Labios Helados, Lengua Caliente - Capitulo 18


[Randolph, Charlie, Alo, Kaden, Abby]

La tensión era palpable, Kaden solo se mantenía mirando a los dos superiores mirándose de una forma nada agradable. Tragando en seco, viendo quien daría el primer golpe. Abby pensaba intervenir, pero sabía que esto tendría que pasar en cualquier momento, además quien mejor que Alo para hacer a Randolph reaccionar. Ella también estaba herida por lo de Jason, pero aun así tenían que pensar en la Guarida. Todos contaban con ellos, sus guardianes.
Randolph apretaba los puños, tensando el cuerpo, esperando por la respuesta de su hermano. Si decía algo erróneo en contra de Jason sería capaz de darle un golpe. No le importarían los lazos de sangre. Alo era su hermano, pero Jason era un tema diferente, era su pareja, su única pareja.
-         Me refiero, ¿crees que el querría que los miembros de la Guarida resultaran heridos? – suavizo su expresión, notando la tensión por parte de Alo, quien no dejaba de mirarle fijamente, sus manos apretadas a ambos costados. Dándose cuenta que no era el único afligido por lo de Jason, todos los demás weres estaban inquietos, molestos.
-         … - tenía que tomar decisiones. Era el alfa y como tal debía comportarse, ese puesto no se lo habían dado solo porque fuera un buen chico. Todos confiaban sus vidas a él.
Charlie intervino en la discusión, que había cesado de su atmosfera asesina, volviéndose un poco más un momento incómodo.
-         Alo tiene razón. No es nada personal, alfa. Solo… quiero respetar sus deseos. Por favor. No hagas que me vuelva alguien que no cumple sus promesas. – apretaba sus manos, mordiéndose el labio, tanto que sangraba. Apretando los ojos. Sin poder mirar a su Alfa. Charlie era alguien joven, pero digno de confianza. Por eso mismo Randolph podía dar fe que no le mentiría sobre aquello.
Colocando su mano sobre el hombro de este, lo atrajo contra su hombro, reconfortándolo, revolviéndole los cabellos de encima.
-         Está bien. Deja de llorar. Tenemos que darnos prisa o los vampiros llegaran hasta nosotros. No podemos permitir que ellos lleguen a la Guarida. ¿verdad? – limpiándole la lagrima que se deslizaban por encima de sus pestañas, hasta caer como una gota pequeña. Charlie abrió los ojos, limpiándose la nariz moqueante con el dorso de la mano, asintiendo con un movimiento de cabeza.
Randolph se giró hacia su hermano, quien solo levanto las manos, negando con la cabeza. Esbozando una media sonrisa, los ojos igualmente cristalinos que los demás miembros del grupo.
-         No tienes que decir nada, sé que eres un cabezota. Date prisa, preparare a los chicos para irnos.
-         Alo…
-         Necesitas despedirte de él apropiadamente, hermano. Lo siento. Yo también te falle como beta. Se supone que esta clase de cosas no pasarían en mi guardia y mira. Lo lamento.
-         No fuiste el único, hermano.
-         ¿estarás bien?
-         Tal vez. No sé.
-         Te dejare a solas con él. Charlie, vamos, tenemos que darnos prisa. Límpiate esos mocos, ¿Qué eres, un crio?
Viéndolos alejarse, sus compañeros lo dejaron completamente solo. Con la única compañía que era el cadáver de su difunta pareja.
Girándose, volvió a colocarse de rodillas, solo que esta vez levanto el cuerpo de Jason, sosteniéndolo en sus brazos. Comenzó a alejarse del grupo de weres que estaban preparándose para irse.
Un suspiro grande, las lágrimas volviendo a salir mientras daba cada paso sobre la tierra húmeda. Entre risas y lágrimas, se encargó de colocar el cuerpo de Jason en un lugar donde los helechos cubrieran por completo su cuerpo. No quería que lo engulleran esas bestias vampíricas. Sino podía llevárselo con él, esperaba que al menos tuviera la muerte que debería y que el tiempo se encargara de lo demás.
*************

[Randolph]

Finalmente termino de arreglarle una tumba, o al menos algo parecido. Colocando ramas y helechos, junto con unas cuantas hojas más de algún árbol, debajo del cuerpo para hacer una cama. Sus manos juntas sobre su pecho, sosteniendo una pequeña flor blanca que Randolph se había encontrado. Encima una capa de tierra para cubrir el cuerpo y que no atrajera algún depredador salvaje. Había deseado darle una mejor sepultura, pero era lo máximo que había podido hacer con poco tiempo.
Había hecho la pequeña tumba a un costado de la pequeña cascada que desembocaba desde las Montañas Humeantes hasta el Bosque de Los Azules, era el único rio que seguía en movimiento, gracias a las lluvias constantes de las montañas, el agua seguía fluyendo hacia los demás rincones. Era el único que no había sido obstruido por los vampiros, puesto que no necesitaban específicamente el agua para subsistir, les daba igual.
Termino de colocar encima las piedras para que la tumba se mezclara con el paisaje y que el cadáver no fuera profanado por algún animal. Mucho menos encontrado por esos malditos chupasangre. Acariciando el rostro de Jason una última vez, dejo la última piedra en el suelo, tomándose su tiempo para contemplar la belleza en los rasgos de su difunta pareja. Incluso en la muerte era hermoso.
Ahora que estaba completamente solo podía dejar correr las lágrimas, pero en lugar de llorar, sonreía. Pasando el dedo pulgar por los pómulos de Jason, su piel se había tornado un poco más blanca de lo normal y sus parpados se veían oscuros. ¿Era parte de la muerte?
Se acercó un poco, presionando sus labios contra la frente de este. Bajando, besando sus parpados, sus mejillas, su barbilla, sus labios, helados. Nada de calor en ellos. Sopeso la falta de calor ajeno. Apretando las manos para evitar tratar de desenterrarlo.
-         Lo siento tanto, mi amor. No tuvimos la oportunidad de formalizar nuestra unión. Fui demasiado cobarde, sin mencionar débil por no haber tenido el coraje para reclamar tu mano. Ahora me doy cuenta que… - un leve temblor en su labio, se cubre con el reverso de la mano, desviando la mirada del rostro apacible de su amado y sin más se deja caer sobre el pecho de este, que está cubierto por piedras y tierra, dejando salir el llanto y las lágrimas que le escurren por todo el rostro. El grito de desesperación. Se acerca nuevamente al rostro de Jason y lo llena de besos, sosteniendo sus mejillas con sus manos, pero por más que lo sostenga no puede hacer que su calor le llegue, es lo mismo. Randolph coloca su frente contra los labios de este y un escalofrió le recorre el cuerpo por la frialdad, apretando los ojos  - ¡Perdón! ¡Tú no debiste haber muerto! ¡Tú no!... ¡Lo siento, lo siento tanto!
Continua llorando, jamás se había sentido tan pequeño, tan débil, tan solitario incluso sabiendo que la manada jamás lo abandonara, ellos pueden ser su familia, pero el calor al que se refiere, el afecto del que Randolph añoraba en secreto era el amor romántico, el amor eterno entre parejas,  ese amor imposible de romper más que por la mera muerte.
En segundos, era ira se vuelve más fuerte, tanto que no puede soportarla más y deja salir un gruñido desde el interior de su pecho. Es algo más bestial, casi animal. Su forma animal está molesta en todos los sentidos. Le han arrebatado a su pareja, su única pareja de toda la vida. Y ahora eso hace arder todo su cuerpo por venganza. Desea las cabezas de esas escorias, desea su muerte.
Aprieta las manos sobre la tierra, llevándose un poco de ella entre los dedos. Y ahí, frente al cadáver de su pareja, jura en su nombre.
-         Prometo… prometo que tendremos nuestra venganza. Te lo prometo, mi amor. Prometo que todos ellos pagaran por lo que nos han hecho. Los matare a todos, no dejare a ninguno con vida.  –  declara, inclinando la cabeza, mientras aprieta la mano contra su pecho, en un gesto de solemne devoción a su causa. Dándole un último beso en la frente, coloca las hojas de helecho encima del rostro de Jason y lo cubre con tierra, colocando varias piedras grandes encima para que la tumba se vuelva parte del paisaje.
Se aleja, dando pasos grandes. Se limpia las lágrimas de los ojos, sintiendo el peso de su corazón volverse enorme. Ahora carga con la muerte de su pareja y con el recordatorio que jamás encontrara el amor, porque los weres solo tienen una sola pareja para siempre. Y él la ha perdido.
Su corazón ahora solo está lleno de ira y rencor contra aquellos que le han arrebatado su oportunidad de ser feliz. De amar. No se quedara así.
Ahora solo puede concentrarse en su manada y en exterminar a los vampiros. Solo eso.
Tomando su forma animal, corre y va con sus compañeros. Despidiéndose del bosque de los Azules.
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*******
[…]

Así que, así se siente, ¿no?
Que decepción. Creí que dolería un poco más. Tal vez me di una idea demasiado errónea de la muerte.
Malditos libros mentirosos. ¿Por qué no me dijeron que solo mi corazón dejaría de latir y quedaría tieso como una rama seca?
Hubo dolor, lo admito, pero fue mínimo. Tampoco tuve mi pequeño resumen de vida pasando frente a mis ojos.
Mi cuerpo flota en la nada. Donde quiera que mire hay oscuridad. Aunque, ¿realmente tengo los parpados abiertos? No tengo idea de nada a estas alturas.
Aun así mis extremidades se mueven, pero no tocan nada. Es tan extraño y un poco aburrido. Me siento decepcionado de mi propia muerte.
Bueno, no es como si esperara que millones de estrellas me recibieran o que un ángel viniera a mi búsqueda para llevarme al purgatorio. Pero… se siente demasiado simple el morir.
El sonido de un motor acercándose. El freno. Pasos sobre la tierra, lentos. Más y más cerca, puedo escuchar cómo se remueve el casco que lo cubre y el sonido de su voz contra el comunicador, informando su ubicación.
Mi cuerpo no se está moviendo, pero puedo sentir la sensación del sol caliente contra mis mejillas, la fresca brisa que hace mover las copas de los árboles, fragmentando la luz en destellos sobre mis parpados. Es como si todo siguiera su paso, pero yo hubiera entrado en un estado de petrificación.
*
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*
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[…]

Detuvo sus pasos a escasos centímetros de la pequeña pila de piedras que formaban un pequeño bulto entre las piedras de la cascada. De no ser porque estaba poniendo la suficiente atención al sujeto, were, lo que sea, no habría encontrado el cadáver.
Sacándose el guante, sus dedos blancos quedaron expuestos. Tomando su navaja, alargo la mano hacia el aire, y clavo la punta de esta sobre la palma, empujando más fuerte el arma blanca en su piel hasta que la punta salió del otro extremo. Apretó la mano, mordiéndose el labio al sentir la sangre manar de su herida.
Se agacho, removiendo las piedras y hojas silvestres, exponiendo el rostro del sujeto que yacía en la tumba. Introdujo sus dedos medio y el pulgar, forzando a abrir esa cavidad que llamaba boca y cuando esta se abrió, acerco la mano, dejando entrar el líquido carmesí en su interior. Apretando más fuerte para que la sangre corriera y cayera dentro de la boca ajena.
Como si fuera una copa, la sangre fue ingresando, llenando hasta derramarse por sus labios. Se inclinó, juntando sus bocas, el sabor de su propia sangre lo recibió,  empujando su lengua, la sangre comenzó a descender en el interior de este, ingresando a su sistema.
Se separó, relamiéndose los labios con la lengua. Pasando su dorso para limpiar aquellos residuos.
La herida en su mano dejo de sangrar instantáneamente, y al mismo tiempo se limpió la sangre de sus dedos. Apretando la mano varias veces para cerciorarse que no había perdido algún nervio. Lo matarían si se hacía daño.
Con sus fuerzas comenzó a quitar todo eso que estaba encima del cuerpo del chico, no era necesario. Dejando el cuerpo expuesto, con un poco de tierra encima, pero no iba a limpiarlo completamente.
Se apartó un poco. Sacando la muda de ropa encima de la motocicleta. Era un traje oscuro, no como el que utilizaban los Fledermaus, sino más bien de un estilo más informal. Pantalones oscuros y una camisa ajustable al cuerpo, sin mencionar la espada y las botas de combate.
Le había costado mucho conseguirlas, pero era momento de que él también hiciera su aparición. Jason necesitaba un poco de ayuda.
Agachándose nuevamente, se acercó lo suficiente para quedar a escasos centímetros del oído de Jason, susurrando por lo bajo.
-         Hermano, escucha, no puedes morir ahora. Si lo haces, no eres el mismo que conocía en ese entonces. Tienes que ser fuerte y despertar. Ese Jason Snyder que tú conoces no eres tú. Tranquilo, todas las respuestas vendrán, pero debes despertar.
Se puso de pie y sin decir más, emprendió camino fuera. Perdiéndose en el bosque tras su velocidad. Lo único que queda de él son el movimiento de las hojas y los objetos que le ha dejado a Jason.
*
*
*
*
*
*
Bump
Un sonido. Leve, pero igualmente audible.
Bump, bump, bump.
Otra vez. El sonido se hace más constante.
¿Qué es eso? ¿De dónde viene?
Bump, bump, bump, bump…
Más fuerte, resuena en sus oídos como pequeños tambores.
Un latido.
Dos, tres, cuatro… pierde la cuenta por lo rápido que lo hace.
El palpitar de su corazón acelera con cada sonido, acoplándose a él.
El sonido de los huesos recomponiéndose. Alineándose, el material regenerándose, la piel sanando, cerrando las heridas. Parecería un proceso tan simple e indoloro, pero es lo contrario. Mientras se regenera, su mente y su cuerpo experimentan el peor de los dolores conocidos.
Los dedos comienzan a moverse sutilmente, apretándose hasta convertirlo en un puño, no es un espasmo cadavérico, es una reacción natural ante el dolor que está experimentando. Los nervios se regeneran, mientras los órganos vuelven a la vida y comienzan a funcionar normalmente.
Es una pequeña comezón como si te clavaran alfileres constantemente en donde tienes la herida mientras esta se va cerrando, regenerándose. El costado desgarrado se va uniendo, eliminando rastro alguno de la marca que demuestra la herida anterior, como si no hubiera pasado nada. En el interior ocurre lo mismo, los órganos cierran sus heridas, la sangre volviendo a fluir, mientras todo comienza a moverse nuevamente.
Es como si algún líquido corrosivo hubiera ingresado en sus venas y ahora mismo estuviera deslizándose por todo su cuerpo, inundándolo. Es doloroso, sus huesos arden al igual que una fiebre muy alta y su carne parece abrirse con cada segundo que pasa. Aprieta su mandíbula, su lengua saborea el óxido de la sangre, aunque no le molesta, le gusta ese sabor. Es familiar a su paladar.
Todo su cuerpo se dobla ante el dolor que lo domina, apretando las manos en el suelo, se dobla, elevando su vientre al aire, su cuerpo forma una curva. Vuelve a caer, recostándose.
Abre los labios, dejando salir un largo y prolongado suspiro.
El silencio del bosque es inmenso, solo los insectos son los que lo rompen.
El palpitar se recompone, volviéndose más tranquilo. Los pulmones recibiendo el aire del exterior, moviéndose como deberían, creando oxígeno. El cerebro, encendiéndose, retomando labores naturales.
Un segundo.
Dos.
Tres.
Cuatro.

Desde ahora te llamaras Jason Snyder
Abre los ojos, tomando una gran bocanada de aire, aspirando, levantándose abruptamente del suelo, agitando las manos como si tratara de alcanzar el aire que le había faltado durante ese lapso en el que no lo recibió.
Aprieta las manos, mirando a su alrededor. Perdido. Confundido.
En un acto normal, se envuelve a sí mismo en un auto-abrazo. Las lágrimas salen de sus ojos, deslizándose por sus mejillas hasta perderse tras caer. El sonido de su pequeño llanto infantil.
Es la primera vez que algo le da miedo, el estar muerto, el estar solo, fue sofocante. Aterrador el estar envuelto en sombras y sin nadie a tu lado.
Se cubre la boca con la mano, acallando su llanto.  Y aprieta las piernas contra su pecho, encorvándose en un pequeño ovillo.
Desearía quedarse así, en ese lugar, pero no puede. No en esta vida. Donde tiene que pelear y sobrevivir.
Se levanta, limpiándose las lágrimas de los ojos, encuentra la moto estacionada a pocos metros de él y se acerca, tomando la ropa encima y se la pone. Sin bajar la guardia.
Deteniéndose en un momento en el que un pensamiento lo abordo inmediato, no supo que debía hacer. Ir con la Manada de Randolph, regresar a sus brazos o… regresar a su vida con la Colonia.
Montando la motocicleta, arrancando el GPS que traía este, la decisión fue tomada. Solo necesito ver a ambos lados, el bosque y el desierto.
*
*
*
*
*
*
*
*

[Jason]

El sonido del motor de la motocicleta me hacía sentir más relajado, pero de nuevo no duro demasiado cuando todo el peso caía sobre mí, otra vez. Odiaba ser tan testarudo, no poder simplemente dar vuelta a la página y continuar. Negligente sería mejor.
Mi pecho dolía con una intensidad que jamás había experimentado.  Era de esos dolores que te quitaban el aliento y te hacían lagrimear los ojos por la falta de oxígeno. 
¿Podía darles la espalda? ¿Solo así como así?
Randolph.
Basta, me dije a mi mismo. Es por su propio bien. Además tenía que volver a casa, pero algo se retorcía internamente dentro de mi pecho. Mi estómago se contrajo, el aire caliente del sol de mediodía golpeaba mi cara, las desventajas de no usar un casco cuando más lo necesitaba.
Apreté mis manos sobre el freno y la motocicleta se detuvo.
Mis pensamientos eran un torbellino de inseguridades, debatiéndome que debía hacer, y lo que más pesaba sobre mí era Randolph, dejarlo solo, abandonarlo. ¿Podía hacerlo? Claro, me contesté a mí mismo, pero sonó tan falso que maldije mi falta de practica mintiendo.
Yo había elegido. No podía seguir jugando con los lobos y proteger a la Colonia desde aquí. Y para ello tenía que dejarlo.
¿En serio puedes? – una segunda voz resonó en mi cabeza. Mordiéndome el labio.
-         Y-yo… no lo sé…
NO PUEDES.
-         No es verdad.
Sabes que si lo es, solo que tratas de engañarte.
-         Puedo hacerlo.
No, no puedes. ¿Sabes porque?
-         ¿Por qué señor Conciencia? Ilumíneme. – rodé los ojos, molesto conmigo mismo por tener esta clase de conversación conmigo mismo. ¿producto del calor? Tal vez insolación.
LO AMAS.
-         Jamás, el solo juega conmigo. Solo quiere joderme y ya.
¿Y eso está mal porque…?
-         Él no me ama.
¿Se lo preguntaste?
-         No, pero…
¿Por qué no vas y lo haces?
-         Claro, regresar solo para preguntarle si me ama.  – respondí sarcástico.
No pierdes nada con intentarlo.
-         Mi orgullo.
¿Tu orgullo te amara? ¿Te abrazara por las noches?
-         …  - trague en seco ante la falta de palabras. Apretando los puños en el volante.
Exactamente.
-         Pero los vampiros…
¿Desde cuándo le tienes miedo? Liberaste a los Cazadores de su control, mataste a la mitad de su ejército y a uno de sus líderes ¿Quieres más pruebas de tu valor?
-         Ellos corren peligro conmigo en su manada, no puedo volver, solo les traeré problemas.
Mira a tu alrededor y huele la sangre, los vampiros atacarían a cualquiera que no fuera un vampiro como ellos. Solo tratas de negar el hecho que lo amas y te duele dejarlo atrás, ¿no? Admítelo.
-         Yo… - odiaba perder en contra de mi yo mental, pero tenía que admitirlo -  … amo a Randolph y soy egoísta por amarlo, porque sé que solo le traeré desgracias.
Así es el amor, tómalo o déjalo, tú decides si quieres perderlo.
Ahí fue cuando me di cuenta de algo, no era mi corazón el que me hablaba, era mi subconsciente. No eran latidos y cosas melosas, sino mi propio yo hablándome y diciéndome que dejara de comportarme como una nenita. ¿Quién en su sano juicio arriesga la vida de toda una manada solo para salvarte?
Solo alguien que te ama. ¿No?
Tenía que comprobarlo, no podía irme ahora que la curiosidad había emergido en mí. Tenía que oírlo de la boca de Randolph. Aun cuando eso significara mi propio deseo egoísta.
Dando vuelta sobre la carretera, comencé a acelerar hacia el bosque. Mata verde de las copas de los árboles se veía a lo lejos como un arbusto. Tenía que ir por mi lobo.
*******************************************************************************

La motocicleta logro llegar hasta el bosque de los Azules, dejándola recargada contra un árbol, cubierta de ramas y helechos, me adentre en el bosque. Mis manos sacaron la navaja de mi cinturón, aún tenía restos de sangre vampírica y de Cazador.
Dando pasos precavidos, mirando antes de avanzar y ser visto por algún vampiro. Algo me acaricio la pantorrilla. Salte al sentir el frio cerrándose en mi pierna. Casi grito por el escalofrió, pero simplemente me limite a poner la navaja frente a mí.
Abrí los ojos, sorprendido al ver el brazo ensangrentado, pero mi impresión fue más hacia su dueño. Baje mi arma y me incline, tratando de ayudarle a recargar la espalda contra el árbol, levantando su cabeza. Su cabello rubio estaba lleno de manchas de sangre y lodo, todo su cuerpo presentaba el mismo rasgo, manchas de sangre cubrían sus heridas profundas, e incluso estaba un poco hinchada, su parpado derecho cerrado debido a la hinchazón de un golpe propinado fuertemente contra su ojo y parte del pómulo. Ojeras se pintaban alrededor de sus ojos y su nariz moqueaba sangre, su labio inferior estaba roto y tenía una pequeña costra de sangre ya secándose. Tenía un aspecto demacrado, como un luchador después de un torneo de box, pero me las arregle para distinguir su rostro gracias a la luz solar.
-         Oh, por Dios. Lisbeth, ¿Qué te paso? – a pesar de lo que había hecho no podía simplemente ignorarla y dejarla morir, ¿no? Eso era inhumano. Su estado era terrible. Ella abrió los ojos un poco más y se giró hacia mí, sus labios apenas se podía mover, tosiendo un poco, se las ingenió para  articular palabra.
-         ¿Ja-Jason? ¿Eres tú, humano?
-         Sí. ¿Quién te hizo esto?
-         Fue… un maldito cazador…  - volvió a toser, su lengua estaba teñida de rojo.
-         ¿Cómo paso esto?
-         Yo… estaba con Butch… estábamos… bueno… estábamos “jugando” – sabía a qué se refería, pero prefería no indagar demasiado, el problema mayor eran sus heridas por todas partes.
-         Mierda, la sangre sigue saliendo.
-         Tranquilo… esto no es nada… - rio, apartándome la mano.
-         ¿Cuánto tiempo llevas desangrándote? – viendo el charco de sangre ya secándose sobre el suelo. Las heridas eran profundas y se veía la sangre coagulada como manchas por todo su vientre y parte de sus piernas, donde un corte desde la cadera hasta la rodilla se extendía. Era un milagro que la pierna no se hubiera separado del cuerpo. Ella ahogaba gemidos de dolor, gruñendo por lo bajo y soltando respiraciones largas.
-         El maldito me ataco en la frontera donde el desierto y el bosque se juntan, había otros dos sujetos acompañándolo y logro atraparme en una red… - su voz se cortó y tuvo que ahogar una fuerte respiración, solo para escupir sangre en el suelo, una mancha oscura salió de su boca, dejando el rastro de baba ensangrentada cuando escupió. –… me torturaron desde el anochecer… ¡¿Por qué me dejaron?! – chillando, cubriéndose con las manos.
-         ¿dejarte? Jamás te dejamos. ¡ESPERA! ¿toda la noche? – sus palabras no tenían sentido. ¿a qué se refería con eso? ¿ella había estado Butch?
-         Sí. Logre escapar cuando estaban distraídos, pero no pude moverme mucho, así que decidí tirarme al suelo y esperar mi muerte. No creí que fueras la última persona que vería.- pasando su mano sobre mi rostro, sus dedos acariciando mi mejilla, cuando sus fuerzas se iban, su mano cayo inmóvil sobre sus piernas. Tome su palma, apretándola suavemente.
-         Lisbeth, no cierres los ojos. No entiendo. ¿Por qué dices que te dejamos? Tú estuviste en la Guarida cuando regresamos, e incluso me atacaste.
-         Ja, no lo creo Jason, me acordaría de haberlo hecho. Cosa que no hice, yo pase mi velada jugando a ver quién te hace sangrar más. – su risa se apagó, pero aun sonreía.  – Vete. No están lejos.
-         Pero, es que no entiendo nada. Dices que estuviste aquí todo el tiempo, entonces, ¿Quién…? – callándome instantáneamente. Cerré la boca, abriendo los ojos de par en par, imágenes pasando por mi cabeza rápidamente. Y en ese momento, observando la mirada perdida en los ojos de Lisbeth, todo comenzó a tener sentido. Todo. – Un impostor. – musito muy por lo bajo. Casi sin reconocer mi propia voz. – Hay un impostor en la Guarida. ¡Maldición! ¿Cómo no me di cuenta antes?
-         Jason, si hay un impostor en la Guarida, todos corren peligro.
-         Pero… ¿Qué hago? Yo…
-         Tienes que advertirles. No tienes mucho tiempo.
-         ¿Por qué dijiste no tienes? Te llevare conmigo.
-         No seas tonto. En mi estado actual solo seré una carga. Debes irte, ahora.
-         No te dejare.
-         Esto no se trata de caballerismo o esas tonterías. Si no te das prisa, todos en la Guarida morirán, incluso Randolph.
-         ¿Qué tiene que ver Randolph en todo esto? – sonrojándome por su mirada. Rio levemente, volviendo a toser.
-         Vamos, Jason, es demasiado evidente que ustedes dos se miran de una forma demasiado melosa. Casi puedo sentir como se desean desde la distancia.
-         Yo…
-         No importa. Está bien. adelante, hazlo. Es solo mi palabra, pero creo que nuestro Alfa siente lo mismo. Anda como un lobo excitado por toda la Guarida y cree que nadie lo nota. Yo sí. Y al único que desea en su cama, al parecer, eres tú.
-         Lisbeth, eso es…
-         Vete. Avísales a todos, tienen que evacuar antes de que los vampiros lleguen a las montañas. Si conocen nuestra ubicación, también deben conocer los túneles de acceso a la Guarida.
-         Tienes razón. Sobre ti…

-         No importa. Protégelos, por favor.

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