Cuerpo Frío, Corazón Caliente - Capítulo 2 -
El
carnaval
Es un mundo divertido, entretenido,
donde los humanos son el espectáculo. Las fantasías más perversas pueden ser
cumplidas con un simple chasquido de dedos.
Ustedes, mis queridos niños, son los
animales exóticos y yo soy el presentador, su dueño. Ahora salgan allá afuera y
denme un buen espectáculo.
-
Thomas Dale
Divido en tres secciones:
-
El torneo (jaula). –
Futuros Cazadores. Entretenimiento. Castigo.
-
La subasta. –
Alimento. Juguetes. Mascotas.
-
El ganado. –
Experimentos. Plantas. Reproducción (were & humana).
*****************
[Capítulo 2 – Ciudad Zwielicht
- Carnaval]
Los vítores de la gente. La
excitación de felicidad expresada en gritos y silbidos. Acompañados del fuerte
GONG.
Finalmente salí fuera de mi
celda, dando pasos firmes, tragando en seco, apretando los puños. Adoptando una
postura de completa seguridad y orgullosa. Levante el mentón, mirando hacia
adelante, inflando el pecho.
Las ovaciones me recibieron
en cuanto mi figura se vio reflejada en aquellas pantallas y los espectadores
saltaban de sus asientos, totalmente animados. Gritando y clamando por un buen
espectáculo. Mi cabello amarrado en una pequeña cola de caballo, se agitaba con
cada paso que daba, adentrándome en la enorme arena que bien podría convertirse
en una segunda ciudad.
-
Y ahora, nuestro
hermoso y sanguinario, Haruki Hayama. ¡¡APLAUSOS!!
Levante el puño cuando mi
nombre fue pronunciado por el presentador, esbozando una media sonrisa. Saludando
a todos los espectadores que nos rodeaban fuera de la jaula.
Después de habido dicho mi
nombre, la enorme puerta de hierro al otro lado de mi ubicación comenzó a
levantarse y con ella, una enorme figura emergió, un sujeto que parecía
duplicarme la estatura, sus brazos grandes, que fácilmente podrían pasarse como
dos de los míos y un rostro temible, que ahora se codeaba con aquellos gritos
de felicidad que clamaban por que se encargara de desmembrarme.
Sonreí, divertido.
-
Vamos a divertirnos,
¿sí? – extendí mi mano, pero él no la tomó.
-
Tsk, mocoso. ¿Es una
broma? Supongo que no hay más combatientes a mi medida. Bien, me encargare de
ti en un segundo – viéndole tronar sus dedos cuando los apretó, mi sonrisa
desapareció.
-
Oh, bien, inténtalo.
Veamos de que eres bueno Beast. – dije en modo de reto. Él se tensó, apretando
los puños.
La campana sonó, tomándome
desprevenido. Beast lanzo su primer ataque, tratando de golpearme con sus
puños. Movimientos rápidos, su cuerpo tenía una buena postura y a pesar de ser
enorme, tenía buen manejo de sus extremidades, sin que estas tuvieran que
afectar su movimiento.
Haciéndome retroceder, lance
una patada, tratando de impactar en su rostro, pero mi pierna fue retenida por
su gran mano. Apretándola, gruñí de dolor. Siendo levantado en el aire,
rápidamente me volvió a colocar sobre el suelo, estrellando mi cuerpo con
fuerza.
-
Perdiste, mocoso. –
dijo cerca de mi cara. No es sino hasta que siento como mis piernas se
balancean, que entiendo que me ha levantado del suelo y ahora sus manos se
ciernen alrededor de mi cuello. Sintiendo como estas empujan la parte de mi
mandíbula hacia arriba, como si deseara descolocarla de su lugar.
Me las ingenio para alargar
mis piernas y lograr enredarlas alrededor de su brazo, en una llave, aplicando
presión más y más, hasta que siento como me va liberando y su brazo cruje
cuando lo jalo con fuerza, fracturándolo.
Viendo como su brazo derecho
cae a un costado, balanceándose. Aprovecho y salto, propinándole un fuerte
puñetazo en la mejilla. Se tambalea y cae al suelo, gruñendo. Los gritos de la
multitud animados, entre alegría y decepción. Mi respiración agitada, no puedo
dejar de sentir la adrenalina en mi cuerpo, es una sensación agradable, siento
como si pudiera matar a cualquiera.
Un sonido mecánico detrás de
mí resuena, girándome, en la pared comienzan a aparecer varios artilugios,
pistolas, navajas, espadas, una lanzallamas, cuerdas, trampas para osos, es
como si fuera navidad.
Tomó el taladro y un mazo.
Dando pasos lentos, mientras se escuchan como los espectadores piden porque
mate a mi enemigo. Subiendo por la parte de atrás de su espalda. Sonrió, mi
dedo presionando el botón del talado, este haciendo un ruido tan hermoso que me
parece que estoy en el paraíso.
-
Ahora bien, ¿en qué
nos quedamos, Beast? – sonrió, acercándome, colocando el taladro enfrente de su
pecho. – ¡Ah, sí! que es hora de que te
castigue como buen perdedor. – la risa se me escapa, produciendo un eco.
Sin embargo. Mi voz se va
apagando, lentamente. Hasta que solo se escucha un sonido ahogado.
Pasa tan rápido, que no lo
notó. Cuando siento algo que me impide respirar. Bajo la mirada, encontrándome
con el brazo de Beast extendido por debajo de mí barbilla.
Es hasta que veo como
pequeñas manchas carmesí se deslizan por este, que entiendo que es su mano la
que me ha atravesado la garganta. Siento la presión de sus dedos apretando mi tráquea
y moliéndola, jalándola con fuerza, intentando desprenderla de su lugar. Me
tengo que inclinar ante el dolor y la fuerza del sujeto.
Maldición ¿Y solo usó sus uñas?
Imposible.
Su mano deja mi garganta,
sintiendo como la sangre va ingresando en mi interior y mi pecho escurre con
esta misma. Trató de detener el sangrado, pero me es imposible.
Naturalmente, me desplomo,
cayendo boca abajo. Trato de respirar, pero la sangre es demasiada. Solo me
estoy ahogando a mí mismo, siento la sangre en mis pulmones. Mi nariz obstruida
por la sangre igual, me convulsiono, pero todo lo que sale de mi boca es
escupitajos de sangre.
Mis ojos van hacia la figura
enorme de Beast, quien ahora se encuentra de pie, su brazo se ha regenerado y
unas largas garras aparecen desde sus dedos.
Maldito bastardo.
Así que aún quedan algunos que pueden regenerarse a ese nivel.
Arrastrándome, toma mi
pierna para jalarme, mientras mi sangre va manchando el suelo, dejando un
rastro parecido a la línea de la autopista. El dolor de la tierra contra mi
pecho y el polvo que me impide respirar, aunque no serviría de mucho ahora que
tengo la garganta destrozada. Los gritos de los demás me parecen estúpidos, son
molestos. Si fuera un novato, pediría ayuda a ellos, pero sé que son ellos
mismos quienes han pedido mi muerte. Sus sonrisas los delatan.
Suelta mi pierna, dejándome
a mitad de la arena para que todos los espectadores vean como desde mi garganta
la sangre escurre debajo de mi cuerpo, formando una mancha enorme, pero Beast
no me deja morir ahí mismo. Oh, no, aún no termina. El ganador tiene derecho
sobre mi cuerpo.
Me coloca boca arriba,
viendo las luces de la enorme jaula que nos mantiene alejados y encerrados
dentro de la arena. Tragó en seco, escucho un sonido extraño cuando lo hago, de
seguro es mi sangre salpicando, siento la obstrucción en mi garganta, así que
no me sorprendería.
Un dolor intenso comienza en
mi pecho, levantando la mirada. Los dedos de Beast se adentran en un agujero de
mi pecho, aplicando presión, abriendo la piel, gruño, ahogándome. El dolor es
tanto que siento que me fuera a desmayar. Las lágrimas comienzan a salir de mis
ojos, deslizándose por mis mejillas.
Cada órgano está siendo
destrozado por sus garras. Mis intestinos son sacados, jalados con tanta fuerza,
que me convulsiono al ver como Beast levanta estos sobre su cabeza y les da una
probada, dejando el rastro de sangre en las comisuras de sus labios.
Mis manos arañando el suelo,
tratando de resistirse, pero no hay salvación aquí. Nunca la ha habido. Quienes
crean eso les aseguro que no tardaran en estar en mi lugar.
Un escalofrió. Una presión
más fuerte, me sobresalto al sentir el fuerte dolor y la sensación fría de unas
manos apretando mi costado izquierdo, tomó sus muñecas, impidiéndole que haga
lo que piensa hacer. Bramando algo que no salía por la sangre en mi boca. Beast
aprieta más fuerte, dejándome caer un fuerte golpe en el rostro. Le libero y
después, siento cómo me es arrancado aquel órgano vital. Un dolor desgarrador
que siento en cada una de mis células, me convulsiono, gritando y retorciéndome
como un mero gusano rastrero.
Es finalmente cuando lo ha
sacado, que lo veo levantarlo en el
aire, con cierto orgullo, mi pecho está vacío, pero aun así la sangre se
escapa, siento la calidez de está saliendo a borbotones, es como si me cubriera
con ella.
Sin embargo, el dolor va
disminuyendo. En su lugar hay frio. Es como si cada uno de mis músculos se
fuera paralizando lentamente, muriendo en el proceso. Las lágrimas han parado,
y lentamente voy perdiendo conocimiento de mi entorno. Lo último que escucho es
el sonido de la campana y luego todo va quedando mudo. Aun así, el techo
abobado de la jaula me despide, burlándose de mí.
Beast se aleja, dejándome
tirado como un cascaron vacío, mis órganos siendo exhibidos a todos, soy el
entretenimiento especial.
Genial, morir aquí.
Maldición.
********
[Gabin – Zona de Contención
– Planta Baja – Nivel 15]
Todos gritan de felicidad,
viendo como Beast desmiembra el resto de Haruki. Eso sí, sin no poder evitar
darle probada a sus órganos. Apretando el corazón, bebió la sangre de este
hasta dejarlo seco, lo lanza al público que se emociona ante el obsequio.
Tragó en seco, viendo la
imagen del cuerpo de Haruki sobre su propia sangre, mientras su oponente
levanta los brazos al aire, dándose golpes de pecho, una enorme sonrisa
sangrienta y los gritos de las personas son lo que resuenan.
-
Debes estar
bromeando, ¿verdad? Mató a Haruki; uno de los Cazadores más fuertes.
-
Bueno, aquí no
importa que tan fuerte eres, sino cuantas son tus ganas de sobrevivir. Haruki
fue confiado, creyendo que ganaría fácilmente. – el hombre recargado contra el cristal de la
celda resoplo, cruzándose de brazos. - Idiota.
-
¿Me enfrentare con
él?
-
Aun no lo sé. – negó, entrecerrando los ojos mientras meditaba un poco las cosas. Finalmente abrió
los ojos, levantando el mentón. Ajustándose la gorra, dándose el visto bueno en
el reflejo del cristal. Sus ojos fueron hacia Gabin - Te diré cuando tenga
información sobre tu debut. Eso es todo.
-
Bien. Gracias, Celo.
-
Tranquilo, tú
encárgate de reunir la información que necesitamos y yo cuidare tu espalda, ¿sí?
No dejare que llegues a morir por Thomas Dale.
Diciendo esto último. Celo
desapareció tras regresar a sus labores como vigilante de los prisioneros.
Gabbin se queda en su celda, mirando a través de aquel artefacto, la imagen de
Haruki hecha pedazos y como Beast se divierte con su cadáver.
Asqueroso.
¿Cómo puede ser que a alguien le gusten estas cosas?
********************
[Bosque de los Azules – Manada
de Randolph]
Los weres se acercaron,
dando un paso atrás, pero Charlie le tomó del brazo, negando con la cabeza ante
su reacción instintiva de querer huir. ¿Le
estaba entregando? Pensó, sintiendo ganas de gritar por ayuda, pero ni
Simon parecía entender que eran superados por número.
Cuando el were más grande de
todos se acercó, quedando frente a él, tragó en seco. Sintiéndose tan pequeño,
sus piernas temblaban y su frente sudaba frio. ¿Lo iban a matar?
Cerró los ojos, esperando lo
peor. Pero nunca pasó nada, más que un fuerte suspiro.
-
¿Dijiste Jason? ¿Ustedes
son su manada humana?- Derek se giró
hacia Simon, quien solo se sumió de hombros, sin entender igual que él la
situación.
-
Ummm, si, supongo que
somos algo así. – respondió, sintiendo
su lengua totalmente seca. Se atrevió a preguntar, apretando la mandíbula - ¿esta con ustedes? – el were entrecerró los
ojos, negando con la cabeza, dejando salir un suspiro pesado.
-
No. La última vez que
estuvimos en contacto, nos separamos. Debe estar con uno de mis subordinados. – lo liberó, apartándose.
-
¿te refieres este? –
Simon se le adelanto a preguntar, señalándole a Charlie, quien se mantenía
callado con la mirada gacha.
-
¡¡Charlie!! ¿estás
bien?
-
S-Sí. – respondió en
voz tan baja que por poco parecía que solo estaba moviendo los labios.
-
Qué bien, ¿y Jason?
¿Dónde está él?
-
… - viéndole apretar
la mandíbula, como si tratara de esquivar la pregunta, pero el were frunció el
ceño ante su falta de respuesta. Tensándose.
-
¿Charlie? ¿Dónde está
él?- El were se adelantó, tomando a
Charlie por los hombros, comenzó a sacudirlo, mientras su tono se volvía más
fuerte y desesperado, podía jurar que sus respiraciones se oían como graves
gruñidos guturales.
-
Lo sien-… - el puño
de Randolph golpeó a Charlie, haciéndolo caer al suelo. Iba a continuar con su
trabajo, cuando Alo y Kadar lo sostuvieron. Entre Derek y Kaden se acercaron a
auxiliar a Charlie. Randolph estaba casi luchando contra las fuerzas de los
otros dos, casi levantándolos del suelo cuando intentaba avanzar.
-
¡Te pedí que lo
cuidaras! ¡Y ahora él esta…! – Charlie intervino, sabiendo que podría ganarse
otro golpe de su Alfa. Charlie tosió,
escupiendo una pequeña mancha de sangre, dejándole el labio inferior con el
rastro de la sangre en la comisura.
-
¡No está muerto! ¡Sigue
vivo! Pero… - su mejilla estaba roja, y sus ojos luchaban por contener las
lágrimas de dolor, el golpe había sido fuerte.
-
¡¡¿Pero qué?!! –
preguntó Randolph exasperado, viendo la expresión de su subordinado
ensombrecerse lentamente.
-
… - Charlie por su parte no respondió, solo se
mantuvo callado, apretando los labios. Abby fue quien rompió el silencio,
llevándose las manos a la boca, cubriéndose mientras negaba con la cabeza.
-
Oh, no. – los
demás weres parecieron entender la expresión de la chica porque solo hubo
mandíbulas tensas y puños apretados, mientras algunos hacían una expresión de
pésame. Derek, que estaba junto a ellos, se levantó.
-
¿Qué sucede? –
demando saber, confundido.
-
Se lo han llevado a
Bateman. – respondió Alo, desviando la
mirada.
-
¿Bateman? ¿Cuál es el
problema? Solo vamos a patearle el trasero a ese maldito vampiro. – dijo Simon,
exhibiendo su arma a los weres, que no parecieron ni siquiera sorprenderse un
poco ante ella. Alo volvió a negar,
cruzándose de brazos, mientras suspiraba.
-
Bateman está dentro
de la Ciudad Zwielicht. ¿lo entiendes? Si Jason ya ha llegado allá, ahora mismo
ya debe estar en sus manos. Es muy tarde.
-
No. Pero aun así
podemos… ¿no? – tartamudeó Abby, pero su hermano se lo impidió, negando.
-
Abby, no lo sé. Jamás
se ha planeado. Además, sería un suicidio. – todos acallaron. Todos, menos el
Alfa, que se separó de los que lo tenían sujeto.
-
Yo iré. – pronuncio por lo bajo el Alfa. Era como un
leve gruñido gutural el que salía de su garganta, produciendo que las miradas
fueran directo hacia él.
Todos se giraron hacia
Randolph, como si una segunda cabeza le hubiera brotado del cuello. Entendían
que debía estar sintiendo la ansiedad de querer estar cerca de su pareja, en
especial a sabiendas que se encontraba en un peligro mortal (Bateman), pero
parecía como si el Alfa no estuviera pensando con claridad. Y así era, estaba enojado, su sangre hervía de
tan solo pensar lo que podría pasarle a su pareja. No es que pensara que Jason
fuera débil, pero los vampiros siempre serian vampiros. Despiadados hijos de
perra que no dudarían lastimarlo con tal de conseguir lo que desean.
El hombre comenzó a caminar,
y los weres solo podían ver su espalda, incapaces de decidir qué hacer, tenían
miedo y a la vez estaban confundidos.
Alo le siguió, colocándose
en su camino, con ambos brazos extendidos. No podía dejar que su hermano fuera
allá, mucho menos solo.
-
Randolph, espera.
¿Qué estás haciendo?
-
Yo iré. Iré por él. – no había ningún titubeo, la voz firme como
si fuera una promesa. Derek le miró fijamente. Un tanto confundido y asombrado
ante las palabras del hombre. Viendo como las expresiones de los weres
cambiaban una a una.
-
¿Has perdido la
cabeza? - su hermano le regaño.
-
No. Sé lo que hago.
-
Ok, entonces, ¿Qué harás
cuando llegues allá? Los weres que han ingresado dentro de ahí jamás han
vuelto. – lo tomó del brazo, pero Randolph negó, sacudiéndoselo, comenzó a
avanzar nuevamente.
-
No me importa, se lo prometí,
hermano. No voy a dejarlo. No esta vez. E incluso si tengo que ir yo solo a
ciudad Zwielicht.
-
… - Alo pareció
pensarlo, negando varias veces en silencio. Tenía que hacer algo, su hermano
estaba cegado por la ira y el dolor, los peores enemigos de los weres. Abrió la
boca, listo para decir algo, cuando alguien más se adelantó.
-
¡Yo iré contigo,
Alfa! – intervino Charlie, dando un paso adelante.
-
… - Randolph solo se
giró hacia él, mirándole con el entrecejo fruncido. No había palabras, solo una
fuerte y severa mirada. Charlie se inclinó, colocándose sobre su rodilla
derecha, haciendo una reverencia a su Alfa.
-
Por favor. También
fue mi culpa, si tan solo hubiera sido un poco más fuerte. Yo… habría podido… -
Randolph trató de tranquilizarse un poco, sintiendo como la sangre que hervía
por su cuerpo comenzaba a calmarse lentamente. Soltando sus puños, dejo salir
el aire de sus pulmones. Un golpe detrás de la nuca lo hizo espabilar.
-
Tsk, son unos
idiotas, ¿lo saben? – dijo Alo, negando repetidas veces con la cabeza, mientras
se cruzaba de brazos
-
Mira quien lo dice,
hermanito. - . Abby se adelantó,
colgándose de su cuello, apretándole la mejilla.
-
Cuentas con nosotros,
¿verdad, Kadar? – dijo uno de los gemelos, sonriente. Mientras el otro, aquel
con la cicatriz en el costado del brazo, juntaba las palmas y tras un
movimiento, hacia sus dedos crujir.
-
Ummm, sí. Me muero
por golpear algunos traseros vampíricos.
Viendo como los weres se
volvían a animar, levantando puños e intercambiando golpes, listos para ir al
combate. Derek se quedó enmudecido ante tal ambiente. Después de tantos años temiéndole
a los weres y a los vampiros, el estar frente a estas criaturas salvajes, que
mostraban tal fortaleza y compañerismo. No solo por los de su especie, le conmovía,
hacia su corazón estremecerse. Y no podía evitar sonreír como un idiota.
El Alfa. Desde atrás, la
espalda del Alfa, mientras compartía con sus compañeros palabras y planeaban su
asalto a ciudad Zwielicht, se veía tan grande, fuerte, imponía una presencia
mayor. No necesitaba un arma, solo su voluntad. Sino era su descendencia lo que
le daba esa fortaleza, era su convicción.
Él definitivamente lo
seguiría, incluso si no tenían un plan. Lo seguiría como uno de sus
subordinados, arriesgándose a una muerte segura. Prefería luchar que seguir
escondiéndose.
-
¡Weres! – gritó,
provocando que los grandes hombres se giraran hacia ellos. Derek suspiró,
tomando una buena bocanada de aire que llenara sus pulmones y le diera la
valentía que necesitaba. - Eso sonó muy
bonito, pero, ¿tienen un plan?
-
Lo pensaremos más
adelante.
-
Uh-hu. – rodó los
ojos, dando pequeños pasos dentro del grupo de los weres. - Déjenme preguntarles algo, ¿Cuáles son sus
asuntos con Jason? – sus ojos fueron directamente al Alfa, tratando de leer sus
pensamientos. Si le mentía lo notaria inmediatamente. Usar un arma no le
gustaba, pero de ser necesario, lo haría sin dudarlo.
-
¿Asuntos? ¿A qué se
refiere? – El alfa avanzó, rompiendo la distancia entre los dos. Derek apretó
la mandíbula, tensándose. Podía sentir su cuerpo temblando ante la altura del
Alfa, pero se mantuvo firme. O al menos lo fingió. Alo tosió, dándole una
palmada en el hombro a Randolph.
-
Creo que quiere saber si somos buenos o malos.
-
¿Algo como amigo o
enemigo? – Charlie preguntó, levantando una ceja al aire. Alo asintió.
-
Así es. – Randolph y
Alo intercambiaron una mirada y asintió al de cabello largo. Randolph miró a
Derek, relajando un poco más sus facciones que le hacían ver duro. Si iban a
trabajar juntos no podían tener tensión, y más a sabiendas que el sujeto frente
a sus ojos era un amigo/compañero de Jason.
-
Amigo. – respondió secamente. Derek pareció dudarlo.
-
Solo queremos
salvarlo. – intervino Charlie. Derek los
miro a todos, retrocediendo un paso, quedando a un costado de Simon.
-
¿Por qué? Nadie hace
nada sin querer algo a cambio. – Randolph dejo salir un largo suspiro,
rascándose la parte trasera del cuello.
-
E-Es… complicado. Pero deben entender que
estamos de su lado. No queremos que le pase nada a Jason, solo queremos
salvarlo.
Derek dudó un poco en sus
palabras, pero las aceptó. Echándose el arma al hombro, le indico a Simon que
dejara el cuchillo que tenía agarrado.
-
Supongo que estamos
en el mismo barco, ¿no? Tendremos mucho tiempo para conocer esa situación complicada en el camino a La
Colonia, así que será mejor que sean completamente honestos. Si tratan de jugar
o nos traicionan, no solo Simon les pondrá una bala entre las piernas. – indico su arma que cargaba. El alfa asintió.
-
Entendido. ¿Tu nombre
es…? – Derek se giró, extendiendo su mano.
-
Derek. ¿Y tú eres…? –
Randolph aceptó el saludo y apretó la mano de Derek, sacudiéndola.
-
Soy Randolph, el
Alfa, y ellos son mi manada. – Randolph le señaló a los hombres que le
rodeaban, aunque al único que conocía era Charlie. Cuando se miraron, Charlie
levanto su mano y le saludo, Derek le correspondió, sonrió ante aquel gesto,
apretando los labios para contener la risa. Ante la mirada de Simon, un poco
sorprendido por su reacción, Derek se ruborizo. Tosió, recomponiéndose.
-
Bien, mucho gusto. Si
vamos a ir por Jason a esa ciudad necesitamos pensar bien lo que vamos a hacer.
-
Supongo que tienes
algo en mente.
-
Aún no. – negó Derek,
pero Charlie levanto la mano, pidiendo la palabra.
-
Yo sí. Alfa, por
favor, déjeme ayudar en el rescate de Jason.
-
Veremos. – respondió el Alfa serio. A pesar de ello
Charlie sintió la hostilidad que ocultaban sus palabras y se limitó a asentir,
apartándose de la vista de su alfa. Más que nada por su enorme falla, tanto a
su alfa, como a su amigo Jason. Derek se
preocupó un poco ante la tensión del Alfa y Charlie, sintiendo un poco de pena
por el segundo. El alfa se giró hacia él, tomándolo con la guardia baja. - Primero,
tenemos que sacar a los demás humanos de tu grupo de aquí, es peligroso. – los ojos del Alfa fueron a su costado, hacia
donde estaban las matas de helechos y el bosque que los rodeaban - ¿Podrías
decirles que dejen de esconderse? Las armas me sacan de quicio.
-
¿Miedo, Alfa? – bromeó
Abby, recargándose en su hombro, a lo que el Alfa negó.
-
No es miedo, solo son
molestas. Cualquiera lo estaría si alguien inexperto presiona el gatillo y te
dispara en el culo ¿no? Se pueden hacer daño.
-
Se los diré. – Derek levanto la mano al aire - ¡¡Bajan las
armas!! – de repente, de entre la naturaleza comenzaron a salir un grupo de
humanos, todos armados hasta los dientes, sin dejar su posición, solo
exponiéndose. Los humanos les miraban, cautelosos, podían sentir el temor que emanaban. Era algo normal considerando
que no habían visto weres antes. Derek continuó, colocando su mano sobre el
hombro de uno que traía el rostro envuelto vendajes - Los weres van con nosotros. – el hombre
asintió y les indico a los demás que se tranquilizaran un poco y que
mantuvieran la guardia. Los hombres
comenzaron a salir de sus posiciones, detrás de los árboles, cubiertos de ramas
y hojas. Algunos bajaron de las copas, aun con sus armas. Eran un número no
mayor de 25 hombres.
Randolph se sorprendió un
poco ante tal organización. A pesar de ser tan pocos y sobretodo humanos, tenía
que reconocérselo, eran fuertes. Los
humanos guardan un millón de sorpresas, pensó. Recordando a Jason la primera
vez que se encontraron y cómo este había hecho pedazos a un grupo de varios
vampiros y aun así mantenerse firme para luchar contra los weres.
“Que gran manada has formado, Jason.”
***********************
Simon aun no podía creer lo
que Derek había hecho. Siguiéndole el paso, ignorando las miradas de sus
compañeros que pedían por respuestas. Simon lo tomó del brazo, obligándole a
mirarlo.
-
Derek, ¿Cómo podemos
confiar en sus palabra? ¿Qué tal si es una trampa? Podrían… - Derek miro a sus
compañeros, que aún se mantenían con las armas cargadas, sin bajar la guardia. Con
un gesto, Derek le indico que fueran a un lugar más apartado.
Terminando en una formación
por varios árboles grandes y frondosos, Derek se recargo contra la corteza de
uno, cruzándose de brazos.
-
¿Y bien?
-
Simon, ¿lo viste?
-
¿Qué cosa?
-
Ese tipo. El alfa. En
su cuello, llevaba el collar de Jason. –
Simon trató de recordar, pero nada. ¿Cuándo lo había visto Derek?
-
No lo vi. ¿en serio?
– Derek asintió.
-
Debo suponer dos
cosas; o Jason se lo dio, o lo lleva como un trofeo de caza.
-
¿A qué te refieres?
-
¿Recuerdas a los
vampiros con los que peleamos esa vez en la gasolinera junto a Jason, los que
nos pusieron una trampa?
-
S-Sí. – recordando
que la pelea había sido interminable. Habían llegado con la intención de
conseguir un poco de combustible, pero todo había terminado en una trampa.
Todos habían sido capturados por un trio de vampiros nómadas. De no ser por
Jason habrían muerto en ese momento, él los salvo. Jason había aparecido de la
nada, encargándose de cada uno de ellos, los derrotó a todos en cuestión de
segundos. Fue la primera vez que todos fueron testigos del poder de Jason Snyder
en la batalla. Simon quedó pasmado ante su fuerza, y desde entonces dejo su
actitud huraña con él, fue el momento en que Simon comenzó a tratarlo con mayor
respeto.
Derek continúo.
-
Mientras nos tenían
separados, para interrogarnos, me tocó cierto sujeto que no dejaba de hablar.
Se la pasó hablándome de sus víctimas y cómo los torturaba antes de
matarlos. Él llevaba una pequeña caja
consigo. Verás, Simon, lo que guardaba dentro de ella, no eran monedas o
fichas. Eran… - Derek tragó en seco, soportando el asco en su garganta al
sentir su estómago revolverse ante tal recuerdo - …dientes. Colmillos, arrancados de sus
víctimas cuando aún estaban vivas. ¿sabes por qué? – Simon negó - Jason me dijo
que algunos cazadores suelen guardar “trofeos” de sus presas.
-
Ya veo. Entonces,
¿debemos confiar en ellos?
-
Por ahora sí. Formaremos
una pequeña alianza, pero cuando Jason vuelva cada uno tomara caminos
distintos.
-
¿Crees que nos dejen
ir con Jason sin dar pelea? Aún no sabemos qué es lo que quieren con él. Esto
me da mala espina.
-
Ya veremos. No bajes
la guardia. ¿sí? Ahora más que nunca, aunque seamos mayoría, si pierdo a
mi mano derecha, estaré en problemas.
Cuento contigo, Simon. – Derek extendió su brazo, colocando el puño en medio de
ellos. Simon dudo, pero tras un suspiro, asintió. Chocando el puño con su
amigo.
-
Dalo por hecho, Deck.
**************
[Ciudad Zwielicht - Arthur – Edificio del Consejo de Ancianos]
Esta era su tercera vez
frente al Consejo, y como siempre,
esperaba que esta vez si pudiera llamar su atención. Tras varios intentos
fallidos, solo había aprendido que la diplomacia no servía. Dialogar y tratar
de convencer a alguien de que lo que está haciendo está mal no funcionaba.
Tenía que hacer sus propios cambios.
En el frente, tres ancianos
ocupaban sus respectivos asientos. Eran hombres de miradas severas, cabellos
grisáceos, con túnicas negras que cubrían sus cuerpos encorvados y afectados
por los años. Además de la gran cantidad de arrugas que reinaban en sus rostros
y los hacían ver más sabios y mortales.
Alrededor de la sala, mesas
y palcos desde los cuales ciudadanos y políticos observaban la asamblea. Cada
uno perteneciente aun grupo o partido,
todos bajo sus propias ambiciones.
El edificio del consejo
tenía una enorme cúpula encima de ellos, de cristales que permitían la entrada
de los rayos de luz y la forma del interior era ovalada, permitiendo así que
una mayor cantidad de miembros puedan ingresar al recinto. Todo hecho de
concreto y mármol, a excepción de los muebles
que eran de una madera muy fina.
Todo el Consejo se mantenía
en silencio, mientras el joven vampiro tomaba el podio para continuar con su
nueva postura. Todos conocían la postura radical del joven, pero al menos le
darían los 15 minutos prometidos que todo miembro del Consejo merecía.
-
Buenos Días, ciudad Zwielicht,
Honorable Conejo de Ancianos. Mi nombre es Arthur Longworth, pero eso ya lo
saben. La razón de mi presencia aquí, es para volver a pedir la liberación de weres de las fabricas
Strom. – solo pasaron 5 segundos, en los cuales todos trataban de procesar
aquellas palabras dichas por el joven frente a ellos, cuando finalmente todo el
recinto estallo en gritos.
-
¿Qué ha dicho joven
Longworth?
-
¡¿Acaso está usted
loco?! ¡Eso es imposible!
-
¡¡Blasfemias!!
¡¡Alborotador!!
-
Lo que está diciendo
usted supone que nuestra ciudad quede a oscuras.
-
Exactamente, de eso
estoy hablando. Existen otras fuentes de energía renovable, ¿Por qué tener que
usar weres para generarla?
-
Porque es más
eficiente. Nos ha funcionado durante años.
-
¡¡Pero es una barbaridad!!
Son nuestros enemigos, lo sé, pero esto no puede seguir de esa forma. Las
condiciones en las que los tiene son deplorables, sin mencionar que insalubres,
la mayoría de los weres que se encuentran ahí solo viven 10 o 15 años, no más
porque son víctimas de abuso y mueren en el transcurso.
-
¿Y qué quiere? ¿Qué
les demos un sindicato, seguro, o beneficios por su arduo trabajo?
Todos en el gran salón de
Justicia comenzaron a reír, llenando la gran bóveda del techo con sus burlas.
Arthur tomó el control y presionó el botón, un proyector se encendió desde la
parte trasera del estrado y una serie de imágenes sangrientas aparecieron en la
pantalla. Varias de ellos eran humanos bañados en aceite y grasa, completamente
hasta los huesos de la falta de alimento.
En otras aparecían sujetos grandes y un poco
fornidos, tirados en el suelo de lo que parecía una fábrica, desangrándose por
la pérdida de algún miembro, e inclusive se podían ver algunos weres a mitad de
la transformación siendo torturados en sus jaulas, con los grilletes en las
muñecas y siendo azotados fuertemente o electrocutados. El horror eran las
imágenes en las que las heridas manaban pus verdoso y parecía que la extremidad
fuera a caerse por la descomposición.
El silencio se hizo presente
y todos callaron. Algunos con expresiones de disgusto, otros asqueados,
apretando los labios conteniendo las náuseas y otros se giraban, evitando mirar
las imágenes.
El hombre de cabellos rubios
se giró, dando una mirada a todos los presentes, señalándoles hacia la pantalla
y a ellos.
-
¡Esto es lo que
sucede tras esas paredes! ¡Ustedes pueden seguir burlándose, pero esto está más
allá del sadismo! ¡¿Qué precio estamos dispuestos a pagar por nuestra supervivencia?! - un pequeño pitido, indicando que su tiempo
había terminado llamo su atención, presionó nuevamente el botón y las imágenes
dejaron de correr. Las luces volvieron, iluminando el recinto – Gracias por su
tiempo, Alabado Consejo de Ancianos. – inclinando la cabeza, se dio media vuelta
y salió del centro, bajando.
Caminando apresuradamente
entre los pasillos, Collin y Alvin siguiéndole los talones, sus piernas
comenzaron a dar grandes zancadas ante la amenaza de ser atrapado.
Cuando una mano se colocó en
su camino, bloqueándole el paso, y viendo la expresión de Paige se dio cuenta que
no podía escapar. Iba a ser ejecutado ahora mismo.
Tragó en seco, acomodándose
el saco y la corbata, regalándole a la chica rubia una hermosa sonrisa galante
que bien podría hacer a cualquier otra derretirse ante su intensidad. Pero
Paige era de las chicas que necesitan más un ascenso laboral que un hombre.
-
Hola, Paige. – sonrió
nervioso. Esta lo tomó de la corbata, atrayéndolo para revisar si había bebido
algo antes de ingresar a la Asamblea del Consejo de Ancianos. Pero no hubo
ningún rastro de culpabilidad, más que el de su propia estupidez natural.
-
No me digas, hola, Paige. ¿Sabes lo que acabas de
hacer?
-
Yo… - se mordió el
labio. Escuchando el repiqueteo del calzado, se giró, encontrándose con sus dos
compañeros Collin y Alvin.
-
Ella tiene razón. Eso
fue muy imprudente. – dijo Collin, con una expresión seria, aunque era difícil
definir si estaba molesto o no. Su cabello negro, como siempre, peinado a un
lado, perfectamente, sin ningún pequeño cabello rebelde.
-
¿Qué estabas
pensando? – Alvin se jalaba los mechones de su cabello rubio, casi queriéndose
golpear a si mismo contra el muro de mármol del pasillo.
-
Hola, Collin, Alvin,
Paige.
-
No juegues con
nosotros, Arthur. Acabas de hacer la peor tontería de toda tu vida. – la mujer
estalló, soltándole un fuerte sopetón. Comenzó a caminar en un círculo
invisible con los brazos enlazados frente a su pecho.
-
Es cometer suicidio.
-
Yo solo pensaba…-
admitió, pero Paige le cubrió la boca, negándole.
-
Corrección, no
estabas pensando.
-
Tu padre va a
matarte. – declaró Collin,
-
Lo sé, sabía las consecuencias
de mis actos, pero no podía permitir que Strom continuará haciendo millones con
la vida de otros. Es un cerdo malnacido.
-
Aun así, no es
suficiente excusa para hacer lo que hiciste. Lo expusiste ante todos los medios
televisivos y el Consejo se lo tomara como un insulto muy personal al decir que
ellos no pueden con el cargo, y sino castigan a Strom y cierran su fábrica,
vendrán los problemas. – Alvin negaba, mordiéndose la uña del dedo pulgar. Su
cabello totalmente desordenado y sus ojos mirando a todos lados, nervioso.
Escuchando un largo suspiro, seguido de un golpe en el vientre, se giró hacia
Paige.
-
Estas viendo que los
Raleigh solo están esperando el momento para dar la orden y destruir todas las
instalaciones de ciudad Zwielicht. ¿Sabes qué pasara ahora?
-
Primero tengo que hablar
con mi padre.
-
Eso no arreglara
anda. – negó la mujer. Cruzando los brazos nuevamente, levantando el mentón,
dándole un aire más prominente.
-
Claro que sí. Lo que
estoy haciendo no solo es para encontrar pelea con el Consejo, quiero que
ciudad Zwielicht sea algo mejor, no la sucia madriguera de ratas que es ahora.
Todos quieren el control y el poder, hacen lo que quieren y nadie dice nada.
Esta ciudad ha decaído demasiado y es necesario hacerla despertar de su
ceguera.
-
¿Continuaras con esto
aunque te digamos que no lo hagas?
-
Exactamente, Paige. –
la mirada en el rubio solo la hacía enojar más. Frustrada, más que nada porque
tendría más trabajo que hacer, dejo salir un largo suspiro.
-
Tu prima llamó, dice
que tienes su apoyo. Arreglare una cita con tu padre, Augustus Longworth no
estará nada contento.
-
Lo sé.
-
Y yo me encargare de
mantener a la oficina controlada. Un poco de disciplina y unos billetes serán
suficientes. – añadió Alvin.
-
¿Collin? – Arthur se
giró hacia el más serio, quien solo levanto la mirada. Parecía que no había
formado parte de la conversación, ya sea porque no le importaba o le importaba
y escuchaba en silencio.
-
Creo que se cómo
podrías lograr que tu plan funcione.
-
¿Qué debo hacer?
-
Raleigh, Evelyn
Raleigh. Es la única de esa familia que es capaz de escuchar tu propuesta,
estaría encantada de ayudarte, créeme.
-
¿estás seguro?
-
No pierdes nada con
intentarlo.
-
Ya veo. – Paige se
metió en la conversación, tras cerrar el aparato por el cual hablaba.
-
Por otro lado, no
creo que sea conveniente que estés en
ciudad Zwielicht. Necesitas estar alejado de este caos hasta que todo este
arreglado.
-
¿Qué propones?
-
Nada de trabajo. Ve a
tu casa.
-
¿A ese lugar
abandonado? Tú sabes que… - iba a
comenzar con su queja rutinaria de “odio
a mi padre, bla, bla, bla…” cuando vio como Collin se cruzaba de brazos,
cerró la boca instantáneamente. Collin podía ser tranquilo y serio, pero tenía
un humor demasiado especial cuando lo hacían enojar. Y no quería hacer enojar a
Collin ahora mismo, ya tenía demasiados que querían su cabeza. Paige presiono
su dedo índice contra su pecho.
-
Es eso u olvídate de
que tus planes contra Strom funcionen. Por no mencionar que Bateman no te
querrá cerca por un tiempo. – Arthur lo dudo un poco. Pero Collin le ayudo a
decidirse rápidamente.
-
Paige tiene razón.
Ciudad Zwielicht no es un lugar seguro para ti. No ahora.
-
Maldito, Bateman.
-
Tranquilo, nosotros
podemos controlarle mientras tú estás allá. – dijo Alvin en un intento por animarlo.
-
Además, no es como si
no pudieras tomar el teléfono y llamar, ¿verdad?- resoplo la mujer, recargando
su peso sobre su pierna izquierda.
-
Estamos a tus
ordenes, jefe. - bromeó Collin.
-
Chicos, gracias.
-
Aun así eso no te
salva que te golpeare por semejante estupidez. Tendremos más trabajo después de
tu “partida”. – Paige se quejó. Arthur se disculpó por ello.
Tan pronto los amigos iban a
separarse, Paige subió al mismo auto que Arthur, puesto que iban en la misma
dirección. Collin y Alvin se quedaron en el Edificio del Consejo, aun tenían
algunos asuntos de los que encargarse.
Mientras el auto avanzaba,
el silencio se rompió tras un intercambio de miradas.
-
Por cierto, ¿te enteraste?
– dijo Paige, acomodándose en al asiento, cruzando la pierna, mientras se
recargaba sobre el marco de la ventana, con una expresión indiferente, mirando
fuera como los edificios se erguían altos e imponentes.
-
¿Qué cosa?
-
El vehículo en la
entrada.
-
¿uh?
-
Uff, hace unas horas,
encontraron un vehículo de los nuestros en la entrada, estaba completamente en
llamas. Después de aplacar el fuego, y evitar que explotara, los especialistas lo revisaron. A que no
adivinas que encontraron.
-
No tengo idea.
-
Los cadáveres de 6 Fledermaus.
Al parecer, fueron asesinados por un arma de alto calibre. Una que no está
entre las nuestras.
-
¿Humanos? Imposible.
Los humanos no han salido de su roca en años, ¿Por qué ahora?
-
No puedo responderte,
solo quiero infórmate. Ya que estarás fuera, ten mucho cuidado. Bateman te
quiere muerto y hará lo que pueda por conseguirlo, ¿lo sabes? – le miro por el
rabillo, Arthur esbozó una sonrisa, distendiéndose sobre el asiento.
-
¿Tan poco fe tienes
de mí?
-
Ten cuidado. No es
alguien con quien jugar. Mandare a varios equipos a vigilar la propiedad, así
que, no te preocupes. Pero no guardes las estacas de plata.
-
Jajajaja, que
graciosa eres.
-
Por eso es que me
amas, cariño.
-
Te amo porque
Elizabeth te ama. Por cierto, ¿Cómo está?
-
Ocupada. Como
siempre, pero dice que te visitara dentro de poco.
-
Te encanta hacerme
sufrir, ¿verdad? – sonrió el rubio ladino. La mujer se movió lentamente, con
movimientos felinos, rompiendo el espacio que los mantenía alejados en sus
respectivos asientos. Paige le dio un beso en la mejilla, pero no se detuvo
ahí, fue directo a sus labios, plantándole un beso.
-
A veces.
Cuando sus bocas se
separaron, lamerse los labios fue obligatorio para remover la evidencia de sus
salivas mezcladas. La mujer se apartó, colocándose en su regazo, abriendo sus
piernas, pasando sus manos sobre el pecho de este, las cuales comenzaron a
bajar lentamente hasta hacerse con la hebilla del cinturón y el botón del
pantalón que fue sacado.
La mujer levanto su falda
por encima de sus muslos, dejando al descubierto unas hermosas y largas piernas
y la desnudez de su sexo. Arthur continuo besándola, colocando su mano sobre la
cadera de esta, la atrajo contra su cuerpo. Sintiendo la anticipación de la
excitación en sus cuerpos, la mujer hurgo dentro de la ropa interior del hombre
y saco aquel miembro erecto ante su toque.
Arthur daba miradas por el rabillo,
asegurándose que el conductor no les espiara, y si lo hacía darle un buen
espectáculo.
No fue sino hasta que sintió
el calor de sus sexos acariciándose suavemente, que comenzó a penetrarla. Deslizándose
lentamente, hasta sentir su miembro completamente dentro de ella, fue que sus
manos se volvieron cadenas alrededor de las caderas de la mujer y la atrajeron
contra su mástil.
El sonido de la carne
chocando tras las embestidas y los gemidos de la mujer, que eran acallados tras
besos, mientras sus manos apretaban los cabellos de Arthur, incapaz de
separarse. Desabrocho la blusa de la
mujer, pasando su lengua sobre la superficie de sus pechos, provocándole
escalofríos. No paraba de penetrarla, abriéndola, sus piernas alrededor de sus
caderas, la forma en que ella aprieta su miembro lo hace delirar, gruñendo en
respuesta por la atención con la que trata a su miembro. La humedad y la
presión de su sexo. La intensidad con que la embiste la hace sentir sus piernas
temblar hasta los tobillos.
Su mano apretaba aquel
pecho, masajeándolo, mientras el otro era atacado por la boca de Arthur, quien
no dudaba de darle suaves mordidas a su pezón, chupándolo y lamiéndolo con su
lengua.
La mujer grita, aferrándose
a sus hombros, llegando al clímax. Sus muslos tiemblan, y su cuerpo completo se
estremece ante su orgasmo, sintiendo como su mente se va quedando en blanco.
Arthur termina dentro de ella, 4 corridas seguidas. Siente su semen
deslizándose por la entrada de la mujer. A la cual atrae y deposita un beso en
sus labios.
Se separan, él tiene sumo
cuidado y le entrega algo para limpiarse. Sí, no es la primera vez que lo hacen
en un auto en movimiento. Aunque si la primera después de una junta con el
Consejo de Ancianos, siendo espiados por el conductor.
Después de arreglarse, lo
mejor que pueden. Ambos sonríen, dándose un último beso. El auto fue
deteniéndose poco a poco, hasta quedar frente a un gran edificio con las
palabras en la entrada de “Longworth”. La mujer baja del vehículo,
despidiéndose con un movimiento de mano.
-
Nos vemos. – Arthur
asiente, respondiéndole. Al mismo tiempo que el cristal de su ventana sube
lentamente. Se espera unos segundos.
Era verdad que Paige era su
colega de la oficina, y una buena amiga de la infancia, pero el sexo era el
sexo. No podía resistirse a sus instintos básicos. Si no fuera por Paige, se
habría cogido al conductor. Bueno, no sería la primera vez que lo ha hecho
tampoco.
Los vampiros (hombres)
tienen una mayor libido que las mujeres. Al parecer es un proceso diferente.
Mientras en las mujeres, todo se detiene, desde el ciclo menstrual y esas cosas
de la fertilidad, en los hombres las grandes cantidades de testosterona se
triplican. Eso y mezclarle una gran dosis de adrenalina vampírica.
Mientras la ve alejarse
rápidamente subiendo los peldaños de los escalones de mármol, Arthur se muerde
el labio, sintiendo su miembro volver a la vida recordando la estrecha entrada
de Paige apretándolo.
Atrapa la mirada furtiva del
conductor a través del espejo y sonríe. Recordando algo interesante, el
conductor lo ha estado espiando todo el tiempo. Después de esa escena, ¿Cómo no
estar afectado? Debe estar duro como una roca. Y tan excitado.
Suspira, dejando salir un
leve gruñido. Traga en seco, lamiéndose los labios y mira al conductor, quien
se sobresalta.
-
¿A-A dónde ahora,
señor?
-
Llévame a mi departamento, tengo unas cosas que
conseguir.
-
Sí, señor Longworth.
– Arthur comienza a acercarse, colocándose detrás del asiento del conductor,
recarga su mentón y le susurra a la oreja, notando como se estremece.
-
Pero como serán
muchas cosas, tendrás que subir conmigo para bajarlas. – miente, ya que eso podrían hacerlo los
botones. Sus manos comienzan a deslizarse por debajo de la camisa del chico,
esté se tensa, apretando las manos sobre el volante y bajando la mirada,
dejando salir un jadeo.
-
¿Señor? – una mano
traviesa se cuela en su ropa interior, apretando su húmedo miembro, pegajoso
por el pre semen. El chico ahoga un gemido.
-
Oh, estás duro. Dime,
¿estas igual de mojado ahí abajo? – la mano en su pecho comienza a pellizcar su
pezón, fuerte, casi demasiado. El joven levanta
la mirada hacia el techo del vehículo, doblándose ante las caricias de Arthur,
quien aprovecha para comenzar a lamer la superficie de su cuello, sin dejar de
presionar su dedo pulgar sobre el eje del joven vampiro.
-
Se-Señor… Y-Yo… Lo
siento…
-
Discúlpate con tu
cuerpo. – susurra contra la oreja del muchacho, produciendo que la voz se le
corte en un gruñido ante la caricia de su mano sobre su eje.
-
¿Có-Cómo…? – tiene la
mirada nublada por la sensación de éxtasis recorriendo su cuerpo, casi puede
sentir las lágrimas en sus ojos formándose. Pero Arthur no lo deja, continua.
Ahora usando su lengua para lamer la forma de su oreja, atrapando su lóbulo
entre sus labios, comienza a chuparle. Aprieta su pezón, fuerte.
-
Ven acá atrás y
déjame joderte. Ahora.
*****************
Siento todo el cuerpo
adolorido. Mis manos están sujetas. Tragó, sintiendo mi garganta seca. Mis ojos
comienzan a acostumbrarse a la intensa luz blanca que domina alrededor del
lugar en el que me encuentro. Lo primero que veo es mi regazo, mi cabeza esta
gacha. Tengo un fuerte dolor en mis muñecas, no puedo mover mis dedos, como si
tuviera algo clavado a través que me impide mover.
Intentó ponerme de pie, pero algo me restringe
los brazos y las piernas. Girando el cuello para ver qué es, tampoco puedo
moverme mucho, algo se aprieta alrededor de mi cuello, impidiéndome el
movimiento, me hace regresar hacia atrás del respaldo y quedar mirando hacia
adelante. Es magnético.
-
Oh, ¡Despertó!
Un sujeto con bata blanca
esta frente a mí. Me tensó, sacudiéndome, pero solo logro que él retroceda y
ningún progreso con mi movimiento. Mis ojos van hacia donde siento mis manos,
unas bandas de metal se ciernen alrededor de mis muñecas y hay algo más, puedo
ver como una manguera sale debajo de mi muñeca.
Mis piernas están igual,
sujetas. Pero, ¿Dónde diablos estoy? Es lo único que mi mente piensa. No hay
paredes rectangulares, ni ventanas, aunque con tanta maldita luz blanca ni
siquiera sé si es un sueño o es de verdad.
-
Bien, ¿sabes quién
eres? – mis ojos van hacia el hombre que me está mirando, con algo entre sus
manos, alternando la mirada entre mí y esa cosa.
-
¿Quién soy? Sé quién
soy, la pregunta es; ¿Quién demonios son ustedes, malditos? ¡Suéltenme! ¡Ahora!
O se arrepentirán, hijos de… - me sacudo, tratando de levantarme, alargando mis
extremidades lo máximo que puedo, que no es mucho.
-
Activar –
pronuncia el sujeto. No tengo tiempo de reaccionar, rápidamente todo mi cuerpo
se tensa. Sintiendo la descarga recorrer mi cuerpo entero, ahogo un quejido,
sacudiéndome en mi lugar. aprieto la mandíbula, para evitar morderme la lengua,
pero el dolor es tan intenso.
Mis dedos aprietan los
respaldos de mi asiento, casi desgarrando la superficie y echo la cabeza hacia
atrás, las plantas de mis pies se doblan igualmente. El dolor comienza en mi
cuello y se extiende al resto de mi cuerpo.
La intensidad va
disminuyendo lentamente, hasta que solo hay pequeños reflejos. Mi cuerpo se
sigue tensando, pasando de un momento en reposo a ponerse tieso y rígido en
cuestión de segundos. Alternándose por las leves descargas que aún quedan.
Jadeo, dejando salir un poco
de mi saliva. Siento las lágrimas escurrir por mis mejillas e incluso mi lengua
esta entumecida.
-
Vaya, sobrevivió a
una descarga eléctrica.
-
Impresionante.
¿seguimos con las demás pruebas?
-
Por supuesto, el
señor Dale nos pidió que comprobáramos toda clase de posibilidades.
-
Veamos. Veneno; no, ácido;
no, sangre infectada; no, electricidad; no. ¿Qué otras cosas más faltan?
-
Aún tenemos muchos líquidos
experimentales que el señor Dale creo, podemos tratar con ellos.
-
Ummm, tienes razón. Servirá
para matar dos pájaros de un tiro. Podemos comprobar sus funciones y si su
cuerpo es resistente a ellos.
Viendo como el ayudante del
primer sujeto saca una jeringa con un líquido de color verde y se acerca hacia
mí, trato de alejarme, negando repetidas veces. El pánico me invade, no sé qué
tiene la jeringa, pero no creo que sea algo bueno. Todo mi cuerpo tiembla ante
ello. Quiero huir, pero mis ataduras no me lo permiten. Siento como me estoy
lastimando, cada vez que trato de alejar la muñeca, no solo me desgarro la piel
por la presión del metal alrededor de este, sino que algo debajo me arranca el
nervio.
Justo cuando creo que él va
a inyectarme la aguja en el cuello, lo veo pasar detrás de mí. Quiero seguirle con la mirada, pero me es
imposible. Lo escucho silbar.
-
¿Qué están haciendo?
-
Tranquilo. Solo
sentirás un leve dolor en la columna.
-
¿Columna? – me
sobresalto, casi puedo sentir mi voz temblando.
De repente, todo en la
habitación emite un fuerte resplandor. Pero este va disminuyendo gradualmente. Las
paredes de la habitación pierden un poco de intensidad y rápidamente veo mi
reflejo en ellas. Mi rostro completamente demacrado, con ojeras y mis ojos
rojos, sin mencionar los rasguños en mi rostro.
Estoy en una silla, sujeta
al suelo de la habitación. Debajo de mis muñecas, una manguera baja, directo a
un pequeño recipiente de cristal, y por el color del líquido, diría que es
sangre. Mía.
Quiero decir algo, pero eso
no es lo peor, en mi espalda, hay varias mangueras más, conectadas a otro
recipiente más grande, que emite un sonido extraño, como el de un motor en funcionamiento
constante. No lo había sentido, tal vez porque mis sentidos siguen confundidos,
pero hay algo que corre a través de mi espalda, y se dispersa por mi cuerpo. Lo
siento fluir en mí. Es extraño, es como un escalofrió que hace que se me
enchine la piel.
En el reflejo, lo veo, al
sujeto de bata, colocando la punta de la jeringa en una de las mangueras, y
lentamente se acomoda, presionando su dedo para inyectar el líquido verdoso, el
cual va ingresando en la manguera,
lentamente deslizándose a través de esta.
Me vuelvo a sacudir, esta
vez con un poco de más fuerza. Incluso puedo decir que se mueve la silla, un
poco, de su sitio. Pero no es suficiente.
-
¡Esperen! ¡No! ¡Eso
es…! ¡Ugh…! – mi voz es acallada en cuento el líquido verdoso finalmente ingresa
en mi organismo. Primero es como un leve piquete, pero después el ardor se
empieza a esparcir por toda mi espalda, como si vertieran agua caliente dentro
de mi piel. Aprieto la mandíbula, conteniendo el grito de dolor que tanto desea
salir de mi interior. En su lugar, me retuerzo, doblándome por completo,
mientras siento como el resto de mi cuerpo es víctima de aquella sustancia. Las miradas curiosas de los sujetos, pero si
creen que voy a darles el placer de gritar o de pedir ayudar, están muy equivocados.
Preferiría cortarme la lengua antes de eso.
-
Wow, debe estar
sufriendo demasiado.
-
Así es. Lo está. Trae
el otro químico. Aún nos quedan muchos más que estudiar.
****************************************
[Thomas Dale – Zona de Contención]
Después de recibir la
notificación de que su nuevo juguete había llegado a la Ciudad, y que Bateman
no tenía la menor idea, no podía estarse más tiempo tranquilo en su oficina.
Por lo que cancelo todo lo que tenía que hacer esa misma tarde.
Se sentía ansioso por su
nuevo juguete. ¿Y quién no lo estaría considerando que era un juguete robado?
Su queridísimo amigo Bateman lo había mantenido oculto de él. Era justo que él
hiciera lo mismo. Ahora era suyo.
Ante tal ansiedad, solo podía
imaginar la infinidad de posibilidades que tendría con un sujeto como Jason
Snyder. Lo primero, información. Quería toda la información con respecto a los
weres y a los humanos fugitivos. Y si este se negaba a decirle lo que quería,
bueno, habría formas de hacerlo hablar. Formas con las cuales divertirse
mientras le saca la información.
Estaba caminando por las
amplias calles de la Zona de Contención, dando un vistazo a los sujetos que se escondían
tras las puertas de sus casas. Miradas furtivas a través de las ventanas. Dale sonrió
ante una mujer, que solo salto de pánico y volvió a cerrarla.
Que bien que le temían. Deberían.
Después de todo, él era su nuevo amo. Si él decidía deshacerse de ellos, solo movía
un dedo y cada una de esas casas desaparecerían y nuevos inquilinos las llenarían.
Todos eran sus juguetes. Suyos.
Detuvo sus pasos cuando
un vehículo, lleno de pequeños vampiros,
iba pasando lentamente, mientras una hermosa mujer hacia señas hacia los
costados.
Malditos recorridos.
Pensó para sí mismo,
obligándose a sonreír cuando las miradas de los niños se fijaron en él. Levanto
la mano y les saludo lo más amable que podía fingir.
-
Miren, niños, él es
el señor Thomas Dale, uno de los principales fundadores de la Zona de Contención.
Denle un saludo a este gran hombre.
-
¡Buenos días, señor
Dale! – todos los niños le saludan levantando las manos y con grandes sonrisas
que evidencian aquellos pequeños colmillos que sobresalen de sus dentaduras.
-
Buenos días, niños.
¿Qué tal les ha parecido el recorrido? – pregunto, fingiendo interés. Aunque
sus pensamientos estaban sobre otro asunto más importante que simples vampiros
infantiles como estos. Pero la mujer es quien responde ante la pregunta, con
una enorme sonrisa, camina hacia un costado de él.
-
Estábamos a punto de
mirar un poco, pero ya que está usted aquí, ¿Por qué no nos cuenta un poco de
la Zona de Contención? ¿Les gustaría saber del mismísimo creador?
-
¡Sí! – responden los
niños ante las palabras de la mujer de traje. Dale quiere desaparecer a la
mujer en ese mismo instante. Podría negarse, pero eso sería sospechoso. Y como
bien sabe, Bateman tampoco es un idiota al que le pueden jugar el dedo en la
boca. Tiene que ser cuidadoso. Sonríe, asintiendo.
-
Ok, si insisten. – junta sus manos, y luego les va señalando
hacia la calle principal. Dado que ahora todos están en un confinamiento
temporal, al menos hasta que el recorrido termine, o hasta que Dale deje las
instalaciones, pueden moverse fácilmente y los humanos permanecen en sus
respectivos “hogares”. Se aclara la voz un poco, tosiendo y comienza con aquel
tan conocido discurso que le han hecho aprender. - La Zona de Contención se creó con la
intención de mantener las especies de weres y humanos vivas. Para evitar la
extinción de estas dos especies. Fue como nuestro propio proyecto. Como
recordaran, anteriormente, los humanos se mataban entre sí. No había paz y
siempre había guerra. Millones murieron solo porque no podían llevarse bien. Entonces,
cuando nosotros resurgimos para salvar a la humanidad, no todos lo vieron con
buenos ojos y se opusieron, incluso cuando solo queríamos su bienestar.
-
Que idiotas. – dijo
uno de los niños, cruzándose de brazos y frunciendo el entrecejo. Mina se
crispó, colocando sus manos sobre sus caderas, amonestándole.
-
¡Lenguaje! – el chico
se sumió de hombros, metiendo las manos en sus bolsillos. Dale levantó su mano,
negánd9le.
-
Creo que el chico
tiene un poco de razón, señorita Mina. – dijo con una sonrisa, produciéndole un
sonrojo a la mujer al escuchar su nombre siendo pronunciado por él. Si, había
visto su etiqueta, más que nada porque sus pechos estaban encima de ella.
Continuó - El cambio era algo bueno,
pero ellos no podían aceptarlo. Y así, una nueva guerra comenzó. Primero
tuvimos que hacernos cargo de los weres, eran salvajes que no dejaban a los nuestros
con vida. No nos permitían cambiar el mundo. Eran unas bestias incontrolables,
no tenían un propósito en su vida. Después de que los weres se unieron a su
causa, comenzamos una pelea con ambas
especies; Vampiros contra Humanos y Weres. Era una lucha muy desigual, ¿verdad?
-
Sí.
-
Pero nosotros éramos más
poderosos. Durante nuestra lucha, varios miembros importantes de nuestra
especie, integrantes de Las 5 familias Reales, fueron atacados, pensando que de
esta forma nos desalentaríamos y cederíamos, retirándonos de nuestra noble
tarea. Sin embargo, las Familias Reales no
se rindieron ante los humanos, y continuaron la lucha, ahora más intensificada.
Nos dimos cuenta de algo importante; el hombre jamás cambiara, por más que lo intentáramos.
Entonces, la única forma de hacerlo entender era por la fuerza.
>> Después de años de
luchas entre especies, logramos hacernos con el control absoluto y mantuvimos a
los sobrevivientes (humanos) a salvo. Los weres tuvieron que ser cazados porque
no podíamos controlarlos fácilmente, por eso es que su especie es muy pequeño.
Incluso ahora, no podemos permitirles que su número aumento, hay una cantidad
de weres específica y no todos los dejamos moverse libremente en la Zona de
Contención. Esas son las consecuencias de haberse puesto en nuestro camino y
provocar grandes pérdidas.
>>Como parte del
trato, de dejarlos vivir, los humanos han cedido sus derechos, con la condición
de que jamás se alzaran en armas y nosotros les permitamos vivir, cómodamente,
en la Zona de Contención. Los humanos nos deben la vida. Los sacamos de esas
vidas miserables y ahora viven en paz.
-
Señor Dale, pero las
guerras aún continúan, ¿no es así?
-
Así es. Aún quedan
humanos insolentes, que se rehúsan a ser purificados y deciden apuntar las armas
en nuestra contra. Pero tranquilos, ¿sí? Muy pronto esos “rebeldes” serán
aplacados y la sociedad finalmente estará en paz, será perfecta. No tienen que
preocuparse. Después de todo, nuestra especie es superior.
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