ONE SHOT - LA PERLA

LA PERLA

Cuando tenía 15 años, me enamore de un hombre mayor, que posiblemente podría ser mi padre por su edad. Él era un ingeniero, trabajaba para una compañía petrolera, haciendo ductos y checando los terrenos donde construirían las plantas. No sé como, porque o que, solo sé que me era imposible alejarme de él.
A pesar de mi edad, no podía decir que no me sentía bien estando con él, nunca me pidió que hiciéramos nada que no quisiera, era el primero de muchos otros infantiles hombres que no solo estaba obsesionado con mi cuerpo. Era reconfortante encontrar a alguien así.
Mis padres nunca supieron de él y jamás les hable, era mi secreto. Uno de tantos que me había visto obligado a mantener oculto, por eso se llamaban secretos.
Tal vez era el cariño y afecto que me daba, el que nunca había tenido de mi padre. Pero este cariño era más profundo, me animaba a seguir adelante y no desistir. Me hacía sentir completo, único y sobretodo feliz. No podía ser mi padre, era el amor de mi vida. Además los sentimientos que me transmitía no eran solo de cariño, eran sentimientos puros, de amor verdadero. Me envolvían en un manto cálido que me hacía sentir seguro y amado.
Después de 1 año de ser pareja, no oficial ante mis padres, el me lo pidió. Jamás me lo imagine, no sé porque lo hizo, solo lo hizo y ya.
Me pidió que viviéramos juntos, había conseguido un trabajo en el extranjero, pero no quería irse sin mí. Quería formar una familia conmigo a su lado, viviendo juntos, como pareja. Obviamente no me pidió rápido una respuesta, era algo que tomaba tiempo y no era algo a la ligera, quería que estuviera completamente seguro y de ser NO respetaría mi decisión. Él se fue una semana a trabajar y me dio ese plazo de tiempo para pensar sobre ello.
Como no podía acudir a mis padres, o algún familiar sin que este comenzara una cadena hasta mis padres, fui con mi mejor amigo. Él sabía cómo era yo y no me evitaba por ello. Le comente todo lo que Carlos me había dicho y que aun seguía sin darle una respuesta. Sus palabras fueron; “si tú lo amas, no entiendo porque no hacerlo, solo debes estar seguro, déjame preguntarte ¿Cómo te sentirías si él se fuera para siempre de tu vida?” las palabras de mi amigo causaron gran impresión en mí, jamás la había esperado, comprendí que no podía estar lejos de él, porque lo amaba y eso me mataría por dentro. El estar lejos de el para siempre seria la muerte, una soledad eterna en la cual sucumbiría ante la agonía por ello. No quería perderlo.
Durante el receso le llame a su celular, sonaba ocupado. Fue hasta la salida que me regreso la llamada. Preocupado, por si algo me había pasado, lo calme y cuando estuvo tranquilo le di mi respuesta. Estaba emocionado, feliz, no sé cómo describir su respuesta. Nos pusimos de acuerdo en donde nos reuniríamos para platicar sobre la mudanza, el pasaporte, todo lo que necesitaríamos.
El fin de semana llego y estaba terminando de guardar algunas cosas en la maleta, a escondidas de mis padres, cuando algo en las noticias llamo mi atención.  Al parecer una construcción petrolera había tenido una fuga de gas y todo el lugar había entrado en combustión, sin saber cuántos heridos, no se podía estimar si había sobrevivientes. Mi corazón se estremeció, tome el teléfono y marque a Carlos, no respondía, era como si estuviera fuera de área.
Le marque a su jefe, me había dado el numero en caso de que no pudiera contactarlo por su línea, su jefe le avisaría. El hombre respondió la llamada, nervioso, podía sentir que no había sido el primero en llamarlo. Cuando le pregunte, las palabras salieron de mi boca, casi mecánicamente las dije. Todo mi mundo se detuvo cuando las palabras fueron pronunciadas, “él estaba ahí, fue a hacer una inspección…”
Esas palabras bastaron para derrumbarme, mi mundo estaba hecho pedazos. Él se había ido y yo estaba solo, de nuevo. Solo pude llorar mientras sostenía el teléfono contra mi pecho, acurrucándome en un ovillo.
No pude estar a su lado cuando agonizaba, sabía que pedía por mí, porque el teléfono no dejaba de sonar cada 5 minutos, pero no podía hacer nada. Si mis padres se enteraban de nuestra relación, no podría con ello. Así que el murió en soledad, sin nadie que sostuviera su mano hasta que cerró los ojos.
Lo último que recuerdo de él, fue como llevaban su féretro a través del cementerio, con algunos amigos y familiares, eran muy pocos. Pero yo moría porque no podía formar parte de esa reunión de despedida. Hasta que todo término, fue cuando me acerque y mire la pequeña lapida con el nombre de Carlos en ella. Me deje llevar por el llanto, destrozado por dentro. Toda mi felicidad se había ido con él, mi futuro y mi esperanza. Todo.
Una señora de edad avanzada me hablo, con los ojos rojos y su voz enronquecida, se acercó hacia mí, no la reconocí en ese momento, sino hasta que la vi a los ojos, eran los mismos que Carlos. Ella me abrazo mientras sollozaba mí perdida, nuestra perdida. Después de ello, solo se limitó a entregarme un pequeño objeto, estaba forrado en papel y me dejo solo.
Era un pequeño álbum de fotografías, lleno con fotos de Carlos y mías, las mire todas, una por una, habíamos compartido demasiado en solo 1 año. Lo que más recuerdo es una foto en la que estábamos los dos, en la playa, un día que me escape de la escuela y decidí irme de pinta. Ahí fue donde lo conocí, estaba tan absorto en mis pensamientos, luchando con mi sexualidad, mis padres y sus sospechas que solo hacían que me metiera más y más en el closet, por así decirlo, que no me di cuenta cuando un extraño estaba tomándome fotos desde lejos. Se me acerco y ya no pudiendo más, rompí en llanto sobre su hombro. No pregunto el por qué lloraba, o si podía hacer algo, porque no hizo falta palabras cuando él se quedó en silencio abrazándome fuertemente.
Pasamos la tarde platicando, después de que decidí por fin romper mi silencio y disculparme por mi reacción. El me callo y solo me pidió acompañarlo, estaba de paso, así que no conocía a nadie.  Después de tal escena en la que parecía una magdalena, me quede con él, haciéndole compañía, me encontré con una persona agradable. Por último, ese día quería tomarse una última fotografía en la playa, con el mar detrás de él, yo estaba harto de las fotos y solo quería sentarme debajo de la sombra, pero él me pidió que saliera en ella, como un recuerdo. Así lo hice, nos tomó la foto un guardavidas, el me abrazo por detrás y en lugar de resistirme solo sonreí, era cálido. No sé en qué momento, pero después de ese día comenzamos a salir más, a escondidas.
Mire algo que estaba escrito detrás de la fotografía, “buscando conchas de mar, me encontré con esta perla a la orilla de la playa, sobre la arena, siento que me enamore a primera vista” “Te amo, Oliver, me salvaste de mi soledad”
Más que salvarlo a él, él era que me había salvado a mí. O tal vez, ambos lo habíamos hecho, sin darnos cuenta, solo amándonos.
Llore su muerte en silencio. Hasta que pude despedirme de el por completo, aun quiero pensar que está en un lugar mejor, esperándome con esa hermosa sonrisa en su rostro.
-          Realmente lo amaste. ¿verdad? – dijo Esteban dándole otro sorbo a su café.
-          Por supuesto.
-          ¿Por qué me lo cuentas ahora, Oliver?
-          Quiero que sepas todo de mí, no quiero tenerte secretos y que sepas que de todos los hombres con los que he estado, tú eres quien más me importa. Eres mi presente.
-          ¿aun amas a Carlos?
-          Sabes la respuesta, siempre lo hare. – su sonrisa se ensombreció y bajo la mirada, rápidamente me adelante a terminar la oración, colocando mi mano sobre la de él  - Pero el ya no está en este mundo. La última vez que nos vimos, me dijiste que era muy misterioso, que jamás te había contado algo intimo sobre mi vida privada.
-          ¿lo hiciste por mí? ¿Por qué yo te lo pedí? No tenías que…
-          Claro que sí. Al igual que Carlos solo quería ser sincero contigo. Siempre me has apoyado, desde ese día trágico. – sentía las lágrimas brotando de mi ojos, pero las contuve, sintiendo el suave apretón de la mano de Esteban.
-          Somos amigos, eso hacen los amigos. Pero….
-          No puedes corresponderme. ¿verdad?
-          No es eso. Es solo que, ¿Qué pasaría si funciona? No quiero perder tu amistad, eres demasiado importante para mí.
-          Tu también lo eres para mí, pero ¿y si funciona? Nunca lo sabremos sino lo intentamos. Quiero que me des una oportunidad, tal vez no sea tu mejor opción, pero…
-          Te equivocas, tú eres la mejor opción de todas en el mundo. Está bien, acepto. Pero será un periodo de prueba de 2 meses, sino va en buen camino, lo dejamos antes de que pase a mayores. ¿entendido?
-          Por supuesto, señor.
-          ¿y qué haremos ahora?
-          No lo sé, ¿quieres ir a ver una película a mi casa?
-          ¿Co… como una cita? – ambos nos sonrojamos ante la declaración, pero tratamos de ocultarlo.
-          S… sí. Como una cita.
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
3 años después.
Muchas cosas habían cambiado desde esa confesión hacía tres años atrás. En el café La Rosa Deméter. No sabía si era bueno o era malo, había decidido dejar de poner etiquetas desde que logre quitarme ese gran peso de encima al mantener a mi amante muerto dentro de mi corazón, por mucho tiempo.
-          ¿terminaste, cariño? Los de la mudanza estarán aquí en 15 minutos. – dijo mi novio al otro lado de la puerta.
-          Entiendo, ¿quieres ayudarme? Solo me falta guardar unas fotografías.
-          Está bien, si insistes. – entro en el cuarto, después de tanto tiempo seguía siendo tan guapo como el día que nos conocimos en clase de química. Se inclinó un poco y rozo mis labios en un suave beso - ¿Dónde necesitas mi ayuda?
-          Con esa caja del rincón. Ponla al final de las demás para que no se rompan los marcos, no quiero vidrios rotos en la casa nueva, son de mala suerte.
-          Supersticioso.
-          Me conoces.
Ambos nos apresuramos a guardar los rectángulos de madera dentro de las cajas, envolviéndolos en periódico y cuidando que no se apretaran demasiado entre ellos. De repente un ruido me hizo girar, el sonido del cristal rompiéndose.
-          ¿estás bien?
-          Si, solo se rompió el marco.
-          Tranquilo, puedo comprar otro. – me gire hacia donde estaba el marco roto, los pedazos de vidrio regados por todo el piso. Lo que más me llamo la atención fue la fotografía de este mismo. – esto es…
-          ¿son Carlos y tú? ¿puedo verla? – nunca le había conocido celos, porque jamás habían sido necesarios, pero su sonrisa me decía otra cosa, excepto celos. Se la entregue, inseguro. - “buscando conchas de mar, me encontré con esta perla a la orilla de la playa, sobre la arena, siento que me enamore a primera vista”
-          Descuida Carlos, yo cuidare esta perla por ti.
-          Siempre lo has hecho, tonto. Y por eso te amo.
-          ¿en serio? Yo también te amo, Oliver.
-          Me alegra porque si no estaba pensando conseguirme un nuevo novio.
-          Sigue bromeando y me perderás.
-          Eso jamás. Te amo, Esteban. Entiéndelo o tendré que obligarte
-          ¿y cómo harás eso?
-          Con comida, amas que te cocine y ahora que tengo una casa y cocina más grande poder hacerlo más seguido.
-          Querrás decir nuestra casa. Ahora somos esposos. Lo que significa que yo soy tuyo y tú mío. – señalando los bellos anillos alrededor de nuestros dedos. Un símbolo de unión y compromiso.
-          Solo tuyo, solo mío. Eso es lo único que me importa.
-          Mi perla. Te amo.
No dije nada, solo nos quedamos ahí mirándonos un segundo. Besándonos, hasta que el sonido del timbre nos advirtió que habían llegado los de la mudanza y que mi nueva vida, alado del hombre que amaba, comenzaba. Adiós, Carlos, dije para mí mismo, sintiendo el peso de mi corazón más ligero, no tenía más secretos y el futuro no se veía tan malo.




FIN.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuerpo Frío, Corazón Caliente - Capítulo 7 - Carnaval (parte 2)

Cuerpo Frío, Corazón Caliente - Capítulo 11- Competencia de Bastadors (Parte 3)

Solo... sienteme