Shinigami (Kuroko no Basket)

Shinigami (AoKuro)

Sinopsis:
Hay una sombra que me mira, me acecha. Sé que se encuentra ahí. Solo tengo una noche de vida y al menos tendré compañía. Es algo bueno, ¿no?
Aomine Daiki está muriendo, desde hace años que ha perdido la capacidad de caminar, su estado es deplorable. Sin esposa, sin familia, esta destinado a morir solo. Aunque puede que al menos aquel dios de la muerte pueda servir como un bálsamo para su soledad en aquella casa deshabitada.


Autor;
Amo lo sobrenatural. Es más, yo soy 100% sobrenatural, hasta mi nacimiento. Quería escribir desde hacía algún tiempo un fic AoKuro y se dio la idea de este fic. Lo iba a poner todo en un solo capítulo, pero me parecía mejor no congestionarlos. No durara mucho, puesto que es corto, espero que les guste.





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Capítulo 1 – Shinigami


“Shinigami: son los dioses que invitan a los seres humanos hacia la muerte, o inducen sentimientos de querer morir en los seres humanos. El término Shinigami no fue sino hasta varios siglos después asociado con estos seres, puesto que antes se consideraba shinigami al suicidio. Seres del inframundo que se encargan de encaminar las almas al purgatorio. Algunas veces, estas los devoran, de ahí mismo que los shinigamis sean considerados como demonios (akuma)”


Las luces de la vivienda estaban completamente apagadas. Parecía como si el lugar estuviera abandonado. Ventanas y puertas cerradas, a excepción del pequeño portón que chirriaba con cada brisa, culpa de las bisagras sin aceitar desde hacía años. Las ramas de los arboles proyectando sombras tenebrosas, no solo en el exterior, sino también en el interior, donde parecía que alguna de esas ramas fuera a tomarte de la pierna y jalarte con sus hermanas sombras.
El crujido de los pisos de madera y las ventanas agitándose por el viento. Era una noche perfecta para las sombras hambrientas.
Había tratado de dormirse desde hacía más de 2 horas y nada. Sentía más dolor de cabeza solo dándole vueltas al asunto. Mirando el techo de su habitación. Waka, la vecina que cuidaba de él, había salido por un encargo, así que estaba completamente solo. Con la oscuridad y el clima horrible que no dejaba de molestarle.
Detuvo sus pensamientos cuando escucho el sonido de pasos acercándose a través del pasillo.  Removiéndose de las sabanas que le cubrían, saliendo del futón. Tratando de incorporarse, falló y volvió a caer, golpeándose la mandíbula con el suelo. Su quejido ahogado por la intensa tos seca. Se dobló, tosiendo más fuerte, el dolor de toser hacia que tanto sus pulmones como su garganta ardieran como si le dieran a beber aguardiente.
-         ¡¡Waka!! ¿eres tú? – pregunto, pero no hubo respuesta. Solo más crujidos extraños. Gateando hacia atrás. Sintiendo cierto escalofrió, quería apartarse de la puerta. La cual se abrió, deslizándose.  Cerró los ojos, cubriéndose con los antebrazos, temeroso a que algo le saltara encima.
Pasaron los segundos. Abrió los ojos, encontrándose con nada. No había nada más que sombras. Dejo salir un suspiro. Ya estaba perdiendo la cabeza. Mira que imaginar que algo le saltara a mitad de la noche, siendo que es el único que vive en esa casa.
-         Tsk, maldito aire. – chasqueo la lengua. Arrojando una de las múltiples almohadas que le habían traído hacia el pasillo. Bufando.
Se recompuso, arreglándose la ropa. Cuando lo volvió a escuchar, aquel sonido, solo que esta vez fue más grave, tanto que habría jurado que le suspiraba de frente.
Aomine se quedó mirando fijo hacia el pasillo. Ahí no había nada, se decía a sí mismo. Entonces, ¿Por qué sentía las ansias de correr a toda marcha? Era un instinto que había desarrollado a lo largo de su vida, un sentido que te dice; “Peligroso, aléjate”.
Tratando de sonar razonable, se apoyó contra la pared, moviéndose lejos. Sin quitar la mirada del oscuro pasillo. Cuando algo se envolvió en su pierna, apretando.
Su cuerpo fue levantado en el aire, agitándose, como si de un muñeco de trapo se tratara. Su grito ahogado, cuando se estrelló contra el suelo. Doblando el cuerpo ante el inminente dolor de su espina.
Una figura encapuchada apareció a su lado, los pliegues de su túnica agitándose suavemente cuando este se movió delante suyo. Intentando decir algo, acallo al ver como del pasillo, unas largas manos atravesaban la pared, acercándose.
Cerró los ojos, perdiéndose, imaginando el final de su vida.
Sin prestar atención como aquella figura se encargaba de las sombras, agitando su larga guadaña en un movimiento en forma de abanico, haciéndolas retroceder. Hasta que el pasillo se vio completamente limpio de ellas. Haciendo desaparecer la guadaña en un cumulo de humo negro dentro de su túnica.
Aomine aún se mantenía cubriéndose, cerrando los ojos tan fuerte que parecía sus parpados fueran a sangrar. La sombra se acercó, inclinándose. Apartándole los brazos, para descubrirle el rostro. Tan pronto como lo hizo, el otro retrocedió, asestándole un golpe en el rostro. La figura retrocedió, quejándose.
-         Oh, maldición. ¡¡Me golpeaste el rostro!! ¡¡Mi rostro!! ¡¡Mi bello rostro!! ¡¡Argh!! – viéndolo llevar sus manos a su rostro y quejarse, negando. Detuvo su movimiento de dolor. Tomando el borde de su capucha y la removió, un cráneo oscuro, sin nada más que pequeñas sombras que emanaban como llamas de sus cuencas. Aomine tragó en seco, sintiendo como su respiración se detenía momentáneamente. Helándose. – bromeo, no tengo rostro – rio suavemente el cráneo. Dándole por su lado a la expresión pasmada del más alto.
-         Tu… cráneo… qué… llamas…
-         Así que incluso puedes ver mis llamas. Debes estar muy mal para eso.  – dijo, sin inmutarse, aunque claro, ¿Cómo podías darte cuenta de un cambio de humor sino tienes piel en el rostro?
El sujeto, fuera lo que fuera, lo levanto del suelo, cargándolo en sus brazos, que no eran más que simples huesos. Tan delgados. Lo deposito sobre el futón, palmeando la almohada para que no tuviera problema con ello. Aomine seguía perplejo, sin decir nada más que monosílabos de “yo”. Cubriéndole con la sabana, se dio cuenta que lo había regresado y que este se mantenía a tres metros alejado de él. De cuclillas, con las manos sobre su regazo (o algo así).
-         ¿Qui-Quién eres? – se atrevió a decir, tartamudeando un poco, pero sin dejar de sonar serio. La figura pareció entender sus palabras y se inclinó, hasta tocar el suelo con su frente.
-         Mucho gusto el finalmente conocerte, Aomine Daiki, yo no poseo un nombre mortal como tú, así que no puedo decirte como debas llamarte, incluso si lo hiciera seria innecesario puesto que tu hora ha llegado. – levantándose del suelo, ahora mirándole. Unos puntos rojos aparecieron en sus cuencas, tal vez para hacerle más fácil el poder seguir la conversación sin tener que fijarse demasiado en las llamas oscuras.
-         ¿a qué te refieres?
-         Aomine-kun, yo soy un shinigami y he venido a reclamar tu alma. Llevémonos bien hasta que mueras, ¿sí?


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