÍA?!

-         ¡SÍ! – respondieron los miembros de la Guarida, eufóricos. Las estrepitosas voces de los miembros llenaron el espacio de la gran plaza y todos saltaban de emoción, alzando el puño o emitiendo algún extraño sonido animal.

Dándoles una mirada a Kaden y a Butch, estos comenzaron a gritar emocionados. Rugiéndose. ¿Así que esta era la forma en que se emocionaban los weres?

Alejándome, sin que se dieran cuenta de que me estaba yendo. Aprovechando la distracción de la emoción que les causaba la cacería.  Camine fuera del lugar hacia la cocina. Chocando contra algo sólido, ambos caímos al suelo.

-         ¿Qué… que… que estás haciendo? Quítateme de encima. – la voz me hizo estremecer y me levante del piso, tratando de ayudarle a levantarse, pero rechazo mi ayuda.

-         Oh, perdón.

-         Lo hiciste a propósito. ¿Qué te pasa? – su rostro rojo.

-         Fue un accidente. No lo hice intencionalmente. – dije disculpándome, aunque no pareció importarle mis excusas.

-         Si como no – rodando los ojos, frunciendo el ceño.

-         Oh, Kadar que bueno que apareciste. – era la voz del eta, quien se acercó a ambos y jalando su cola de caballo hacia atrás - Abby necesita otro vigilante, ¿Qué dices?

-         Seguro, porque no.

-         Bien. alístate. – como veía que era una conversación privada sobre asuntos de la manada, decidí irme de ahí, pero Alo me detuvo de hacerlo - Tu también humano, hoy saldrás de cacería con las hembras. Felicidades.

-         ¿Qué? ¿tú también vas? ¿él también va? - ¿Por qué le sorprendía? Además de que el tono de sorpresa no era lo único.

-         Si, creo que lo acabo de decir. – remarco Alo, sonando sarcástico y levantando una ceja.

-         Creo que no iré, pídeselo a otro.

-         ¿te refieres a Kaden? Esta con Randolph. – señalo Alo, esta vez molesto. Plantándose ante Kadar, - además, es una orden. ¿me estas desobedeciendo?

-         Y-yo no. Lo siento, Beta Alo.  – inclinándose, doblando una rodilla y agachando la cabeza. Alo le ignoro y se dio una media vuelta, regresando con los demás grupos de vigilancia que se estaban formando. – QUITATE DE MI CAMINO – me hice a un lado, Kadar estaba echando humo y parecía alma que llevaba el diablo. Molesto se quedaría corto. Perdiéndose al doblar en un pasillo.

 Al menos algo bueno había pasado. Formaría parte del grupo de cacería. Pero ¿Por qué tenía esta mala sensación?

Me dirigí hacia la cocina, viendo que Olga ya estaba dentro arreglando una cacerola. Metiendo varios vegetales ya cortados.

-         ¿necesitas ayuda?

-         Por supuesto que no, pero un par de manos extra nunca están mal. – entregándome el cucharon. Ella tenía su propia forma ruda de demostrar su cariño.

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Los platos y todos los trastes estaban limpios. Estaba terminando de arreglar algunas cosas en los estantes. Olga, Lucas y  Miguel se habían retirado mucho antes que yo, habían terminado antes todo su quehacer y yo aún continuaba.

-         Buenas noches, ¿aún tienen de comer? – haciendo un tono gracioso.

-         Hola, Charlie. ¿Qué haces todavía despierto?

-         Estaba aburrido en mi cama y decidí caminar un poco para dormirme.

-         Eso no funciona.

-         Lo se. Solo era otra excusa para estar cerca de ti.  – su comentario provoco que me sonrojara, pero no me gire hacia Charlie para que lo viera, ¿Por qué me sonrojaba? Tonto, tonto, tonto.

-         ¿Qué? – perdí el equilibrio y me zafé. Cayendo contra el suelo, el estante colapso, todos los trastes y demás cosas que estaban encima de cada estante cayeron sobre mí. Haciendo un ruido estruendoso. Charlie salto y me ayudo a salir de los escombros.

-         ¿estás bien?

-         Dios, me corte.  – dije, mirando mi mano, de la cual salía un brote de sangre, algo me había cortado la palma de la mano y en un intento por protegerme el rostro para evitar mayores, me había lastimado

-         Es muy profunda la herida. Sera mejor que vayas a que te lo cure el doctor Mason. – si y  así tendría una razón más para ir con él y preguntarle sobre lo otro. Aunque aún seguía dudando de preguntar o no.

-         Pero aún tengo que hacer algunas cosas y arreglar el desastre.

-         Despreocúpate, yo me hare cargo.

-         ¿estás seguro?

-         Por supuesto. Tú ve a revisarte esa herida.

-         S-si, eso hare – obviamente no iría a que me curara el Doctor Mason, pero al menos podría salir de la cocina por unos segundos.

Caminando fuera del lugar, me aleje del bullicio. Apretando mi mano fuertemente ante el dolor, la presión en mi muñeca debía impedir que brotara más sangre de la herida. Viendo el largo corte por toda la superficie de la palma, apreté los labios ante el dolor. Aun traía el pequeño trapo que se le había caído al Alfa, y que había utilizado para limpiarme las manos antes de empezar a cocinar, lo tome de mi bolsillo e hice un amarre alrededor de mi muñeca, atándolo fuertemente.

La herida dejo de sangrar y la limpie con un poco de agua, descubriendo la abertura, la había desinfectado y estaba limpia. En segundos la misma piel volvió a unirse, ambos extremos que habían sido separados al ser cortados por el filoso cuchillo comenzaron a cerrarse. La herida desapareció y no quedo marca alguna de ella. Como nuevo. Sonreí ante ello y apreté la mano, recuperando la movilidad.

Me gire ante el ruido de algo cayendo al suelo, alguien me estaba observando. Poniéndome de pie, teniendo sumo cuidado, deshice el nudo en mi muñeca y enrede el pañuelo sobre mi mano, asegurándome que estuviera bien cubierta. Antes de encarar a la persona, suspire profundamente, ¿lo habría visto?

-         ¿Qué fue… que fue eso? – su rostro evidenciaba su reacción.

-         ¿a qué te refieres? – trate de sonar mas tranquilo, pero no podía pasar desapercibido mi nerviosismo.

-         No te hagas el tonto conmigo. Vi como tu herida desaparecía. ¿Qué hiciste?

-         Nada. Solo me cure la herida. O podría infectarse.

-         Muéstramela.

-         No. – escondiendo la mano detrás de mi espalada.

-         He dicho; MUESTRAMELA. – me tomo de la muñeca y me jalo hacia arriba, tratando de deshacer el nudo, pero comencé a forcejear.

-         Déjame en paz. Me haces daño.

-         KADAR, ¿Qué estás haciendo? – Kaden entro y se interpuso entre Kadar y yo, haciendo que su hermano mayor me soltara.

-         Hazte a un lado Kaden. – bramo Kadar, molesto. Matándome con la mirada.

-         Hermano, ¿Qué te pasa?

-         Él pasa. Todos actúan como si fuera uno de los nuestros, ignorando el hecho de que no es así. Ni siquiera creo que sea un humano. Es una monstruosidad. ¿verdad, defecto de laboratorio? – no se en que momento fue que paso, pero todo fue demasiado rápido, que ni siquiera yo pude prever lo que pasaría. 5 segundos después Kadar estaba en el suelo tirado, sobándose el mentón, viendo con los ojos completamente abiertos a Kaden, frente a él, aun con el puño cerrado. Yo solo veía la escena, sin poderlo creer. Kaden… ¿le había pegado a Kadar?

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El clima estaba tranquilo. Las luces del exterior comenzaban a encenderse por todas las calles de ciudad Zwielicht, y algunos hermanos vampiros estaban afuera. Los guardias mantenían asegurada la torre de CrossingDNA Corp. Patrullando en sus vehículos.

El edificio estaba casi deshabitado, solo algunos científicos que terminaban su labor un poco tarde. La misión de CrossingDNA Corp. Era ayudar, el progreso y sobretodo la investigación genética.

Entre los pocos que quedaban en el edificio, dos entes estaban frente a frente, sentados en la sala de Reuniones. Era una habitación con dos grandes ventanas de doble vista que dejaba al descubierto el exterior de la ciudad, la enorme y moderna ciudad que se erguía como un faro en un lugar completamente desértico.

El primero en romper el silencio fue el más joven, que sostenía una pequeña fotografía entre sus manos, apretándola hasta doblarla. Le dio vuelta y la dejo sobre la mesa de cristal.

-         ¿Qué le paso? ¿Qué le hicieron esos malditos?

-         ¿te refieres a su apariencia? Aun no lo sé. Pero ese sujeto debió haberle hecho algo para que cambiara a tal grado.  -  respondió el hombre en bata, levantándose de su asiento, se acercó hacia el joven. Con su pantalla digital en mano y presionando en el holograma, que hacia ruidos en respuesta. El chico se mantenía con la cabeza gacha, con ambas manos sobre la frente y suspirando.

-         Lo matare. – pronuncio las palabras, casi al momento en que Bateman se detuvo a pocos centímetros de él. Tomando asiento junto.

-         No puedes.

-         No intentes defenderlo. – bramo, golpeando la mesa con su puño. Creando una cuarteadura en el mueble y haciendo volar algunos pedazos en el aire. Bateman no pareció inmutarse y solo respondió, suspirando y entregándole la pantalla.

-         Ya está muerto. Murió. – la imagen de un hombre de aspecto demacrado y en estado de reposo sobre una camilla apareció. Con una totalidad pálida y los labios morados, era evidente que estaba muerto.

-         Aun no es suficiente – levantándose de golpe, hizo que la silla cayera y provocara un ruido metálico. Cubrió su boca con la palma de su mano y después de caminar en un pequeño círculo invisible, se giró hacia el doctor. – ¿Dónde está él?

-         Con la manada de weres.

-         ¡¿Qué?! ¿Por qué esta con ellos? – Bateman se levantó y trato de calmar al muchacho, dándole un apretón en los hombros y obligándolo a sentarse de nuevo.

-         No tengo la menor idea. Las cosas no se han salido como lo planeaba, últimamente. Por eso necesito tu ayuda. Tú eres el único que puede cambiar el tablero.

-         Necesito encontrarlo primero.

-         Y lo harás, pero necesitamos planearlo.

-         MALDITOS BASTARDOS. ¡¿Por qué?! Los matare uno por uno si es necesario. ¿Cómo se atrevieron a hacerle algo así? – dejándose caer sobre sus rodillas, golpeo fuertemente el piso de mosaico, creando una grieta. Las lágrimas brotando de sus ojos color rosa oscuro. Bateman se agacho y coloco su mano sobre la espalda del muchacho, reconfortándolo.

-         Hijo. Si tanto lo extrañas, ve por él. Tráelo de vuelta a casa.

-         ¿Cómo? – lo volvió a mirar, aun con los ojos rojos por llorar.

-         Primero debes encargarte de los weres de la Guarida. Necesitamos encontrar la ubicación y atraparlos a todos, solo así podremos encontrarlo. – ambos se reincorporaron.

-         Entonces… ¿si te ayudo a capturar a estos sujetos, él volverá con nosotros?

-         Exactamente.

-         Lo hare, padre. Llamare a mi grupo de cazadores. Saldremos esta misma noche.

-         Ten mucho cuidado, puede ser probable que él no te recuerde.

-         Comprendo. Me retiro, padre.

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