SEX PISTOLS 2

Después de despertar y ser arrastrado, bueno, más bien cargado por Kunimasa, que ya no estaba petrificado como un árbol, terminamos en una enorme casa estilo oriental. Rodeada de muros con tejas verdes, dentro era un restaurante-casa. Tal parecía que la familia Madarame estaba en el negocio de la comida, y también del placer.
Varios años atrás me había tocado investigar a cada una de las familias en Japón, entre ellos la familia Madarame, un largo linaje de madararui tipo Jyanome (ojo de serpiente), la información era muy precisa sobre sus integrantes y cada una de sus conexiones con otros madararui, aunque se les consideraba una de las mejores familias también era una de las más peligrosas, inclusive era la primera a la que se acudía para resolver asuntos relacionados a la Agencia.
La familia de Kunimasa portaba el apellido Madarame debido a que la hija, Madarame Makio,  del cabeza de la familia se había comprometido en una relación homosexual con la nekomata Tohashinki Karen. Entre esta pareja se encontraban relacionados otra pareja homosexual, pero no me concentre demasiado en ellos, no importaban, solo que Makio había tenido a sus bebés, quienes eran; Madarame  Kunimasa y Yonekuni, dos semillas pesadas y que para evitar que el apellido Madarame desapareciera debían llevar su apellido. Más tarde, entre Karen y Makio, tendrían a Manami y Shinobi, quienes llevarían el apellido de Karen, Tokashinki.
En simples palabras, y como había descrito en mi propio reporte, eran una familia creada aparte de la misma línea Madarame. No seguían las rigurosas normas familiares de procrear más especies madararui, para preservar el apellido Madarame en el mundo Madararui. Aunque Makio seguía siendo un poco descontrolada, ya que tenía una enorme lista de crímenes pendientes por investigar, pero como no habían pasado a revelarnos ante la sociedad no se tomó demasiada importancia y se le dio una advertencia. Eran una familia, extraña, pero tranquila y amorosa, eso había salido de mí mismo de acuerdo a un reporte anterior.
Mire nuevamente a la mujer frente a mí, sentada sobre un pequeño cojín y arreglando un juego de té, sirviendo dos tazas, con sumo cuidado, sus movimientos eran tan coordinados y mantenía una expresión seria. Su cabello negro arreglado en un bello peinado en forma de cebolla, sujetando sus largos cabellos.
Tomo una de las tazas de porcelana entre sus manos y después de limpiar el borde con una servilleta me la extendió hacia mí, la recibí y di un pequeño soplido por encima, levantando el vapor del agua caliente. Ella irguiendo su espalda, recta como una regla, su mentón al aire y sus labios se acercaron y bebieron de la taza. Cada acción era tan precisa y no parecía forzarse en hacer alguna de ellas.
Bebí el té, el sabor era un poco agrio, pero después de que llegaba  a mi garganta se volvía dulce. Después de varios sorbos más, ambos colocamos las tazas sobre la pequeña charola donde estaba la tetera y algunas galletas.
Nuestras miradas se encontraron, y antes de que dijera algo más, me adelante y rompí el silencio.
-         ¿puedo preguntar algo?
-         Por supuesto. – colocando ambas palmas de las manos en su regazo.
-         ¿Quiénes son esos dos chicos que están junto a sus hijos? – dije señalando al chico del cabello castaño con colitas y al de cabello negro azabache, que usaba  unos anteojos.
-         Oh, ellos. Mis nueras. – su respuesta fue tan natural, no titubeo o se perturbo ante mi pregunta, sino todo lo contrario.
-         ¿Q-que?
-         Son parejas de mis hijos. – llevando uno de sus dedos sobre su mentón, con el cual acaricio su mandíbula para luego regresar la mirada hacia mí -  ¿estás en contra de los homosexuales?
-         No, claro que no. Solo que sus hijos despiden un aura asesina que me dio la impresión de que eran heterosexuales hasta la medula.
-         Bueno, los hijos siempre serán los hijos. Debemos quererlos, ¿no? – sonrió ante esta declaración, suspirando profundamente. Los pensamientos relacionados con mi padre llenaron mi cabeza instantáneamente, ¿él sería capaz de decir algo así? Jamás. En eso podía decir que envidiaba a estos sujetos, tenían una familia unida que siempre se apoyaba.
-         Ojala mi padre pensara del mismo modo. – las palabras salieron de mi boca, al pensarlas también las había pronunciado en voz alta.
-         ¿Qué?
-         Lo lamento. Yo dije algo sin pensarlo. – me cubri la boca, tratando de ignorar su penetrante mirada que parecía estar tratando de mirar dentro de mi.
-         Hay algo que me estas ocultando, chico. Dímelo.
-         Yo…
-         Por favor. Se que tu nombre no es Alexander Miller. ¿Cuál es?
-         ¿la verdad? – pregunte, dejando de jugar con las yemas de mis dedos, frotándolas entre si. Levante la vista hacia ella y hubo un silencio por un segundo.
-         Por supuesto. Aquí no tenemos secretos y si por algo existen es para protegernos, y quiero que sepas que aquí estas seguro.
-         Está bien. – suspire, tratando de relajarme un poco, titubeo unos segundos, pero finalmente me arme de valor para decirlo -  mi nombre real es Allen Greenwood.
-         Greenwood. Ese nombre me suena conocido, pero ¿de dónde? – acaricio suavemente su mentón, frunciendo las cejas de una forma extraña, tratando de relacionar el nombre con algo de su pasado probablemente.
Mientras ella continuaba inmersa en sus pensamientos no pude evitar recordar el mapa de toda la casa Madarame. Tenías un amplio jardín patio, varias habitaciones que rentaban a los clientes cuando llegaban a pasar un buen rato, además de que tenía un enorme personal a su servicio. Ya fueran del restaurante o del hotel.
Ganancias propias, la familia madarame no intervenía por un segundo en los negocios de Karen Tokashinki, quien era una buena administradora y sabia como sacar provecho con el dinero. Todos los miembros de la familia, los hijos y parientes, se encargaban de trabajar en el restaurante. Era un negocio familiar.
El jardín con una pequeña plaza fuera del pasillo brillaba bajo el suave destello del agua impregnada en las hojas de las flores. Había estado en varios jardines de renombre, pero jamás me había atrevido a crear uno propio, mi padre no permitía las distracciones, pasatiempos era algo que desconocía, pero que alguna vez en mi vida había anhelado con entusiasmo. Como alguna especie de rebeldía en contra de mi padre decidí sembrar un cactus, él lo termino tirando del balcón del tercer piso, donde estaba mi habitación, haciéndolo parecer un accidente.
De nuevo volví a ver al chico de coletas, esta vez estaba junto al rubio. Norio y Yonekuni, ¿debería llamarles por su apellido? Era lo más probable considerando que aún no los conocía al 100%, además se sentía extraño no hacerlo, pero se suponía que estaba tratando de pasar por una persona madararui completamente normal.
-         Tiene una bonita casa, aunque el campo anti madararui es muy fuerte, existen demasiados aquí. ¿es alguna clase de hotel? Usted no parece del tipo de mujeres que administraría un hotel, tiene más una apariencia peligrosa, como la de una Jefa de la Mafia
-         ¿siempre analizas a todos a tu alrededor?
-         La mayoría del tiempo. Es una mala costumbre después de haber estado con la Agencia desde los 7 años.
-         Tan joven. ¿Qué dicen tus padres de ello?
-         Mi padre fue el que me envió con ellos. Es el director general del departamento de control de amenazas contra la especie Madararui. ¿lo conoce?
-         He oído hablar de él. Aunque tenía entendido que tenía un único hijo varón.
-         Ese soy yo.
-         Por lo que había escuchado, estabas a punto de casarte, ¿no?
-         Comprometido. No hemos llegado a hablar de matrimonio, aun.
-         Pero es lo mas probable, conociendo a Greenwood.
-         Tiene razón.
-         No es de mi incumbencia, pero ¿estas huyendo?
-         ¿Qué?
-         Quiero decir, en caso de que así sea quiero que estés consciente de las consecuencias de ello.
-         ¿si digo que si tendré que irme?
-         Claro que no. Solo quiero estar preparada para lo que venga. Además me gusta conocer a quienes viven bajo mi techo.
-         Si. Estoy huyendo.
-         ¿Por qué?
-         Mi padre. Siempre es su culpa. Primero la Agencia, luego el compromiso con Victor. Yo… solo quería poder respirar un poco, sin tener que estar bajo sus órdenes. Me estaba sofocando con todo.
Podía sentir mis emociones a flor de piel emanando de mi cuerpo, en el reflejo de los ojos de Tohashinki-sama mi cabello comenzaba a aclararse, me estaba transformando sin siquiera notar mi cuerpo cambiar. Comencé a respirar tranquilamente, repetidas veces hasta controlar un poco mas mi cuerpo y esa sensación de vacio, ira y resentimiento.
Tratando de apartar de mi mente todo tipo de pensamiento que tuvieran que ver con mi PADRE. Como era encontrar mi pareja, que estaba desaparecida en quien sabe donde y todo lo que hacia era meterme en problemas mientras la perseguía por todo Japón.
El pensar en mi pareja me produjo estremecimiento, escalofríos recorrieron todo mi cuerpo hasta hacer que mi cuerpo temblara como un gatito bajo el efecto de la hierba gatuna. Tokashinki-sama lo noto y se levantó del suelo, acercándose un poco, tomo mi mentón y elevo mi rostro hasta que estuvo expuesto a la luz de afuera.
¿Qué sucede contigo?
-         Mi recipiente se ha roto. No sé porque, pero no puedo controlarlo. Llevo varios días escondiéndome de la Agencia.
-         Ya veo. Así que no controlas tus feromonas ¿no?
-         Exactamente. Su hijo, Kunimasa me dijo que su otro hijo mayor podría ayudarme a repararlo.
-         Es cierto. Puede hacerlo y lo haremos con gusto, pero… el no está aquí.
-         ¿salió?
-         Un viaje de negocios, volverá dentro de 3 días.
-         Entiendo.
-         Pero puedes quedarte aquí mientras tanto. Solo te advierto que deberás ganarte tu comida.
-         ¿haciendo que?
-         Trabajaras en el restaurante. ¿crees poder hacerlo?
-         Si, he tenido experiencias mientras hacia mis observaciones y vigilancias.
-         Bien, puedes comenzar mañana a primera hora ayudando a abrir el restaurante,  limpiar, con las órdenes y atender a los clientes.
-         Esta bien.
-         Te acomodaremos en una de las habitaciones de huéspedes, ¿traes algún equipaje?
-         Lo he dejado todo en el aeropuerto.
-         Puedo mandar a alguien por el.
-         No. De seguro la Agencia ya lo tiene en sus manos.
-         ¿Qué hay de tus papeles?
-         Oh, los llevo conmigo. Aquí están  - hurgando dentro de mis pantalones con múltiples bolsillos, saque un pequeño pasaporte con mis identificaciones y un fajo de billetes. – esto es todo lo que tengo.
-         Al parecer vienes preparado. Le dire a uno de nuestros empleados que te lleven a tu habitación, la cena es a las 8:00pm y todos comemos en el mismo comedor.
Estaba por levantarme del suelo, cuando escuchamos que alguien tocaba levemente al otro lado. Ambos nos giramos, pero antes de que Karen-sama respondiera alguien más se le adelanto.
-         Karen, soy Maximilliam. Olvidamos unas cosas y tuvimos que regresar antes de partir. ¿puedo pasar?
-         Claro. Adelante. – abriendo la puerta, deslizándola hacia un lado, un hombre de cabello rubio entro en la habitación, agachando la cabeza saludo cordialmente, le imitamos y después volvimos a ponernos de pie. En cuanto lo hizo casi salto de mi asiento, solo abriendo los ojos ante la sorpresa, el también me reconoció y su mandíbula cayo. Queria correr ahora mismo lejos de aquí a toda costa.
-         Greenwood. – pronuncio mi apellido, haciendo que Karen-sama se sorprendiera y nos miraría nerviosa.
-         S-Seymour. – respondí, un tanto tartamudeante, el sujeto reptil me miró fijamente, al igual que yo lo hice y trate de adelantarme a preguntar.
-         ¿Qué estas haciendo aquí? – dijimos ambos en coro.
-         ¿se conocen? – pregunto Karen-sama, señalándonos, su mirada iba y venia de Seymour hacia mi.
-         Es el hijo de Kenneth Greenwood. – respondió el hombre, arreglando su saco y sentándose a un lado de Karen-sama
-         Lo se.
-         Entonces, ¿sabes que esta pasando ahora mismo con ello?
-         ¿puedes esperar un minuto?
-         Claro – respondio, sirviéndose un poco de té en una taza limpia. Karen-sama me voltio a mirar. Acercándose hacia mi oreja susurro levemente.
-         Pídele a mi hijo Manami que te lleve a tu habitación, tengo unos asuntos que tratar con Maximilliam. ¿si?
-         ¿esta segura? Creo que seria mejor si yo le explico todo esto.
-         No, tu tranquilo. Déjame esto a mi. Maximilliam es un buen amigo mío.
-         Esta bien. dijo Manami, ¿verdad?
-         Asi es. Nos vemos en la cena.
Me levante del pequeño cojín debajo de mi y antes de salir de la habitación y dejar a esos dos solos me despedi cordialmente, inclinando la cabeza, cerre la puerta.
Tan pronto lo hice Sali como rayo por todo el pasillo, corriendo sin control. Por un segundo había pensado que moriría, Maximilliam Seymour era un sangre real, un madararui tipo reptil muy respetado y peligroso, además de ser muy cercano a mi padre puesto que ambos convivían en el mismo círculo social de la mayor categoría conocida.
Maldición, dije para mi mismo, golpeando el tablón de madera frente a mi. Todo estaba arruinado y ni siquiera conocía a mi pareja. No habia podía encontrar a esa persona que despedía esa esencia tan deliciosa. ¿Por qué todo me salía mal? ¿Por qué?
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Caminando tranquilamente con la vista en mis pies, continue por toda la casa un recorrido para aprenderme el lugar. Si me iba a quedar o no aun seguia en discusión, pero si lo hacia esperaba poder no perderme siquiera.
Iba tan absorto en mis pensamientos que no vi cuando choque contra alguien. Me hizo retroceder ante el golpe.
-         Auch.
-         Oh, perdón. ¿estás bien? – levante la vista, encontrándome con un hombre maduro de cabello pelirrojo corto y una pequeña barba cerrandose sobre sus labios y barbilla, sin llegar hasta las patillas, perfectamente rasurada. Me extendió la mano y me ayudo a levantarme.
-         Si, estoy bien. fue mi culpa, no mire hacia donde iba.
-         Yo tambien tengo culpa, por estar estorbando en el camino de un joven pensador.
-         ¿joven pensador?  - dije, riendo sarcástico, seria mas bien joven distraído.
-         Que bella sonrisa. Deberías sonreir mas seguido.
-         Es horrible. Además, solo lo dice por ser amable.
-         No lo hago. Es la verdad. Por cierto ¿Quién eres tu?
-         Yo… me llamo Alexander Miller.
-         Oh, hola Alex. Mi nombre es David Woodville.
-         ¿Woodville? ¿el esposo de Maximilliam Seymour?
-         ¿Qué? Oh, ya conociste a mi esposo. Que bien. ¿sabes donde esta? Llevo ratos buscándolo.
-         Si, creo que es donde esta.
-         ¿me puedes llevar?
-         Oh, claro, que tonto soy. Esta por esta parte, con Tokashinki-sama.
-         ¿Tokashinki-sama?
-         Este… Karen-sama.
-         Ya. Debi suponerlo. ¿Qué edad tienes?
-         ¿eh?
-         Tu edad. Años. ¿primaveras? – porque este sujeto me daba una muy mala sensación de pánico. Su mirada me seguia por todos lados, inclusive si lo miraba el me regresaba la mirada aun mas intensa. Trague en seco y respondi.
-         17 años. ¿Por qué?
-         Que bien. eso es un buena fortuna. Dime ¿estás soltero?
-         ¡¿Qué?! Usted esta casado.
-         ¿Qué cosa? NO, lo malinterpretaste todo. yo me referia a que… bueno, no importa. Creo que soy demasiado insistente, pero eso es lo que hacen los padres, ¿no?
-         No sabría responder a esa pregunta honestamente, señor Woodville.
-         Entiendo. ¿dices que esta en esta habitación?
-         Si, solo siga hacia adelante y la siguiente puerta estará su esposo y Karen-sama.
-         Muchas gracias, Alex. Espero verte otra vez y que podamos platicar de gato a gato.
-         ¿usted es un madararui tipo felino?
-         Por supuesto, ¿crei que lo habias notado?
-         Lo siento. No sé que me pasa estos dias.
-         ¿estas bien?
-         Si, lo estoy.
-         No sabes mentir. Tu apariencia espiritual sale a través de tu apariencia física.
-         Yo… creo qu debo retirarme ahora.
-         Esta bien. si tienes problemas no temas,  somos hermanos de pelos.
-         Entiendo. Muchas gracias.
-         No, gracias a ti.
Me di la media vuelta viéndolo entrar en el pasillo, aun manteniendo una mirada sobre mi, hasta que se perdió dentro del mismo. Regrese hacia mi camino, sin percatarme de que alguien venia corriendo sin control por el pasillo, derribándome sobre el piso de madera. Pasando sobre mi, era un sujeto, ¿o una chica? Era un chico definitivamente por su falta de senos en el pecho y sus hombros largos.
Cuando vi que desaparecia dentro de una de las habitaciones, me quede en el piso mirándolo por otro segundo mas, ¿eso habia realmente pasado? Tal vez estaba perdiendo la cabeza. ¿otro síntoma mas de las feromonas?
Tratando de levantarme, me limpie el polvo de la ropa, ignorando por completo que alguien venia hacia mi, cargando algo que le bloqueaba la vista. Cuando me levante, le hice caer sus cajas y que perdiera el equilibrio, haciéndolo caer sobre mi.
¿acaso era el dia de tirar al chico nuevo al piso? Porque era un pésimo día de celebrar siendo yo el nuevo.
Me sobe la espalda, el sujeto estaba sobre mi. Ambos cuerpo habían quedado encima, como dos rebanadas de jamon. Me queje del dolor en mi espalda y del peso del mismo chico. Este lo noto y se aparto un poco, colocando un brazo de distancia al apoyarse en sus codos. Quedando en 4 sobre mi como una pantera. Trague en seco, todo pensamiento que tenia desapareció instantáneamente cuando su fragancia me llego a la nariz. Su aroma me hizo olvidarme de todo. El me miraba con una expresión preocupada, lamiendo sus labios, su respiración comenzo a acelerarse, al igual que la mia, su cabello rubio largo en ondas caia por ambos costados, cubriéndolo como un manto dorado. Sus ojos fijos en los mios, por una fracción de segundo pude ver un destello brillando dentro de ellos, pero luego desaparecio.
Su manzana de adan subia y bajaba, repetidas veces, hasta que quedo suspendida cerca de su cuello y luego volvió a su lugar.  Abriendo su boca, el aroma de su cuerpo estallo y mi cerebro no pudo mas con ello.
 Haciéndolo retroceder sobresaltado y lleno de pánico en su rostro. Cambie a mi forma animal, levantándome en mis cuatro patas, los colores eran mas intensos y mi gato queria gruñirle al chico, clavar mis dientes en su hombro desesperadamente. Frotarme sobre su pierna, sobre todo su cuerpo, y que él hiciera lo mismo conmigo, hasta que mi aroma quedara impregnado en él y el de él en mi.
¿Qué me pasaba? Me detuve antes de frotar mi frente contra su mejilla, a pocos centímetros, mi cordura etsaba regresando pero mis instintos eran mas fuertes.
Sintiendo la mano del chico acariciando levemente debajo de mi barbilla, mi animal se tranquilizo y tome control completo de mi cuerpo. Los ojos del chico no eran terror, sino felicidad, asombro. Me aparte un poco, cayendo sobre mi cola, mi cuerpo regreso a la normalidad.
¿Qué era esta sensación? Me sentía… mareado y con ganas de vomitar lo que no habia ingerido en todo el dia. Me levante del suelo, aun jadeante y Sali corriendo lejos del aroma que desprendía el chico rubio. Debía alejarme o no podría controlarme.
Me detuvo unos segundos, plantando ambos pies en el piso. ¿Controlarme? Eso estaba lejos de ser posible. Ya no tenia ningún control y cuando creía que me lo comería con solo tocarme me habia vuelto yo mismo.
¿podrias ser…?
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Mientras los jóvenes estaban de pie, mirándose fijamente, a lo lejos alguien mas los observaba expectantes a ver el siguiente paso.
-         ¿Qué piensas Karen-san?
-         Este chico, Greenwood… no sé por qué, pero siento algo de lastima por él. No debe de haber tenido una infancia agradable.
-         Tienes toda la razón. No la tuvo. Todos en la agencia conocían al pequeño hijo de Kenneth Greenwood como su entrenado asesino personal.
-         ¿asesino?
-         Aunque lo creas o no, Allen ha visto la sangre ser derramada muchas veces, demasiadas para tener una edad como la de él. Ya séase siendo observador o perpetrador, sus manos estan manchadas con sangre.
-        
-         Suena algo cruel, pero asi son las cosas. Es uno de los primeros 10 asesinos de la Agencia, el numero 3. Comenzó suministrando información, siendo un vigilante, después de eso fue ascendiendo de rango, infiltración, mediador y luego juez y castigador, un agente especial completamente entrenado.
-         Me pregunto…
-         ¿Qué cosa?
-         ¿sera capaz de sobrevivir al amor?
-         ¿a que te refieres?
-         Tu lo viste, ¿no?
-         ¿Te refieres a Hideikuni y él? Si. Lo sentí, una conexión instantánea y fuerte. – admitió Seymour con un tono frio y un poco nervioso, el pánico en el.
-         En la agencia no te enseñan a amar. Sino todo lo contrario, te enseñan a reprimir tus sentimientos y  emociones, pueden ser utilizados por tus enemigos como puntos bajos en tu contra.
-         ¿lo notaste? – se giro hacia Karen-san, estaba impresionado, aunque sabia que la dueña jamas dejaría entrar a nadie que fuera una amenaza para su familia y todos sabían que Karen-san era todo, menos estúpida.
-         Si, su forma de hablar, su comportamiento y sus respuestas siempre medidas, no decía mas de lo que se le preguntaba y mantenía sumo cuidado en cada una de mis acciones y movimientos. Es un miembro de la Agencia desde el vientre.
-         Se que no deberia decir esto, pero… su madre murió cuando el nacio, asi que no la conocio, mas que a su padre y todos sabemos que Kenneth no es el típico hombre amoroso, incluso su matrimonio con Colette fue forzado por ambas familias.
-         Asi que intenta hacer lo mismo con su hijo. ¿no?
-         La familia del hombre que quiere desposar a Allen es una de las mas poderosas y prestigiosas en una larga línea sanguínea real entre madararui, asi que entenderas el porque de querer casar a Allen con ellos, significaría mas poder para Kenneth.
-         Tu hijo tiene sangre real tambien, por parte tuya. Asi que tiene una oportunidad.
-         Eso… no estoy seguro. – titubeo, desviando la mirada de Karen-san mientras acariciaba su ceja derecha.
-         ¿Por qué?
-         Porque quiero que sea su decisión. Aunque exista una conexión, si sus corazones no estan de acuerdo o se aman mutuamente no podrán estar juntos. Sabes como son estas cosas.
-         Si, lo se.
-         Todo depende de que es lo que quieren. Además… - suspiro profundamente, además existía otra cosa de intermedio.
-         … ¿Norio, aun?
-         Si. Hideikuni sigue enamorado de Tsubaraya-kun.

Ambos guardaron silencio, alejándose del marco de la puerta y decidieron darles un poco de privacidad a los jóvenes enamorados. A pesar de ello se mantendrían vigilantes y siempre a su lado, como consejeros, con la madurez la experiencia venia consigo. Y era su deber trasmitírselas a los mas jóvenes.

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