LABIOS HELADOS, LENGUA CALIENTE - CAPITULO 8

[Cacería – Parte 1]
Caminábamos en silencio. Un silencio demasiado incomodo, pero necesario. Bueno, en realidad le estaba dando su tiempo a Kaden para que cuando estuviera listo lo soltara todo, pero por el momento mantenía el paso firme y la mirada algo perdida, distraído en sus propios pensamientos. ¿Qué acababa de suceder?
Oh, claro. Kaden le había pegado a su hermano, lo que los había llevado a un caótico debate verbal. Ofensas, palabras que jamás imagine que existieran e incluso viejos rencores salieron a la luz entre ellos. Las palabras eran mordaces y filosas como navajas, podían llegar a tener o no un valor significativo, dependiendo de quién era la persona artífice de decirlas en voz alta.
Por suerte nadie había visto nada o estaríamos en problemas. Aunque eso no tenía importancia ahora. Lo hecho, hecho estaba y solo quedaba el remordimiento.
Viendo a Kaden detenerse, por un segundo pensé que se giraría hacia mí, me gritaría fuertemente y luego me trataría de desgarrar miembro por miembro para liberar toda la frustración de su atormentada cabeza, pero no lo hizo. Solo se limitó a permanecer de pie, mirando su palma, esa con la cual había golpeado a su hermano. Estaba teniendo una batalla dentro de su cabeza para alinear cada uno de los eventos pasados. Yo también lo estaría si lastimara a mi única familia por un desconocido, aunque el motivo era lo que más contaba, la simple razón de hacerlo pesaba más.
Me sobresalte cuando este golpeó con mucha fuerza la pared de tierra, el golpe fue seco y tronó al impactar, dejando una pequeña mancha de sangre en sus nudillos y en la superficie.
-         ¿Por qué? ¿Por qué? Maldición. ¿Por qué lo hice? Soy un idiota. Un maldito idiota. ¿Por qué? – aferrándose a la pared, recargándose contra la pared, se deslizo sobre ella hasta tocar el piso y cubrir su rostro con ambas manos, jaloneando su cabello con brusquedad. Tenía que hacer algo. ¿pero qué?
Solo hice lo primero que me vino a la mente. Algo que mi madre solía hacer cuando papá se encontraba demasiado preocupado y parecía perder el control de sí mismo. Envolviendo mis brazos alrededor de su cuerpo, no cubriéndolo por completo porque era enorme, trate de tranquilizarlo mediante el confort de un abrazo. Se resistió a ello y trato de zafarse, pero no lo permití, tomándome de ambas muñecas para formar un candado hasta que después de bramar y forcejear dejo de hacerlo y simplemente comenzó a sollozar. Dejándose llevar por las emociones que lo invadían, incluso yo podía sentirlas alrededor de su cuerpo como una ráfaga de calor emanando de su piel.
Me sorprendió un poco que él también me abrazara, solo que la fuerza de sus brazos  era mayor comparados con mis escuálidos músculos. Me estaba asfixiando y podía sentir mi cuello entumecerse al estar de pie y con el cuello inclinado. No era bueno para la espalda. Dándole leve golpecitos en la espalda, tratando de calmarlo, hasta que relajo un poco su abrazo llave de luchador y se limpió la cara con el dorso de la mano, pasando los nudillos por sus ojos para quitar todo rastro de las lágrimas que quedaban impregnadas en sus pestañas.
Jamás lo había notado, pero al verlo en este estado, Kaden parecía un niño indefenso, tan… vulnerable. Ahora entendía la necesidad de Kadar por protegerlo de todo y todos a su alrededor. Pero ¿era lo correcto?
-         Perdona. No mido mi propia fuerza. – mostrando una pequeña y apagada media sonrisa.
-         Descuida. ¿te sientes mejor? - aclarando un poco mi garganta, ante el leve dolor debajo de la mandíbula.
-         Y-yo… no. No sé qué hacer.
-         ¿te sientes mal por lo que le hiciste a Kadar?
-         Sí. No puedo volver a verlo a la cara, no como antes. Jamás podrá perdonármelo.
-         Lo hará. – dije, era honesto con eso. Porque admitiéndomelo a mí mismo, Kadar jamás podría odiarlo, eran hermanos.
-         ¿Cómo lo sabes? – levantando la mirada hacia mí, con esos ojos aun rojizos por dejar salir esas lágrimas.
-         Te quiere demasiado para no hacerlo. Igual que tú, él debe estar sorprendido. Si no te importara Kadar no estarías pensando en él en este momento.
-         ¿lo crees?
-         Claro. Solo debes decírselo.
-         No creo que ahora quiera verme.
-         Cierto. Dale un tiempo a solas y después te disculpas. – viéndolo más tranquilo y ya enderezando el cuerpo, trate de preguntar un poco sutil, para no molestarlo - Kaden ¿Por qué me defendiste?
-         Porque nadie merece ser llamado monstruosidad.
-         ¿a qué te refieres?
-         Yo entiendo completamente esa sensación de ser llamado así y tratado como tal. Tal vez pienses que Kadar es un gruñón y que no tiene corazón.
-         Yo jamás he pensado eso. Si es un poco agresivo con sus comentarios, pero un comentario jamás ha matado a nadie.
-         No estés tan seguro. – dijo, apretando los labios y forzando una mueca para aparentar una sonrisa apagada.
-         Antes de que esta guerra estallara, el solía sonreír mucho, la mayoría del tiempo. Ahora a penas y se ríe.
-         Espera un segundo – deteniéndolo, lo mire confundido, una ceja arqueada y completamente impresionado, Kaden volteo a verme y encogiéndome de hombros, no pude evitar sonreír  -  ¿Kadar, sonriendo? ¿es enserio?
-         Si, lo sé. Suena imposible, pero es la verdad. Él era… es, siempre será, mi modelo a seguir. No creo poder imaginar un mejor hombre que él. – sus ojos llenándose de lágrimas, que no salieron, solo permanecían ahí, volviendo vidriosos esos ojos cafés, humedeciendo sus finas pestañas. – yo siempre he pensado que jamás me he sentido solo en la vida, porque él estaba ahí para mí. Siempre. Algunos hermanos no pueden llevarse bien, pelean o simplemente se ignoran mutuamente, pero Kadar no, él siempre ha cuidado de mí. Y yo lo único que hago es causarle problemas.  – apretando sus manos en un solo puño, golpeo su cabeza levemente con él. Lo detuve, colocando mi mano en su frente.
-         Tranquilo. No es necesario golpearte a ti mismo. ¿quieres un poco de agua?
-         No, estoy bien.
-         ¿seguro? No pareces estarlo.
-         No, estoy bien. Debo continuar.
-         Si eso quieres. – coloco ambos pulgares sobre sus labios, mordiéndose las uñas nerviosamente. Hasta que suspiro pesadamente y retomo la palabra.
-         ¿tú… has visto… su cicatriz? – su voz sonaba débil, asustado y a la vez culpable. Su semblante se ensombreció.
-         ¿la de su brazo izquierdo? – señalando mi brazo, el asintió – Sí.
-         Esa cicatriz es culpa mía.
-         No entiendo. ¿tú lo lastimaste?
-         No. Yo no fui. Fueron… otras personas – apretó los labios, tratando de reprimir las palabras que buscaban salir de su boca.
-         ¿Quiénes fueron? – colocando mi mano sobre su hombro, tratando de animarlo a que no temiera.
-         Humanos – respondió, dejando salir un largo suspiro, prologando la “s” del final.
-         ¿Cómo paso?
-         La Depuración de Weres, ¿la conoces?
-         Creo haber oído algo por mi abuelo – el genocidio de los cambia formas, por lo cual tuvieron que ser recluidos y aislados en los bosques, los humanos habían sido llevados a convertirse en sirvientes de los vampiros cuando les ofrecieron inmunidad si cazaban a los weres que habitaban junto a ellos. El peor evento para los weres, casi su especie había sido extinta de no haber sido porque los vampiros mostraron sus garras antes de que quedaran todos extintos y atacaran a los humanos. Y así comenzara la guerra.
-         Genial, eso nos ahorra mucho tiempo. Primero déjame contarte toda la historia. Nuestra historia, mi historia, y su historia. Mamá siempre fue devota a su fe, era una mujer agradable, buena y cariñosa, y nos quería mucho, como cualquier madre debería de hacer – su tono de voz no sonaba cariñoso cuando lo decía, sino un poco hostil, y su expresión no ayudaba demasiado a engalanar a su madre como un mujer buena. Algo en esas palabras logró crear una terrible punzada dentro de mi pecho, como un dolor agudo, como si un hueco fuera abierto dentro y se expandiera, ¿Por qué me sentía de esa forma? Mi madre había sido… buena, ¿no?, pero ¿Por qué no podía recordar los momentos agradables? Esos en los que la persecución y la adrenalina no cubriera la mayoría de mis recuerdos, viviendo con miedo y manteniendo un perfil bajo, incluso entre los niños de la Colonia. No estaba para pensar en mis problemas, volví mi atención hacia Kaden, quien luchaba por decir las palabras, pero dejando mi mano sobre el dorso de la palma de Kaden, este asintió y continúo - Éramos como cualquier otra familia; normal. O al menos eso pensábamos hasta que la luna llena llego y descubrimos que no era verdad.
-         ¿Qué tiene que ver la luna llena?
-         Oh, claro. Tú no sabes de esto. – girándose hacia mí, comenzó a juguetear con sus dedos y luego dibujo en el suelo la forma de una media sonrisa, que deduje, era la luna –  Cuando un were lobo, como nosotros, llega a la edad de los 18 años, cambia su apariencia humana a una animal. Es un tipo de tradición el que los padres de los weres les enseñen como controlar su transformación y no volverse agresivos, pero nuestro padre había muerto desde que teníamos 12 años. Mamá era todo lo que teníamos, pero ella no era un ser sobrenatural, era humana. Pudimos ocultarlo por un tiempo, pero rápidamente comenzaron los rumores de que había weres viviendo en nuestra comunidad y que salían a mitad de la noche a merodear por los terrenos del bosque. Te imaginaras que fue lo que sucedió, ¿no? – rodando sus ojos, hizo una mueca hastiada.
-         Los vampiros se enteraron e intervinieron.
-         Así es. Primero hicieron un cateo de casas, revisando hasta el último de los hogares. Después fue una prueba de sangre, pero todas salieron negativas. Finalmente declararon que cualquiera que supiera la identidad de los weres tenía que cooperar con ellos y confesar, o las consecuencias por ocultarlos serian graves. Nos dieron 3 días para que hiciéramos lo que nos habían pedido, pero ni Kadar, ni yo fuimos tan estúpidos como para salir durante la luna llena de esos 3 días. Sin embargo no sabíamos que le pasa a un were cuando trata de rechazar sus instintos animales.
-         ¿Qué cosa pasa? – tragando en seco.
-         Tu animal gana. Aun en contra de tu voluntad, él es más fuerte. Estábamos en la escuela, era el partido de Kadar y yo estaba en las gradas, con mis amigos, gritando y envuelto en el ambiente de la porra, ignorando el hecho que estaba oscureciendo rápidamente, cuando… - hizo una leve pausa, encorvando los hombros.
-         ¿Cuándo qué?
-         … lo único que recuerdo es que todos estaban gritando como locos, pero no por la emoción del juego o haciendo bulla, todos me miraban a mí, horrorizados. Fue cuando me di cuenta que estaba en cuatro patas y que mis sentidos estaban más agudos; me había trasformado sin querer frente a una multitud de personas. Entre las caras de todos vi el rostro de Kadar, sorprendido y lleno de pánico cuando todos comenzaron a gritar y a lanzarme cosas, piedras o cualquier clase de objeto. Salí del lugar a toda velocidad, hui al bosque. Solo que mientras corría por la zona boscosa, una figura apareció frente a mí y trato de detenerme, ambos rodamos por el suelo y caímos sobre la verde hierba; era Kadar, en su forma animal. Después de calmarnos un poco, decidimos ir a casa, tomarnos nuestras cosas y sacar a mamá de ahí e irnos del pueblo, no podíamos quedarnos y tampoco podíamos dejar a nuestra madre atrás. Todo se complicó cuando llegamos a la casa, entramos y tomamos una maleta, cada uno, listos para dejar ese lugar, pero no había rastro alguno de nuestra madre. Hasta que escuchamos el sonido de disparos, fuimos a la parte baja de la casa y vimos como una multitud de varios hombres del pueblo sostenían armas y palos alrededor de la casa. Comenzaron a lanzarnos piedras, rompiendo todas las ventanas y después fue el fuego sin control, disparando a las paredes, que pronto comenzaron a quedar hechas añicos, nos refugiamos en los escombros y salimos por la puerta trasera. Kadar decidió que era hora de irnos, podríamos volver por nuestra madre después de que estuviéramos fuera de peligro, pero yo no acepte. No podía dejarla sola, era nuestra madre. Nuestra asombro fue tan grande al verla entre la multitud, sosteniendo una escoba y manteniéndola hacia arriba. Su rostro furioso y sus ojos en un ceño fruncido, jamás olvidare aquel rostro con el que me miraba; desprecio y vergüenza era lo único en esos ojos. Nos rodearon y trataron de sujetarnos, pero ahí fue cuando todo se salió de control, solo recuerdo el color carmesí de la sangre por todos lados, los gritos de terror y como los sobrevivientes huían despavoridos de nosotros.
-         ¿Qué paso?
-         Y-yo… los mate. A cada uno de ellos, perdí el control de mi forma animal y termine lastimando a casi todos en el pueblo. De no haber sido por Kadar ahora estaría muerto. Estaba demasiado distraído lastimando personas inocentes, con las que había crecido, que no me di cuenta que alguien se acercaba hacia mí por detrás. Trato de apuñalarme por la espalda, pero Kadar se interpuso entre ambos y al final él fue el que resulto herido. Mi madre, la persona que nos trajo al mundo y que tanto amábamos, fue quien levanto un puñal hacia nosotros. Eso fue un enorme shock para ambos, no quisimos creerlo, pero era verdad. Tome a Kadar entre mis brazos y salimos lejos del pueblo, huimos del único lugar al que llamamos hogar y que se volvió un lugar prohibido en el que no éramos bien vistos. Kadar aún sigue sin perdonar a mamá por ello, y yo no dejo de culparme por lo que paso. Mi madre tratando de matarnos, todos los demás odiándonos, Kadar herido por mi culpa y estupidez, tuvimos que dejar nuestro pueblo y rodar por el mundo, al menos no solos, nos teníamos el uno al otro. Hasta que encontramos a la manada de Randolph, ellos nos acogieron como si fuéramos hermanos de sangre y este lugar se volvió nuestro hogar. Cuidamos de los nuestros y nos mantenemos juntos. Eso es lo que significa nuestra manada, la Guarida, todo. somos una familia. Y yo he roto ese pacto.
-         Por mi culpa. No tenías que hacer eso, yo podía defenderme solo.
-         Pero tenía que, aunque seas un humano, Kadar no tenía el derecho o porque decirte así. Se supone que dejamos nuestro hogar por esa misma razón. Porque queríamos ser mejores que ellos y vivir en armonía.
-         Ya veo. ¿alguna vez volviste a tu casa? – se puso rígido, mirándome como si hubiera perdido la cabeza, o tal vez que no le había escuchado bien durante su conversación, pero lo hacía.
-         No, no tenía porque. Mantenerme lejos de ahí era lo mejor que podía hacer. No necesitaba a mi madre, éramos Kadar y yo, eso era todo. – colocando ambas manos sobre sus piernas en puños, apretó los dientes.
-         Es solo que… no entiendo, ¿Cómo alguien que a estado junto a ti toda tu vida, que has compartido 9 meses con ella, puede tratar de matarte?
-         Eso es lo mismo que me he preguntado estos años. Y sigo sin encontrar una respuesta. – sonrió apagado, parecía herido, y lo estaba.
-         Yo sí. No lo hace. Si te ama no te hiere, sin importar que clase de lazos tengan entre ustedes, jamás buscaría hacerte daño, sino todo lo contrario. No creo que alguien que te ha mantenido vivo por tanto tiempo, y que ha compartido demasiado, te odie de la noche a la mañana. Existe una explicación para todo.
-         ¿y cuál sería esa?  - levantando una ceja y cruzando los brazos frente a su pecho.
-         Quería protegerlos, aun a costa de su vida.
-         ¿Por qué trato de matarme?
-         No puedo hablar por tu madre, pero desde mi perspectiva, que puede estar equivocada, ella trataba de mantenerlos lejos de todo el peligro. Aunque eso significara perderlos, mientras ustedes estuvieran a salvo. Una madre no puede odiar a sus hijos.
-         ¿Cómo estas tan seguro?
-         ¿Cómo es que tú no lo estás? – golpeando su pecho con mi dedo entre tanto musculo, sentí que me dolió más a mí al sentir mi dedo doblarse al chocar contra su cuerpo -  No me puedes decir que no la amas, porque eso sería una gran mentira, y déjame decirte Kaden, que las mentiras no son lo tuyo. – viéndolo bajar los brazos a los costados y dejando de fruncir el ceño, suspiro profundamente, rascándose la nuca con la palma.
-         Y-yo… aun la quiero… es mi madre… no importa cómo me haya tratado…  - sus ojos comenzaron a ponerse llorosos, las lágrimas ahora si estaban brotando  y se deslizaban por todo su rostro, pase mis pulgares por ambas esquinas de sus ojos y limpie ambas gotas de tristeza. Teniendo que ponerme de puntitas para alcanzarlo.
-         Está bien, no tienes por qué ponerte triste.
-         Pero… - lo jale hacia mi hombro, enredando mis brazos alrededor de su cuello, este se agacho un poco y luego comenzó a sollozar, no entendía ninguna palabra de lo que decía entre tanto gimoteo, pero cuando sus brazos me envolvieron me di cuenta que no hacía falta entender que necesita descargar su dolor  en alguien. Y Kadar no era su última opción, pero no estaba disponible por el momento.
-         Vamos, llora, no es como si no hubiera visto a otra persona llorar. – sobando su espalda. Escuche el sonido de su risa, entre tanto llanto, que casi parecía ahogarse, su cuerpo vibro con su gruesa voz.
-         Entonces, ¿no soy el primero?
-         Solo el más grande. ¿eso cuenta?
-         Un poco.
Estuvo varios minutos más, recargado contra mi hombro, en realidad metido entre mi cuello y mi mandíbula, hasta que se tranquilizó un poco y me libero. Agradeciéndome con una cálida sonrisa e irguiéndose frente a mí, era mucho más alto que yo, tonto grandulón.
Se compuso a sí mismo y después de frotarse las manos sobre la cara, recobro su típica sonrisa, incluso un poco más animada de lo que lo había visto hacía varias horas atrás. Acaricio mi cabeza, revolviendo mi cabello y luego lo froto fuertemente, haciendo que quedara desordenado. Lo golpe en el brazo y este levanto las manos en rendición.
-         A todos esto ¿porque estaban peleando ustedes dos?
-         Yo no busco pelea, ella me encuentra siempre.
-         Jason. – pronunciando mi nombre como amonestación.  Como a un niño pequeño le dice su madre cuando no la puede engañar y que quiere saber toda la verdad.
-         … - no respondí, trate de morderme el labio, pero Kaden me detuvo y me hizo levantar la vista hacia él.
-         ¿vio lo de tus ojos? – pasando su yema por el contorno de mi parpado, casi acariciando mi pestaña.
-         ¿mis ojos? No, eso aun nadie lo ha notado. – trate de desviar la mirada, los ojos cafés de Kaden me miraban fijamente y eso me ponía nervioso.
-         ¿entonces?
-         Tonterías.
-         ¿en serio?
-         Si, somos unos tontos.
-         ¿Qué te dijo el doctor Mason?
-         ¿sobre qué?
-         Tus ojos.
-         Ah. No lo he ido a ver.
-         ¿Qué? ¿Por qué?
-         Porque no creo que el doctor Mason pueda hacer algo para ayudarme.
-         ¿a qué te refieres? – atrapado, no podía seguir dándole vueltas al asunto, además de todo, Kaden me había contado la historia de su vida, algo demasiado íntimo y privado. Tenía que ser honesto con él, das lo que recibes. Suspire derrotado, mordiéndome el labio inferior y tragando en seco, buscando las palabras correctas que decir.
-         Está bien, te lo diré. La razón por la que tu hermano me llamo así fue por algo que vio.
-         ¿Qué cosa vio?
-         Mi mano. – levante la palma frente a su cara. Aun llevaba el pañuelo alrededor de ella. Me miro confundido, y luego, después de levantar una ceja.
-         No lo entiendo.
-         Préstame tu navaja. –dije, sino mal recordaba, Kaden siempre llevaba una navaja consigo por si quería pelar su propia fruta. Un were lobo comiendo fruta, si, lo sé, de locos.
-         ¿para qué? – rebuscando en sus bolsillos, hasta encontrarla en el bolsillo trasero, la saco y la sostuvo entre sus manos.
-         Solo hazlo. – el me la extendió hacia mí y la tome, sacando su hoja blanca -  Ahora, observa mi mano. – destape mi mano y coloque el filo encima, presionando suavemente hasta que unas pocas gotas de sangre brotaron y  comencé a pasar la hoja por la superficie de mi palma. Kaden tan pronto lo vio, me arrebato la navaja y sujeto mi mano, viendo como la sangre manaba por todo mi brazo, cayendo gotas desde mi codo.
-         ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué te cortas? Necesitamos llevarte a la enfermería.
-         No, mira Kaden. Solo mira. – deteniendo los pasos grandes de Kaden, volteo a mirarme, sus ojos fueron hacia donde estaba levantando mi ensangrentada mano. Sus ojos se abrieron más de lo normal y miro más detenidamente hacia la cortada en mi palma, que comenzaba a cerrarse y el dolor disminuía a cero. Acerco un poco más su cara y sostuvo la cicatriz, viendo que desaparecía al unirse nuevamente el tejido. – en cierta forma, Kadar tenía razón.
-         ¿Qué eres?
-         Solo sé que soy yo. – respondí honestamente, limpie la sangre de mi brazo, iba a volver a colocar el vendaje, pero decidí no hacerlo, sino guardarlo en mi pantalón.
-         Tienes razón. No importa lo que seas. Tú eres tú. Guardare tu secreto.
-         ¿no tienes miedo?
-         Claro que no.
-         ¿en serio?
-         Claro. Somos amigos.
-         Muchas gracias. ¿iras con Kadar?
-         Tenlo por seguro. Es más, ahora mismo iré. – dándole un golpecillo a mi nariz con su dedo índice, giro 180° sobre sus pies y salió corriendo hacia las escaleras que llevaban al segundo piso donde estaba la habitación de Kadar. Se detuvo frente a esta y después de varios minutos y voltear a verme, que le levante dos pulgares al aire dándole ánimo, tocó la puerta. Me oculte detrás de un pilar, viendo como Kadar salía con la mirada baja y apretando las manos y la boca. ¿Qué pasaría? ¿le pegaría? No, jamás. Kadar soltó sus puños y trato de sonreír, algo así, lo intento.  Ambos se abrazaron, Kadar se recargo sobre el hombro de su hermano y después de varios minutos en silencio, sonrieron. No necesitaron palabras para decirse las cosas. Eren hermanos y sentían el mismo dolor, ambos se querían y no podían estar separados.
Todo estaba bien. De nuevo.
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Estaba en su escritorio, mirando los últimos reportes de las muestras de sangre, todos fallidos o mutantes. No había avance en su investigación y todo quedaba estancado. Seguían desarrollando una nueva fórmula de juventud, Eternity, pero seguía siendo experimental. Aun hacía falta el componente esencial, pero no lo tenían a la mano. Si no podía con ello, perdería todo en cuestión de segundos. Al menos esperaba que con Ethan en el juego pudiera obtener buenos resultados.
El teléfono en su escritorio comenzó a sonar y lo levanto, recargando los brazos sobre la madera.
-         ¿Qué sucede, Bateman? – dijo la otra voz al otro lado. Se escuchaba molesto. Más problemas que añadir a mi currículo, pensó, arrojando los reportes en el escritorio, desparramando los documentos.
-         Señor Longworth ¿a qué debo su llamada tan repentina? – respondió, tratando de sonar tranquilo y cortes, aunque sabía exactamente porque de la llamada.
-         Sabes muy bien porque llamo. Tu pequeño bastardo acaba de salir de los muros de Ciudad Zwechlit, acompañado de esos psicópatas mercenarios que llama “Grupo de Caza”. Quiero saber porque.  – se escuchó el golpe seco de su mano contra algo, de seguro contra la mesa de su comedor.
-         No creo que… - quería responder, pero rápidamente fue interrumpido por el sonido grave del hombre.
-         Mira Bateman, he estado todo este tiempo apoyándote y cubriéndote la espalda, evitando que te echaran de la ciudad y detuvieran tus experimentos después de que descubrieran tus monstruosidades. Merezco saber la verdad.
-         Fue a realizar una búsqueda.
-         ¿el chico humano otra vez? Válgame Dios. Déjalo ya, se esfumo.
-         No. Eso jamás. No puedo rendirme tan fácilmente. No después de todo mi esfuerzo y dedicación. Es esencial que lo encontremos.
-         Dime, Bateman ¿Por qué es tan importante el chico? – odiaba a este sujeto por esa misma razón de ser demasiado entrometido, siempre cuestionando cada una de sus acciones y metiéndose en sus asuntos, era como una sombra.
-         Yo…
-         Responde ahora mismo. Sino lo haces, tendré que retirar todo tu presupuesto y tu laboratorio será cerrado, al igual que tú serás echado a patadas fuera de ciudad Zwechlit. ¿Qué dices? – lo tenía por las bolas, podía decirle, después de todo, pronto todos lo sabrían, además, no tendría que decirle toda la verdad, solo lo más importante, o no tanto.
-         Vera, los humanos están evolucionando también. No podemos permitirlo.
-         ¿Qué? ¿a qué se refiere?
-         Al igual que nosotros ellos también tienen la habilidad de adaptarse a su entorno. Es obvio que desarrollaran nuevas habilidades que les puede ayudar a enfrentarnos. Creo que es momento de que le diga toda la verdad. Sobre los experimentos en el laboratorio de genética. Hay algo que nunca le dije a ninguno de ellos.
-         ¿Qué cosa?
-         ¿es segura la línea? – levantándose del escritorio, miro por todos lados, el lugar estaba inhabitado, casi muerto, aunque ellos ya estaban muertos en vida.
-         Por supuesto.
-         Mientras tratábamos de crear al ser perfecto, creamos 6 de ellos. Aunque, individualmente, eran solo seres con habilidades superiores, también nos dimos cuenta, con el nacimiento de Jason, que no solo podían ser superiores, sino que más que eso.
-         No entiendo. ¿a qué te refieres?
-         Jason probo la sangre de cada uno de ellos, para volverlo más fuerte y que despertaran sus poderes de curación. Ya sabes, regeneración celular acelerada. Pero hubo un problema.
-         ¿Qué fue?
-         Jason… no solo despertó su habilidad, sino que… él… bueno, él adopto las habilidades de los demás como suyas y  no solo eso, las perfecciono.
-         ¿Qué? ¿Qué estás diciendo?
-         Que lo logramos. El ser perfecto que tanto peleamos. Jason es el sujeto perfecto.
-         Imposible. Eso es…
-         Posible. Pero cuando íbamos a inyectarle más sangre, ya en una nueva fórmula mejorada para que su cuerpo la asimilara y pudiera aceptarla en su sistema, Snyder nos lo arrebato de las manos y huyo con él.
-         Ahora entiendo todo el interés por el chico. ¿significa que si podemos tomar una muestra de su sangre…?

-         Podremos salvar nuestra especie y volvernos más fuertes, para aniquilar a todos nuestros enemigos. No existirá nadie más poderoso que nosotros. Ni los estúpidos esfuerzos de weres o humanos rebeldes podrán contra nosotros. Los aniquilaremos. Él es el secreto de la inmortalidad.

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