Shinigami - Parte 2
Capítulo 2 –
Recuerdos y conversaciones con mi nuevo inquilino.
Parte I
¿Había escuchado
bien? Se levantó de su lugar, mirándole fijamente. Aquel sujeto ¿había dicho
que iba a morir?
Shinigami,
resonaba en su cabeza fuertemente. Había escuchado de ellos. Muy pocas veces,
puesto que nadie que no tuviera el valor suficiente se atrevería a decirlo en
voz alta en medio del campo de batalla. Era como evocar a la misma muerte.
Los shinigamis, su
padre le había dicho siempre que en el campo de batalla estos solo esperaban,
pacientes, a ver quién de los dos equipos ganaba, después ellos se daban un festín
con sus almas. Devoraban con diversión, profanando los cadáveres, reclamándolos
como suyos y maldiciéndolos por toda la eternidad, privándolos de la reencarnación.
Trago en seco,
dándose cuenta que estaba sudando frio, su frente empapada. Sin nada con que
defenderse, mucho menos salir corriendo, que sería una estupidez considerando
su condición. Estaba indefenso, y solo. Nadie escucharía sus alaridos de dolor
si este optaba por divertirse.
-
¿Por qué yo?
– tartamudeo, aunque se las arregló para que no se le quebrara la voz.
-
Ummm, no es
nada en particular. Solo tu tiempo se acabó.
-
¿mi tiempo?
-
Hoy es tu última
noche. De acuerdo a mi señor, morirás
esta misma noche.
-
Debe haber
un error – intervino, pero al hacerlo, provoco que el shinigami se levantara,
unas grandes alas negras apareciendo desde su espalda, levantándose, mortales,
peligrosas. Aomine retrocedió, cubriéndose con el antebrazo al ver como las
llamas que envolvían su cráneo salían despedidas hasta el techo de la
habitación. La postura omnipotente del shinigami lo hacía sentir más pequeño,
insignificante ante aquel dios de la muerte.
-
¡Mi señor jamás
se equivoca, sucio mortal! Debería arrancarte los ojos y cortarte la lengua por
esas blasfemias que salen de tu boca.
-
… lo siento,
yo… - notando como el humano se atemorizaba, hasta el punto que parecía reacio
a darle la cara, el shinigami pareció suavizarse, las llamas que cubrían su
cráneo comenzaron a calmarse, regresando a su forma habitual. Las alas negras
de su espalda desapareciendo detrás de esta al comprimirse. Volviendo a ser una
simple calavera con una túnica encima.
Retomando su
postura sobre sus rodillas. Aomine trago en seco, viendo como el otro le
removía nuevamente la manta para que regresara al futón. Obedeciendo para no
hacerle enojar, se acomodó y fue cubierto por la manta hasta el cuello. Sin
bajar la guardia en ningún momento. El shinigami le miró fijamente, y después
de unos segundos abrió su mandíbula.
-
No importa.
Hoy morirás. Punto. – declaro. Dando por
terminada la conversación.
Notando como las
llamas emanaban de su cráneo. ¿Cómo era posible? Tragando en seco, Aomine se
atrevió a soltar su pregunta sin más, era un viejo habito el de no pensar antes
de hablar. Habito que le había costado más de una partida de boca por parte de
su padre o algún tipo en la calle.
-
¿no te
sientes molesto con tanto humo en tu cabeza? – tan pronto como los puntos rojos
de las cuencas de los ojos del shinigami se posaron sobre él deseo que la
tierra se lo tragara inmediatamente, sería menos doloroso por insultar a un
espíritu. Sin embargo el shinigami movió su cabeza varias veces, negando, en un
movimiento muy sutil.
-
No, es
normal. Todos mis hermanos shinigami son iguales.
-
¿todos?
-
Excepto
nuestro señor.
-
¿Cómo es el?
-
Fantástico.
No sabría describírtelo. Tu mente no podría imaginarlo.
-
¿me estas
subestimando? – levanto una ceja, notando como el Shinigami solo movía sus
hombros.
-
Solo digo lo
que es correcto.
-
… mátame de
una buena vez.
-
Aún no.
Esperemos.
*****************
Parte II
Pasaron 2 minutos.
5 minutos. 30 minutos. 1 hora entera. El shinigami no pudo más, estaba aburrido
de jugar a contar cuantos paneles tenía la pared y mucho más a hacer figuras
con su humo negro. Finalmente rompió el silencio. Atreviéndose a decir palabra.
-
¿tienes algo
de lo que arrepentirte? – soltó, viendo como el humano se giraba hacia él,
finalmente quitando la mirada del techo.
-
Ummm… -
dubitativo a soltar lengua, Aomine pareció pensárselo varias veces.
-
Oh, vamos.
Ya estas al final de la línea, tu orgullo no sirve de nada.
-
¿Por qué
preguntas?
-
Aburrimiento.
Me es aburrido el solo sentarme aquí y ver como tu vida se va pasando a mi
guadaña.
-
Tsk, no lo sé.
No.
-
¿en serio?
¿ninguno? – por vez primera el humano se levantó de la cama, sentándose.
-
¿De qué me
podría arrepentir? ¿eh? Vivo solo, jamás he necesitado de nadie, siempre he
sido yo contra el mundo. Si te refieres a los que he matado durante toda mi
vida, no, no me arrepiento. Lo hice en nombre de mi Lord, así como tú lo haces
por tu señor. Cada muerte fue hecha con honor y para salvarme el pellejo.
¿crees que no sé qué todos esos imbéciles que le sirven solo nos mandaban a
morir como perros?
-
Oh, parece
que alguien estallo. – iba a replicarle a esa calavera cuando una voz femenina
irrumpió su conversación, entrando sin anticipación, una mujer de mediana edad
ingreso en su habitación, hecha un remolino. El shinigami ni se inmuto un poco
por su presencia, solo se hizo a un lado, dejándola pasar.
-
¡¡Aomine-sama!!
¿está bien? perdone la demora, hubo un accidente en el camino. Creo que la
tormenta será más fuerte de lo que pensamos. El rio se desbordo y no hay forma
de pasarlo.- decía la mujer, toda agitada, con la respiración acelerada.
Parecía que le fuera a dar un ataque en cualquier momento. Las miradas de
Aomine y el shinigami se encontraron. Tomando a la mujer por los hombros, la
hizo girarse y le señalo al Dios de la muerte con la punta de su dedo.
-
Waka,
¿puedes ver eso? – esperando unos segundos. La mujer se giró a Aomine,
colocando su mano sobre su frente.
-
¿Qué cosa?
¿tiene fiebre otra vez? – el shinigami negó con la cabeza, metiendo sus manos
dentro de sus mangas, quedando frente a
su pecho.
-
Es inútil.
Solo quienes están al borde de la muerte pueden verme.
-
…
-
Siéntete
privilegiado, no todos los días ustedes, los humanos, pueden ver a un
shinigami.
-
Es broma,
¿verdad?
-
Al menos
entiendes mi sentido del humor.
-
Es de
muerte. – sintiendo la mano de la mujer sobre su mejilla, esta vez su expresión
preocupada lo tomo con la baja guardia.
-
¿Aomine-sama?
¿está bien?
-
Ah, sí. Solo
un pequeño desvarió.
-
Ya veo. Tal
vez sea mejor que le traiga su cena, para que así pueda tomar sus medicinas.
Viendo como la
mujer se levantaba y salía de la habitación, deslizando las puertas. Sus pasos
fueron haciéndose menos sonoros hasta que se perdieron al final del pasillo.
Aomine giro a ver al Shinigami que miraba
por donde había salido Waka con cierta curiosidad.
-
¿es una
familiar? Creí que habías dicho que no tenías familia
-
No la tengo.
Es la madre de un viejo amigo.
-
¿Viejo
amigo? ¿solo eso?
-
¿a qué te
refieres?
-
Aomine, yo sé
todo de ti. Desde que diste tu primer grito al salir del interior de tu madre,
hasta cuando te cortaste con la espada de tu padre en un intento de impresionar
a tus amigos.
-
¿Cómo…?
-
Lo sé todo.
-
¿entonces
por qué me preguntas si ya lo sabes?
-
Es mejor
cuando lo dice uno mismo, ¿no?
-
…
-
Bien, veo
que la conversación acabo.
-
Kuroko
Tetsuya.
-
¿Perdón?
-
Así se
llamaba mi amigo.
-
Oh, ya veo.
El hijo de Waka.
-
Kuroko
adopto el apellido de su padre, pero su madre no.
-
¿Por qué?
-
Era la
amante, no era algo bien visto.
-
…
-
Cuando tenía
4 años, nuestros padres nos presentaron. Tetsu era una cosa minúscula, primero
pensé que se trataba de una chica, pero luego de conocerlo mejor me di cuenta
que era un chico. Mi padre se encargaba de cuidar de él y su madre, puesto que
su padre estaba todo el tiempo trabajando para el Emperador, un diplomático muy
respetado.
-
Ya veo. Así
que una relación fuera del matrimonio no era bien vista, ¿verdad?
-
Así es. Sin
embargo él jamás se desocupaba de ellos. Hasta que la esposa se enteró y fue a
contra Waka-san. Se creó un gran problema para el padre de Tetsu, puesto que no
podían tener a un funcionario del Emperador teniendo semejantes amoríos. No era
un buen ejemplo.
-
¿Qué paso
después?
-
Kuroko-san
dejo a su esposa. Se divorciaron, pero se le prohibido el derecho de volver a
casarse. Aun así, el emperador se apiado de la criatura y le permitió otorgarle
su apellido a Tetsu, de esa manera la familia Kuroko seguiría existiendo y el
niño no sería un marginado.
-
¿eso basto?
-
Obviamente
no. Tanto Kuroko-san, como Waka-san fueron echados del pueblo y los obligaron a
vivir en una vieja choza a las afueras. Lo peor era para Tetsu, que tenía que
soportar los malos tratos de los demás chicos y ni mencionar a los adultos,
ellos eran crueles. Más de una vez me toco encontrarlo con los puños llenos de
sangre o siendo sermoneado por “robar”. Cuando podía lo defendía, aunque mi
madre se oponía y me daba mis buenas abanadas, mi padre solía defenderme
diciendo que “la injusticia no debía ser tolerada”. Aun así, Tetsu se seguía
llevando la peor parte de todo, siendo discriminado y molestado todos los días.
A veces me pregunto cómo soporto.
-
Suena duro.
¿Cuándo fue que te enamoraste de él?
-
¿Qué…? Eso
no… bueno… cuando teníamos 13 años.
-
Oh, la edad
de la madurez. Cuenta.
-
Para ese
entonces las cosas se habían aplacado un poco. No del todo, pero ya no era tan
grave. Yo había ingresado a las irlas de ejército del Emperador, con las
recomendaciones de mi familia y de mis maestros. Me gane un lugar entre los
mejores.
-
¿Qué hay de
Tetsuya?
-
Tetsu se había
quedado en la ciudad, ayudando a sus padres. Cuando su padre cayó enfermo, solo
fueron su madre y él. No podía abandonarla. Quería ser un buen hijo y cuidar de
ella. Tetsu era como una clase de ángel, nadie podía resistirse a él. Tenía una
sonrisa y una bondad para con todas las personas. No imagino haber conocido a
alguien que fuera como él. Nunca. Sin embargo, a pesar de tener una buena vida,
se sentía incómodo aquí. Como si faltara algo en su vida. Cuando finalmente
encontró la respuesta, vino a mi casa y me lo conto, su sueño más preciado, quería
estudiar medicina en la capital.
>>La situación
de los heridos en ese entonces era muy grave y nos hacía falta mucho personal médico.
Había sido testigo de los estragos de la guerra, al ver a hijos o padres
regresar en pequeñas cajas de madera o incluso solo sus uniformes, los que
tenían suerte, si se podía decir así,
regresaban defectuosos. Inútiles para la sociedad. Él quería ayudar, como su
padre, como yo lo hacía.
>>Lo
anime, diciéndole que si eso era lo que deseaba lo hiciera. Yo le apoyaría. Él
se tiró a mis brazos y caímos al suelo. Y paso. Su boca se juntó con la mía, no
lo planeamos, pero tampoco nos resistimos a no hacerlo. Esa fue la primera vez
que bese a alguien con tanta ansiedad. Te lo juro, sus labios eran tan…
deliciosos, que cuando nos dimos cuenta yo estaba encima de él, besando su boca
con tanta voracidad, que creo que incluso fui demasiado rudo con ese torpe
beso.
-
¿Inexperto?
-
Bueno, no. Había
besado a varias chicas en la capital, ya sabes, prostitutas de una noche, pero jamás
había besado a alguien como él.
-
¿Un chico?
-
No. Era
diferente, además de su sexo. Era como si siempre lo hubiera esperado. Como si
nosotros nos perteneciéramos el uno al otro. Aquella noche, fue la primera vez
que lo tome entre mis manos y lo poseí. Él me dejo entrar en él y así, tome su
virginidad. Nos conectamos, fue como si nos volviéramos uno solo. Su interior,
su cuerpo contra el mío, sus labios pronunciando mi nombre con tanta
desesperación. Maravilloso. Aunque no quería
hacerlo, a la mañana siguiente nos separamos, no sin antes darnos un beso más
corto.
>>Dos
semanas después, ambos partimos a la capital. Él fue acogido como asistente de
un viejo conocido de mi padre y yo regrese al campo de batalla. Así se volvió
nuestra rutina, cada vez que regresaba de una misión, iba a verlo al hospital,
lo esperaba hasta que terminara su turno y después nos íbamos a mi pieza, donde
nos desatábamos sin control, deseando el cuerpo ajeno. No recuerdo cuantas
veces lo hacíamos en una sola noche. Siempre aprovechamos esas pequeñas
oportunidades.
>>Pero
luego… los problemas. Las misiones se hicieron más largas y a veces regresaba más
herido. Él se preocupaba mas por mi salud, me pedía que lo dejara y que me
quedara en la ciudad.
-
Pero te
negabas ¿no?
-
Era como si
me pidiera renunciar a mi orgullo de hombre. No lo hice. Me enoje con él y partí
sin despedirme. Desde ese momento cree una brecha entre los dos. Tetsu siempre
me esperaba, oía que siempre iba a revisar las listas de defunción, pero jamás
me visitaba cuando estaba en la ciudad, se podría decir que me evitaba. Cuando
preguntaba por él en el hospital, siempre estaba ausente (mentira).
>>Y cuando
finalmente pude encararlo. No estaba solo, estaba junto a un extranjero, creo
que un compañero, no lo sé. Estaban muy felices, caminando a través del
mercado, mientras Tetsu no paraba de reír y dedicarle hermosas sonrisas al otro
tipo, que se lo comía con la mirada, la misma que yo conocía muy bien. No sé qué
me pasó, solo reaccione ante mis instintos y… golpee al hombre tan fuerte que
lo deje al borde de la muerte. Me salí de control. Fue la primera vez que vi a
Tetsu tan aterrado. Y era de mí.
>>Los
altos mandos no fueron clementes conmigo y me castigaron severamente. Por mi
estupidez, fui lanzado como carne para los perros. Me enviaron a las líneas más
peligrosas, aquellas llenas de asesinos y vagabundos, campesinos que solo
sabían usar un azadón y no una espada. Inútiles que no tenían nada que perder.
Pero yo no era como ellos. En poco tiempo, me las ingenie para sobresalir,
ganándome el sobrenombre de “Daiki la
bestia”. Nadie que conociera ese nombre se atrevía a levantar espada contra
mí y quienes lo intentaron, murieron en segundos. Gracias a ello, me devolvieron a las filas
principales, bajo el mando de uno de los principales Generales.
-
¿Y Tetsuya?
¿Qué fue de él?
-
No había
tenido ninguna noticia de él. Lo último que supe había sido que lo habían
integrado a la primera división, estábamos escasos de personal médico y todos
los que pudieran suturar una herida eran bien recibidos, con el fin de poder
salvar más soldados.
>>No
fue, sino hasta que paso ½ año que nos volvimos a encontrar. Uno de mis
compañeros había recibido un disparo en la pierna y necesitaba atención. Cuando
el medico nos recibió, te juro que parecía que me fuera a desmayar de la
impresión. No, literalmente, deje caer la pierna de mi amigo.
>>¡Dios!
No había cambiado en nada. No, si lo hizo. Se veía más hermoso que antes, pero
con ese nuevo aire adulto que le rodeaba, la madurez le sentaba bien, y aunque
nuestros ojos se encontraron, no presto demasiada atención y curo a mi amigo.
Tetsu creció, se volvió un gran hombre, era uno de los médicos principales y ejercía
con mucha dedicación. Y yo, bueno, yo seguía siendo un perro bajo el mando del
Emperador, un mercenario.
-
¿Hablaron?
-
Esa vez no.
No podíamos. En una de esas noches en que el fuego había cesado, estábamos
listos para regresar, así que me escabullí a su tienda de campaña y lo lleve
conmigo fuera, a una parte del bosque, solo así podíamos hablar en paz sin que
nadie interviniera. Pero ya ahí, nosotros dos solos, no pude contenerme. Sabrás
como reaccione, ¿verdad?
-
Me lo
imagino.
-
Lo abrace,
tan fuerte que no quería separarme. Como había soñado tantas veces volver a
tenerlo entre mis brazos, inhalar su aroma y sentir su cuerpo contra el mío. Creí
que me rechazaría, pero en su lugar, me correspondió. Entre lágrimas y
gimoteos, nos besamos, tocando lo más que podíamos, anhelando el tacto ajeno,
su cuerpo estremeciéndose ante mis dedos y mi lengua que no paraba de recorrer
su deliciosa piel. Hicimos el amor como
locos, deleitándome con su voz diciendo mi nombre repetidas veces, obligándolo
a pedirme por más, hasta colapsar. A la mañana siguiente, todo había
desaparecido. Esos meses desaparecieron, el incidente, la ausencia, y los
rencores.
>>Regresamos
a la capital y Tetsu se instaló en el hospital principal, ahora como un médico
en toda la palabra. Yo tome un permiso por 3 semanas, necesitaba arreglar unos
asuntos y dado que la guerra había parado, no tuve tanto problema para que me
lo dieran.
>>Aproveche
ese tiempo para regresar a casa y ver a mis padres. Recibiendo la peor de las
noticias, que ambos habían muerto. Ni siquiera había podido asistir a su
funeral. Solo me entregaron sus urnas con sus restos. Tetsu me acompaño en mi
dolor, dejando su puesto para ayudarme en la transición del luto.
>>Esos
días solo me levantaba de la cama, comía, hacia mis necesidades y regresaba a
la habitación. Incapaz de hacer nada productivo. Me sentía como el peor hijo. Y
sin embargo, Tetsu continuaba conmigo. Hasta que el cansancio comenzó a cobrarle
factura. No lo había notado hasta que le dio fiebre. Fatiga excesiva.
Alternando sus horas del trabajo en el hospital y la casa, cuidándome a mí. Era
obvio que enfermara.
>>Me
sentí como el más idiota del mundo y ahí, mientras él estaba recostado, con las
mejillas rojas por la fiebre, prometí
que lo protegería. Ahora él era mi única familia. Admitiéndole que lo único que
más me arrepentía cuando mis padres estaban en vida fue no haberlo presentado
para tener su aprobación. Él se rio y me beso, silenciándome. Diciéndome que no
importaba eso, mientras estuviéramos juntos.
>>Tuve
que regresar al campo, esta vez con la promesa de volver a salvo y de cumplir
mi parte de vivir juntos, y ayudarle a abrir su propia clínica en el pueblo.
Ese era nuestro sueño. Tetsu aceptó, diciéndome que mientras regresara vivo
sería suficiente. Éramos un par de tontos cursis. Pero lo amaba por amarme de
esa manera. Él cuidaba de mi corazón con tanta devoción. Él lo era todo para mí….
– notando el cambio en el humano. El shinigami se acercó, haciendo algo
impropio de él y lo consoló. Atrayéndolo contra su pecho, peinando sus cabellos
suavemente. Hasta que el otro pareció recobrar un poco más de su control.
-
Hey,
tranquilo. Sígueme contando, ¿Qué paso después? ¿Regresaste? - sintiendo como se apartaba y asentía en
silencio. Tomó una fuerte bocanada de aire y continúo.
-
Sí. Regrese.
Duro solo 2 meses esta vez. Casi todos mis compañeros fueron aniquilados. Yo
tuve “suerte” de no morir. Aunque me costó mis piernas. Sin embargo, durante
ese tiempo la capital también había sido atacada. En especial las fábricas y
muchos de los edificios del gobierno. Uno de ellos fue el hospital de Tetsu.
Cuando pregunte, solo me dijeron que mientras evacuaban, Tetsu ayudo a muchos a
salir, mucho antes de que la bomba cayera. Él regreso por unas cosas, pero no
tuvo tiempo de salir y todo el edificio colapso. – tenso su mandíbula, pero continuo. Con la
voz un poco quebrada.
>>Cuando
encontraron su cuerpo, notaron que había algo extraño debajo de él. Una niña.
Tetsu había protegido a la niña de morir aplastada, a expensas de su propia
vida. – Aomine estallo, golpeando el suelo con su puño cerrado. Notando la
pequeña y tenue capa de humedad en sus ojos, dándole un aspecto cristalino a
aquellos ojos azul metálico. No se acercó, dejándolo que lo externara - ¡¡Ese
idiota!! Arriesgando su vida por otros. Se suponía que debía cuidarse, lo
habíamos prometido, ¿no? Entonces, ¿Por qué no lo hizo? ¿Por qué? ¡Maldición!
>> Él
también me dejo atrás. Como todas las demás personas que quería. Dejándome otra
urna más para mi colección.
>> Me
dieron mi medalla por mi valentía y la placa con el nombre de Tetsu, en la que
remarcaban su valentía y su devoción por la profesión de salvar vidas. Hasta el final… ¡Idiotas! Qué iban a
saber ellos de salvar vidas.
*****************
Parte III
Después de ver como
Aomine se abría a su pasado, el shinigami ya no quiso continuar indagando más. Recordar
solo producía dolor en los humanos. Se sobresaltó al escuchar la voz de Aomine
salir de entre la nada, rompiendo su burbuja de pensamiento.
-
¿crees que
alguien me recordara? Más adelante.
-
… - lo
pensó. Indeciso si responder o no. Notando lo extraño que Aomine Daiki podía
ser. Cambiar de un estado a otro, preguntar e interactuar con un Dios de la
muerte como si nada. Si, definitivamente era extraño.
-
¿si sabes
que puedes contestar?
-
Lo siento,
me distraje pensando en algo.
-
¿Qué cosa?
-
Que eres
extraño. ¿para qué quieres ser recordado? Incluso aunque lo fueras, en algún
momento futuro, un samurái más fuerte, joven y valiente opacara la figura de
Aomin Daiki.
-
¿Por qué
piensas eso?
-
Los logros
que hacen los humanos en vida no valen demasiado si lo piensas un poco. Son
fáciles de eliminar. Ustedes no recuerdan la mayoría de su vida, nosotros los
shinigamis sí. Pero no porque queramos, estamos obligados a recordar todo.
cosa, persona, tiempo, incluso a los nuestros.
-
¿me
recordaras? – viéndole levantar una ceja, asintió.
-
Así es. Es
mi deber.
-
¿Qué fuiste
antes de ser un shinigami?
-
Ummm, eso
podría ser difícil de responder.
-
¿eh? ¿Por
qué? ¿no se te es permitido contar tu vida pasada como un humano?
-
No, no es
eso. Es solo que…
-
¿Qué cosa?
-
No lo
recuerdo.
-
¿a qué te
refieres?
-
Es…
complicado. Al parecer puedo recordar a quienes he visitado antes de darles el
beso de la muerte, pero… antes de despertar como un shinigami; nada.
-
Debe ser
duro.
-
Bueno, como
no recuerdo nada, no siento que deba sentirme mal por algo que desconozco.
-
Es un chiste
cruel, ¿no?
-
¿el qué?
-
Que puedas
recordar a los demás, pero no a ti mismo.
Pensándolo de una
manera mortal, podía ser algo cruel no tener ningún recuerdo pasado, pero para
él no era así. No le importaba recordar su pasado. No tenía esa necesidad de
indagar, ya no estaba en su naturaleza. Además, de qué le serviría recordar,
ahora era un shinigami, un Dios de la muerte que recolecta almas. Eso era todo.
-
Me gustaría verlo
una última vez.
-
¿A Tetsuya?
-
Así es.
-
Puedes. Si
es tu último deseo.
-
¿Cómo?
-
…
El shinigami no respondió,
simplemente se limitó a mirarle. Suspirando. Cubrió su cráneo con la túnica, un
pequeño humo comenzó a salir en cuestión de minutos. Aomine se sorprendió por
ello y lo miro. El shinigami se encorvo, apoyando la frente contra el suelo,
mientras escuchaba los leves quejidos, retorciéndose.
Cuando finalmente
el shinigami dejo de retorcerse en el suelo, Aomine pudo ver como un par de
labios rosados se dejaba entrever por la mitad de la capucha. Removiéndola por
completo. Casi se ahoga, de no ser porque su cerebro estaba trabajando a
velocidad tortuga.
Su Tetsu, ahí, viéndole
fijamente.
-
Tets- -
sintiendo un dedo posarse sobre sus labios, Aomine levanto la vista al dueño. Parecía
el mismo, pero no lo era. Seguía siendo una ilusión.
-
No. No lo
digas. Sabes muy bien que no soy él. Solo te permito ver aquello que tanto amas
una última vez.
-
Gracias. – dijo, sintiendo sus ojos arder. Paso su
dorso encima de sus parpados, frotándolos antes de que las lágrimas salieran,
sonriendo. El shinigami se quedó quieto, mirándole.
-
Aomine
Daiki, eres un sujeto muy interesante. Ojala hubiéramos tenido más tiempo, pero
el sueño termina aquí. – los largos
dedos se colocaron encima de mí, obligándome a recostarme sobre el futón. Sintiendo
el peso del shinigami encima mío.
Trago en seco,
controlando su respiración. Quería morir estando tranquilo y no acobardado.
Viendo como el
shinigami se inclinaba sobre él, sus labios posándose sobre los suyos, en un
beso sin morbo y sin nada más que el simple contacto. Se sorprendió un poco
puesto que esperaba sentir un frio perpetuo. Eran cálidos, a pesar de ser un
ente roba almas, tenía calor corporal. Sintiendo el roce suave y delicado de
aquellos labios y como el aire de su pecho era extraído, podía sentir como un
dolor recorría cada una de sus células. Era como si toda vida en él estuviera
siendo extraída con un simple suspiro. Como si todo se fuera quedando dormido,
petrificado en ese segundo.
Entrecerró los ojos
y se dejó llevar. El dolor fue desapareciendo, al igual que su capacidad de
moverse. Su corazón se fue haciendo más lento, hasta que finalmente se detuvo y
el shinigami se apartó lentamente. Dejando el cuerpo sin vida reposar en paz. Lo
acomodo y le cubrió con la manta, peinando sus cabellos.
“Adiós, Aomine Daiki. Gracias por vivir”
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