Shinigami - Parte 2

Capítulo 2 – Recuerdos y conversaciones con mi nuevo inquilino.

Parte I
¿Había escuchado bien? Se levantó de su lugar, mirándole fijamente. Aquel sujeto ¿había dicho que iba a morir?
Shinigami, resonaba en su cabeza fuertemente. Había escuchado de ellos. Muy pocas veces, puesto que nadie que no tuviera el valor suficiente se atrevería a decirlo en voz alta en medio del campo de batalla. Era como evocar a la misma muerte.
Los shinigamis, su padre le había dicho siempre que en el campo de batalla estos solo esperaban, pacientes, a ver quién de los dos equipos ganaba, después ellos se daban un festín con sus almas. Devoraban con diversión, profanando los cadáveres, reclamándolos como suyos y maldiciéndolos por toda la eternidad, privándolos de la reencarnación.
Trago en seco, dándose cuenta que estaba sudando frio, su frente empapada. Sin nada con que defenderse, mucho menos salir corriendo, que sería una estupidez considerando su condición. Estaba indefenso, y solo. Nadie escucharía sus alaridos de dolor si este optaba por divertirse.
-         ¿Por qué yo? – tartamudeo, aunque se las arregló para que no se le quebrara la voz.
-         Ummm, no es nada en particular. Solo tu tiempo se acabó.
-         ¿mi tiempo?
-         Hoy es tu última noche. De acuerdo a  mi señor, morirás esta misma noche.
-         Debe haber un error – intervino, pero al hacerlo, provoco que el shinigami se levantara, unas grandes alas negras apareciendo desde su espalda, levantándose, mortales, peligrosas. Aomine retrocedió, cubriéndose con el antebrazo al ver como las llamas que envolvían su cráneo salían despedidas hasta el techo de la habitación. La postura omnipotente del shinigami lo hacía sentir más pequeño, insignificante ante aquel dios de la muerte.
-         ¡Mi señor jamás se equivoca, sucio mortal! Debería arrancarte los ojos y cortarte la lengua por esas blasfemias que salen de tu boca.
-         … lo siento, yo… - notando como el humano se atemorizaba, hasta el punto que parecía reacio a darle la cara, el shinigami pareció suavizarse, las llamas que cubrían su cráneo comenzaron a calmarse, regresando a su forma habitual. Las alas negras de su espalda desapareciendo detrás de esta al comprimirse. Volviendo a ser una simple calavera con una túnica encima.
Retomando su postura sobre sus rodillas. Aomine trago en seco, viendo como el otro le removía nuevamente la manta para que regresara al futón. Obedeciendo para no hacerle enojar, se acomodó y fue cubierto por la manta hasta el cuello. Sin bajar la guardia en ningún momento. El shinigami le miró fijamente, y después de unos segundos abrió su mandíbula.
-         No importa. Hoy morirás. Punto.  – declaro. Dando por terminada la conversación.
Notando como las llamas emanaban de su cráneo. ¿Cómo era posible? Tragando en seco, Aomine se atrevió a soltar su pregunta sin más, era un viejo habito el de no pensar antes de hablar. Habito que le había costado más de una partida de boca por parte de su padre o algún tipo en la calle.
-         ¿no te sientes molesto con tanto humo en tu cabeza? – tan pronto como los puntos rojos de las cuencas de los ojos del shinigami se posaron sobre él deseo que la tierra se lo tragara inmediatamente, sería menos doloroso por insultar a un espíritu. Sin embargo el shinigami movió su cabeza varias veces, negando, en un movimiento muy sutil.
-         No, es normal. Todos mis hermanos shinigami son iguales.
-         ¿todos?
-         Excepto nuestro señor.
-         ¿Cómo es el?
-         Fantástico. No sabría describírtelo. Tu mente no podría imaginarlo.
-         ¿me estas subestimando? – levanto una ceja, notando como el Shinigami solo movía sus hombros.
-         Solo digo lo que es correcto.
-         … mátame de una buena vez.
-         Aún no. Esperemos.
*****************

Parte II
Pasaron 2 minutos. 5 minutos. 30 minutos. 1 hora entera. El shinigami no pudo más, estaba aburrido de jugar a contar cuantos paneles tenía la pared y mucho más a hacer figuras con su humo negro. Finalmente rompió el silencio. Atreviéndose a decir palabra.
-         ¿tienes algo de lo que arrepentirte? – soltó, viendo como el humano se giraba hacia él, finalmente quitando la mirada del techo.
-         Ummm… - dubitativo a soltar lengua, Aomine pareció pensárselo varias veces.
-         Oh, vamos. Ya estas al final de la línea, tu orgullo no sirve de nada.
-         ¿Por qué preguntas?
-         Aburrimiento. Me es aburrido el solo sentarme aquí y ver como tu vida se va pasando a mi guadaña.
-         Tsk, no lo sé. No.
-         ¿en serio? ¿ninguno? – por vez primera el humano se levantó de la cama, sentándose.
-         ¿De qué me podría arrepentir? ¿eh? Vivo solo, jamás he necesitado de nadie, siempre he sido yo contra el mundo. Si te refieres a los que he matado durante toda mi vida, no, no me arrepiento. Lo hice en nombre de mi Lord, así como tú lo haces por tu señor. Cada muerte fue hecha con honor y para salvarme el pellejo. ¿crees que no sé qué todos esos imbéciles que le sirven solo nos mandaban a morir como perros?
-         Oh, parece que alguien estallo. – iba a replicarle a esa calavera cuando una voz femenina irrumpió su conversación, entrando sin anticipación, una mujer de mediana edad ingreso en su habitación, hecha un remolino. El shinigami ni se inmuto un poco por su presencia, solo se hizo a un lado, dejándola pasar.
-         ¡¡Aomine-sama!! ¿está bien? perdone la demora, hubo un accidente en el camino. Creo que la tormenta será más fuerte de lo que pensamos. El rio se desbordo y no hay forma de pasarlo.- decía la mujer, toda agitada, con la respiración acelerada. Parecía que le fuera a dar un ataque en cualquier momento. Las miradas de Aomine y el shinigami se encontraron. Tomando a la mujer por los hombros, la hizo girarse y le señalo al Dios de la muerte con la punta de su dedo.
-         Waka, ¿puedes ver eso? – esperando unos segundos. La mujer se giró a Aomine, colocando su mano sobre su frente.
-         ¿Qué cosa? ¿tiene fiebre otra vez? – el shinigami negó con la cabeza, metiendo sus manos dentro de sus mangas, quedando frente  a su pecho.
-         Es inútil. Solo quienes están al borde de la muerte pueden verme.
-        
-         Siéntete privilegiado, no todos los días ustedes, los humanos, pueden ver a un shinigami.
-         Es broma, ¿verdad?
-         Al menos entiendes mi sentido del humor.
-         Es de muerte. – sintiendo la mano de la mujer sobre su mejilla, esta vez su expresión preocupada lo tomo con la baja guardia.
-         ¿Aomine-sama? ¿está bien?
-         Ah, sí. Solo un pequeño desvarió.
-         Ya veo. Tal vez sea mejor que le traiga su cena, para que así pueda tomar sus medicinas.
Viendo como la mujer se levantaba y salía de la habitación, deslizando las puertas. Sus pasos fueron haciéndose menos sonoros hasta que se perdieron al final del pasillo. Aomine giro a ver al Shinigami que miraba  por donde había salido Waka con cierta curiosidad.
-         ¿es una familiar? Creí que habías dicho que no tenías familia
-         No la tengo. Es la madre de un viejo amigo.
-         ¿Viejo amigo? ¿solo eso?
-         ¿a qué te refieres?
-         Aomine, yo sé todo de ti. Desde que diste tu primer grito al salir del interior de tu madre, hasta cuando te cortaste con la espada de tu padre en un intento de impresionar a tus amigos.
-         ¿Cómo…?
-         Lo sé todo.
-         ¿entonces por qué me preguntas si ya lo sabes?
-         Es mejor cuando lo dice uno mismo, ¿no?
-        
-         Bien, veo que la conversación acabo.
-         Kuroko Tetsuya.
-         ¿Perdón?
-         Así se llamaba mi amigo.
-         Oh, ya veo. El hijo de Waka.
-         Kuroko adopto el apellido de su padre, pero su madre no.
-         ¿Por qué?
-         Era la amante, no era algo bien visto.
-        
-         Cuando tenía 4 años, nuestros padres nos presentaron. Tetsu era una cosa minúscula, primero pensé que se trataba de una chica, pero luego de conocerlo mejor me di cuenta que era un chico. Mi padre se encargaba de cuidar de él y su madre, puesto que su padre estaba todo el tiempo trabajando para el Emperador, un diplomático muy respetado.
-         Ya veo. Así que una relación fuera del matrimonio no era bien vista, ¿verdad?
-         Así es. Sin embargo él jamás se desocupaba de ellos. Hasta que la esposa se enteró y fue a contra Waka-san. Se creó un gran problema para el padre de Tetsu, puesto que no podían tener a un funcionario del Emperador teniendo semejantes amoríos. No era un buen ejemplo.
-         ¿Qué paso después?
-         Kuroko-san dejo a su esposa. Se divorciaron, pero se le prohibido el derecho de volver a casarse. Aun así, el emperador se apiado de la criatura y le permitió otorgarle su apellido a Tetsu, de esa manera la familia Kuroko seguiría existiendo y el niño no sería un marginado.
-         ¿eso basto?
-         Obviamente no. Tanto Kuroko-san, como Waka-san fueron echados del pueblo y los obligaron a vivir en una vieja choza a las afueras. Lo peor era para Tetsu, que tenía que soportar los malos tratos de los demás chicos y ni mencionar a los adultos, ellos eran crueles. Más de una vez me toco encontrarlo con los puños llenos de sangre o siendo sermoneado por “robar”. Cuando podía lo defendía, aunque mi madre se oponía y me daba mis buenas abanadas, mi padre solía defenderme diciendo que “la injusticia no debía ser tolerada”. Aun así, Tetsu se seguía llevando la peor parte de todo, siendo discriminado y molestado todos los días. A veces me pregunto cómo soporto.
-         Suena duro. ¿Cuándo fue que te enamoraste de él?
-         ¿Qué…? Eso no… bueno… cuando teníamos 13 años.
-         Oh, la edad de la madurez. Cuenta.
-         Para ese entonces las cosas se habían aplacado un poco. No del todo, pero ya no era tan grave. Yo había ingresado a las irlas de ejército del Emperador, con las recomendaciones de mi familia y de mis maestros. Me gane un lugar entre los mejores.
-         ¿Qué hay de Tetsuya?
-         Tetsu se había quedado en la ciudad, ayudando a sus padres. Cuando su padre cayó enfermo, solo fueron su madre y él. No podía abandonarla. Quería ser un buen hijo y cuidar de ella. Tetsu era como una clase de ángel, nadie podía resistirse a él. Tenía una sonrisa y una bondad para con todas las personas. No imagino haber conocido a alguien que fuera como él. Nunca. Sin embargo, a pesar de tener una buena vida, se sentía incómodo aquí. Como si faltara algo en su vida. Cuando finalmente encontró la respuesta, vino a mi casa y me lo conto, su sueño más preciado, quería estudiar medicina en la capital.
>>La situación de los heridos en ese entonces era muy grave y nos hacía falta mucho personal médico. Había sido testigo de los estragos de la guerra, al ver a hijos o padres regresar en pequeñas cajas de madera o incluso solo sus uniformes, los que tenían suerte, si se podía decir así, regresaban defectuosos. Inútiles para la sociedad. Él quería ayudar, como su padre, como yo lo hacía.
>>Lo anime, diciéndole que si eso era lo que deseaba lo hiciera. Yo le apoyaría. Él se tiró a mis brazos y caímos al suelo. Y paso. Su boca se juntó con la mía, no lo planeamos, pero tampoco nos resistimos a no hacerlo. Esa fue la primera vez que bese a alguien con tanta ansiedad. Te lo juro, sus labios eran tan… deliciosos, que cuando nos dimos cuenta yo estaba encima de él, besando su boca con tanta voracidad, que creo que incluso fui demasiado rudo con ese torpe beso.
-         ¿Inexperto?
-         Bueno, no. Había besado a varias chicas en la capital, ya sabes, prostitutas de una noche, pero jamás había besado a alguien como él.
-         ¿Un chico?
-         No. Era diferente, además de su sexo. Era como si siempre lo hubiera esperado. Como si nosotros nos perteneciéramos el uno al otro. Aquella noche, fue la primera vez que lo tome entre mis manos y lo poseí. Él me dejo entrar en él y así, tome su virginidad. Nos conectamos, fue como si nos volviéramos uno solo. Su interior, su cuerpo contra el mío, sus labios pronunciando mi nombre con tanta desesperación.  Maravilloso. Aunque no quería hacerlo, a la mañana siguiente nos separamos, no sin antes darnos un beso más corto.
>>Dos semanas después, ambos partimos a la capital. Él fue acogido como asistente de un viejo conocido de mi padre y yo regrese al campo de batalla. Así se volvió nuestra rutina, cada vez que regresaba de una misión, iba a verlo al hospital, lo esperaba hasta que terminara su turno y después nos íbamos a mi pieza, donde nos desatábamos sin control, deseando el cuerpo ajeno. No recuerdo cuantas veces lo hacíamos en una sola noche. Siempre aprovechamos esas pequeñas oportunidades.
>>Pero luego… los problemas. Las misiones se hicieron más largas y a veces regresaba más herido. Él se preocupaba mas por mi salud, me pedía que lo dejara y que me quedara en la ciudad.
-         Pero te negabas ¿no?
-         Era como si me pidiera renunciar a mi orgullo de hombre. No lo hice. Me enoje con él y partí sin despedirme. Desde ese momento cree una brecha entre los dos. Tetsu siempre me esperaba, oía que siempre iba a revisar las listas de defunción, pero jamás me visitaba cuando estaba en la ciudad, se podría decir que me evitaba. Cuando preguntaba por él en el hospital, siempre estaba ausente (mentira).
>>Y cuando finalmente pude encararlo. No estaba solo, estaba junto a un extranjero, creo que un compañero, no lo sé. Estaban muy felices, caminando a través del mercado, mientras Tetsu no paraba de reír y dedicarle hermosas sonrisas al otro tipo, que se lo comía con la mirada, la misma que yo conocía muy bien. No sé qué me pasó, solo reaccione ante mis instintos y… golpee al hombre tan fuerte que lo deje al borde de la muerte. Me salí de control. Fue la primera vez que vi a Tetsu tan aterrado. Y era de mí.
>>Los altos mandos no fueron clementes conmigo y me castigaron severamente. Por mi estupidez, fui lanzado como carne para los perros. Me enviaron a las líneas más peligrosas, aquellas llenas de asesinos y vagabundos, campesinos que solo sabían usar un azadón y no una espada. Inútiles que no tenían nada que perder. Pero yo no era como ellos. En poco tiempo, me las ingenie para sobresalir, ganándome el sobrenombre de “Daiki la bestia”. Nadie que conociera ese nombre se atrevía a levantar espada contra mí y quienes lo intentaron, murieron en segundos.  Gracias a ello, me devolvieron a las filas principales, bajo el mando de uno de los principales Generales.
-         ¿Y Tetsuya? ¿Qué fue de él?
-         No había tenido ninguna noticia de él. Lo último que supe había sido que lo habían integrado a la primera división, estábamos escasos de personal médico y todos los que pudieran suturar una herida eran bien recibidos, con el fin de poder salvar más soldados.
>>No fue, sino hasta que paso ½ año que nos volvimos a encontrar. Uno de mis compañeros había recibido un disparo en la pierna y necesitaba atención. Cuando el medico nos recibió, te juro que parecía que me fuera a desmayar de la impresión. No, literalmente, deje caer la pierna de mi amigo.
>>¡Dios! No había cambiado en nada. No, si lo hizo. Se veía más hermoso que antes, pero con ese nuevo aire adulto que le rodeaba, la madurez le sentaba bien, y aunque nuestros ojos se encontraron, no presto demasiada atención y curo a mi amigo. Tetsu creció, se volvió un gran hombre, era uno de los médicos principales y ejercía con mucha dedicación. Y yo, bueno, yo seguía siendo un perro bajo el mando del Emperador, un mercenario.
-         ¿Hablaron?
-         Esa vez no. No podíamos. En una de esas noches en que el fuego había cesado, estábamos listos para regresar, así que me escabullí a su tienda de campaña y lo lleve conmigo fuera, a una parte del bosque, solo así podíamos hablar en paz sin que nadie interviniera. Pero ya ahí, nosotros dos solos, no pude contenerme. Sabrás como reaccione, ¿verdad?
-         Me lo imagino.
-         Lo abrace, tan fuerte que no quería separarme. Como había soñado tantas veces volver a tenerlo entre mis brazos, inhalar su aroma y sentir su cuerpo contra el mío. Creí que me rechazaría, pero en su lugar, me correspondió. Entre lágrimas y gimoteos, nos besamos, tocando lo más que podíamos, anhelando el tacto ajeno, su cuerpo estremeciéndose ante mis dedos y mi lengua que no paraba de recorrer su  deliciosa piel. Hicimos el amor como locos, deleitándome con su voz diciendo mi nombre repetidas veces, obligándolo a pedirme por más, hasta colapsar. A la mañana siguiente, todo había desaparecido. Esos meses desaparecieron, el incidente, la ausencia, y los rencores.
>>Regresamos a la capital y Tetsu se instaló en el hospital principal, ahora como un médico en toda la palabra. Yo tome un permiso por 3 semanas, necesitaba arreglar unos asuntos y dado que la guerra había parado, no tuve tanto problema para que me lo dieran.
>>Aproveche ese tiempo para regresar a casa y ver a mis padres. Recibiendo la peor de las noticias, que ambos habían muerto. Ni siquiera había podido asistir a su funeral. Solo me entregaron sus urnas con sus restos. Tetsu me acompaño en mi dolor, dejando su puesto para ayudarme en la transición del luto.
>>Esos días solo me levantaba de la cama, comía, hacia mis necesidades y regresaba a la habitación. Incapaz de hacer nada productivo. Me sentía como el peor hijo. Y sin embargo, Tetsu continuaba conmigo. Hasta que el cansancio comenzó a cobrarle factura. No lo había notado hasta que le dio fiebre. Fatiga excesiva. Alternando sus horas del trabajo en el hospital y la casa, cuidándome a mí. Era obvio que enfermara.
>>Me sentí como el más idiota del mundo y ahí, mientras él estaba recostado, con las mejillas rojas por la fiebre,  prometí que lo protegería. Ahora él era mi única familia. Admitiéndole que lo único que más me arrepentía cuando mis padres estaban en vida fue no haberlo presentado para tener su aprobación. Él se rio y me beso, silenciándome. Diciéndome que no importaba eso, mientras estuviéramos juntos.
>>Tuve que regresar al campo, esta vez con la promesa de volver a salvo y de cumplir mi parte de vivir juntos, y ayudarle a abrir su propia clínica en el pueblo. Ese era nuestro sueño. Tetsu aceptó, diciéndome que mientras regresara vivo sería suficiente. Éramos un par de tontos cursis. Pero lo amaba por amarme de esa manera. Él cuidaba de mi corazón con tanta devoción. Él lo era todo para mí…. – notando el cambio en el humano. El shinigami se acercó, haciendo algo impropio de él y lo consoló. Atrayéndolo contra su pecho, peinando sus cabellos suavemente. Hasta que el otro pareció recobrar un poco más de su control.
-         Hey, tranquilo. Sígueme contando, ¿Qué paso después? ¿Regresaste?  - sintiendo como se apartaba y asentía en silencio. Tomó una fuerte bocanada de aire y continúo.
-         Sí. Regrese. Duro solo 2 meses esta vez. Casi todos mis compañeros fueron aniquilados. Yo tuve “suerte” de no morir. Aunque me costó mis piernas. Sin embargo, durante ese tiempo la capital también había sido atacada. En especial las fábricas y muchos de los edificios del gobierno. Uno de ellos fue el hospital de Tetsu. Cuando pregunte, solo me dijeron que mientras evacuaban, Tetsu ayudo a muchos a salir, mucho antes de que la bomba cayera. Él regreso por unas cosas, pero no tuvo tiempo de salir y todo el edificio colapso.  – tenso su mandíbula, pero continuo. Con la voz un poco quebrada.
>>Cuando encontraron su cuerpo, notaron que había algo extraño debajo de él. Una niña. Tetsu había protegido a la niña de morir aplastada, a expensas de su propia vida. – Aomine estallo, golpeando el suelo con su puño cerrado. Notando la pequeña y tenue capa de humedad en sus ojos, dándole un aspecto cristalino a aquellos ojos azul metálico. No se acercó, dejándolo que lo externara - ¡¡Ese idiota!! Arriesgando su vida por otros. Se suponía que debía cuidarse, lo habíamos prometido, ¿no? Entonces, ¿Por qué no lo hizo? ¿Por qué? ¡Maldición!
>> Él también me dejo atrás. Como todas las demás personas que quería. Dejándome otra urna más para mi colección.
>> Me dieron mi medalla por mi valentía y la placa con el nombre de Tetsu, en la que remarcaban su valentía y su devoción por la profesión de salvar vidas. Hasta el final… ¡Idiotas! Qué iban a saber ellos de salvar vidas.

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Parte III
Después de ver como Aomine se abría a su pasado, el shinigami ya no quiso continuar indagando más. Recordar solo producía dolor en los humanos. Se sobresaltó al escuchar la voz de Aomine salir de entre la nada, rompiendo su burbuja de pensamiento.
-         ¿crees que alguien me recordara? Más adelante.
-         … - lo pensó. Indeciso si responder o no. Notando lo extraño que Aomine Daiki podía ser. Cambiar de un estado a otro, preguntar e interactuar con un Dios de la muerte como si nada. Si, definitivamente era extraño.
-         ¿si sabes que puedes contestar?
-         Lo siento, me distraje pensando en algo.
-         ¿Qué cosa?
-         Que eres extraño. ¿para qué quieres ser recordado? Incluso aunque lo fueras, en algún momento futuro, un samurái más fuerte, joven y valiente opacara la figura de Aomin Daiki.
-         ¿Por qué piensas eso?
-         Los logros que hacen los humanos en vida no valen demasiado si lo piensas un poco. Son fáciles de eliminar. Ustedes no recuerdan la mayoría de su vida, nosotros los shinigamis sí. Pero no porque queramos, estamos obligados a recordar todo. cosa, persona, tiempo, incluso a los nuestros.
-         ¿me recordaras? – viéndole levantar una ceja, asintió.
-         Así es. Es mi deber.
-         ¿Qué fuiste antes de ser un shinigami?
-         Ummm, eso podría ser difícil de responder.
-         ¿eh? ¿Por qué? ¿no se te es permitido contar tu vida pasada como un humano?
-         No, no es eso. Es solo que…
-         ¿Qué cosa?
-         No lo recuerdo.
-         ¿a qué te refieres?
-         Es… complicado. Al parecer puedo recordar a quienes he visitado antes de darles el beso de la muerte, pero… antes de despertar como un shinigami; nada.
-         Debe ser duro.
-         Bueno, como no recuerdo nada, no siento que deba sentirme mal por algo que desconozco.
-         Es un chiste cruel, ¿no?
-         ¿el qué?
-         Que puedas recordar a los demás, pero no a ti mismo.
Pensándolo de una manera mortal, podía ser algo cruel no tener ningún recuerdo pasado, pero para él no era así. No le importaba recordar su pasado. No tenía esa necesidad de indagar, ya no estaba en su naturaleza. Además, de qué le serviría recordar, ahora era un shinigami, un Dios de la muerte que recolecta almas. Eso era todo.
-         Me gustaría verlo una última vez.
-         ¿A Tetsuya?
-         Así es.
-         Puedes. Si es tu último deseo.
-         ¿Cómo?
-        
El shinigami no respondió, simplemente se limitó a mirarle. Suspirando. Cubrió su cráneo con la túnica, un pequeño humo comenzó a salir en cuestión de minutos. Aomine se sorprendió por ello y lo miro. El shinigami se encorvo, apoyando la frente contra el suelo, mientras escuchaba los leves quejidos, retorciéndose.
Cuando finalmente el shinigami dejo de retorcerse en el suelo, Aomine pudo ver como un par de labios rosados se dejaba entrever por la mitad de la capucha. Removiéndola por completo. Casi se ahoga, de no ser porque su cerebro estaba trabajando a velocidad tortuga.
Su Tetsu, ahí, viéndole fijamente.
-         Tets- - sintiendo un dedo posarse sobre sus labios, Aomine levanto la vista al dueño. Parecía el mismo, pero no lo era. Seguía siendo una ilusión.
-         No. No lo digas. Sabes muy bien que no soy él. Solo te permito ver aquello que tanto amas una última vez.
-         Gracias.  – dijo, sintiendo sus ojos arder. Paso su dorso encima de sus parpados, frotándolos antes de que las lágrimas salieran, sonriendo. El shinigami se quedó quieto, mirándole.
-         Aomine Daiki, eres un sujeto muy interesante. Ojala hubiéramos tenido más tiempo, pero el sueño termina aquí.  – los largos dedos se colocaron encima de mí, obligándome a recostarme sobre el futón. Sintiendo el peso del shinigami encima mío.
Trago en seco, controlando su respiración. Quería morir estando tranquilo y no acobardado.
Viendo como el shinigami se inclinaba sobre él, sus labios posándose sobre los suyos, en un beso sin morbo y sin nada más que el simple contacto. Se sorprendió un poco puesto que esperaba sentir un frio perpetuo. Eran cálidos, a pesar de ser un ente roba almas, tenía calor corporal. Sintiendo el roce suave y delicado de aquellos labios y como el aire de su pecho era extraído, podía sentir como un dolor recorría cada una de sus células. Era como si toda vida en él estuviera siendo extraída con un simple suspiro. Como si todo se fuera quedando dormido, petrificado en ese segundo.
Entrecerró los ojos y se dejó llevar. El dolor fue desapareciendo, al igual que su capacidad de moverse. Su corazón se fue haciendo más lento, hasta que finalmente se detuvo y el shinigami se apartó lentamente. Dejando el cuerpo sin vida reposar en paz. Lo acomodo y le cubrió con la manta, peinando sus cabellos.

“Adiós, Aomine Daiki. Gracias por vivir”

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