LABIOS HELADOS, LENGUA CALIENTE - CAPITULO 9


-         Jason, ven un momento.
-         ¿Qué sucede, Charlie?
-         Acércate un poco más – jalándome más contra él, envolviendo su brazo sobre mi cintura, su nariz se metió entre mi cuello, haciéndome cosquillear y que me estremeciera por lo frio que estaba. Lo aparte, colocando ambas manos sobre su firme pecho que se inflaba con cada respiración que daba.
-         Basta, no me gusta ser olfateado, es de mala educación.
-         Es solo que… ¿Qué es ese olor tan fuerte?... es asqueroso…
-         ¿Cuál olor? – sintiendo ruborizarme por su acusación. Las aletas de su nariz se arrugaron y volvió a mirarme, haciendo un gesto de asco.
-         Proviene de ti.
-         ¿Qué estas insinuando?
-         Hueles como un animal muerto, o peor. – abanicando en el aire su mano, tratando de alejar el olor de él. - ¿Por qué no tomas un baño?
-         Quería hacerlo, pero Kadar me prohibió salir de la Guarida, sino me dejaría afuera toda la noche. Lamento apestar, pero no me he podido dar un baño como debería desde que llegue.
-         Tonterías.  Vamos, – tomándome de la mano me jalo fuera del lugar hacia un largo pasillo, iba a protestar, pero rápidamente Charlie me atajo - te llevare a la Tina.
-         ¿La Tina? – arqueando una ceja, Charlie solo me sonrió y continuo caminando.
-         Es donde suelen bañarse las chicas de la manada.
-         ¿estará eso bien?
-         No tengo idea, pero Abby jamás se negaría si se trata de ti
-         ¿estas seguro?
-         Será divertido, podremos tomar una ducha juntos. Yo frotare tu espalda y tu mi pecho.
-         ¿Q-Que? – deteniendo mis pasos, plante ambos pies en el suelo. La simple imagen de mí frotando el pecho de Charlie, desnudos, en una pileta llena de agua era tan… extraña.
-         Era broma, Jason. Solo jugaba contigo.
-         Tonto – suspire aliviado. Aunque había dicho eso su expresión convencida me había dado la impresión contraria.
Continuamos en silencio hasta llegar a donde había un más grande pasillo con dos marcos hechos en la tierra, los detalles eran como si fuera la puerta de un viejo templo al que vas a entrar cuando has visto el exterior. Nos quedamos parados frente a ambas y cuando Charlie iba a decir algo alguien más intervino.
-         ¡Charlie! ¿Qué estas haciendo? – Abby caminaba hacia nosotros, con las manos sobre las caderas, y el ceño fruncido.
-         Y-Yo solo… - trato de defenderse, pero Abby coloco su mano al aire frente a su cara.
-         No hay tiempo para tus excusas. Es tu turno de hacer guardia, ¿lo recuerdas?
-         Uy, lo siento. Pero iba a llevar a Jason a…
-         Yo lo hare, tu solo date prisa. O Randolph te matara por no hacerte cargo de tu puesto. – Charlie pareció incomodo por la declaración, pero a regañadientes acepto.
-         Lo siento Jason, me tengo que ir. Te lo encargo Abby – dándose la vuelta sobre sus talones salió disparado hacia el final del pasillo, doblando a la derecha, hacia las escaleras.
Abby y yo nos quedamos parados junto al otro. Dejo salir un suspiro, sobándose la parte izquierda del cuello, inclinándose un poco hacia la derecha para hacer que el musculo se relajara.
-         Por cierto, ¿A dónde iban? – haciendo más estiramientos de brazos al aire.
-         Oh, casi lo olvidaba. Quería darme un baño, así que Charlie me llevaría a la Tina.
-         Ya veo. Ahora mismo no debe haber nadie en ella, así que esta bien que la uses. Vamos, te enseñare el camino.
-         ¿no deberíamos pedirle permiso al Alfa?
-         Si, deberíamos, pero no lo haremos – colocando su dedo sobre sus labios, guiño el ojo, como si fuéramos a hacer una maldad muy grande, que si sabia moriría.
-         Siento que me meteré en problemas.
-         Y muchos. Descuida, yo vigilare que nadie entre y si lo hace te avisare para que te escondas.
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El lugar tenía poca iluminación, bueno, más bien, casi no tenía iluminación, solo la de las antorchas de los pasillos. El reflejo del agua lo hacía ver como una cueva. Aun asi podía ver la forma ovalada de la pileta llena de agua clara.
-         Oh, hola, Jason. – dijo una voz conocida, suave y delicada con las palabras, rápidamente la reconocí y trate de mirar hacia otro lado al ver su desnudo cuerpo húmedo saliendo de la pequeña pileta llena de agua.
-         Ho-hola Lisbeth – no pudiendo mirarla directamente, aunque para ellos no significara nada el andar desnudos, para mí sí. Escuchando un leve sonrisa.
-         Dime Liz ¿Qué estás haciendo aquí? – colocándose una toalla alrededor del cuerpo, mientras escurría su cabello al apretarlo fuertemente, las gotas de agua caían al suelo de tierra.
-         Yo estoy… bueno… estoy…
-         No me digas que me has seguido. Que chico más sucio resultaste, pero eres un joven después de todo y tienes necesidades, ¿no? – sus ojos formaron una mirada algo felina, sonriéndome pícaramente, mordió sus labios suavemente, sentí mis mejillas ruborizarse por lo incomoda de la situación. ¿me estaba tomando el pelo? ¿o lo decía en serio?
-         ¡NO! Yo no te estaba siguiendo, solo quería tomar un baño.  – soltó una risa burlona, cubriéndose la boca con los dedos, respiro profundamente. Acercándose un poco mas, coloco su mano sobre mi hombro, sus dedos caminando como una araña patona hasta llegar a mi cuello, deslizo su dedo suavemente, haciendo una línea, me estremecí por la caricia y sentí mi vello erizándose por todo mi cuerpo.
-         Solo estaba jugando contigo. No te preocupes. – suspire aliviado al sentirme fuera de peligro, no es que no encontrara atractiva a Lisbeth, era hermosa y sensual, pero simplemente no podía imaginarme con ella, más bien con nadie. ¿Quién podría fijarse mas de 5 minutos en mí? No tenía ningún atractivo, no estaba como la masa de músculos que eran los miembros de la Guarida, y de tener un rostro al menos agraciado estaba demasiado lejos, era un simple cara de póker que fingía las más simples reacciones. Bueno, en ese aspecto había cambiado un poco estos últimos días, incluso mi sonrisa ya no era fingida o forzada, era natural, aunque aún tenía varios problemas con ella.  Las manos de Lisbeth dejaron de juguetear con mis hombros y bajaron a mis pantalones,  - ¿Qué tenemos aquí? – dijo, metiendo su mano dentro de mi bolsillo, tan pronto como lo hizo me aleje de ella, dando tres pasos aparte. Sonreía triunfante, sosteniendo un pequeño pedazo de tela entre sus manos, el pañuelo. Lo agito en el aire y me mostro la lengua.
-         Devuélvemelo, no es mío – dije, tratando de arrebatárselo de las manos, pero me esquivaba más rápido.
-         Oh, ¿de quién es?
-         No tengo idea, lo encontré tirado. Pero aun así pienso entregárselo a su dueño. Así que devuélvemelo.  – amenace, subiendo un poco mi tono de voz.
-         Está bien – lo soltó y me lo aventó, lo atrape entre mis manos y lo guarde dentro de mi bolsillo. Ella volvió a escurrir su cabello y me miro, dejando el tono de burla por uno serio – solo para que lo sepas, eso tiene impregnado el aroma a la semilla de un were.
-         ¿semilla?
-         Semen de were – dijo suavemente, mire el pañuelo en mis manos y lo bote al suelo, sacudiéndome las manos. Había sido bueno no haberme limpiado la cara con eso, pero lo había traído en la mano todo el día y había hecho la comida de la manada entera. Ojala nadie recordara ese evento.
-         ¿Có…Cómo lo sabes?
-         Soy una experta en ese tema – guiñándome el ojo, y haciendo un sonido con su boca. – Sera mejor que te deshagas de eso.
-         ¿Por qué?
-         Si una hembra lo huele entrara en celo y con ello los machos de toda la manada hasta tener una orgia fuera de control.
-         ¿Qué hay de ti? – le pregunte, viéndola alejarse hacia la puerta, se detuvo unos instantes, girándose levemente para responderme, con una sonrisa en sus labios, no escondió el hecho de su risa.
-         Cariño, yo siempre estoy en celo. – diciendo esto se marchó, dejándome solo.
Dios, no solo los weres machos eran extraños, las mujeres también estaban locas. Unos pasos se escucharon en el pasillo y luego una sombra se acercó. Era Abby, por poco había pensado que podría ser Kadar y que venía a matarme, aunque probablemente no lo haría, por ahora.
-         Lamento eso, no creí que hubiera nadie aquí.
-         Descuida. Solo era Lisbeth.
-         Por eso mismo pregunte. Lisbeth es todas cosas, menos inofensiva. Es una de mis mas duras chicas.
-         Lo tendré en cuenta la siguiente vez que suceda.
-         Mira, surgió algo y Alo quiere verme. Así que ¿estarás bien?
-         Sí, eso creo.
-         ¿seguro? Solo dilo.
-         Tranquilo. Puedo cuidarme solo.
-         No dejes que te intimiden. Puede usar el baño cuando quieras.
-         Muchas gracias.
-         Nos vemos. Descansa bien porque mañana tendremos un día agotador.
-         Lo hare.
Viéndola partir, me gire hacia donde estaba la Tina. Era una amplia pileta llena de agua y todo el lugar parecía una caverna, varias piedras colocadas por toda la superficie que bordeaba el agua. Parecía más un baño de aguas termales, solo que este no echaba vapor. El agua era muy clara y fresca. Rápidamente me deshice de mis ropas y me metí dentro, sintiendo el agua sobre mi cuerpo.
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¿Qué pasaba con esa escena tan cariñosa? Abrazando a Kaden como si nada, mientras el otro lloraba como un bebé en su hombro.
Apenas volvía a la Guarida, todo el día bajo la lluvia, clima tan típico de las Montañas Humeantes. Había estado todo el día haciendo sus rondas de vigilancia, no era su deber pero al menos le funcionaba, tratando de despejarse un poco, el correr en su forma salvaje le ayudaba para aclarar sus ideas. Y llegando, llegando encontraba esto.
Por un segundo unas ganas mortíferas de  golpear a Kaden lo invadieron para dejarle claro que no volviera a acercarse a Jason otra vez, pero rápidamente se recuperó, golpeándose a sí mismo mentalmente por tal tontería.
Además, ¿Quién era él para decir quién podía o no abrazar a Snyder? Exactamente, nadie. Pero el simple hecho de que alguien lo hiciera hacia su sangre hervir en ira. ¿Qué diablos? ¿Celos? ¿Por qué se preocupaba demasiado? Jason no miraba a los hombres de la Guarida más que como sacos de músculos que como posibles amantes…
Golpeo la pared fuertemente, sus dedos dolieron al desdoblar la mano, pero lo ignoro. Apretando la mano varias veces más hasta que el dolor desapareció.
¿Jason con otro hombre? Imposible. Jamás. Solo muerto Randolph. No en esta vida, se dijo a sí mismo. Aunque había escuchado a algunos murmuras sobre lo lindo de su inexpresivo rostro, o cuando se ruborizaba infantilmente por cosas sin sentido para ellos, pero sobretodo su sonrisa, la cual no solo tenía cautivado al Alfa o a los murmuradores, las chicas también lo decían. En días los demás habían sido atrapados dentro de su círculo y solo por pasar 15 minutos con el chico.
No, Randolph solo había necesitado respirar de su fragancia en aquel bosque cuando lo había sometido, ya que sus compañeros no podían parar al pequeño granuja. Pateando a Alo, haciendo que Kadar y Kaden se golpearan a sí mismos, y dejando a Charlie en el suelo sobándose las costillas. Cuando envolvió sus brazos alrededor del delgado cuerpo e inhalo ese dulce y suave aroma igual al de la primavera sintió como su cuerpo recibió una descarga, haciendo que sus bolas cosquillearan, sin provocar la erección frente a sus compañeros, gracias a su autocontrol, que no entendía porque se había presentado solo por sentir la suavidad de la piel caliente de Jason. Que si era honesto le había gustado, había querido acariciar sus largos brazos, entrelazar sus dedos sobre su mano, acariciar su cuello suavemente con sus labios hasta llegar a la parte trasera de su oreja y susurrarle cosas sucias. Tan solo recargar su mentón sobre su hombro por unos segundos, presionarse contra el esbelto cuerpo, mientras lo envolvía entre sus brazos, sentirlo cerca, haciéndolo estremecer y sonrojarse por la proximidad, solo para terminar en un profundo beso, ambas bocas unidas en una voracidad apasionada, sentir su lengua, el sabor de sus labios y la calidez de su aliento agitado.
¡MIERDA! Pensó mentalmente, el recuerdo de la expresión gimoteante y sonrojada, cubierta de un leve brillo por el sudor sobre todo su cuerpo y como sonaba su voz entre gemidos gritando su nombre, una y otra vez.
Se detuvo un minuto,  viendo como Charlie se acercaba, demasiado, a Jason, enterrando su nariz dentro de su cuello. Apretó la mandíbula, tensando el cuerpo. Sus puños pulsaban por golpear algo y de sus pensamientos no podía salirse el descargar su furia en Charlie. Jason lo aparto, colocando sus manos sobre el pecho de Charlie para empujarlo lejos. Aunque eso no evito que Randolph se diera cuenta de la mano juguetona de Charlie alrededor de su cintura.
Miro a Charlie, dándose cuenta que no estaba jugando. Su mirada era seria, chispeante. Podía ver las feromonas de excitación del más joven emanando de su cuerpo a brotes.
¿Su pareja estaba flirteando el más joven de la Guarida? ¿Charlie era homo? ¿Desde cuándo?
¡ESPERA! ¿El estar celoso por otro hombre que se acercara a otro hombre, no lo convertía a él en un homo? ¿El tener una pareja masculina siendo un hombre, no lo convertía a el también en homo definitivo? Presiono el pulgar izquierdo contra su frente. Que lo tenía entre manos. En primer lugar, ¿desde cuándo había aceptado llamar a Jason “Pareja”? ni siquiera habían entablado una conversación por más de 5 minutos desde su encuentro en el bosque, y siempre que podían se evitaban constantemente. Incluso él lo admitía que no duraban en la misma habitación, simplemente no podía sin sentirse tensos.
Si se lo decía a Jason, ¿entendería? ¿O lo rechazaría? Tener una pareja era difícil, ahora estaba 100% seguro de ello.
Celos, ser posesivo, excitarse cada segundo solo con verlo, tener ganas de matar a cualquiera que lo viera con morbo o tan solo lo viera.
Debía tranquilarse un poco, o alguien saldría herido, preferentemente trataba de evitar esa clase de confrontaciones en su manada. Se dio la vuelta, dejando de ver esa escena, tenía cosas que hacer y si terminaba pronto podría tomar un baño. Apestaba como el bosque, y no es que no le gustara, pero su cama era un santuario de limpieza absoluta.
¿Por qué la imagen de Jason en ella le aprecia deliciosamente apetecible? No, no, no.
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Por fin algo de paz y tranquilidad. El agua hacia que mi cuerpo se relajara un poco, después de todo el estrés vivido estos últimos días era necesario un poco de silencio. Solo escuchando el sonido de las gotas cayendo contra el agua, haciendo un sonido profundo y continuo, como las manecillas de un reloj.
Tomando la barra de jabón que Abby me había dejado, comencé a frotarla contra mi cuerpo. Haciendo espuma sobre mi piel, la limpiaba con el agua y veía como mi tono de piel comenzaba a notarse de nuevo, más claro. Continúe limpiando mi cuerpo, cada parte de él, sin olvidar ningún rincón. Mis piernas, brazos, cuello y espalda, que no era tan fácil de llegar, así que la dejaría para el final.
 Enjabone mi cabello, pasando los dedos sobre la superficie de mi cuero cabelludo, haciendo un masaje constante solo con las yemas de mis dedos, sin tener que usar las uñas como muchas personas hacían.  Era tan agradable el sentir el agua por todo mi cuerpo y como me refrescaba. El agua me llegaba hasta la cintura, por lo que continúe enjabonando mi cuerpo, frotando sobre mí la barra de jabón una segunda vez, mientras con el agua me quitaba la espuma de encima.
Una sombra se movió frente a mí, con pasos lentos. Trate de retroceder hasta una esquina, esperando no ser visto, al menos la oscuridad me servía un poco de protección. Se detuvo despojándose de sus ropas, que solo eran un pantalón y dejo los zapatos a un lado, bien doblados. Viendo como la enorme figura entraba ala gua y adoptaba una apariencia más húmeda, sumergió su cabeza hasta el fondo y luego volvió a salir, pasando sus grandes manos por sus cabellos, haciéndolos hacia atrás.
Trate de moverme un poco más, pero el movimiento creo más ondas en el agua y un ruido fluido. Él se giró hacia mí, quitándose el agua restante de la cara.
-         ¿Quién anda ahí? – el tono grave de la voz y profunda me hizo darme cuenta que no era cualquier miembro de la Guarida, era el Alfa.
-         Soy… Jason.
-         ¿humano? ¿Qué estás haciendo aquí?
-         Ummm, tomando un baño.
Rompió la distancia entre nosotros, acercándose un poco más, sus brazos abriéndose paso entre el agua.
-         Ya veo. Esta bien. – su gran estatura en comparación me hacía ver enclenque. Era enorme y fuerte. Sus brazos parecían dos sacos de dormir y su pecho parecía estar cincelado.
Suspire aliviado, al ver que su reacción no era una negativa desastrosa, sino un simple “Ya veo”.  Tal vez era hora de que me fuera y regresara a mi habitación con los niños de la Guarida, ya que no formaba parte de la Guarida tenía que dormir en la enfermería, pero el doctor Mason no era tan agradable  con sus ronquidos y su constante trauma de hacer experimentos con la gente mientras duermes.
Estaba por salir del agua, mientras arreglaba mis ropas al borde de la pileta, cuando unas manos me detuvieron. Sacando el pañuelo de mi pantalón. Randolph levanto mi mano, sosteniendo mi muñeca en el aire, presionando levemente.
-         ¿Dónde conseguiste esto?
-         ¿Qué?, oh eso. Lo encontré tirado, ¿Por qué?
-         Es mío. – admitió examinándolo con la mirada, ¿podía ver en la oscuridad?
-         ¿tuyo? Espera, entonces… - todo cuadraba, lo que significaba que había traído cargando un pañuelo con el semen del alfa, eso me hizo estremecer y sentir mi cuerpo arder de la vergüenza, mis orejas y mejillas deberían estar sonrojadas inmediatamente.
El momento se había vuelto incómodo. No podía decir palabra alguna y Randolph parecía estar en la misma situación.
-         Muchas gracias por cuidarlo.
-         No hay por qué. – girándome, me recargue contra la pared de la Tina, tomando mi pantalón, la mano de Randolph se posó sobre mi hombro.
-         ¿te vas?
-         Sí. – porque parecía que no quería decir eso, sino todo lo contrario.
-         No tienes que. Acompáñame un poco más. – lo mire dubitativo sobre qué decir, tenía que irme, ahora, pero las palabras “Lo siento” no salían de mi boca por más que quisiera.
-         Está bien – respondí, mis labios temblaban.
Volví dentro del agua, dejando las ropas en su lugar de nuevo. No me di cuenta sino más tarde que aún tenía jabón en los brazos, y un poco en el cabello. ¿Planeaba irme de esa manera a la cama?
-         ¿necesitas ayuda?
-         ¿Qué? – pregunte al no escuchar sus palabras, mis ojos iban más hacia su imponente pecho. Su cuerpo estaba frente a mí y era enorme, si hubiera habido luz su sombra me cubriría por completo.
-         Tu espalda. Si quieres puedo frotarla por ti. – ofreció, diciendo aun entre las sombras.
-         E-está bien - ¿Por qué me sentía apenado? No era algo del otro mundo. El abuelo lo había hecho varias veces y jamás había pasado algo así. Claro, que el abuelo era un familiar y no un extraño musculoso con apariencia de Dios Griego.
-         Tu guarida es asombrosa, has hecho un gran trabajo, Alfa Randolph.
-         No por ser el Alfa me he de llevar todo el crédito. Todos los demás han trabajado muy duro para hacer de la Guarida el lugar que es hoy; un hogar, un refugio. Y puedes decirme Randolph.
-         Está bien. Tratare.
-         Date la vuelta. – me ordeno y así lo hice, él se colocó más cerca de mí. Podía sentirlo.
Sus manos me cubrieron por la parte trasera, creí que me abrazaría, pero fue todo lo contrario, sus largos y grandes brazos fueron hasta mis manos y tomaron el jabón entre ellas. Su mano raspo levemente mi dorso, un escalofrió recorrió mi brazo entero hasta llegar a mi pecho. Por un segundo sentí el calor abrazador de su cuerpo chamuscar un poco mi propia piel. La barra de jabón toco mi cuerpo, haciendo movimientos circulares sobre mi espalda, sus manos se movían por todas partes, desde mis hombros hasta llegar a mis muñecas, frotando suavemente en su camino.
Su tacto sobre mi piel era agradable, me exploraba cada parte de mí. Como si quisiera grabar cada línea de mi cuerpo sobre sus manos. ¿Era malo el querer darme la vuelta y tocarlo también? Esperaba que no porque mis manos picaban por frotar su espalda, sentir esos músculos acariciados por mis dedos, la sensación de esa piel  bronceada.
Sentí el suave roce de algo cálido contra mi nuca, haciendo mi piel estremecerse por el escalofrió, algo se froto contra mi piel, era suave y húmedo, se deslizaba hasta llegar al centro de mis hombros y nuca, cerca de la espalda. Se detuvo. La respiración caliente sobre mi nuca, estaba temblando en el agua, sin ser capaz de girarme, todo mi cuerpo no se movía por más que quisiera.
-         Dime que me detenga. – susurro detrás de mí oreja, haciéndome encoger, la vibración de su voz era tan grave.
-         Detente, por favor.
-         No. No lo hare. – casi escuche una risa mía interna.
-         ¿Por qué… me hiciste pedírtelo?
-         Quería escucharlo de tu boca. Como un aperitivo por lo que voy a hacer.
-         ¿Qué cosa? – me gire, sosteniendo mis hombros entre sus grandes manos. Sus ojos dorados resplandecían entre la oscuridad. Eran hermosos, lástima que siempre llevaba esa capa de cabello cubriéndole el rostro. Su mano derecha tomo mi mentón y me hizo mirarlo hacia arriba, acariciando mi labio inferior con su pulgar, su dedo era rasposo, pero la forma en que tocaba mi labio era suave.
-         Significa que desde ahora no me detendré por más que supliques. – con esto rompió toda distancia y presiono sus labios contra los míos, eran suaves y cálidos, con una delicioso sabor impregnados en ellos. Nuestras lenguas se probaban mutuamente, sintiendo el calor aumentar, las manos de Randolhp continuaban acariciando mi cuerpo, tomándome del trasero me presiono contra su erección, gemí entre nuestras bocas. Nos separamos unos centímetros para recobrar el aliento y volver a probarnos. Su lengua abriéndose paso entre mis dientes, era como si estuviera haciéndole el amor a mi boca con su lengua.
Tan obsceno y excitante.
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Mientras tanto, en el muro de la ciudad Zwelicht. Los vehículos se amontonaban sobre las largas puertas.
Había poca luz, solo unos leves destellos de las luces en mal estado y las paredes húmedas y sucias. La puerta crujió cuando se abrió, Ethan se adentró a la oscuridad, después de hacer caso a la advertencia del guardia de seguridad. Vio la figura del sujeto sentado, con la cabeza gacha y las manos colocadas en la espalda. Levanto pocos centímetros la cabeza para mirarle, un poco desorientado, su boca esbozo una cansada sonrisa sarcástica.
-         Ethan.
-         Renzo. Cuanto tiempo.
-         1 año.
-         Parece poco tiempo.
-         ¿Qué necesitas?
-         Tu grupo. Necesito encontrar a alguien.
-         ¿se puede saber a quién?
-         Mi hermano menor.  Creo que esta con los weres.
-         ¿Por qué? ¿los traiciono?
-         No, eso no. Le han lavado la cabeza. Necesito traerlo devuelta.
-         ¿Por qué?
-         Eso… es confidencial. Solo necesito saber si puedo contar con tu ayuda.
-         Por supuesto. Dime cuando nos necesitas y preparare a los chicos. No hemos tenido una cacería desde hace 3 meses.
-         Los necesito listos para mañana a primera hora, ¿podrán?
-         Me das poco tiempo, pero si, podemos. Les avisare y esperaremos fuera del muro.
-         Muy bien. Estense listos, y yo los contactare.
Diciendo esto último se dio la vuelta y regreso a la ciudad, dejando a los cazadores dentro de su propia jaula, podían ser útiles para ellos, pero jamás debían olvidar que seguían respondiéndoles a ellos, los vampiros, sus amos y salvadores. Vivían porque ellos así lo habían decidido y podían morir con solo presionar un botón.  Aunque sus servicios eran requeridos y necesarios, no tenían los privilegios necesarios para vivir en la ciudad, debían permanecer en sus jaulas, junto a los demás humanos, porque a fin de cuentas eso no cambiaba el hecho que seguían siendo HUMANOS.


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