El Exorcista y El Tigre - Capitulo 2 - Aomine Daiki


[Capitulo 2 – Sombras – Aomine Daiki]


Colocándose de pie, molesto, el juego con Takao le había aburrido al principio, pero ahora no podía simplemente dejarlo así, no después de que le avergonzara, a él, a Hanamiya Makoto.
Hanamiya libero una gran nube de veneno, que salía por todas partes de su cuerpo. Cubriendo todo el terreno del patio con este. Takao se cubrió. Emprendiendo el vuelo, dejando la tierra por el cielo. Sus alas alargándose, manteniéndolo estable en el aire.
Desde el cielo, Takao podía ver toda la plaza, pero era cubierta por la nube oscura de veneno. Nada más que cúmulos vaporosos era lo que tenían en la mira. Incluso con su vista de Halcón.
-       Bien, si así quieres jugar. – extendiendo sus manos hacia adelante, dos remolinos salieron desde sus manos, comenzando a dispersar las nubes de veneno que había debajo de él.
Pero cuando el humo desapareció, no había más que el suelo. Ni una sombra de Hanamiya. Recorriendo el terreno con la mirada, no lo encontraba. Lo encontraba difícil de creer, a menos que el espíritu pudiera volverse invisible.
-       Maldición, deja de esconderte.
-       ¿Quién dijo que me estaba escondiendo? – el susurro de las palabras llego tan cerca que de no ser por sus buenos reflejos el golpe le hubiera arrebatado el ala izquierda. Una gran herida en el ala, Takao chillo de dolor, retrocediendo, pero Hanamiya no le permitió hacerlo, avanzando con un simple movimiento, una patada justo en el costado derecho que Takao no pudo detener, empujándolo lejos, el sonido del hueso de su extremidad zafándose, haciéndole perder el control. Su cuerpo comenzó a desplomarse desde las alturas directo hacia el suelo.
Impactando fuerte. Se levantó, tosiendo por el cumulo de polvo a su alrededor. Agitando sus alas para dispersar el polvo. Se dio cuenta que había aterrizado fuera de la propiedad escolar, en alguna parte donde comenzaba el bosque. Se había alejado demasiado. Apenas podía sentir la presencia de su maestro, Shin-chan.
Un leve dolor en el medio del ala, y una mancha de sangre que salía de esta zona. Apretó la mandíbula, el dolor era demasiado intenso, después de todo, sus alas eran su poder. Produciéndole un dolor en toda la espalda, lo mejor era guardarlas o serian una desventaja si Hanamiya seguía cerca.
Iba a hacerlo cuando notó como su cuerpo se paralizaba. Sus manos parecían engarrotarse, y sus piernas entumidas, el leve mareo que hacía que todo le diera vueltas. Sintiendo un leve cosquilleo en el centro de la mano. No pudo seguir manteniéndose en pie y cayó al suelo, completamente distendido, incluso sus alas alargadas. Parecía una mosca en una telaraña.
Girándose al oír el sonido de las ramas moverse, una figura con capa apareció, trayendo consigo en la mano derecha una larga daga que fácilmente podría pasar como un brazo de un niño. Intento alejarse, pero todo lo que podía hacer era removerse en el suelo como una tortuga.
Mirándole fijamente. El sujeto se agacho, tomándole del mentón. La sonrisa que se dibujaba en sus labios le produjo un escalofrió, en especial cuando paso la punta de la daga sobre la herida en su rostro, acariciándole la pequeña línea, que debió haberse cerrado hacia unos minutos atrás.
Tragó en seco, mirándole fijamente. No podía llamar a Shin-chan ahora, no solo su cuerpo había sido paralizado. A penas y podía sentir el vínculo entre ellos dos.
-       Oh, no, no, no. Te lo advertí, ¿verdad? Que el juego había terminado. – el arma fue descendiendo, hasta alcanzar por debajo de su mentón, provocando un leve temblor en su mandíbula, Takao continuo.
-       ¿a qué te refieres? ¿Qué clase de magia estas utilizando?
-       ¿magia? Ummm, veamos. – se levantó, alejándose de Takao. Dando pasos alrededor de un círculo invisible. Se giró hacia Takao, colocando la mano derecha sobre su cintura, levantando una ceja, torciendo le gesto en una media sonrisa – No es magia, pajarito, es solo mi personalidad paralizante.
-       ¿De que estas…? – viendo como un humo oscuro salía de la parte trasera de Hanamiya, algo en su espalda se removía bruscamente. Hanamiya volvió a sonreír ante la cara estupefacta del chico Halcón. Quitándose la gabardina, su larga y gran cola salió de su escondite, revelándose. Un puntiagudo y filoso aguijón al final de la larga extremidad.
-       Normalmente me gusta jugar con mis presas. El saber que un ave será comido por alguien como yo, eso elevara mis puntos de popularidad. Aunque admitámoslo, no tenía ninguna opción en contra mía. – se agacha, pero en lugar de clavar su aguijón, decide divertirse un poco más, clavándole la daga en el ala lastimada. Un movimiento giratorio sobre la herida, produciéndole el máximo del dolor a Takao, quien no se contiene de soltar un fuerte y poderoso grito. - ¿te duele? Nah, esto no es nada. Una vez que te inyecte mi veneno dejaras de sentir absolutamente todo, aunque dudo que resistas el dolor previo cuando ingrese en tu sistema.
Su cola se enredó alrededor del cuello de Takao, levantándolo del suelo, Hanamiya sonrió al ver como las lágrimas escurrían del rostro del más pequeño, y su mandíbula se mantenía tensa. Sus brazos y piernas parecían sin vida, que era en parte al veneno que te vuelve un simple costal.
 Apretó más el agarre de su cola, haciendo que Takao comenzara a sacudirse por el dolor y por el bloqueo en su respiración. Liberando un poco. El suspiro de la boca de Takao, un poco aliviado. Hanamiya volvió a presionar, quería ver más expresiones divertidas. Y aunque Takao luchaba por mover aunque sea una mano para defenderse, le era imposible. Su mente se estaba nublando por la falta de oxígeno.
“Voy a perder el conocimiento en cualquier momento” pensó, apretando la mandíbula.
Hanamiya sonrió, si apretaba un poco más, podría partirle el cuello. Seria lindo ver como una cabeza pierde su soporte.
Sin embargo, no se dio cuenta sino hasta que una flecha se clavó en su pecho. Girándose para encontrar al dueño de la flecha. Frunciendo el entrecejo. Tres más salieron disparadas contra él. Logró desviar dos, pero una de ellas se clavó en su brazo. Gruñendo por el dolor, liberó a Takao. Dejándolo caer al suelo. Retrocedió. Tratando de sacarse la flecha del brazo.
-       ¿Quién eres? Maldito – escupiendo a un lado. Se saca la flecha, notando como un humo sale de la herida. -  Agua bendita. Exorcista. ¿acaso no sabes quién soy yo? – bramó, molesto. Apretando la mano por el dolor que recorría toda su extremidad.
-       El Rey Araña, Hanamiya Makoto – dijo Midorima, ajustándose los anteojos. El sujeto llamado se giró hacia él, esbozando una media sonrisa. Regresando su aguijón detrás de su espalda, agitándose divertido por esperar a lanzar contra alguien más. – aléjate de mi compañero. – apuntándole nuevamente con la flecha en su arco.
-       Shin-chan, viniste. – dijo, casi lloriqueando de felicidad ante la figura del de cabello verde.
-       Ow, que lindo de tu parte venir por tu mascota. Espero que tu dures más tiempo que él.
-       No tardare mucho. Has invadido propiedad de la Orden, sin mencionar que has herido a mi compañero, lo que me da la autorización para matarte sin tener que purificarte.
-       Oh, ¿harías eso por mí? Que considerado de tu parte. No juegues conmigo. Ustedes los exorcistas son tan creídos. Es hora de que alguien te ponga en tu lugar, escoria.
-       Basta de plática. Acepta tu castigo.
Lanzando la flecha, Hanamiya dio un salto al aire, esquivándola. Fue directo contra Midorima, atacando con su aguijón, el más alto logro esquivarlo. Transformando su arco en su guadaña. Propinando un movimiento en forma de curva, rasgando el pecho del espíritu, quien cayó de bruces contra el suelo. Una mancha de sangre salpicando la tierra debajo de él.
Midorima se reacomodo, recobrando la postura. Viendo como el espíritu se mantenía aun en el suelo, retorciéndose de dolor, bramando cuanta palabra obscena se supiera. Tomando la guadaña con ambas manos, se acercó al espíritu, hasta estar frente a él, midiendo con exactitud que tanto debía apartarse para poder cortar su cabeza. Estaba molesto, lo que le había hecho a Takao era imperdonable. Su espíritu era imprudente y molesto por su ruidosa actitud, pero no merecía el daño causado. Apretando la mandíbula levanto la guadaña y abanico, dirigiendo la punta de esta contra el cuello de Hanamiya.
Esperando ver como la cabeza del otro rodaba por el suelo, su brazo se detuvo a mitad del camino, quedando a escasos centímetros del cuello de este. Todo su cuerpo estaba paralizado. Apretando la mandíbula, ninguno de sus músculos respondía, el único movimiento eran sus ojos.
-       Tsk, ya era hora de que vinieras, maestro. – diciendo esto último con cierta repulsión.
Midorima se dirigió hacia donde pudo sentir la gran cantidad de energía arremolinándose. Casi tragándose la lengua cuando dos figuras salieron de entre las sombras, uno vistiendo una capucha que le cubría el rostro, pero su estatura era ya atemorizante. El otro era unos centímetros más pequeño, y su cabello caía sobre sus costados como una cortina, un coqueto lunar cerca del parpado, este último sujeto mantenía la palma abierta hacia Midorima, siguiendo la dirección de sus dedos, pudo notar como unos hilos delgados estaban sujetándole. Pero había algo más que las simples restricciones, sentía la cabeza darle vuelta. ¿Veneno?
Viendo como el sujeto más alto removía su capucha hacia atrás, su largo cabello lila, desordenado, pero igual que el otro, solo que un poco más largo hasta los hombros, cayo, cubriéndole la nuca y reposando sobre sus hombros. Una expresión serena, que no dejaba entrever si estaba feliz, preocupado, triste, o molesto. Era casi monótona.
Midorima pronuncio el nombre del sujeto, puesto que lo conocía de su pasado, y aunque jamás creía volver a verle, ahí estaba. Frente a él, y al parecer, era uno de los responsables de toda esta artimaña. – Murasakiba… - los ojos de color lila se posaron sobre su figura, podía decirse que sentía la presión. Un severo golpe en su cuerpo, que lo hizo caer de rodillas. ¿Magia? Negó. No, energía física*. Podía sentir la presión en su cuerpo, casi robándole el aliento. Apretando las manos. Las pulsaciones contra sus sienes fueran haciéndose más leves. Sin previo aviso la presión desapareció cuando el peli lila desenfoco su mirada, entrecerrando los ojos, casi como si hubiera recibido un dolor. El azabache que le acompañaba se colocó frente a él, colocando un brazo para dejarlo detrás de él.
-       Lo siento, pero había algunos asuntos pendientes. Más bien, un familiar indeseado. Maestro, encárguese de Hanamiya-san, por favor.
-       ¿Qué hay de ellos, Muro-chin?
-       Los tengo bien controlados.
-       Está bien. Hanamiya, regresa a tu lugar de origen y permanece ahí hasta que tus heridas hayan sanado, o cuando yo requiera de nuevo tus servicios. Zurückfahren*  – diciendo esto último, con su mano en dirección al sujeto tirado en el suelo. Un sello apareció debajo de su cuerpo, iluminando el lugar, la figura de este comenzó a desaparecer hasta solo quedar el polvo que se había agitado. Los trazos desaparecieron de la tierra.
Yendo desde donde el espíritu había desaparecido hacia Midorima, la expresión del más alto se ensombreció un poco, provocándole cierto repelús al peli verde. Tratando con todas sus fuerzas de deshacer lo que lo mantenía estático como una maldita piedra inservible.
-       Tú, sino fuera por ti, Aka-chin seria mío. – dijo el más alto, comenzando a dar vueltas a su alrededor, con pasos lentos. Aunque no podía girarse para encararlo, bien que podía sentir la mirada furiosa de Murasakibara sobre él. – Bien, yo también te hace sentir el dolor de ver cómo te arrebatan a alguien. La impotencia de no poder hacer nada. ¿verdad, Taka-chin? – al pronunciar el nombre del azabache, Midorima forcejeo nuevamente. Notando como el más alto se acercaba al cuerpo inmóvil de Takao en el suelo, aun totalmente paralizado, igual o peor que él.
-       Alé-Aléjate…- sintiendo como si su dentadura estuviera pegada, no podía pronunciar palabra. Viendo cómo se colocaba sobre el cuerpo de Takao, mirándole, sin hacer ningún movimiento.
-       Shin-chan, está bien. todo está bien. Creare una distracción, así, mientras podrás escapar.
-       ¿estás loco? no lo conoces, él es…
-       No importa.  Prometí que te protegería, ¿no? Este tipo es muy fuerte.
-       Mayor razón por la que no debes enfrentarte tú solo a él. Tengo una idea. Pero nos dará tiempo. Nos sacare de esto. ¿sí?
-       B-Bien. sino funciona yo hare mi movimiento.
-       Funcionará.
Inhalando profundamente, las palabras mágicas siendo recitadas mentalmente, sin perder tiempo al ver como el ala de Takao era forzada a salir, tomándola, mientras sostenía una daga para cortarla. La mirada de Takao casi al borde de las lágrimas, con los parpados completamente abiertos. Apretó los parpados, tensando todo su cuerpo, la energía saliendo desde lo más profundo de su interior.
Magia antigua. Rápidamente un pequeño vórtice de aire comenzó a arremolinarse alrededor de su cuerpo, provocando que el polvo se levantara. Abrió los ojos de a golpe, dejando salir toda su energía. Las ráfagas salieron dispersadas en una onda expansiva. Murasakibara recibió parte de ella, siendo empujado contra un árbol, Himuro igual, haciéndole perder la concentración, puesto necesitaba proteger a su maestro. Liberando a Midorima de su control, comenzó a correr hacia donde había visto a su maestro aterrizar.
Midorima aprovechó el momento, Takao agito las alas, aunque estaba débil, los levanto a ambos del suelo. Emprendiendo el vuelo, Midorima aferrado a su mano, alejándose del peligro. Ambos suspiraron, aliviados. Ya alejándose lo suficiente de Murasakibara.
Socorriendo a su maestro tras el pequeño ataque del espíritu. Corrió a ayudarle a levantarse, este negó con su mano, indicándole que no dejara escapar a los otros dos. Asintió, corriendo tras de ellos, viendo cómo iban ya a mitad de vuelo.
-       ¡No se los permitiré! – bramo Himuro, alargando su mano hacia adelante. Unas largas estacas de acero salieron disparadas hacia ellos. Sin dejar de mandar más.
Takao y Midorima apenas podía mantenerse en el aire, con tantos proyectiles contra ellos. Midorima se aferraba a Takao, quien por nada del mundo parecía soltar su mano y dejarle caer a una muerte segura.
Sin embargo, a pesar de poder esquivar la mayoría, una de las estacas furtivas logro asestarle un golpe a su ala derecha. Haciéndole perder el equilibrio, chillo de dolor cuando lo atravesó. Ambos chicos cayeron desde lo más alto. Takao logro hacerse con el cuerpo de Midorima, envolviéndolo entre sus alas para protegerlo del impacto.
Un cumulo de polvo y el sonido de los cuerpos contra el suelo le indico a Himuro que había acertado.
-       ¡Los tengo! Maestro, vamos.
-       Mido-chin, esta vez voy a matarlos a los dos. – una enorme hacha apareció en su mano, apretando el mango, mientras su ceño se fruncía, dándole un aspecto aterrador. Himuro le siguió, indicándole el camino.
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Removiéndose en el suelo, moviendo las extremidades que le abrazaban. Algo cálido sobre sus manos, levanto la vista a ellas, notando la mancha de sangre. Observando el cuerpo de Takao, sus alas estaban lastimadas, y su cuerpo no estaba mejor.
-       Idiota, ¿Por qué te esfuerzas tanto en protegerme? Esa caída no me habría hecho nada…
-       Aun así. Shin-chan, corre. Ellos ya vienen.
-       … - apretó las manos, tensando su mandíbula. Viendo el cuerpo de Takao tan lastimado. Era su culpa.
Alargando su mano hacia el rostro del azabache, este entrecerró los ojos. Pero una estaca se clavó en el hombro del peli verde, obligándole a retroceder un poco. La estaca le había atravesado, escupiendo sangre al suelo, se incorporó. Viendo como más proyectiles salían hacia ellos, en especial hacia el indefenso Takao. Midorima creaba vórtices de aire, desviándolas. Pero no era suficiente, eran demasiadas para una sola persona.
Mas estacas le atravesaron, tenía dos en los hombros, una en el antebrazo derecho, otra en la pierna izquierda y una última clavada justo por encima de la cadera, a pocos centímetros de haber rosado un órgano vital. Sin poder esquivarlas e incapaz de mantenerse firme, se dejó caer en el suelo, hincado.
-       Es inútil, no pueden escapar. Esta es su sentencia de muerte. Maestro.
-       Acabalo, Muro-chin. Pero no a Taka-chin, aun lo necesitamos con vida.
-       Entendido. – asintió Himuro, levantando los dedos índice y medio al aire. Una serie de estacas de acero aparecieron a sus costados, todas apuntando a Midorima. Takao trataba de levantarse, pero no podía hacer nada, estaba completamente inmóvil, peor que una tortuga de espaldas.
-       Shi-Shin-chan… muévete – le rogaba, notando como el otro estaba a punto de perder el conocimiento, con la mirada un tanto perdida. Su cuerpo estaba demasiado débil y usar demasiada magia de viento le había costado, sin mencionar que al tener el contrato con Takao el otro tenía que seguir consumiendo su energía.
Levantando la vista hacia Himuro, cabeceando por la falta de energía, apenas podía mantener la barbilla alzada. Entrecerró los ojos, apenas escuchando la voz de Takao, implorándole piedad a Himuro para no hacerlo.
Himuro devolvió los dedos a su palma, cerrándola en un puño y las agujas salieron disparadas.
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[Kuroko]

Disparando nuevamente a otra de las umbras, esta desapareció en cenizas. Nigou y Tange encargándose de desgarrar a las gárgolas que se colaban por las ventanas. Pegándome a la pared para recuperar el aliento. Era muy tedioso, aunque había matado a más de una docena, seguían saliendo más umbras y las gárgolas no eran fáciles de destruir con balas.
Solo había una forma y aunque Akashi-kun me regañaría por usar mi poder, cuando no debía, eran medidas extremas.
Silbando, ambos se giraron hacia mí, dándoles un asentimiento, ellos captaron la señal y se esfumaron de la escena. Dejándome con un pasillo lleno de umbras y gárgolas.
Me incorpore en el medio del pasillo. Haciéndoles una seña con el dedo índice, incitándoles a acercarse. Estos gruñeron furiosos y comenzaron a acercarse velozmente, la enorme mancha oscura tragándose el pasillo. Trague en seco, viendo cómo se acercaba con cada segundo. Apreté los puños, concentrándome en mis manos.
“Puedes hacerlo, Tetsuya” me dije a mi mismo, y a un metro de distancia, me hinque, colocando las palmas en el suelo. Una ráfaga blanca salió despedida, la escarcha invadió, no solo el piso, sino también las paredes y parte de las ventanas. Congelando todas las figuras oscuras, bajo una capa de hielo perpetuo. El cristal helado los retuvo, congelándolos. Las gárgolas de afuera arañaban el hielo con sus garras, tratando de entrar, pero sería imposible, mi hielo podía ser más fuerte de lo que aparentaba, solo el fuego podría destruirlo.
-       Hey, Kuroko, lo tenemos. – una voz resonó desde las escaleras, bajando la pistola al ver que se trataba de Kagami-kun y sensei, deje salir un suspiro de alivio.
-       Sensei, encárguese de ello, nosotros vigilaremos. – colocando el dedo sobre la cerradura, removí el sello que mantenía protegida la Sala de Profesores.
-       S-Sí. – dijo la profesora, entrando a toda prisa. Kagami-kun se colocó a mi costado, mirándome con una ceja al aire. -¿Qué?
-       Parece que te divertiste. – señalando a todo el pasillo vuelto una caverna congelada.
-       Un poco – me hundí de hombros.
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[Riko]

Abriéndole la boca con los dedos, vertió el “alimento” en su interior. Cerrándole, aplicando presión en su mandíbula para que no escupiera nada. En unos segundos los ojos del profesor se abrieron, soltando un grito de agonía, golpeándose el pecho en señal de ahogarse. Vomitando instantáneamente.
-       ¡Junpei! – fue lo único que dijo, sin acercarse, un poco asqueada por su compañero.
-       Riko… ¿Qué…Qué está pasando? Ngh, mi cabeza.
-       Te lo explicare todo más tarde, tenemos que movernos. La escuela este bajo ataque y nuestros compañeros están todos inconscientes. ¿crees que puedas invocar a Kiyoshi?
-       Tsk, maldita sea. Está bien. no me das muchos detalles, pero supongo que no hay tiempo. – asintió la chica castaña. Hyuuga se colocó de pie, levantando su mano hacia el frente, en la pared, unas líneas comenzaron a aparecer, hasta completar lo que parecía ser un círculo de invocación. Recitando las palabras rápido y sin abrir los ojos, canalizando su energía, formando el vínculo con su aliado. – Kiyoshi Teppei, Inukai, Ich rufe!* – el círculo mágico destello, y una figura comenzó a emerger, atravesándolo.
El enorme cuerpo del espíritu comenzó a tomar forma una vez la pequeña energía que le rodeaba comenzó a desaparecer. Un sujeto de altura por encima de la del azabache, cabello castaño, y fuertes extremidades apareció. Unas orejas sobresaliendo de su cabeza, al igual que lo hacia una cola larga y desordenada, agitándose inquieta.
-       ¡Hola a todos! – grito el espíritu, regalándoles a ambos profesores una enorme y honesta sonrisa en forma de saludo. La chica sonrió, asintiendo, mientras el otro solo le miro cansado, con una pequeña vena saltándole sobre la sien.
-       ¡Basta de tonterías! ¡Tenemos problemas mayores!
-       Ya veo. Entonces debo ir a hacer mi trabajo, ¿no?
-       Ve.
Diciendo esto último en tono serio, el gran bestial canino desapareció tras esbozar una media sonrisa, dejando la habitación.
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Cuando finalmente todos los profesores estuvieron completamente despiertos, gracias al remedio de Riko-sensei, se reunieron en el pasillo, todos sacando sus armas, pergaminos e invocando ya a sus sirvientes.
Todos estaban inquietos, planeando, pero nada conciso. Dándose cuenta que alguien tenía que decirles lo obvio, Kuroko intervino, tosiendo un poco. Todos se giraron hacia él.
-       Tenemos que separarnos. – declaro Kuroko, recargando su arma. Kagami le tomo del brazo, negando con el ceño fruncido.
-       ¿Qué? ¿estás loco? No, ya viste lo que sucede cuando te quedas solo. Iré contigo.
-       Kagami-kun, así cubriremos más terreno. Los senseis deben ir a los túneles, alguien tiene que cuidar a los estudiantes. Ellos serán los siguientes si no tienen a alguien cuidándolos. – los profesores parecieron pensarlo un poco, asintiendo ante la mirada de Riko y Hyuuga.  Continuo hablando, aun replanteándose si sería una buena idea su plan. Sabia como hacer el conjuro, Akashi se lo había enseñado, pero requería mucho tiempo y energía. Miro a sus profesores y a Kagami  - Confió en Kasamatsu-san, pero ellos tendrán las manos ocupadas con las umbras, solo intentare hacer su tarea un poco más ligera.
-       ¿Cómo?
-       Una purificación completa. – no solo Riko fue la que se sobresaltó, mirándole con la boca medio abierta.
-       Kuroko-kun eso es peligroso. Te dejara muy vulnerable.
-       Por eso necesito que me consigan algo de tiempo. Kagami-kun, encárgate de las umbras en el edificio. Senseis, ustedes vayan a por los estudiantes que están en manos de esos espíritus, no creo que sea solo uno de ellos. Los deben tener sumamente protegidos, necesitan un seguro para escapar o alimentarse de su energía.
-       Tsk, que terco eres. Maldición. ¡ESTA BIEN, LO HARÉ!
-       Tranquilo. Kise-kun está en el edificio de a lado, así que si algo ocurre el vendrá inmediatamente.
-       Vamos, Riko.
-       Tengan cuidado. – cuando se fueron los profesores, dejando a Kuroko y a Kagami a solas, Kagami fue quien se giró hacia él.
-       ¿estás seguro de esto?
-       Bueno, confió en ti. Así que está bien.
-       Ah, que sujeto más… no mueras.
-       Para eso estas tú, ¿no? Proteger mi espalda.
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[Murasakibara y Akashi]

Un enorme muro de tierra apareció, bloqueando las estacas, quedando incrustadas en él. Midorima abrió los ojos, incrédulo ante tal cosa. Dejando salir el aire de sus pulmones, un tanto aliviado. Himuro se sorprendió, levantando un pequeño escudo, una larga cadena se envolvió alrededor de todo su brazo, impidiéndole todo movimiento. Sintiendo una descarga eléctrica recorrer todo su cuerpo, doblándose en el suelo, gritando por el fuerte dolor que lo doblegaba.
Murasakibara dio un movimiento en arco, cortando los eslabones de la cadena, rompiendo así el castigo de su sirviente. Quien se trató de recomponer de ello, un poco de saliva saliendo de su boca, la limpio con su dorso.
Murasakibara siguió el final de la cadena, notando a un chico que estaba encima del árbol, junto a otras tres figuras que lo flanqueaban, resguardándole. Uno con un hermoso Kimono con estampados, sus manos juntas frente a él, tenía su largo cabello recogido, evidenciando su bello rostro y facciones delicadas. Otro sujeto más pequeño, de cabellos anaranjados cortos, con unos ojos demasiado expresivos y un pequeño colmillo sobresaliendo por su labio inferior. A un lado de estos dos, un sujeto que soltaba un bostezo, cubriéndose con la mano, no solo sus brazos eran enormes, todo su cuerpo lo era, su piel, en contraste con sus compañeros, era oscura y una pequeña barba de chivo que bordeaba su mandíbula.
-       Aka-chin… ¿Qué estás haciendo aquí?
-       Eso debería preguntar yo, ¿no crees, Atsushi? ¿Por qué estas atacando a Shintarou? ¿eres tú el responsable del caos que hay en la escuela? – le miro fijo, sin quitarle la mirada al más alto.  Pero este seguía sin decir palabra, una mirada indescifrable.
-      
-       Respóndeme.
-       Aka-chin, deberías mantenerte alejado de esto.
-       ¿eso fue una orden? – levantando una ceja, un tanto crispado. Apretando las manos en puños, molesto. Incluso aunque se tratara de Murasakibara le molestaba esa actitud de ser protegido como si fuera una damisela en peligro. ¿Él también lo tomaba como alguien débil, igual que su padre? Era una comparación estúpida, pero le había tocado el nervio.
-       No, una advertencia. Por tu propia seguridad. Lo que estoy haciendo lo hago por los dos.
-       ¿en serio? Bueno, en ese caso, deberías saber que no soy bueno siguiendo las órdenes de otros. En especial cuando estos me mienten.
-       ¿me enfrentaras?
-       A menos que retires a todos esos espíritus de la propiedad, sí.
-       Me niego.
-       Entonces no tenemos nada más que hablar. Oh, gran y poderoso espíritu familiar, que cuidas y proteges a todo aquel que lleve la sangre de los Akashi. Bríndame tu poder para abrir los mares y doblegar a mis enemigos inferiores. Contigo, mi voluntad será absoluta.  Aufwachen! Auge der Kaiser!* - diciendo estas palabras, el ojo dorado de Akashi comenzó a palpitar, dejando entrever un leve destello igual al del oro.  – Reo, encárgate de él.
-       Claro, Sei-chan. – el chico de cabellos largos asintió, dando un gran salto hasta quedar a pocos centímetros de Himuro, quien solo retrocedió, cayendo sobre su espalda. Reo usaba un hermoso kimono de color lila, con flores negras, dejando al descubierto sus hombros, su cabello arreglado con una peineta dorada, sujetando sus mechones por encima de su nuca.
-       Himuro Tatsuya, vigilante y encargado de la prisión Blankiot. No es un bestial como tal, solo un espíritu de tipo hechicero. Deduzco, si tu estas aquí, que has abandonado tu puesto. Eso ira muy mal para el apellido Himuro. Aunque en sí, tu simple nacimiento como un no bestial ya es una vergüenza, ¿no es así?
-       Tsk, ¿te estas burlando de mí?
-       En absoluto. Solo debo recordarte tu posición. Tatsu-chan.
-       Venga. Arreglemos esto.
-       Estas a siglos de vencerme, jovencito.
Reo salto, atacando, sacando de la manga de su kimono un abanico, blandiéndolo en un grácil movimiento, creando una ráfaga de viento, rasgando toda la superficie del pecho de Himuro. El otro atónito, simplemente recibió el ataque. Pasmado, volvió al suelo, solo que esta vez con una enorme mancha de sangre sobre sus ropas, escupiendo un poco de sangre, apretó la mandíbula, aguantando el dolor. Reo se limitó a volver a cerrar el abanico en su mano, colocándolo sobre sus labios, esbozando una media sonrisa.
-       Te lo dije. No perderé, aunque seas lindo.
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[Kuroko]

Terminaba de dibujar el círculo mágico en el suelo, dejando el pedazo de tiza. Tome la pequeña navaja y presione la punta del dedo sobre el filo, cortando, una pequeña línea de sangre comenzó a manar. Mordiéndome el labio, apretando el dedo para que el líquido carmesí saliera. Cerré los ojos, recitando aquel cantico antiguo.
-       Luz benevolente, cálida y protectora, deja que tu gracia nos cubra por completo. Remueve aquellos pecados y purifica la oscuridad.
Alague la mano, dejando caer un poco de mi sangre sobre el círculo. Cada trazo comenzó a titilar, despidiendo un pequeño destello, pequeñas esferas de luz saliendo de él. Flotando alrededor de mí, cubriendo mi cuerpo, una brisa acariciando mi rostro, levantando mis cabellos al aire, meciéndolos tranquilamente.
El aire contaminado que flotaba en la habitación comenzó a purificarse, volviéndose más fácil el respirarlo. Era como un bálsamo, haciendo que mi pecho sintiera una frescura y calma. Podía sentir como las heridas en mi cuerpo eran sanadas por la energía pura.
Abriendo los ojos lentamente, notando como la luz debajo de mí se intensificaba. Provocando que las ventanas temblaran por la energía que se arremolinaba alrededor de mí.  Afuera de la ventana, la luz se abría paso entre las nubes grisáceas, tenuemente, iluminando los edificios y demás.
-       Reinigung – pronuncie suavemente y la energía purificadora salió disparada hacia todas partes. Cubriendo las paredes, deslizándose fuera, podía sentir como la luz purificadora iba limpiando la contaminación de las umbras y encargándose de destruir a estas. Toda la propiedad escolar fue envuelta por esta luz. Iluminándose.
Duro unos minutos, todos los pasillos con pequeños destellos blancos, aun purificando. Las umbras siendo reducidas a nada. Los espíritus rebeldes que habían entrado se debilitaron, cayendo al suelo, siendo sometidos por los senseis, mientras otros lograban escapar. Las gárgolas haciéndose cenizas tras un fuerte rugido.
Sintiendo mis extremidades totalmente cansadas, cada  musculo entumecido, me deje caer sobre mis piernas. Respirando con dificultad, la luz comenzó a desaparecer y el círculo mágico debajo de mi también.
-       ¿Cómo te fue, Kurokocchi? – la voz de Kise-kun resonó en mi cabeza. Parpadeando para mantenerme despierto.
-       Estuvo bien.
-       ¿Qué hay de ti?
-       Cansado. En un minuto me reúno con ustedes, ¿sí?
-       Ok.
Apoyándome en uno de los pupitres, me levante del suelo y me puse de pie. Un leve gruñido llamo mi atención. Girándome por encima del hombro, notando como una figura delgada estaba parada sobre la ventana, encorvada como si fuera un perro sobre sus patas. Viendo que su rostro era un enorme ojo que ocupaba casi toda la superficie facial, hice aparecer mi pistola y dispare, cargando las balas con un poco de mi magia.
La criatura lo notó y levantando el gabinete de metal en el que se guardan las escobas, lo arrojo contra mí, logrando utilizar el mueble como un escudo de todas mis balas. El mueble se partió por la mitad, las garras afiladas de la bestia apareciendo detrás de este. Retrocedí, esquivándolo por pocos centímetros, sintiendo el leve roce cerca de mis mechones de enfrente. Volví a disparar, pero me lo impidió, golpeándome con su larga y delgada cola. La pistola salió hacia el otro lado del salón.
Alargué la mano, lanzando un poco de escarcha sobre su ojo, cegándole. Retrocedió, sacudiendo la cabeza para intentar removerse el hielo de su ojo. Dando pasos largos hacia mi pistola, algo me tomó del tobillo, jalándome cuando iba a mitad del camino. Encontrándome con su cola, mientras este estaba encima de un pupitre, aun sin poder ver con su ojo, se estaba guiando por el sonido. Puesto que no podía verme, usaba sus otros sentidos. Aferrándome al suelo, arañando. Comenzó a sacudirme, tratando de hacerme soltar.
Mi cuerpo se levantó del suelo, sintiendo mi estómago agitarse por el movimiento agresivo. Fui estrellado contra la pared, luego contra la otra. Cubriéndome con ambos brazos. Volví a quedar suspendido en el aire por unos segundos, pensando que había terminado. Pero mi sorpresa fue mayor al sentir como era estampado contra algo duro, dándome cuenta que se trataba del escritorio del profesor. Mi voz fue ahogada por el dolor en mi pecho, todo el aire abandonando mis pulmones, escupiendo un poco de sangre. Quede tendido encima del mueble deshecho por el impacto. Entreabriendo los ojos, sentía algo cálido deslizarse por mi frente, cayendo en la cuenta que era sangre. Mia.
Intente moverme, pero mi cuerpo dolía. A punto de caer en la inconciencia, un gruñido y pisadas detrás mío me hicieron darme cuenta que la criatura me observaba.
Un fuerte dolor recorrió todo mi cuerpo, haciéndome doblar todo mi cuerpo, sin poder contener mi propia voz cuando mi grito salió de lo más profundo de mi pecho. Abriendo los ojos totalmente, apreté las manos, sintiendo como algo muy delgado y filoso rasgaba la piel de mi espalda, marcándola. Gritando de dolor, fueron cuatro ataques seguidos, haciendo un movimiento cruzado en la superficie de mi espalda.
No lo veía, pero podía asegurar que esta cosa estaba lamiéndose las garras, degustando mi sangre y disfrutando de los gritos y la épica imagen de mi espalda manando sangre, las paredes salpicadas con ella.
Mi vista se nublaba y sentía como mi voz no salía.
¿Voy a morir aquí?
Mis parpados se van cerrando lentamente, incluso los regaños de la voz en mi cabeza me trae de vuelta.
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La criatura se mantiene viendo el cuerpo inmóvil, curioso, aun degustando la sangre en su lengua, que hace que su interior se estremezca por la dulzura. Acercando sus garras hacia su pecho, el cual se abre por la mitad, dejando salir unos dientes y una lengua puntiaguda, lamiendo los restos de sangre que aun ahí en las garras y después vuelve a retraerse en su interior, cerrándose.
Levanta su garra, apuntando hacia otro corte, esta vez lo desgarrara por la mitad y se hará con su interior. De solo imaginar su interior la baba comienza a escurrírsele, escapando de su pecho, donde está su boca, manchando el piso del salón con el líquido viscoso y de un aroma asqueroso. Abre nuevamente la boca, alargando los dientes, la lengua se muestra, agitándose.
-       Tsk. Es por eso mismo que le digo que deje de hacer las cosas solo. Tetsu, eres más tonto que yo. Hey, tu, aleja tu asqueroso hocico de mí.
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[Akashi]

Un enorme estruendo. La tierra tembló por la fuerza del impacto, tambaleándose. Las miradas pasmadas de todos los que lo presenciaban. No tan lejos, atravesando la gran barrera de Teiko, un relámpago que se abría paso hasta destruir la mitad del edificio. Las chispas y el humo, al igual que los escombros de la construcción.
Todos estaban atónitos, perplejos, nadie podía decir nada.
Que gran cantidad de poder, era imposible el solo imaginarse al dueño de dicho ataque. Hacia un segundo había sentido la energía de Kuroko mediante e conjuro de purificación, pero ahora… era diferente. Un poder muy grande.
-       Oh, al parecer ya ha despertado. Nuestro futuro líder, Kurohyou.  – musito Himuro, viendo como el rayo iba desapareciendo, dejando leves chispas que se disiparían en segundos. No había error, era él.
-       ¿Cuáles son sus planes? – le pregunto Reo, levantándole el mentón con la punta de su abanico. Himuro le miró fijamente, mordiéndose la lengua. Simplemente se limitó a sonreír.
-       Lamento decirte que no tengo ninguna razón por la cual deba decírtelos, aunque no es como si me importara. Fue divertido, Mibuchi-san, pero la próxima vez que nos veamos, no interfieras en mi camino hacia Taiga. – Himuro se volvió humo, desapareciendo de la mira de Reo, quien simplemente apretó la mandíbula. Akashi detuvo su ataque, viendo a Murasakibara.
-       Atsushi, tu…
-       Lo siento, Aka-chin, esta es una guerra que no puedes ganar. Es mejor que te retires ahora que puedes, incluso yo no puedo asegurar tu seguridad si tú decides participar por voluntad propia.
-       Atsushi… ¿vas en serio con esto? – tragando en seco, sintiendo como si las palabras que dijera Murasakibara fueran a determinar sus destinos. Separados o unidos. Si existía una posibilidad o tendrían que pelear entre ellos.
-       Mantente alejado de todo esto, ¿sí?
-       Humph… Así que esa es tu respuesta… lamento decepcionarte Atsushi, pero… hare lo que YO quiera. No permitiré que haya desorden en mi ciudad. Incluso si eso implica tener que enfrentarnos para lograrlo.
-       Entonces, la próxima vez nos veremos como enemigos. Hasta entonces. – le dio la espalda. Debería ir tras él y arrestarlo, pero siente que se va a desmoronar si da un paso hacia adelante. Además, hay problemas más grandes. Ese rayo, solo puede haber una persona capaz de hacer algo así. – Daiki…
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[Kagami]
Subiendo las escaleras, saltando los escalones hasta llegar al pasillo, comenzó a correr hacia donde había quedado Kuroko hacia unos minutos. Una voz en su cabeza.
-       Kagamicchi, ¿oíste eso?
-       Sí.
-       ¿Qué pasó?
-       No tengo la maldita idea, pero voy a golpear a ese tipo. Le dije que no y él va y me lleva la contraria. ¡Rayos!
-       ¿quieres que vaya?
-       No, continúa con lo que haces, no podemos dejarlos tomar el control, además yo estoy más cerca.
-       Bien, si algo sucede no dudes en contactarme.
-       Tsk, como si necesitara tú ayuda, tonto.
Dando la conversación por terminada, llego a donde estaba Kuroko, pero se detuvo a pocos centímetros de resbalar por el enorme agujero que había en el edificio. Casi a mitad de la construcción había sido destrozada, escombros y algunos cables y tubos de agua chispeando y haciendo un mayor desastre. Lo busco con la mirada, tratando de encontrar ese cabello celeste, su corazón salto cuando logro verlo meciéndose sobre una pila de escombros. Iba a llamarle, pero se detuvo, esta vez al ver como pequeñas chispas saltaban a su alrededor, además del “pequeño” detalle que ahora unas orejas aparecían en su cabeza y una cola delgada aparecía desde atrás de su cadera. Trago en seco, enmudecido.
Podía sentir la fragancia de un bestial manando de su cuerpo. Era una fragancia que le advertía peligro, todo su cuerpo se estremeció. Notando el cuerpo deshecho de una criatura, de la cual no podría decir su especie por su estado destrozado, debajo de sus pies. Levantando el mentón al aire, su cabello se meció suavemente con a brisa. Las nubes grises fueron siendo removidas, dejando pasar unos rayos anaranjados del ocaso. La media sonrisa formándose en sus labios le hizo crisparse un poco.
Viendo como la cola iba desapareciendo y las orejas igual. El cuerpo de Kuroko se tambaleo. Dando un salto torpe, se las ingenió para alcanzarlo y sostenerlo entre sus brazos, evitando que cayera contra el suelo. Notando como su cuerpo estaba en total inconsciencia, removió los cabellos de su frente, descubriéndole el rostro que tenía unas cuantas heridas.
Su preocupación estallo al sentir un líquido caliente proveniente de su espalda. Revisando, la mancha de sangre le advirtió que tenía heridas muy graves.
-       Oi, Kuroko, despierta. Oi…










* Zurückfahren – Regresa.
*La energía física es una clase de magia básica. Normalmente los exorcistas presentan su energía física en su resistencia sobrehumana, la cual utilizan para poder estar a la par con los demonios.
Sin embargo, algunas veces la energía física puede manifestarse en diferentes formas, como es el caso de que una persona pueda controlar los objetos, leer el pensamiento, e incluso dominar a otros. También está la repulsión, es una habilidad prohibida para los exorcistas, puesto que esta habilidad implica producirles el máximo de los dolores a sus adversarios. Si bien, un exorcista puede usar la repulsión, esta puede llegar a producir efectos en su propio cuerpo, como son el desgaste y la fatiga.
Los monjes son expertos en poder controlar la energía física, pero ellos consideran la repulsión y sus derivados como practicas oscuras, pues afectan la salud mental del usuario, incluso llevándole a corromperse a sí mismo y buscar el daño ajeno.

*Aufwachen! Auge der Kaiser! (¡Despierta! ¡Ojo del emperador!)

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