Cicatriz - Kuroko no Basket (KasaKi)
[Cicatriz – Takeo Higurashi]
[Ryouta]
¿Qué es lo que se
refleja en el espejo? El temor de ver aquella extraña imperfección que te
aterra y el pánico de perder a la persona que amas por ella.
**************
El día en la casa era
movido. Desde que el sol salía, Ryouta andaba de un lado a otro, corriendo
detrás de su hijo, ordenando la casa, cocinando, limpiando. Se suponía que era
su día libre, pero no podía simplemente dejar los juguetes regados. No cuando
una pieza de lego se había clavado en su pie y le había hecho sangrar. No quería
que su hijo se lastimara también.
Dejaron todo en el cajón de
juguetes. Kouta había optado por ayudarle, puesto que había sido su culpa por
haber dejado los juguetes regados. Ryouta no tuvo elección, después de todo,
era su hijo. De tal padre, tal hijo.
Termino de arreglar la sala,
apago la estufa cuando el guisado quedo listo y se dispuso a doblar esa enorme
pila de ropa que tenía sobre la cama. Su hijo se quedó en su habitación, viendo
una caricatura infantil. Lo que agradeció, aunque era más que nada porque
estaba guardando sus energías para cuando su tío Kurokocchi viniera para
llevarlo a jugar junto a Kagamicchi.
Rodo los ojos, su hijo era
igual que él, estaba tan encariñado con su tío que temía perder su lugar número
3 en la lista de los más queridos por Kurokocchi, puesto que los dos primeros
eran Kagamicchi y su mascota (nigou).
Se sentó en el borde de la
cama, y comenzó la tarea de doblar la ropa.
Al paso de 15 minutos de absoluto
silencio, suspiro después de terminar. Tomó la ropa y la comenzó a meter en los
cajones de los muebles, diciéndole a su hijo que guardara su ropa, le indico también
tener preparada su maleta o las prisas los iban a detener.
Guardando las camisas de su
esposo en el último cajón. Pasó sus manos sobre sus cabellos, estaba cansado.
No fue sino hasta que cruzo a su habitación, donde el espejo le dio un reflejo
de sí mismo. Se detuvo frente al espejo que había a un costado del closet,
mirándose fijamente. Estaba más alto, su cabello había crecido un poco y la
ropa que traía no le favorecía. Vestimenta de ama de casa en su fin de semana.
Sonrió. Colocando sus manos
sobre su cadera, haciendo unas poses tontas, solo por diversión. Sin pensarlo,
sus manos fueron a su vientre. Las palmas colocadas sobre el área. La sonrisa
fue desapareciendo, puesto que pensamientos diferentes le invadieron.
¿Sería tiempo ya? ¿Hacer
crecer la familia? Kouta estaba grande y era muy maduro para aceptar un hermanito.
La sonrisa volvió a su rosto, acariciando su vientre suavemente, hasta que toco
aquella zona sensible, donde estaba la larga cicatriz que le habían hecho
cuando Kouta nació.
Entrecerró los ojos,
controlando su mente con esa clase de pensamientos oscuros nuevamente. Ya no le
había pasado hacia años, pero últimamente no la soportaba. El mirarse en un
espejo le resultaba difícil. Podía verse cuando traía ropa, su rostro, pero ver
la parte de su torso aún era complicado. En especial el vientre.
Torció el gesto, un poco
inconforme. Esa cicatriz que jamás se iría de su cuerpo, ni con un millón de cirugías.
El sonido del timbre y pasos
corriendo hacia la puerta. Iba a levantarse para recibir a su amigo, cuando
escucho la voz de su esposo y su hijo, junto a su amigo, comenzar una
conversación.
********************************
[Yukio]
No le sorprendió ni un poco
el ver a aquel chico de cabellos celestes parado en su puerta, que acababa de
tocar el timbre. Yukio le toco el hombro, ofreciéndole la mano en un apretón
amigable. El menor lo acepto, asintiendo.
-
Kasamatsu-san,
buenas. – haciendo una pequeña reverencia, Yukio hizo lo mismo. Sonriendo.
-
Buenas, Kuroko. ¿has
venido por Kouta?
-
Así es.
Yukio abrió la puerta,
girando la llave para quitar el seguro. En el mismo instante un pequeño de
cabellos oscuros y ojos dorados, igual a su padre, salto encima de su tío, abrazándolo,
este lo cargo entre sus brazos.
-
Tío Kurokocchi. ¿y
Kagamicchi?
-
Esta abajo, esperando
en el auto. ¿estás listo?
-
¡Sí!
-
¿ya tienes todo
listo?
-
Si, mami me ayudo a
preparar mi maleta. – Yukio se acercó, para darle un beso en la frente,
revolviéndole los cabellos un poco. Le sonrió a Tetsuya, asintiendo.
-
Ok, cuídate mucho, ¿sí?
Se los encargo.
-
No se preocupe,
Kasamatsu-san. Vamos a divertirnos, Kou-chan. ¿Qué es lo que quieres hacer
primero?
-
Vamos a jugar
baloncesto.
-
Hey, recuerda no
excederte, ni a tus tíos tampoco.
-
Si, papá.
-
Despídame de
Kise-kun.
-
Lo hare. Nos vemos.
Entregándole la maleta, que
no pesaba demasiado, a Tetsuya, Yukio se despidió con un movimiento de mano
desde su entrada mientras veía el auto de la pareja marcharse, perdiéndose al
doblar la cuadra.
Kuroko le caía bien, era una
buena influencia para su hijo. Al menos uno de los de la Kiseki que no trataba
de decirle como criar a su hijo.
Ingresó al domicilio,
dejando sus cosas sobre el sillón. Había tenido una urgencia en la oficina,
pero ahora estaba libre de ello, y podría pasarlo con su esposo.
Desanudando la corbata, la
arrojo por alguna parte, mientras quitaba el último botón de la camisa.
-
Ryouta, amor, ¿estás
aquí? – le llamo. Des formalizándose de su traje de ejecutivo.
-
Sí, estoy aquí. – respondió
Ryouta desde la recamara. Sonrió, un tanto divertido. Tenían la casa para ellos
solos.
-
Hey, me encontré con
Kuroko en la entrada, se acaba de ir con Kouta, me pidió que lo despidiera de
ti…. – continuo, pero detuvo sus palabras al ver al rubio que se cubría la
boca, las lágrimas deslizándose por su rostro. Yukio, alarmado, corrió a su
lado, revisándolo. Lo hizo a sentarse sobre la cama. - ¿Qué
sucede? ¿Por qué estas llorando?
-
¿eh? No estoy
llorando, solo es alergia, creo. – mintió, no le estaba mirando. Además del
ademan de morderse el labio inferior.
-
Ryouta, ¿Qué sucede?
– insistió, pero Ryouta le huía a su cuestionamiento.
-
Nada, te lo digo.
Solo… no sé… - notando como su esposo cubría su vientre con la camisa. Yukio
tragó en seco, sintiendo las palabras formarse en sus labios. Era tan evidente.
-
¿tu cicatriz?
-
¿Cómo…? – alargo su
mano, acariciándole la mejilla con el dedo pulgar, por encima del pómulo,
removiendo las lágrimas. Una media sonrisa.
-
Somos esposos.-
sonrió, acariciando su mano suavemente - Ryouta, ¿es por eso otra vez?
-
Yo… algo así… perdón,
prometí que no lo volvería a mencionar,
pero… - estaba al borde de comenzar a llorar, pero Yukio lo atrajo contra su
pecho, acariciándole los cabellos.
-
Está bien, amor. No
te estoy pidiendo que lo superes rápido, eso… toma tiempo, ¿sí?
-
Pero Kouta…
-
Ahora está con nosotros.
Y lo quieres.
-
No fue así los
primeros meses. – viendo que su esposo parecía reacio. Ocultando su rostro en
su pecho.
Yukio recordó también aquellos días, en los
que Ryouta no podía dormir, primer fue por los problemas del embarazo. Después
de tener a Kouta hubo un periodo en el que Ryouta no podía sostenerlo, por
miedo, por temor, por muchas cosas. Depresión post parto.
Entró en terapia para
solucionar su temor a sostener a su propio hijo. Estuvo varios meses en el
hospital. . Y lo logró. Finalmente cuando lo diagnosticaron que estaba más
cuerdo, le permitieron regresar a su hogar, con ellos.
Obviamente pasar por todas
esas cosas debió haber sido difícil. Yukio no se apartó ningún segundo de su
esposo, alternando entre el trabajo, la casa, su hijo y su esposo. Ayudo mucho
la presencia de Kuroko y Kagami que le cuidaban a Kouta algunas veces, de ahí
el cariño del niño por sus tíos. Además de la Kiseki y la familia de Ryouta. Les
debía mucho o habría colapsado.
No es que Ryouta fuera
peligroso o inestable, era una persona. Sentía y lloraba cuando quería. Algunas
veces deseaba poder ayudarle más, pero esto era lo máximo que podía hacer. Se
sentía como el peor. Acariciándole el dorso de la mano, delineando las líneas
de sus dedos, tomo su mano, enredando los dedos. Jalándole suavemente para besar sus nudillos.
-
Era natural, estabas
débil e inestable.
-
¿y ahora? – su voz
temblaba, al igual que su mano. Lo aparto un poco, Yukio alzo la mirada,
encontrándose con los dos soles dorados de Ryouta. Tragó en seco, más que nada,
armándose de valor para lo que iba a decir, sabía que tocaría algún nervio
sensible de su esposo.
-
¿te arrepientes de
haberlo tenido? – justo como lo predijo, Ryouta se levantó, soltándose de su
mano, iracundo. Apartándose.
-
¡Por supuesto que no!
Lo amo, ¿Cómo puedes preguntarme eso? -
Yukio le sigue, pero se mantiene alejado un metro de su esposo, temé acercarse,
más que nada porque siente que no merece hacerlo. Justo cuando iba a alargar su
mano para alcanzarlo la regresa, apretándola en un puño, tensándose.
-
Lo siento, se
malinterpreto mi pregunta, es solo que… antes no podías siquiera verlo sin
llorar. Esto también es culpa mía, no debí obligarte a un embarazo. – aún guarda su distancia, es una culpa
compartida, pero le carcome el hecho que haya sido su esposo quien sufriera
todo.
-
Tú no me obligaste,
yo también quería tener un hijo tuyo.
-
Pero aun así, tú
fuiste quien se llevó la peor parte. – ahora es Ryouta quien se acerca, tomando
su rostro entre sus manos, depositando un suave beso en sus labios. Coloca su
frente contra la de su esposo.
-
Perdón, ¿sí? No quería
hacerte sentir mal, solo… cada vez que veo la cicatriz, no es que me arrepienta
de haber tenido a Kouta, es solo que… ¿no se ve fea? Debe ser algo extraño
tocarme, ¿no? – desvía la mirada, incluso estando tan cerca Yukio puede notar
como sus ojos se ponen húmedos. Lo toma del mentón, obligándole a mirarle
gentilmente, están tan cerca, puede sentir la respiración de Ryouta acariciar
sus labios, la punta de su nariz.
-
¿Qué estás diciendo?
Hey, mírame, ¿Por qué piensas eso?
-
Porque es fea. – el leve temblor en su labio rompe con el
control de Yukio. Envuelve su brazo alrededor de su cintura, acercándolo para
poder sentir su cuerpo estrecharse contra el suyo. Justo como lo imagina sus
cuerpos encajan perfectamente, a pesar de las diferencias físicas. Removiendo
los cabellos que le cubren la frente, peinándolos hacia atrás. Tiene que alzar
la mirada, puesto que el otro es más alto. Mirándole fijamente, Yukio sonríe,
acariciándole la mejilla con el dedo pulgar.
-
Ryouta, nada en ti es
feo. Nada, quien te diga lo contrario, dime su nombre y le romperé su cara por
decirte semejante estupidez. – Ryouta le mira por vez primera directamente, sus
cejas pierden la rigidez y ahora le miran más relajadas, una pequeña curva en
su labio, evidencia de una sonrisa.
-
¿lo dices en serio?
¿no te da… asco?
-
Amor, ¿Cuántos años
hemos vivido juntos desde que tienes esa cicatriz? Kouta ya tiene 6 años, y yo aún
sigo aquí, contigo, ¿verdad?
-
Sí. – contesto en
tono neutro. Yukio comenzó a dar pasos, obligándole a moverse hacia atrás. Jugueteando,
Yukio comienza a deslizarse hasta alcanzar la parte baja del mentón de Ryouta,
puede que hayan diferencias en sus estaturas, pero eso también le da una ventaja
al momento de atacar a su pareja. Y como sabe que Ryouta es demasiado sensible,
bajo su mentón es su punto débil. Deslizando suavemente su nariz sobre la piel,
la cual se eriza ante el leve escalofrió, el sonido de un gruñido que es
forzado a acallar entre sus labios.
Se acercó, rompiendo la
distancia entre sus bocas, respirando el aire caliente que sale desde el
interior de Ryouta, saboreando su lengua que se enreda junto a la suya. Las
manos de Ryouta sobre sus hombros, mientras sin poder evitarlo mete su pierna
entre las de Ryouta, frotando su muslo contra su entre pierna, donde aquella
erección comienza a tomar forma con cada segundo que pasa. Ryouta lo sorprende cuando
sus manos bajan a su cintura, para cómo cual ladrón apretarle el trasero. Yukio
lo mira y sonríe entre sus bocas.
Lo toma de la cintura, y entre
pasos hace que su esposo vuelva a sentarse sobre el borde de la cama, empujando
suavemente con sus dedos sobre el pecho de este para irlo recostando, con él
encima, lo coloca suavemente sobre la cama, sin despegarse de sus labios, que
lo tienen completamente atrapado. No quiere separase de ellos. El sabor, la
excitación, el calor de su respiración mezclado con su aroma. Yukio no puede
parar ahora. Metiéndose entre las piernas del rubio, la cama cruje al sentir
ambos pesos balancearse. Yukio tomando
ambas extremidades para colocarlas alrededor de su cintura, masajea sus muslos
suavemente. Provocando un espasmo, seguido del suave gemido y el balanceo de
cadera que se frota contra su propio cierre.
Lame los labios ajenos,
dejando un hilo de saliva que va desapareciendo de sus comisuras cuando pasa su
dedo pulgar, para reingresar el líquido solo que en la boca del rubio. Quien
sin protestar, abre sus labios, cuando el pulgar se presiona suavemente contra
su labio, pasando la lengua sobre el digito, girándola alrededor, comienza a
chupar el dedo de Yukio, quien solo se limita a morderse el labio, la expresión
de Ryouta es tan excitante, que teme venirse solo con ver esos ojos que hacen
que su miembro brinque dentro.
Empujando suavemente sus
caderas contra la dura erección bajo el pantalón de mezclilla de Ryouta. Desbotonando
el pantalón, bajándole el cierre, su mano subiendo por el vientre, esos dedos
que producen un leve espasmo tocan la piel desnuda, levantándole la camisa y
exponiendo su pecho. Ryouta traga en seco, saboreando los labios de su esposo,
deleitándose con el tacto de su esposo. Yukio sonríe, tomándole del mentón tras
romper el beso.
-
Ya que no me crees.
Creo que tendré que demostrarte cuanto amo todo de ti, Kise Ryouta. –
removiendo la camisa, descubriendo su piel, Ryouta levanto los brazos,
ayudándole en la tarea de desvestirlo, para luego sus labios volver a ser
tomados por los de Yukio, quien comenzó a descender sobre su desnuda piel,
Ryouta solo le deja hacerle.
Yukio comienza una serie de
besos sobre la piel de Ryouta, sobre todo en aquella cicatriz que aparece en su
vientre, pasando la lengua sobre la herida, lamiendo suavemente. Un escalofrió
que le hace soltar un gemido desde el fondo de su pecho. Ryouta intenta
apartarle, pero Yukio se aferra a su labor, mirándole fijamente en cada
momento.
Ryouta desiste de hacerlo
retroceder, esos ojos parecen paralizarlo por completo. Están llenos de hambre
y deseo. Siente que fuera a devorarlo en cualquier momento sin algún aviso. Y
debe admitir que la lengua de su esposo hace maravillas sobre su piel. Desea cubrirse,
siente pena, de que Yukio vea esa cicatriz, pero al mismo tiempo no quiere
perder de vista esos zafiros que lo miran con una gran intensidad, produciendo
que su miembro se empalme.
Yukio relamió sus labios, subiendo
por el pecho de Ryouta, acercándose a
uno de los pezones, lamiéndolo suavemente con la superficie de la punta
de su lengua hasta que este se puso completamente erecto. Chupándolo, Ryouta se
estremeció, ahogando su agitada voz.
Las manos de Yukio iban
sacando su pantalón, hasta dejarlo completamente desnudo de la parte de abajo,
tomando su miembro gentilmente, se muerde el labio al sentir su carne siendo
masajeada continuamente. Los dedos de Yukio se amoldan a su miembro, subiendo y
bajando, mientras con su dedo pulgar acaricia la cabeza de su glande, el pre
semen escurre por su eje. Su cuerpo esta tan caliente, su respiración agitada,
y la expresión seria y los ojos entrecerrados del mayor mientras continúa
atacando aquel rosado botón en su pecho. Incapaz de seguirse manteniendo quieto,
Ryouta alarga su mano, hurgando en el pantalón de su esposo, tomando aquel falo
que esta igual que el suyo, completamente erecto y húmedo. Masturbándole.
Yukio se acerca un poco,
dejando de lamer su pezón, para tomar sus labios, es un beso apasionado, de
esos que te dejan sin aire y producen que se te nuble la vista. Ryouta se está
perdiendo entre tantas emociones, no sabe si es su mano o su lengua lo que lo
están volviendo locos. En un momento Yukio logra juntar ambos ejes, frotándolos
mutuamente, el balanceo de su cadera hacia adelante, siente su pene pegajoso y
caliente al frotarse con la carne ajena. Soltando leve gruñidos, igual que
Ryouta, que parecía fuera a enloquecer de la excitación.
La mano de Ryouta se detiene
de un momento a otro. Sorprendiendo al azabache. Ryouta lleva sus dedos a su
boca, los relame rápidamente, usando la mayor cantidad para dejarlos húmedos. Viendo
como Ryouta alarga sus dedos para presionar dos dedos dentro, abriéndolos para
dilatarse, Yukio traga en seco, completamente mudo. Su corazón se acelera ante
aquella deliciosa visión.
-
…melo… - dice
agitado, Yukio tiene que acercarse para escuchar su petición, ya que entre su
respiración agitada y la perdida de volumen en su voz apenas puede entenderle. Relamiéndose
los labios, Ryouta volvió a pronunciar las palabras, demasiado cerca de la
oreja de Yukio, produciendo un eco sonoro que hizo vibrar el pecho de
Yukio - Dámelo… Yukio… déjame sentirlo
en mi interior… - Yukio se inclina, besando su mejilla suavemente, dispuesto a
cumplir con la petición de su esposo.
Colocando la cabeza de su miembro en la
entrada, esparciendo el pre semen. Ryouta utiliza sus dedos para abrirle el
camino. En una lenta estocada el largo eje comienza a penetrarlo, abriéndolo. Se
muerde los labios, tratando de controlar su propia voz, el sonido de un quejido
cuando está completamente en su interior. Permanecen así durante unos segundos,
en los que Ryouta se acostumbra a tenerlo en su interior, mientras Yukio no
para de darle besos en el rostro, haciendo que el rubio comience a relajarse.
Después de un leve
asentimiento Yukio comienza a moverse. Sacando la mitad de su pene, empuja
nuevamente en su interior, produciendo un espasmo. El interior de Ryouta
aprieta el miembro del azabache, el calor que lo envuelve es tan intenso. Y esta
tan húmedo.
Comenzando un vaivén de
caderas, en las que Ryouta envolvía sus piernas alrededor de la cintura de su
esposo, reclamando sus labios como
suyos. Los cuerpos meciéndose hacia adelante y hacia atrás, las respiraciones
agitadas, los besos indecentes que ocurren en la pasión, las voces
entrecortadas, expresiones desinhibidas, sus cuerpos uniéndose en un acto tan
puro y a la vez tan perfecto.
Ryouta veía a su esposo cada
vez que embestía en su interior, viendo su pene deslizarse y perderse en su
entrada después de cada estocada. Los ojos fijos en los suyos, sus manos
inquietas que tomaban sus caderas, empujándole más hacia aquel falo, que se
deslizaba profundamente, abriéndolo. La lengua maestra que lame su piel y los
labios que no dudan en marcarle en cada oportunidad. Apretando la punta de sus
pies, dobla su espalda, sintiendo los brazos envolver su cadera, mientras la
lengua vuelve a atacar su pecho, lamiendo desde el centro hasta su cuello. Todo
su cuerpo estremeciéndose en un escalofrió que hace arder su pecho en éxtasis. Su
miembro completamente duro manando un líquido trasparente, los labios y la respiración
que lo hacen temblar.
Alarga sus manos, tomando el
rostro de Yukio entre sus manos, besándolo de una forma tan lasciva que por un
segundo puede sentir el miembro del azabache saltar en su interior.
-
Y-Yo… quiero
montarte, Yukio… por favor… senpai – la forma en que dice la última palabra
provoca que Yukio se ruborice completamente del rostro, hasta las orejas. El rubio
no lo pasa desapercibido e instantáneamente cambian de posiciones. Ryouta
encima de él, volviendo a introducir su miembro, que no tiene problemas para
entrar nuevamente. Ryouta se llame los labios, esbozando una media sonrisa
divertida. Colocando su mano sobre el vientre del mayor para apoyarse y
comenzar a empalarse a sí mismo. Descendiendo todo el camino hasta sentirlo
todo en su interior. – Senpai… - pronuncia suavemente, soltando una leve
risita. Yukio gruñe al sentir como lo aprieta.
-
Tú, Ryouta.
-
¿eh? Así que aun te
excita que te diga “senpai”.
-
Basta.
-
Vamos, senpai, más
du…. Ah… - un tanto molesto, dispuesto a seguirle el juego, empujo sus caderas
al aire, entrando en una sola estocada. La voz agitada de Ryouta y su cuerpo
subiendo y bajando, mientras su miembro se perdía en la apretada entrada entre
sus piernas
-
Sen-… Yukio… Ahh…
¿crees que soy hermoso? – unas pequeñas lagrimas se deslizan por sus mejillas,
mientras su sonrisa se va deformando. Yukio alarga su mano, acariciándole, este
se recarga en contra de ella, frotándose suavemente.
-
¿Hermoso? Ryouta,
amor, no hay palabras para definirte. Eres lo más hermoso del mundo. –
empujando su cadera hacia arriba, produciendo que su esposo gimiera, tensándose.
La mano de Yukio delinea
aquella marca, pasando su dedo índice suavemente, el espasmo que produce su
caricia cuando el interior de Ryouta lo aprieta. Se muerde el labio, notando
como el miembro de su esposo se balancea con cada montada. Sonríe, envolviendo
sus dedos alrededor de este, comenzado a masturbarlo. Está completamente
húmedo.
Agitado, Yukio lo toma de la cadera. Ahora
ambas manos ocupadas, una indicándole el ritmo a seguir y la otra trabajando su
miembro. El interior de Ryouta esta tan caliente que siente que lo fuera a
calcinar. Su eje está totalmente dentro, puede sentir como choca con la pared
de la próstata de Ryouta. Quien no deja de gemir y rogar por más. Su cuerpo
bañado en un tenue sudor que hace su piel brillar y la expresión agitada y
sonrojada que tiene debería ser un pecado capital el mirarlo, pecado que con
gusto rompería un millón de veces.
Solo un poco más, una
embestida profunda, Ryouta dobla su espalda, echando la cabeza hacia atrás,
dejando salir el aire de sus pulmones en un fuerte gemido. Yukio aumenta el
ritmo en su mano y el líquido caliente del semen de Ryouta sale disparado, impregnado
su pecho. La presión del interior de Ryouta se hace mayor y finalmente, después
de un leve gruñido, Yukio se viene dentro.
Ryouta se deja caer sobre el
pecho del mayor, respirando agitado, así se quedan unos segundos, hasta que las
risas rompen el silencio. Acariciando el pecho de Yukio, Ryouta se acerca a
donde está su corazón, notando el latir descompasado, y más cuando este se
coloca encima, sonriendo por ser el quien produce ese descompás.
Ambos cuerpo ruedan sobre la
cama. Yukio envolviendo sus brazos alrededor del cuerpo de Ryouta, llenándole de
besos sobre la cabeza y el rostro. La respiración de Ryouta volviendo a la
normalidad, aunque no es lo mismo con su corazón que sigue agitado, en especial
por la cercanía de su esposo. A pesar de los años, Yukio logra hacer que su corazón
se agite de la misma manera que cuando eran unos jóvenes. El leve sonrojo en
sus mejillas. Alza la mirada, siendo atrapado con la guardia baja cuando sus
labios son abordados.
-
Creo que ya te lo he
dicho un millón de veces, pero si no lo entiendes, te lo diré las veces que sea
necesario, ¿sí? – alarga la mano, acariciándole la mejilla, Ryouta siente el
calor del rubor subiendo - Amo, cada
parte de ti. No importa si tú dices que hay alguna parte imperfecta, amo esa imperfección. Amo todo de
ti, mi amor. Tu sonrisa durante las mañanas, o cuando salimos junto a nuestro
hijo, tu forma sobreprotectora de cuidarnos, el amor que nos brindas y
sobretodo tu enorme fortaleza. Ryouta, lo que me gusta de ti no puede ser
definido, porque solo lo hago. La única persona afortunada soy yo, por haberte
encontrado – toma su mano, besándole suavemente, acercándola a su pecho. – te amo,
Ryouta.
-
Yukio… - el rubio no
aguanta más y se lanza a sus brazos, besándolo como nunca antes lo ha hecho,
dejando salir unas cuantas lágrimas, de felicidad. Ama a su esposo, porque con
pequeños detalles, aunque parezca reacio a soltar lengua cuando lo hace es como
si leyera su pensamiento.
Disfrutando de la intimidad
de su habitación, ambos se envuelven en un cálido abrazo, entre caricias y
besos. La pasión vuelve a inundarlos y retoman la labor de amarse, demostrándose
el deseo y la pasión que sienten mutuamente. Fundiéndose en uno solo.
¿Quién dice que la vida es fácil?
Solo alguien que no conoce lo que es vivir realmente. Es difícil, algunas veces
un poco cruel, pero también tiene sus momentos buenos y agradables, en los que
vale la pena las duras lecciones.
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