Cuerpo Frío, Corazón Caliente - Capítulo 2 -







El carnaval
Es un mundo divertido, entretenido, donde los humanos son el espectáculo. Las fantasías más perversas pueden ser cumplidas con un simple chasquido de dedos.
Ustedes, mis queridos niños, son los animales exóticos y yo soy el presentador, su dueño. Ahora salgan allá afuera y denme un buen espectáculo.
-         Thomas Dale
Divido en tres secciones:
-         El torneo (jaula). – Futuros Cazadores. Entretenimiento. Castigo.
-         La subasta. – Alimento. Juguetes. Mascotas.
-         El ganado. – Experimentos. Plantas. Reproducción (were & humana).



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[Capítulo 2 – Ciudad Zwielicht - Carnaval]

Los vítores de la gente. La excitación de felicidad expresada en gritos y silbidos. Acompañados del fuerte GONG.
Finalmente salí fuera de mi celda, dando pasos firmes, tragando en seco, apretando los puños. Adoptando una postura de completa seguridad y orgullosa. Levante el mentón, mirando hacia adelante, inflando el pecho.
Las ovaciones me recibieron en cuanto mi figura se vio reflejada en aquellas pantallas y los espectadores saltaban de sus asientos, totalmente animados. Gritando y clamando por un buen espectáculo. Mi cabello amarrado en una pequeña cola de caballo, se agitaba con cada paso que daba, adentrándome en la enorme arena que bien podría convertirse en una segunda ciudad.
-         Y ahora, nuestro hermoso y sanguinario, Haruki Hayama. ¡¡APLAUSOS!!
Levante el puño cuando mi nombre fue pronunciado por el presentador, esbozando una media sonrisa. Saludando a todos los espectadores que nos rodeaban fuera de la jaula.
Después de habido dicho mi nombre, la enorme puerta de hierro al otro lado de mi ubicación comenzó a levantarse y con ella, una enorme figura emergió, un sujeto que parecía duplicarme la estatura, sus brazos grandes, que fácilmente podrían pasarse como dos de los míos y un rostro temible, que ahora se codeaba con aquellos gritos de felicidad que clamaban por que se encargara de desmembrarme.
Sonreí, divertido.
-         Vamos a divertirnos, ¿sí? – extendí mi mano, pero él no la tomó.
-         Tsk, mocoso. ¿Es una broma? Supongo que no hay más combatientes a mi medida. Bien, me encargare de ti en un segundo – viéndole tronar sus dedos cuando los apretó, mi sonrisa desapareció.
-         Oh, bien, inténtalo. Veamos de que eres bueno Beast. – dije en modo de reto. Él se tensó, apretando los puños.
La campana sonó, tomándome desprevenido. Beast lanzo su primer ataque, tratando de golpearme con sus puños. Movimientos rápidos, su cuerpo tenía una buena postura y a pesar de ser enorme, tenía buen manejo de sus extremidades, sin que estas tuvieran que afectar su movimiento.
Haciéndome retroceder, lance una patada, tratando de impactar en su rostro, pero mi pierna fue retenida por su gran mano. Apretándola, gruñí de dolor. Siendo levantado en el aire, rápidamente me volvió a colocar sobre el suelo, estrellando mi cuerpo con fuerza.
-         Perdiste, mocoso. – dijo cerca de mi cara. No es sino hasta que siento como mis piernas se balancean, que entiendo que me ha levantado del suelo y ahora sus manos se ciernen alrededor de mi cuello. Sintiendo como estas empujan la parte de mi mandíbula hacia arriba, como si deseara descolocarla de su lugar.
Me las ingenio para alargar mis piernas y lograr enredarlas alrededor de su brazo, en una llave, aplicando presión más y más, hasta que siento como me va liberando y su brazo cruje cuando lo jalo con fuerza, fracturándolo.
Viendo como su brazo derecho cae a un costado, balanceándose. Aprovecho y salto, propinándole un fuerte puñetazo en la mejilla. Se tambalea y cae al suelo, gruñendo. Los gritos de la multitud animados, entre alegría y decepción. Mi respiración agitada, no puedo dejar de sentir la adrenalina en mi cuerpo, es una sensación agradable, siento como si pudiera matar a cualquiera.
Un sonido mecánico detrás de mí resuena, girándome, en la pared comienzan a aparecer varios artilugios, pistolas, navajas, espadas, una lanzallamas, cuerdas, trampas para osos, es como si fuera navidad.
Tomó el taladro y un mazo. Dando pasos lentos, mientras se escuchan como los espectadores piden porque mate a mi enemigo. Subiendo por la parte de atrás de su espalda. Sonrió, mi dedo presionando el botón del talado, este haciendo un ruido tan hermoso que me parece que estoy en el paraíso.
-         Ahora bien, ¿en qué nos quedamos, Beast? – sonrió, acercándome, colocando el taladro enfrente de su pecho.  – ¡Ah, sí! que es hora de que te castigue como buen perdedor. – la risa se me escapa, produciendo un eco.
Sin embargo. Mi voz se va apagando, lentamente. Hasta que solo se escucha un sonido ahogado.
Pasa tan rápido, que no lo notó. Cuando siento algo que me impide respirar. Bajo la mirada, encontrándome con el brazo de Beast extendido por debajo de mí barbilla.
Es hasta que veo como pequeñas manchas carmesí se deslizan por este, que entiendo que es su mano la que me ha atravesado la garganta. Siento la presión de sus dedos apretando mi tráquea y moliéndola, jalándola con fuerza, intentando desprenderla de su lugar. Me tengo que inclinar ante el dolor y la fuerza del sujeto.
Maldición ¿Y solo usó sus uñas? Imposible.
Su mano deja mi garganta, sintiendo como la sangre va ingresando en mi interior y mi pecho escurre con esta misma. Trató de detener el sangrado, pero me es imposible.
Naturalmente, me desplomo, cayendo boca abajo. Trato de respirar, pero la sangre es demasiada. Solo me estoy ahogando a mí mismo, siento la sangre en mis pulmones. Mi nariz obstruida por la sangre igual, me convulsiono, pero todo lo que sale de mi boca es escupitajos de sangre.
Mis ojos van hacia la figura enorme de Beast, quien ahora se encuentra de pie, su brazo se ha regenerado y unas largas garras aparecen desde sus dedos.
Maldito bastardo. Así que aún quedan algunos que pueden regenerarse a ese nivel.
Arrastrándome, toma mi pierna para jalarme, mientras mi sangre va manchando el suelo, dejando un rastro parecido a la línea de la autopista. El dolor de la tierra contra mi pecho y el polvo que me impide respirar, aunque no serviría de mucho ahora que tengo la garganta destrozada. Los gritos de los demás me parecen estúpidos, son molestos. Si fuera un novato, pediría ayuda a ellos, pero sé que son ellos mismos quienes han pedido mi muerte. Sus sonrisas los delatan.
Suelta mi pierna, dejándome a mitad de la arena para que todos los espectadores vean como desde mi garganta la sangre escurre debajo de mi cuerpo, formando una mancha enorme, pero Beast no me deja morir ahí mismo. Oh, no, aún no termina. El ganador tiene derecho sobre mi cuerpo.
Me coloca boca arriba, viendo las luces de la enorme jaula que nos mantiene alejados y encerrados dentro de la arena. Tragó en seco, escucho un sonido extraño cuando lo hago, de seguro es mi sangre salpicando, siento la obstrucción en mi garganta, así que no me sorprendería.
Un dolor intenso comienza en mi pecho, levantando la mirada. Los dedos de Beast se adentran en un agujero de mi pecho, aplicando presión, abriendo la piel, gruño, ahogándome. El dolor es tanto que siento que me fuera a desmayar. Las lágrimas comienzan a salir de mis ojos, deslizándose por mis mejillas.
Cada órgano está siendo destrozado por sus garras. Mis intestinos son sacados, jalados con tanta fuerza, que me convulsiono al ver como Beast levanta estos sobre su cabeza y les da una probada, dejando el rastro de sangre en las comisuras de sus labios.
Mis manos arañando el suelo, tratando de resistirse, pero no hay salvación aquí. Nunca la ha habido. Quienes crean eso les aseguro que no tardaran en estar en mi lugar.
Un escalofrió. Una presión más fuerte, me sobresalto al sentir el fuerte dolor y la sensación fría de unas manos apretando mi costado izquierdo, tomó sus muñecas, impidiéndole que haga lo que piensa hacer. Bramando algo que no salía por la sangre en mi boca. Beast aprieta más fuerte, dejándome caer un fuerte golpe en el rostro. Le libero y después, siento cómo me es arrancado aquel órgano vital. Un dolor desgarrador que siento en cada una de mis células, me convulsiono, gritando y retorciéndome como un mero gusano rastrero.
Es finalmente cuando lo ha sacado, que  lo veo levantarlo en el aire, con cierto orgullo, mi pecho está vacío, pero aun así la sangre se escapa, siento la calidez de está saliendo a borbotones, es como si me cubriera con ella.
Sin embargo, el dolor va disminuyendo. En su lugar hay frio. Es como si cada uno de mis músculos se fuera paralizando lentamente, muriendo en el proceso. Las lágrimas han parado, y lentamente voy perdiendo conocimiento de mi entorno. Lo último que escucho es el sonido de la campana y luego todo va quedando mudo. Aun así, el techo abobado de la jaula me despide, burlándose de mí.
Beast se aleja, dejándome tirado como un cascaron vacío, mis órganos siendo exhibidos a todos, soy el entretenimiento especial.
Genial, morir aquí.
Maldición.
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[Gabin – Zona de Contención – Planta Baja – Nivel 15]

Todos gritan de felicidad, viendo como Beast desmiembra el resto de Haruki. Eso sí, sin no poder evitar darle probada a sus órganos. Apretando el corazón, bebió la sangre de este hasta dejarlo seco, lo lanza al público que se emociona ante el obsequio.
Tragó en seco, viendo la imagen del cuerpo de Haruki sobre su propia sangre, mientras su oponente levanta los brazos al aire, dándose golpes de pecho, una enorme sonrisa sangrienta y los gritos de las personas son lo que resuenan.
-         Debes estar bromeando, ¿verdad? Mató a Haruki; uno de los Cazadores más fuertes.
-         Bueno, aquí no importa que tan fuerte eres, sino cuantas son tus ganas de sobrevivir. Haruki fue confiado, creyendo que ganaría fácilmente.  – el hombre recargado contra el cristal de la celda resoplo, cruzándose de brazos. - Idiota.
-         ¿Me enfrentare con él?
-         Aun no lo sé.  – negó, entrecerrando los ojos mientras  meditaba un poco las cosas. Finalmente abrió los ojos, levantando el mentón. Ajustándose la gorra, dándose el visto bueno en el reflejo del cristal. Sus ojos fueron hacia Gabin - Te diré cuando tenga información sobre tu debut. Eso es todo.
-         Bien. Gracias, Celo.
-         Tranquilo, tú encárgate de reunir la información que necesitamos y yo cuidare tu espalda, ¿sí? No dejare que llegues a morir por Thomas Dale.
Diciendo esto último. Celo desapareció tras regresar a sus labores como vigilante de los prisioneros. Gabbin se queda en su celda, mirando a través de aquel artefacto, la imagen de Haruki hecha pedazos y como Beast se divierte con su cadáver.
Asqueroso. ¿Cómo puede ser que a alguien le gusten estas cosas?

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[Bosque de los Azules – Manada de Randolph]

Los weres se acercaron, dando un paso atrás, pero Charlie le tomó del brazo, negando con la cabeza ante su reacción instintiva de querer huir. ¿Le estaba entregando? Pensó, sintiendo ganas de gritar por ayuda, pero ni Simon parecía entender que eran superados por número.
Cuando el were más grande de todos se acercó, quedando frente a él, tragó en seco. Sintiéndose tan pequeño, sus piernas temblaban y su frente sudaba frio. ¿Lo iban a matar?
Cerró los ojos, esperando lo peor. Pero nunca pasó nada, más que un fuerte suspiro.
-         ¿Dijiste Jason? ¿Ustedes son su manada humana?-  Derek se giró hacia Simon, quien solo se sumió de hombros, sin entender igual que él la situación.
-         Ummm, si, supongo que somos algo así.  – respondió, sintiendo su lengua totalmente seca. Se atrevió a preguntar, apretando la mandíbula -  ¿esta con ustedes? – el were entrecerró los ojos, negando con la cabeza, dejando salir un suspiro pesado.
-         No. La última vez que estuvimos en contacto, nos separamos. Debe estar con uno de mis subordinados.  – lo liberó, apartándose.
-         ¿te refieres este? – Simon se le adelanto a preguntar, señalándole a Charlie, quien se mantenía callado con la mirada gacha.  
-         ¡¡Charlie!! ¿estás bien?
-         S-Sí. – respondió en voz tan baja que por poco parecía que solo estaba moviendo los labios.
-         Qué bien, ¿y Jason? ¿Dónde está él?
-         … - viéndole apretar la mandíbula, como si tratara de esquivar la pregunta, pero el were frunció el ceño ante su falta de respuesta. Tensándose.
-         ¿Charlie? ¿Dónde está él?-  El were se adelantó, tomando a Charlie por los hombros, comenzó a sacudirlo, mientras su tono se volvía más fuerte y desesperado, podía jurar que sus respiraciones se oían como graves gruñidos guturales.
-         Lo sien-… - el puño de Randolph golpeó a Charlie, haciéndolo caer al suelo. Iba a continuar con su trabajo, cuando Alo y Kadar lo sostuvieron. Entre Derek y Kaden se acercaron a auxiliar a Charlie. Randolph estaba casi luchando contra las fuerzas de los otros dos, casi levantándolos del suelo cuando intentaba avanzar.
-         ¡Te pedí que lo cuidaras! ¡Y ahora él esta…! – Charlie intervino, sabiendo que podría ganarse otro golpe de su Alfa.  Charlie tosió, escupiendo una pequeña mancha de sangre, dejándole el labio inferior con el rastro de la sangre en la comisura.
-         ¡No está muerto! ¡Sigue vivo! Pero… - su mejilla estaba roja, y sus ojos luchaban por contener las lágrimas de dolor, el golpe había sido fuerte.
-         ¡¡¿Pero qué?!! – preguntó Randolph exasperado, viendo la expresión de su subordinado ensombrecerse lentamente.
-         … -  Charlie por su parte no respondió, solo se mantuvo callado, apretando los labios. Abby fue quien rompió el silencio, llevándose las manos a la boca, cubriéndose mientras negaba con la cabeza.
-         Oh, no.  –  los demás weres parecieron entender la expresión de la chica porque solo hubo mandíbulas tensas y puños apretados, mientras algunos hacían una expresión de pésame. Derek, que estaba junto a ellos, se levantó.
-         ¿Qué sucede? – demando saber, confundido.
-         Se lo han llevado a Bateman.  – respondió Alo, desviando la mirada.
-         ¿Bateman? ¿Cuál es el problema? Solo vamos a patearle el trasero a ese maldito vampiro. – dijo Simon, exhibiendo su arma a los weres, que no parecieron ni siquiera sorprenderse un poco ante ella.  Alo volvió a negar, cruzándose de brazos, mientras suspiraba.
-         Bateman está dentro de la Ciudad Zwielicht. ¿lo entiendes? Si Jason ya ha llegado allá, ahora mismo ya debe estar en sus manos. Es muy tarde.
-         No. Pero aun así podemos… ¿no? – tartamudeó Abby, pero su hermano se lo impidió, negando.
-         Abby, no lo sé. Jamás se ha planeado. Además, sería un suicidio. – todos acallaron. Todos, menos el Alfa, que se separó de los que lo tenían sujeto.
-         Yo iré.  – pronuncio por lo bajo el Alfa. Era como un leve gruñido gutural el que salía de su garganta, produciendo que las miradas fueran directo hacia él.
Todos se giraron hacia Randolph, como si una segunda cabeza le hubiera brotado del cuello. Entendían que debía estar sintiendo la ansiedad de querer estar cerca de su pareja, en especial a sabiendas que se encontraba en un peligro mortal (Bateman), pero parecía como si el Alfa no estuviera pensando con claridad.  Y así era, estaba enojado, su sangre hervía de tan solo pensar lo que podría pasarle a su pareja. No es que pensara que Jason fuera débil, pero los vampiros siempre serian vampiros. Despiadados hijos de perra que no dudarían lastimarlo con tal de conseguir lo que desean.
El hombre comenzó a caminar, y los weres solo podían ver su espalda, incapaces de decidir qué hacer, tenían miedo y a la vez estaban confundidos.
Alo le siguió, colocándose en su camino, con ambos brazos extendidos. No podía dejar que su hermano fuera allá, mucho menos solo.
-         Randolph, espera. ¿Qué estás haciendo?
-         Yo iré. Iré por él.  – no había ningún titubeo, la voz firme como si fuera una promesa. Derek le miró fijamente. Un tanto confundido y asombrado ante las palabras del hombre.  Viendo  como las expresiones de los weres cambiaban  una a una.
-         ¿Has perdido la cabeza?  - su hermano le regaño.
-         No. Sé lo que hago.
-         Ok, entonces, ¿Qué harás cuando llegues allá? Los weres que han ingresado dentro de ahí jamás han vuelto. – lo tomó del brazo, pero Randolph negó, sacudiéndoselo, comenzó a avanzar nuevamente.
-         No me importa, se lo prometí, hermano. No voy a dejarlo. No esta vez. E incluso si tengo que ir yo solo a ciudad Zwielicht.
-         … - Alo pareció pensarlo, negando varias veces en silencio. Tenía que hacer algo, su hermano estaba cegado por la ira y el dolor, los peores enemigos de los weres. Abrió la boca, listo para decir algo, cuando alguien más se adelantó.
-         ¡Yo iré contigo, Alfa! – intervino Charlie, dando un paso adelante.
-         … - Randolph solo se giró hacia él, mirándole con el entrecejo fruncido. No había palabras, solo una fuerte y severa mirada. Charlie se inclinó, colocándose sobre su rodilla derecha, haciendo una reverencia a su Alfa.
-         Por favor. También fue mi culpa, si tan solo hubiera sido un poco más fuerte. Yo… habría podido… - Randolph trató de tranquilizarse un poco, sintiendo como la sangre que hervía por su cuerpo comenzaba a calmarse lentamente. Soltando sus puños, dejo salir el aire de sus pulmones. Un golpe detrás de la nuca lo hizo espabilar.
-         Tsk, son unos idiotas, ¿lo saben? – dijo Alo, negando repetidas veces con la cabeza, mientras se cruzaba de brazos
-         Mira quien lo dice, hermanito.  - . Abby se adelantó, colgándose de su cuello, apretándole la mejilla.
-         Cuentas con nosotros, ¿verdad, Kadar? – dijo uno de los gemelos, sonriente. Mientras el otro, aquel con la cicatriz en el costado del brazo, juntaba las palmas y tras un movimiento, hacia sus dedos crujir.
-         Ummm, sí. Me muero por golpear algunos traseros vampíricos.
Viendo como los weres se volvían a animar, levantando puños e intercambiando golpes, listos para ir al combate. Derek se quedó enmudecido ante tal ambiente. Después de tantos años temiéndole a los weres y a los vampiros, el estar frente a estas criaturas salvajes, que mostraban tal fortaleza y compañerismo. No solo por los de su especie, le conmovía, hacia su corazón estremecerse. Y no podía evitar sonreír como un idiota.
El Alfa. Desde atrás, la espalda del Alfa, mientras compartía con sus compañeros palabras y planeaban su asalto a ciudad Zwielicht, se veía tan grande, fuerte, imponía una presencia mayor. No necesitaba un arma, solo su voluntad. Sino era su descendencia lo que le daba esa fortaleza, era su convicción.
Él definitivamente lo seguiría, incluso si no tenían un plan. Lo seguiría como uno de sus subordinados, arriesgándose a una muerte segura. Prefería luchar que seguir escondiéndose.
-         ¡Weres! – gritó, provocando que los grandes hombres se giraran hacia ellos. Derek suspiró, tomando una buena bocanada de aire que llenara sus pulmones y le diera la valentía que necesitaba.  - Eso sonó muy bonito, pero, ¿tienen un plan?
-         Lo pensaremos más adelante.
-         Uh-hu. – rodó los ojos, dando pequeños pasos dentro del grupo de los weres. -  Déjenme preguntarles algo, ¿Cuáles son sus asuntos con Jason? – sus ojos fueron directamente al Alfa, tratando de leer sus pensamientos. Si le mentía lo notaria inmediatamente. Usar un arma no le gustaba, pero de ser necesario, lo haría sin dudarlo.
-         ¿Asuntos? ¿A qué se refiere? – El alfa avanzó, rompiendo la distancia entre los dos. Derek apretó la mandíbula, tensándose. Podía sentir su cuerpo temblando ante la altura del Alfa, pero se mantuvo firme. O al menos lo fingió. Alo tosió, dándole una palmada en el hombro a Randolph.
-         Creo  que quiere saber si somos buenos o malos.
-         ¿Algo como amigo o enemigo? – Charlie preguntó, levantando una ceja al aire. Alo asintió.
-         Así es. – Randolph y Alo intercambiaron una mirada y asintió al de cabello largo. Randolph miró a Derek, relajando un poco más sus facciones que le hacían ver duro. Si iban a trabajar juntos no podían tener tensión, y más a sabiendas que el sujeto frente a sus ojos era un amigo/compañero de Jason.
-         Amigo.  – respondió secamente. Derek pareció dudarlo.
-         Solo queremos salvarlo.  – intervino Charlie. Derek los miro a todos, retrocediendo un paso, quedando a un costado de Simon.
-         ¿Por qué? Nadie hace nada sin querer algo a cambio. – Randolph dejo salir un largo suspiro, rascándose la parte trasera del cuello.
-          E-Es… complicado. Pero deben entender que estamos de su lado. No queremos que le pase nada a Jason, solo queremos salvarlo.
Derek dudó un poco en sus palabras, pero las aceptó. Echándose el arma al hombro, le indico a Simon que dejara el cuchillo que tenía agarrado.
-         Supongo que estamos en el mismo barco, ¿no? Tendremos mucho tiempo para conocer esa situación complicada en el camino a La Colonia, así que será mejor que sean completamente honestos. Si tratan de jugar o nos traicionan, no solo Simon les pondrá una bala entre las piernas.  – indico su arma que cargaba. El alfa asintió.
-         Entendido. ¿Tu nombre es…? – Derek se giró, extendiendo su mano.
-         Derek. ¿Y tú eres…? – Randolph aceptó el saludo y apretó la mano de Derek, sacudiéndola.
-         Soy Randolph, el Alfa, y ellos son mi manada. – Randolph le señaló a los hombres que le rodeaban, aunque al único que conocía era Charlie. Cuando se miraron, Charlie levanto su mano y le saludo, Derek le correspondió, sonrió ante aquel gesto, apretando los labios para contener la risa. Ante la mirada de Simon, un poco sorprendido por su reacción, Derek se ruborizo. Tosió, recomponiéndose.
-         Bien, mucho gusto. Si vamos a ir por Jason a esa ciudad necesitamos pensar bien lo que vamos a hacer.
-         Supongo que tienes algo en mente.
-         Aún no. – negó Derek, pero Charlie levanto la mano, pidiendo la palabra.
-         Yo sí. Alfa, por favor, déjeme ayudar en el rescate de Jason.
-         Veremos.  – respondió el Alfa serio. A pesar de ello Charlie sintió la hostilidad que ocultaban sus palabras y se limitó a asentir, apartándose de la vista de su alfa. Más que nada por su enorme falla, tanto a su alfa, como a su amigo Jason.  Derek se preocupó un poco ante la tensión del Alfa y Charlie, sintiendo un poco de pena por el segundo. El alfa se giró hacia él, tomándolo con la guardia baja. - Primero, tenemos que sacar a los demás humanos de tu grupo de aquí, es peligroso.  – los ojos del Alfa fueron a su costado, hacia donde estaban las matas de helechos y el bosque que los rodeaban - ¿Podrías decirles que dejen de esconderse? Las armas me sacan de quicio.
-         ¿Miedo, Alfa? – bromeó Abby, recargándose en su hombro, a lo que el Alfa negó.
-         No es miedo, solo son molestas. Cualquiera lo estaría si alguien inexperto presiona el gatillo y te dispara en el culo ¿no? Se pueden hacer daño.
-         Se los diré.  – Derek levanto la mano al aire - ¡¡Bajan las armas!! – de repente, de entre la naturaleza comenzaron a salir un grupo de humanos, todos armados hasta los dientes, sin dejar su posición, solo exponiéndose. Los humanos les miraban, cautelosos, podían sentir el temor  que emanaban. Era algo normal considerando que no habían visto weres antes. Derek continuó, colocando su mano sobre el hombro de uno que traía el rostro envuelto vendajes -  Los weres van con nosotros. – el hombre asintió y les indico a los demás que se tranquilizaran un poco y que mantuvieran la guardia.  Los hombres comenzaron a salir de sus posiciones, detrás de los árboles, cubiertos de ramas y hojas. Algunos bajaron de las copas, aun con sus armas. Eran un número no mayor de 25 hombres.
Randolph se sorprendió un poco ante tal organización. A pesar de ser tan pocos y sobretodo humanos, tenía que reconocérselo, eran fuertes. Los humanos guardan un millón de sorpresas, pensó. Recordando a Jason la primera vez que se encontraron y cómo este había hecho pedazos a un grupo de varios vampiros y aun así mantenerse firme para luchar contra los weres.
“Que gran manada has formado, Jason.”
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Simon aun no podía creer lo que Derek había hecho. Siguiéndole el paso, ignorando las miradas de sus compañeros que pedían por respuestas. Simon lo tomó del brazo, obligándole a mirarlo.
-         Derek, ¿Cómo podemos confiar en sus palabra? ¿Qué tal si es una trampa? Podrían… - Derek miro a sus compañeros, que aún se mantenían con las armas cargadas, sin bajar la guardia. Con un gesto, Derek le indico que fueran a un lugar más apartado.
Terminando en una formación por varios árboles grandes y frondosos, Derek se recargo contra la corteza de uno, cruzándose de brazos.
-         ¿Y bien?
-         Simon, ¿lo viste?
-         ¿Qué cosa?
-         Ese tipo. El alfa. En su cuello, llevaba el collar de Jason.  – Simon trató de recordar, pero nada.  ¿Cuándo lo había visto Derek?
-         No lo vi. ¿en serio? – Derek asintió.
-         Debo suponer dos cosas; o Jason se lo dio, o lo lleva como un trofeo de caza.
-         ¿A qué te refieres?
-         ¿Recuerdas a los vampiros con los que peleamos esa vez en la gasolinera junto a Jason, los que nos pusieron una trampa?
-         S-Sí. – recordando que la pelea había sido interminable. Habían llegado con la intención de conseguir un poco de combustible, pero todo había terminado en una trampa. Todos habían sido capturados por un trio de vampiros nómadas. De no ser por Jason habrían muerto en ese momento, él los salvo. Jason había aparecido de la nada, encargándose de cada uno de ellos, los derrotó a todos en cuestión de segundos. Fue la primera vez que todos fueron testigos del poder de Jason Snyder en la batalla. Simon quedó pasmado ante su fuerza, y desde entonces dejo su actitud huraña con él, fue el momento en que Simon comenzó a tratarlo con mayor respeto.
Derek continúo.
-         Mientras nos tenían separados, para interrogarnos, me tocó cierto sujeto que no dejaba de hablar. Se la pasó hablándome de sus víctimas y cómo los torturaba antes de matarlos.  Él llevaba una pequeña caja consigo. Verás, Simon, lo que guardaba dentro de ella, no eran monedas o fichas. Eran… - Derek tragó en seco, soportando el asco en su garganta al sentir su estómago revolverse ante tal recuerdo -  …dientes. Colmillos, arrancados de sus víctimas cuando aún estaban vivas.  ¿sabes por qué? – Simon negó - Jason me dijo que algunos cazadores suelen guardar “trofeos” de sus presas.
-         Ya veo. Entonces, ¿debemos confiar en ellos?
-         Por ahora sí. Formaremos una pequeña alianza, pero cuando Jason vuelva cada uno tomara caminos distintos.
-         ¿Crees que nos dejen ir con Jason sin dar pelea? Aún no sabemos qué es lo que quieren con él. Esto me da mala espina.
-         Ya veremos. No bajes la guardia. ¿sí? Ahora más que nunca, aunque seamos mayoría, si pierdo a mi  mano derecha, estaré en problemas. Cuento contigo, Simon. – Derek extendió su brazo, colocando el puño en medio de ellos. Simon dudo, pero tras un suspiro, asintió. Chocando el puño con su amigo.
-         Dalo por hecho, Deck.
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[Ciudad Zwielicht  - Arthur – Edificio del Consejo de Ancianos]


Esta era su tercera vez frente al Consejo,  y como siempre, esperaba que esta vez si pudiera llamar su atención. Tras varios intentos fallidos, solo había aprendido que la diplomacia no servía. Dialogar y tratar de convencer a alguien de que lo que está haciendo está mal no funcionaba. Tenía que hacer sus propios cambios.
En el frente, tres ancianos ocupaban sus respectivos asientos. Eran hombres de miradas severas, cabellos grisáceos, con túnicas negras que cubrían sus cuerpos encorvados y afectados por los años. Además de la gran cantidad de arrugas que reinaban en sus rostros y los hacían ver más sabios y mortales.
Alrededor de la sala, mesas y palcos desde los cuales ciudadanos y políticos observaban la asamblea. Cada uno perteneciente  aun grupo o partido, todos bajo sus propias ambiciones.
El edificio del consejo tenía una enorme cúpula encima de ellos, de cristales que permitían la entrada de los rayos de luz y la forma del interior era ovalada, permitiendo así que una mayor cantidad de miembros puedan ingresar al recinto. Todo hecho de concreto y mármol, a excepción de los muebles  que eran de una madera muy fina.
Todo el Consejo se mantenía en silencio, mientras el joven vampiro tomaba el podio para continuar con su nueva postura. Todos conocían la postura radical del joven, pero al menos le darían los 15 minutos prometidos que todo miembro del Consejo merecía.
-         Buenos Días, ciudad Zwielicht, Honorable Conejo de Ancianos. Mi nombre es Arthur Longworth, pero eso ya lo saben. La razón de mi presencia aquí, es para volver a  pedir la liberación de weres de las fabricas Strom. – solo pasaron 5 segundos, en los cuales todos trataban de procesar aquellas palabras dichas por el joven frente a ellos, cuando finalmente todo el recinto estallo en gritos.
-         ¿Qué ha dicho joven Longworth?
-         ¡¿Acaso está usted loco?! ¡Eso es imposible!
-         ¡¡Blasfemias!! ¡¡Alborotador!!
-         Lo que está diciendo usted supone que nuestra ciudad quede a oscuras.
-         Exactamente, de eso estoy hablando. Existen otras fuentes de energía renovable, ¿Por qué tener que usar weres para generarla?
-         Porque es más eficiente. Nos ha funcionado durante años.
-         ¡¡Pero es una barbaridad!! Son nuestros enemigos, lo sé, pero esto no puede seguir de esa forma. Las condiciones en las que los tiene son deplorables, sin mencionar que insalubres, la mayoría de los weres que se encuentran ahí solo viven 10 o 15 años, no más porque son víctimas de abuso y mueren en el transcurso.
-         ¿Y qué quiere? ¿Qué les demos un sindicato, seguro, o beneficios por su arduo trabajo?
Todos en el gran salón de Justicia comenzaron a reír, llenando la gran bóveda del techo con sus burlas. Arthur tomó el control y presionó el botón, un proyector se encendió desde la parte trasera del estrado y una serie de imágenes sangrientas aparecieron en la pantalla. Varias de ellos eran humanos bañados en aceite y grasa, completamente hasta los huesos de la falta de alimento.
 En otras aparecían sujetos grandes y un poco fornidos, tirados en el suelo de lo que parecía una fábrica, desangrándose por la pérdida de algún miembro, e inclusive se podían ver algunos weres a mitad de la transformación siendo torturados en sus jaulas, con los grilletes en las muñecas y siendo azotados fuertemente o electrocutados. El horror eran las imágenes en las que las heridas manaban pus verdoso y parecía que la extremidad fuera a caerse por la descomposición.
El silencio se hizo presente y todos callaron. Algunos con expresiones de disgusto, otros asqueados, apretando los labios conteniendo las náuseas y otros se giraban, evitando mirar las imágenes.
El hombre de cabellos rubios se giró, dando una mirada a todos los presentes, señalándoles hacia la pantalla y a ellos.
-         ¡Esto es lo que sucede tras esas paredes! ¡Ustedes pueden seguir burlándose, pero esto está más allá del sadismo! ¡¿Qué precio estamos dispuestos a pagar por nuestra supervivencia?!  - un pequeño pitido, indicando que su tiempo había terminado llamo su atención, presionó nuevamente el botón y las imágenes dejaron de correr. Las luces volvieron, iluminando el recinto – Gracias por su tiempo, Alabado Consejo de Ancianos. – inclinando la cabeza, se dio media vuelta y salió del centro, bajando.
Caminando apresuradamente entre los pasillos, Collin y Alvin siguiéndole los talones, sus piernas comenzaron a dar grandes zancadas ante la amenaza de ser atrapado.
Cuando una mano se colocó en su camino, bloqueándole el paso, y viendo la expresión de Paige se dio cuenta que no podía escapar. Iba a ser ejecutado ahora mismo.
Tragó en seco, acomodándose el saco y la corbata, regalándole a la chica rubia una hermosa sonrisa galante que bien podría hacer a cualquier otra derretirse ante su intensidad. Pero Paige era de las chicas que necesitan más un ascenso laboral que un hombre.
-         Hola, Paige. – sonrió nervioso. Esta lo tomó de la corbata, atrayéndolo para revisar si había bebido algo antes de ingresar a la Asamblea del Consejo de Ancianos. Pero no hubo ningún rastro de culpabilidad, más que el de su propia estupidez natural.
-         No me digas, hola, Paige. ¿Sabes lo que acabas de hacer?
-         Yo… - se mordió el labio. Escuchando el repiqueteo del calzado, se giró, encontrándose con sus dos compañeros Collin y Alvin.
-         Ella tiene razón. Eso fue muy imprudente. – dijo Collin, con una expresión seria, aunque era difícil definir si estaba molesto o no. Su cabello negro, como siempre, peinado a un lado, perfectamente, sin ningún pequeño cabello rebelde.
-         ¿Qué estabas pensando? – Alvin se jalaba los mechones de su cabello rubio, casi queriéndose golpear a si mismo contra el muro de mármol del pasillo.
-         Hola, Collin, Alvin, Paige.
-         No juegues con nosotros, Arthur. Acabas de hacer la peor tontería de toda tu vida. – la mujer estalló, soltándole un fuerte sopetón. Comenzó a caminar en un círculo invisible con los brazos enlazados frente a su pecho.
-         Es cometer suicidio.
-         Yo solo pensaba…- admitió, pero Paige le cubrió la boca, negándole.
-         Corrección, no estabas pensando.
-         Tu padre va a matarte. – declaró Collin,
-         Lo sé, sabía las consecuencias de mis actos, pero no podía permitir que Strom continuará haciendo millones con la vida de otros. Es un cerdo malnacido.
-         Aun así, no es suficiente excusa para hacer lo que hiciste. Lo expusiste ante todos los medios televisivos y el Consejo se lo tomara como un insulto muy personal al decir que ellos no pueden con el cargo, y sino castigan a Strom y cierran su fábrica, vendrán los problemas. – Alvin negaba, mordiéndose la uña del dedo pulgar. Su cabello totalmente desordenado y sus ojos mirando a todos lados, nervioso. Escuchando un largo suspiro, seguido de un golpe en el vientre, se giró hacia Paige.
-         Estas viendo que los Raleigh solo están esperando el momento para dar la orden y destruir todas las instalaciones de ciudad Zwielicht. ¿Sabes qué pasara ahora? 
-         Primero tengo que hablar con mi padre.
-         Eso no arreglara anda. – negó la mujer. Cruzando los brazos nuevamente, levantando el mentón, dándole un aire más prominente.
-         Claro que sí. Lo que estoy haciendo no solo es para encontrar pelea con el Consejo, quiero que ciudad Zwielicht sea algo mejor, no la sucia madriguera de ratas que es ahora. Todos quieren el control y el poder, hacen lo que quieren y nadie dice nada. Esta ciudad ha decaído demasiado y es necesario hacerla despertar de su ceguera.
-         ¿Continuaras con esto aunque te digamos que no lo hagas?
-         Exactamente, Paige. – la mirada en el rubio solo la hacía enojar más. Frustrada, más que nada porque tendría más trabajo que hacer, dejo salir un largo suspiro.
-         Tu prima llamó, dice que tienes su apoyo. Arreglare una cita con tu padre, Augustus Longworth no estará nada contento.
-         Lo sé.
-         Y yo me encargare de mantener a la oficina controlada. Un poco de disciplina y unos billetes serán suficientes. – añadió Alvin.
-         ¿Collin? – Arthur se giró hacia el más serio, quien solo levanto la mirada. Parecía que no había formado parte de la conversación, ya sea porque no le importaba o le importaba y escuchaba en silencio.
-         Creo que se cómo podrías lograr que tu plan funcione.
-         ¿Qué debo hacer?
-         Raleigh, Evelyn Raleigh. Es la única de esa familia que es capaz de escuchar tu propuesta, estaría encantada de ayudarte, créeme.
-         ¿estás seguro?
-         No pierdes nada con intentarlo.
-         Ya veo. – Paige se metió en la conversación, tras cerrar el aparato por el cual hablaba.
-         Por otro lado, no creo que  sea conveniente que estés en ciudad Zwielicht. Necesitas estar alejado de este caos hasta que todo este arreglado.
-         ¿Qué propones?
-         Nada de trabajo. Ve a tu casa.
-         ¿A ese lugar abandonado? Tú sabes que… -  iba a comenzar con su queja rutinaria de “odio a mi padre, bla, bla, bla…” cuando vio como Collin se cruzaba de brazos, cerró la boca instantáneamente. Collin podía ser tranquilo y serio, pero tenía un humor demasiado especial cuando lo hacían enojar. Y no quería hacer enojar a Collin ahora mismo, ya tenía demasiados que querían su cabeza. Paige presiono su dedo índice contra su pecho.
-         Es eso u olvídate de que tus planes contra Strom funcionen. Por no mencionar que Bateman no te querrá cerca por un tiempo. – Arthur lo dudo un poco. Pero Collin le ayudo a decidirse rápidamente.
-         Paige tiene razón. Ciudad Zwielicht no es un lugar seguro para ti. No ahora.
-         Maldito, Bateman.
-         Tranquilo, nosotros podemos controlarle mientras tú estás allá.  – dijo Alvin en un intento por animarlo.
-         Además, no es como si no pudieras tomar el teléfono y llamar, ¿verdad?- resoplo la mujer, recargando su peso sobre su pierna izquierda.
-         Estamos a tus ordenes, jefe. -  bromeó Collin.
-         Chicos, gracias.
-         Aun así eso no te salva que te golpeare por semejante estupidez. Tendremos más trabajo después de tu “partida”. – Paige se quejó. Arthur se disculpó por ello.
Tan pronto los amigos iban a separarse, Paige subió al mismo auto que Arthur, puesto que iban en la misma dirección. Collin y Alvin se quedaron en el Edificio del Consejo, aun tenían algunos asuntos de los que encargarse.
Mientras el auto avanzaba, el silencio se rompió tras un intercambio de miradas.
-         Por cierto, ¿te enteraste? – dijo Paige, acomodándose en al asiento, cruzando la pierna, mientras se recargaba sobre el marco de la ventana, con una expresión indiferente, mirando fuera como los edificios se erguían altos e imponentes.
-         ¿Qué cosa?
-         El vehículo en la entrada.
-         ¿uh?
-         Uff, hace unas horas, encontraron un vehículo de los nuestros en la entrada, estaba completamente en llamas. Después de aplacar el fuego, y evitar que explotara,  los especialistas lo revisaron. A que no adivinas que encontraron.
-         No tengo idea.
-         Los cadáveres de 6 Fledermaus. Al parecer, fueron asesinados por un arma de alto calibre. Una que no está entre las nuestras.
-         ¿Humanos? Imposible. Los humanos no han salido de su roca en años, ¿Por qué ahora?
-         No puedo responderte, solo quiero infórmate. Ya que estarás fuera, ten mucho cuidado. Bateman te quiere muerto y hará lo que pueda por conseguirlo, ¿lo sabes? – le miro por el rabillo, Arthur esbozó una sonrisa, distendiéndose sobre el asiento.
-         ¿Tan poco fe tienes de mí?
-         Ten cuidado. No es alguien con quien jugar. Mandare a varios equipos a vigilar la propiedad, así que, no te preocupes. Pero no guardes las estacas de plata.
-         Jajajaja, que graciosa eres.
-         Por eso es que me amas, cariño.
-         Te amo porque Elizabeth te ama. Por cierto, ¿Cómo está?
-         Ocupada. Como siempre, pero dice que te visitara dentro de poco.
-         Te encanta hacerme sufrir, ¿verdad? – sonrió el rubio ladino. La mujer se movió lentamente, con movimientos felinos, rompiendo el espacio que los mantenía alejados en sus respectivos asientos. Paige le dio un beso en la mejilla, pero no se detuvo ahí, fue directo a sus labios, plantándole un beso.
-         A veces.
Cuando sus bocas se separaron, lamerse los labios fue obligatorio para remover la evidencia de sus salivas mezcladas. La mujer se apartó, colocándose en su regazo, abriendo sus piernas, pasando sus manos sobre el pecho de este, las cuales comenzaron a bajar lentamente hasta hacerse con la hebilla del cinturón y el botón del pantalón que fue sacado.
La mujer levanto su falda por encima de sus muslos, dejando al descubierto unas hermosas y largas piernas y la desnudez de su sexo. Arthur continuo besándola, colocando su mano sobre la cadera de esta, la atrajo contra su cuerpo. Sintiendo la anticipación de la excitación en sus cuerpos, la mujer hurgo dentro de la ropa interior del hombre y saco aquel miembro erecto ante su toque.
 Arthur daba miradas por el rabillo, asegurándose que el conductor no les espiara, y si lo hacía darle un buen espectáculo.
No fue sino hasta que sintió el calor de sus sexos acariciándose suavemente, que comenzó a penetrarla. Deslizándose lentamente, hasta sentir su miembro completamente dentro de ella, fue que sus manos se volvieron cadenas alrededor de las caderas de la mujer y la atrajeron contra su mástil.
El sonido de la carne chocando tras las embestidas y los gemidos de la mujer, que eran acallados tras besos, mientras sus manos apretaban los cabellos de Arthur, incapaz de separarse.  Desabrocho la blusa de la mujer, pasando su lengua sobre la superficie de sus pechos, provocándole escalofríos. No paraba de penetrarla, abriéndola, sus piernas alrededor de sus caderas, la forma en que ella aprieta su miembro lo hace delirar, gruñendo en respuesta por la atención con la que trata a su miembro. La humedad y la presión de su sexo. La intensidad con que la embiste la hace sentir sus piernas temblar hasta los tobillos.
Su mano apretaba aquel pecho, masajeándolo, mientras el otro era atacado por la boca de Arthur, quien no dudaba de darle suaves mordidas a su pezón, chupándolo y lamiéndolo con su lengua.
La mujer grita, aferrándose a sus hombros, llegando al clímax. Sus muslos tiemblan, y su cuerpo completo se estremece ante su orgasmo, sintiendo como su mente se va quedando en blanco. Arthur termina dentro de ella, 4 corridas seguidas. Siente su semen deslizándose por la entrada de la mujer. A la cual atrae y deposita un beso en sus labios.
Se separan, él tiene sumo cuidado y le entrega algo para limpiarse. Sí, no es la primera vez que lo hacen en un auto en movimiento. Aunque si la primera después de una junta con el Consejo de Ancianos, siendo espiados por el conductor.
Después de arreglarse, lo mejor que pueden. Ambos sonríen, dándose un último beso. El auto fue deteniéndose poco a poco, hasta quedar frente a un gran edificio con las palabras en la entrada de “Longworth”. La mujer baja del vehículo, despidiéndose con un movimiento de mano.
-         Nos vemos. – Arthur asiente, respondiéndole. Al mismo tiempo que el cristal de su ventana sube lentamente. Se espera unos segundos.
Era verdad que Paige era su colega de la oficina, y una buena amiga de la infancia, pero el sexo era el sexo. No podía resistirse a sus instintos básicos. Si no fuera por Paige, se habría cogido al conductor. Bueno, no sería la primera vez que lo ha hecho tampoco.
Los vampiros (hombres) tienen una mayor libido que las mujeres. Al parecer es un proceso diferente. Mientras en las mujeres, todo se detiene, desde el ciclo menstrual y esas cosas de la fertilidad, en los hombres las grandes cantidades de testosterona se triplican. Eso y mezclarle una gran dosis de adrenalina vampírica.
Mientras la ve alejarse rápidamente subiendo los peldaños de los escalones de mármol, Arthur se muerde el labio, sintiendo su miembro volver a la vida recordando la estrecha entrada de Paige apretándolo.
Atrapa la mirada furtiva del conductor a través del espejo y sonríe. Recordando algo interesante, el conductor lo ha estado espiando todo el tiempo. Después de esa escena, ¿Cómo no estar afectado? Debe estar duro como una roca. Y tan excitado.
Suspira, dejando salir un leve gruñido. Traga en seco, lamiéndose los labios y mira al conductor, quien se sobresalta.
-         ¿A-A dónde ahora, señor?
-         Llévame  a mi departamento, tengo unas cosas que conseguir.
-         Sí, señor Longworth. – Arthur comienza a acercarse, colocándose detrás del asiento del conductor, recarga su mentón y le susurra a la oreja, notando como se estremece.
-         Pero como serán muchas cosas, tendrás que subir conmigo para bajarlas.  – miente, ya que eso podrían hacerlo los botones. Sus manos comienzan a deslizarse por debajo de la camisa del chico, esté se tensa, apretando las manos sobre el volante y bajando la mirada, dejando salir un jadeo.
-         ¿Señor? – una mano traviesa se cuela en su ropa interior, apretando su húmedo miembro, pegajoso por el pre semen. El chico ahoga un gemido.
-         Oh, estás duro. Dime, ¿estas igual de mojado ahí abajo? – la mano en su pecho comienza a pellizcar su pezón, fuerte, casi demasiado. El  joven levanta la mirada hacia el techo del vehículo, doblándose ante las caricias de Arthur, quien aprovecha para comenzar a lamer la superficie de su cuello, sin dejar de presionar su dedo pulgar sobre el eje del joven vampiro.
-         Se-Señor… Y-Yo… Lo siento…
-         Discúlpate con tu cuerpo. – susurra contra la oreja del muchacho, produciendo que la voz se le corte en un gruñido ante la caricia de su mano sobre su eje.
-         ¿Có-Cómo…? – tiene la mirada nublada por la sensación de éxtasis recorriendo su cuerpo, casi puede sentir las lágrimas en sus ojos formándose. Pero Arthur no lo deja, continua. Ahora usando su lengua para lamer la forma de su oreja, atrapando su lóbulo entre sus labios, comienza a chuparle. Aprieta su pezón, fuerte.
-         Ven acá atrás y déjame joderte. Ahora.

*****************


Siento todo el cuerpo adolorido. Mis manos están sujetas. Tragó, sintiendo mi garganta seca. Mis ojos comienzan a acostumbrarse a la intensa luz blanca que domina alrededor del lugar en el que me encuentro. Lo primero que veo es mi regazo, mi cabeza esta gacha. Tengo un fuerte dolor en mis muñecas, no puedo mover mis dedos, como si tuviera algo clavado a través que me impide mover.
 Intentó ponerme de pie, pero algo me restringe los brazos y las piernas. Girando el cuello para ver qué es, tampoco puedo moverme mucho, algo se aprieta alrededor de mi cuello, impidiéndome el movimiento, me hace regresar hacia atrás del respaldo y quedar mirando hacia adelante. Es magnético.
-         Oh, ¡Despertó!
Un sujeto con bata blanca esta frente a mí. Me tensó, sacudiéndome, pero solo logro que él retroceda y ningún progreso con mi movimiento. Mis ojos van hacia donde siento mis manos, unas bandas de metal se ciernen alrededor de mis muñecas y hay algo más, puedo ver como una manguera sale debajo de mi muñeca.
Mis piernas están igual, sujetas. Pero, ¿Dónde diablos estoy? Es lo único que mi mente piensa. No hay paredes rectangulares, ni ventanas, aunque con tanta maldita luz blanca ni siquiera sé si es un sueño o es de verdad.
-         Bien, ¿sabes quién eres? – mis ojos van hacia el hombre que me está mirando, con algo entre sus manos, alternando la mirada entre mí y esa cosa.
-         ¿Quién soy? Sé quién soy, la pregunta es; ¿Quién demonios son ustedes, malditos? ¡Suéltenme! ¡Ahora! O se arrepentirán, hijos de… - me sacudo, tratando de levantarme, alargando mis extremidades lo máximo que puedo, que no es mucho.
-         Activar – pronuncia el sujeto. No tengo tiempo de reaccionar, rápidamente todo mi cuerpo se tensa. Sintiendo la descarga recorrer mi cuerpo entero, ahogo un quejido, sacudiéndome en mi lugar. aprieto la mandíbula, para evitar morderme la lengua, pero el dolor es tan intenso.
Mis dedos aprietan los respaldos de mi asiento, casi desgarrando la superficie y echo la cabeza hacia atrás, las plantas de mis pies se doblan igualmente. El dolor comienza en mi cuello y se extiende al resto de mi cuerpo.
La intensidad va disminuyendo lentamente, hasta que solo hay pequeños reflejos. Mi cuerpo se sigue tensando, pasando de un momento en reposo a ponerse tieso y rígido en cuestión de segundos. Alternándose por las leves descargas que aún quedan.
Jadeo, dejando salir un poco de mi saliva. Siento las lágrimas escurrir por mis mejillas e incluso mi lengua esta entumecida.
-         Vaya, sobrevivió a una descarga eléctrica.
-         Impresionante. ¿seguimos con las demás pruebas?
-         Por supuesto, el señor Dale nos pidió que comprobáramos toda clase de posibilidades.
-         Veamos. Veneno; no, ácido; no, sangre infectada; no, electricidad; no. ¿Qué otras cosas más faltan?
-         Aún tenemos muchos líquidos experimentales que el señor Dale creo, podemos tratar con ellos.
-         Ummm, tienes razón. Servirá para matar dos pájaros de un tiro. Podemos comprobar sus funciones y si su cuerpo es resistente a ellos.
Viendo como el ayudante del primer sujeto saca una jeringa con un líquido de color verde y se acerca hacia mí, trato de alejarme, negando repetidas veces. El pánico me invade, no sé qué tiene la jeringa, pero no creo que sea algo bueno. Todo mi cuerpo tiembla ante ello. Quiero huir, pero mis ataduras no me lo permiten. Siento como me estoy lastimando, cada vez que trato de alejar la muñeca, no solo me desgarro la piel por la presión del metal alrededor de este, sino que algo debajo me arranca el nervio.
Justo cuando creo que él va a inyectarme la aguja en el cuello, lo veo pasar detrás de mí.  Quiero seguirle con la mirada, pero me es imposible. Lo escucho silbar.
-         ¿Qué están haciendo?
-         Tranquilo. Solo sentirás un leve dolor en la columna.
-         ¿Columna? – me sobresalto, casi puedo sentir mi voz temblando.
De repente, todo en la habitación emite un fuerte resplandor. Pero este va disminuyendo gradualmente. Las paredes de la habitación pierden un poco de intensidad y rápidamente veo mi reflejo en ellas. Mi rostro completamente demacrado, con ojeras y mis ojos rojos, sin mencionar los rasguños en mi rostro.
Estoy en una silla, sujeta al suelo de la habitación. Debajo de mis muñecas, una manguera baja, directo a un pequeño recipiente de cristal, y por el color del líquido, diría que es sangre. Mía.
Quiero decir algo, pero eso no es lo peor, en mi espalda, hay varias mangueras más, conectadas a otro recipiente más grande, que emite un sonido extraño, como el de un motor en funcionamiento constante. No lo había sentido, tal vez porque mis sentidos siguen confundidos, pero hay algo que corre a través de mi espalda, y se dispersa por mi cuerpo. Lo siento fluir en mí. Es extraño, es como un escalofrió que hace que se me enchine la piel.
En el reflejo, lo veo, al sujeto de bata, colocando la punta de la jeringa en una de las mangueras, y lentamente se acomoda, presionando su dedo para inyectar el líquido verdoso, el  cual va ingresando en la manguera, lentamente deslizándose a través de esta.
Me vuelvo a sacudir, esta vez con un poco de más fuerza. Incluso puedo decir que se mueve la silla, un poco, de su sitio. Pero no es suficiente.
-         ¡Esperen! ¡No! ¡Eso es…! ¡Ugh…! – mi voz es acallada en cuento el líquido verdoso finalmente ingresa en mi organismo. Primero es como un leve piquete, pero después el ardor se empieza a esparcir por toda mi espalda, como si vertieran agua caliente dentro de mi piel. Aprieto la mandíbula, conteniendo el grito de dolor que tanto desea salir de mi interior. En su lugar, me retuerzo, doblándome por completo, mientras siento como el resto de mi cuerpo es víctima de aquella sustancia.  Las miradas curiosas de los sujetos, pero si creen que voy a darles el placer de gritar o de pedir ayudar, están muy equivocados. Preferiría cortarme la lengua antes de eso.
-         Wow, debe estar sufriendo demasiado.
-         Así es. Lo está. Trae el otro químico. Aún nos quedan muchos más que estudiar.
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[Thomas Dale – Zona de Contención]


Después de recibir la notificación de que su nuevo juguete había llegado a la Ciudad, y que Bateman no tenía la menor idea, no podía estarse más tiempo tranquilo en su oficina. Por lo que cancelo todo lo que tenía que hacer esa misma tarde.
Se sentía ansioso por su nuevo juguete. ¿Y quién no lo estaría considerando que era un juguete robado? Su queridísimo amigo Bateman lo había mantenido oculto de él. Era justo que él hiciera lo mismo.  Ahora era suyo.
Ante tal ansiedad, solo podía imaginar la infinidad de posibilidades que tendría con un sujeto como Jason Snyder. Lo primero, información. Quería toda la información con respecto a los weres y a los humanos fugitivos. Y si este se negaba a decirle lo que quería, bueno, habría formas de hacerlo hablar. Formas con las cuales divertirse mientras le saca la información.
Estaba caminando por las amplias calles de la Zona de Contención, dando un vistazo a los sujetos que se escondían tras las puertas de sus casas. Miradas furtivas a través de las ventanas. Dale sonrió ante una mujer, que solo salto de pánico y volvió a cerrarla.
Que bien que le temían. Deberían. Después de todo, él era su nuevo amo. Si él decidía deshacerse de ellos, solo movía un dedo y cada una de esas casas desaparecerían y nuevos inquilinos las llenarían. Todos eran sus juguetes. Suyos.
Detuvo sus pasos cuando un  vehículo, lleno de pequeños vampiros, iba pasando lentamente, mientras una hermosa mujer hacia señas hacia los costados.
Malditos recorridos.
Pensó para sí mismo, obligándose a sonreír cuando las miradas de los niños se fijaron en él. Levanto la mano y les saludo lo más amable que podía fingir.
-         Miren, niños, él es el señor Thomas Dale, uno de los principales fundadores de la Zona de Contención. Denle un saludo a este gran hombre.
-         ¡Buenos días, señor Dale! – todos los niños le saludan levantando las manos y con grandes sonrisas que evidencian aquellos pequeños colmillos que sobresalen de sus dentaduras.
-         Buenos días, niños. ¿Qué tal les ha parecido el recorrido? – pregunto, fingiendo interés. Aunque sus pensamientos estaban sobre otro asunto más importante que simples vampiros infantiles como estos. Pero la mujer es quien responde ante la pregunta, con una enorme sonrisa, camina hacia un costado de él.
-         Estábamos a punto de mirar un poco, pero ya que está usted aquí, ¿Por qué no nos cuenta un poco de la Zona de Contención? ¿Les gustaría saber del mismísimo creador?
-         ¡Sí! – responden los niños ante las palabras de la mujer de traje. Dale quiere desaparecer a la mujer en ese mismo instante. Podría negarse, pero eso sería sospechoso. Y como bien sabe, Bateman tampoco es un idiota al que le pueden jugar el dedo en la boca. Tiene que ser cuidadoso. Sonríe, asintiendo.
-         Ok, si insisten.  – junta sus manos, y luego les va señalando hacia la calle principal. Dado que ahora todos están en un confinamiento temporal, al menos hasta que el recorrido termine, o hasta que Dale deje las instalaciones, pueden moverse fácilmente y los humanos permanecen en sus respectivos “hogares”. Se aclara la voz un poco, tosiendo y comienza con aquel tan conocido discurso que le han hecho aprender.  - La Zona de Contención se creó con la intención de mantener las especies de weres y humanos vivas. Para evitar la extinción de estas dos especies. Fue como nuestro propio proyecto. Como recordaran, anteriormente, los humanos se mataban entre sí. No había paz y siempre había guerra. Millones murieron solo porque no podían llevarse bien. Entonces, cuando nosotros resurgimos para salvar a la humanidad, no todos lo vieron con buenos ojos y se opusieron, incluso cuando solo queríamos su bienestar.
-         Que idiotas. – dijo uno de los niños, cruzándose de brazos y frunciendo el entrecejo. Mina se crispó, colocando sus manos sobre sus caderas, amonestándole.
-         ¡Lenguaje! – el chico se sumió de hombros, metiendo las manos en sus bolsillos. Dale levantó su mano, negánd9le.
-         Creo que el chico tiene un poco de razón, señorita Mina. – dijo con una sonrisa, produciéndole un sonrojo a la mujer al escuchar su nombre siendo pronunciado por él. Si, había visto su etiqueta, más que nada porque sus pechos estaban encima de ella. Continuó -  El cambio era algo bueno, pero ellos no podían aceptarlo. Y así, una nueva guerra comenzó. Primero tuvimos que hacernos cargo de los weres, eran salvajes que no dejaban a los nuestros con vida. No nos permitían cambiar el mundo. Eran unas bestias incontrolables, no tenían un propósito en su vida. Después de que los weres se unieron a su causa, comenzamos  una pelea con ambas especies; Vampiros contra Humanos y Weres. Era una lucha muy desigual, ¿verdad?
-         Sí.
-         Pero nosotros éramos más poderosos. Durante nuestra lucha, varios miembros importantes de nuestra especie, integrantes de Las 5 familias Reales, fueron atacados, pensando que de esta forma nos desalentaríamos y cederíamos, retirándonos de nuestra noble tarea. Sin embargo, las Familias Reales  no se rindieron ante los humanos, y continuaron la lucha, ahora más intensificada. Nos dimos cuenta de algo importante; el hombre jamás cambiara, por más que lo intentáramos. Entonces, la única forma de hacerlo entender era por la fuerza.
>> Después de años de luchas entre especies, logramos hacernos con el control absoluto y mantuvimos a los sobrevivientes (humanos) a salvo. Los weres tuvieron que ser cazados porque no podíamos controlarlos fácilmente, por eso es que su especie es muy pequeño. Incluso ahora, no podemos permitirles que su número aumento, hay una cantidad de weres específica y no todos los dejamos moverse libremente en la Zona de Contención. Esas son las consecuencias de haberse puesto en nuestro camino y provocar grandes pérdidas.
>>Como parte del trato, de dejarlos vivir, los humanos han cedido sus derechos, con la condición de que jamás se alzaran en armas y nosotros les permitamos vivir, cómodamente, en la Zona de Contención. Los humanos nos deben la vida. Los sacamos de esas vidas miserables y ahora viven en paz.
-         Señor Dale, pero las guerras aún continúan, ¿no es así?

-         Así es. Aún quedan humanos insolentes, que se rehúsan a ser purificados y deciden apuntar las armas en nuestra contra. Pero tranquilos, ¿sí? Muy pronto esos “rebeldes” serán aplacados y la sociedad finalmente estará en paz, será perfecta. No tienen que preocuparse. Después de todo, nuestra especie es superior. 

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