Orgasmo de chocolate
[ONE SHOT]
Una bella
noche de 14 de Febrero, en donde los enamorados tratan de demostrarse su amor
antes de la medianoche, un guapo chef llega a su casa, después de un día
brutal, esperando encontrarse con su pareja y pasar el resto de la noche
juntos.
Pero ¿Que
cuando llega y todo está a oscuras? además ¿Por qué siente que algo anda mal?
¿Podría ser que lo terminaran el día de los enamorados? La peor pesadilla de
toda pareja.
Solo
puedo decir que el chocolate y la crema batida siempre solucionan los
problemas.
*****
14 de Febrero – San Valentín.
Después de trabajar todo
el día sin descansar—debido a la fecha en cuestión—, estaba muy cansado. Lo
único que quería era llegar a casa, ser recibido con un beso y abrazo de mi
novio, darme un baño caliente, para después comer una buena “cena” improvisada por él y terminar el
día como se debía, haciendo el amor hasta quedarnos dormidos.
Estacioné afuera de la
cochera, viendo que solo las luces de la entrada estaban encendidas y que las
del interior seguían apagadas, dejando la casa a oscuras. Era extraño, Noah
siempre encendía las luces porque tenía miedo a la oscuridad y temía tropezar
con algo al no poder distinguir los objetos a su paso. Dejé salir un suspiro,
mientras sobaba mi nuca. El día había sido demasiado pesado.
Apagué el motor,
removiendo la llave de su lugar. Tomé mi bolsa en la que tenía mi uniforme y
mis utensilios, y salí del automóvil. Asegurando el vehículo, al menos estaba
en casa. El vecino, Raymond Stewart, me saludó del otro lado de la cerca, aún
continuaba fuera regando las rosas de su esposa. Le devolví el saludo y luego continué
mi camino.
Caminé por toda la entrada
y abrí la puerta principal, introduciendo la llave y la puerta se abrió,
iluminando levemente el lugar con la luz de los vecinos y vehículos que pasaban
frente a nuestra casa. Pero sin rastros de Noah por ningún lado.
—
¿Noah, amor? ¿Estás aquí? —solo
se escuchó el ruido de algo moviéndose en la sala, casi chocando contra uno de
los muebles. Me giré, aun sin luz podía distinguir la silueta de mi novio en
las sombras. —¿Qué estás haciendo, cariño?
—
Y-Yo, solo quería pedirte
algo. —normalmente no tenía ese tartamudeo en su forma de hablar, pero cuando
lo hacía era porque estaba nervioso, la pregunta era ¿Por qué?
—
Está bien, pero ¿Por qué
las luces apagadas? —dije, cerrando la puerta detrás de mí, acercándome un
poco, para disminuir la distancia entre ambos. Noah no retrocedió, sino todo lo
contrario, se acercó hacia mí, pero sin llegar a darme un beso de bienvenida o una
respuesta, como solía hacer. Solo se limitó a envolver sus brazos en mi cuello
y, antes de que dijera algo, cubrió mis ojos con una prenda oscura, haciendo un
nudo detrás de mi cabeza.
—
Colt, quiero decirte algo
antes. —su tono de voz era serio. Así que solo dejé que sostuviera mi mano y me
guiara hasta donde imaginé era el comedor— por el ruido del arrastre de la
silla—. Me senté en ella y esperé, impaciente.
—
Está bien. Dímelo. —dije, colocando
ambas palmas sobre mis piernas, en realidad estaba secando el sudor que empapaba
mis manos, una extraña costumbre que había aprendido en el trabajo al estar
todo el día en el fuego de la estufa y el horno. Los nervios me comían, pero no
podía ponerlo más nervioso de lo que ya estaba.
—
T-Tú… has sido el mejor
chico que he conocido, lo digo en serio; el mejor. Tan dulce, lindo, amable,
cariñoso y sobretodo paciente.
Pude
notar el profundo suspiro que daba. Me encantaba como sonaba ese suspiro. Más
porque era yo quien lo producía en él. No pude evitar sonreír como tonto por
ello.
Retomó la
palabra.
—
Incluso cuando establecí
que no tendríamos sexo hasta que estuviera seguro de nuestra relación, lo
aceptaste. Pero… —volvió a suspirar pesadamente, dejando un vacío al final de
la oración que solo hizo vibrar mis neuronas.
Oh, no. ¿Por qué hay un pero? Mi corazón se detuvo. ¿Esto sería lo
que llamaban “El tenemos que hablar”,
versión; eres mejor que yo, pero no podemos seguir juntos? ¿Significaba que
Noah me iba a terminar? ¿El día de San Valentín? ¿Por eso estaba nervioso?
Cálmate. Tranquilo, chico.
Déjalo terminar, no saques conclusiones tan rápido. Puede ser cualquier cosa. Pero
¿Por qué tanto misterio? A menos que…
Tragué en seco ante esa
posibilidad. No quería que eso pasara, sería devastador. Jamás había
considerado que nuestra relación estuviera mal—en ninguno de los sentidos—. Tal
vez el creer que era perfecta había sido error mío.
Si había algo que
pudiéramos hacer para solucionarlo, lo intentaría, sin protestar, a toda costa.
Noah era toda mi vida, siempre estaba por encima de todas mis cosas, y si no
había una segunda oportunidad podría tolerarlo. Aún a costa de lo que mi
corazón dijera por mantenerlo junto a mí.
Pero si esta era su
decisión, la aceptaría. Aunque doliera.
Ese era el amor que tenía
por él, tan grande como para soportar el rompimiento y no estar juntos.
A pesar de tener los ojos
cubiertos, por lo que deduje era una mascada, podía sentir a Noah frente a mí,
plantado con sus manos inquietas que jugaban con el borde de su camisa.
—
¿Puedo quitarme esto? —pregunté,
rompiendo el silencio incomodo que presionaba a ambos—aunque mis manos ya
estaban desatando el nudo—.
—
S-Sí.
Me deshice de la mascada y
la coloqué a un lado, donde no estorbara. Finalmente encaré a Noah, o lo que
parecía debido a la poca iluminación que había en la habitación. Se veía tan
pequeño, tan tímido.
—
¿Pero…? —dije, indicándole
que prosiguiera con nuestra conversación.
—
Pero… —justo cuando creía
adivinar sus palabras, se acercó hacia mí y presionó sus labios sobre los míos,
lamiendo el borde de mi labio superior con la punta de su lengua. —…creo que es
el momento de subir el nivel de nuestra relación, ¿no lo crees?
No sé qué fue lo que
sucedió dentro de mí, pero supe que mi cerebro no podía procesarlo bien. Estaba
anonadado.
—
¿A qué te refieres con
subir el nivel? —dije, confundido.
—
Que creo que te mereces
una recompensa por ser un buen chico. Perdón, nos merecemos. —una sonrisa se dibujó en su rostro, evidenciando
una hermosa y blanca dentadura.
—
N-No te entiendo, amor.
—
Que me siento
completamente listo.
—
¿Lo dices en serio? —casi
podía verme a mí mismo brincando como un niño de 5 años al que le dieron la
mejor noticia. Y no estaba demasiado lejos de la realidad cuando me levanté bruscamente
de la silla y atrapé a Noah entre mis brazos—cargándolo—, sus pies dejaron el
suelo.
—
Wow, excelente reacción.
—
E-Este… y-yo… lo siento.
Continua, por favor. —dije, bajándolo con cuidado hasta que sus pies tocaron la
alfombra.
—
Como decía; estoy listo.
Me has demostrado que eres un excelente hombre. Perfecto se quedaría corto. Tú me haces sentir especial, cómodo,
tranquilo, como si estuviera en casa. Puedo ser yo mismo contigo y me brindas
toda tu confianza sin titubear. Dime, ¿Quién haría eso por otra persona?
—
Solo si la ama demasiado. —indiqué.
—
Y tú me amas demasiado.
—
Por supuesto. Al igual que
tú, espero.
—
Nunca lo dudes ¿entendido?
—dijo, atrapando mi nariz entre sus dedos. La apretó levemente, dejando roja el
área presionada y luego la libero, dándome un tierno beso en la punta de ella.
—
Claro, bebé. ¿Y ahora qué
hacemos? Me siento demasiado feliz que podría morir de sobredosis.
—
Bueno, se me ocurre algo. —colocando ambas manos sobre mi
pecho, me empujó hasta caer sobre la silla. —Te tengo un regalo por ser 14 de
Febrero.
—
¿En serio? —dije,
arqueando una ceja y deslizando mis manos sobre sus muslos. —GENIAL, ¿Dónde
está?
—
Pero debes desenvolverlo
primero. —envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y me besó suavemente en la
frente.
—
Ok, dámelo. —incapaz de
ocultar mi impaciencia.
—
Espera un segundo. —se
levantó de mi regazo y caminó hacia la cocina.
Por un segundo no pude
soportar el tener que separarme de él. Pero tenía que dejarle ir, aunque fuera
momentáneamente.
Viéndolo alejarse, abrió
el refrigerador en su camino, sacando algunas cosas del interior, y lo volvió a
cerrar, dándole un golpe con su cadera. Me recargué contra la silla,
desabrochando el último botón del cuello de mi camisa, para finalmente dejar
caer ambos brazos a los costados.
La silueta delgada de Noah
sobre la pared me indicó que ya regresaba a mí, acercándose. En sus manos se
podía ver que sostenía algo, pero solo pude verlo cuando estuvo delante de mí y
la iluminación se hizo mayor un bote de
crema batida en la mano derecha y el jarabe de chocolate en la izquierda. Una
sonrisa se dibujó en su rostro y me miró, divertido.
—
¿Y? ¿Dónde está?
—
Lo tienes enfrente de ti. —respondió,
mordiendo su labio inferior. Oh,
Dios, como amaba que hiciera eso con su labio, era lo más erótico y
dulce que podía ver en toda mi vida. Podía imaginar mi boca abierta ante esa
respuesta, o al menos mi expresión diciendo; PERFECTO.
—
¿Tú eres mi regalo?
—
Si no me quieres, lo
entenderé.
—
Jamás dije semejante cosa.
—respondí de inmediato. —Pero ¿para qué la crema y el chocolate? —ante esto él
levantó una ceja y agachó la cabeza, tratando de aguantar las ganas de reírse.
—
Creí que podrías
imaginártelo por ti mismo, pero bueno. Normalmente eres tu quien prepara la
cena, pero hoy quise hacerlo yo.
—
Suena bien. —me encogí de
hombros y asentí, feliz a la idea.
—
Pero preferí saltarnos la
comida e irnos directamente al postre. ¿Qué dices?
—
Sabes que siempre he amado
lo dulce. —me abalancé sobre él, jalándolo hacia mí, volviéndolo a sentar en mi
regazo. Mi boca buscó la suya, adueñándose de sus dulces y suaves labios. Gimió
en su boca cuando nuestros cuerpos se frotaron, a través de la ropa. —Y no hay
nada más dulce que tú, mi vida. —sonrió ante ello y volvió a besarme, profundizando
más nuestro beso. Nuestras lenguas se acariciaban, en un intercambio de aire y
saliva en el que no podíamos separarnos. Lamí su labio superior, delineando la
parte carnosa antes de comenzar el arco hacia su nariz.
Sus pequeñas y delicadas
manos de contador tomaron las mías. Eran tan suaves, a comparación de mis
gruesas y grandes manos de gorila que parecían poder aplastar cocos con ellas.
Jugueteando con mis largos dedos, llevó ambas manos hacia sus caderas,
indicando donde ponerlas. Su cuerpo siempre había sido delgado—desde el momento
en que nos conocimos—, era un milagro que no subiera más de 30 kilos al estar
junto a mí y mi afán por cocinar cosas llenas de carbohidratos.
Levantó su camiseta,
sacándosela por encima, mostrando su bien cuidado y trabajado pecho. Cada
centímetro de su piel bronceada era un deleite para mis ojos, inclusive con la
poca luz imaginaba su tonalidad, su textura y su sabor. La oscuridad no era un
impedimento para dejar volar la imaginación a aquel cuerpo que conocía
demasiado bien, producto de tenerlo entre mis manos muchas otras noches atrás y
sostener su peso mientras hacíamos el amor tan apasionado.
—
Tienes las manos frías. —dijo,
estremeciéndose bajo mi tacto, que recorría por sus costillas hasta sus brazos.
Su piel se erizaba como la piel de gallina cuando tienes un escalofrió.
—
Ah, sí. Me tocó guardar
las carnes del refrigerador. —confesé, haciendo una pequeña sonrisa.
—
¿Mañana trabajarás? —preguntó,
sosteniendo mi cara entre sus manos, mirándome fijamente, esperando mi
respuesta. Sonreí ante ello. Era lindo el que me quisiera en casa, algo que yo
también quería.
—
No. Solo fue un favor que
me pidió el Chef en Jefe antes de salir.
—
Entonces… ¿tenemos el fin
de semana para nosotros dos?
—
Soy todo tuyo, bebé. ¿Qué
quieres hacer?
—
Creo que lo primero que
quiero hacer es... satisfacer a mi novio, ¿no crees? —colocando su frente
contra la mía, moviendo sus caderas suavemente, frotando con su mano libre mi
entrepierna, haciendo que mi pantalón se volviera incómodo para mi miembro.
—
Pues empecemos a
satisfacernos mutuamente. —arrebatándole un beso de la boca, atrapando su labio
inferior suavemente al apretarlo un poco y probar su sabor.
—
No eres bueno con las
palabras, amor.
—
Pero hago maravillas con
mis manos, ¿no?
—
No solo con tus manos, tu
boca y tu pene no se quedan atrás.
—
Umm… me gusta tu forma de
alabar mis dotes especiales. —no pude evitar sonreír más de lo normal. Amaba
que pudiéramos hablar sucio entre nosotros, porque era algo que solo hacíamos
en casa. Bueno, algunas veces habíamos dicho cosas fuera de casa, pero nada de
que arrepentirnos estando juntos.
—
Solo si me pertenecen para
siempre. —apretando sus labios, pasando sus manos por mi pecho.
—
No tengo problema con
ello, aunque mis admiradores se sentirán heridos al saberlo.
—
Mejor ellos que mi
orgullo.
—
Solo existes tú, bebé.
—
Eso es lo único que quería
oír. Te amo.
—
Ahora tú déjame amarte.
Lo levanté, tomándolo
entre mis brazos, sus piernas se cerraron como un candado alrededor de mi
cintura y nuestros labios se juntaron. Introduje mi lengua dentro de su boca,
lamiendo todo dentro, su sabor era delicioso y su respiración acelerada
caliente.
Con sumo cuidado de no
dejarlo caer, lo deposité suavemente sobre la alfombra café terrosa. Me detuve
a observarlo por unos segundos. Era hermoso en toda la extensión de la misma
palabra. Tomando de sus manos el recipiente con crema batida, agitándolo un
poco, empecé a esparcir un largo camino por todo su pecho.
—
Ups, te he ensuciado con
crema batida. —dije, fingiendo torpeza. —¿Quieres que te limpie?
—
Aja. —respondió, sonriendo
juguetonamente, colocando ambas palmas de las manos sobre la alfombra,
mordiendo su labio un poco.
—
Está bien. Como ordene,
señor. —dirigiendo mi boca hacia su pecho, saboreando la crema batida y la piel
de Noah, que se estremecía bajo el suave movimiento de mi lengua, haciéndolo
contorsionarse hacia adelante y que probara cada vez más su lampiño pecho. Aun
podía inhalar la tenue esencia de su perfume, que hacia horas tenía que haber
desaparecido, pero que siempre buscaba la forma de impregnarse con su aroma
natural.
Colocando dos pequeños
cúmulos sobre sus pezones, lamí la crema batida de cada uno, lentamente,
trazando cada pequeño botón rosado con mi lengua. Succionando fuertemente, mientras
mi lengua daba giros alrededor del erecto pezón en su pecho. Provocando que
ambos se pusieran colorados por la succión.
Después de lamer sus sensibles
y suaves pezones, tracé un largo camino desde su tráquea hasta su mentón,
dejando un rastro por donde mi lengua iba pasando, mordiendo con mis dientes su
manzana de Adán. Mis labios subieron, buscando los suyos, cuando estuvieron
juntos, comenzaron a devorarse mutuamente, nuestras lenguas probándose,
intercambiando saliva. Tenía un sabor dulce y a menta. Era un beso deseoso,
lleno de pasión y de lujuria.
—
Nuestro especial de hoy es
un poco de banana con chocolate. ¿Quiere probarlo? Tenemos muestras gratis.
—
¿De dónde consiguieron el
plátano?
—
Es 100% plátano del mejor
que pueda imaginar. Solo los más grandes y jugosos.
—
Suena bien para mí. Pero
póngale mucho chocolate en la punta, amo saborearlo en mi boca y jamás lo he
probado con chocolate.
—
Entonces, déjeme darle la
botella para que le ponga al gusto.
Entregándole la botella de
jarabe de chocolate, cambiamos de lugar, colocándoseme encima, sus manos fueron
hacia la hebilla de mi cinturón de cuero. Quitándome primero la camisa, la
textura de la alfombra era suave, pero picaba. Abriendo mis pantalones, bajó el
cierre y sacó mi miembro de entre mi ropa interior.
Mirándolo inexpresivo
varios segundos, lamió sus labios y luego se acercó a pocos centímetros de él,
olfateando el aroma almizclado de mi pene. Dios, la forma en la que lo hacía
era tan erótica, verlo de esa manera era tan excitante. El solo hecho de verlo
hincado entre mis piernas ya era suficiente como para hacerme venir.
Presionando la botella de
chocolate, el líquido café oscuro cubrió la punta de mi pene, como si fuera una
fresa cubierta de chocolate. El chocolate deslizándose por toda la longitud hasta
donde comenzaba mi vello púbico. La sensación viscosa del chocolate era
cosquillosa, haciendo que mi pene saltara ante ellas.
Le dio un beso a la
cabeza, lamiéndola como si fuera una paleta de caramelo. Su lengua trazando el
contorno de la coronilla, mientras seguía masajeando mis testículos. Era
estremecedor y agradable a la vez. Tragando mi pene dentro de su garganta,
yendo más profundo hasta sentir su nariz acariciar la mata de vello.
Envolviendo su lengua alrededor de mi pene, sus movimientos eran tan rápidos,
haciendo que me agitara mientras más rápido chupaba, succionando.
La mejor mamada que me
hubieran dado en toda mi vida había sido por este hombre—de aspecto tranquilo e
inocente—, que escondía un completo Dios del placer.
La sacó unos segundos de
su boca, un poco de saliva escurriendo por las comisuras de sus labios, pero
sin prestarles atención. Meneándomela con su mano, su movimiento de muñeca era
suave, pero agresivo. Subiendo y bajando, podía ver la piel de mi prepucio
siendo removida y luego estirada de nuevo, cubriendo la cabeza en forma de seta
de mí pene.
Introduciéndolo de nuevo,
ésta vez lo tragó más profundo, pasando su lengua por debajo. Sus labios
fuertemente pegados hasta la raíz, mi voz salía en gemidos y gruñidos de
placer, entregado por completo a la vivaz lengua de Noah. Sus manos aferrándose
a mis caderas, empujándome más hacia adelante. Podía sentir mi pene tocando su
campanilla, pero no parecía notarlo. La calidez de su boca, envolviendo mi pene
dentro, engulléndolo por completo.
No podía aguantarlo más,
era demasiado para soportar. Sintiendo mis testículos contraerse, estaba a
punto de llegar al clímax. El escalofrió por mis piernas, que había hecho
erizar los pelos de mis piernas era un indicio de que era cierto. Y aunque quería
que durara más tiempo—para no arruinarle su regalo—, después de tanto esfuerzo,
era lo mínimo que podía hacer y que no podía hacer. Estaba a punto de eyacular
en su boca en cualquier momento. Algo que habíamos hecho anteriormente, pero
que esta noche no podía pasar si quería que termináramos juntos en un orgasmo
completo.
Deteniendo su boca, lo
aparté un poco. Respirando agitado. Incluso mis manos estaban cosquilleando por
la excitación. Las palabras no podían salir de mi boca, más que largos suspiros
que quedaban bloqueando mi garganta. Noah pareció entenderlo y dijo la primera
palabra, lamiéndose los labios, tomando un poco de mi sabor hacia su interior.
—
¿Ahora? —no hubo necesidad
de decir palabras para saber a lo que se refería. Le ayudé a quitarse sus
pantalones, lo mejor de todo era que Noah siempre andaba a comando, nada de
ropa interior, solo su pantalón de pana moldeándose sobre la figura de su suave
y redondo trasero. Apretando suavemente uno de sus cachetes. Levantándolo, encima de mí, se sacó los
pantalones por las piernas, sin perder tiempo en ello. Su pene manaba de un
líquido transparente por la punta, escurriendo como una fuente.
Acariciándolo con las yemas
de mis dedos, su pene saltó al sentir el toque. Esparciendo todo el pre semen
que estaba eyaculando sobre la cabeza de su glande. Mi pene estaba igual, pero
al menos ya estaba listo para poder comenzar con la fiesta real. Tomando el líquido
entre mis dedos, los llevé a mi boca y probé el dulce néctar del miembro de
Noah. Lamiendo hasta la última gota, dejé un poco de saliva entre ellos y los conduje
a la grieta de Noah.
Él tembló al sentir mis
dedos en su interior. Moviéndolos en círculos, como si fueran unas tijeras
abriendo y cerrando, estaba dilatando su agujero. Además, él adoraba que
hiciera esto, jugar un poco con su agujero era alguna clase de placer que ambos
compartíamos; él al disfrutar de mi haciéndolo y yo disfrutando de la hermosa
vista de su rostro y voz gimiendo, estremeciéndose y aferrándose cada vez
más contra mí.
—
Hazlo ya. —me ordenó, aun
con la respiración acelerada. Obedecí a su orden y saqué ambos dedos de su
agujero.
Colocando la punta de éste
sobre la entrada, acariciando suavemente y esparciendo un poco del pre semen
para lubricarlo. Sin más que decir, y de una sola embestida, introduje toda mi
virilidad dentro de Noah, quien arqueó la espalda al sentirme deslizándome,
tomando cada centímetro de mi miembro. Podía sentir la presión que ejercía su
agujero al ser penetrado, pero no era impedimento, mi pene estaba siendo
envuelto por una onda de calor que generaba su cuerpo.
En cuestión de segundos,
estaba completamente adentro de Noah. Él temblaba y su voz parecía débil, al
igual que sus piernas que se envolvían alrededor de mí como un candado. Sus
manos aferrándose de mi cabeza, acercándome contra su fiera boca que me tomaba
con fuerza, nuestros labios chocando. Podía sentir su pecho aun pegajoso por la
crema batida, al igual que su sudor impregnado en su cuerpo, tiñéndolo con un
color cristalino y brilloso.
—
Ahh… Se siente… extraño…
Ahhh…umm… —pronunció, entrecortado, gimiendo entre nuestras bocas.
—
¿Por qué? —dije, aun no me
movía. Primero quería esperar unos segundos y después podría hacerlo, e incluso
sin detenerme.
—
Tu pene… está pegajoso… el
chocolate…
—
La próxima vez recuerda
lamer por completo, ¿sí?
—
Eres un… —sin llegar a
terminar la oración, me empujé hacia adentro, sintiendo el calor abrazador de
sus paredes mientras me movía suavemente—solo moviéndome dentro, sin tener que
salir—. El agujero de Noah apretándome fuertemente, pegado a mi miembro.
—
Relájate un poco.
—
Yo… no… ¡ahhh!… puedo… se
siente… tan bien… tu pene… dentro de mí…
¡BOOM! Eso había sido bajo, y
Noah lo sabía. Agarrando los cabellos de su nuca, levanté su rostro al aire y
expuse su cuello, lamiendo la suave piel debajo de su mandíbula, haciendo que
su piel se erizara ante la suave caricia.
Ésta vez no había nada que
me pudiera detener. Tomándolo de los hombros, empujándolo fuertemente contra mi
pene, chocando contra su interior, éste gimió de placer al sentirlo y se
estremeció, haciendo su pene brincar.
Empujando mis caderas,
podía sentirme deslizándome hacia afuera y luego fuertemente hacia adentro,
prolongando más la sacada y metiéndolo rápidamente, sin darle tiempo de reaccionar.
Volviendo las embestidas más rápidas, Noah gemía sin control. Su voz era como
música para mis oídos, y me hacía querer escuchar más de ésta. Envolviendo mis
brazos alrededor de su esbelta cintura, comencé a controlar sus caderas,
enterrándolo más y más, moviéndolo hacia arriba y luego hacia abajo, moviéndose
de acuerdo a las embestidas de mi pene.
Me detuve unos segundos,
sacando mi pene de su agujero y besándolo, nuestros alientos sofocados eran
apaciguados por nuestras aceleradas respiraciones y el palpitar excesivo del
corazón de Noah desembocado contra mi pecho. Acaricié suavemente su cuello y lo
atraje hacia mí, presionando nuestros labios. Era un beso demandante,
apasionado. Nuestras lenguas chocando con lujuria y nuestras manos tocando cada
parte de nuestros cuerpos, explorando cada centímetro de carne, sin dejar rincón
sin explorar.
Colocándolo en el suelo, y
tomando sus piernas en mis hombros, comencé nuevamente a penetrarlo, deslizando
la cabeza de mi pene, seguido por la longitud de mi eje, que se perdía en su
interior cuando embestía, moviendo las caderas hacia adelante y chocando contra
las nalgas de Noah. Lamiendo mis labios al sentir que se resecaban, y las
gotas de sudor deslizándose por mi frente. Noah cubriéndose el rostro con su
brazo que posaba sobre su frente, su pecho inflándose por la falta de aire y
volviendo a gemir.
Descubriendo su rostro,
las lágrimas corrían por sus ojos, volviéndolos un poco cristalinos y su
sonrojadas mejillas, al igual que sus rojos labios de tantas veces que nos
habíamos besado.
—
Te amo… ahhh… ahhh… Flint…
—
Yo… también… Noah… —diciendo
esto último con un gruñido, mi pene brincó en el interior de Noah, y
aferrándose más fuerte contra mí, sintiendo su agujero cerrándose y contraerse,
envolviendo mi pene, no pude contenerme más y me corrí dentro. Gruñendo con
cada vez que disparaba dentro.
Noah comenzó a eyacular,
manchando ambos pechos con largos listones de color perla. Mientras gemía y se
estremecía al sentir mi semen llenando su interior y bañando cada rincón de su
íntima entrada. Sus uñas rasgando mi espalda mientras terminaba de correrse. Mi
pene salió de su interior y viendo como brotaba un poco de mi semen de su
agujero, deslizándose por sus nalgas hasta caer al suelo. Lástima por la pobre
alfombra.
Envueltos en la oscuridad
de la noche, porque ninguno se había tomado la molestia de encender las luces,
noté el brillo de la luz del exterior, ingresando por la venta de cristales
rectangulares; era la luz platinada de la luna llena. La respiración de Noah y
la mía seguían agitadas, pero su palpitar comenzaba a tranquilizarse.
Acurrucados, sintiendo su cuerpo contra el mío, y la brisa de la noche
acariciándonos suavemente, como si nos cubriera con un manto, besé sus labios
una última vez y después recargué mi cabeza contra su pecho.
—
Eso fue… asombroso. —dije,
aun tratando de controlar mi propia respiración. Pude escuchar la pequeña
risilla de Noah.
—
Me alegro. ¿Qué hacemos
ahora?
—
Quiero dormir un poco así
como estamos ahora. ¿Se puede?
—
Lo que tú quieras. —dijo,
besando mi frente suavemente como un niño pequeño que duerme en los brazos de
su madre, acariciando mi cabello con sus delicados dedos, todo lo que hacía
Noah me tranquilizaba. Él era mi todo.
—
¿Te gustó tu regalo de San
Valentín? Porque no estoy muy seguro de que…
—
Me encantó. Fue excelente.
Además, cualquier cosa que me des o no me des estoy feliz siempre que estés
conmigo, en mi cama… perdón, nuestra cama.
—
Eres todo un romántico,
¿lo sabias?
—
Sí, lo sabía. —algo pasó
por mi cabeza, la imagen de la caja en mi mochila, haciendo que me levantara rápidamente,
deshaciéndome de los brazos de Noah y corriendo hacia el sillón. —¡MIERDA!
—
¿Qué pasa? —preguntó,
tratando de incorporarse, pero no pudo y solo rodó su cuerpo.
—
Lo olvidé por completo.
—
¿Qué cosa?
—
Tú regalo. Se suponía que
te lo daría antes de medianoche.
—
¿Me compraste algo?
—
Sí, es algo muy especial
que quiero que tengas.
—
Está bien.
—
Pero debo hacerlo decente,
no con mi pene balanceándose entre mis piernas.
—
Siempre está balanceándose
en tus piernas, cariño. Además me gusta de esta manera. —mirando hacia entre
mis piernas, cosa que rápidamente me puso de humor, pero que podía esperar 5
minutos después de hacer esto primero.
—
Pero no querrás contarles
a todos eso después de ello.
—
Lo que pasa en mi habitación
se queda en mi habitación. Excepto mi novio, si fuera por mí no saldríamos de
esta cama nunca, pero él ama salir a pasear.
—
Lo digo en serio.
—
Está bien. Toma. —dijo,
arrojándome mi ropa interior. Era algo.
Me la
puse en cuestión de segundos, aunque solo sirvió para resaltar mis partes
íntimas en una tienda de campaña, con mi pene tratando de salir por la pequeña
abertura de enfrente. Traté de ocultarlo, al inclinarme, con el regalo de Noah
entre mis manos. Él solo se limitó a sonreír y suspirar, rodando los ojos. Aun
entre sus piernas, bajo la luz de la luna—que era nuestra única iluminación—,
me acerqué un poco y disminuí la distancia entre ambos.
—
Noah Benjamín Darling…
—
Ugh, odio mi segundo
nombre. —hizo una mueca.
—
Noah. —le regañé, por
interrumpirme. Frunciendo el ceño.
—
Está bien, lo siento. No
interrumpiré.
—
Está bien, como decía:
Noah Benjamín Darling, hay algo que quiero decirte. Yo te amo. Me haces
sentirme tan feliz, contigo aunque sea un día gris se vuelve lleno de luz. Eres
mi sol, mi felicidad, mi vida, mi razón de ser y de despertarme cada día, a
sabiendas que cuando lo haga estarás junto a mí, tomando mi mano y aferrándote
fuertemente contra mi pecho. Tú siempre me has apoyado en todo, incluso cuando
tuve que irme a Francia para que pudiera terminar mi preparación en el arte
culinario y que creía que nuestra relación terminaría, tú prometiste esperarme
aquí, hasta que volviera junto a ti.
—
Por supuesto que lo haría,
te amo. Siempre te he amado. Incluso en ese entonces ya sabía que te amaba, y
no quería perderte, a lo que teníamos tú y yo por algo tan tonto como la
distancia. Además era tu sueño, y jamás me opondría a que siguieras tus sueños.
Todo lo contrario, te alentaría a seguirlos.
—
¿Lo ves? Eres increíble. Jamás
paras de sorprenderme con tu amabilidad. Por eso quiero preguntártelo ahora,
aquí en este momento.
—
¿Qué cosa?
—
¿Te casarías conmigo? Di
que sí, porque si dices que no, me arrojaré por la ventana.
—
Estamos en el segundo
piso.
—
Por favor.
—
¡POR SUPUESTO QUE SÍ! ¡SI
QUIERO CASARME CONTIGO, FLINT! —dijo, saltándome encima. Ambos caímos al
suelo. Sosteniéndolo para que no chocáramos contra algo sólido. Sintiendo
sus labios presionarse sobre toda mi cara, mis labios e incluso mi mano.
—
¿En serio?
—
¿Por qué lo dudaste? ¿Quieres
que te golpeé?
—
No, es solo que… —esta vez
fui yo quien le dio un beso. Me levanté y corrí hacia la ventana, gritando a
los vecinos y cualquier transeúnte nocturno. —¡GENIAL! ¡DIJO QUE SÍ! ¡SÍ, LE
DIRÉ A MAMÁ! —mi voz bajo un poco. —Se pondrá muy feliz
—
Será mejor que le digas mañana,
amor. Aun es de madrugada y ellos no son tan jóvenes.
—
Tienes razón.
—
Siempre la tengo. Vamos a
la cama. —dijo, haciéndome señas para que le ayudara a levantarse,
extendiendo su mano.
Lo cargué
entre mis brazos, llevándolo escaleras arriba, teniendo sumo cuidado de no
caernos y terminar en el suelo rodando. Cuando lo bajé sobre la superficie
blanda de la cama, éste me volvió a besar y sus manos bajaron hacia mi ropa
interior, hurgando dentro de ellas, su mano acarició levemente mi miembro y la
otra subió por mi pecho.
—
Pero estamos
comprometidos. Debemos esperar hasta el altar. —dije, fingiendo inocencia. Él arqueó
una ceja.
—
Creo que ya hemos pasado
eso de Virgen hasta el matrimonio,
¿no crees?
—
Y que bien que lo hicimos.
—admití, esbozando una media sonrisa, entre divertido y pícaro.
Era tan infantil, lo
admitía, pero no podía evitarlo, estaba demasiado feliz. Me acerqué hacia Noah
y lo besé, tan profundamente que casi lo dejo sin aliento. Cuando lo liberé,
suspiró y luego me volvió a besar, después de tomar una gran bocanada de aire.
Segundos después,
volvíamos a nuestro segundo round, un hermoso fin de semana con una nueva
ilusión. Eso era todo lo que podríamos decir. Era feliz y mi pareja… no, mi prometido
era el responsable.
Fin…
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