Mestizaje - Capitulo 3
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Joven,
debe despertar. Por favor necesita quitarse esas ropas o cogerá un resfriado.
¿joven? Diablos. Tendré que hacerlo yo mismo.
Sus manos temblaban cuando comenzaron a desabotonar mi camisa,
después de quitármela, me saco los zapatos negros de vestir, junto con los
calcetines de lana. Se detuvo un momento, dudando frente a mi, si debía
continuar desvistiéndome o dejarme morir de hipertermia. Con todas mis fuerzas,
logre levantarme, recargándome sobre mis piernas, el me miro sorprendido y
avergonzado al mismo tiempo, pero ignore sus mejillas sonrojadas y me dedique a
estudiar el lugar en el que me encontraba; una cabaña con las típicas cabezas
de animales muertos sobre la pared, una hoya en el fuego de la chimenea y una
silla de madera de cedro con una mesa de caoba. En la esquina había varias
herramientas de jardín y tres ventanas cuadradas.
-
Disculpe,
joven. Debería cambiarse pronto. Yo podría prestarle unas ropas mientras se
secan las de usted.
-
Claro.
Tienes razón. Si. Eso estaría bien. – no me había dado cuenta, pero al verle de
frente me sonroje al ver que me había tenido que quitar los zapatos y la
camisa.
-
Oh
claro. Necesita privacidad, pero no puedo salir ahora. Esta una tormenta muy
fuerte.
-
¿Qué
tan grave es?
-
Digamos
que la cosecha se va a perder a causa de las aguas y los fuertes vientos.
-
No
puedo creerlo. Tengo que darme prisa e irme a mi casa. ¿Cómo están los caminos?
-
Todos
inundados, solo se puede llegar hasta su casa en bote, ya que antes de
atravesar el bosque hay un pequeño arroyo que se desborda en época de lluvias.
Como quien dice estamos atrapados hasta que el agua baje.
-
Entonces
creo que será mejor que me quite mis ropas, ¿podrías prestarme una manta? No
quiero mojar tus ropas.
-
Esta
bien. déjeme buscar una, creo que tengo una guardada por allí.
-
Ok.
Se dio la vuelta y comenzó a buscar debajo de la cama y detrás de
una pequeña puerta. Sin embargo el sonido de las contraventanas golpeándose
fuertemente hizo que el hombre saliera de la habitación para cerrarlas por
fuera. Desapareciendo de la cabaña, me di prisa y comencé a sacarme los
pantalones, mi ropa interior, hasta quedar cubierto por la pequeña manta de la
cama. El hombre volvió a entrar bañado en agua, sus ropas escurrían por toda el
agua y su rostro estaba cubierto por las gotas de la lluvia, que se deslizaban
hasta caer por su barbilla. Me miro sonriendo.
-
Este…
lo siento, pero tenía que cerrar la contraventana o no me dejaría en paz el
ruido. Pero solo termine mojándome. Que tonto soy. Jajajaja…
-
Pero
mira. Dios, quítate esas ropas o cogerás un resfriado.
-
Pero
no tengo mas ropa seca. Toda se ha mojado. Solo tengo el cobertor que guardo
debajo de la cama para las noches de frio.
-
Entonces
quítatela eso y cúbrete con la colcha.
-
Pero…
usted también esta mojado y debe cubrirse.
-
Podemos
compartirlo hasta que se sequen mis ropas, además ya me siento demasiado
grosero al estar usurpando tu cama.
-
No
no diga nada de eso, por favor, es un gusto para mi. Pero me sentiría mejor si
usted se cubriera o podría enfermar. Por su seguridad
-
Te
propongo algo. ¿Qué te parece si compartimos la manta? Digo, así ninguno de los
dos pasara frio y no cogeremos un resfriado.
-
Esta
bien, si usted esta de acuerdo.
-
Por
supuesto. Venga, vamos a acomodarnos junto a la chimenea.
-
Si,
solo déjeme quitarme estas ropas y sacar el cobertor. ¿necesita algo de ropa
interior?
-
¿Creí
que toda tu ropa se había mojado?
-
Así
es, pero la ropa interior se seca mas rápido que las camisas y pantalones de
trabajo.
-
Entonces,
si por favor.
Quería salir de la cama, pero el estar desnudo no me atrevía. Me
acomode sobre las plantas de mis pies y me cubrí hasta la cintura. El hombre
volvió, vistiendo solo unos calzoncillos y con una enorme colcha sobre su
hombro. Mis ojos divisaron y trazaron cada parte de su cuerpo, tenia demasiadas
marcas de heridas profundas y hasta que se había puesto cerca de la luz de la
chimenea no me había dado cuenta de la cicatriz cerca de su ojo derecho. Tome
la enorme colcha de entre sus manos, su tacto estaba frio, pero provocaba que
las puntas de mis dedos comenzaran a dar comezón. Como si un rayo recorriera mi
cuerpo y terminase estallando en mis dedos.
-
¿esta
cómodo?
-
Claro,
muchas gracias, pero ¿no estarías mejor si te cubrieras con la colcha?
-
Descuide
estoy bien.
-
Ven.
Es una orden. Cúbrete con la colcha y no pongas peros.
-
Esta
bien.
Se acerco dando pasos cuidadosos evitando tocar los pequeños
charcos de agua que había dejado cuando había estado en la habitación todo
empapado. Su enorme cuerpo se cubrió con la colcha, frotando sus manos para
entrar en calor, con su aliento y acercándolas al fuego. Tenia demasiadas dudas
sobre el jardinero y quien mejor que el mismo para respondérmelas, me atrevi a
apostarlas todas en una sola jugada.
-
Ok,
ahora podrías decirme cual es tu nefasto pasado.
-
¿Qué?
-
Si,
digo no creías que no me iba a dar cuenta de que no eres el típico jardinero
que corta todas las rosas en un solo intento.
-
Yo…
no me gusta mucho hablar del pasado.
-
Esta
bien. respeto la privacidad de cada persona, y se cuando alguien me dice que
estoy siendo demasiado metiche.
-
No,
no es por eso. Es solo… que… no me gusta recordar. Es muy doloroso.
-
Lamento
haber tocado el tema, olvídalo si te hace sentir mejor. Dios, soy tan tonto.
-
Jummm…
en realidad es mas porque aun no lo supero. Vera yo era general de una tropa que
fracaso anteriormente. Eran mi responsabilidad y yo les falle a cada uno de
ellos.
-
Eso
no tiene por que volverse un asunto de
vida o muerte, además el que muriesen era algo inevitable si se habla de pelear
hasta morir.
-
Pero
yo, no hice nada. Fui un idiota al llevarlos a esa barranca, sabia que era
peligro ir por esos rumbos, pero aun asi fue demasiado obstinado como siempre.
Todo ellos murieron por que me siguieron, tenia ordenes de llegar al campo de
ataque, pero unos amigos nuestros habían sido atacados antes y decidí que
debíamos ir a ayudarlos, aunque no eran nuestras ordenes. Tomamos un atajo a
través de un peñasco y ahí mismo nos emboscaron un grupo enemigo. Habían
jovencitos de 18 e incluso de menor edad. Por eso fui recluido a ser un
sirviente en esta isla si es lo que se preguntaba. – se llevo una mano a la
cara, frotándose los ojos en un intento por contener el llanto.
-
No
tienes la culpa. La muerte es impredecible e incluso cuando se sabe que llegara
no podemos hacer nada. hiciste lo que creíste era correcto, ir en socorro de
tus compañeros heridos. No hiciste nada malo, solo fuiste lo mas humano. – me
acerque a el cuando note que no me
miraba directamente, sino que mantenía la mirada en el suelo, meditándose sus
propios pensamientos, coloque mi mano sobre su hombro, el se movio, acercándose
demasiado hasta estar contra mi pecho recargado, no supe como reaccionar,
aunque mis manos se envolvieron sobre el en un abrazo, sobando su espalda. –
todo esta bien, tranquilo. Necesitas descansar un poco. Duerme.
-
Si.
– dejo salir un suspiro y cayo en un sueño profundo, su cabeza descanso sobre
mi regazo, sus facciones pronunciadas, esa mandíbula prominente y con algunos
vellos de varios días sin rasurar. Sus cejas oscuras y ese cabello castaño
lacio, pase una mano por el, sintiendo la suavidad de este. Como era posible
que este enorme hombre que podría matarme solo con su dedo índice descansaba
tan pacíficamente y despreocupadamente sobre mi regazo en un sueño profundo.
Quería moverme para poder atizarle a la chimenea, pero el peso del
jardinero me impedía moverme a libremente como deseaba. Su pecho se descubrió
de una parte cuando me movi ligeramente, estaba cubierto por una mata de vello
creando un camino hasta donde estaba el elástico de su ropa interior. Respiraba
pausadamente, en total armonía y constante, podía sentir el latido de su
corazón, lo cubri con un poco de la manta y acaricie su frente, tomando entre
mis dedos algunos mechones de su cabello.
No supe en que momento después de que el comenzara a gritar en
sueños, me quede completamente dormido. Sus gritos me habían despertado
diciendo; “no, déjenlos, mátenme a mi” “Rosalie, no”. En un intento por
tranquilizarlo le susurre al oído, arrullándolo con una canción de cuna
tranquila y suave, lo que disminuyo sus violentos movimientos de manos y
pataleos. Era la primera vez que me encontraba ante este tipo de situación. En
la que yo debía hacerme el fuerte, por alguien que habia compartido su dolor
conmigo, aunque no del todo. sentía ansiedad por querer que este ser que se encontraba frente a mi,
depositara su confianza en mi, deseaba que me dejara ser parte de su rutina,
pero que pediría a cambio de esa confianza. ¿devoción? Jamás había pensado en
alguien mas, inclusive ni en mi mismo pensaba de esa manera, nunca me habia
detenido a pensar que mis deseos egoístas eran mas fuertes siempre y me
dominaban a su merced, ojala que este hombre jamás conozca mi verdadero rostro,
porque no se qué haría si lo hiciera.
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