El Exorcista y El Tigre - Capítulo 4 - Lluvia de pétalos

Capítulo 3 – Cicatrices – Lluvia de Pétalos

[Escuela Teiko – Akashi]

Akashi continuaba mirando los escombros de lo que una vez había sido la escuela de Teiko. El edificio 3 estaba hecho pedazos, simplemente una masa deforme. Los otros no estaban en su mismo estado, pero tampoco se podían mantener mucho que digamos.
Después de curar a Tetsuya, regresó a Teiko para verificar los daños y también hacer un recuento de víctimas. Casi todos estaban en condiciones terribles, tanto instalaciones como los estudiantes y maestros. Así que los espíritus y miembros de la Orden estaban reparando todo en su lugar. No le gustaba su presencia, puesto que significaba más presión para él, como sucesor de los Akashi toda la responsabilidad de la barrera alrededor caía en él.
Apretó la mandíbula, tensando su cuerpo. No podía creer la magnitud del ataque. E incluso que fuese Atsushi el responsable de este.
“Lo que estoy haciendo lo hago por los dos – las palabras resonaron en su cabeza, mientras negaba.
“Lo siento, Aka-chin, esta es una guerra que no puedes ganar. Es mejor que te retires ahora que puedes, incluso yo no puedo asegurar tu seguridad si tú decides participar por voluntad propia.”
Maldicion. ¿Lo haces por mí? ¿Estas matando gente inocente por mí? Eso no justifica nada, Atsushi. Utilizarme como excusa es tan… deplorable. Jamás lo creí posible de ti. Piensa, mientras baja la mirada, sintiendo la bilis en su garganta, acumulándose en un nudo que le impide pronunciar palabra.  Molesto, porque siente que las palabras de su padre se vuelven realidad, golpeándole la cara fuertemente.
“Entonces, la próxima vez nos veremos como enemigos. Hasta entonces.” Las últimas palabras que le había dicho antes de desaparecer en el espacio. Dejándolo ahí, petrificado ante la desbordante cantidad de emociones que fluían a través de su cuerpo y su mente totalmente incoherente.
Atsushi había escogido un bando, el cual los ponía en caminos diferentes. Apuntándose a matar. Solo uno quedaría con vida. Y el otro tendría que sufrir el castigo.
Se queda ahí, con las manos apretadas en puños, tan fuerte que podrían sangrarle por la fuerza con la que aprieta.
Por no prestar atención, y estar tan sumergido en sus pensamientos, Reo guarda la distancia, esperando, paciente, hasta que vea la oportunidad de hablar.
Cuando lo ve suspirar, frotándose el puente de la nariz con el dedo pulgar y el índice, aguantando las ganas de llorar (tal vez) quiere acercarse, pero se refrena a sí mismo y guarda silencio. Su amo necesita tiempo y él no debe interferir.
Estaba entre la espada y la pared. Tenía que mantener el orden en la ciudad, como un Akashi que era, esa era su responsabilidad y debía cumplirla. Aunque se tratase de Atushi.
Siempre había imaginado que Atsushi volvería, por él, pero jamás pensó que las circunstancias de su regreso los pondrían en bandos enemigos. No estaba de acuerdo con Atsushi, excusándose tras un “lo hago por ti” y tampoco apoyaría su idea. Si tenía que pelear, tendría que hacerlo.
Estaba obligado. Si fuera por él, trataría de solucionar las cosas de forma pacífica, sin tener que recurrir a lastimarlo. Pero su ojo no se lo permitiría. Más bien, su padre no le permitiría evadir esa responsabilidad. Conociéndolo, tanto como podía, lo pondría a él a encargarse de atrapar y castigar a Atsushi.
Su mayor preocupación era si sería capaz de realizar su misión. Normalmente, en esta clase de  circunstancias, la orden seria eliminar al exorcista desertor, castigarlo por sus crímenes, por dejarse corromper por la oscuridad. Encontrarían un sinfín de cargos que adjudicarle para eliminarlo.
¿Podría? ¿Usar el poder del emperador para castigar a la persona que ama? ¿Sería capaz de manchar sus manos con la sangre de Atsushi?
Seijuro. No dudes. Es tu responsabilidad. Si no lo haces, serás igual que él. Eres un Akashi, no olvides tu posición.
Una voz resonó en su cabeza. Agitándola, mientras cubre sus oídos, sintiendo el eco de la voz resonando constantemente, hasta que va desapareciendo.
Casi da un salto al sentir el tacto de una mano sobre su hombro, se gira, levantando un puñal al aire por si se trata de algún enemigo. Pero se detiene al ver el rostro de Reo, quien levanta las manos. La punta de su arma queda a pocos centímetros de la manzana de Adán de este, quien traga, nervioso.
Akashi retrocede, desapareciendo el arma. Reo suspira, aliviado y vuelve a colocar sus manos frente a su pecho, cruzadas.
-       Sei-chan…
-       Estoy bien. Solo… no es nada. ¿me decías?
-       Los heridos ya fueron atendidos debidamente, y gracias a la purificación de Tetsu-chan los sellos dibujados alrededor de la escuela se han dispersado. Aún seguimos cazando a los demonios que quedan dentro, pero algunos lograron escapar a la ciudad.
-       No hay problema, enviaremos a 3 familiares detrás de ellos. ¿otra cosa?
-       Si, dos. Primero, Midorima-san ya fue enviado al hospital de su familia, algunos familiares se encargan vigilar la propiedad, en caso de que haya algún otro intento de ataque mientras se encuentra débil, además Takao está con él. – Akashi le mira, asintiendo. Lo mejor ahora es mantener a Shintarou con una escolta, dado su estado actual sería incapaz de defenderse y cualquier enemigo podría aprovechar esa debilidad. No pueden perder más exorcistas, en especial uno tan fuerte como él. Las bajas de hoy no pueden repetirse, mucho menos aumentar. Por el momento mantener un ojo sobre Shintarou está bien, así los Midorima se ocuparan de ayudar en la captura de los espíritus intrusos, y de Atsushi. Ante esto último, se muerde el labio, tragando en seco. Pero asiente, forzándose a parecer firme ante sus palabras.
-       Bien. ¿Lo otro?
-       La vasija Hyadain ha desaparecido. – eso lo toma desprevenido. Casi siente como el aire se le sale por la boca ante su sorpresa. ¿acaba de decir que la Vasija Hyadain ha desaparecido? ¿en serio? Esas son… ¡terribles noticias!
-       ¡¿Qué?! – por vez primera Akashi pierde la compostura, crispándose. - ¿Cómo…? ¿Cómo pasó? ¿no estaba resguardada bajo un poderoso hechizo?
-       Al parecer los talismanes no fueron suficientes para el hechicero que se encargó de romper el sello.
-       ¡Eso es imposible! Se supone que por esa misma razón la trajimos a Teiko. ¿Dónde está la directora?
-       Está en una reunión con algunos miembros de la Orden. Pero Kagetora-san está aquí en su lugar. – apartándose, un hombre de cabellos castaños cortos apareció detrás de él, acercándose a Akashi.
-       Akashi. – le saludo levantando la mano. El otro asintió, inclinando suavemente la cabeza.
-       Kagetora-san. – tan pronto como termina la formalidad de su encuentro, va directo al punto - ¿Qué pasó? ¿Cómo violaron la seguridad de la escuela? ¿Qué pasó con los profesores? ¿Cómo es posible que se hayan hecho con la Vasija Hyadain?
-       Ufff, debemos sentarnos. Son muchas cosas que discutir.
Dejan el lugar de fuera e ingresan en uno de los salones. Akashi se recarga contra la pared, asegurando la puerta con un conjuro para evitar que las paredes escuchen, mientras Kagetora se sienta en el borde de unas de los pupitres, prendiendo un cigarrillo.
-       Empecemos, el Consejo necesita un reporte inmediato y no puedo hacerlos esperar.  – declara Akashi, agitando su mano para que el humo del cigarro no le dé en la cara. Kagetora suspira, dejando salir un cumulo de humo y sus ojos van hacia el joven.
-       Sí, lo sé. Araki se está encargando de mantener la situación bajo control, pero están haciendo mucha presión. Tal vez la quiten de su puesto como Directora de Teiko.  – el hombre se tensa, su rostro se ensombrece un poco. Debe ser difícil, ya que él es el sub-director de Teiko, la responsabilidad de tomar el control de la escuela caerá sobre él. Aunque eso no es importante ahora, Akashi se atreve a continuar.
-       Lamento escuchar eso, pero… - quiere preguntar directamente, pero Kagetora le corta de lleno. Previendo su pregunta.
-       Aun no lo sabemos.
-       Tiene que haber una explicación. Un ataque de esa magnitud no puede pasar desapercibido. Eran muchos espíritus los que fueron invocados, por no mencionar que debió haber más de un exorcista controlándolos.
-       Intentamos encontrar al invocador, pero parece que fueron los mismos espíritus quienes movieron los hilos dentro de Teiko. El que los invoco tuvo mucho cuidado de no dejar rastros de su presencia.
-       Entonces, solo fueron espíritus. ¿Al menos saben quién los invoco? – traga en seco, estremeciéndose. Nervioso por la respuesta del mayor. Él sabe la identidad de uno de los invocadores, pero no dirá nada a menos que sepa que hay más de una persona involucrada. Si Atsushi estaba trabajando solo, ¿Cuál era su plan? Robando la vasija Hyadain, ¿Qué ganaría? Necesitaría años de experiencia para remover aquellos cerrojos que mantenían la vasija sellada. Kagetora se mueve de su lugar, tirando la colilla de cigarro al suelo. La aplasta y mira a Akashi fijamente.
-       Eso es lo interesante. Todos los espíritus fueron invocados por estudiantes de Teiko. – siente que su corazón salta al oír esas palabras. Aunque no sabe si le alivia o le preocupa aún más eso. Se sobresalta.
-       ¡¿Qué?! ¿Traidores? – lo piensa un momento, pero no lo cree.  Niega, cruzándose de brazos - Imposible. Eso solo pasaría si no estuvieran en sus cabales. La pena máxima de traición es la ejecución inmediata.
-       Tienes razón, no estaban en sus cabales. De hecho, ni siquiera estaban vivos cuando los invocaron. – Akashi se petrifica, tratando de procesar las palabras de Kagetora. Cadáveres de estudiantes. No sonaba tan descabellado, y si lo veían desde la perspectiva de los atacantes, era un buen recurso. Pero había complicaciones con los cadáveres de exorcistas. Y uno de ellos era el poder mágico que mantenían en su interior. Una vez muerto, era imposible restaurarlo. Kagetora entendió la mirada dubitativa de Akashi y continuo, abriendo la ventana para disipar el aroma del cigarro – Es extraño, pero a pesar de haber muerto, su poder mágico seguía vivo. O al menos lo habían alimentado para que no se extinguiera por completo. Los hicieron atravesar la barrera, la cual solo deja entrar a aquellos que lo tienen permitido y así fue cómo se colaron.
-       ¿Usurpación de cuerpo? Los usaron como marionetas.
-       Más bien fue como ponerse una máscara frente a la cámara.
-       Son más listos de lo que pensábamos. – ambos asienten en silencio. Pero antes de continuar con su reunión privada, un fuerte ruido de golpes en la puerta. Ambos e giran. Y esta vez una voz le acompaña, viendo dos figuras al otro lado de la puerta, desiguales.
-       ¡Akashi! – llaman al más pequeño, quien se mueve de su lugar. Sacando un daga de la nada. Kagetora le toma del hombro, indicándole que él ira.
-       ¡Identifícate! – demanda el castaño, haciendo aparecer un enorme bate lleno de picos en sus manos. Apuntándolo hacia la puerta.
-       ¡Somos Hyuuga y Riko! ¡Abre la puerta! ¡Kiyoshi tiene información valiosa que decirte! Tal vez esto nos dé una pista sobre el ataque.
Ambos bajan las armas y abren la puerta, dejando entrar a las tres personas, contando al bestial canino. Riko saluda a su padre, quien no duda en preguntar, preocupado, de su estado. Hyuuga y Kiyoshi se acercan a Akashi.
-       ¿Y bien? ¿Cuál es la información valiosa?
-       Akashi, tenemos un enorme problema en manos. – Akashi frunce el ceño, confundido.
-       ¿a qué te refieres? – pregunta, aún más confundido. Kiyoshi es quien responde, apretando las manos y bajando la mirada.
-       El mundo espiritual. Esta vuelto un caos. Nuestro rey… ha muerto.
-       ¡¿Qué?! – los dos profesores asienten en silencio ante las palabras de Kiyoshi. Riko es quien se lo confirma.
-       Lo he confirmado. Muchos espíritus han estado difundiendo la notica a otros exorcistas y entre los demás espíritus. El Rey Demonio ha caído.
-       Eso es… imposible. Digo, ¿Cómo?
-       Un levantamiento. Los espíritus le declaran la guerra a los humanos. Estamos en guerra.
Si antes habían creído que lo tenían difícil, ahora estaba seguro que estaban jodidos. Una guerra entre exorcistas y espíritus.
-       Creo que tenemos que hacer una junta con el Consejo. Urgentemente. Kagetora-san, ¿puedes encargarte de Teiko? Tengo que hablar con mi padre. Esto es… una mierda.
-       Déjamelo a mí.
-       Ok. Hyuuga-san, ¿me permites a Kiyoshi? Mi padre necesita saberlo y será mejor si es de la boca de una de las Bestias Sagradas.
-       Adelante. – tan pronto como recibió la aprobación del azabache, Akashi invocó a Reo,  y se llevó a ambos espíritus fuera de la sala.
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[Takao – Hospital Midorima]

El único sonido que invade la habitación es el de aquel aparato que no deja de pitear. Al parecer sirve para indicar si Shin-chan está vivo o no. Y aunque el sonido me molesta, el que siga sonando significa que él sigue con vida.
Me mantengo en la ventana, viéndole desde lejos. Quisiera estar más cerca, pero no me lo merezco. Es mi culpa que él este así. No lo protegí como debía.
Soy tan débil y estúpido. Sigo repitiéndome, mientras me muerdo el labio. Siento las lágrimas en mis ojos, luchando por salir, pero me resisto. Si lloro ahora no podré parar. Debo estar tranquilo, ahora está mejor.
Sigue vivo.
Puedo escuchar su respiración. Eso es suficiente.
Estoy a punto de saltar fuera de la habitación, cuando veo como sus parpados comienzan a pestañar levemente. Primero creo que es mi imaginación, pero después de verlo hacer eso mismo varias veces, incluso moviendo la mano derecha, estoy seguro.
Salto dentro de la habitación, sin importarme un bledo la madre de Shin-chan y me acerco a él, tomándole la mano. Sus ojos se posan en mí, mirándome fijamente. Siento salir un suspiro de alivio de mi pecho, al igual que algunas lágrimas.
-       Shin-chan…
-       N-No… llo-llores… B-Bien…- aún se le entrecorta la voz. Pero puedo ver que hace el intento. Aprieto su mano, depositando suaves besos en ella. Agradecido que no esté muerto. Que haya despertado.
-       No estoy llorando, solo es mi lagrimeo diario. Ya sabes cómo es esto.
-       … Rostro… - la mano de Shin-chan se alarga, hasta alcanzar mi mejilla. Me aparto un poco al sentir el leve dolor en mi pómulo. No me había dado cuenta del moretón.
-       No es nada. Los gajes de ser un espíritu guardián. Tranquilo, solo es un golpe.
-       … - shin-chan aprieta los labios, mirándome un poco tenso. Intenta levantarse, pero niego, colocando mi mano sobre su pecho.
-       No. Tienes que descansar. Tienes heridas profundas.
-       … ¿Qué hay de ti?
-       Sobreviviré. Estoy bien. Por favor, obedece.
-       ¿Fue mi madre?
-       … - no respondo, me muerdo el labio, desviando la mirada e la suya. Aunque lo acierta.
-       Fue ella.
-       Eso no es…
-       No debió golpearte. No fue culpa tuya. – sus palabras de consuelo solo hacen que mi interior estalle en ira.
-       ¡Claro que lo fue! Debí estar más atento. Si no fuera por Akashi, tú… ahora mismo… - aprieto las manos en puños, tensando mi cuerpo.
-       Hey, peleamos lo mejor que pudimos. No solo tú, yo también tengo culpa. Me confié demasiado. Así que esto es como una lección, ¿sí?
-       Shin-chan, lo siento.
-       Deja de disculparte. Aún sigo con vida, ¿no? – asiento, esbozando una media sonrisa -  Entonces guarda las lágrimas. ¿Cómo está tu cuerpo?
-       Mejor.
-       ¿Y tus alas? – me tenso un poco, pero respondo.
-       …Aun necesitan reposo. Tengo un hueso roto y no puedo mover la derecha, pero con unos días de descanso y mientras no las use, estará como nueva. – sin-chan deja salir un suspiro.
-       Me alegra oír eso. Pensé que la perderías. Gracias por defenderme con ellas.  – tomó su mano, gentilmente, apretándola contra mi pecho, mientras no puedo dejar de sonreír tontamente.
-       Tonto, siempre lo haré. Te lo prometí, ¿no es así? Que mis alas siempre estarían protegiéndote, a tu servicio.  – su rostro se tensa, apretando los labios. Incómodo.
-       Takao, yo… -le cortó inmediatamente. Sé lo que viene, pero no quiero oírlo.
-       Sera mejor que te deje descansar.  – me levanto y me encamino hacia la ventana, pero su mano me detiene. Dios, ¿Por qué tiene que doler tanto? Tu amabilidad, Shin-chan.
-       Espera, quería decirte…
-       Shin-chan, ahora no. Aún no. Sé que quieres hacerme esto más fácil, sé que eres el cabecilla de la familia Midorima, sé que dolerá, pero al menos dame la libertad de afrontarlo a mi manera, ¿sí? Jamás te pediría que vayas en contra de las órdenes de tus padres, ya que este matrimonio no solo significa la unión entre las familias, sino tu propia salvación. Yo estoy de acuerdo con eso. – lo estaba, a mi manera, como había dicho. Claro que no lo aprobaba al 100%. Digo, ¿Quién aprobaría el casamiento de la persona que amas con otro? Nadie.  Esas hermosas esmeraldas me miran fijamente, entrecerrados. Como si peleara consigo mismo en su interior. Es más doloroso cuando la persona que amas te mira con lastima. Mucho.
-       ¿Lo estás? – tragó en seco, sintiendo la garganta como una lija. Mi corazón se acelera, pero me mantengo firme. Me muerdo la lengua y respondo, finalmente.
-       Sí. Porque de esta forma te salvaras.
Y ahí, en ese momento, solo somos nosotros dos. No hay nadie más. Los sonidos han desaparecido, solo puedo escuchar nuestras respiraciones y el aire que golpea la ventana. Tu mano no me ha soltado, Shin-chan. Quisiera decir, pero estoy tan a gusto con ello que no quiero destruirlo. Quiero sentirte más. Quiero que me toques más. Quiero que me ames a mí.
Pero no. No puede ser. Para que tú vivas mi corazón debe morir. Así está establecido. Siempre lo supimos, ¿verdad? Aunque no digamos nada, nuestras miradas hablan por nosotros. Siento tus disculpas, tu amabilidad, tu temor, tu cariño y tu lealtad. Y yo, siento que me parto por dentro con cada una de ellas. Es cruel, Shin-chan. No deberías ser demasiado amable conmigo si me rompes el corazón.
Finalmente el momento se rompe cuando la luz se enciende. Me apartó, soltando tu mano, que por un momento, siento no quiere apartarse de la mía. Un hombre en bata blanca entra, arreglándose la montura de los lentes y se acerca hacia Shin-chan, mirando el monitor.
-       Parece que estas mejor. Digo, estás consciente.
-       Hola, papá. ¿Cómo está mamá?
-       Hecha una furia por lo que ha pasado, pero los planes de la boda la mantienen a raya. ¿Qué hay de ti?
-       Sobreviviré.
-       Me retiro. – pronuncio, girándome hacia la ventana. Alejándome de los dos hombres.
-       Takao, espera…
No hago caso de sus palabras. Saltó fuera de la ventana, aterrizando sobre la punta de mis pies. Necesito estar a solas. Llorar un rato, no tener que escuchar disculpas y tampoco tener que fingir una sonrisa.

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[Kagami Taiga – Propiedad Tetsuya]

Cuando despertó, lo primero que noto fue que tenía algo encima; una manta. Y lo segundo fue que Kuroko había desaparecido de su cama. Estaba solo. Reviso cada rincón de la casa, pero no lo encontró.  No había nadie en la propiedad.
Presa del pánico, comenzó a correr por toda la ciudad, buscándolo. Había querido pedirle ayuda a Kise, pero sonaba demasiado lamentable. Además, si Kuroko solo había salido por un breve momento seria aun peor el armar una conmoción por esa pequeñez.
Recordando que uno de los amigos de Kuroko había sido gravemente herido y se encontraba en un hospital, la idea que Kuroko fuera a ver su estado parecía la más razonable. Y esperaba que estuviera con él.
Concentrándose. Cerró los ojos y tomó una gran respiración. Sintiendo los escalofríos del aire helado recorrer su cuerpo. Sus sentidos comenzaron a agudizarse más y más. Podía sentir a todos los humanos de área, moviéndose en sus rutinas, nada asombroso.
Tardo unos minutos, pero cuando finalmente logró ubicar a los exorcistas que se encontraban alrededor del área, pudo distinguir a Kuroko, aunque estaba un poco más lejos.
Dando un salto, fue en su búsqueda. Si estaba lastimado no tenía por qué andar corriendo por ahí como se le pegara la gana. Lo castigaría por su estupidez.
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[Hospital Midorima – Kagami]

Atravesando la ciudad por encima de los edificios, cuando llego a la propiedad del hospital, ingreso como si nada. Usando su habilidad como espíritu para pasar desapercibido. Se movió por los pasillos, olfateando, aunque había un aroma que le producía una extraña comezón en la nariz y que estornudara.
Cuando finalmente llego a la habitación donde terminaba el aroma, abrió la puerta lentamente. Asomándose, cuando ingreso, algo lo tomó del cuello de la camisa y lo lanzo contra la pared, sintiendo el frio del metal afilado colocado en su cuello, tragó en seco.
-       ¡Espera, espera, espera! ¡Demonios! – Kagami levantó los brazos al aire, perdiendo el color borgoña de sus cabellos.
-       Tú eres… el espíritu que estaba con Tetsu-chan. – dijo el chico frente a él, removiendo el arma de su cuello. Se arregló el mechón de cabello detrás de la oreja
-       ¿Qué estás haciendo aquí?  - preguntó un peliverde que estaba recostado sobre su cama, con el ceño fruncido.
-       Y-Yo… solo… - se calló a si mismo al sentir una suave fragancia rondar, jugueteando con sus fosas nasales. Inhalo profundamente. Era su aroma. Había estado aquí. Lo podía oler en la habitación. Su fragancia casi imperceptible. Notando las miradas de ambos sujetos, suspiró, exasperado. Tratar con gente no era su fuerte, mucho menos hacerla de niñero. Se tragó su orgullo.   -  ¿Sabes a dónde fue Kuroko? Es tarde. No lo encuentro por ninguna parte y estoy preocupado. ¿Le habrá pasado algo? ¡Maldición! – se tensó, apretando los puños con la intención de golpear la pared para descargar su frustración, pero se refreno a si mismo de no hacer una estupidez.  El chico de cabellos largos sonrió y volvió a tomar asiento junto a Midorima.
-       Ah, ¿eso? Es normal, solo déjalo ser.
-       ¿Qué? ¿Están seguros? – Reo volvió a asentir ante su pregunta.
-       Claro, Tetsu-chan siempre sale todas las noches al cementerio. – dijo con tanta tranquilidad. Pudieran ser espíritus, pero hasta ellos sabían sobre los cementerios y esas cosas, no eran estúpidos. Kagami se sorprendió, levantando una ceja.
-       ¿Al cementerio? ¿Por qué? – un gruñido molesto llamo su atención, Midorima negó, cruzándose de brazos.
-       ¡Ah, haces demasiadas preguntas!  - Reo levanto la mano, agitándola como un abanico, tratando de calmar el humor de Midorima.
-       Midorima-san, explíquele. Debe saber también sobre ese asunto.
-       Tsk, bueno, como sabrás Kuroko puede ver todo tipo de espíritus, ¿no? – Kagami asintió en silencio. Mientras el otro continuaba-  Bien, a diferencia de nosotros, Kuroko tiene una conexión más fuerte con el mundo espiritual.
-       ¿En serio? ¿Es eso posible?
-       Es muy extraño, pero solo aquellos con una gran energía espiritual lo hacen. Se podría decir que Kuroko ha estado más en contacto con los espíritus, casi como un monje budista. -  eso lo tomó desprevenido. Estaba asombrado, aunque más que nada, apenas podía seguirle el hilo a lo que le estaba contando Midorima. Reo rio  por lo bajo, negando suavemente.
-       Tranquilo, Tai-chan, él no invoca demonios o esas cosas, creo que más bien, se siente más tranquilo estando con ellos.
-       ¿Con ellos?
-       Espíritus.  – explicó Reo, cruzando las piernas.
-       Tsk, tonterías.
-       Midorima-san, déjalo ser. No te afecta.
-       Aun así, ¿Por qué hablar con ellos? Ya están muertos. – había cierta molestia en las palabras de Midorima.
-       Son personas. – intervino Reo.
-       Fueron personas. – declaró, dirigiéndole una mirada retadora. A lo que Reo simplemente levanto los brazos y resopló, poniéndose de pie.
-       Ufff, no discutiré más contigo, siempre eres así. Me voy a dormir. Llámenme si necesitan algo. – dice Reo, saliendo de la habitación. En silencio, ambos sujetos se miran, ceños fruncidos, ya que no se caen bien.
-       ¿Debería ir con él?
-       No hay porque preocuparse, Akashi mantiene a alguien vigilándolo por su seguridad.
-       Wow, ¿tanto así? – sorprendido, ahora sentía  que Kuroko era una especie de príncipe que necesita protección 24/7. Ante la expresión de asombro de Kagami, Midorima continúa.
-       Kuroko es fuerte, un buen elemento y Akashi no quiere que algo le pase. Últimamente hay menos exorcistas y nuestro número cae cada día. No podemos darnos el lujo de perder a otro hermano.
-       ¿lo has acompañado?
-       Una vez. Quiso presentarnos a unos amigos, pero… - aprieta los labios, arrugando la sabana que le cubre el regazo. Kagami asiente, concluyendo la oración.
-       … No pudieron verlos.
-       No es un problema, solo que me sorprende como alguien tan débil como Kuroko tenga esa habilidad de ver las almas humanas. Ya no me refiero a los espíritus en general. Ver el alma de un difunto es tan… sorprendente. Nadie más, incluso Akashi mismo, puede verlas. A menos que usemos algún conjuro o se trate de un espíritu oscuro.
-       ¿Por qué crees que él lo ve como algo bueno? Tal vez se siente miserable.
-       Entonces significa que aún no lo conoces al 100% - la sonrisa en el rostro de Midorima solo le hizo tensarse, conteniéndose de tomarlo del cuello de la camisa y darle un buen puñetazo.
-       ¿Y tú sí?
-       Más que tú, sí. Kuroko simplemente está siendo Kuroko. Nosotros, tanto como exorcistas o como personas, sabemos lo que es la soledad. No es un camino que escogiéramos porque sí, pero no podemos deshacerlo. Simplemente nos queda  aceptarlo tal y como es. Kuroko ha recorrido un camino muy largo y difícil. Te mentiría si te dijera que es miel sobre hojuelas, pero antes de llegar a ser exorcistas debes enfrentar tu realidad.
-       … - está cansado de tantas tonterías. ¿soledad? ¿Kuroko se siente solo? Tal vez por la gran cantidad de secretos que oculta.
-       No espero que lo entiendas, ambos estamos en diferentes barcos.
-       Me voy.
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[Bosque – Kise]

Dando pasos veloces a través del bosque, en su forma animal, Kise sentía la brisa golpear su hocico. Agitando su cola, cuando los rayos plateados de la luna acariciaban su pelaje le hacían ver como si fuera hecho de oro.
Al transcurso de siluetas, sintiendo la adrenalina por todo su cuerpo, los músculos de sus extremidades totalmente calientes por el ejercicio y el corazón latiendo tan fuerte que resonaba en sus orejas, finalmente se detuvo, soltando un fuerte aullido. Doblando la espalda e su arco, mientras levantaba el hocico al aire y todo el bosque escuchaba el llamado del protector del bosque haciéndose notar entre las sombras.
Las nubes que eclipsaban la visibilidad de aquel astro con aura tétrica, se fueron removiendo, dejando el cielo en total desnudez. Las estrellas acompañando a la luna, provocando que todo se iluminara por los rayos plateados. Todo quedaba al descubierto por su luz, dejando todo al descubierto, revelando los secretos de la noche.
Levantó las orejas ante el sonido de pasos a través del bosque, lentos y tranquilos, pero descuidados. El sonido de las hojas y ramas secas al ser aplastadas. Se giró hacia todas partes, hasta dar con la dirección de donde provenían.
Sin pensárselo dos veces, salto y comenzó a atravesar el bosque, deslizándose entre los árboles, corriendo con pasos veloces. Tan pronto como dio con el individuo causante del disturbio de la pacifica noche, Kise regreso a su forma humana y lo llevo contra la superficie de un árbol, colocando ambos brazos a sus costados, inmovilizándole.
-       Es muy tarde para que andes afuera, Kuroko…- no termino la oración, puesto que unos brazos lo atrajeron, provocando que sus bocas se tocaran. Podía sentir la húmeda lengua colarse en su cavidad, desarmándolo inmediatamente al ser tomado con la guardia baja. Primero se quedó estático, sin saber que hacer (claro), pero luego correspondió el beso, enredando sus brazos alrededor de la cintura del menor.
Al instante de hacer esta acción, el más pequeño se apartó, removiendo los brazos alrededor de su cuerpo.
-       ¿Qué pasó? ¿Kurokocchi…? – acallo, notando el leve destello en los ojos de su amigo el más pequeño. Niega. - No. ¿Aominecchi? ¿eres tú? ¿en serio eres tú?- toma su rostro entre sus manos, deleitándose con la mirada penetrante y aquellos ojos azul cobalto que hacen que su cuerpo se estremezca.
-       Lo soy, Kise. – pronuncia con un tono grave, sintiendo la vibración en su pecho.
-       Volviste, ¿Cómo?
-       No importa cómo, lo hice. Justo como lo prometí, ¿no es así?
-       S-Si – dice con un nudo en la garganta. No quiere llorar, pero de igual forma su cuerpo lo traiciona y las lágrimas se deslizan por sus mejilla, a pesar de ello aún mantiene la sonrisa. El más pequeño alarga la mano y le remueve las lágrimas de los ojos, limpiándole.
Cuando de repente siente que se acerca, Kise le detiene, colocando su dedo sobre los labios de peli azul, quien le mira confundido.
-       ¿Qué sucede?
-       No me parece correcto.
-       ¿Por qué?
-       Porque aquí, ahora mismo, no eres el mismo Aomine Daiki del que me enamore – desvía la mirada, entrecerrando los ojos. El otro le toma del mentón, colocando ambas manos en sus costados.
-       Soy yo.
-       Es cierto, en esencia. Pero, este cuerpo, le pertenece a otra persona. No puedo besarte así, porque siento que lo beso a él. Y es incorrecto.
-       Lo hiciste antes.
-       Pero porque sabía que era él.
-       ¿Por qué es diferente conmigo?
-       Porque no puedo besar a la persona que amo viendo el rostro de mi mejor amigo. No es correcto. Quiero que lo hagas cuando seas tú mismo. No así.  – traga en seco, notando como los ojos del rubio se ponen más aguosos, y vuelve a pasar el dedo pulgar, acariciando las largas pestañas.
-       Dame tiempo. Esta maldición no será eterna. Yo… - aprieta los labios y le mira fijamente - …encontrare una solución. ¿podrías esperar hasta entonces? – Kise deja salir una leve risilla, frotando su frente contra la del más pequeño, y sus ojos se posan sobre los contrarios.
-       Claro. Aunque es extraño el cambio de estaturas.
-       Si, ahora parece que tú puedes levantarme.
Hay un largo y prolongado silencio, en el que los sonidos de los insectos nocturnos y de animales que vagan en el bosque loe arrulla. Kise abraza el cuerpo del más pequeño, y el otro le corresponde, solo abrazándose, sintiendo sus propias auras mezclándose entre sí.
-       Tengo un favor que pedirte.
-       ¿Cuál?
-       Vigila a Akashi y a Tetsu, ¿sí?
-       ¿Por qué? ¿sucede algo?
-       No, es solo que… ese Kagami no me da buena espina. Desde que el llego todo ha estado patas arriba. Tengo un mal presentimiento sobre él.
-       Entiendo a lo que te refieres. Ha habido más ataques desde su llegada. Y ahora un ataque a Teiko, no tiene sentido.
-       Y aun no terminan. Habrán más ataques.
-       Hay algo que quiero decirte. No te burles, ¿sí? Creerás que he perdido la cabeza, pero… cuando lo vi, por primera vez, juraría que eras tú. – dijo Kise apretando los labios.
-       ¿Cómo si fuera yo?
-       No tú, como tú. Digo, olía como tú. – Kise le miro, levantando las cejas - ¿es posible?
-       … no
-       Se supone que solo familiares o parejas huelen igual, así está establecido en nuestro mundo. Entonces…
-       Te aseguro que no he estado, estoy, o estaré, interesado e alguien como él, ¿si? Jamás lo había visto. Pero tienes razón, tiene cierta peculiaridad. Había otra esencia en su piel, aunque aún no logro recordarla totalmente.
-       Hay otra cosa; Nijimura-san ha muerto.
-       ¿Qué? Eso es… ¿Cómo?
-       Lo asesinaron. O al menos eso es lo que se dice.
-       ¿Quién?
-       Un exorcista, según.
-       ¿Y el Reino lo cree?
-       Bueno, no sería el primero en llegar a nuestro reino, así que muchos lo creen posible. Hay más revueltas y el Consejo ya no sabe cómo controlar la situación. A este paso el Mundo Espiritual estará sumido en caos, es posible que haya una guerra contra los humanos.
-       ¿Quién lidera las revueltas?
-       Umm, no lo recuerdo bien, creo que era Haizaki-san, ¿Por qué?
-       ¿No te parece extraño?
-       Bueno, Haizaki era uno de sus amigos más cercanos, así que es natural su reacción de querer vengar a su amigo, ¿no?
-       Supongo. No sé. Es solo… no es su estilo.  Creo que hay algo más de por medio.
-       ¿Traición?
-      
-       Solo digo que no encaja nada. Primero aparece ese tipo (Kagami), las pesadillas de Tetsu han regresado, el ataque a Teiko y ahora esto. No puede ser coincidencia.
-       ¿Qué estás diciendo?
-       Digo que alguien desea demasiado una guerra con los humanos y estos eventos son simples advertencias. Se están preparando para algo más grande. Aún no han comenzado, solo juegan con nosotros.
-       Deberías hablarlo con Akashicchi.
-       No. Si él se entera que Tetsu y yo podemos cambiar lugares tan fácilmente se lo dirá a su padre y tratara de sellar a Tetsu otra vez. Aun no es necesario el ritual. Los sellos están intactos, solo…  - se mordió el labio, también tomando en cuenta que cabía la posibilidad que los Akashi optaran por dejar de realizar el ritual y simplemente ponerlo a dormir en un sueño eterno. Sacudió la cabeza, negándose. Aun había esperanza de que no lo hicieran, pero también estaba el asunto de que cada día la maldición parecía querer tomar el control de Tetsu.
-       ¿Qué sucede? – sintiendo la mano de Ryouta sobre su hombro, se giró.
-       No se lo digas a nadie, pero ya no puedo controlarlo. Es muy fuerte. Tantos años manteniéndolo dormido bajo el sello le han dado más fuerza. A este paso será capaz de abrir la puerta por sí mismo.  – Kise entendió las palabras inmediatamente, viendo como el otro apretaba la mirada, pasando su mano sobre sus cabellos. Hay algo monstruoso en mi interior, que solo causa dolor y destrucción. Mi otro yo. Recordó las palabras de Kuroko cuando se conocieron y este también se abrió a él.
-       Y pensar que algo así vive dentro de Kurokocchi. Me da pena.
-       Son los pecados familiares. Son imborrables. No hay nada que hacer. Aun así, tratare de que no despierte. Si lo hace, no solo los humanos correrán peligro, también nuestro mundo. Ellos están detrás de Tetsu, los tipos que han estado orquestando todo esto.  
-       No los dejare acercarse a él. Lo defenderé con mi propia vida si es necesario. – viendo su expresión seria, Aomine se acercó, tomándole la mano con delicadeza, para depositar un suave beso sobre sus nudillos.
-       Ten cuidado. No quiero que nada te pase.
-       Lo hago porque ambos son personas importantes para mí.  – su sonrisa se fue difuminando, frunciendo el ceño, resoplo - Son unos idiotas, no saben contra qué están jugando.
-       Solo les importa lo que hay de por medio, el poder.
-       ¿Te iras?
-       Por el momento. Tetsu necesita hacer algo por sí mismo. Pero regresare.
-       Claro. Lo vigilare de cerca.
-       Lamento tenerte en esta situación.
-       Bueno, ya estaba advertido cuando me enamore de la gran bestia Kurohyou que nada sería tan fácil, pero lo vale.
-       Gracias. Por amar a este tonto.
-       Los dos somos unos grandísimos tontos. Tú por naturaleza y yo por enamorarme.
Ambos sonrieron y comenzaron a caminar por el bosque, tomados de la mano, mirando las estrellas que los iluminaban. Ninguno decía nada, solo se mantenían en un silencio tranquilo, sintiendo sus corazones acelerarse y dándose miradas furtivas. Era una situación tan extraña, que Kise fuera más alto que él, que tuviera que ponerse de puntillas para besarlo o incluso acercarse a él y pegarse hombro a hombro.  Pero aun así, ninguno se quejaba. Disfrutaban el momento.
******************************
[Propiedad Akashi – Akashi]

Tan pronto como termino la reunión, Akashi se dirigió a su habitación, enviando a Kiyoshi devuelta con su maestro. Todas las cosas estaban complicándose más y más, y ahora no podía encontrar una forma de ayudar a Atsushi. Si se ponían las cartas en la mesa, él sería el primer sospechoso, y aunque su padre había querido sacarle alguna información con respecto, Akashi se había mordido la lengua para no soltar nada.
Abrió la ventana, dejando entrar el aire de la noche. La habitación estaba muy calurosa, tal vez el aire haría sus milagros y dejaría de ser una sauna.
Dejándose caer sobre la cama, sin importarle que se desarreglara, o que las almohadas hayan salido fuera. Miro el techo de su habitación, había optado por mantener la luz apagada, sus ojos le ardían de tanto haber estado todo el día de un lado para otro y después de haber usado demasiado su ojo izquierdo para reforzar la barrera, ahora sentía como si le atravesaran una aguja. Cerró el ojo, cubriéndolo con su mano izquierda.
Que diferencia. Aunque fuera poca, pero quién diría que un ojo podría ser tan cruel maldición. Y pensar que había sido su padre quien se la había impuesto. Solo por enamorarse. Ese había sido su pecado.
 Alcanzo una de las almohadas y la atrapo entre sus brazos y piernas, estrujándola.  Sin poder contener las lágrimas, acallo sus sollozos con la almohada.
“Familia. Esta familia es mi propia maldición. Si tan solo no hubiera nacido como una Akashi, yo sería…”
*******************

Murasakibara miraba, quieto, aunque por dentro sentía como si los metros que estaban alejados eran una tortura. Quería acercarse, atravesar la barrera que rodeaba la propiedad y colarse en la habitación de su amado. Tocarlo, sentirlo entre sus brazos e inhalar su aroma único. Quería, con tantas ganas, pero no podía. Tenía que controlarse.
Sintiendo los pasos de alguien detrás de él, se giró, mirando por encima del hombro.
-       Señor. Todo está listo.
-       Bien. – se gira y comienzan a caminar dentro de la propiedad. Himuro detrás de él, siguiéndole los pasos.
-       Si sabe que lo están utilizando, ¿verdad?
-       Ummm, sí. Lo sé.  – respondió el peli lila, casi sin darle demasiada importancia.  Sigue avanzando, ahora comienza una conversación para romper el silencio que queda entre los dos.
-       ¿Y no tiene problema con ello?  - Murasakibara le mira por encima del hombro.
-       ¿Acaso tú lo tienes? Estamos en la misma situación, ¿no es así?
-      
-       Todos saben por qué lo hago, así que no me importa si por hacer esto mi alma es condenada. Mientras su deseo pueda ser concedido, no me importa nada más. ¿Y tú? Muro-chin, ¿Por qué haces esto? – el chico de flequillo sonríe, santurrón.
-       No por la misma razón que usted, debo decir. Mi deseo es vengarme de alguien. Alguien a quien odio con todo mi corazón, por arrebatarme a la única persona que he amado en mi vida inmortal.  – al recordar tan solo a ese sujeto, su cuerpo se tensa, sintiendo las ganas de atravesar su corazón con su propia mano. Desea su muerte, más que nada.
-       ¿Esto es por una mujer?
-       Sí.
-       ¿Eran amantes?
-       ¡No! Ella era… como una madre para mí. Y él la asesinó.
-       ¿Cómo pasó?
-       … - Himuro se tensó, apretando los labios. Desvió la mirada, a lo que Murasakibara entendió con solo mirarle y suspiró.
-       Está bien si no quieres decirme.
-       Gracias. Ahora es mi turno, ¿Qué pecado hiciste para que te expulsaran de la Orden?
-       Creo que reservare mi derecho al igual que tú.
-       Lo siento.
-       No. Bromeaba. Digamos que la persona que amo tiene un padre demasiado paranoico e intolerante. No podía ver a mi familia y cuando estaba a punto de pedirle su permiso para poder formalizar una relación con su hijo, estalló.
-       Tal vez no usaste las palabras adecuadas.
-       O tal vez no había futuro para un Akashi y un Murasakibara delante de sus ojos.
-       ¿Es por eso que ahora se casa con un Midorima? – Murasakibara desvía la mirada, torciendo el gesto y resopla, molesto.
-       Sí. El padre de Aka-chin siempre ha tenido grandes aspiraciones. Imagínate ahora que las dos familias de exorcistas más poderosas se unieran.
-       Pero ambos son hombres.
-       Es porque el linaje de mujeres Midorima ya está totalmente ocupado y los Akashi no han tenido una hija en siglos. Se está haciendo una excepción. Solo es para juntar el apellido de ambos. No significa que deban aplicar lo demás – y por demás se refería a sexo y esas cosas melosas. Solo posar para los demás, como una pareja totalmente feliz. – aun así, no permitiré que esa boda se efectué.
-       ¿Eso es lo que te prometieron?
-       No, me prometieron que Aka-chin seria intocable en esta lucha. Cuando todo termine, podre finalmente sostener su mano.  – Murasakibara miro su propia mano, imaginándose aquella delgada mano sobre la suya, el suave tacto y los delgados dedos entrelazándose con los suyos. Sin embargo, su fantasía se esfumo cuando Himuro abrió la boca.
-       Si aún lo desea.
-       Veremos. Muro-chin, ¿sabes por qué la barrera que cubre la ciudad es tan fuerte?
-       No.
-       Porque la barrera es una persona.
-       ¿Eh? Perdón, pero no le entiendo.
-       Los encargados de proteger la ciudad son la familia Akashi. Y quien sostiene el peso de mantener la barrera es el heredero Akashi. A costa de su propia vida tiene que proteger a los demás.
-       Que noble de su parte. – Himuro rueda los ojos, sonando sarcástico, pero Murasakibara niega, esbozando una media sonrisa.
-       Te equivocas. Es un castigo. Una maldición por tratar de desobedecer a su padre.   – por vez primera Murasakibara detiene sus pasos y aprieta la mano en un puño, frunciendo el ceño – Aka-chin ha sufrido todos estos años por mi culpa. Es por eso que yo lo liberare de su maldición.
-       Ahora entiendo todo. ¿Cree que será libre después de que terminemos con esto?
-       Eso espero. – Himuro le mira, ahora con una nueva luz. Un poco más de respeto. No es solo un sujeto enorme con gran fuerza, tiene un gran corazón que está dispuesto a hacer lo que sea con tal de cumplir el deseo de su amado. Incluso anteponiendo su vida.  Haciendo una leve reverencia, inclina la cabeza y junta sus manos.
-       Tiene mi total admiración, Atsushi-sama. Con gusto le ayudare a que su deseo se cumpla.
-       Y yo te ayudare con ese asunto pendiente, Muro-chin. Ahora, démonos prisa antes de que comiencen a quejarse e que no hacemos nada.
-       Si, amo.
[****]
Kuroko - Cementerio

Tome el pequeño pétalo de Sakura, dejando sobre mi palma, cerré los ojos, apretándolo con sumo cuidado para no dañarlo, y después sople suavemente, pronunciando unas palabras, haciendo que este levantara vuelo. Viendo cómo se alejaba, el pétalo se dividió y dos se convirtieron en cuatro, cuatro en ocho, ocho en dieciséis y así sucesivamente. En unos segundos, las lapidas y el lugar se llenaron con flores de cerezo, un rosa pálido cubrió el cementerio, casi como si fuera una capa de nieve.
Viendo mi pequeña travesura, que era más bien un obsequio de agradecimiento a los difuntos que descansaban en ese recinto y por dejarme estar en su lugar de descanso.
La lluvia de pétalos comenzó a hacerse mayor. Ahora ya no solo envolvía el cementerio. Pequeños pétalos volaban fuera, cayendo en las calles, encima de las casas, en los jardines. Nadie sabía de donde venía la lluvia de pétalos, pero no se quejaban. Era un hermoso espectáculo. Muchos veían desde las ventanas, o incluso salían a la calle para asomarse y quedar maravillados.
Continué caminando, teniendo cuidado de no apoyar demasiado peso sobre ambas piernas, lo alternaba para no cansarme y colapsar inmediatamente.
-       Oh, hola Kuroko-kun.  – me gire ante el susurro detrás mío. En un instante pude sentir la presencia de alguien más a mi lado, acariciándome el antebrazo. Esboce una sonrisa.
-       Hana, cuanto tiempo sin verte. Buenas noches.- hice una leve reverencia y ella me sonrió, correspondiéndome.
-       Viniste, creí que no vendrías.
-       Estaba ocupado con algunos asuntos.
-       Espero que no te estés exigiendo demasiado.
-       Nada de eso, solo lo habitual.
-       Bien. Prométeme que no te meterás en cosas peligrosas.
-       Lo prometo. Además, las cosas están muy tranquilas últimamente.  – sintiendo la calidez de su mano acariciándome la mejilla, cerré los ojos, dejándole.
-       Eso espero. No me gusta verte tan lastimado. Te ves tan… frágil. Necesitas cuidarte, niño.
****
Kagami se mantenía alejado, viendo como unos pequeños destellos rodeaban al peli azul, como luciérnagas, solo que más grandes y estas parpadeaban de un color plateado. Kuroko ríe, jamás lo había visto reír de esa manera, incluso su rostro apacible se volvía una combinación de expresiones mixtas. “Se siente más tranquilo estando con ellos” recordó las palabras de Reo. Un humano que gusta de los espíritus, que cliché.
Suspiró, metiendo las manos en los bolsillos. Si bien no podía interrumpir su encuentro, podía quedarse a cuidarlo, incluso aunque Akashi ya lo hiciera.
******
[Kagami]

Viendo que Kuroko se alejaba, aun tambaleándose. Kagami chasqueo la lengua. No entendía a los humanos, bueno, no entendía a Kuroko Tetsuya. Eso de andar por un cementerio, a mitad de la noche, justo después de recibir semejante paliza y con las heridas a flor de piel no era normal.
Le siguió, adentrándose en la propiedad. Sin embargo, cuando piso el suelo, sintió como si algo le apretara el corazón. Era una sensación sofocante, que le impedía respirar con normalidad, pero si se acostumbrara podía soportarla.
No era solo su pecho, todo su cuerpo se sentía más pesado. Siente los parpados cerrársele. Estaba a punto de caer dormido. Se aferró a una de las lapidas, cayendo sobre su rodilla.
Una pequeña figura apareció delante de él. Extendiéndole la mano. Tan pronto como sintió el tacto de este individuo, la sensación se desvaneció. Como si un manto fuera removido de encima de él.
-       Tranquilo, solo es un sello que impide que los espíritus vengan a perturbar a los muertos.
-       ¿y por qué harían eso?
-       Me pregunto lo mismo.
Se puso de pie y comenzó a caminar al lado de Kuroko. Ahora curioso.
-       Vamos, dímelo. – Kuroko le miro y después suspiró, rendido, no quería empezar un agotador juego de a ver quién jala más fuerte.
-       Aun muertos, los cuerpos humanos tienen muchos usos. Fue un caso de hace algunos años atrás, pero aun así se han tomado las precauciones necesarias.
-       ¿sobre qué?
-       Había un espíritu que solía saquear las tumbas y usaba los restos para hacer magia prohibida. La familia Murasakibara se enteró e intervino inmediatamente. Desde entonces el cementerio está prohibido para cualquier espíritu. Si alguno llega a tocar la propiedad podría morir.
-       Wow, eso es… ¿no es demasiado extremo?
-       Lo es. Y me parece bien. Nadie tiene derecho a molestar a los que ya no están entre nosotros. Ellos merecen descanso.
-       ¿Quién es la familia Murasakibara? No los he escuchado. ¿son amigos tuyos?
-       Ummm, es complicado.
-       Puede hacérmelo sencillo. Eres bueno explicando.
-       No, me refiero a que es un asunto delicado. No puedo hablar de ello. Akashi nos lo ha prohibido.
-       ¿en serio? Bueno, no insistiré.
De repente, después de dar varias vueltas por el cementerio, Kagami con su mano sobre el hombro de Kuroko para no verse (demasiado) afectado por el efecto del conjuro de restricción, Kuroko se detuvo, casi en una de las zonas más apartadas del cementerio. Había varios espacios libres a los costados, como si esa tumba estuviera maldita o tuviera alguna enfermedad y no quisieran contraer la misma enfermedad.
Kagami se sorprendió, un tanto desconcertado.
-       Exactamente, ¿Qué estás haciendo aquí?
-       He venido por algo. – viendo como Kuroko se hincaba frente a las tumbas apartadas. Juntando ambas manos en una pequeña oración. Sacó de su camisa una pequeña aguja, pinchándose el dedo pulgar, presiono suavemente hasta que la sangre salió. Esparciéndola por el digito al frotarla contra el dedo índice.
 Después alargo su dedo sobre la superficie de mármol, trazando algo sobre la inscripción que tenía grabado el apellido Kuroko. Kagami solo le veía, en silencio.
En un segundo, la lápida comenzó a desaparecer. Como dos puertas corredizas. Debajo había mucha ceniza. Kagami no entendía qué era lo que tanto buscaba Kuroko ahí. Solo había ceniza y polvo.
Kuroko metió la mano dentro de los restos de sus antepasados. Escarbando con ambas manos. Hasta que finalmente sintió el objeto que estaba buscando. Apretándola fuerte, cuando la saco, Kagami se le quedo viendo.
-       ¿De dónde…?
-       Es la herencia de mi familia. Una vieja katana.
-       ¿Para qué la quieres?
-       Digamos que después de mi conversación con Mayazumi-san sobre la pelea en Teiko, creo que tomare el consejo de Akashi de cambiar mi arma por una que implique una defensa mayor.
-       También te expone más. Tienes que atacar directamente.
-       No necesariamente. La espada serviría como una segunda arma, no voy a dejar de usar mi pistola. Soy mejor con ataques de lejos. Pero yo… creo que es mejor aprender a defenderse en ataques directos. Algunas veces es necesario pelear.
Kagami iba a decir algo, cuando notó como pequeños destellos brillaban alrededor. Acercándose a Kuroko. Titilaban.
Kuroko extendiendo su mano, mientras los destellos le rodeaban, como luciérnagas.  Moviéndose alrededor de él, por alguna razón no parecían agresivos, es más, se podría decir que estaban cómodos permaneciendo a su lado. Kuroko sonreía, entrecerrando los ojos, mientras los destellos palpitaban. Danzando en el espacio, bajo una lluvia de pétalos.
-       ¿Estás seguro que está bien dejar a tantos espíritus acercarse a ti? Podrían ser peligrosos. – Kuroko nego, esbozando una media sonrisa.
-       Nada de eso. Es más lo contrario.
-       ¿Por qué el cariño a los espíritus? Eres un humano.  – Kuroko rodó los ojos.
-       Es solo que… me siento más en calma con ellos.  – dijo, mientras los pequeños destellos se alejaban y volvían a flotar encima de las tumbas.
-       ¿Con los espíritus?
-       Sí. Me relaja estar entre ellos. Poder pasar el rato con ellos. Es… tranquilizador.
-       A pesar de ser un humano, y un exorcista. – puntualizo Kagami. Kuroko le extendió la mano y aunque estuvo reacio a tomarla, después de unos segundos de pensarlo, la acepto y camino con él. Siguiéndole, a través del cementerio. Los pétalos seguían cayendo, como si fuera una lluvia. Kagami se preguntaba cuanto tardaría el hechizo en desaparecer.
Kuroko habló, rompiendo el silencio de solo caminar tomados de la mano.
-       Bueno, anteriormente los exorcistas debían formar un vínculo con los espíritus, no solo como un contrario, sino un vínculo emocional, de esa forma podrían ser más poderosos. Pero ahora todo se trata de poder. – Kagami le miraba fijamente, notando la tensión en sus palabras y como sus ojos se entrecerraban, un poco de presión en su agarre. -  Los espíritus también tienen sentimientos, viven y forman parte de nuestro mundo. ¿Por qué separarnos en dos bandos?
Kagami se quedó mirándole, perplejo. Sorprendido, tal vez. Jamás había imaginado que un Exorcista/Humano tuviera esa clase de pensamiento. Aunque considerando que se trataba de Kuroko, debería irse acostumbrando a ello.
Espera, ¿acostumbrarme? Pensó, desviando la mirada. ¿Acaso estoy considerando quedarme más tiempo del necesario con él? ¡No! Yo solo estaré hasta que haya completado mi misión y después me marchare. Kuroko y yo no tenemos ningún tipo de relación que nos mantenga más tiempo juntos, solo necesito respuestas y él las tiene.
Tragando en seco, volvió a girarse hacia Kuroko, ahora tratando de elegir bien sus palabras para sacarle información referente a “ese asunto”.
-       Tengo una enorme curiosidad, ¿Por qué los cuerpos de los humanos son tan débiles?  - Kuroko le miro, extrañado de la forma en que habían cambiado el tema.
-       Ummm, ¿será porque somos mortales?
-       Pero pueden usar magia y convocar espíritus, ¿Por qué no fortalecerse de esa manera? No habría necesidad de que nos llamaran.
-       Es… considerado un pecado capital el tratar de alterar tu alma. Es decir, si un exorcista utiliza su poder para sí mismo, ¿Qué caso tiene que hayas sido bendecido con él sino proteges a los demás?
-       ¿Y por qué a los demás?  - levanto una ceja.
-       Yo… no sé. Así está establecido en nuestras reglas.
-       ¿Estás seguro de que esas reglas no están mal?
-       No digas tonterías. Las reglas existen por motivos importantes, ¿no?
-       ¿Qué hay de la regla que prohíbe que humanos y espíritus se mezclen?
-       Esa regla no existe. Solo que algunos, ya sea espíritu o humano, no puede aceptar lo diferente, porque le temen a lo desconocido. La verdad, me gustaría ver un mundo en el que humanos y espíritus convivan juntos, sin peleas o riñas estúpidas.
-       Es un lindo sueño, pero es imposible.
-       Aun así conservare la esperanza.  – respondió, sin querer darle la razón a Kagami-kun. Era posible, y si lo creía, tal vez era verdad. Sonaba infantil, pero ¿no era así con todos los sueño?
-       Tsk, en serio que los humanos son tan extraños. Por eso existe un orden. Humanos deben quedarse de su lado y los espíritus del suyo. Así de simple.  – sintiendo una punzada en el pecho, Kuroko bajó la mirada, hacia sus propios pies. Kagami tenía razón en ese aspecto, pero aun así, se negaba a aceptar que hubiera una brecha que los separaba. Una brecha que los ponía en bandos diferentes y los hacia odiarse.  
Y él, Kuroko, no podía abogar por ninguno. Ya que no formaba parte de ninguno. No era humano, no era espíritu, era alguien con una maldición encima, tratando de salvar almas, cuando la suya estaba más manchada que nada. Era hipócrita por pensar que podía hacer algo por los demás. Y aunque no lo hacía con el fin de limpiar los pecados del pasado, al menos quería que algo bueno quedara en su historial después de desvanecerse.
-       ¿Y qué pasa cuando no sabes a qué lado perteneces? – pronunció, inconscientemente. Se detuvo. Mordiéndose  el labio inmediatamente. Kagami-kun le miró, desconcertado.
-       ¿Qué? – viendo como los hombres del más pequeño temblaban y su agarre se volvía un poco más fuerte. Quería tomarlo de los hombros y girarlo para encararlo, pero sentía que no debía.
Pasaron unos segundos antes de que Kuroko levantara el rostro y dejara salir un suspiro que le miró.
-       Es tarde. Deberíamos regresar a casa. – declaro Kuroko, soltándole la mano, al tiempo que comenzaba a encaminarse hacia la casa.
Kagami no se movió, se plantó ahí. No iba a ir a ningún lado hasta no conseguir información sobre ese bastardo.
Kuroko, sin escuchar el sonido de los pasos, se detuvo. Suspiró, apretando las manos, tratando de controlarse.
-       Oi, Kuroko. - Kagami estaba totalmente tenso, apretando la mandíbula y frunciendo el entrecejo.
-       ¿Qué sucede? – respondió sin girarse.
-       Tu…  - tragó en seco, apretando las manos, cuando Kuroko le corto de inmediato.
-       ¿Desde cuándo lo sabes, Kagami-kun? – se quedó perplejo, pero logro recomponerse al tiempo para responder, sin vacilación.
-       Hace poco. ¿Por qué no me lo dijiste?
-       Claro, eso habría sido un buen comienzo. Hola, me llamo Kuroko Tetsuya y llevo sellado a la gran bestia Kurohyou. – Kagami, molesto de que le tomara el pelo, lo jalo, obligándole a mirarle.
-       No bromees conmigo. Soy serio con respecto a ello.  – sus manos le apretaban los hombros a Kuroko, pero este solo hacia un gesto de dolor. Finalmente levanto la mirada, dirigiéndole una mirada seria.
-       ¿Y? ¿Qué harás? ¿Me matarás? No creo que hayas esperado todo este tiempo para que bajara la guardia, ¿verdad?
-       Solo lo quiero a él. Tú no me importas.  – tan pronto como lo dijo sintió que se mordía la lengua. Negando. Seguía frunciendo el ceo a Kuroko, quien esbozo una media sonrisa, apretando la mirada.
-       Lo siento. Me niego a entregártelo.
-       ¿Qué? ¿Por qué? ¿Por qué tienes que defenderlo?
-       No lo entenderías. Alguien que esta tan cegado por la venganza no puede verlo. Y tratar de razonar contigo es inútil. Desperdicio de saliva.  – se zafó del agarre de Kagami y comenzó a alejarse. Al momento en que el pelirrojo reacciono, iba detrás de él.  Tomándolo de la muñeca, con un poco más de fuerza de lo requerido.
-       ¡Vuelve acá! ¡Te dije que me lo entregaras! ¡No te lo pedí, te lo ordene! – bramó, casi obligando a Kuroko a ponerse de puntillas.
-       ¡Suéltame!
-       No. Hasta que me lo entregues.
-       Pues puedes romperme el brazo, porque no lo hare. – ahí estaba otra vez, esa misma mirada desafiante. ¿Qué le pasaba a ese sujeto? ¿no entendía el significado de retirarse cuando todo está en tu contra? ¿acaso no le importaba lo que le pasara?
-       Él saldrá. Lo obligaré.
-       Tú no entiendes nada. Esto es más complejo. Si él es liberado, entonces… cosas malas pasaran.  – Kuroko bajaba la mirada, de nuevo, solo que ahora con un aire más sombrío. Apretando los labios, acallando.
-       Me da igual lo que suceda, o a los humanos.
-       Esto no solo conlleva cosas malas para los humanos, también para los espíritus.
-       Hazlo que salga. Tenemos cosas que aclarar.
-       No… - Kuroko se resistía, pero el agarre era fuerte. Tratando de retroceder, Kagami lo tenía totalmente sujeto y no parecía querer soltarlo.
-       Tetsu, basta. No te sobre esfuerces. Deja que me encargue yo.
-       Cállate tú también. – dijo, soportando el dolor. No era momento para que Aomine comenzara con su papel de guardián. -  Los dos son unos completos idiotas.
-       Hey, - los dos se giraron al escuchar la voz resonar desde lo más alto. Encontrándose con un rubio que se acercaba con pasos veloces, Kuroko suspiró, aliviado - ¿Qué le haces a Kurokocchi?
-       ¡No es de tu incumbencia! Metete en tus propios asuntos. – Kise fue más rápido y le arrebato a Kuroko, colocándolo detrás de él.
-       La seguridad de Kurokocchi es uno de mis asuntos. Así que, ¡No te atrevas a hacerle daño o te mataré! – dijo Kise, amenazante, dejando salir un leve gruñido desde el interior de su garganta. Kagami sonrió, aceptando el reto del zorro.
-       Ja, me gustaría ver eso.  – tan pronto como alargaba su mano y de esas unas largas uñas salían. – Ven, zorrito. Te voy a enseñar no hacer enojar a un tigre.
-       Ambos, basta. No tienen que…
-       Lo siento, Kurokocchi, pero esto es un asunto de Bestiales. Aunque seas tú no puedo obedecerte. Tengo que enseñarle una lección.
-       Una lección, ¿eh? Bien, ven. Voy a partir toda la cara, niño bonito.
-       Kagami-kun, Kise-kun, no… - viendo que ambos sujetos comenzaban a tomar su forma animal, Kuroko tenía que hacer algo. Estaba preocupado por ellos, pero más porque había cierto exorcista en la ciudad, merodeando, y si los veía combatiendo… no acabaría nada bien. Tragó en seco y levanto la mano – Bien, si van a continuar siendo unos estúpidos ¡Adelante! Pero no dejare que destruyan la ciudad. ¡Kekkai! – rápidamente un aire les golpeo. todo el lugar fue cubierto por un manto de color gris, volviendo todo a su alrededor totalmente silencioso. Kuroko sostenía un pequeño cristal, como aquel que colgaba en la pulsera de Kagami, solo que este titilaba y pequeños destellos salían de la parte de arriba, fragmentándose y después perdiéndose en el aire.
************************

No me gustaba hacia donde estaba yendo todo. Tanto Kise como Kagami tenían una fuera increíble, pero estaban desatados. Llamaradas de rojo y dorado salían despedidas y solo podía cubrirme.
Ninguno se daba brazo a torcer. Kagami era fuerte, pero Kise también lo era y no se dejaba intimidar. Golpes duros y explosiones, haciendo que algunos de los edificios colapsaran.
“No deberías dejar que Kise pelee”.
-       Como si tuviera palabra alguna en su cabeza. Tampoco me gusta, pero es Kise-kun.
Kagami tomó a Kise de sus largas colas y lo hizo girar, arrojándolo contra la pared de una de las casas, me sobresalte al ver como atravesaba la pared y se escuchaban los sonidos de otras cosas rompiéndose y un fuerte quejido.
-       ¡Kise-Kun!
-       ¡No, Kurokocchi! ¡Esto aún no termina!
Cuando Kise-kun salió de los escombros cubierto por algunos rasguños y manchas de sangre, aun con una mirada divertida, retrocedí.
Dando un salto, Kise-kun salió para darle un fuerte golpe a Kagami-kun, solo que ahora tomándolo del cuello y restregando su rostro por todo el tejado.
Estaba sorprendido y preocupado. Quería detenerlos, pero parecía algo que debían resolver ellos mismos. Incluso aunque Aomine-kun me dijera lo contrario, sabía que él estaba de acuerdo en que pelearan.
Hay reglas que ni siquiera un simple humano puede entender. Las reglas de la vida. Y entre los bestiales, esas son las más importantes.
-       Esto no terminara bien, ¿verdad?
“No… ¡Tetsu! ¡Detrás de ti!”
Girándome, tan pronto como lo hice, levante ambas manos y puse una pared de hielo. Cayendo sobre mi trasero, cuando levante la mirada, me encontré con un puño atravesando la pared, al parecer lo había detenido de que le golpe me diera.
-       ¿Quién…?
-       ¡Oh, Tetsuya! Cuanto tiempo sin vernos.
-       ¿Imayoshi-sensei? – Trague en seco, sentido como si la sangre de mi cuerpo dejara de correr y un sudor frio recorriera mi espalda. Mirando hacia arriba de una de las casas. El hombre de cabellos negros tenía un cigarrillo en la boca, asintiendo. Una chica de coletas estaba junto a él, su falda agitándose con el aire y que me miraba con una expresión indescifrable.  - ¿Qué esta… haciendo aquí?
-       Ummm, trabajo. Pero dije; Debo hacerle una visita a mi estudiante. Así que, cuando fui a tu casa no estabas y decidí venir a buscarte.
-       Sensei, yo…
-       Sigues siendo tan blando como siempre, ¿eh? No puedes seguir siendo tan bueno, eso está mal. Ese amor tuyo por los espíritus… te costara la vida, algún día. – dejo el cigarrillo, arrojándolo por ahí. Finalmente me miro. Esos ojos penetrantes, que no podías decir si te miraban o solo estaba fingiendo hacerlo, burlándose detrás de esa sonrisa.
-       Y-Yo… no… - mi voz temblaba, mi cuerpo también. Sentía que me fuera a desmayar. Si él se acercaba yo… ¿lo soportaría? El castigo de la maldición de las almas.
-       Mal, mal. Muy mal. Creí haberte enseñado mejor. Supongo que no fue así. Escuche que te dieron el título de Exorcista Novato.
-       Así es.
-       ¿Según quién estas capacitado para llevar ese título?
-       Akashi-kun…
-       Un mocoso como tú. Pufff, ese título no es válido. – levante la mirada – si logras derrotarme no diré nada. Sin embargo, sino es así, tendrás que regresa ir conmigo, y el titulo de exorcista novato será removido.
-       ¿Por qué haces esto, sensei?
-       Te lo dije. Eres un buen estudiante, un exorcista excepcional, es por eso que no creo que tus poderes deban permanecer a disposición de La Orden.
-       Y-Yo quiero ayudar a la gente.
-       Entonces derrótame y cállame la boca de una buena vez. Solo así lograras tener mi aprobación.
-       ¿no tengo otra opción? – no quería pelear, pero si no había de otra. Lo haría.
-       No. Así que… ¡Kuro, Ulma, ataquen!
-       ¡Sí, señor!

Ambos sirvientes obedecieron, dando un salto, comenzaron a acortar la distancia. Flanqueando mis costados, listos para atacar. Apreté las manos. 

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