LABIOS HELADOS, LENGUA CALIENTE - capitulo 11
[CACERIA:
Batalla mixta parte 1]
La
lluvia comenzaba a caer, pequeñas gotas pringaban, pero no demasiado fuerte
como para llamarlo una tormenta. El grupo de hombre en ropas negras y con
capuchas se reunía en un círculo, terminando de armarse con sus juguetes. Había
de todo tipo, navajas, bombas, ballestas, espadas, pistolas Paralyse. Los
Cazadores se armaban hasta los dientes, no dejaban ninguna parte de sus ropas
en las que no ocultaran alguna arma con la que defenderse, en las botas, debajo
de la manga, en el pantalón, cinturón e inclusive en las uñas. A donde mirara
encontraba el mismo tipo de vestimenta, expresiones serias y calculadoras,
inclusive lo más peculiar el típico tatuaje de un cazador sobre sus cuerpos, en
cualquier parte del cuerpo veía la misma insignia de la cabeza de un lobo de
frente con dos espadas atravesándolo.
Estaban
fuera de ciudad Zwielicht, donde solo las luces de los vehículos los iluminaban,
ya que los reflectores eran utilizados para vigilar el muro de algún posible
intruso. Dirigió su mirada hacia donde estaba un sujeto rubio con peinado mohicano que
dejaba su mecho cayendo por enfrente de él, Renzo, dándoles las últimas órdenes
a sus hombres, quienes no levantaban la mirada, solo se mantenían escuchando lo
que su líder les decía. Los cazadores eran seres humanos que habían traicionado
a su propia especie para cazarles también, no había diferencia entre humanos,
weres, vampiros. Ante sus ojos todos eran iguales y todos eran presas que sus
amos les pedían matar.
Reviso
el reloj de pulso en su muñeca al sentir el cosquilleo indicándole que tenía
que volver a dar su autorización para la salida, todos los collares estaban
activados y ninguno mostraba mal funcionamiento. Volvió a reprogramarlo,
colocando su huella digital, el artefacto no era más que un cuadrado con una
pequeña pantalla y un botón a su costado, pero solo era necesario una orden y
todos los collares se activarían enseguida.
La
otra razón por la que los Cazadores no se revelaban eran esos hermosos y
peligrosos collares en sus cuellos, que estaban completamente adheridos a sus
cuellos, si se lo intentaban quitar les desgarraría completamente la garganta y
cortaría la arteria carótida, lo cual no solo provocaría su desangre sino también
su muerte instantánea, el collar está programado para cerrarse en el cuello del
prisionero y asfixiarlo hasta que no tenga signos vitales. En cuestión si
pensaran en quitárselo seria como suicidarse.
Se
acercó hacia el grupo, pero un chico lo atajo, vestía el uniforme de la policía
de ciudad Zweilicht, un color azul oscuro y su insignia en el costado derecho
de su brazo. No mayor que Ethan, pero solo en apariencia, ya que a pesar de
verse jóvenes, ambos tenían una edad mayor a la humana que no podía contarse
solo con mirar el rostro del individuo. Podía tener más de 500 años y decir que
aparentaba unos 25, para Ethan el tiempo iba aún más lento y ni siquiera
consideraba la cuenta, era desesperante solo contar los años de una vida en
solitario.
Llegando
a donde estaban los hombres, ellos levantaron la vista hacia él. Renzo
suspirando profundamente, su pecho haciéndose más grande y viéndolo con ojos
calculadores, ninguna sonrisa por parte de los hombres, todos se mantenían
cuidadosos y adoptaban una postura de precaución.
-
Hemos reunido a todo
tu equipo. – admitió, tratando de no mostrar ningún tipo de nerviosismo. Jamás
lo sentía, pero estar ante demasiados hombres armados, sus sentidos le pedían
que los neutralizara uno a uno y después los torturara. Ethan podía parecer
tranquilo, pero tenía una parte de sí mismo que no podía controlar y su sed por
la sangre era mayor cuando su presa se defendía o sabia como hacerle frente. “un sujeto de cuidado”
-
¿en serio? Esos
sujetos de allá – señalo hacia donde estaban dos hombres vestidos de traje
oscuro, con un tipo de casco que no dejaba al descubierto sus identidades, botas a la medida y la ropa se ajustaba a sus
cuerpos, como si el traje estuviera pintado sobre su piel. Ambos mantenían una
posición firme y tranquila, sin mover un solo musculo, apartados de todos los
demás, Ethan le regreso la mirada a Renzo – ellos no son de los míos, ¿Quiénes
son?
-
Un regalo de Bateman.
Supervisaran la misión y si es necesaria su ayuda intervendrán.
Caminaron
hacia ellos, estos no parecieron inmutarse por su presencia, ni mostrar algún
respeto como inclinar su cabeza, solo permanecieron inmóviles y derechos. Renzo
camino frente a ellos, observándolos fijamente, de los pies a la cabeza.
-
Que considerado de su
parte. ¿son fuertes? No quiero que uno de mis chicos salga herido solo porque
no pueden defenderse. Cada quien se cuida solo, esto no es algo para débiles – no
recibió respuesta, el sujeto mantenía su postura firme, pies juntos, manos
cruzadas en la espalda - ¡Pavel! – llamo, sin quitarle la vista a su propio
reflejo en el casco.
Un
hombre sin camisa, que solo vestía los pantalones y una chaqueta en la cintura,
cabello hacia atrás, mostrando las puntas de su cabello cenizo. Una montaña.
-
Sí, señor.
-
Dale la bienvenida.
Veamos de que están hechos los perros de Bateman. – haciendo una pequeña media
sonrisa.
-
Sí, señor. –
respondió el otro.
-
Para tu información –
se dirigió esta vez hacia una de los hombres de Bateman – significa que debes
probarme que eres útil. Defiéndete porque Pavel no se detendrá hasta que te
mate. Y lo hará sin dudarlo.
El
gran hombre se colocó frente al uniformado, quedando a un brazo de distancia.
Su pecho subía con cada respiración y la diferencia de estaturas lo hacía tener
que bajar la mirada, una sonrisa de superioridad se dibujó con las comisuras de
sus labios, girándose hacia su líder, que le indico que podía continuar,
asintiendo levemente.
El
hombre alargo los brazos, tomando el delgado y bien constituido cuerpo del
sujeto, comenzó a apretarlos más fuerte. Sin embargo, a pesar de no mostrar
alguna clase de síntoma de dolor, este permanecía inmóvil, como si su cuerpo se
doblara por la mitad, juraría que el mismo hombre había roto su espina dorsal
al seguir aplicando presión.
Sintiendo
un leve dolor en la parte baja del vientre, sus brazos flaquearon y lo
liberaron por unos segundos, al ver su rodilla enterrada en su cuerpo.
Doblándose sobre sus piernas, el dolor lo hizo tener que llevar la mano hacia
la zona de dolor, el sujeto retomo su posición frente a él, inmóvil y solo
observándolo, inclusive había visto como su mirada, a través del casco, lo
seguía mientras se tambaleaba. Apretó lo dientes, tratando se soportar el
dolor.
El
sujeto camino hacia él, dando un salto en el aire, su puño cayo contra la parte
superior de su cabeza, haciendo que su mandíbula se cerrara fuertemente, sus
dientes chocaron. Una pequeña línea de sangre cayo por toda su mejilla
izquierda, se levantó del suelo molesto, ignorando los dolores ahora más
fuertes que anteriormente, tratando de surtirle un golpe al sujeto, derribarlo
y arrancarle la cabeza.
Cuando
este trato de tomarlo de los hombros, este volvió a dar un salto, girando en el
aire, su mano, completamente abierta como si apuntara hacia algún lado con
todos los dedos extendidos y juntos en una manopla, golpeo la parte de su
cuello fuertemente. El impacto del golpe parecía normal, pero al escuchar como
el golpe seco hacia que su amigo cayera de rodillas y la parte de su cuello se doblara
como gelatina, se dieron cuenta que no había sido un golpe normal.
Todos
quedaron sin aliento, viendo la escena de un verdadero asesino, que solo
necesitaba su propia mano para matar a un Cazador. Algunas caras eran de
pánico, otras de sorpresa, y algunas haciendo una mueca molesta. Renzo
observaba desde el otro lado, cuando el sujeto se giró hacia él, simplemente
asintió, a pesar de que muchos replicaron. El sujeto inclino la cabeza y lo
saludo con respeto. Ordenándoles a todos volver a sus puestos, el movimiento
volvió a sí mismo y los hombres obedecieron las órdenes de su líder.
El
sujeto se paró junto al cuerpo sin vida del cazador, viéndolo cuidadosamente,
sus ojos iban hacia ese hematoma rojizo y verdoso que comenzaba a crearse en la
parte del cuello donde había golpeado el músculo fuertemente hasta romper los
nervios y venas internas. Un calor desbordándote comenzaba a calentar su
garganta, las ansias por aplacar ese calor con laguna clase de líquido, si, ese
líquido carmesí que tanto ellos amaban y por el cual mataban a sus víctimas.
Quitándose
el casco, doblando la rodilla, se inclinó levemente hacia donde está la
hematoma, saboreando la sangre desde antes de llegar a probarla. Acariciando
suavemente el lugar suave y blando con su dedo pulgar, podía sentir como debajo
de la piel había una gran cantidad de sangre acumulada que no podía salir de su
prisión de piel musculosa. Una larga uña creció de su dedo y la acerco al
cuello del cazador, trazando una larga línea por la vena yugular, presiono suavemente,
hurgando en el interior. Una gota de líquido vital rojo carmesí broto en donde
la uña se hundía, sintiendo un leve hormigueo en las ansias, de donde comenzaba
a alargarse sus colmillos, el ardor en la punta de la lengua por el calor de la
sangre. Acerco su boca hacia el pequeño orificio, el aroma a oxido de la sangre
se impregno en el aire y simplemente no pudo contenerse más, se pegó
completamente al cuello y comenzó a succionar frenéticamente.
Algunos
cazadores se giraron al escuchar el sonido bestial, viendo como sus garras
tomaban el cuerpo sin vida de su ex compañero y lo drenaba por completo. Una
enorme cicatriz atravesaba el ojo izquierdo, y su cabello negro estaba peinado
hacia atrás, su piel oscura se había aclarado un poco y su ojo bueno era de un
color café claro.
-
Maldito, ¿Cómo te…? –
musito uno de ellos, ya comenzando el paso hacia él, sosteniendo un largo
cuchillo de doble filo. Cuando una mano se colocó frente a él.
-
No. Déjale que
disfrute su premio – girándose hacia su líder, no podía creer las palabras que
estaba diciendo.
-
Pero Pavel… - trato
de protestar, pero recibió una mirada amonestadora.
-
Ha muerto. Conocer
nuestras reglas. Ahora, regresa a trabajar, que tenemos que darnos prisa.
¿entendido? – en tono severo, que hizo al chico agachar la cabeza.
-
Sí, señor. – viendo con enojo al chupasangre del otro
lado sobre su amigo, simplemente bufo molesto y arrastro los pies fuera del
lugar con el resto del equipo.
Llevaba varios días desde su última ración de
sangre y aunque podía controlar sus ansias, tenía que alimentarse ahora mismo o
no sería capaz de seguirle el paso a su pequeña presa. Tenían asuntos
pendientes y si algo jamás hacia era dejar un reto incompleto. Tenía que
vengarse, tenía que matarlo, tenía que cobrárselas con lo que más le doliera.
Se desprendió del cuello, sintiendo la sangre derramándose por las comisuras de
sus labios, observo a su compañero y le hizo una seña para que los siguieran,
limpiándose la sangre de la boca, se colocó nuevamente el casco. Pronunciando
levemente las palabras; “Marko”.
***************************************************
Randolph
se levantó, haciendo que el pequeño colchón crujiera, tratando de hacer el
menor ruido posible, salió de las sabanas y tomo sus pantalones a lado de su
almohada. Jason parecía tan tranquilo en su sueño profundo. Jamás había dormido
con alguien, siempre había evitado eso, quería esperar a su pareja y ahora que
la había encontrado no lo podía terminar de creer. Tener a Jason entre sus
brazos, sintiendo su corazón latiendo tranquilamente en su pecho, mientras
compartían el calor de sus cuerpos. Todo en él lo hacía desearlo más, su tímida
sonrisa que se ocultaba detrás de esa mascara tan forjada sobre su rostro, su
carisma y su calidez con los demás, jamás hacía sentir a nadie menos y siempre
trataba de esforzarse lo mejor posible. Pero sobretodo ese enorme amor que
brillaba como un destello de fuego dentro de su mirada, cuando sus labios lo
demandaban por su atención, o como su cuerpo era compatible con el de él, no
era simple deseo por el placer, era algo más profundo.
Cuando
había sostenido a Jason entre sus brazos pudo sentir como sus almas se juntaban
en una sola, sintiendo un poco del peso sobre sus hombros ceder y transformarse
en simple preocupación en vano. Se había olvidado de todo, incluso de las
restricciones, tenía mucho que pensar, era verdad, y aunque deseara permanecer
de la misma forma en cucharita con
Jason, no podía salir del armario con semejante escena, tenía que
hacerlo formal, frente a todos.
Arreglo
su parte donde dormía y antes de irse, levanto el cabello de la frente de
Jason, depositando un tierno beso, la proximidad lo hacía querer no irse de su
lado, pero no podían estar en la misma cama ahora, aun no. Aunque su corazón se
oprimía por dejarlo así,
Dando
pasos fuera de la habitación de Jason, camino lentamente hasta llegar a la
puerta. Dio una vuelta, no sin antes darle una última mirada al cuerpo desnudo
de Jason sobre la cama, solo cubierto por una sabana. Maldición. Esto era
tortura, se veía malditamente tan deseable que solo quería despertarlo y
joderlo ahí mismo, aunque despertaran a los demás. Pero sabía que Jason no se
lo perdonaría, y lo que menos quería era empezar con el pie izquierdo con su
pareja, quería ser quien provocara su felicidad y no lo contrario.
Girando
nuevamente al final del pasillo, trato de caminar por el primer piso, pero una
mano lo jalo de nuevo a la oscuridad del pasillo. Rápidamente se encontró con
la mirada molesta de Alo, quien fruncía el ceño en el puente en el que las
cejas se juntaban con la forma de la nariz.
-
¿Qué fue todo eso? –
la voz de Alo era severa, pero cuidadosa de no decir nada de más.
-
¿a qué te refieres?
-
Randolph, respóndeme.
Yo lo vi todo. – el agarre en su brazo se apretó y Randolph se molestó,
sacudiéndoselo para quitarlo.
-
Soy tu Alfa, recuérdalo.
No tengo porque darte ninguna explicación – respondió molesto, retomando la
posición que él tenía en la Guarida y recordándole a su subordinado cuál era su
lugar, el respeto que debía de mostrar hacia él. Cruzo los brazos sobre su
pecho, molesto. Los ojos de Alo se abrieron más, y su boca cayo, pero
rápidamente recobro la compostura, bajando la cabeza.
-
Jamás habías
utilizado tu posición como Alfa contra mí. Me disculpo por preocuparme por su
seguridad, Alfa.
-
Alo, eso no es
verdad. Mira, lo lamento ¿sí?
-
Entiendo.
-
No, no lo entiendes,
esto es muy difícil de entender. – llevando las manos a su propia frente,
tratando desesperadamente de arrancarse los cabellos de frustración.
-
¿el qué? ¿Qué te
andas tirando a Jason? Eso lo puedo entender.
-
Cuidado con tu boca,
yo no me lo ando tirando,
-
¿entonces porque
andan por toda la Guarida como si estuvieran en celo? Tú mismo pusiste la regla
de no juguetear. No eres un adolescente Randolph, eres un hombre. Y Jason
también es un hombre.
-
Lo sé, pero yo…
-
¿quiero saber algo?
¿esto es serio, o solo estas tonteando? No quiero que hagas una tontería y
tampoco quiero que involucres al humano en esto de ser solo un juego. No somos
monstruos, Randolph. – sabía que si le
decía la verdad podría involucrar a Jason en algo aun mayor y Alo se encargaría
de que todo se diera a público, tendría que aguantarse las ganas de presumir a
su pareja por un tiempo y simplemente actuar un poco hasta tener todo listo.
-
Creo que me he dejado
llevar un poco estos días. Solo necesitaba liberar la tensión un poco, ya
sabes, las necesidades de un hombre. – dijo, tratando de sonar convincente,
incluso esas palabras duras e idiotas sonaban falsas en su boca, pero esperaba
que Alo entendiera.
-
¿lo dices en serio?
-
Si, lo juro. –
admitió, tragando en seco. Alo se paró frente a él y frunció el ceño
nuevamente, dirigiéndole la más decepcionante mirada.
-
No creí que fueras
esa clase de persona. Así que te prohíbo acercarte al humano, eso que haces es
cruel. Jamás pensé que harías algo así.
-
Lo lamento. – agacho
la cabeza, tratando de seguirle el hilo a Alo, aunque una parte de él se lo
merecía por mentirle a Alo y no decirle que Jason era su pareja, lo estaba
negando y eso hacía que su pecho se oprimiera cada vez más.
-
No es conmigo con
quien deberías disculparte. Tan pronto cuando volvamos de la cacería el humano
se ira.
-
¿Por qué?
-
Porque no es un
esclavo, ni tampoco es un prisionero. Lo dejaremos ir. Mientras tanto, quiero
que pienses en lo que has hecho.
Dando
por terminada la conversación Alo se giró y salió al pasillo, suspirando
molesto, esta vez fue Randolph quien lo siguió, no podía dejarlo así, tenía que
decir algo. Ambos llegaron hacia la oficina del Alfa y Randolph detuvo a Alo.
Antes de que dijera algo más, fue Alo quien intervino.
-
Somos hermanos, del
mismo padre, pero a veces no logro entenderte del todo. – admitió Alo,
colocando ambas manos en su propio pecho, jugueteando con su mentón, dirigió su
mirada a Randolph, suspirando pesadamente.
-
Lamento darte más
trabajo.
-
Soy el Beta, pero también
soy tu medio hermano. Solo quedamos nosotros dos, ¿no?
-
¿Qué hay de Abby?
-
Ella no cuenta. –
sabía que lo decía en broma, Alo amaba a su hermana gemela y siempre, aunque lo
hacía enojar, la cuidaba.
-
Para mí sí. Es mi
pequeña hermanita también.
-
Solo mía.
-
¿no te molesta que yo
sea el Alfa?
-
¿por qué? Eres un
gran líder.
-
Y tu un gran Beta,
hermano.
-
Vuelve a la cama.
Tendremos 4 horas más de descanso y después levantaremos a todos para ir
saliendo antes del amanecer.
************************************************
[Guarida
- 5 minutos antes]
Sentía que alguien me estaba moviendo de
mi sitio, aunque el tacto era más pequeño y me empujaba el pecho, rápidamente
me levante de mi sitio, sentándome en mis piernas y tratando de ver en la oscuridad
de la habitación. Estaba en mi cama, pero había un enorme vacío a mi lado, sin
embargo la pequeña silueta de Esther me hizo reaccionar, pasándome la mano por
la cara, limpiando todo rastro de baba y alguna que otra lagaña entre mis ojos.
-
¿Jason?
-
Si, Esther, ¿Qué pasa? – cubriéndome de mi desnudez.
Aunque era una niña, no me sentía cómodo con ella observándome desnudo y
pregunto el porqué de esto y aquello, aún tenía que pasar la adolescencia.
-
Pipi, pipi.
-
¿quieres ir al baño? – ella asintió con la cabeza y
apretaba las piernas, saltando de un pie al otro. Tome los pantalones que
estaban debajo de la cama y metiendo las piernas mientras aún me cubría un poco
con la sabana, me cambie rápidamente. –
vamos – le extendí la mano y la encamine hacia el baño.
La lleve hacia la puerta y la deje
adentro, mientras me dejaba a su pequeño conejo de peluche. Cerro la puerta y
yo me quede esperando ahí afuera del baño. Todo el lugar estaba en silencio, lo
único que podías escuchar era el sonido de la brisa pasando a través de los
túneles y como este llenaba de vida la Guarida.
Se escuchaba le sonido de algo más,
acercándome con mucho cuidado, logre visualizar a Randolph parado en medio del
pasillo, con los brazos cruzados en el pecho. Por su expresión no parecía alegre,
antes de que lo llamara, una segunda voz apareció, era la voz del Beta, Alo. Me
escondí nuevamente, pegándome a la superficie de la pared. Sus labios se
movían, pero no parecía poder entender todo por completo. Estaban discutiendo,
su comportamiento era evidente. Randolph estaba a la defensiva y Alo estaba
tratando de indagar más.
-
Yo los vi – dijo Alo, ¿a qué se refería con eso? ¿a
quienes había visto? El rostro de Randolph palideció, pero rápidamente se tornó
rojo. Subiendo su tono de voz, las palabras que salieron de su boca me hicieron
encogerme, era tenebroso verlo en ese estado molesto. Hasta el mismo Alo lo había
entendido y permanecía con la cabeza gacha.
-
Soy tu Alfa, recuérdalo. No tengo porque darte ninguna
explicación. – elevando más el tono de voz.
-
Jamás habías utilizado tu posición como Alfa contra mí.
Me disculpo por preocuparme por su seguridad, Alfa. – Alo agacho la cabeza en
respeto y apretó los labios.
-
Alo, eso no es verdad. Mira, lo lamento ¿sí?
-
Entiendo. – aun sin devolverle la mirada.
-
No, no lo entiendes, esto es muy difícil de entender.
-
¿el qué? ¿Qué te andas tirando a Jason? Eso lo puedo
entender. – mierda, nos había visto en la Tina, ¿o había sido en la guardería?
Maldición, el Beta lo sabía.
-
Cuidado con tu boca, yo no me lo ando tirando,
-
¿entonces porque andan por toda la Guarida como si
estuvieran en celo? Tú mismo pusiste la regla de no juguetear. No eres un
adolescente Randolph, eres un hombre. Y Jason también es un hombre. – eso lo
sabíamos ambos, incluso yo lo creía tan imposible, pero el solo pensar que
Randolph no estuviera junto a mí, hacía que mi pecho se sintiera vacío.
-
Lo sé, pero yo… - no lo dejo terminar.
-
¿quiero saber algo? ¿esto es serio, o solo estas
tonteando? No quiero que hagas una tontería y tampoco quiero que involucres al
humano en esto de ser solo un juego. No somos monstruos, Randolph.
-
Creo que me he dejado llevar un poco estos días. Solo
necesitaba liberar la tensión un poco, ya sabes, las necesidades de un hombre. - ¿Qué? Sintiendo el aire faltarme en los
pulmones, todo mi cuerpo se paralizo, sentía las puntas de mis dedos
entumecidas, ¿Por qué todo el lugar comenzaba a darme vueltas? ¿Qué había
pasado? Randolph había dicho…
-
¿lo dices en serio?
-
Si, lo juro. – el dolor en mi pecho se incrementó, la
falta de sensibilidad desapareció y todo mi cuerpo comenzó a sentir la descarga
contra todo mi torrente, pero no era de excitación, sino que estaba drenando
todos mis pensamientos cuerdos. ¿Randolph solo estaba jugueteando conmigo?
¿necesidades de hombre? ¿eso era lo que significaba para él, un juego? Tontear conmigo
y pasar el rato.
-
No creí que fueras esa clase de persona. Así que te
prohíbo acercarte al humano, eso que haces es cruel. Jamás pensé que harías
algo así.
-
Lo lamento.
-
No es conmigo con quien deberías disculparte. Tan pronto
cuando volvamos de la cacería el humano se ira.
-
¿Por qué?
-
Porque no es un esclavo, ni tampoco es un prisionero. Lo
dejaremos ir. Mientras tanto, quiero que pienses en lo que has hecho.
Alo se marchó y le siguió Randolph, no
pudiendo contenerme más me deje caer, deslizándome por la superficie de la
pared, las lágrimas nublaban mi vista y sentía mis labios temblar levemente.
¿Por qué siempre era así? Apreté los labios, tratando de contener las ganas de
reír y llorar al mismo tiempo.
Tenía razón, no era un esclavo, ni
tampoco un prisionero. Ya era suficiente de esta farsa y de estar jugando con
los weres. Si eso era lo que el gran y poderoso Alfa pensaba que era yo, un
pedazo de carne con el que entretenerse, se equivocaba. Me levante del piso, limpiándome
las lágrimas de los ojos, aun sintiendo la humedad entre mis pestañas, pero después
de soplarme a mí mismo, sabía muy bien a donde debía irme.
**********************************************************
La oscuridad era mi mejor
aliada, tenía que ser invisible. Ocultándome dentro de las sombras de los
pilares como un ladrón a mitad de la noche. Tratando de pasar desapercibido,
cuidando que mis pasos no hicieran demasiado ruido.
Todos estaban durmiendo, había
una tranquilidad escalofriantemente profunda por toda la Guarida, ni una sola
alma, más que los sonidos de las respiraciones o ronquidos de los miembros
desde sus habitaciones. Era la hora.
Caminando lentamente, atravesé la plaza, llegue al otro lado, no veía a nadie
por el alrededor. Acomodándome la mochila en el hombro, mire a ambos lados y
cuando no vi más que el vacío, continúe mi camino. Aun cauteloso.
La entrada de uno de los túneles
estaba a pocos centímetros de mí, casi podía sentir la corriente de aire fresco
por el conducto. Libertad. Así que
esto era el adiós a todos los de la Guarida, me iría y nadie lo notaria, al
menos me pude haber despedido, pero no era seguro el que yo volviera a la
Guarida por voluntad propia o que siquiera lo pensara, considerando que los
weres no me lo permitirían. Además, ¿Por qué volver? No dejaba nada detrás.
Me sentía un poco triste por
ello, pero no podía hacer nada para cambiarlo, así eran las cosas. ¿Desde
cuándo me había vuelto tan vulnerable a los demás? Se suponía que pensara en el
bienestar de los demás, pero jamás me envolviera con ellos. Si mi abuelo me
viera en estos momentos, ¿Cómo se sentiría al verme desobedeciendo todas sus
reglas?
-
¿Snyder? ¿Qué estás
haciendo? – me gire ante la estridente voz, saltando al ser atrapado
infraganti, podía sentir mi corazón latiendo más rápido, trague en seco y trate
de recobrar la compostura firme.
-
Oh, genial. – suspire
pesadamente, al ver la montaña humana de hombre llamada Kadar frente a mí,
¿estaba siguiéndome? ¿Cómo no lo había notado antes? Tratando de esquivar a su
cuestionamiento, respondí secamente, desviando la mirada hacia otro lado -
Nada, no estoy haciendo nada.
-
No me parece que no estés
haciendo nada, ¿para que la mochila?
-
No es de tu
incumbencia. ¿Qué estás haciendo tú aquí?
-
Mis rondas, que otra
cosa más.
-
¿en serio? ¿Por qué
no te creo? – lo mire, arqueando una ceja, apretando los labios.
-
Creo que estamos en
la misma situación.
-
Eso parece.
-
¿y bien? ¿me vas a
decir o tendré que golpearte hasta que pierdas el conocimiento?
-
Golpeándome no
conseguirás nada.
-
Pero será divertido. - ¿siempre tenía que ser un idiota? Al parecer
sí.
-
Está bien, tú ganas. – levante las manos al aire, en rendición, - Me
estoy yendo, ¿sí? ¿contento?
-
¿irte? ¿Por qué?
-
Como si no lo
supieras. Tenías razón, yo no pertenezco aquí. No soy uno de los suyos. Además,
debo volver a mi hogar, necesito asegurarme que todos estén bien. No puedo
seguir perdiendo más tiempo aquí, jugando a pretender que no tengo responsabilidades
ahí afuera, y cosas de que preocuparme porque ser aceptado en la Guarida se ha
vuelto más importante.
-
Todos te tratan
mejor, ¿no?
-
Con lastima y yo no
quiero eso. Tengo mi orgullo, aunque ustedes crean que los humanos somos unos
brutos sin razón, iguales a los vampiros.
-
No puedo dejarte ir. No
sin antes oír lo que tiene que decir nuestro Alfa.
-
No necesito su
permiso.
-
Aun así iremos con
él.
-
Si te metes en mi
camino saldrás herido.
-
Ja – bufo - ¿me tomas
por alguien débil? Puede que parezca tranquilo, pero soy una bestia – bien, eso
era evidente, y no era necesario volverlo a obviar – te haría pedazos en
segundos. – colocándose en el medio, en mi camino hacia la libertad, los túneles
eran grandes, pero aun así la corpulenta complexión de Kadar podría detenerme
de pasar siquiera por el umbral.
-
Si te derroto, ¿me
dejaras pasar?
-
Solo su puedes –
esbozando una burlona sonrisa.
-
Entiendo. Le darás
algo de trabajo extra al doctor Mason.
Ambos tomamos una postura
defensiva, el primero en atacar, como normalmente intuí, fue Kadar, adoptando
su forma animal en el aire. Rápidamente me agache, deslizándome por debajo de
él, pude ver su estómago animal lleno de un pelaje café terroso, sus largas
patas y músculos tensarse, al igual que su mandíbula se abría.
Levantando un poco de polvo
por la fricción de mis rodillas contra el suelo, me puse de pie y mire hacia mi
otro lado, donde la figura lobuna de Kadar me miraba cauteloso. Al parecer el
were no me la dejaría fácil, pero esto era jugar sucio.
-
Eso es trampa.
El lobo bramo en protesta,
no estaba de acuerdo con mi acusación. Entonces, esto era algo sin reglas
normales. La pregunta más importante seria, ¿Quién caería primero? Mostrándome los
grandes dientes dentro de su hocico, no me imaginaba dentro de ellos, rompiéndome
como un lápiz de madera.
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