LABIOS HELADOS, LENGUA CALIENTE - CAPITULO 19


[Cacería: Batalla Mixta Final 3.3]
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[Experimento 531]

Era mi culpa. Si, lo era. Christopher había muerto por mi culpa.
Muerto. Se suponía que no debía pasar eso. Se suponía que después de que los eres vieran que en realidad era uno de los nuestros lo dejarían libre. Lo entregarían a los cazadores y después volveríamos a la ciudad.
Entonces, ¿Por qué? ¿Cómo paso esto?
Dejándome caer de rodillas contra el suelo terroso. Encerrado en la habitación de ese chica Lisbeth. Apretando las manos, tomando un poco de tierra del suelo, que obviamente quedaría entre mis uñas. Ben me había dicho que si hacia eso Chris volvería con nosotros y con padre (Bateman).
¿Qué había hecho mal?
Repasando nuevamente el plan, cada paso, todo había esta mínimamente planeado y aun así había resultado así.
¿Era mi culpa que el plan fallara de esa forma? ¿El que los weres no se movieran como había previsto Ben era mi culpa?
Negué, sacudiendo la cabeza repetidas veces.
No, no era mi culpa. Era culpa de ellos. Esos weres. En primer lugar por haberlo raptado. Chris era nuestro hermano, era lógico que tuviera que volver con nosotros después  de haberse perdido. Ellos habían arruinado todo.
Liberando la tierra de mis manos, levantándome del suelo, me mire en el espejo que había en la pared. Los rasgos eran los mismos que los de la chica. Solo había necesitado un poco de su sangra para poder hacerme de su apariencia. Los cabellos rubios cayendo por mi espalda y el flequillo recto por encima de mis cejas. Sonreí divertido.
Aun había posibilidades de salvar a Chris. Padre podría hacer algo con su cuerpo, como la última vez que lo trago de vuelta a la vida. Solo tendría que llevarle su cuerpo y después… volveríamos a ser una familia.
Sin poder contener las risas de felicidad, mi sonrisa se ensancho, dando pequeños brincos en mi lugar. Así me quede unos minutos, hasta que me di cuenta que aún tenía que encargarme de algunas cosas.
Los weres.
Ellos no formarían parte del plan. Y aunque Ben me había dicho que los dejara con vida hasta que los demás vinieron por ellos, porque ahora mismo ya conocíamos su ubicación, gracias al rastreador que me habían dado. Los Fledermaus y los demás vampiros vendrían pronto.
Tal vez mientras podría divertirme un poco. ¿Qué diferencia habría si uno o 15 weres faltan?
Ninguna, ¿verdad?
Siendo interrumpido por el suave golpeteo de alguien sobre mi puerta. Acalle mis risas, agudizando más el oído. Una voz femenina se escuchó.
-         ¿Lisbeth? ¿estás ahí? Quería ver si estabas bien.
-         Ummm… ahora voy… Abby… - tartamudee, arreglándome el cabello por encima del hombro, dándome una mirada en el espejo. Tenía que hacerla de mártir, se suponía que mi “novio” estaba muerto. Abri la puerta, dejándola entrar a mi habitación. Abby era una chica demasiado precavida, siempre alerta. Me habría gustado haberla matado a ella y tomar su lugar, pero eso solo significaba una pelea más larga. Lisbeth no fue tan difícil de matar, gracias a los Cazadores. Abby se acercó, tomándome de los hombros.
-         ¿estás bien? Me refiero, con todo lo que ha pasado. – asiento en silencio, ella deja salir un suspiro aliviado y me mira nuevamente -  Lamento mucho de lo Butch, pero… no tenías por qué hacer eso con Jason… - eso me sorprendió, apartándome lentamente, me pongo a una distancia de tres pasos, cruzándome de brazos.  
-         ¿lo estas defendiendo? Él es nuestro enemigo.
-         No, no lo es. En ningún momento, desde que lo trajimos, ataco a nadie de la manada. Podría no ser were, o humano, pero aun así era alguien de confianza.
-         Tal vez para ti.  - ¿crees que no lo es? Es mi hermano, zorra. Yo lo conozco mejor que nadie. ¿quieres que te lo deje? Apretando la mandíbula, tensándome.
-         Él mato al cazador que asesino a Butch, deberías de haberle agradecido que vengara su muerte. Yo solo… quiero que reconozcas tu error. Todo lo que paso fue culpa tuya. La muerte de Jason fue culpa tuya. – sintiendo una fuerte dolor golpear mi pecho, me muerdo el labio por dentro, aguantando las ganas de saltar encima de ella y despedazarla. Tragando en seco, frunzo el ceño, crispándome.
-         ¿A dónde quieres llegar con esta charla, Abigail?
-        
-         ¿y bien? – dije molesto, cruzado de brazos, estaba perdiendo la poca paciencia que tenía. Mirándole con una ceja levantada. Hay un silencio prolongado.
-         ¿Quién demonios eres tú? – alejándose unos pasos de mí, la veo retroceder, puedo sentir como el ambiente se tensa. Un escalofrió recorre mi cuerpo al percatarme de como la sangre de la were se enciende de rabia.
-         Tal y como se esperaba de la líder de las hembras. Tienes todo mi respeto, Lisbeth. Ahora… - saltando encima de ella, sin darle tiempo de cambiar a lobo. Ambos chocamos y caemos, rodando en el suelo. La tomo del cuello, envolviendo mis brazos alrededor, aplicando presión. Sus garras clavándose en mis brazos, pero no le suelto. Unos segundos después siento como algo se clava en mi palma y le suelto.
Me ha mordido. Veo mi mano, donde una marca en forma de C aparece, como si fuera una línea punteada de rojo. Ahora ella me ataca, pero en el momento en que lo hace, y soy embestido contra la pared, hago que mis uñas se alarguen, y las clavo en su vientre, usando más fuerza de la que debería y la oigo ahogar un gemido de dolor. La presión con que me embestía se va deteniendo y al final el cuerpo de Abby cae al suelo, una herida de la cual sale una gran cantidad de sangre. Viéndola como trata de alcanzarme, mientras no deja de matarme con la mirada.
-         ¿Q-Quién… diablos… eres tú?
-         ¿Yo? soy… alguien superior a ti. Y ahora voy a encargarme de aquellos que consideras familia. ¿no es divertido? – musite, sin poder contener mi sonrisa. Le suelto un golpe con la punta de mi calzado y la dejo tirada en el suelo de la habitación de Lisbeth, desangrándose.

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[Ethan, Eliot – Bosque de los Azules]

El sujeto estaba descansando en el vehículo, recuperando las fuerzas perdidas en el combate, mientras los demás vampiros se posicionaban, preparándose. Todos bien armados. El que los Cazadores se revelarán en su contra les había generado una gran baja en sus filas, pero aun así no podían darse por vencidos.
Acercándose al pequeño contenedor en el que estaba aquella bestia que Bateman les había prestado, además de Ethan, en caso de que algo se saliera de control y necesitaran una ayuda mayor.
Ni siquiera sabía que era, pero por los sonidos que producía se oía enojada. Ni de coña que lo dejaría salir mientras él estuviera al mando. Se alejó, viendo cómo se balaceaba el vehículo por el movimiento brusco.
Si Jason quería jugar sucio y esconderse, le darían en donde más le dolía, en sus preciados amigos peludos.
-         ¡¡OK, ESCÚCHENME PEDAZOS DE PORQUERÍA!! quiero que no dejen a ningún were, humano, o lo que sea que este en esa madriguera. Todos deben morir, sin excepciones. Si encuentran a Jason dispárenle.
-         Pero, señor, ¿Qué hay de capturarle?
-         Idiota, si muestras compasión por ese sujeto es más probable que él te corte la cabeza si dudas un simple segundo. Se los recordare de una vez, Jason es alguien importante para Bateman, pero igual, eso no significa que vamos a dar la vida por uno de sus juguetes, ¿verdad? Estamos aquí para llevarlo con nosotros, y eso implica, que si es necesario dispararle para hacer que deje de correr de nosotros, llevaremos su cadáver.
-         … - ninguno se atrevía a contrariarle, pero las miradas inseguras le indico que aun dudaban.
-         Si quieren capturarlo por las buenas, bien. Pero no se los recomiendo – quitándose el parche del ojo izquierdo, desvelando la enorme cicatriz en su rostro, hizo lo mismo con la chaqueta que le cubría. Unas enormes cicatrices alrededor de sus extremidades, donde se suponía deberían estar sus ligamentos, como si hubieran sido arrancadas y pegadas nuevamente quirúrgicamente. Más de alguno desvió la mirada, torciendo el gesto en inconformidad – esto es lo que se ganan si dudan. ¿entendieron?
-         Sí, señor – respondieron inmediatamente. Eliot sonrió. Levantando su espada al aire.
-         ¡¡BIEN, VAMOS POR ESOS MALNACIDOS PERROS!!
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[Jason]

Dejando el cuerpo inmóvil, sin vida, de Lisbeth. Cerré sus ojos, y sin pensarlo dos veces me encamine a paso veloz, tenía que advertir a los weres. Inhalando profundamente, perseguir la fragancia de los weres fue más fácil de lo que creí. Siguiendo mi olfato, atravesando el bosque, hasta llegar donde se perdía el rastro en aquel viejo y hueco árbol.
Metiéndome dentro, cuidando de no dejar demasiadas huellas. Aunque eso no importaba demasiado. Estarían en camino, en sus vehículos, hacia la Guarida. Al menos contaba con que el terreno les quitara tiempo.
Aspirando el aroma a tierra y humedad, sintiendo la brisa fría acariciar mi rostro, como si fuera un suspiro helado. Trague en seco. Comencé a correr una vez mis pies se plantaron en la superficie lisa del túnel. Corriendo lo más rápido que mis piernas me permitían. Sin importarme demasiado el nivel con el que mi corazón se agitaba por el ejercicio. ¿Era bueno que me agitara después de haber experimentado la muerte?
No podía detenerme a pensar en ello, no después de saber que había un impostor en la Guarida. Todos corrían peligro. Charlie, Abby, Kadar, Kaden, Alo, los niños, Olga, Lucas, Miguel, Randolph. Apresuré el paso, aumentando la velocidad. Sintiendo el aire golpear mis mejillas. El calor del ejercicio me hacía sentir más ansioso, cada musculo de mi cuerpo vibrando ante la adrenalina y la estamina que se iban consumiendo con cada zancada, mis piernas imparables, mi pecho a todo motor como si fuera a estallar.
Tardé unos cuantos minutos, considerando mi velocidad con la de los weres, cuando logre vislumbrar una luz. Mi corazón se estremeció, saltando en su interior. Mis piernas aumentaron el paso. Dando un último paso hacia adelante, entrecerrando los ojos ante la luz que me cegó, puesto después de haber estado en penumbra me hacía sentir un poco confundido, desorientado.
El aire salió de mis pulmones, un suspiro de alivio al ver a todos los weres de un lado a otro, vivos. Casi podía sentir mis lágrimas salir de felicidad. Sonreí tontamente, dejando salir una pequeña risilla. Provocando que los weres notaran al sujeto parado a mitad del arco del túnel principal. Algunos retrocedieron, suspiros entrecortados y el silencio se apodero de toda la Guarida.
Todos me miraban fijamente, nuevamente, expresiones estupefactas, perplejos ante lo que veían. Pareciera como si hubieran visto un fantasma. Controlando mi respiración, el tragar mi saliva provoco un dolor en la boca de mi estómago. Podía sentir como mi corazón latía fuerte, retumbando en mis tímpanos. Si nadie decía nada tenía el leve presentimiento que saldría corriendo por el mismo túnel. Parecía que fuera a darme un ataque, apreté los puños. Entrecerrando los ojos.
Caminé, dando el primer paso dentro de la Guarida. Algunos retrocedieron, abriéndome paso, guardando la distancia. Notando las miradas filosas y algunas nada agradables. Rompiendo el espacio que había entre ellos, deteniendo mis pasos frente al alfa y el beta de la Guarida.
-         Jason… - pronunció, provocando en mí un suspiro. Mi nombre en su boca sonaba como un murmullo, de alguna forma le daba un encanto que me absortaba de toda la atención. Era como si fuéramos los únicos dos. Nos mirábamos, con la boca entreabierta, sin decir palabra alguna. Sus ojos reflejaban tanto, que me sentía abrumado por los sentimientos de este. El leve temblor en sus dedos, sus manos se restringían a sus costados, como si se cohibiera a si mismo de alargar su mano. Mi corazón se agito, sintiendo el calor en mis mejillas. Tenía la urgencia de correr a sus brazos y aferrarme a él. Escuchando un leve carraspeo detrás de Randolph, parpadeé.
-         Snyder… - el aire volvió a ingresar en mis pulmones. El tiempo regreso a su normalidad. Viendo la imponente figura de Alo a un costado. Sacudí la cabeza, despertando de aquel trance.
-         ¿Qué estas…? – le intervine a Randolph, si lo dejaba hablar jamás los advertiría, sentía que me ponía más estúpido cuando lo veía sonreír. Negué con la cabeza.
-         Escúchenme, la Guarida está en peligro. Los vampiros vienen en camino. Saben nuestra ubicación.
-         No puede ser, ¿Cómo…? – iba a continuar explicando, cuando lo note, caminando libremente entre la Guarida, sin preocupación. Su sonrisa burlona que se mantenía en su rostro. Tan pronto como la vi, mi cuerpo no se pudo contener.
-         ¡¡Tú!! – pronuncie, saltando encima de Lisbeth, quien pareció prevenir mi ataque porque me recibió con los brazos abiertos, aplicándome una llave inversa. Gritos de todas partes, no me importaron. Ambos rodamos por el suelo. Golpeando. Le solté un puntapié en el estómago, haciendo que la “mujer” cayera al suelo, escupiendo un poco de saliva.
Iba a dar el siguiente golpe, cuando dos hombres fornidos me sujetaron de los brazos, separándome de Lisbeth. Pataleando y bramando cuanta palabrería a los dos orangutanes. Me sometieron.
-         ¡¡Ella es una impostora!! Tenemos que matarla.
-         Cálmate, Jason. ¿sabes lo qué estás diciendo? – me dijo uno de los chicos, que note era Charlie. El otro era Kaden. Ambos me sujetaban fuerte, obligándome a ponerme de rodillas, agachando la mirada.
-         Si, lo sé.
-         ¿Cómo te atreves a levantar una acusación semejante grande contra uno de los nuestros? ¿sabes lo qué te pasara?
-         Lo sé, pero solo quiero que me crean. Todos están en peligro.
-         ¡¡SILENCIO!! ¿Por qué deberíamos confiar en lo que dices? ¿eh? – dijeron los miembros líder de la manada. Apreté las manos en puños y brame toda mi ira, la sonrisa de satisfacción de la falsa Lisbeth.
-         Ella esta con los cazadores. Ella no es la verdadera Lisbeth, es una impostora. Tienen que creerme.
-         Lo siento, Jason, no podemos hacer eso.  – dijo un tercero del grupo, que no logre identificar. La forma en que Kaden y Charlie me desviaban la mirada me dolía más que los demás calándome fuertemente.
-         ¿Por qué no? – cuidando que mi tono no se rompiera por las enormes ganas de llorar.
-         No tienes ninguna prueba.
-         ¿no cuenta mi palabra?
-         No en nuestra manada.
-         Como castigo por difamar a uno miembro de la guarida, serás llevado a una de las celdas del calabozo subterráneo. No se te permitirá irte y tu rango volverá a ser el de un prisionero-esclavo.
-         Llévenlo. – declaro uno de los weres más viejos. Su cabello blanco amarrado en una coleta, y  su barba larga. Siendo arrastrado por los dos weres, agache la mirada.
-         ¡Esperen! ¡no les dejare que le hagan eso! – la voz de Randolph me hizo levantar la vista, encontrándome c0n su firme postura frente a mí, un aura le rodeaba, haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera. Una figura omnipotente. El were más viejo intervino al ver la reacción del Alfa.
-         Alfa, es por el bien de la Guarida.
-         ¡Basta con eso! ¿por el bien de la Guarida? Esto no generara ningún bien. Yo le creo.
-         ¿Cómo puedes…?
-         El no es de la manada, es un espia.
-         Yo le creo.
-         Alfa, tu juicio se ha nublado. Creo que has olvidado tu posición como tal.
-         No, no la he olvidado. Soy el alfa, y debo elegir lo mejor para la manada.
-         ¿sabes? Creo que es momento de decírtelo, pero estamos cuestionando tu lealtad, Alfa Randolph. ¿realmente eres el indicado para guardar nuestra confianza? Te has hecho débil con este humano. Dinos, ¿Por qué lo proteges tanto? ¿eh? Dinos. – no solo eran los miembros de la Guarida los que lo miraban fijamente sintiendo la anticipación de esperar su respuesta con demasiado interés. Sentía que si decía algo como lo que le había dicho a Alo mi corazón se partiría nuevamente. Tragando en seco, viéndole fijamente.
-         ¿Por qué? Bueno, porque… porque… porque Jason Snyder es mi pareja, ¿sí? Él es mi pareja. – tomándome de los brazos de los weres, me acerco contra su cuerpo, envolviendo su brazo alrededor de mi cintura, podía sentir su fuerte cuerpo contra el mío, mi palma sobre su pecho, al igual que mi mejilla, sintiendo su gran mano acariciar mi cabeza. Me sentía cálido, seguro, con ganas de llorar y de abrazarlo. Sintiendo sus torpes dedos sobre mi mentón, obligándome a mirarle, sentí el leve rubor, apretando mis labios, podía sentir su respiración golpeando mis mejillas – Y no dejare que nadie le haga daño. Si tienen algo que decir con respecto a él, tendrán que decírmelo a mí. Incluso si eso implica pelear contra mis propios hermanos. Y si tanto les molesta como lidero esta Manada, bien, adelante, vétenme, pero no me pondré en contra de la persona que amo. No me importa que no sea humano, o que no sea un were, él es mío.
Bien, sentía como si me fuera a derretir en sus brazos. Casi me trago mi propia lengua. Sintiendo algo cálido presionarse sobre mi frente, que rápidamente bajo a mis labios. Note como los labios de Randolph me tomaban frente a toda la manada. Cerrando los ojos, dejándome llevar por el momento, importándome un bledo todos los demás. Abrí mi boca, dejándole entrar en mi cavidad, su lengua enredándose con la mía. Enviando una onda de electricidad a mí espina. Su gran mano acariciando mi mejilla. Así nos quedamos unos minutos más, saboreándonos mutuamente, mientras el calor de nuestros cuerpos aumentaba más y más.
Me aparte un poco, colocando una mano sobre su pecho y relamiéndome los labios, saboreando a Randolph en mi boca. El me miro, sintiéndome casi siendo atravesado por sus cafés ojos, mientras su boca se deformaba en una cálida sonrisa, que solo pudo hacer más que hacer vibrar mi pecho.
Los cuchicheos de los demás. Los que pude escuchar, dándome cuenta que Randolph me había admitido como su pareja. Lo cual no tenía idea que significaba. Pero al sentir a Randolph junto a mí no me importo demasiado. 
Viendo como Lisbeth se levantaba del suelo, empujando a la chica que le ayudaba. Comenzó a correr, tuve que apartarme de los brazos de Randolph para salir en contra de Lisbeth, tomándola de la cintura mientras me barría por el suelo. Ambos caímos. Lisbeth me pateo, pero a mordí de la pierna, probando un sabor extraño. Escupí la sangre que se había impregnado en mis dientes.
Rodamos, colocándonos de pie, rápidamente le aseste un golpe seco en el rostro, ella me respondió alargando sus garras para darme una tajada. Pasando por encima de mi cabeza, volví a asestarle un nuevo golpe por debajo del mentón. Haciéndola caer sobre su trasero. Sobándose, su nariz y boca sangraban. Me miró fijamente.
-         ¿Por qué los proteges?
-         Ellos son importantes para mí. Así que no puedo permitirte que les hagas daño.
-         ¿más que nosotros? – notando como su ojos se ponían cristalinos. Recordando a Ethan. ¿realmente era cierto que tenía una familia que había olvidado? ¿Por qué se aferraban tanto a que volviera con ellos?
Era un asesino. Ese tipo era un asesino, pero aun así, me sentía un tanto culpable. Él debía tenerlo peor, obedecer a Bateman para sus jueguitos estúpidos de cacería. Me agache, quedando a su misma altura.
-         Así es.  – viéndole tragar, desvió la mirada un rato y después regreso la mirada hacia mí.
-         Una última cosa ¿eres feliz aquí?
-         S-Sí. Lo soy.
-         Bien. Y-Yo… me rindo, hermano. – dijo, levantándose.
Sonrió, sus uñas se alargaron, eran tan largas y afiladas, como navajas. Viéndola acercarlas a su rostro, las uñas pasaron por encima de su rostro, abriendo su piel, una serie de  5 líneas atravesando su rostro, el cual en segundos, en lugar de sanarse o quedar las cicatrices, comenzó a cambiar en otra apariencia. Un cabello negro largo hasta por debajo de la cintura, ojos grises y su cuerpo volviéndose un poco más alto, adoptando la apariencia de Abby, todos los presentes quedaron boquiabiertos ante semejante espectáculo. Retrocediendo unos pasos. Temerosos.
Kaden y Charlie le sometieron esta vez. Apresándole ambos brazos con una soga. Su rostro siendo empujado contra la superficie del suelo tras el peso de Kaden. No se resistió, simplemente se dejó hacer.
-         Llévenla a una celda. La interrogaremos más tarde. – dijo Alo, a lo que Kaden y Charlie asintieron, llevándola fuera del rango de visión. Continuo, girándose hacia todos, suspirando molesto – ¿y bien? ¿tienen algo que decir? Randolph ha demostrado un valor increíble durante toda su vida, nos ha mantenido a salvo de los vampiros. Y ahora que las cosas se han puestos difíciles, ¿vamos a darle la espalda? Nosotros nos protegemos, y si Jason Snyder es pareja de Randolph debemos protegerlo como tal, porque ahora es parte de nuestra manada.
Todos los miembros de la Guarida continuaban murmurando, mirándose por el rabillo del ojo, muchos de ellos sobre mí. Sentía cierta pena, ocultando mi rostro en el pecho de Randolph, más que nada porque sentía que si los miraba no podría aguantar las ganas de salir corriendo de aquí, pero los brazos de Randolph se sentían tan bien a mí alrededor.
No fue nadie más que el mismo anciano que se paró frente a nosotros, dando pasos lentos, apoyándose en un bastón, que no había notado hasta que salió por completo del túmulo de gente. Nos miró a ambos, y después simplemente le vi levantar su mano, sentí que me golpearía con ella, pero en su lugar sentí el calor de esta sobre mi mejilla, subiendo para revolver mis cabellos. Abrí los ojos.
-         Entonces, un chico, ¿eh? Interesante. Alfa Randolph, me alegra mucho que hayas encontrado a tu pareja, pero debo saber, ¿si te mantuvieras como Alfa seguirías velando por la seguridad de todos o solo la de tu pareja?
Randolph se tensó, apretando la mandíbula, acaricie su brazo, dándole suaves toques para indicarle que se relajara. Él pareció entenderlo y asintió, relajándose un poco, contesto.
-         Mi pareja siempre tendrá un lugar más importante en mi corazón. Él debe saberlo. Incluso mayor que mi propia vida. Pero mi deber es con la manada, como alfa y como were, manteneros con vida, protegerlos y mantener el orden. Yo jamás le daré la espalda a ninguno de los míos. Soy un were ante todo. Pero si algo llegara a pasarme a mí, esperaría que mi manada protegiera a mi pareja.  – ante sus palabras me gire a él, sintiéndome un poco ansioso y nervioso. Él no me miro esta vez, sabiendo que le miraba fijamente, preocupado.
-         ¿arriesgarías tu vida por nosotros?
-         Como lo he hecho hasta ahora. Solo que ahora  que tengo más que perder, no tengo intención de morir en vano.  
-         Ya veo. ¿Qué hay de ti, muchacho?  - los ojos opacos del anciano se posaron sobre mí, que no supe que hacer.  – Hemos oído lo que tu pareja piensa, pero, ¿Qué hay de ti? ¿crees poder desempeñarte en la manada? Servir de ejemplo y proteger a los demás. ¿empuñarías un arma para salvarnos?
-         Puede que ninguno de ustedes sea lo suficientemente tonto como para confiarme sus vidas, pero peleare. No importa qué. Peleare. No quiero más muertes. De ninguna raza. Bateman ha ido demasiado lejos esta vez. Y no le permitiré que salga limpio de esta.
-         Ciertamente, un chico muy interesante, Alfa. Por mi parte, cuenta con mi apoyo, lo seguiré como lo he hecho hasta ahora.  – dijo el anciano, esta vez inclinando suavemente su cabeza, en símbolo de respeto. Notando como los demás weres de la manada comenzaban a imitarle, levantando el puño al aire,
-         Yo también.  – admitió Alo, cruzando los brazos sobre su pecho, esbozando una sonrisa.
-         ¡Sí! – esta vez fue Charlie, motivando a los demás a secundarle.
-         ¡Nosotros también!  - exclamaron más desde el fondo, provocando más gritos eufóricos asintiendo.
-         Cuenta con nuestro apoyo, Alfa. – volvió a retomar el anciano. Asintiendo hacia mí, hice lo mismo y después a Guarida estallo en gritos, en los cuales el nombre de “Randolph” reinaba. Alo se acercó hacia mí, quedando a pocos centímetros, una sonrisa en su rostro, levante la mirada, arqueando la ceja.
-         Supongo que tendré que decirte “hermana”, ¿no, Snyder?  - dejando salir una suave risita burlona. Negué, empujándole con el hombro.
-         No lo hagas. – Charlie corrió hacia mí, levantándome del suelo para hacerme girar. Kaden y Kadar detrás de él.
-         ¿entonces Jason será uno de los nuestros? – dijo Kaden con una enorme sonrisa, palmeando el hombro de su hermano, que aunque no parecía decirlo, estaba sonriendo.
-         Tsk, genial.
Siendo envuelto por una gran cantidad de weres, conocidos y aquellos que no había terminado de conocer, todos me saludaban y me daban su bendición y bienvenida en la manada. Obviamente hubo algunos que supieron que no debían llamarme “hermana” o “hembra del Alfa”, porque valoraban sus miembros. Entre tanto ajetreo, algo llamo mi atención. Era leve, pero podía distinguirlo fácilmente. Inhalando profundamente, el aroma era el mismo, solo que más fuerte. Mi cuerpo se estremeció por la sensación que producía en mi cuerpo. No era como antes, ahora podía controlar las ansias de saltar en busca de la fuente. Pero podía sentir como mi pecho se agitaba por el aroma delicioso.
-         Huele a… sangre…. – las palabras salieron de mis labios, sin percatarme que todos los demás me escuchaban. El primero en reaccionar fue Alo, quien se giró hacia mí, tomándome del hombro.
-         ¿Qué?
-         Sangre… y es de… Abby… - tragué en seco al ver como la figura de Abby salía de uno de los pasillo, toda ensangrentada desde la parte media de su cuerpo. Todos gritaron, cubriéndose la boca. Alo corrió a socorrerla, tomándola entre sus brazos.
-         Alo, hermano – pronuncio Abby, seguido de un quejido de dolor, mostrándole una mancha de sangre en su mano de su vientre. Abby se desplomo en los brazos de su hermano. Cayendo inconsciente.
-         ¡no! ¡no! ¡Mason, ven acá! – el doctor hizo acto de presencia, viendo la herida. Asintió. Totalmente nervioso, más que nada por la mirada de Alo.
-         Dios, tráiganla a la enfermería. – indico Mason, mostrándoles el camino a los weres que tomaron a Abby entre sus brazos
-         ¿Qué hacemos con la impostora?
-         Llévenla a la prisión, me encargare de ella más tarde. – gruño molesto, haciendo que todos nos estremeciéramos ante su tono amenazador.
Siguiendo a Alo y al doctor Mason hasta la enfermería. El doctor corría de un lado a otro, Alo a un lado de su hermana, los weres la colocaron sobre la camilla, teniendo sumo cuidado.
Mason comenzó a revisar sus signos, su presión, limpiando la herida con gasas y alcohol, a lo cual Abby gruño por el ardor del líquido sobre su piel herida. La sostuvieron para que no se sacudiera y  no se lastimara aún más la herida.
-         La herida es muy profunda, creo que desgarro un órgano. Tal vez el intestino.
-         ¿Qué podemos hacer? Mason, por favor, no quiero perder a mi hermana. – Alo estaba llorando, tomando al doctor del cuello. Levantándolo, completamente dominado por los nervios. Mason tragó en seco, atemorizado. Alo se percató que lo estaba lastimando, así que lo bajo.
Apretando las manos, tensando todo mi cuerpo. Mi boca se abrió por si sola, acercándome a ellos. Lo que estaba a punto de hacer era lo más loco y arriesgado que jamás haya hecho. No sabía si funcionaria o no. Estaba apostándomelas a todas, a recibir un golpe de Alo o incluso a ser encerrado de por vida en la prisión, junto a la impostora.
Alo se giró hacia mí al notar mi presencia a un costado, tomando por la nuca a Abby, entrecerré los ojos. Su palpitar se hacía cada vez más débil. Solo tenía una oportunidad. Y no sabía si tendría éxito.
-         Y-Yo… puedo salvarla…
-         ¿Q-Qué?
-         Doctor Mason, usted lo sabe, ¿verdad? – le mire y el desvió la mirada lejos de mí, rascándose la nuca.
-         Yo… - mirándole fijamente, también Alo, él suspiro, derrotado – Algo. No estoy 100% seguro de ello.
-         ¿de qué están hablando? – intervino Alo en nuestro juego de miradas. Dirigiéndose a ambos.
-         Hay una forma de salvar a Abby, pero no estoy… - las manos de Alo me tomaron por los brazos, apretándome, me sacudió.
-         ¿una forma? ¿Cuál? Dímela. ¡Ahora!
-         Tranquilo. Primero, Doctor Mason, ¿cree que funcione?
-         No lo sé. Tal vez. Tu sangre sigue siendo un misterio para mí. Pero…
-         ¿Pero…?
-         Si mis teorías son correctas, una transfusión debería poder sanar el tejido interno. Pero también podría causar una mutación secundaria.
-         Ok, ¿de qué diablos están hablando? – me volvió a sacudir, pero me lo quite, apartándolo un poco con mis manos. Levantando la mirada para poder ver a Alo directamente, me lamí los labios, tomando una fuerte respiración.
-         Hay una forma de salvar a Abby, pero no estoy seguro que estés de acuerdo con ella. – tragué en seco, yendo de Alo a Mason.
-         ¿de qué hablas? ¿Cuál es?
-         Darle de mi sangre a Abby.
-         ¿Qué? ¿hablas en serio?
-         Es lo único que se me ocurre que la salve en su estado.
-         Pero… - antes de continuar, fui yo quien le intervino.
-         Tú me viste, Alo. Yo morí en ese bosque y ahora estoy aquí. – tomando su mano, la coloque sobre mi pecho, justo donde estaba mi corazón. Alo abrió los ojos cuando escucho el palpitar -  Toca, mi corazón sigue palpitando.
-         Abby…
-         Es tu decisión.
Randolph se habia quedado a organizar a todos para hacer el traslado de la Guarida y por lo que se escuchaba estaban ya en ello. Charlie y Kaden se encontraban en el marco de la enfermería, vigilando en caso de que algún otro impostor se encontrara en la Guarida. Los demás weres estaban dando vueltas por toda la Guarida, preparando todo para abandonar antes de que los vampiros llegaran. Se oían los fuertes gritos, ordenando y regañando, a algunos que no se daban prisa de Kadar.  No perdían ni un solo segundo.
La tensión en la habitación se volvía más fuerte con cada segundo que pasaba. Mientras escuchaba, porque me mantenía alerta a los signos de Abby, como iban volviéndose más lentos.  Alo trago en seco, pasando sus manos encima de sus cabellos. Golpeo la pared varias veces, maldiciendo a un millón de gente desconocida.
Finalmente se tranquilizó, tomando una fuerte bocanada de aire, lo vimos recomponerse en segundos. Retomando su postura normal. Nos miró, en especial a mí. Colocando su mano sobre mi hombro.
-         Hazlo, por favor.
-         ¿estás seguro?
-         No quiero perderla, por favor. Es mi hermana. No me importa cuál sea el método, no dejare que ella muera. Hazlo, Jason. – sus ojos se volvían vidriosos por la tenue capa de lágrimas, apretando los labios para contener el llanto que amenazaba con salir. Asentí en silencio, mirando al doctor.
-         Doctor Mason, ¿puede encargarse de la transfusión?
-         Por supuesto. Alo, será mejor que nos dejes un momento a solas.
-         Pero…
-         Nos encargaremos de Abby. Además, Randolph parece estar peor que todos nosotros. – indicándole que lo necesitaban al frente. Él asintió, muy a fuerzas.
-         Está bien. Regresare inmediatamente.
Viéndole desaparecer con los otros dos weres. El doctor Mason saco una pequeña agua y la clavo en mi brazo, yo sin ánimo de mirar mi propia sangre siendo extraída, trate de no prestarle tanta atención. El proceso no duro más de 3 minutos cuando termino. Entregándome un pequeño algodón, que coloque donde había pinchado mi vena.
Mientras le veía cambiar la bolsa de sangre por la mía. Aguarde en silencio, sintiendo un cosquilleo en las encías. La sangre comenzó a deslizarse por el pequeño conducto e ingresando al organismo de Abby, por el dorso de su mano. Replico un poco, pero después de unos segundos se tranquilizó. Esperamos.
-         ¿Cómo sobreviviste? – Mason se giró hacia mí, obviamente incomodo por el silencio y como buen hombre de ciencia, necesitaba responder cualquier cuestionamiento que venía a su cabeza. “Científicos” vienen en todos los tamaños, ¿no?
-         No lo sé. Lo único que recuerdo es el sonido de una voz en mi cabeza y después despertar a mitad del bosque.- el doctor me tomó de las manos, lo que provoco que le mirara un poco sorprendido. Él retrocedió un poco, disculpándose. Pero no calmo su curiosidad.
-          Jason, tu sangre es sorprendente. Mira que morir y volver a la vida en un día. ¿Cómo te sientes? ¿estás débil? ¿Qué me dices de tu cabeza, hay dolor? ¿y tu cuerpo?
-         Doctor Mason, son demasiadas preguntas.
-         Lo siento, me deje llevar.
-         Supongo que me siento un poco cansado. – tosiendo levemente, desviando la mirada de la suya, sintiendo el leve rubor en mis mejillas, rasque mi barbilla -  Tengo hambre.
-         ¿quieres que le pida a Olga que traiga algo para ti?
-         Ummm, no creo que estemos hablando de la misma comida. – levantando ambas cejas, mientras sus ojos se abrían aún más. Pareció entender mis palabras.
-         Oh, ya veo. Creo que tengo una muestra de sangre de uno de los miembros de la Guarida guardada aquí, ¿Qué te parece? – se levantó, yendo hacia donde guardaba una buena cantidad de sangre.
-         ¿está seguro? Digo, ¿no le da miedo?
-         Bueno, dado que te he catalogado como un sujeto “intermediario” no creo que tu alimentación deba sorprenderme. Analice tu sangre, eres como un laboratorio andante. Fascinante.
-         Wow, es la primera vez que me dicen algo así. No sé qué decir. - me la entregó, sin quitarme la mirada ni un solo segundo.
-         Toma. ¿está bien así? ¿deseas una pajilla? – lo mire, sin poder contener la sonrisa.
-         Vaya, me sorprende que pueda bromear.
-         Lo siento, tenía que hacerlo. – rodé los ojos. Rasgando el borde de la bolsa de sangre. El sabor llego rápido a mis papilas gustativas, degustándola hasta vaciar la bolsa. Trague lo último que quedaba en mi lengua. Lamiéndome los labios. Mason no dejaba de mirarme, lo cual solo provocaba que me pusiera más nervioso. No me había dado cuenta, me había puesto tan absorto en beber esa sangre que no había visto como me miraba el doctor. Solo le faltaba una libreta a un lado. Cambie el tema rápidamente.
-         ¿funcionara?
-         Tenemos que esperar a ver los resultados. Mientras tanto cambiare las gasas y limpiare la herida una vez más.
********************************************

[Celdas de la Guarida]

Hincado, con la cabeza gacha. La celda estaba muy asegurada. El were que me cuidaba estaba vigilante, sin quitarme el ojo de encima ni un segundo. Enarque una ceja, divertido.
Mirando los grilletes en mis manos, no pude sentirme menos impresionado.
Weres
Bufé. Al parecer, toda la manada de perros estaba alterada. Tal vez porque sabían que los vampiros llegarían en unos minutos.
-          “Ellos son importantes para mí. Así que no puedo permitirte que les hagas daño.”
-         “¿Eres feliz aquí?”
-         “Lo soy”
Trague en seco. Asintiendo en silencio. Si mi hermano deseaba vivir con los pulgosos, bien. No me opondría. Es más, tenía mi aprobación como hermano mayor. Podían ser perros, pero… tal vez lo cuidarían mejor que nuestro padre.
Yo no tenía derecho a oponerme a los deseos de Chris, Jason, como fuera ahora.
Los grilletes cayeron una vez que mis muñecas se hicieron más delgadas. La diferencia entre Ethan y yo, es que su cuerpo se vuelve sólido, el mío es completamente blando, como una gelatina que adopta cualquier forma. Por eso el tomar la apariencia de otros se me hace mucho más fácil.
Me levante del suelo. Y comencé a caminar, dando pasos largas, cuando mi cuerpo toco la superficie de los barrotes, la atravesó. No era una sensación agradable, pero logre salir fuera de la jaula. El were me miro, pero antes de dejarlo reaccionar, le aseste un golpe con el puño por debajo del mentón. Haciéndolo caer al suelo, inconsciente.
-         Lo siento, pero tengo cosas más importantes que quedarme encerrado en esta jaula. Nada personal.
Adoptando la forma del were, me mezcle con los demás weres, siendo empujado algunas veces. Nadie me prestaba atención. Cuando me acerque al túnel. Supe que solo tendría esta oportunidad.
Comencé a correr, escuchando el pitido de las alarmas encendiéndose. Las explosiones seguidas de estas mismas, haciendo colapsar los túneles. La red de bombas colocadas en los túneles se activó simultáneamente.
No era para atraparlos, ni nada parecido. Les daría tiempo. Así los vampiros no lograrían llegar antes de que lograran estar listos.
“Buena suerte, hermanito”

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Una explosión sacudió todo el lugar. Aferrándonos a lo primero que podíamos, me tambalee cuando el cuarto de le enfermería se sacudió, haciendo algunas cosas de los estantes caer. Me abalance sobre la camilla en la que descansaba Abby, protegiéndole de cualquier objeto que pudiera lastimarla. Un gabinete se cayó, partiéndose por la mitad, los fragmentos de cristal cayeron en mi espalda, pero no parecieron herirme, puesto que no sentí el dolor.  Mason se tambaleo, cayendo sobre su trasero.
Unos minutos después todo se estabilizo nuevamente. Las cosas dejaron de sacudirse. Pedazos de vidrio regados, al igual que demás utensilios y otras cosas, vendas.
Levantándome de encima de Abby, ayude a Mason a levantarse, dándole la mano.
-         ¿estás bien?
-         Tú… tienes algo en el hombro. –me señaló con el dedo. Me fije la dirección que apuntaba, un pequeño corte, nada profundo. El cristal seguía clavado en mi hombro. Sacándolo con mucho cuidado. Lo arroje a uno de los botes de basura. Haciendo una mueca de dolor por la leve herida. Mason corrió por el alcohol y gasas.
-         Tranquilo, no es nada grave, solo es… - el sonido de los pasos apresurados, nos giramos, encontrándonos con Randolph y Alo, ambos en el marco de la puerta con los rostros pálidos. Alo corrió hacia Abby, asegurándose que estaba bien. Randolph se acercó hacia mí, revisándome por todos lados. Sentí mis mejillas calentarse.
-         ¿Qué paso? ¡Jason! ¿Qué te paso?
-         Jason protegió a Abby.  – se adelantó Mason. Randolph sonrió, un tanto orgulloso.
-         ¿en serio? Gracias, Jason.
-         Somos familia, ¿no? – aunque sonaba un poco a burla, parte de ello era verdad.
-         Estas herido. – volví mi mirada hacia Randolph, quien aún no me soltaba. Es más, su tono se había vuelto más serio, un poco ronco. Notando que miraba mi hombro.
-         Ah, solo es un rasguño… - trate de decirle, pero Mason negó.
-         No creo que se refiera a tu hombro. Tu espalda esta…
Alargue mi mano para sentir donde ellos miraban, sintiendo algo húmedo. Cuando regresé mis dedos frente a mí, estaban manchados con un poco de sangre. ¿Cómo me había pasado sin sentirlo?
Antes de decir algo, Randolph me levanto del suelo, en brazos. Contra su pecho. Como si fuera un bebé. Dando grandes zancadas, nos las arreglamos para atravesar todo el largo pasillo hasta que dio un puntapié a la puerta y nos adentramos en la habitación.
Tan pronto como me deposito sobre la cama, Randolph se posiciono encima de mí.
Mis muñecas siendo atrapadas por la mano de Randolph, colocándose sobre mi cabeza, sintiendo sus dedos ir subiendo por encima de mi cintura, la piel de mi torso siendo descubierta, mientras esos largos y fuertes dedos la acariciaban, con sumo cuidado. Un leve gemido por el escalofrió de sus manos. Nunca nadie me había tocado así.  Sacándome la camisa, sus manos se detuvieron cuando fue a mi pantalón, dejándolo.
Era extraño, pero no me oponía a su toque, se sentía de alguna manera bien. Agradable. Liberándome de su agarre, envolví mis brazos alrededor de su cuello, sus manos bajando hasta mis caderas, acariciando mis piernas, las cuales pasaron a quedar a sus costados, alrededor de su cintura. Usando el agarre de mis piernas para hacerlo acercarse y romper la distancia, el enorme bulto debajo de su pantalón frotándose contra mi eje por encima de la ropa.
-         Ahhh…. – deje salir un gemido, encorvando la espalda. Sus labios besando mi mentón, dando leves mordidas a la piel de mi mandíbula.
Traté de alejarlo, al sentir su pecho presionándose contra el mío, sintiendo su respiración golpeando  mi rostro, sus brazos fuertes a mis costados, mientras sentía una ráfaga de calor emanando del cuerpo de Randolph. Tragué en seco, mi corazón latía tan rápido que podía escucharlo tamborileando en mis oídos.  Él se separó un poco, recostándome sobre la cama, mientras su cuerpo quedaba encima del mío.
Todo signo de oposición desapareció cuando sus labios se posaron sobre los míos, su lengua separo mis labios, adentrándose en mi boca. Mi lengua probó la suya, comenzando un frenesí en el que ambas se acariciaban, bailando de una manera coordinada. Todo mi cuerpo comenzó a reaccionar a su sabor.
Sus dedos acariciando mis brazos, deslizándose hasta alcanzar mi cuello, acercándome para profundizar el beso. Metiéndose entre mis piernas, yo le di acceso, añorando el contacto de nuestros cuerpos. Comenzó a frotarse suavemente, meciendo su cadera hacia adelante, la fricción de la mezclilla, provocando que mi miembro cobrara vida en cuestión de segundos, al igual que el suyo, en un segundo nuestros falos se frotaban por debajo de la ropa.
Ahogué un gemido, echando la cabeza hacia atrás, tratando de recuperar un poco de aire, Randolph aprovecho esto para hacerse con la piel de mi cuello, atacándolo con sus labios. Todo mi cuerpo se estremeció al sentir la humedad de su lengua recorrer mi piel, poniendo mi piel de gallina, alargue mis manos para envolver su cuello y acercar su boca a aquellos puntos que tanto deseaba fueran probados por él.
Se separó un poco, recostándome por completo sobre la cama, con sumo cuidado, sus ojos fijos en mí, podía sentir como me miraba muy detalladamente, bajando de la parte de mi cuello, por mi clavícula, besando el medio de mí pecho, deslizo su nariz, acariciando, hasta hacerse con mi pezón derecho. Estremeciéndome, todo mi cuerpo se dobló cuando sus labios lo apresaron, comenzando un jugueteo entre succionar, lamer y morder. Yo luchando fuertemente para no gritar a todo pulmón, solo apretaba los labios, meciendo mi cadera hacia adelante, ansioso, provocando que la bragueta de mi pantalón trajera un poco de alivio a mi miembro completamente excitado, el frotarme contra ella estaba produciendo dichos efectos.
Randolph se detuvo un poco, pasando su mano sobre mi cadera, mi vientre, adentrándose en mi pantalón, envolviendo sus dedos alrededor de mi erección. Gemí al sentir sus largos dedos comenzar a masajear mi pene, aliviando el dolor. Bajando la mirada, Randolph me miraba fijamente, mientras continuaba atacando mi pezón con su lengua. Ojos llenos de deseo y de un hambre voraz. Iba a ser devorado.
Notando aquel enorme bulto entre las piernas de Randolph frotándose contra mi muslo, mordiéndome el labio ante la ansiedad de poder tocarlo, lamí mis labios, sintiendo mi respiración agitada. Estaba a punto de llegar al clímax. Tratando de detenerlo, su lengua subió, dejando un rastro húmedo, hasta poder atacar la parte de debajo de mi mandíbula, dando suaves mordidas. Gemí, esta vez doble mi espalda en una curva, empujándome contra su mano. Grite mi liberación, jadeando y todo excitado, cuando cerré los ojos ante mi orgasmo, pequeños destellos en la oscuridad invadieron mi cerebro, apretando la sabana de la cama debajo de mí.
Viéndole lamer mi semen que había quedado entre sus dedos, intente detenerlo, pero el pareció degustarlo con su lengua. Sin dejar una pequeña gota en sus dedos. Su mano se colocó sobre mi mejilla, yo aun tratando de recomponerme por aquello, totalmente agitado, mi respiración descontrolada, podía sentir como mi corazón fuera a salirse de mi pecho. Me beso suavemente.
Comenzó a frotar su cabeza contra mi cuerpo, metiéndose entre mi hombro y mi cuello, olfateando, sin dejar de frotar su piel contra la mía. Era extraño, como si quisiera impregnarme con su aroma.
¿Cosa de weres?
Sintiendo su respiración caliente sobe mi hombro, la anticipación de que mi piel seria marcada por una serie de dientes caninos, retrocedí, asustado. Randolph me miro, apretando la mirada, él hizo lo mismo, conteniéndose un poco. Parecía estar luchando contra su interior.
-         Lo siento, no puedo contenerme… es tan… Jason… voy a explotar sino te toco…. Por favor – viéndolo apretar la mandíbula. Randolph no estaba peleando consigo mismo, sino con dos personas. Su yo humano y su yo animal. Alargue mi mano, hasta colocarla encima de su cabeza, acariciándole suavemente. Él me miro.
-         Hey, que lobo más gracioso… - tomando su rostro entre mis manos, lo acerque para depositar un casto beso sobre sus labios, recargando nuestras frentes, mirándonos fijamente.
-         Jason… no tienes que… - negué ante de dejarle continuar.
-         Está bien… hazlo… quiero hacerlo… antes de que me acobarde… - aunque trataba de sonar serio, mi voz se quebraba en algunas partes. Bueno. Era mi primera vez, así que ¿Por qué no estar un poco nervioso?
-         ¿seguro?
-         No, pero está bien. dime, ¿Qué cosas hacemos con total seguridad?
 Él sonrió, volviéndome a besar, solo que con más desesperación, atrapando mi labio superior. Lamio la forma de este y me acerco para profundizar el beso, metiendo su lengua, moviéndose al mismo paso, acariciándose mutuamente. Sus manos sobre mis caderas, bajando mi pantalón y mi ropa interior. Yo le ayude con la suya, quedando ambos completamente desnudos y erectos. Un tanto cohibido, por la diferencia de tamaños, Randolph parecía hipnotizado y no me despegaba la mirada, provocando en mi un leve sonrojo masivo y que mi miembro saltara, excitado por la atención.  Carraspeó un poco, acercándose para quedar a escasos centímetros de mi rostro.
-         Antes que se me olvide, quiero preguntarte algo. – su tono se volvió serio, por lo que me puse un poco nervioso.
-         ¿Q-Que cosa?
-         ¿has estado con un hombre antes?
-         ¿Qué? No.
-         ¿seguro?
-         Sí.
-         Felicidades
-         ¿Por qué?
-         Hoy será el día. – sonrió, siendo empujado contra la cama nuevamente. Esta vez Randolph pedía besos más demandantes, sin dejar de lamer cuanto podía. Introdujo sus dedos en mi boca. A lo que yo me dedique a lamerlos. No sabía que estábamos haciendo, pero toda inhibición había desaparecido. Lamiendo sus largos dedos, y entre estos. Gruño, mordiéndose el labio.
Finalmente estos dejaron mi boca y fueron hacia mis piernas, cuando sentí la presión de uno de ellos empujándose en mi entrada, me aferre a sus hombros, ahogando el gemido por la sensación en toda mi cadera.
Cuando el segundo dedo ingreso, estaba arañando la espalda de Randolph, mordiéndome el labio tan fuerte que sentí me lo fuera a desgarrar. Sintiendo como ambos se metían al mismo tiempo y luego uno entrada y el otro se quedaba a la mita, abriéndome en un movimiento de tijeras. Randolph me besaba para acallar y distraerme del dolor de estar siendo penetrado por sus dedos.
-         ¿puedo… meterlo? – me besaba, pero se las arregló para preguntar entre nuestras respiraciones agitadas. Asentí en silencio. Lamiendo mis labios, saboreando su sabor en mi boca.
Sintiendo como aquellos dos intrusos desaparecían y mi entrada aún quedaba dilatada. Algo más caliente y húmedo se froto contra ella, presionándose suavemente. Trague en seco, controlando mi respiración. Randolph depositando besos en mi cuello, sin dejar de mirar su objetivo, a lo mejor un poco nervioso de hacer un movimiento en falso.
Comenzó a empujarse suavemente, a lo que no pude evitar gruñir cuando su glande se comenzó a adentrar, abriéndome, deslizándose en mi interior. Creo que deje salir un pequeño quejido cuando lo sentí adentrarse por completo (solo la cabeza). Randolph espero unos momentos, besando mi cuello y susurrándome cosas al oído.
-         Tranquilo, si es mucho nos detendremos. No quiero lastimarte. Se supone que debe ser un acto de amor, no de dolor. Lo último que deseo es hacerte daño. ¿sí? – asentí en silencio.
Esperamos unos segundos antes de que pudiera darle el “adelante” y Randolph continuara con su labor, empujándose suavemente. Podía sentirlo, como su miembro palpitaba, era tan caliente, largo y grande. Mi entrada se estaba abriendo a su máxima capacidad, el dolor era diferente a todo aquel que hubiera experimentado antes. Cuando por fin sentí su vello púbico acariciar mi perineo, entendí que estaba completamente adentro.
Para relajarme, Randolph continuó acariciando mi cuerpo, lamiendo mis pezones, sobando mi espalda con sus fuertes manos, mis muslos, sin forzar su entrada a mi interior. Paciente.
Randolph se colocó erguido, aun dentro de mí, nuestras manos se entrelazaron, mirándome fijamente, un poco tímido, su boca entre abierta. Posándose sobre la mí, sus besos me volvían loco. Iba a derretirme por ellos.
-         Voy a moverme, ¿sí? – Randolph procuraba mi bienestar antes que su libido. Asentí, pidiendo por sus labios.
El primer empuje me causo un leve dolor en la cadera, y más cuando sentía como salía, hasta la mitad y volví a empujarse, metiéndose de una sola estocada. Gemí, mi voz siendo ahogada por nuestros labios. Apreté mis manos, enredando mis dedos en las manos de Randolph que me sujetaban a los costados de la cama, doblando mi cuerpo con cada embestida.
En cuestión de segundos, el dolor de ser penetrado comenzó a sentirse diferente. Una corriente recorriendo mi espina, mientras mis piernas se estremecían con cada embestida. El dolor paso a volverse placer, echando la cabeza hacia atrás, sin importarme nada. La habitación se llenó de gemidos, jadeos y el crujido de la cama mientras era empujada hacia adelante.
Su pene chocaba contra algo dentro de mí, que me hacía estremecer, aferrándome de las sabanas azul pálido de la cama de Randolph. La forma en que su cadera se movía hacia adelante y hacia atrás, produciendo más de un espasmo en todo mi cuerpo. Gimiendo y balanceando nuestros cuerpos. Presa del placer, cada musculo vibrando ante sus embestidas y sus manos que acariciaban mis costillas.
Podía sentir su mirada, penetrando cada una de mis mascaras. Aquellas que había creado para protegerme, estaban siendo destrozadas en un segundo.
-          ¿te gusta? – la pregunta era idiota, considerando que estaba gimiendo como loco. Todo mi cuerpo se sentía extraño, pero no malo, de alguna manera era agradable. Su lengua lamiendo mi cuello, me estremecí y apreté su miembro dentro de mí, él gruño por lo bajo y disminuyo la velocidad de sus embestidas.
-         Yo… no lo sé.  – agitado, mi voz entrecortada.
-         ¿Có-Cómo se siente?
-         Se siente… se siente genial… continua… ¡más!… ¡más profundo!
-         Dios… cuando lo dices así… pierdo el control…
Nuestras voces se escuchaban fuertes y claras, pero todo lo que importaba es que me estaba jodiendo hasta el cerebro, a lo cual no me oponía por ninguna razón. Mi cuerpo vibraba, y aunque al principio el dolor era intenso, se había vuelto placentero el sentirlo entrando y saliendo de mí, solo para embestir en mi interior, me aferraba a sus hombros, enredando mis brazos en su cuello, gimiendo y contorsionándome entre sus brazos. Sus brazos envolvían mi cadera, levantándome de la cama, para cargarme sobre su regazo, Randolph no dejaba de besarme, empujándome más contra su erección, me aferre a su cuerpo, sintiendo deslizarse más profundamente, todo su eje abriéndome, mientras mis piernas se mantenían envueltas como un candado. Las embestidas fueron en aumento. Mi miembro saltando entre nuestros vientres, escurriendo de pre-semen.
Nos mirábamos, mientras gemía gobernado por el placer, sus labios rojos y su respiración acelerada, simplemente avanzamos un poco y nuestras bocas se juntaron en un beso húmedo y caliente. Su lengua chocando contra la mía, era suave y su movimiento me hacía empujar mi erección contra su abdomen. Sus grandes manos subían y bajaban por mi espalda, ocasionalmente acariciando mis piernas. Disminuyendo el ritmo un momento.
Mi espalda tocó la parte suave de las sabanas y después de una larga respiración y de que Randolph se colocara encima de mí, apoyándose con los antebrazos volvió a retomar el ritmo de sus caderas, haciéndome gemir ante el brusco movimiento.
-         Randolph, yo… ¡Ahhh!... - gemí entre nuestras bocas, aferrándome a sus hombros, mientras volvió a eyacular en nuestros vientres. Estremeciéndome, apretando su miembro en mi interior. Randolph gruño bajo, sintiendo como su miembro se sacudía, una ráfaga de calor inundo mi interior, sintiendo su cuerpo temblar. Me di cuenta que se estaba viniendo dentro de mí. Llenándome con su semilla. Un leve escalofrió y un gemido ahogado ante la sensación húmeda y caliente.
Randolph se desplomo, cayendo sobre mi pecho. Envolví mis brazos alrededor de su cuello, aferrándolo contra mi cuerpo hasta que termino de venirse en mi interior. Nuestras respiraciones agitadas y sintiendo el corazón a punto de estallar. El estrechar su cuerpo con el mío se sentía tan bien. Entrecerré los ojos, besando sus cabellos.  Su cuerpo caliente cubriendo el mío.
-          Jason… te amo… - susurro en mi cuello. Tomando su rostro entre mis manos, lo obligue a mirarme directamente. Una tenue capa de sudor cubría su frente. Me mordí los labios, aun tratando de recobrar el aire perdido.
-         Dímelo otra vez. Por favor. – le bese en los labios.
-         Te amo, Jason. Te amo – después de eso nuestras bocas no pudieron volver a apartarse. Tensándome un poco, puesto que aun seguía dentro de mí. – ¿te lastime? ¿Qué tal?
-         Randolph, eso fue… perfecto – removiéndole los cabellos de la frente, mis extremidades se sentían entumecidas. Ni que decir de mis piernas.


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